Partida Rol por web

Los distintos encuentros del torneo continuaron celebrándose con total normalidad y brindando espectáculo y buenas justas a los asistentes, además de alguna anécdota curiosa como que Ser Joras Blacton acudiera tan borracho a la liza que no supiera por que lado subir a su caballo o que alguno de los favoritos fuera desmontado sorpresivamente por nuevos nombres de los que nadie había oído hablar aún. El Rey Robert parecía divertirse con el torneo, lo cual le tenía satisfecho al cumplir el torneo el propósito con el que lo concibió realmente, que no era otro que liberarse de las preocupaciones de la Corona y emborracharse. Como ya era habitual, la reina abandonó el palco después de que su hermano, Ser Jaime, justara y derribara a otro infeliz caballero con no demasiado esfuerzo. Se decía que acudía a los establos para felicitar la gesta de su gemelo, pero todos intuían que detestaba aguantar las bromas picantes y subidas de tono que su marido comenzaba a hacer por culpa del alcohol.

Entre tanto, en la grada, los Crogall atendían otros asuntos además de disfrutar del espectáculo. Rog Thanders se acercó para ofrecerse como testigo de ser necesario en un futuro juicio por las acusaciones vertidas por Lady Scarlett, y lady Varya entablaba lo que parecía una conversación amigable con el mercader amigo de los Dannett llamado Ruber Piper y la cosa acabó derivando en una aparente discusión, a juzgar por los gestos airados de Piper. También, fuera de la liza ya, Ser Roshar tras perder su duelo se concentraba en asuntos más turbulentos y necesarios para la casa, pero su búsqueda del tal Maiyo Vierro no dio resultado.

Al atardecer terminaron los eventos del torneo, vencedores, vencidos y público asistente comenzaba a dejar libre la zona del torneo y volvían tras los muros de la ciudad para continuar con las celebraciones que las tabernas y las plazas de Desembarco ofrecían a sus visitantes por tan especial ocasión. Después de dos rondas de eliminatorias, de los sesenta y cuatro participantes que comenzaron ya sólo quedaban los dieciséis mejores, y dos miembros de la casa Crogall se encontraban en tan distinguido grupo. Esto significaba que el torneo rozaba su ecuador y que los rivales comenzaban a ser más difíciles una vez eliminada toda la morralla. Al día siguiente, Ser Adrik tendría que hacer frente al dorniense Bryan Telson, mientras que Whalen se enfrentaría al terrible Ser Naton Lugus.

Ser Roshar abandonó por el momento la búsqueda de Maiyo Vierro. Se preguntó si existía o estaba siendo victima de un juego muy rebuscado y elaborado. Tenía claro que había dedicado demasiado tiempo para no lograr ningún resultado. Lo que le forzaba a conseguir algún avance antes de permitirse ir a descansar.

El caballero se dirigió hacia la taberna. Allí podría comprar la cerveza que le habían pedido como rescate y con suerte quizás se topase con la joven Dannett. No se hacía ilusiones y se centraba más en retomar contacto con su red. Quería saber que había pasado con Rata. Aún desconocía si estaba a tiempo de intentar salvarlo o ya había sido troceado. Lamentaba la perdida, quizás antes de tiempo. Pero ambos eran conscientes de los riesgos que asumían. Él había insistido en hacerlo personalmente.

Después de la jornada de justas, Evan Crogall regresó al pabellón de su familia. Estaba cansado, agotado. Vacío en cierto modo. Se sentía como un mero pasajero en un barco a la deriva. No podía dirigir el curso de los acontecimientos, y las tormentas y los peligros le acosaban por todas partes. Aún así, seguían a flote. Un día más, los Crogall habían evitado el desastre definitivo, pero parecía cuestión de tiempo.

Evan se sentó en la cama y hundió su cara en las manos. Respiró hondo, y se dejó caer en la cama. Necesitaba dormir. Cerró los ojos. Recordaba a Ser Joseph. Echaba de menos su apoyo. Su fortaleza. Echaba de menos a su hermano pequeño.

-Joseph, susurró, y se quedó dormido.

Por fin el joven Whalen se había liberado de sus obligaciones. Necesitaba ver a su esposa. Saber qué coño pasaba por su cabeza. Qué le había llevado a actuar como lo había hecho. Temía que se debía a un exceso de celo por lo que habían hablado con anterioridad. O quizás... No. No lo sabía. Debía saberlo. Dependiendo de eso podía mirar de mediar entre ella y su padre. Aunque también temía que su aún esposa lo manipulara para sacar de él lo que quisiera. Sí. Era una posibilidad. Pero él amaba a Scarlett.

Soy un necio.

Antes de dirigirse al Gran Septo, agarró a Willard por los hombros, y lo miró muy fijo.

Escucha bien lo que te voy a decir, Willard. Has de informar a lady Varya que voy a intentar hablar con Scarlett. Quiero aclarar las cosas con ella. Sí, dile eso. Ella entenderá.

Tras eso lo soltó y se volvió, con paso firme, hacia el septo.

No quiero que parezca que voy a verla a escondidas de la familia. Y tampoco quiero molestar a padre con eso. Seguro que Varya me entiende mejor y no censurará que quiera ver a mi mujer. 

Se sorprendió ante su cambio de actitud respecto a su madrastra, pero lo cierto era que sus celos eran estúpidos, y al final el enemigo había surgido de donde menos lo esperaba.

De camino empezó a desear estar en una taberna, bebiendo con Bryan. Era un buen tipo, y tomar unos vinos con Bryan y Adrik se le antojaba algo casi imprescindible. Joder, en todo aquel agujero de mierda ellos dos resaltaban como dos pepitas de oro en una boñiga de vaca.

La cara que trajo lady Varya cuando volvió de su encuentro con Ruber Piper era la máscara de siempre, seria pero con una suave sonrisa dispuesta a salir en el cruce de miradas con la persona adecuada, al llegar al lado del lord una leve subida de ceja y apenas un movimiento de cabeza le indicaron lo que ya podía  dar por supuesto en vista de los aspavientos que el hombre había realizado.

Una vez en el pabellón familiar, lejos de miradas y oídos indiscretos, le comunicó que o ese mercader debía ser el más rico de Poniente por no dar su brazo a torcer nunca, u ocultaba algo. Parecía que no haber podido ni siquiera entablar una conversación civilizada, había hecho que la mujer se tomase su negativa como algo más de lo posiblemente fuera: un hombre que sentía aversión por ellos y que nada lo haría cambiar de opinión.

Pidió que le llevasen algo de fruta para una cena ligera y cuando llegó a sus aposentos pudo oír un susurro por parte de su marido que le oprimió el corazón. Avanzó presurosa hasta el lecho, quería hablar con él y ser su confidente como tantas otras veces, pero Evan ya se hallaba en los brazos de la inconsciencia. Se agachó y le quitó las botas, se tumbó a su lado y acarició el rostro surcado de arrugas. Sus dedos apenas rozaban la piel curtida por los elementos mientras se deslizaban por su mandíbula y su cuello, hasta llegar a su pecho, donde la mano se quedó posada sintiendo el golpear de su corazón.

-Te amo. -susurró depositando un suave beso en la mejilla.

Luego se quedó a su lado en espera de que el sueño la reclamase. 

Whalen decidió acudir al Gran Septo por segunda vez, esperaba que en esta ocasión lograra de alguna manera poder ponerse en contacto con Lady Scarlett y así aclarar los temas pendientes con ella. La anterior vez su decisión le había llevado a tener una pequeña discusión con su primo Adrik, y tal vez por eso en esta ocasión decidió irse antes de que la familia lo supiera y dejó al servicial Willard al cargo de informar a Lady Varya del rumbo a tomar.

Cruzó las largas calles de Desembarco del Rey mientras la noche caía y el olor de los guisos de las cenas de las casas y las tabernas invadían sus fosas nasales. Hasta su visita a la capital de los Siete Reinos jamás había imaginado que una ciudad pudiera contener tantos metros de casas enfiladas una tras otra como si no hubiera un final, giraba la vista en una nueva calle y su extensión se perdía en la inmesidad de aquel lugar. Cuando al fin llegó al Gran Septo se encontró con la misma respuesta de la vez anterior, le impidieron la entrada a los aposentos en los que custodiaban a la dama. Podía entrar si asi lo deseaba a rezar o a dejar una ofrenda a alguno de los Dioses, pero no le iban a permitir reunirse con su esposa después de lo ocurrido. Tenían ordenes muy claras al respecto, le dijeron.

El dueño de la posada Árbolverde le dio la bienvenida cuando cruzó el umbral de la puerta y se encontró con el cálido ambiente de su interior y el olor a bebida derramada y comida recién hecha. Algunos de los parroquianos más animados de la posada cantaban algremente una canción sobre un oso y una doncella que Ser Roshar creía ya haber escuchado con anterioridad, y entre tanto las criadas de la posada servían jarras de cerveza y guisos de carne en las mesas del gran salón principal. Era uno de esos días en los que la taberna estaba llena de clientes, una bendición que Lyle debía agradecer sin duda alguna al torneo. Era la hora de la cena, y eso significaba que el salón de la posada estaría a rebosar. Incluso no necesitaba de la presencia de las chicas del otro negocio de Lyle, quienes debían estar ocupadas con el gran número de invitados que el burdel también recibía.

-¿Qué puedo hacer por ti, mi viejo amigo? - A pesar de que lo conocía desde hacía unos pocos días, y que su trato había sido relativamente breve, Lyle se dirigía a él como si fuesen amigos de toda la vida, viejos conocidos reencontrados en aquella inmensa ciudad. Sin duda el tintineo de las monedas de un nuevo cliente convertía a cualquiera en el mejor de las monedas para Lyle.

El joven hacía gala al lema familiar. Y al animal familiar. Lento, insistente, tozudo. No entendía nada respecto a su esposa. O no lo quería entender.

Medita sobre a quien orar en busca de consejo. En un primer momento piensa en el Padre, pero la justicia es un bien escaso, y aunque desea justicia, hay algo de lo que está mas necesitado.

Finalmente es a la Vieja a quien reza, en busca de sabiduría. Necesita guía en estos momentos oscuros. La linterna de la Vieja es lo que necesita.

Hace una generosa ofrenda al templo, en forma de flores frescas, que deja en cada uno de los altares, para que ninguno de los Siete se sienta celoso de otro*. De hecho, también reza al Padre para que resuelva las intrigas que existen a su favor, así como un profundo y sentido rezo al Desconocido por el alma de Galdrín.

Tras ello solicita tinta y papel y se pone a escribir una carta para su aún esposa.

Scarlett,

Os he intentado visitar pero no me está permitido veros.

Sabed que no puedo dejar de pensar en vos.

Aunque no entienda vuestras acciones presentes,

Mi corazón llora por esta dura prueba, esposa mia.

Os seguiré esperando, pues la primera letra es mi único sentimiento.

Revisó la carta y le pareció sentimentaloide, burda y boba, pero ese era su estado ahora mismo. Así que confió la misiva a uno de los guardianes de Scarlett.

Os lo ruego... No es más que la carta de un esposo a su mujer.

Le pareció que era lo adecuado para aquellos muros. Nada de política. Aunque fuera un pensamiento pueril, por supuesto, él quería verlo así.

Dejó el septo para dirigirse a su lecho. Estaba cansado espiritualmente. Necesitaba descansar y en aquel estado ni tan siquiera la compañía de su primo y el dorniense le podían ser de ayuda.

Ser Roshar paseó la mirada por la taberna en busca de caras conocidas. Y de un sitio donde poder posar el trasero.

- Una buena jarra de cerveza estaría bien. - respondió con una sonrisa, mirandole por un instante antes de perderse de nuevo en el salón abarrotado.

El caballero no sabía si Lyle tenía pensado guiarle hasta un lugar vacío. Hubiera preferido acompañarlo hasta la barra para mantener una breve conversación con él, hasta encontrarse con la taberna repleta. Con tanta gente iba a ser complicado lograr la deseada discreción. Por lo que decidió dejarse llevar por la situación. Había otras formas de alejar la atención de sus asuntos, aunque tampoco esperaba demasiado interés por la compra de un par de barriles de cerveza y su fijación con una prostituta.

-Claro amigo, elige sitio y enseguida te llevo una. -Le dijo al caballero invitándole a entrar, como si Roshar fuese el mismo Rey y él un humilde servidor.

Lyle atendió un par de comandas antes de llevarle la jarra a Ser Roshar y cuando llegó junto a él todavía llevaba un par de jarras más en cada mano sujetas por el asa. Dejó la de Ser Roshar sobre la mesa y le sonrió amablemente.

-Que aproveche. ¿Desearéis también algo de comer?- Añadió antes de marcharse.

Los movimientos de Ser Roshar dejaban intuir las consecuencias de su derrota contra Natan Lugus. Se adentró entre el gentío con aire distraído, ignorando por el momento los rostros conocidos para buscar un lugar donde poder lamerse las heridas. Decidió hacerse hueco entre los más alborotadores y festivos. Quería dar la sensación de que buscaba sumarse a ellos pronto.

- No, gracias. - respondió a Lyle, con la jarra ya a medio camino de su boca. - Pero quiero negociar la compra de unos barriles de cerveza. - le soltó, esperando poder atraerlo pronto para discutir los terminos. - Los debo. - hizo una mueca al mover el hombro dolorido y dio un buen trago mientras el posadero se iba a atender a otros clientes.

El caballero prestó atención a quienes le rodeaban para unirse al festejo.

En la posada los Lugus ocupaban una buena parte de las mesas del fondo de la estancia. Ser Naton estaba alardeando con otros caballeros de como le había ido hasta entonces en el torneo y todos admiraban lo bien que justaba. También, había algunas caras conocidas entre los clientes de aquella noche, muchos de ellos habían participado en el torneo con mejor o peor suerte y se habían acercado junto con sus acompañantes hasta la posada. También había caras nuevas que Ser Roshar no había visto o no se había fijado, algunos comerciantes y otros viajeros que habían visto la oportunidad que presentaba Desembarco en aquellas fechas. El tabernero soltó una carcajada cuando Ser Roshar hizo referencia a su deuda con Naton.

-Claro, claro, entiendo. Veré que puedo hacer. - Dijo Lyle antes de ir a atender las comandas de otros clientes. Un poco después volvió a acercarse al caballero. -Veréis, son 10 venados de plata cada barril. Os estoy haciendo un buen precio, es como me lo venden a mí. - Quiso aclarar.
 

Ser Roshar recibió la propuesta con una amable sonrisa. Le pareció justa y decidió no perder el tiempo en regateos. Quizás así conseguiría tener más contento a Lyle para sus próximas indagaciones.

- Serían tres. ¿No tendrás una cerveza un poco más especial?

El caballero había mencionado no escatimar en cerveza y le pareció adecuado añadir uno de los barriles de mejor calidad. Natan Lugus no tenía aprecio por su caballo, pero él sí. Aunque menos que por Modesto, que había sido asesinado en el camino a Desembarco y al que recordó con cierta pena.

Tras llegar a un acuerdo fingió buscar al destinatario del pago y se lo señaló al posadero para que le hiciera llegar los barriles de su parte. El Blackfist pensó que quizás más tarde podría unirse a la fiesta de los Lugus. Y aprovechar su embriaguez para sonsacar información. Para poder descartar su participación en la trama contra los Crogall... Pero antes.

- Y... - se acercó en actitud confidencial a Lyle, aunque tampoco bajó demasiado su tono de voz. - echo en falta a una muchacha. -

-Muy bien, tengo una cerveza de trigo que me han traído desde el otro lado del Mar Angosto. Si os place serían 35 venados de plata por los tres barriles. 

El posadero cerró el trato con el caballero y tomó nota que los barriles eran un presente para el mayor de los Lugus, pareció sorprendido por ello pero no dijo nada. Lyle no había visto ni una sola justa en toda su vida, aprovechaba el descanso que le ofrecía el torneo para poder descansar antes de enfrentarse a los abarrotamientos de clientes cuando finalizaban los juegos. Enarcó una ceja cuando el caballero mencionó a la muchacha y, como un actor que sobreactúa, negó vehementemente.

-A una y a todas. - Dijo en voz alta, rompiendo el tono de confidencialidad que quería mantener Ser Roshar. -Al fin he conseguido echar a esas descaradas de mi honrado negocio. - Se acercó al oído del caballero y le susurró unas palabras. -Podéis encontrarlas en el Manantial de Jade, ¿por cuál mostráis interés?

Después de ver la generosa donación que el heredero de la familia Crogall acaba de realizar en el templo, a los novicios que custodiaban la entrada a los aposentos donde se encontraba Lady Scarlett no le costó aceptar que el joven pudiera hacerle llegar una misiva a su esposa. El futuro septón aceptó el ruego de Whalen y le aseguró que le haría llegar la carta a lady Scarlett. A pesar de ello, Whalen sospechaba que la iban a leer, pues era lo habitual en casos de este tipo para evitar conspiraciones y confabulaciones de diversos tipos, y porque sí decía algo comprometido se podría usar en su contra.

La vuelta al pabellón familiar en el campo de los torneos atravesando las calles de la ciudad se le antojó larga, solitaria y amarga, a pesar de los alegres borrachos que salían de las tabernas para brindar por los justadores, el Rey, o por lo que pasara por sus embriagadas cabezas en aquellos momentos. Cuando al fin llegó, saludó a los guardias que custodiaban la entrada del pabellón y se dirigió a su lecho, tan ancho y solitario desde que Ella no estaba. Le costó dormirse, pero cuando lo hizo tuvo un sueño extraño y repetitivo donde era colmado de oro y joyas que se transformaban en arena y se escurrían entre los dedos de su mano.

El sol salió de nuevo en la capital del reino y un nuevo día de festividades daba comienzo. Los Capas Doradas se habían levantado temprano para patrullar las calles y desalojar a los borrachos que habían caído tumbados en cualquier esquina e incluso en el medio de la calle durante la noche anterior. La calles de la ciudad se fueron abarrotando de personas conforme el sol iba ganando en altura en el firmamento, algunos puestos de comida ambulantes ofrecían carne asada y había todo tipo de vendedores, juglares y artesanos de lo más variado ofreciendo sus servicios.

Todo parecía estar listo para que la tercera ronda de las justas del torneo comenzase. Durante la tarde, una vez terminaran las rondas de caballería, que se esperaba duraran menos tiempo por la reducción importante de participantes ya eliminados, estaba prevista la primera ronda de la competición de arquería, donde los más hábiles y precisos arqueros de todo el reino demostrarían su destreza.

Las malas palabras y los rumores ponzoñosos que los Dannett habían vertido sobre los Crogall parecían haber mermado desde su partida. En aquella mañana apenas se encontraron con miradas de desprecio, como si el pueblo ya hubiese pasado página al respecto y les importara poco su presencia. Aún así seguía existiendo cierta desconfianza hacía ellos excepto con sus contados y escasos aliados. Pero ahora, los dieciséis caballeros que iban a justar aquel día comenzaban a ser llamados por los heraldos. El turno de Whalen se esperaba para el segundo encuentro y el de ser Adrik para el quinto.

Al caballero le pareció que el posadero tenía mucho que aprender. No podía llamar la atención para luego ponerse a susurrar. Pero no le importaba, no quería parecer un profesional de la discreción. Le siguió el juego a Lyle e igualó su tono.

- La exigente. - respondió, pasando a describirla si era necesario para que supiera a quien se refería.

Ser Roshar no tenía grandes esperanzas en que siguiera en el Manantial de Jade, pero era posible que alguna de sus compañeras supiera donde encontrarla. Tenía que tener a alguien en Desembarco a quien hubiera permitido cierta cercanía...

-Ah ya... - Dijo Lyle apartándose del caballero ligeramente. No pudo evitar que rostros reflejara el disgusto y malestar que sentía al haber perdido a tan codiciada prostituta, pero intentó disimularlo rápidamente con una forzada sonrisa. -Me temo que ella no trabaja ya para el Manantial. Pero seguramente alguna de las otras chicas sea de vuestro agrado.

- Vaya... -

Dijo con desilusión el caballero, cogiendo distancia y bebiendo un largo trago de su jarra.

- Más tarde lo comprobaré. -

Ya podía descartar un lugar. A no ser que el resto la escondiesen allí. Ser Roshar hacía conjeturas mientras concluía la conversación con el posadero. Correr a preguntar a sus compañeras sobre ella podría resultar extraño. Y aún tenía cosas que hacer. Si retomaba la red quizás ellos pudieran encontrar a la joven Dannet.

Perdió la vista entre la multitud. Buscaba caras conocidas, un gesto, una señal... -Qué habrá sido de Rata...

Un nuevo día podía ser un nuevo comienzo, pero el recuerdo de los días pasados aún pesaba sobre los hombros de Evan Crogall. Taciturno, se vistió y se preparó para atender las competiciones de la jornada. Le dio un beso en la frente a Lady Varya, su fiel apoyo. Trató de sonreir, de animarla. Pero no le salían las palabras y el gesto acabó siendo algo forzado.

La ausencia de los Dannett les daba un respiro en aquella maraña de conspiraciones e intrigas. Las miradas de la gente habían pasado a una cierta indiferencia. La paciencia de los Crogall empezaba a dar sus frutos, como solía pasar.

-Creo que voy a participar en el torneo de arquería, anunció de repente a sus más allegados. Era perfectamente consciente de que sus posibilidades de alzarse con la victoria eran prácticamente nulas. -Estoy cansado de estar sentado mirando cómo otros defienden el honor de la Casa. No tenemos nada que ocultar, y como el señor de los Crogall intentaré causar una buena impresión.