Partida Rol por web

-Ya lo creo, bella dama. - Respondió el braavosi. -Dada la complexión y constitución de vuestro hermano me sorprende que no actuara incluso antes.

Iris Dannett asintió y se giró de nuevo hacía el Rey Robert.

-Que no quede ninguna duda, Majestad. Este hombre os ha dicho que no sabía qué iban a hacer los Crogall con su veneno. Pero quien vende Lágrimas de Lys sabe que son para matar. Que reciba un castigo acorde a su pecado. - Aquellas palabras borraron la sonrisa de los labios del braavosi por primera vez.

Lady Varya creyó ver que Ptek miraba hacia el grupo de espectadores del juicio, concretamente a la zona donde estaban los Lugus. Orten no pareció inmutarse, pero en Marita Lugus hubo una extraña reacción. Como de preocupación y congoja.

Todo aquello era absurdo. Su padre y su madrastra habían hablado muy bien, y aquel burdo montaje se caía por su propio peso. Alguien que encarga un veneno no muestra su identidad. Hacer lo contrario, o pedir dejar la daga en la tienda del primogénito es absurdo. Todo era absurdo. Por no hablar del relato de Iris, según el cual ellos habían contactado y conseguido un raro veneno en escaso tiempo, como si conseguir el veneno fuera tan fácil como comprar un queso.

Whalen se moría de ganas de escupirle todo eso a la cara, pero prefirió callar. Las pruebas de Iris se le antojaban mucho más débiles que las de ellos sobre el Caballero Zorro y los Lugus. El bravoosi parecía que había sido manipulado, y parecía que Iris había decidido, con su alegato final, deshacerse de ese cabo suelto.

En cualquier caso, aquella era la opinión de Whalen. No tenía ni idea de como vería el rey todo aquel asunto. Se decía que el rey Robert odiaba los juegos políticos y emepzaba a temer que decidiera perjudicarlos a todos para así segurarse de castigar al culpable y así poder irse lo más pronto posible a cazar.

Lady Varya escuchó al supuesto mercader con gesto neutro, ni se dejó engatusar por sus zalameras palabras ni se alteró con sus mentiras descaradas, había que dejarlos hablar pues cuanto más contasen más larga sería la cuerda con la que hacer el nudo para su ahorcamiento. Las palabras furiosas de Evan, siempre tan comedido y sereno, le recordaron a la dama la pérdida que él había sufrido, aunque toda la casa perdió con la muerte de Galdrín a ellos dos los unía un lazo de sangre. Apretó las mandíbulas mientras sus labios se mantenían distendidos —Paciente...

De nuevo salió el nombre del caballero del puño, era normal pues él le había dado a Rata el veneno, pero era tan irrisorio que alguien se tragase que la gente que quiere comprar un veneno mortal utilizase su verdadero nombre y diese los colores de su casa, que la mujer se estaría riendo si no fuese algo tan serio. Entonces hizo su "intervención estelar" Iris. La desconsolada hermana dio un discurso sobre los supuestos pasos que habían dado los Crogall en esa charada y conforme más hablaba, más y más se hundía en el fango. La puntilla final fue cuando le dio la puñalada trapera a su propio testigo y éste por fin vio donde podía acabar su cabeza —... Letal.

—El señor Ptek, o Vierro, con tantas mentiras a saber cuál es su nombre verdadero, nos dice que es un hombre que tiene tal reputación en el "gremio" que tan solo con su palabra es garantía de buen resultado... y helo aquí, atrapado en un parpadeo y admitiendo la venta reiterada de una sustancia que le condena a muerte. Muy profesional no parece... Trata de escudarse en que no lo utilizó y no sabía qué plan había para con ese veneno, pero dice que quien pide Lágrimas de Lis no lo hace en vano. Nos da un nombre, y seguro que hasta una descripción podría hacer, de un caballero que es de sobras conocido por estar a nuestro servicio... Sólo queda la duda de saber de donde sacó la daga que utilizó, aunque seguro que dice que también se la proporcionó alguien de nuestra casa, como si un objeto así fuese común y no hubiese sido menos llamativo cualquier otro recipiente y luego hacer el traspaso. Todo su testimonio es una pista tras otra que, muy convenientemente, nos incrimina sin nada más que la palabra de un mentiroso vendedor de muerte como garantía.

La señora de los Crogall dirigió su mirada hacia la otra mujer.

—Y el relato de lady Iris Dannet se cae con cada pieza nueva que añade; recordemos lo que ha dicho. Por un lado perpetramos el ataque a sus súbditos con la clara intención de poner toda esta charada en marcha, porque ese ataque por sí solo en realidad no hubiese provocado la muerte del heredero de la casa Dannet y eso es lo que queríamos según ella y sus pajaritos, y da la casualidad que nos "descuidamos" un escudo viejo con nuestro emblema, que vamos a averiguar quien hurtó del cuerpo de un héroe; pero por el otro nos enteramos de las intenciones de ser Adam viniendo hacia aquí. Nos ponemos en contacto con "su" testigo para adquirir la sustancia, tal vez por el camino o tal vez aquí; ahora parece dudar de "su" testigo ya que ahí los tempos no cuadran y lo sabe. Pues si nos pusimos en contacto con él al llegar aquí como ha dicho el señor Ptek, sería muy raro poder tener la sustancia a tiempo pues en palabras de "su experto" conseguirlo no es sencillo, pero eso lo ignora o lo achaca a la mentirosa lengua de Vierro. Ahí Ptek miente, porque a ella le conviene.

Varya le lanzó una mirada al hombre al que ya se le había borrado la sonrisa de la cara cuando comprendió que no iba a salir airoso de esa falsa confesión y luego miró a los Lugus, volviendo a dar a entender a quién seguía culpando de todo aquello.

—Aquí hay dos familias con rencillas por todos conocidas que son las perdedoras, pues ambos hemos perdido a seres queridos que nos esperan en nuestras tierras para darles el último adiós, y una mano moviendo los hilos en busca de beneficio o venganza, quizás ambas cosas, lo averiguaremos y lo expondremos. Espero que antes de que se pierdan más vidas. Dígame "señora" Dannet ¿dónde estaban usted y su preocupación mientras ser Adam agonizaba? Tengo entendido que huyendo. Majestad, creo que la culpa por su ausencia nubla el juicio de la futura heredera.

Esperaba que su último dardo escociese y tirar un poco más de esa lengua, necesitaba que alguien refiriera la implicación de los Lugus en aquello; ella ya lo sabía pero no tenía pruebas, necesitaba que alguien diera un paso al frente dicendo la verdad o debería encomendarse a los archivos de la guerra de los maestres, o a decisiones más drásticas.

Iris Dannett alzó la cabeza con orgullo y miró hacía el Rey, evitando la pregunta cargada de inquina de lady Varya.

-Si me permitís, Majestad. Todavía no he finalizado mi turno. Creo que habíamos convenido que los Crogall tendrían tiempo suficiente para exponer sus mentiras.

El Rey, con gesto pesado y cansado, alzó una mano hacía la dama y asintió con la cabeza para que prosiguiera. Iris fue hasta el lugar donde se encontraban los Lugus y se colocó entre Lord Konrad y el hombre al que no conocían de rostro redondo, calvo y de orondo cuerpo.

-Majestad, es posible que mi relato sobre cómo sucedieron los eventos que llevaron a la muerte de mi hermano no sea escrupulosamente del modo en que os lo he descrito, pero no cabe duda de que es lo más ajustado a la verdad que se escuchará hoy. Y por el momento, el único relato que se ha escuchado, pues los Crogall sólo se defienden con ataques, pero no son capaces de articular un relato que se ajuste a las pruebas que aquí os he traído. Y las evidencias nos muestran que primero atacaron las tierras de mi familia, que después contrataron a un traficante de venenos para comprar las lágrimas de Lys y que por último enviaron a ese pobre mozo a envenenar a mi hermano, con el fatídico resultado final que todos conocemos. Pero os daré algo más. Una nueva prueba de cómo son los Crogall. Pues mi familia no es la única que ha sufrido agravios y ha tenido que enterrar a sus familiares debido al asesinato vil de Lord Evan Crogall y los suyos, quienes van dejando muerte allí a dónde van. Puede que Lord Claviger, aquí presente, tenga algo que aportar al respecto.

-Así es, Majestad. - Dijo el hombre de redonda cabeza, escaso pelo y extensa papada. -Vuestro fiel servidor Lord Denald Claviger. -El hombre hizo una pequeña reverencia inclinando la cabeza y la papada tembló bajo su barbilla. -Los Crogall son despiadados asesinos. Se debe hacer justicia con ellos cuanto antes. Mi hijo y mis sobrinos fueron asesinados a sangre fría en el camino real por esta panda de sabandijas cuando caminaban bajo vuestro estandarte, como emisarios reales. ¿Si ni siquiera respetan el emblema real que se puede esperar de ellos? - Lord Claviger clavó una mirada en Lord Evan -¿O también os atrevéis a negar esto?

Lord Evan se mantuvo impasible ante las palabras de Lord Claviger. No habia emoción en sus ojos verdes. Suspiró. -En primer lugar, lamento la muerte de vuestro hijo y de sus primos. Tres muchachos que murieron por espada cuando aún estaban en la primavera de su vida. Pero también tres hombres armados que desenvainaron ante nosotros sus espadas antes que nosotros, y nos atacaron sin provocación de nuestra parte. Aquí se acusa a los Crogall de tres delitos graves, pero solamente de uno tenemos responsabilidad. Y es precisamente éste de los muchachos Claviger. A diferencia de los sucesos de los campesinos, donde rechazo cualquier participación o conocimiento, y la muerte del joven Dannett en el posterior juicio por combate, que al parecer fue envenenado por alguien como parte de la misma conspiración... A diferencia de aquellos dos asuntos con los Dannett, lo de los Claviger fue un hecho aislado y desafortunado, pero tomé la decisión y actué en consecuencia para defender a los miembros de mi Casa. No es un asunto fácil de juzgar, pues como Lord de los Crogall me correspondió tomar esa decisión tras el combate iniciado por ellos. Una lucha limpia que perdieron, y se llevaron el peor de los castigos. Si he de asumir un castigo por ello lo haré. Pero antes se deben escuchar a todas las partes de lo sucedido, y salvo que alguien pueda establecer alguna conexión entre las dos acusaciones de los Dannett y ésta de los Claviger, considero que deben juzgarse por separado pues nada tienen que ver unas con otras.

-Mentis, Lord Crogall. - Dijo una voz demasiado familiar que provenía de un lugar cercano a Lord Claviger.

La hermana silenciosa que se encontraba en la sala había pronunciado aquellas palabras para sorpresa de todos. Incluso el Rey se quedó boquiabierto, pues de toda la gente que había allí era de la última persona que uno esperaba su participación. En teoría habían hecho un voto de silencio. La hermana se retiró el hábito y una frondosa melena pelirroja cayó sobre sus hombros. El rostro les era bien familiar. Lady Scarlett alzó el rostro orgullosa.

-No fue una lucha limpia, y bien lo sabéis. Los muchachos sacaron las armas primero, una bravuconada nada más, pero lord Crogall fue demasiado contundente en su respuesta. Podrían haberlos desarmado simplemente, pero eligieron matarlos cruelmente. Ni siquiera cuando los muchachos pidieron clemencia se les fue concedida. A sangre fría los mataron, desarmados y con la rodilla en el suelo. Y una vez muertos, ordenó a sus hombres que los hicieran desaparecer. Así es. Preguntadle a Whalen, Majestad. Puedo dar fe de que él actuó a regañadientes y no le gustó lo que vio de su padre. De la otra conspiración que se les acusa, solo puedo decir que Whalen al menos es inocente. Desconozco si Lord Crogall y Lady Varya urdieron alguna conspiración apoyada en ese caballero ser Roshar, que nunca me gustó. Pero diré que cuando la daga les fue entregada decidieron guardarla y esconderla, en lugar de hacerla llegar a las autoridades. De haberlo hecho así podrían haber salvado una vida, pero que decidieran esconderla siempre me generó suspicacias. 

Hablaban muy bien su madrstra y su padre. Él se mantenía callado en el intercambio de acusaciones. Su padre respondió perfectamente a la provocación del patriarca Claviger. Aquello no era más que una cortina de humo, un intento de convertir todo en verdad al colar una verdad entre diez mentiras.

Pero entonces habló Ella. Se le secó la garganta. Se sintió mareado. Esuchó sus acusaciones y por el mero hecho de dejarlo al margen de aquello lo hacía más complicado. Volvió a su mente una lejana conversación en la que habló con ella como usar aquel error con los Claviger para sacarse de encima a su padre y su madrastra y hacerse con el control del feudo. ¿Era esa su intención? Era eso sensato?

Pidió que él hablara. Buscó una copa de vino, pero no la había. Necesitaba un puto trago. Permaneció en silencio, deseando que el rey no quisiera alargar más aquello y se ahorrara el mal trago de hablar. Si habría la boca tenía que tomar partido, y no quería hacerlo.

-Whalen Crogall. - Dijo el monarca con su voz retumbante. A Whalen le daba pánico mirar en su dirección, pues temía la pregunta que se iba a encontrar. -¿No es esa hermana silenciosa vuestra esposa? Os han aludido. ¿Qué tenéis que decir?

La última "prueba" que presentó la Dannett hizo que Varya estuviese a punto de soltar cosas poco decorosas por su boca, por fortuna nunca había sido alguien que se dejase llevar por los impulsos y se mantuvo expectante. Que aquella otra acusación no tenía nada que ver con la causa que estaban tratando era algo que, aunque ella lo pensase, no le correspondía más que al rey dictaminarlo.

Las palabras del lord fueron directas al meollo del asunto, ese hecho no debería influenciar en la otra acusación; pero como la señora de la casa ya había sospechado, la hermana silenciosa salió de su mutismo revelando quien era y escupiendo veneno por su boca traidora, aprovechando la ocasión para deshacerse de Evan y de ella, al tiempo que trataba de exonerar a Whalen. Ninguna sorpresa. La única era saber si romper ese voto de silencio estaba castigado de alguna forma. Porque después de los últimos días pensar que su hijastro podía estar detrás de todo aquello le ponía mal cuerpo, no era tonta y sabía que siempre cabía la posibilidad, pero esperaba no haberlo juzgado mal y no tener que arrepentirse de poner su confianza en él.

Para su desaliento parecía que el rey estaba interesado en juntar todos los "problemas" y acabar cuanto antes con los dolores de cabeza que le estaban dando. La dama se mantuvo en silencio pues había sido requerida la respuesta directa del aludido, esperaba que hiciera piña con la familia, si no tendría que cambiar de estrategia.

Al escuchar la voz atronadora del Rey se quedó clavado en el sitio. Miró a su esposa, casi suplicante. "¿No es esa vuestra esposa?" había dicho el rey. Lo cierto es que yo no la sabía. Creía que no. ¿Era así? Ahora era una hermana silenciosa. Le dolió, pero mas le dolía todo aquello que estaba sucediendo en aquella sala. Bueno, más no le dolía. Era un dolor distinto.

Sí, Majestad. Es lady Scarlett. Mi esposa hasta que decidió dejar de serlo para unirse a las hermanas silenciosas. Recordó como le había sido imposible hablar con ella desde su decisión unilateral. No le había consultado nada y se había quedado con cara de tonto. Ahora le dolía la última humillación de la Tully. ¿Le estaría utilizando para sus propios fines? Respiró profundo, recordando lo que podía de las lecciones de declamación de su mentor Nicholas.

Nos topamos con la partida Claviger por el camino. Nos humillaron, creyéndose con el derecho de hacerlo tras tomar por verdaderas todas las injurias que iban vertiendo por el Camino Real el séquito de los Dannett, mostrando el escudo y la historia a todos aquellos que querían escucharla.

Les replicamos con palabras y ellos, envalentonados por su condición, nos atacaron. Desconozco si actuamos bien o no. En esos lances cofio en el criterio de lord Evan, veterano de la guerra del Tridente, donde los batidores Crogall ayudaron para alzarnos con la victoria, así como en la rebelión Greyjoy, guerra en la que nuestra casa pagó un precio alto por la victoria, con la muerte de ser Joseph, escudo del cual hoy nos han mostrado aquí, así como las heridas que aún aquejan a lord Evan.

Su experiencia en asuntos de guerra me indica que hicimos lo correcto. Como dice lady Scarlett, ellos sacaron sus armas primero, atacándonos. En medio del fragor de un combate resulta difícil desarmar a alguien cuando lo que se lucha es por la vida de uno mismo.

Aquí lanzó una mirada hacia Iris Dannett.

Este desgraciado suceso jamás habría ocurrido si no se hubieran esparcido calumnias sobre nuestra casa. Desde luego la intención de los Dannett era propiciar incidentes como este con sus acciones. Iris Dannett y sus cómplices fueron los culpables de arrastrar nuestro nombre por el barro, mediante calumnias, con la esperanza que otros las creyeran y pusieran en apuros a nuestra casa. Una casa leal a su Majestad e inocente de todos los crímenes que nos acusa Iris Dannett.

-Hermana Silenciosa no soy. - Dijo Lady Scarlett para responder a la alusión que había hecho Whalen. -Todos pecamos ese día, Whalen, mi amor. Quienes usaron las armas y quienes contemplamos impasibles y no evitamos esa matanza de los Claviger. Mi penitencia autoimpuesta es servir con las Hermanas por un año, y a la conclusión de este juicio empezará mi promesa.

Lady Scarlett miró a Whalen de una manera que le recordó a él la mujer con la que se había casado.

-Haced examen de conciencia, amado mío. Mostrad aquí la verdad de lo ocurrido y expiar vuestros pecados. Y espero que sepáis entender por qué he hecho esto y que me permitáis volver con vos a la conclusión de mi penitencia.

Humildemente agachó la cabeza y se retiró al lugar que ocupaba antes de su intervención.

-¡Pero no negáis que lo que dice vuestra esposa sea cierto! - Bramó Lord Claviger señalando con el dedo a Whalen. -¿Es así? - Le inquirió. -¿Pidieron clemencia mis hijos y aún así les distéis muerte?

Las palabras de Whalen fueron un jarro de verdad, tanto para unos como para otros, a pesar de no haberse lanzado a una defensa acérrima de la casa su madrastra asintió interiormente. Si alguien era culpable de la muerte de los Claviger eran sus tutores, por haberlos criado sin modales, y las mentiras vertidas por los Dannett.

La actitud de su otrora nuera le revolvía las entrañas a Varya, se hizo una nota mental de rezar por ella al Desconocido para que se llevase esa lengua viperina cuanto antes; si era solo ese órgano o toda ella empezaba a no importarle. Menuda penitencia de risa se auto imponía, un año frente a la muerte que pedía para su suegro y contra ella misma posiblemente, era un precio bajo para conseguir ser la señora de los Crogall.

La dama estaba pensando qué decir cuando la voz elevada del lord recorrió la estancia. Apretó la mandíbula. Claro que pidieron clemencia, después de haber iniciado el ataque contra un lord y su séquito, después de haber sonreído cuando vieron la sangre de lord Crogall, después de haber seguido atacándolo con el propósito de matarlo; sólo después de todo eso, al ver que habían perdido, pidieron perdón. Pensaron que la sangre vertida no tenía un precio, pero toda acción tiene su consecuencia y fuera de los protectores muros de un castillo ésta no suele ser una sonrisa. La pregunta clave era ¿cuál sería el castigo impuesto por Robert Baratheon si en mitad de un camino lo atacasen y lo hiriesen? Tendría la condescendencia de dar un aviso y unas palmadas en la espalda para que no lo volvieran a hacer, con la excusa de que solo eran unos señoritos malcriados, o aplicaría la justicia del rey sin distinción, como el pueblo espera que se haga. Como lord Crogall siempre hace en sus tierras.

Lady Varya esperó por la contestación de Whalen ya que había sido al que habían preguntado, ya intervendría más adelante si era menester.

Whalen miró a su esposa con ternura. Con una expresión algo extraña, como la de un perro fiel que recibe un golpe sin entender la razón de ello. Los gritos de lord Claviger lo sacaron de sus ensoñaciones. Parpadeó, confuso. Recordó aquella escena. La lucha, los lloriqueos de clemencia. la discusión sobre la conveniencia de convertir a los Calviger en mierda de cocodrilo... recordó también como Scarlett estuvo más que dispusta en sacrificar a los Claviger en aquel momento auqneu, claramente, al parecer después había cambiado de parecer. Por todo eso aún entendía mucho menos aquella traición de su mujer.

No lo he negado pues así fue. Habían recibido muchas heridas durante la lucha. En la refriega quedaron malheridos y por ello se decidió darles una muerte clemente.

En ese punto desvía la mirada hacia su padre, como para que corrobore ese extremo pues, a fin de cuentas, fue él quien dió la orden. Por supuesto que no quería que hubiera ido así, pero no era él el lord y ya duras palabras se ganó aquella jornada por parte de su padre por su forma de actuar.

Volvió a mirar a lord Claviger.

Ojalá aquel encuentro no hubiera tenido lugar. Siento vuestra pérdida, pero tomaron la espada y murieron con ella en las manos, como caballeros. Aquello le parecía una mentira piadosa, al no ser los Claviger caballeros y no haber tenido una actuación muy caballerosa, pero si gentuza como los Lugus podían ser caballeros, también demostraba que la orden no estaba en sus mejores momentos.

-Así lo sentencié yo, confirmó Lord Evan. -Como ya dije cuando estas acusaciones fueron vertidas por primera vez por Lady Scarlett, soy el señor de la Casa Crogall y me correspondía a mí en aquel momento juzgar y condenar a los que nos habían asaltado. No fue una decisión fácil, pero sí creo que fue la justa. Los que tienen que cargar con el peso de esa responsabilidad saben a que me refiero. Somos una casa pequeña, más bien humilde. Pero acatamos las leyes y respetamos a los Siete y a los dioses nuevos. Fuimos atacados sin provocación y nos defendimos. Derrotamos a los agresores, pero perfectamente podíamos haber perdido la contienda, y dudo que nos hubiesen mostrado clemencia de haberla pedido nosotros.

Miró a Whalen y ahora, por fin, vio en su hijo un digno heredero para defender el interés de los Crogall. -La decisión fue mía en este tema, y asumo la respondabilidad que me corresponde. Inicialmente, yo pensaba que este desafortunado incidente no estuvo relacionado con el tema de los Dannett, pero Whalen ha esgrimido un argumento muy convincente. El hecho de que se había vertido acusaciones falsas sobre nosotros hizo que nos atacasen, o facilitó ese ataque.

-Lord Crogall, - Dijo de pronto el Monarca mirándole fijamente. -¿Cuándo juzgasteis y condenasteis a los Claviger, visteis que cabalgaban bajo el estandarte real como emisarios de este Monarca?