Partida Rol por web

 

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Noche cerrada en el barrio de los poderosos de Zamboulá, y en la casa de Zafra el mago, consejero del sátrapa, se producía una escena que adquiría tintes dramáticos. Un grupo de mercenarios a sueldo del shah de Iranistan se había infiltrado en la mansión por medio del subterfugio, y accediendo a través de las alcantarillas, y una sucia letrina.

Se encontraban los guerreros en la planta superior de la mansión, y escuchaban en una habitación una conversación entre un hombre y una mujer. La voz, algo castigada y repleta de autoridad, de la mujer, resultaba familiar a los aventureros, que finalmente la identificaron como Isparana, la temible guerrera que capturaron en el desierto y llevaron cautiva a Iranistan, donde fue torturada y violada por todo hombre que tuviera interés en ello. De algún modo había conseguido escapar, y ahora estaba en Zamboulá, poniendo en peligro toda la operación.

En ese momento un centinela patrullaba el pasillo colindante al que se encontraban los incursores, y Ragnok trató de hacer un ataque mortal con su espada, con tan mala suerte que el enorme arma chocó contra un tabique. El guardia, sorprendido, dio la voz de alarma, y lanzó su mejor estocada contra el cimerio, haciéndole un pequeño corte en el brazo.

El grupo tomó posiciones de defensa en el pasillo, y no tardaron en llegar los refuerzos, uno desde el balcón, otro guardia y un sargento desde las escaleras de abajo, y tras abrir la puerta, aparecieron Isparana y Zafra en el estudio de éste. La situación se complicaba, pero los invasores no habían atravesado cien peligros para llegar aquí y rendirse a la primera adversidad, así que plantaron cara, y los guardias zamboulianos conocieron el poder de su ataque.

Ragnok, golpeó con su puño al centinela que dio la alarma, y pudieron verse algunos dientes de éste despedidos al viento. Brian se colocó en la puerta, cerrando el paso a Zafra e Isparana, aunque entrando en combate cuerpo a cuerpo con la mujer. El acero centelleó, y ambos pararon los golpes del contrario, luchando con torpeza de un lado de la puerta a otro. Yashin sacó su arco, y antes de que terminaran de subir las escaleras, ya sólo quedaba el sargento, pues su acompañante yacía con dos flechas en el cuello y cuando el suboficial llegó al piso superior se encontró con la espada de Etain que silbó en el aire antes de cercenar el brazo con el que su adversario pretendía manejar la espada.

Se escucharon más voces y muchos pasos a la carrera, y el grupo supo que todos los guardias del piso inferior y del patio de la casa acabarían subiendo por las escaleras, y así comprendieron que su muerte estaría cerca, a no ser que se tomaran decisiones rápidas y complicadas. Unas palabras en un idioma antiguo, oculto: “Nyarlathotep skelos… yog sothoth narr… hoggoth yarlin skelos… MÁTALE”.  Isparana saltó a un lado y Brian vio como Zafra le enviaba una espada, pero que no había sido lanzada, sino que volaba hacia él con vida propia. Brian calculó el momento preciso para defenderse, y con un golpe de quite hizo que su espada chocara con el arma mágica de Zafra, y la maniobra le salvó la vida, de momento, pero la dureza del impacto hizo que cayera de espaldas, golpeándose la cabeza con la pared posterior del pasillo y quedando momentáneamente aturdido.

 

 

Mientras Brian se las tenía con la espada de Skelos, que era el objeto que habían venido a robar, Ragnok daba cuenta de sus dos adversarios, primero rematando al que antes había desdentado, y luego al otro pobre infeliz que llegó del balcón, para perder la cabeza, la cual rodaba por el suelo pavimentado. Yashin era ajeno a todo ello, pues sólo tenía tiempo de cargar y soltar flechas con su arco. Había matado ya a los tres guardias que intentaban subir, y abajo había dos esperando a sus compañeros, por miedo a quedar en la escalera expuestos a las flechas del zamorio. Etain sí advirtió el ataque mágico sufrido por Brian, y acudió en su auxilio. Dentro del estudio de Zafra estaban dicho mago e Isparana, así como el arma mágica, que habiendo sido repelida por Brian, tardó dos segundos en volver a tomar velocidad y volver al ataque hacia el britunio. Brian, aturdido, vio como la espada de Skelos avanzaba inexorablemente hacia él, supo que sería su fin, su muerte, atravesado por un arma embrujada, pero, Etain tiró del pomo de la puerta con fuerza, cortando el paso de la espada voladora, que atravesó la puerta, y allí quedó encajada.

 

 

Brian miró a Etain agradecido, y luego volvió a mirar a la puerta, donde asomaba el filo de la espada encajada, y ambos vieron como se liberó por sus propios medios, lo que jamás hubieran pensado es que una vez recibida la orden de matar, la espada de Skelos no descansaría hasta estar cubierta de sangre, y como Etain había dejado encerrados a Zafra e Isparana con la espada, alguno de los dos sufriría el fatal destino. Un grito despejó todas las dudas, fue Zafra quien murió por la espada que él mismo había embrujado.

 

No había tiempo para más contemplaciones. Debajo de las escaleras ya había un buen número de guardias y vencieron su temor a las flechas de Yashin para subir todos en carga. Yashin no dudó un momento y corrió hacia el balcón, donde colocó una cuerda para descolgarse al patio. Ragnok. Brian y Etain entraron en el estudio, donde vieron a Isparana levantándose y Zafra muerto por su propia espada, Isparana levantó su espada para defenderse del ataque de Brian, y lo repelió, pero eso dejó la defensa abierta para Etain, que clavó su espada larga en el abdomen, y Ragnok terminó el trabajo atravesando el cuello de la mujer, cuya fama no pudo protegerla de tres poderosos guerreros.

 

 

Brian tomó la espada de Skelos y los tres corrieron hacia el balcón, donde vieron a Yashin descolgándose. Etain saltó la barandilla del balcón con agilidad felina y se enganchó a la cuerda en el aire, mientras Brian, más grande y más torpe pasaba las piernas sobre dicha barandilla metálica y se descolgaba por la soga. Los centinelas llegaron al balcón antes de que Ragnok pudiera bajar, pero Yashin le ayudaba con sus flechas desde el patio de la mansión, que se encontraba libre de centinelas, al haber subido todos al piso superior. Ragnok recibió tres estocadas, pero las aguantó estoicamente, se subió a la barandilla, asió la cuerda con la mano y de un tajo la cortó, para descolgarse luego por el suelo del balcón, y saltando al suelo desde seis metros de altura. Cayó como un gato de cien kilos, y desde el balcón los guardias gritaban, sin cuerda por la que bajar, y con poco ánimo de saltar los seis metros de altura, con sus pesadas armaduras.

Así fue como los guerreros salvaron la vida, y escaparon del barrio de los poderosos con la valiosa espada de Skelos. Una vez fuera de las murallas del palacete, cada uno tomó una dirección diferente, con la intención de encontrarse en la puerta sur de la ciudad, y desde allí tomaron dirección al desierto, y luego a Iranistan, donde llegaron para ser cubiertos de plata y gloria, aunque esto fue sólo el comienzo para algunos, y sus vidas llenaron páginas de historias y hazañas aunque… eso es otra historia.