Partida Rol por web

El insectoide se lanza a devorar el trozo de metal corroído mientras Theodore se muestra enfadado. Ignora completamente los consejos de Sichen, está demasiado obcecado con la ofensa que contra él acaban de cometer.

Maldito bicho... Malnacido... ¡Esto a mí no se me hace! Ya verás...

El geógrafo camina a izquierda y derecha, maquinando su venganza o tratando de encontrar un punto débil. Al final, se pone a un costado e intenta tirar a la criatura por el precipicio. Empuja con sus débiles y delgados brazos sin moverlo un ápice, se frustra, suelta una patada en la coraza que el monstruo ni siquiera llega a sentir...

Será cabezota, va a conseguir que lo maten.

- ¡mi ballesta! recoge mi ballesta y usala contra él. Y tu ¡¡Toma esta!!

Sichen se acerca a la criatura a tiempo para asestarle un golpe antes de que centre su atención de nuevo en Theodore

¿Y qué munición quieres que cargue en tu ballesta? ¿Besitos y arcoiris?

Como Theodore no tenía ballesta propia, tampoco llevaba encima munición. El carcaj que Sichen llevaba a la espalda, estaba a mano para servirse, pero la cosa se complicaba con un gnomo en movimiento que trataba de esquivar las dos antenas. El joven siguió intentando aprovechar el momento de distracción para empujar a la criatura, pero no había manera de mover al maldito bichejo.

El monstruo terminó de comer el trozo de daga oxidada. Su cabeza se alzó y sus ojos miraron con expresividad (toda la expresividad que pueden tener unos ojos sin párpados ni cejas) al martillo metálico del gnomo.

Evitar que aquellos endemoniados tentaculos no tocaran su martillo era más difícil que aprender a nadar con una mochila llena de piedras, sin embargo de alguna forma se las había apañado para conseguirlo... de momento.

- ¡Está cargada! toma esto y transforma esa cosa en un alfiletero.

Al intentar atacar al insecto de nuevo calcula mal y acaba golpeando el aire, y temiendose un nuevo ataque de la criatura da un paso atras y lanza su carcaj hacia el lugar donde antes dejó caer la ballesta.

¡Ya está bien de darme órdenes, gnomo! ¡A mí nadie me dice lo que debo hacer!

Theodore pronuncia una palabra de mando, y de su anillo saltan chispas que recubren su puño. Golpea con el puño al monstruo desatando un rayo. El ruido del trueno es ensordecedor.

*¡¡¡BROOOOOOOOOOM!!!*

El insectoide simplemente explota. No queda de él nada más que una lluvia de trocitos.

Te lo dije. Te lo dije, gnomo: no huiré de un simple pulgón gigante. ¡JA!

*BRRRRRRRR...*

¿Qué es ese ruido? Parece que el trueno aún resuena en los oídos de los aventureros... No, tal vez sea el eco...

¡¡¡AVALANCHA!!!

Por culpa de la magia de Theodore, el ruido genera un derrumbamiento de rocas que caen pendiente abajo, arrastrando a los dos incautos viajeros por la ladera de la montaña.

...

Tiempo después, un pequeño brazo de gnomo emerge de entre las rocas. Sichen ha sobrevivido. Pero por culpa de Theodore (qué el infierno mantenga a ese maldito loco bien amarrado), Sichen ha perdido su ballesta, su carcaj y su martillo ganchudo.

- Ahhhhhh... maldito lunático, como haya sobrevivido a esto juro que le mataré yo mismo.

Le dolía cada centimetro del cuerpo, asique saco de entre sus bolsas un par de pociones de curación y se las bebió, aunque apenas le calmaron un poco el dolor.

Cuando se sintió capaz de moverse emprendió la busqueda de Theodore o lo que quedase de él, aunque no estaba seguro de si prefería encontrarlo vivo o muerto.

Sichen empieza a mover rocas. Son pesadas para los brazos de un gnomo. Despejar la zona de rocas le puede llevar días, aunque quizás tenga suerte y encuentre a Theodore a las primeras de cambio.

Algo le roza el hombro, y el gnomo se sacude con la mano. Vuelve a notar el toque en su hombro. No tiene tiempo para eso, tiene que buscar a Theod... Lentamente, Sichen mueve la cabeza y de reojo distingue una de las antenas de uno de esos insectos comemetales. Lo tiene a su espalda.

Soooo... Tranquilo, bicho. Tranquilo.

Un enano de aspecto salvaje, con el torso desnudo, tira de la correa haciendo retroceder a la criatura, que parece amaestrada y dócil.

Mi nombre es Guicel. Vi el derrumbe a lo lejos y me acerqué a investigar. ¿Alguien más iba contigo, gnomo?

- Iva, nunca mejor dicho, no creo que haya sobrevivido al desprendimiento.

Normalmente se habría extendido mucho más con sus frases, pero miraba ligeramente desconfiado al insecto, y aunque ya no tenía en las manos nada de metal que pudiera interesar a la criatura no se olvidaba de como el otro había intentado morderles.

- Esa criatura... ¿es segura?

Oh, es inofensiva. ¿Quieres acariciarle? Si quieres acariciarle, es mejor que te despojes de todo objeto metálico que lleves encima. Como yo. Es un monstruo corrosivo, horrible nombre para una criatura tan pequeña, pero sus antenas pudren el metal. Armaduras, espadas... Lo que sea. Este está amaestrado por mi hermano, pero aún así hay que estar siempre atento para que no oxide lo que no quieres que oxide.

Guicel no parece demasiado dolido al enterarse de la pérdida del acompañante del gnomo. Claro que Sichen da la misma impresión, así que no hay mucho que reprochar. El enano prefiere hablar de su peculiar mascota.

Hay una plaga de estos en una mina abandonada de esa montaña-dice, señalando la montaña de la que cayó Sichen-. Comen el metal, huelen el metal, rastrean el metal... Son buenos rastreadores de metal, ya lo creo. Domesticados son muy útiles para encontrar personas, siempre que tengan algún objeto que el monstruo corrosivo pueda detectar.

- Vaya, realmente parece útil si señor.

Al fin comenzaba a tranquilizarse un poco, una buena conversación siempre le hacía olvidarse de cualquier problema, y con lo que le gustaba a aquel enano hablar de su tan peculiar mascota parecía que la avalancha hubiera ocurrido hacía una semana.

- He perdido casi todo lo que llevaba con metal antes de la caída, pero si me perdonas no lo acariciaré, no sea que encuentre por mí lo poco que aún llevo encima.
Tal vez pudiera ayudar a encontrar lo que quede de mi compañero, aunque si no estas dispuesto a rebuscar entre las rocas lo entenderé, es una tarea pesada y la posibilidad de encontrarlo vivo es muy pequeña.

Sichen iba a continuar hablando, pero el dolor en las costillas le vino de golpe y le recordó que se había llevado una buena paliza con la caída.

- Tal vez puedas guiarme hasta algún sitio donde pueda descansar, no me gusta hacer ejercicio despues de ser arrastrado por un desprendimiento de rocas.

El semblante de Guicel se tornó serio por un segundo, aunque era difícil para Sichen adivinar el motivo.

Tsk, no sé muy bien qué decirte... Si no quieres participar en el rescate, cosa normal viendo tus heridas, puedo llevarte a un pequeño campamento con mi gente, y aplazar la búsqueda. Aunque eso quitaría muchas posibilidades de encontrar a alguien con vida. También puedo ponerme a buscar ahora, te doy algunas indicaciones y tratas de llegar por tu cuenta y riesgo.

No hace ademán en acercarse a Sichen para ayudarle a caminar. Puede ser porque tiene que mantener al monstruo corrosivo alejado del gnomo o puede que no se fíe del todo de las heridas que ve. Después de todo, hay mucho cambiaformas cabrón por el mundo adelante. Sichen podría ser un doppelganguer aprovechando la avalancha para atraer a los montañistas curiosos, o un dragón que se hirió con el alud y que mantiene forma de gnomo para comerse a Guicel en un descuido.

¿Qué es exactamente lo que estoy buscando? ¿Cómo es tu compañero? ¿Otro gnomo pequeño como tú? ¿Un...? ¿Quizás un humano? Si me dices a qué nombre responde y qué tamaño de bulto tengo que buscar bajo esas piedras, podría arreglármelas. No... no pareces muy compungido con la pérdida. ¿No le conocías desde hace mucho, verdad?

- Es un humano normal con pinta de no haber probado bocado en un mes, si aún esta con vida ten cuidado con él, tiene un caracter horrible y tuvimos un encontronazo con uno de estos insectos corrosivos como les has llamado, del que no guardará muy buen recuerdo.

Por cierto, me llamo Sichen, Sichen Murnig.

Muy bien, Sichen Murnig. Y mientras yo busco a tu amigo, ¿tú que vas a hacer? ¿Esperas aquí sentado, vienes conmigo o tratas de llegar a mi campamento por tu cuenta?

- Me quedo contigo. No podré ayudarte con las piedras más pesadas, pero si le encontramos con vida hay un par de cosas que tengo que decirle.

Sichen hace una pequeña pausa para ponerse en marcha, o en su defecto, que Guicel se ponga en marcha, y reanuda la conversación

Ya que eres de por aquí tal vez sepas de algún pueblo cercano aparte de tu campamento, el humano que venía conmigo, Theodore se llamaba, me dijo que venía de una ciudad llamada Pínzpitier y que el pueblo al que se dirigía era Holmet.

¿Holmet? Uhm... sí, Holmet es lo más cercano que hay en varias millas a la redonda. Espera, el monstruo corrosivo ha encontrado algo.

Bordeando los escombros de piedras resultantes del desprendimiento, Guicel y Sichen llegan hasta un lateral que presenta un reguero de sangre que se aleja en dirección sur.

Vaya, parece que tu "amigo" salió antes que tú, pero que no se quedó para buscarte debajo de las piedras. El monstruo corrosivo no puede seguir un rastro de sangre, pero sí olerá cualquier objeto metálico que lleve. Veamos... Sí, bravo, engendro... Hubo suerte, tiene un rastro que seguir.

- ¡Ese desgraciado está vivo! Cuando le alcancemos le voy a quitar de un sopapo las ganas de hacer explotar cosas por los aires.

Ah, apenas había pensado en ello, pero ¿que hace un campamento por aquí? no creo que sea tan solo para domesticar a unos cuantos bichos "comehierro".

No domesticamos bichos, esa fue una ocurrencia de mi hermano. Pero mira... al final ha mostrado su utilidad. No, nuestro campamento es un campamento de aventureros, y si la noche nos pilla al raso tenemos que montar las tiendas y hacer fuego, y hacer guardias para que ninguna bestia nos ataque por la noche. Vamos, lo que de toda la vida se entiende como un campame... Ops-mientras Guicel se entretiene charlando, el monstruo corrosivo da un tirón y la correa se resbala de las manos del enano-¡Espera! ¡Espera!

El monstruo es más rápido que el enano, y el enano es más rápido que el mediano, así que poco a poco se van distanciando entre ellos.

Sichen se dió cuenta: el monstruo corrosivo no se soltó, fue Guicel el que abrió la mano y dejó caer la correa. Y el retintín con el que el enano preguntaba si Theodore era un humano... No hay duda, Guicel llevaba al monstruo corrosivo para rastrear a una persona que no quería que la siguiesen, seguramente Theodore. El teatro de perseguir a la criatura es para ganar los metros suficientes como para llegar antes que Sichen hasta el humano que persigue.

Esto no augura un final nada bueno...

Aquello cada vez tomaba tintes más raros, Theodore no le había caido bien, pero o bien estaba metido en algo serio, fuera del tipo que fuera, o tenía algún enemigo que le estaba buscando.

Por otro lado, Theodore estaba herido, y le perseguía el insecto. Finalmente Sichen decidió que lo mejor era hacerse el tonto hasta alcanzar a Theodore y actuar después.

Aprovechando que el enano va por delante de Sichen, intenta mantener el ritmo del enano unos segundos, antes de quedarse atras a propósito y seguir la sangre sigilosamente para que no le oigan venir. Era un riesgo para Theodore pero sin saber a quien debía apoyar y ligeramente herído no podia hacer otra cosa. También saca la varita.