Partida Rol por web

Continuo mi combate co el otro músico logro salvar mi cabeza de su golpe de laúd pero después el tampoco tiene problemas para eludir mi espada.

Hasta que no me libre de él no podré tocar li laúd para motivarnos.

Valandil parece confuso, iba a atacar pero su rostro refleja perplejidad. Ha perdido su arma.

Y ante dos bravos enemigos ante él no puede sino echar un hechizo para deslumbrar a sus atacantes esperando que estos queden tan confusos y que le den los segundos que necesita para desembarazrse del escudo y combatir con su lanza.

Los mercenarios están demasiado cansados como para ser efectivos en sus golpes.

Valandil intenta conjurar algo, pero confuso por su situación en el combate, deja un flanco abierto. Uno de los elfos que está con él le apuñala bajo el estómago. Valandil cae.

¡Ahora estamos en paz, malditos! ¡Ojo por ojo!

Los elfos, casi al unísono, gritan ¡Einchel!, y se retiran en dirección al bosque.

El halcón, lastimoso, toma tierra y emite un suave piar junto al cuerpo de su compañero.

Einchel = retirada, en élfico.

– Parece que huyen. Ocupémonos de nuestros heridos primero.

Mientras me acerco al druida.

– ¿Alguno sabéis tratar heridas?

 Viendo como los asaltantes intentan huir en desbandada, Borateo se acerca presto al maltrecho Valandil, quien al parecer lo han degollado de mala menera, con las manos aferrándose las tripas que por la herida se derraman.

 - ¡Maldición! Estad atentos a ver si puedo hacer algo.

 Dejándose caer al lado del maltrecho elfo, saca un trozo de tela e intenta taponar la herida con premura. Pero la herida es grande y cuesta evitar que sangre abundantemente. Sus dedos se mueven torpes con la resbaladiza sangre del elfo.

¡Aaaaaaaaaaaaaaa!- El frenesí del bárbaro lo empuja hacia delante, dejando un reguero de sangre mezclada a su paso, para tratar de exterminar a los enemigos que habían mancillado su cuerpo y osaban tratar de detenerles.

Wilbur, contra todo pronóstico, sale corriendo tras los elfos.

- Ahora vuelvo.

De la que corro, y tras lanzar el primer proyectil, le digo al elfo, sin levantar mucho la voz para que solo me oiga el, que a pesar de la distancia y de la carrera seguro que dado que es un elfo me escucha aunque no grite:

- Quiero mi bolsa de componentes y la quiero ya.

O la dejas caer o te empiezo a lanzar unos hechizos bastante divertidos que tenía reservados para esta tarde.

Me muevo 3 casillas hacia la izquierda* y le lanzo el proyectil, apuntándole a la parte trasera de la rodilla, a ver si hay suerte y le echo a tierra (el proyectil mágico da siempre donde apuntas ¿No?).

Mientras el proyectil cruza el aire, exclamo lo que te dije en el anterior post.

Borateo es el único que se preocupa por la vida de su compañero. Intenta taponar las heridas, pero no tiene suficiente práctica. Su paciente se muere.

Wilbur y Nugruk eligen emprender su propia vendetta personal y se internan en el bosque. Un proyectil mágico y una débil amenaza del hechicero. Un reguero de su propia sangre por parte del bárbaro. Nada más.

¿Qué harás, trovador de Valverde?

Pese a mis reticencias para evitar tratar las heridas de Valandil lo intento aunque me da la impresión de que siguen sangrando igual una vez empapadas de la tela que he improvisado como vendaje.

– Me temo que no he podido parar la hemorragia, intentarlo o morirá.

Después de apartarme del herido me acuerdo del atacante muerto y lo registro buscando alguna cosa que pueda ser útil para curar a nuestros heridos.

Los elfos echan a correr por el bosque.

Wilbur ve cómo el que se llevó su bolsa de componentes de conjuros sale corriendo como alma que se lleva el diablo. Jamás podrá alcanzarle, y menos con todo el peso de su mochila. El elfo que le robó está suficientemente cerca como para alcanzarle con un segundo proyectil mágico, pero no parece lo suficientemente herido como para que eso vaya a suponer una diferencia.

Solo el elfo de la cimitarra y la daga se queda, al verse alcanzado por Nugruk.

¡Ey, no me dejes aquí con este!

¡Monstruo! ¡Monstruo, muérete de una vez! ¡Déjame en paz!

Le clava la daga en un costado y ni aún así el bárbaro desfallece.

Mientras tanto... Valandil se muere, sin que Borateo ni Roger puedan evitarlo.

 Sin hacer ascos a la abundante sangre y a la terrible herida que muestra el druida, el rudo pelirrojo le aparta de nuevo las manos y le mete las tripas para dentro, para taponar la herida con un trapo, comprimiendo la herida intentando detener la hemorragia.

 - Bien, bien, bien, así no sangra tanto...

 Susurra a nadie en concreto mientras lanza una fugaz mirada a los alrededores no fuera a ser que los elfos cambiaran de idea ahora que el grupo se ha diseminado. Se percata de que Roger registra a quien fuera el lider de los asaltantes elfos y le pregunta con apremio.

 - ¿Encuentras algo de utilidad? Tráeme parte de sus telas, el trapo está empapado ya.