Partida Rol por web

El tecnosacerdote escupía chorros de techna-lingua por el vocoemisor de su máscara que podrían recordar a alguien que rumiaba su gran frustración por varios motivis, pero lo peor era la cantidad de espacio que ocupaba por su cuerpo voluminoso y su servobrazo. Intentaba no molestar, subido en un rincón y permitiendo que los demás dispararan ya que él se había mostrado como el menos apto para hacerlo; pero entonces se le ocurrió una idea. Rápidamente lanzó un vistazo a todo el interior y los rollos de memoria empezaron a moverse como locos llevando los datos de esa tartana a su cerebro.

-Sargento, necesito su posición -dijo mientras chasqueaba el servobrazo y lo usaba para envolver el acceso del copiloto- si consigo acceder al motor desde el interior podría conectar mis bobinas de potencia al generador y darle más potencia aún, lo que nos permitiría llegar a un lugar seguro a salvo.

No esperó más y apartó al sargento sin fuerza, solo para poder llegar al sitio, y arrancó el asiento y lo lanzó por la ventana como si hubiera quitado un trozo de cartón de una caja, tras lo que repitió la maniobra con una trampilla que había bajo el asiento. Tenía que estar todo ahí y esperaba ser capaz de introducir todo lo que pudiera su mecadendrita hasta llegar a su objetivo, porque él no podría entrar ahí ni de coña.

-Ustedes disparen, el conductor y yo nos encargaremos de sacarle todo el partido posible a este trasto -decía el tecnosacerdote mientras se tumbaba para molestar lo menos posible a los tiradores e intentaba ver si podría conectar su Unidad de Impulso Mental al motor para ver como podría manipularlo sin hacerlos saltar a todos por los aires.

La persecución empezó, y el motor del camión se quejó abiertamente por el aceleron de Safwan, el cual notó que el motor se ahogaba a ojos vista. El operador movió la palanca de cambio como solo el sabía, pero algo estaba yendo mal hasta que el sargento se puso a gritar y hablar a su escuadra. Las palabras medraron en Safwan y este logró recuperar el motor y el viejo camión rugió con fuerza y el vehículo avanzó a buen ritmo dejando atrás a varias de las motos. Dos de ellas aceleraron con fuerza y los disparos se sucedieron.

El camión se vio golpeado por una lluvia de proyectiles sólidos que no logró impactar donde querían, repiquetearon por doquier, por el ferroasfalto, por la parte de carga, pero nadie se vio impactado, de hecho, a uno de los atacantes se le encasquilló el arma. Los drovelianos no tardaron en responder al fuego, y tanto Ibn como Ulrich lograron acabar con dos motoristas dejando que sus motos se estrellaran contra el suelo y acabando en una espectacular explosión al chocar contra varios postes pesados de demarcación de la calzada.

Pero sin duda, lo que más llamó la atención de todos, fue como el tecnosacerdote, Grigory, originario de los Kestan Inge, se colocó en la zona que daba acceso a la cabina desde la zona de carga, accionó su servobrazo y arrancó de cuajo el asiento con la chapa incluida. El estruendo que provocó, sumado al daño, hizo que dejara parte del motor a la vista de todos, como este funcionaba a pleno rendimiento. Un pestazo a promethium quemándose inundó el vehículo por completo.

Finalmente sus chicos reaccionaban, y el Sargento se apartó cuando el Technosacerdote, con cuidado, le hizo ademán de ir a pasar. Asintió y le dejó espacio al especialista en espíritus máquina, y se dedicó a hacer lo que mejor se le daba, dirigir a sus hombres. Consiguió minimizar los tembleques y guiños a base de voluntad, pero tendría que confesarse con el páter nada más llegar a un sitio tranquilo. Necesitaba purgar su alma de aquel contacto, y sólo el Páter y el Sagrado Emperador podían otorgarle la pax. 

- ¡Vamos micos! ¿Queréis vivir para siempre! ¡Jaaajajajaja....muy bien! ¡BUEN TIRO ESPECIALISTA! ¡No sabía que tenía tan buena mano para las pistolas medicae!¡A lo mejor tengo que pedirle al capitán que le den entrenamiento de armas pesadas, si tiene tan buen ojo, doc! - dijo con alegría socarrona al ver caer dos de las motos. - ¡Safwan, demuestre porqué le elegí para conducir nuestros vehículos! - dado que no tenía ni idea de qué estaría haciendo el tecnosacerdote, decidió ignorarlo, pero esperaba que se contagiara del repentino espíritu colaborativo que reinaba en aquel destartalado camión. 

Humo, balas y un sonido inquietante que salia del motor mientras el sirviente de Marte intentaba ser uno con el cacharro que nos habían endosado para esta misión ... todo junto nos daba una visión inquietante. El sargento nos gritaba a todos mientras el resto de la unidad respondía a los disparos del enemigo, y mientras esto sucedía yo podía ver por los restos del retrovisor como varias motos se separaban del grupo acercándose a nuestro destartalado camión. - Sagrado Emperador ... Mascullo mientras piso aun mas el acelerador y meto la marcha mas alta al motor esperando que no termine de reventar. 

Grigory se tumbó como buenamente pudo, plegando todo lo posible el servobrazo. Con cuidado conectó su Unidad de Impulso Mental con el vehículo, sintiendo el motor como si fuera un corazón suyo y notando por donde podría mejorarlo, lugares que manipuló con su mecadendrita de utilidad para aumentar su eficiencia y, de pasó, utilizó su propia bobina de energía para intentar que el motor funcionara de forma más eficiente.

-A fondo, Operador. Creo que he conseguido liberar unos cuantos caballos de potencia más, sáqueles provecho -el espíritu máquina de ese motor era viejo y estaba enfermo. Intentó aliviarle e intentar insuflarle algo de la juventud perpetua que debería de tener si hubiera sido mantenido y cuidado como debía en el lugar en el que lo guardara.

Sus disparos acabaron sin problemas con uno de sus perseguidores, y otro fue abatido también por Sina, pero seguían teniendo demasiados tras ellos. Por suerte, la puntería de aquellos nuevos enemigos dejaba bastante que desear y las balas simplemente impactaban en el camión haciendo poco más que rasguños, o directamente pasando de largo el vehículo. Si todos eran así, aquél alzamiento apenas duraría unos días, pero sabía que no tendrían tanta suerte.

La breve arenga del sargento lo llenó de resolución por vengar la muerte de sus compañeras, por lo que de nuevo apuntó con metódica precisión al siguiente objetivo y repitió lo que llevaba haciendo desde que habían salido de la tienda de la vidente. Si uno se fiajaba, podía deducir que el especialista casi actuaba obsesionado con lograr una sucesión de bajas lo más rápida y perfecta que pudiera. Y por el momento, la serie de cadáveres en la cuenta de Ulrich todavía no se había interrumpido.

El padre se encontró disparando desesperadamente en el espacio de un camión mientras eran perseguidos por un hatajo de xenófilos en motocicletas. No estaba muy seguro de qué había pasado con su vida desde el momento en que fue rescatado de su vieja parroquia por la unidad, y no estaba muy seguro de qué estaba pasando con ella en aquellos momentos.

-¡Como si no tuviéramos bastante con los cultistas! ¡Ahora tenemos consortadores de XENOS!

Dejó que el marciano hiciera el trabajo que le correspondía a su denominación religiosa, graciosamente concedida por la Eclesiarquía en su parecer, y continuó haciendo lo que todos: disparando a la masa y rezando en sus entrañas porque pudieran poner distancia con aquellos mutantes y hereticus extremis que les perseguían, recordando en cada uno de sus momentos lo que había sucedido a quienes les huían con anterioridad.

Como le fue ordenado, disparó a todo lo que tenía a tiro en la distancia, pero entre los bamboleos del camión, el rápido movimiento de las motos y que no era un tirador experto como el resto de soldados lo que consiguió fue sólo que las motos tuvieran que apartarse un poco, lo que no dejaba de ser un alivio temporal pero no duraría mucho si no mantenían el fuego supresivo.
 

Ibn seguía visiblemente alterado, algo totalmente comprensibles dadas no solo las circunstancias con la vidente, sino las... Cosas que les perseguían. Tenían que ser xenos o mutantes de alguna clase, pero bien sabía que había conocimientos en los que no se debía adentrar uno sin la debida preparación... Y estaba bastante seguro de no querer saber qué eran esas cosas. Con la certeza de que el láser les mataba tenía más que de sobra, al menos de momento. 

No dijo nada respecto al comentario del sargento, demasiado ocupado rumiando plegarias por lo bajo y entremezclando salmos de forma desordenada y algo impredecible, pero su mente en aquellos momentos no estaba para pedirle muchos esfuerzos. Sin embargo, parecía que su memoria muscular permanecía intacta, pues de nuevo volvió a apuntar y a abrir fuego donde estaba seguro que iban a estar la moto y su ocupante. 

La persecución seguía a gran velocidad, las calles iban pasando como un suspiro y el motor del camión estaba sobreesforzado. La maquina renqueaba con bastante intensidad por culpa del trabajo del tecnosacerdote, aún así, el motor respondía y se mantenía estable dentro de la exigencia extra que le daba Grigory. Algo de humo negro empezó a salir de uno de los compresores, pero nada más. Las palabras de Karl otra vez hicieron mella en los soldados, el sargento estaba organizando la defensa e inspirando a los suyos con éxito, posiblemente esa actuación estaba salvando el día.

En la parte trasera, tanto Ibn como Ulrich mataron a dos motoristas más dejando que los otros cuatro avanzaran hacía ellos. El resto apretó puño con la diestra mientras la izquierda disparaba su ametralladora. Nuevamente, un mar de proyectiles impactó contra el vehículo y por la calle, pero ninguno llegó a impactar a los soldados, por ahora, la inexperiencia de los cultistas se había hecho más que patente, aunque no los perdían de vista.

Safwan acababa de tomar una curva bastante pronunciada y la transmisión soltó un crujido por culpa del violento giro. Ante el operador se abría una difícil decisión, tomar la macroautovía o seguir callejeando por la colmena. La primera opción los dejaba algo expuestos, pero una vez en ella podrían ir directos hacía el acuartelamiento, el otro, podría dejarles en una posición de más abrigo, o al menos, esa impresión daba. Fuere como fuere, la colmena ardía, los gritos llegaban incluso a pesar del estruendo del transporte, combates por todas partes y tras atravesar la ultima avenida, por detrás pudieron ver como se incorporaban aún más motoristas a la persecución seguidos de dos vehículos ligeros que jamás habían visto los drovelianos; el problema de estos últimos es que llevaban dos potentes ametralladoras en la zona frontal y un arma pesada sobre la cabina, sin duda, si eran alcanzados, acabarían por estar muertos.

La colmena había entrado en guerra, en una guerra contra un enemigo que solo el Emperador sabría cuantos años llevaban ocultos en las cavernas del subsuelo de la aguja principal de Nugratis.

Casi ajeno a cuanto sucedía a su alrededor salvo por los motoristas que los perseguían, Ulrich apenas se dio cuenta de que el motor del camión empezaba a forzarse demasiado. Tan solo siguió apretando el gatillo, pasando de un enemigo a otro con su característica precisión. Pero en cuanto Safwan dio aquél giro, incluso él, tan concentrado como estaba, tuvo que fijarse en como de jodidos de verdad estaban, al ver que la mayor parte de la zona de la colmena en la que se encontraban estaba en llamas y como los enfrentamientos se sucedían por doquier.

Más motoristas aparecieron, esta vez acompañados de otro tipo de vehículos, más grandes y más armados. Los motoristas no eran un verdadero peligro ya que no daban una, pero con aquello si podían tener problemas. Con su pistola no les haría nada, aunque quizás podía aprovechar la velocidad que llevaban ambos grupos para colcar una granada en el mejor sitio posible.

La visión de la colmena en llamas, los múltiples disparos y explosiones, así como las sirenas, luces y algun que otro grito ocasional casi le hizo comerse una bala que le pasó silbando al lado de la oreja por no agachar la cabeza, por suerte, las convulsiones y tics que tenía quizá le habían ayudado a esquivarla. El sonido era como el de una abeja furiosa pasando muy cerca de ti. Un humo negro salía de su motor y el Sargento supuso que alguna bala habría impactado en el motor. - ¡Señor Záitsev! ¡Que ése motor no deje de dar potencia o estamos más que muertos! - arengó al del mechanicum. Al girarse para gritarle, vio dos salidas, una que marcaba la macroautovía por donde habían venido y otra que indicaba una salida hacia los barrios del lugar, donde se estaba liando una buena. 

- ¡Tenemos que salir de aquí! - gritó de nuevo. El sonido de otros motores uniéndose a la persecución le hizo girar la cabeza hacia la parte trasera, y vio las motos y los vehículos con las armas pesadas. - ¡Objetivo primario, los conductores de esos coches, secundario, los artilleros! ¡SAFWAN, A LA MACROAUTOVÍA, TENEMOS QUE LLEGAR A NUESTRA BASE, YA! - 

El Sargento, como todos sus hombres, se sentía desnudo sin su equipamiento reglamentario. Ojalá lo tuvieran para poder enseñarle a aquellos malditos amantes de Xenos que la Guardia Imperial era un hueso duro de roer. - Vengaremos a nuestras chicas....¡las vengaremos! - se dijo a sí mismo. 

- Páter, maldígalos, que la furia del Emperador caiga sobre ellos. - le dijo al páter. 

Quizá el sonido de los motores o el del conjunto en general fuera tan alto, y el Sargento tan acostumbrado a poderse apoyar en su vox reglamentario, que por eso parecía que sus hombres no le estaban escuchando. 

Los vehículos de los herejes nos perseguían, las balas seguían rebotando en la carcasa del camión, como respuesta mas armas de nuestro pelotón se unían en un intento de frenarles. Ver al tecno-sacerdote conectado al camión nos demostraba que ya en esta forma era algo inhumano, pero parecía que había aumentado la velocidad, aun así con temor veía como las agujas de la velocidad y el cuenta revoluciones empezaban a ponerse en las zonas rojas. - Sagrado Emperador, que no explote. 

Con la velocidad que habíamos imprimido al camión apenas podía mas que esquivar otros vehículos y ver, como pasábamos una salida tras otra, la orden del sargento había sido clara, mantenernos en la macro-autovía e intentar llegar pronto a nuestra base.

- Sargento, coja mis granadas si lo cree necesario. 

El tecnosacerdote simplemente mantenía los valores de temperatura y rendimiento del motor en unos valores no demasiado peligrosos como para poder llegar lo más lejos posible. Cuando el sargento dijo de salir a la macroautovía, Grigory solo rezó para que el vehículo aguantara los disparos y no hubiera uno que impactara en el motor en ese momento. El adepto de Marte estaba al 89.95% seguro de que cualquier impacto en el motor en el estado en que estaba acabaría convirtiéndolos en una bola de fuego.

El medicae estaba en auténtica racha, fulminando enemigos con rayos vengadores que nacían de la bendita pistola láser... Pero entonces vinieron las bestias. No había visto ese vehículo en su vida, pero el hecho de que fuera tan fuertemente armado apuntaba a que tenían algo más que un pequeño problema. ¿Cómo iban a salir de esta? No lo sabía, y menos en su estado. Solo sabía que el Emperador protegía, y que debía seguir abriendo fuego hasta quedarse sin munición... Algo que, a juzgar por el pequeño piloto que se encendía y apagaba cerca de la empuñadura, estaba cerca de ocurrir. 

El camión aceleró a todo lo que dio de si, pero ascender por la rampa que daba acceso a la macro autovía hizo que el motor se viera superado por la pendiente y solo pudo mantener la velocidad, aquello conllevó que no pudiera zafarse de los perseguidores que seguían en pos del camión que transportaba a los drovelianos. Desde la altura que proporcionaba la macro autovía, todos pudieron ver que la colmena, literalmente, ardía. Se veían fuegos por doquier, destellos de disparos, unos más intensos que otros, detonaciones que derribaban edificios parcialmente. Todo era un caos, la subcolmena acababa de vomitar una guerra intestina que amenazaba con consumirlo todo.

Se dirigieron rumbo Sur, quedando tras ellos la aguja de la colmena que por el momento parecía ajena a todo lo que estaba ocurriendo en sus alrededores. El trafico no era muy denso, pero lo suficiente como para dificultar la conducción. Los claxons sonaban mientras las limusinas particulares y otros vehículos se veían envueltos en una lucha de la que no querían formar. Los accidentes se sucedieron. Algunos explotaron por los disparos de los motoristas, provocando giros bruscos y llevándose por delante a los acosadores. Aquello fue algo con lo que no contaron los drovelianos, pero siendo ellos quienes lideraban la marcha, lograron quitarse de encima a numeroso motoristas que no fueron capaces de evitar la docena de coches que fueron bloqueando y estallando. Se hizo un maremagnum de metal y chatarra en llamas. Solo tres motos los seguían acortando las distancias, pero entonces un haz de energía partió por la mitad aquella mole de vehículos siniestrados dejando paso a los dos todo camino artillados. El que iba en cabeza había disparado su pesada arma revelando que se trataba de un láser pesado de minado, por lo que se abrió camino con facilidad, sin embargo, aquello reducía a la mitad las probabilidades de supervivencia de los drovelianos.

Viendo aquello, Ulrich abatió al otro artillero que se disponía a abrir fuego contra el camión, lo que les salvó la vida casi seguro, ya que, como fue en el ultimo instante, el tremebundo haz de energía reventó el retrovisor del conductor e hizo que durante el tiempo que duró el rayo, la temperatura se volviera casi insoportable para ellos. Esta vez el doctor falló y los motoristas abrieron fuego errando como era costumbre en sus torpes disparos, pero los achilles no fueron así, las ametralladoras gemelas de ambos lograron ametrallar el camión con éxito, dejando al sargento en muy mala situación después de que su ayudanta se interpusiera y acabara acribillada muriendo en el acto. 

A los tres les resultó más que evidente que los que iban en el vehículo artillado, no eran meros rebeldes como los motoristas, aquellos sabían perfectamente que hacían y cuales eran sus capacidades armamentísticas. Pilotaban de manera fiable, y disparaban con endiablada precisión. 

Karl no tuvo tiempo ni de gritar una advertencia. Las balas de la ametralladora pesada le impactaron de lleno, haciendo que se moviera como un muñeco tirado por diferentes hilos. Apretó los dientes pero a pesar de ello su boca se abrió involuntariamente emitiendo un grito de dolor y odio. ¡¡RAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! - 

Apoyado en una rodilla, con el olor a cordita en el ambiente y su cuñada muerta en el suelo a su lado, a Karl le quedaba apenas aliento para nada, pero se levantó, apoyándose como pudo en un costado del vehículo en movimiento. Mostrándose sin miedo, apuntó con su dedo a los del coche artillado más cercano y dio su, posiblemente, última orden. - Matad a ése bastardo. Esos saben lo que hacen, son militares. - 

Cogiendo la pistola del suelo*, le quitó el seguro y se dispuso a morir disparando. - Acabad con ellos, demostradles quienes son los Dragones. - 

Unas gotas de sangre cayeron por su codo, golpeando el suelo como mudo recordatorio de lo que estaba sucediendo allí. 

El infierno se había desatado alrededor de todos ellos.

No era la primera vez que vivían algo así, pero no dejaba de ser un tiempo que taxaba la resolución y el valor de un hombre. En aquellos momentos, Fray Ollanius estaba aferrado a los bordes del camión, tratando de conseguir un punto de visión para poder disparar al enemigo y derribarlo de un único disparo con un arma con la que no estaba tan acostumbrado, teniendo que racionar los disparos y procurando no ser abatido por el fuego pesado de los vehículos que se habían unido a la persecución. Y en esas materias estaba ocupado cuando-

*RATTATATATATATATAT* 
*RATTATATATATATATAT* 
*RATTATATATATATATAT* 
*RATTATATATATATATAT* 

-¡SARGENTO!

El hombre había recibido la descarga en el pecho, y por un segundo estuvo seguro de que los dos habrían muerto despedazados, pero aunque en un caso eso fue cierto, el heroico sacrificio había hecho que el hombre sobreviviese. Que sobreviviese y que quedase en un estado lamentable. No había mucho que pudiera hacer, salvo...

*sigh*

El padre se apartó del escaso protector que se interponía entre las balas y él, poniéndose en pie al lado del sargento. Si hemos de morir, se resignó, muramos en la virtud del servicio. Apuntó la pistola hacia uno de ellos, tratando de atraer su atención mientras gritaba al pleno, tanto para el enemigo como para sus compañeros.

-¡DEGENERADOS! ¡MUTÓFILOS! ¡XENOCONSORTES! ¡ESTIRPE DE TRAIDORES! -aulló- ¡ABANDONASTEIS LA SOMBRA DEL ÁGUILA! ¡TRAICIONASTEIS A VUESTRO DIOS! ¿¡Y POR QUÉ!? ¡¡PARA ABRIROS DE PIERNAS ANTE VUESTROS SUCIOS AMOS!! ¡HUMILLASTEIS VUESTRA VIRILIDAD, MANCILLASTEIS VUESTRAS ENTRAÑAS CON SU SUCIA SEMILLA ABERRANTE! ¡ENTREGASTEIS A VUESTRAS HIJAS PARA QUE ACOGIERAN EN SU VIENTRE A VUESTRO PROPIO DESTRUCTOR! ¡CORNUDOS XENOICOS! ¡JAMÁS HABÉIS MIRADO A LOS OJOS DE VUESTROS PERVERSOS AMANTES ALIENOS PORQUE ES IMPOSIBLE HACER TAL DE ESPALDAS A ELLOS!