Partida Rol por web

Zolgren vio algún tipo de resplandor unos metros más adelante.
Estad alerta, hay algún tipo de fuente resplandeciente. explicó, por si sus compañeros aún no la habían visto.

Se preparó para lo que pudiera ser y siguió avanzando.

Con cada paso que daba la situación me inquietaba aún más, demasiado silencio, terreno irregular, escondites suficientes para emboscar... además me extrañaba que todavía no hayamos encontrado nada, ni pistas ni seres vivos.

Cuando Zolgren nos avisa que detecta en la lejanía lo que parece ser una luz, rápidamente llevo la mano a mis armas, preparándome para lo peor.

El grupo comenzó a moverse despacio y con precaución, pero ser conscientes de que estaban en un entorno potencialmente habitado y propicio para las emboscada no les ayudó ante criaturas familiarizadas con el entorno y con sus mismas ventajas en la oscuridad.

La primera evidencia que tuvieron de que algo iba mal fue escuchar el chasquido de varias ballestas a sus espaldas. De entre las rocas y los champiñones gigantes, aprovechando que el blanco nuclear* de una hoguera grande al fondo les había distraído, habían surgido cuatro figuras retorcidas y dobladas.

Tenían patas de animal, dobladas al revés que las de los humanoides y los hocicos y rostros de una rata en un cuerpo bípedo y vestido con harapos de cuero y piel pero cubiertos de sucio e hirsuto pelaje. Su ojos brillaban con el mismo tono que el que tenian los suyos propios, rebelando que veían igual de bien que ellos.

Tras la primera andanada y ver que no morían, chillaron con vocecitas chirriantes:

-"Alto, alto, invasoress, pagad un peaje, si, si, si. Peaje, si, si, si. Comida y oro, o plata, también, si, si, si."

Mientras los investigadores, habían sufrido algunas heridas.

El virote que dispararon a Mattheus iba dirigido con muy mala idea, directo al riñón, por suerte su coraza rechazó el virote pero le quedo un fuerte dolor que, sin duda, señalaba un buen moratón.

El de Yangol iba con notable precisión a su nuca, pero el monje pareció preveerle, a pesar de no ser consciente siquiera de la presencia de los hombres rata y se movió de forma casi casual dejando que la saeta se perdiera en la oscuridad.

Por su parte el tercero, que había disparado a Zolgren ni siquiera había apuntado aún cuando disparó, con los nervios, y su virote salió hacia el techo de la cueva inofensivo.

El último miró unos segundos antes de dedicir disparar también al inquisidor, que iba último, alcanzándole en el otro riñón. Por suerte éste impacto fue más lateral y el giro del metal desvió la saeta sin que llegase a impactar de pleno por lo que lo único preocupante fue el susto del ruido del metal contra el metal.

Afortunadamente, el hecho de estar alerta me ayudó mucho. Sentí un extraño zumbido en el aire y cuando volteé la vi. Aquella flecha se dirigía hacia mí para darme su mortal beso, pero no era rival para las habilidades de evasión que había aprendido durante años de entrenamiento en mi monasterio. Me resultó fácil esquivarla, pero no debía subestimar al enemigo. Había cuatro de ellos y por lo que había oído su especie era poderosa.

-¡Son cambiaformas! Tengan cuidado -le dije a mis camaradas. Luego me dirigí a nuestros agresores- Lo siento, pero no podemos compartir nuestros recursos con ustedes. Si los quieren, tendrán que vencernos.

Entonces me puse en guardia, listo para el combate.

Las cosas se precipitaron y no tardaron en ser atacados.
Zolgren ni siquiera tuvo que esforzarse por esquivar. Si bien le parecía que Mattheus había sido dañado.
Los culpables del ataque eran Hombres Rata. Viles criaturas que habían atacado a traición y quizás sorprendidos porque siguieran con vida, se acobardaron y pidieron oro o alimentos para dejarles pasar.

Demasiado tarde. Primero se pregunta, luego se dispara. Habéis intercambiado el orden. Ahora morid. dijo el drow, en un amenazador tono. El Dragón Negro por fin podía salir a escena.

Algo dolorido por el impacto de los virotes, me giro hacia los licántropos y a pesar de que mi primer impulso es desenfundar mi espadón y partirle la crisma a esas apestosas ratas bípedas, me controlo e intento usar antes un enfoque mucho más diplomático que el de mis compañeros.

-No tenemos oro ni plata -le digo con sinceridad a los hombres-rata, después de todo esa es la razón por la que nos estamos jugando el cuello en estos oscuros túneles- Sin embargo, estoy dispuesto a compartir unas raciones a cambio de información, siempre y cuando guardéis las armas.

Mattheus se dio cuenta que las palabras de sus compañeros, mucho más hostiles que las suyas, habían calado más que las suyas. Siendo criaturas traicioneras y cobardes por naturaleza, habían tomado las suyas como una añagaza y abrirían fuego antes de que sus compañeros pudieran reaccionar.

Viendo que los cambiaformas seguían en su actitud hostil, avancé hacia ellos y le propiné un golpe con mi bastón al primero que encontré.

-Que Zerthimon te ilumine a través de mis puños.

Lamentablemente, mis palabras no tienen el efecto deseado y resulta ser imposible poner fin a las hostilidades, algo esperable luego de la retahíla de amenazas por parte de mis compañeros.

Sin muchas más opciones, desenfundo mi espadón y dejo que sean las armas las que hablen ahora.

Mattheus se lanzó con furia contra el cambiaformas más cercano, todo ímpetu y furia. El golpe era certero y bien dirigido, pero el hombre bestia era rápido y ágil, se apartó un paso y, con tanto ímpetu e inercia en su mandoble el inquisidor fue incapaz de modificar la curva de su espada.

El hombre rata esperó un segundo más de lo necesario a lanzar su cuchillada una vez pasado el mandoble, pronto Mattheus se dio cuenta que era para distraer su atención mientras uno de sus compañeros de colocaba a su espalda. En mala posición por su carga impetuosa, el inquisidor tuvo que retorcerse para evitar el ataque y hacerle golpear contra el lateral de su coraza, de modo que rebotase inútil.

Pero el movimiento le había distraído de su objetivo inicial, demasiado tiempo como pudo comprobar al recibir un doloroso corte en el punto dónde la coraza acababa, por suerte su experiencia le había enseñado a dejarse llevar con los golpes para evitar daños mayores y el tajo que habría rebanado la femoral de alguien más torpe se saldó un molesto corte.

El tercer enemigo, el que se escondía tras la pretendida víctima, decidió rebajar el número de enemigos,  aprovechando el movimiento de Mattheus para retirarse del corte para lanzar una certera estocada a su otro flanco, desequilibrado y trastabillando por la pierna herida no pudo evitar que la espada le golpeara con fuerza en el costado. Por suerte la armadura aguantó sin ceder a la fina punta de la espada del teriántropo, pero le quedó un fuerte dolor en el lateral cada vez que respiraba.

Mientras el último enemigo se había movido a la carrera para contener a Zolgren, lanzando una lluvia desmadejada de tajos, uno de los cuales acabó superando las defensas del elfo oscuro que sintió un doloroso aguijonazo en el pecho desnudo que quedó cruzado por una señal roja cada vez más densa.

Yangol se lanzó en apoyo de Mattheus de inmediato, golpeando el pecho de su objetivo con un duro golpe de su vara, obligándole a perder de nuevo la iniciativa al retroceder un par de pasos que dieron al inquisidor una nueva oportunidad de atacar cuando el resto de los rivales perdieron un segundo en evaluar la situación de nuevo.

Los hombres rata se habían creído que podían decirles lo que debían hacer. El drow estaba ya frustrado de todo un día dando vueltas con interrogatorios en balde. Aquellas ratas pagarían su frustración, pese a que querían vender cara su piel. El elfo encajó el corte y se pasó el dedo por la herida ensangrentada mientras sonreía. El un abrir y cerrar de ojos, contraatacó a su enemigo con un derechazo primero y una patada después.

Por desgracia, no solo mi ataque falla sino que descubro tarde como una de las asquerosas ratas bípedas consigue flanquearme y asestarme un golpe a traición.

Viendo que el gith acude en mi ayuda y se une a la refriega, decido descargar un golpe contra el enemigo que me ha atacado por la espalda para luego replegarme y quedar hombro a hombro con Yangol, consciente de que debido al accidentado terreno que hay a mi izquierda ahora les será más difícil flanquearnos.

Zolgren contraatacó con precisión, el puñetazo fue esquivado fácilmente pero la patada envió al hombre rata rodando por los suelos con alguna costilla rota, se alzó de inmediato, jadeando y con gesto de dolor, sus movimientos más torpes mientras se alejaba unos pasos girando alrededor del drow tambaleante.

Casi a la vez, Mattheus, volvió a descerrajar un potente mandoble contra el rátido que se le había colado por detrás, su arma imbuida con las energía caóticas que le eran naturales. Sólo en el último segundo el cambiaformas logró saltar atrás y evitar ser partido en dos, en un acto eléctrico fruto de un disparo de adrenalina que le dejó agotado a ojos vista, tambaleándose, con ojos como platos y cierto rielar en sus extremidades.

El inquisidor aprovechó la ventaja tomada para atrasarse y tomar una posición más segura detrás de Yangol. Su rival aprovechó la distancia para buscar víctimas más propicias y, aprovechando que el enemigo de Zolgren le había hecho girar se lanzó contra su espalda, pero el temblequeo que le aquejaba hizo que fallase miserablemente, su estocada más parecida a un zahorí sobre un río que a un espadachín.

El segundo teriántropo aprovechó que el elfo oscuro miraba qué estaba pasando a su espalda con curiosidad, viendo la espada agitarse como si fuera una varita, para lanzar su propia estocada a sus riñones, pero igualmente debilitado por sus costillas magulladas su requiebro fue anulado por un simple empujón. Desesperado le tiró un mordisco, pero el elfo oscuro rebulló con pericia y la peligrosa boca se cerró en el aire.

En el otro extremo del camino, uno de los hombres rata había seguido a Mattheus en su retirada, hizo que se trastabillaba, pero ni por un segundo engañó al dhampir, que estaba esperando la cuchillada que debería haber ido a su cuello agachado. Aún así tuvo que interponer un guantelete y llevarse un doloroso pinchazo para evitar un corte; el bicho trató de morderle la mano que había adelantado, pero se quedó corto por casi un pie.

A la vez su compañero intentó la misma añagaza a Yangol, que sin estar seguro prefirió la templanza de las enseñanzas de Zerthimon y se mantuvo estoico ante una oportunidad dudosa; aquello evitó una cuchillada que, por sorpresa, habría sido peligrosa pero que viéndola llegar de lejos permitió al monje rodar llevándose apenas un rasguño y alejarse de la ristra de bocados que la bestezuela lanzó en su persecución.

El hombre rata intentó atacarme con su cuchillo, pero se movía demasiado lento. Rodé para esquivar su ataque y aunque logró hacerme un rasguño que me obligó a soltar mi bastón, ciertamente evité la muerte. Aún mejor, ahora que mi puño estaba libre, podía concentrar todo mi ki en mi siguiente ataque.

-¡Fallaste, cambiaformas! ¡Ahora, toma esto! -dije miestras descargaba mi puño contra él.

Aunque mi golpe no es suficiente para cargarme al hombre rata, este decide que no vale la pena arriesgar su pellejo contra mi y por eso se marcha con el rabo entre las piernas a probar suerte contra el drow.

-Zolgren, cárgate a ese cobarde por mi -le digo a mi compañero señalándole a la rata que se ha colocado a su espalda- Solo le hace falta un golpecito más.

Acto seguido vuelvo a empuñar mi espadón con las dos manos y descargo otro golpe descendente contra el cambiaformas que me ha seguido.