Partida Rol por web

Al final entre Pancho y Juanita hicieron el suficiente ruido como para llamar la atención de la pareja de guardias. Sin ningún recoveco especialmente pronunciado como para parapetarse en un intercambio de tiros, poco podían plantearse hacer. Así que Lonegan no lo dudó dos veces y desenfundó a toda velocidad mientras escuchaba las primeras palabras que Pancho empezaba a decir con intención de intimidarlos.

Tampoco era una bravuconada sin sentido la del mexicano, eran cuatro contra dos, no les podía salir bien. Aunque es verdad que podrían llevarse con ellos a alguno de los presentes antes de acabar tiesos. Por lo que Jack no quiso esperar a la reacción ante las palabras de Pancho y descerrajó un tiro sobre el que tenía más cerca. Si acababa cargándose a uno de los guardias, las amenazas tendrían más efecto.

Con un gran esfuerzo, balanceándote y apoyándote de puntillas lograste volcar la silla. Aquello logró que las cuerdas de los pies se aflojaran y te dieran más movilidad, pero lo pagaste con un golpe que te cortó la respiración unos segundos.

Estabas recuperándote y forcejeando sin éxito por liberar los pies cuando sin previo aviso se escuchó un disparo, seguido tras una pausa por un segundo tiro. No sabías que ocurría, y aquello solo aumentaba tu miedo.

Mientras el segundo guardia desenfundaba el primero aprovechó para asomarse tras su improvisada cobertura e intentar dispararos, pero nunca llegó a accionar el revolver. Los guardias habían pasado totalmente por alto a McReady, que se había ocultado a la sombra de una delgada y solitaria viga de madera que iba del suelo al techo pegada a la pared; antes de que el hombre supiera lo que había ocurrido, el ex-militar había extendido el rifle y con una rapidez inusitada le había descargado un disparo.

Era posible que aquél hombre hubiera podido sobrevivir, pero Lonegan lo remató con su propio revolver antes de que las tornas pudieran cambiar. El segundo guardia había sido salpicado por la sangre de su compañero, y a ver como en un instante había acabado tieso había soltado sus armas a medio desenfundar y alzado los brazos al aire.

- ¡Joder, joder, me rindo! Por favor, no me maten, les daré lo que sea pero no quiero morir aquí. -

-Eso está bien-dijo McReady sin dejar de apuntarle-Nosotros tampoco queremos que mueras. Pero necesitamos tu ayuda. Y el que vivas o no, depende de que hagas lo que te pidamos ¿Lo has comprendido?

Después de darle su buena dosis de plomo a uno de los guardias, a su compañero no le quedaban demasiados arrestos como para plantarles cara, y salió con las manos en alto pidiendo clemencia.

Jack escuchó satisfecho las palabras de McReady, más calmado que el intento intimidatorio de Pancho, pero probablemente igual de efectivo. Aquel pobre hombre, en su situación, iba a contarles todo lo que quisieran saber.

-Ya has escuchado a mi amigo. Tu nos cuentas cosas que queremos saber, y aquí no muere nadie más, ¿entendido? En primer lugar, ¿para que hace falta vigilar una mina cerrada con hombres armados? ¿Que hay detrás de esas puertas?

El disparo de James resuena en la mina y el olor de la polvora del rifle se camufla en el aire viciado que hay aquí abajo. Antes de que el otro tenga tiempo de reaccionar y haciendo buenas las bravatas de Pancho, Jack le remata.

Su compañero se riende. Supongo que ya ha entendido que no tiene muchas opciones y, lo que haya aquí abajo no merece su vida. Jack le pregunta varias cosas que no acabo de entender porqué diantres nos iban a interesar. Pero él es el jefe. Así que espero a que le responda y luego pregunto yo lo que me interesa

-Quiero sabes dónde diablos guardais la pólvora aquí. Se supone que tenía que estar fuera, pero allí no había nada. Y también quiero saber dónde esta la veta que explotais ahora- le pregunto apuntándole con el revolver.

El resto de asuntos que se traigan entre manos, a mí me dan igual. Yo sólo quiero volar este sitio y que ese desgraciado de Beaumont venga de una vez.

Pancho guardó su pistola, que no había llegado ni a usar. Y cerró su bocaza esta vez, esperando a ver que les decía el hombre que se había rendido.

Tras la actuación de Lonegan y Mac Ready sobre el otro, no dudaba que sin duda este tipo soltaría la lengua contando todo lo que sabía.

Michael dió de narices contra el suelo y continuó forcejeando con las cuerdas, que parecían apretadas con saña por alguien experto en hacerlo ^{¡Dificultad 20!} Resonaron entonces dos disparos, quizás iban dirigidos a él, como advertencia, quizás no, quizás otro prisionero estaba huyendo, quizás aquellos eran hombres del francés y la banda de Lonegan había decidido asaltar la casa de éste, si es que era allí donde habían metido a Michael.

En cualquier caso, la cosa pintaba mal, pero aquello no hizo que Michael se detuviera, intentó forcejear con las cuerdas e incluso arrastró la cara por el suelo haciendo fuerza con la mejilla contra éste con la intención de sacarse al menos la capucha. Las intenciones de aquellos tipos no serían nada buenas y un tiro de aviso, no sería lo peor que le harían si no conseguía salir por piernas de allí. En el peor de los casos intentaría en el último momento hacer uso del Derringer de su tobillo y llevarse a uno o dos (tenía dos cañones y con ello sólo dos balas y no demasiado grandes) de aquellos bastardos.

El pistolero salió de tras la caja volcada con las manos en alto y mostrando las palmas en evidente símbolo de rendición. Era joven, con apenas una fina pelusa en el rostro a modo de barba.

El joven asintió con la cabeza varias veces cuando le interrogasteis, y con mucho ahínco. - La mina no es del patrón; no podíamos dejar que los del banco o merodeadores curiosearan por aquí. En este almacén se guarda lo que excavan los mineros, pero hoy aún no han venido, el único que hay ahí dentro es el prisionero del jefe. -

Cuando terminó de responder, de carrerilla, a las preguntas de Lonegan se le encaró Juanita, y de nuevo comenzó a hablar con prisas y agobios para no daros una excusa por la que pegarle un tiro. - ¡No hay pólvora! Nunca la ha habido. El patrón decía que dañaríamos los restos y exigió hacer todo el trabajo a mano; en el nivel más profundo. -

Con un gran esfuerzo, lograste deslizar los brazos a un tramo de la silla donde las cuerdas no estaban tan tensas, y tras desembarazarte de aquellas prietas sogas te quitaste el saco de arpillera de la cabeza. La sala estaba totalmente a oscuras. De hecho, apenas había diferencia entre quitarte o no el saco de la cabeza. Lo único que se veía era una rendija de luz en el suelo, casi a una docena de metros más allá, donde seguramente estaría la puerta.

Aún tenías que liberar tus pies; aquello sería más fácil ahora que tenías las manos libres. Estabas buscando como apoyarte en el suelo para dejar de ser aplastado por la silla cuando tu mano topó con algo liso, áspero y redondeado. Sin saber que era aquello que habías encontrado lo alzaste, intentando observarlo a la débilisima luz que se colaba bajo la puerta, aprovechando que tus ojos se habían acostumbrado un poco a la oscuridad.

Al principio te parecía algún tipo de roca redonda y muy ligera, luego distinguiste una hilera de fragmentos más romos, un agujero triangular, y por último dos profundas cuencas. Aquello que sostenías era un cráneo humano.

James arqueó una ceja excéptico sin dejar de apuntar al muchacho.

-¿Hacer el trabajo a mano?-conestó incrédulo-¿Todos estos túneles?¿Y quién es ese "prisionero del jefe"?¿De quién se trata y porqué está preso?

"¿A mano? ¿cómo que a mano?" intento recordar cómo es una mina. "¡Diantres! Hace mucho tiempo de aquello pero..." Es cierto que, en ocasiones,  después de una extracción podían quedar restos por el suelo que se recogían a mano o pequeñas piezas medio sueltas en la pared, que se arrancaban sólo tirando. "Pero eso solo sería un día, dos como mucho... una semana siendo muy optimista. Pero es imposible que lleven tiempo extrayendo usando sólo las manos. O, al menos es imposible si es oro"

Sencillamente no lo entiendo. Y no perderé el tiempo más pensándolo. Cuando James pregunta por el prisionero no pierdo el tiempo, cualquier enemigo de Beaumont es amigo nuestro. Me dirijo derecha a soltar a quien sea que esté aquí encerrado.

Ahora que sabemos que no hay polvora, no hay plan. Miro a Jack, seguro que a él se le ocurre algo.

Pancho estaba ansioso por averiguar quiéne era ese prisionero del que hablaba el pistolero del francés y qué era lo que los mineros sacaban de los niveles inferiores, y todo eso parecía hallarse detrás de esas puertas.

Sin quererlo, se encontró caminando con Juanita en dirección a las mismas, y al llegar a ellas

... Sigo sin saber qué has querido decir ahí.

Michael soltó la calavera con horror al darse cuenta de lo que era y está cayó al suelo rodando lejos de Michael que pudo contener un grito de horror, pero no los temblores de todo el cuerpo. Buscó casi a tientas la silla, sin duda maltrecha tras el golpe y el forcejeo e intentó liberar uno de los travesaños de ésta para emplearlo a modo de cachiporra improvisada. Sacó el Derringer de la bota y lo puso en el bolsillo de su chaqueta, mucho más a mano.

Armado de tan triste manera, pero al menos armado se dispuso a recorrer rápidamente pero con paso suave, a fin de cuentas ya había hecho más ruido del que una dosis normal de suerte permitía, para explorar las paredes de aquella sala en busca de algún otro objeto o punto de referencia, rezando por no encontrarse una pila de calaveras.

Lonegan pensó en la oportuna aparición, hace apenas unos instantes, del espíritu del viejo indio muerto y su peculiar manera de guiarle o darle información. El prisionero del jefe... Creo que tengo alguna teoría sobre quién puede estar detrás de esas puertas.

-Muy bien, amigo. Pues si no te importa vamos a hacer una visita al prisionero del jefe, sería un detalle que nos abras la puerta, si no quieres acabar como tu compañero.-Dirigiéndose al resto de la banda, añadió.-Tengo la corazonada de que ese prisionero nos pueda resultar incluso conocido.

No había pasado por alto el asunto de la excavación con las propias manos. Jack recordaba la mención de unas reliquias indias, e inmediatamente vino a su memoria el extraño suceso con aquellas otras reliquias en el tren que habían planeado asaltar en el último golpe de la banda hasta la fecha. Beaumont había acabado en el medio del extraño torbellino cuando se deshicieron los huesos. ¿Y si todo eso tuviera algo que ver con lo que está pasando ahora aquí en St. Elmo?

De todas formas, pretendía ocuparse de indagar más en ese asunto más tarde. Ahora lo que más le interesaba era descubrir la identidad del prisionero del jefe.

El guarda estaba a punto de contestar a McReady cuando la petición de Lonegan lo paró en seco. Asintió con la cabeza, y temblando como una hoja, recogió una enorme llave de metal de un gancho en la pared y se dirigió hacia la puerta. Tras unos segundos y con un gran crujido, la puerta se abrió chirriando de par en par, revelando el contenido de la habitación. No había ninguna luz en su interior, pero ahora era iluminada en su totalidad por la lámpara del recodo.

Más que una mina, aquella sala parecía un osario. acumulados en distintos rincones había infinidad de huesos humanos negros como el carbón, no de quemaduras ni tintes, sino del color negro de la obsidiana, la mayoría de ellos no formaban un esqueleto completo y sus distintos huesos yacían desordenadamente por doquier alejados de las otras piezas de su cuerpo. A primera vista pensabais que podría haber alrededor de una veintena de cuerpos distintos, tal vez más.

Por último, y en mitad de la sala, se encontraba nada más ni nada menos que Maverick. El desafortunado tahúr mostraba un aspecto terrible, tenía una marca violacea cerca de la sien y restos de sangre seca bajo la nariz y en las comisuras de los labios; a pesar de todo se notaba que se había realizado un denodado esfuerzo por escapar, ya que tras él había tumbada en el suelo una silla de madera con sogas sueltas donde sin duda se había encontrado atado momentos antes, y un madero en la mano preparado para asestar un garrotazo.

Apenas te estabas recobrando de la impresión cuando unos pasos, multitud de pasos acercándose te revelaron que alguien se dirigía hacia allí. Te apresuraste y al fin lograste librarte por completo justo a tiempo para escuchar un sonido metálico proveniente de la puerta.

Cuando esta se abrió, la luz de una linterna que a ti te pareció cegadora te aturdió un momento, aunque no te impidió lanzarte hacia allí enarbolando tu improvisado garrote. Estabas a punto de asestar un golpe con las fuerzas que pudiste reunir cuando te detuviste en seco al ver quien se encontraba tras la puerta. Al primer individuo que sostenía la llave de la puerta no lo habías visto nunca, pero tras él, ¡ni más ni menos que la banda de Lonegan! Allí estaban Juanita, Pancho, McReady... y sosteniendo un revolver contra la espalda del carcelero, el propio Lonegan. Cuando saliste de tu asombro, fuiste capaz de fijarte también donde te encontrabas, y aquello no te gustó un pelo, la puerta daba a un túnel, sin duda de una mina. Estabas bajo tierra,

Más que una mina, aquella sala parecía un osario. acumulados en distintos rincones había infinidad de huesos humanos negros como el carbón, no de quemaduras ni tintes, sino del color negro de la obsidiana, la mayoría de ellos no formaban un esqueleto completo y sus distintos huesos yacían desordenadamente por doquier alejados de las otras piezas de su cuerpo. A primera vista pensabas que podría haber alrededor de una veintena de cuerpos distintos, tal vez más.

- ¡Amigos! - gritó Michael con la mayor alegría que había sentido en su vida. A punto estuvo de lanzarse en los brazos de Lonegan, pero la mirada perenne de éste de pocos amigos y el revólver que empuñaba hizo que Michael se detuviera a medio gesto, con los brazos abiertos, mientras empuñaba en una mano un pequeño Derringer y un palo en la otra a modo de improvisada cachiporra.

Sus ropas estaban arrugadas y llenas de suciedad, como si se hubiera estado revolcando por el suelo o le hubieran pegado una buena paliza, quizás ambas cosas.

-¿Amigos?-contestó James mirando al tahúr con suspicacia-Yo te metí en esto, muchacho y nos dejaste tirado cuando más te podíamos necesitar, sin siquiera despedirte. Te prometí dinero, pero te advertí que podía haber complicaciones. Y al primer contratiempo, te esfumas ¿Es así como tratas a tus amigos?

-Y tú-dice ahora dirigiéndose al minero-¿qué son todos estos huesos?¿Acaso utilizabais esto para encerrar a la gente hasta dejarla morir?