Partida Rol por web

Plus Ultra - La Conquista del Cipango

Bushido (Capítulo 2)

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05/10/2015, 00:40
Capitán Kaneda

Esperó a que Martín le tradujera aquello. Los agasajos estaban bien, por que a nadie herían. Los japoneses también eran educados y refinados al hablar con las personas de posición. Sin embargo, como buen samurai se sentía por encima de aquellos extranjeros.

-Decidle a éste señor petulante que habla como un cortesano, que mis hombres ríen por lo mismo que a mi me preocupa. Tenemos nuestras dudas acerca de la efectividad de éstos extranjeros en combate cuerpo a cuerpo. Tal vez sean maestros en el mar, pero en Tierra, nunca escuché que nadie nos igualara.

Le invitó con la mano a que tradujera.

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06/10/2015, 19:11
Dôa

Las palabras se sucedían como cuchillos, de un lado a otro, y yo intentaba ser lo más clara y concisa posible. No quería parecer que se habían confundido conmigo cuando me habían elegido como intérprete, y mucho menos que pensaran que sólo valía para tocar el shamisen. Aunque hubiera elegido ese camino, si es que alguna vez lo elegí, sabía que podía hacer más cosas, aparte de tocar un instrumento, y mover unos abanicos.

Escuché atentamente las palabras del general, y traté de retener las máximas posibles para traducírselas a los extranjeros. De momento, aquel diálogo no estaba resultando extremadamente difícil, y bien podía interpretar las palabras más complicadas o intraducibles, y llevarlas a conceptos que pudieran ser entendidos por ambas partes. En mi interior, estaba exultante de felicidad, y satisfecha conmigo misma, por no decir que estaba orgullosa.

Señalé con un gesto de la mano a los extranjeros para invitarles a que narraran tales tácticas de guerra. Y, aunque pareciera increíble, de algo de eso yo misma sabía. Cuando era niña, quien fuera mi padre le narraba a mi madre hazañas totalmente heroicas ocurridas en tierras lejanas, tan lejanas que ni los nombres parecían ser de este mundo. Yo escuchaba a hurtadillas, y trataba de comprender no sólo las palabras que usaba aquel extranjero, sino también cómo luchaban. Y me di cuenta, con gran sorpresa, que los hombres no luchan de igual manera en un sitio que en otro. De la misma manera que hay cocinas diferentes, y costumbres distintas, el arte de la guerra también tenía sus diferencias de un lado a otro.

—Por favor, siéntase libres de hablar de ello— invité, sonriente, a los castellanos, para volver a oír las historias que, antaño, me parecían cuentos fantásticos. 

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06/10/2015, 19:42
Lope de Figueroa y Barradas

"Incluso allende los mares, nuestro prestigio en la guerra nos precede"

- Cierto es, general.- Replicó.- Disponemos de varias piezas de artillería, dos de ellas de superior calibre para sitios a fortalezas. Disponed unas defensas, retaguardia y provisiones rodeando el campamento para protección de la artillería y si no se rinden bajo nuestros cañonazos, abriremos brecha en su empalizada o muralla para un asalto.

Observó pacientemente el mapa para, distraídamente, lanzar un envite a sus aliados.

- Atacar una posición defensiva por una entrada estrecha demuestra la valentía de un soldado...Estoy seguro que sus hombres no dudarán, a semejanza de los míos, en derribar el campamento enemigo.

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07/10/2015, 00:05
Padre Rodrigo Expósito

-El guerrero experimentado, que tras sobrevivir a numerosos combates gana en experiencia y sabiduría en la batalla, tiene el riesgo de complacerse demasiado en sí mismo, y caer en la arrogancia de menospreciar al rival.

Intercede Rodrigo antes de dejar a su compañero traducir las últimas palabras de Kaneda. Las palabras van dirigidas a éste último, en su lengua. Ya de paso aprovecha para hacer consciente al grupo de samurais de que, aparte de Martín, él también podía comunicarse con ellos y traducir. Prosigue:

-No dudo de que vuestros hombres sean grandes guerreros, sama, pero no por ello penséis que estos hombres carecen de experiencia en combate o son débiles. Aunque sus técnicas o maneras os puedan parecer cómicas, muchos de ellos llevan decenas, tal vez cientos, de muertes a sus espaldas en sus años combatiendo contra otros ejércitos. Y como buenos guerreros, ellos también son orgullosos...

Intenta el jesuita esbozar una sonrisa conciliadora, tras darse cuenta en ese preciso instante de lo que acaba de decir sobre el orgullo del guerrero.

Un occidental, aunque algo dolido, respetaría mis palabras y tragaría en gran parte su orgullo al identificar por mis ropajes mi pertenencia al clero. Pero ante un samurai mi "bula religiosa" puede ser completamente inefectiva. Espero que este hombre sea juicioso y no cometa ninguna estupidez. Solo estamos hablando tranquilamente, en medio de una instrucción de combate.  

Notas de juego

Perdón, aun llego con un par de días más del retraso del que avisé por el off-topic. Estoy apañado con la racha de irregularidad que llevo últimamente. :(

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07/10/2015, 09:13
Pedro Ortega Alonso

El entrenamiento había pasado a segundo plano y ya nadie se ejercitaba, los soldados cristianos miraban con recelo a los samurais e intentaban entender de qué se hablaba ahí, entre tanto hereje, traductor  y la madre que los parió. Sólo estaba claro que se estaban riendo de ellos y de forma casi instintiva el tercio estaba formando en torno a sus oficiales.

Vive Dios que yo no envaino la toledana sin mancharla esta mañana - dijo a modo de bravuconada el coselete arropado por sus camaradas. Apretaba los dientes y podía sentir ese nudo en el estómago que se formaba antes de las batallas. Como muchos otros hombres permanecía atento al intercambio de palabras y esperando la orden de sus oficiales para lanzarse a la carga.

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07/10/2015, 14:15
Martín de Nagakura

Todo parecía ir bien, pero entonces aparecen los españoles amostazados y en busca de satisfacción.

Has sido demasiado lento. Demasiado lento... Karma.

Escucha las palabras del jesuita antes de traducir las palabras de Kaneda.

Buen intento, páter, pero aún no piensas como un japonés. Hablas como ellos, pero no piensas como ellos.

Hai, sama. El sacerdote nanban dice verdad, y al igual que hay samurais mejores que otros, también hay nanban mejores que otros. Sería muy difícil saber quien es mejor que quien... Y aunque tuvieramos la manera de comprobarlo, todos tenemos órdenes de evitar conflictos entre nosotros. Es nuestro giri, neh?

 

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19/10/2015, 19:17
Capitán Kaneda

El capitán reflexionó sobre aquello. No podía contrariar los deseos de su señor y su casa. Pero tampoco podía dejar que un asunto de honor quedara tal que así. Honor de las armas niponas, por supuesto.

-Creo que hay una solución que sería satisfactoria para ambos. Nosotros tenemos bokken, y espadas sin afilar, para entrenar. Los kastilas, según he visto, también tienen espadas sin punta ni filo. Así que propongo una serie de combates "amistosos".

Sonrió.

-Servirán para que ambos nos habituemos al estilo de combate del otro. Algo que les vendrá bien a los namban, si pretenden hacer la guerra junto a nosotros.

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19/10/2015, 19:21
Hojo Ujinao

El joven señor intervino para zanjar el asunto. En la guerra era preciso no titubear, y una vez se trazaba el mejor curso para actuar, había que moverse. Los auténticos desafíos se presentaban, por mucho que uno se empeñara en tenerlo todo previsto.

-Bien, me satisface. ¿Y a vos, estimado padre?

El viejo patriarca asintió desde su posición, solemne.

-Así pues, mandaremos que se organicen los pertrechos para que la fuerza parta con brevedad. De aquí a dos o tres días, imagino. Dará tiempo para organizar toda la caravana. Mandaremos aviso a nuestra avanzadilla para que se preparen para unirse a nosotros.

Tomó una taza llena de sake y la alzó.

-Señores... les deseo una buena caza.

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19/10/2015, 19:26
Hojo Ujinao

Los occidentales abandonaron el castillo, acompañados del general Minamoto.

Pero cuando Dôa iba a retirarse discretamente, junto al resto de la comitiva, el joven señor la retuvo con unas palabras.

-Por favor, acompáñame. Deseo hablar contigo.

Caminó sin más a través del patio interior, descendiendo por la ladera del castillo hacia una parte trasera, poco concurrida. Allí, la muralla conectaba con otro recinto fortificado, que demarcaba una casa señorial. Una casa que tenía unos bonitos jardines al estilo japonés, aunque con influencia china. Los pequeños estanques estaban llenos de peces de colores, y el viento mecía las copas de los árboles.

Caminó despacio, dejando que ella lo hiciera a su altura. Normalmente, las mujeres caminaban detrás. Pero las esposas, las geishas y maikos, tenían el privilegio de poderlo hacer a la altura del hombre.

Se detuvo, reflexivo, mirando el templete al otro lado del puente, y los peces que nadaban tranquilamente. Y luego se giró a mirarla con una sonrisa breve.

-Hemos hablado mucho sobre los kastilas, a los que llamas españoles. Son un pueblo muy interesante, y en muchas cosas, parecidos a nosotros.

Parpadeó, acercándose apenas un paso.

-Pero apenas hemos hablado de ti. De tu historia.

Hizo una pausa, por que pudo leer un gesto turbado en su mirada.

-Dicen que fuiste a las islas del sur, en busca de tu padre. Y que no lo hallaste. Dicen que eres mestiza...

No parecía decir eso con maldad, si no con curiosidad.

-También he oído que dejaste tu aprendizaje para convertirte en geisha, por eso.

Miró hacia la gran casa, reflexivo.

-Eso te honra, ¿Sabes? Yo también lo dejaría todo por mi familia. Por el mon de mi casa. Así que no debes avergonzarte. Si no me equivoco, los kastilas demostrarán en combate que son dignos de llamarse hombres de honor.

Sonrió.

-Y cuando eso pase, nadie te mirará mal. No en éstas tierras. No bajo el mandato de mi casa.

El comentario llevaba implícita la pretensión de que ese mandato se convirtiera en el regente de toda la isla. La oposición debía ser barrida. Era el juego de la guerra entre las grandes casas, disputándose los títulos de la corte imperial. El viejo juego de generaciones, que parecía estar a punto de desaparecer.

La miró de nuevo, con una expresión dulce.

-Nunca he tenido una maiko, ni he disfrutado de la educada compañía de una geisha. Mi padre dice que es algo afeminado, y que nosotros debemos mantenernos con apego a las tradiciones más antiguas. Y sin embargo...

Parpadeó, como si el asunto le causara desazón, o nerviosismo.

-Sin embargo, desearía que tu lo fueras, Dôa.

Pensó en que quizá estaba siendo rudo, demasiado directo. Eso era poco refinado, y él era un hombre de buena crianza.

-No deseo obligarte a nada. Es una decisión que quiero que tomes, por ambos.

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19/10/2015, 19:43
Director

Los oficiales regresaron a los cuarteles, acompañados por el general Minamoto. Había muchas cosas que preparar antes de marchar hacia la batalla, y era preciso que españoles y japoneses trabajaran juntos.

Por eso al capitán le sorprendió tropezarse con un juego de armas, al llegar al patio central del complejo. Los hombres se apiñaban en torno al tatami central, una plataforma elevada que era utilizada por los samurai para sus entrenamientos. Se apiñaban revueltos, japoneses y castellanos, jaleando a sus paladines.

Por que estaban combatiendo por parejas, con armas negras para entrenar, bajo la atenta mirada de sus oficiales, y de los maestros de armas: el español y el nipón.

Peleaban con palos largos, que llamaban "bo", para probar su destreza con las armas de asta, pero también con espadas negras, para los juegos de esgrima. Y aún los escoceses querían batirse a mano desnuda, por que en su nación son pláticos en las tretas del abrazar.

Notas de juego

Parejas de combate ronda 1:

  • Gonzalo Quirós contra un Lancero japonés (combate a bó).
  • Pedro Ortega contra un Ashigaru (combate a espada y broquel).
  • Martín de Nagakura contra un Escocés (combate de katana y wakizashi contra espada de farol y broquel).
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19/10/2015, 19:53
Director

Los jueces hicieron formar a las parejas, que se saludaron antes de comenzar a pelear. Luego se dió la señal, y comenzó la refriega.

Audaz y rápido, el lancero, que estaba acostumbrado a entrenar con un bo, tiró un golpe bastante claro sobre Quirós, que se aprestó a la defensa.

El oponente de Ortega, que era pequeño y fibroso, no atacó de momento. Se limitó al juego de pies, reteniendo la acción en espera de su ataque.

Más cautos incluso fueron Martín y el escocés, que había desenvainado su espada de farol, más parecida a un sable de hoja ancha que a una ropera, mientras el acólito mantenía la suya envainada. Se tomaron las distancias, cautos. No sabían muy bien que esperar el uno del otro.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Ataque a Quirós, 14 sobre 14. Debe tirar parada o esquiva.

Se requiere tirada de ataque de Ortega, ataque normal o completo.

Martín puede actuar primero si lo desea.

 

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20/10/2015, 04:01
Pedro Ortega Alonso

A Ortega aquello de las espadas romas le parecía menester de pisaverdes y donceles que jugaban a soldados. Pero órdenes eran órdenes y si se usaban con buen tino, hasta una espada roma podía provocar buenos recuerdos en la cara de por vida.

El de Tordesillas observó como el samurai se preparaba y decidíó no dar cuartel, entrando con la ropera a la altura del pecho y cubriendo sus propias tripas con el broquel. Miraba a los ojos al hideputa, que son el espejo del alma. Pero aquellos espejos reflejaban bien poco pues sus ojos no eran más que dos ranuras, como una cuchillada en mitad de la cara.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Ataque normal, ya que llevo broquel no quiero desperdiciar la parada. Son 19, que puse mal el modificador.

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20/10/2015, 11:59
Dôa

Pese a que no era tarea propia de mujeres intervenir en conversaciones de aquella índole, no podía, sin embargo, evitar tener los cinco sentidos puestos en lo que allí se hablaba, pues no sólo me parecía vital y transcendental, sino que también era mi deber: había sido llamada para traducir, y si podía hacerlo con conocimiento acerca de lo que interpretaba, supuse que aquellos hombres no sólo se entenderían mejor, sino que la reunión sería mucho más fructífera.

Traduje las palabras de aquel extranjero, esperando que fueran del gusto de mis compatriotas. No sabía si los números eran suficientes para lo que esperaban, pero me alegré saber que así era, pues al alzar la copa de sake Hojo, supuse que estaban satisfechos.

Sonreí, satisfecha por haber hecho un buen trabajo, y porque salieran felices aquellos hombres, pues cuando tenían el corazón templado eran dulces como un cachorro de perro.

Alcé yo también mi pequeño vaso, entusiasta, y dije:

Por la victoria— traduciéndolo después para los extranjeros.

Luego me di cuenta de que, quizá, había errado en mi comportamiento, y que me había sobrepasado a la hora de decir aquellas palabras. Aún tenía que aprender a bajar la cabeza, y a controlar mis impulsos. 

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20/10/2015, 12:00
Dôa

Fue por ello que cuando Hojo quiso hablar conmigo después de la reunión, temí que me mostrara su enfado. No era habitual que una mujer interviniera en una conversación de hombres, ni aunque fuera una geisha, quienes tenían cierta permisividad en su conducta.

Bajé la cabeza, temerosa, y acompañé al joven señor con las manos cruzadas delante de mi regazo, pensando que había durado demasiado aquella paz.

Me permití disfrutar, no obstante, del paisaje que nos envolvía,  aunque fuera el escenario donde Hojo me riñera por hablar cuando no me tocaba. Lo entendía, entendía el castigo, aunque me frustrara. Y, pese a que debía sentirme afortunada por la vida que había tenido y que llevaba, y por las oportunidades que había disfrutado cuando había mujeres en una situación mucho peor, no pude sino lamentarme por mi suerte, y haber deseado ser otra persona. Quizá, un extranjero como los de la reunión, con sus sombreros emplumados, su flema altanera, y su mirada brillante, capaces de convencerse a sí mismos de que todo era posible, incluso de conquistar el Japón.

He de confesar que era la primera vez que caminaba con un hombre a solas, y me sentí realmente estúpida. Caminaba despacio, y no fue hasta tarde que comprendí que era porque podía andar a su lado, cerca. Aquello hizo que me sentara incómoda, no por el hecho en sí, sino porque no sabía cómo debía comportarme. Qué ridícula era entonces.

Olfateé el delicado perfume que desprendían las flores, y miré, sonriente, los peces del estanque, sintiendo algo de lástima por ellos: jamás sabrían lo que era el mar, o un gran río por el que desplazarse. Me sentía de manera parecida.

Cuando Hojo se detuvo, di un respingo, sorprendida. Me pilló totalmente desprevenida, y creía que quería ir a algún sitio en concreto, no pararse allí en medio a contemplar el paisaje.

En el momento en que crucé mi mirada con la suya, no pude evitar bajar la cabeza, y mirar el bajo de mi kimono, como si fuera lo más interesante que había allí mismo. También miraba el paisaje que había por detrás de Hojo, y el puente, y el río, y las hojas meciéndose por el suave viento, pero no lo miraba a él. A él no.

Escuché sus palabras con la boca seca, sin saber muy bien cuándo llegaría la reprimenda. Me imaginé que Hojo era de aquellas personas que ocultan su fiereza bajo una capa de dulzura. Eran los que más miedo me daban. Nunca sabía cuándo explotarían.

Sin embargo, no llegó a pasar. Escuché cada palabra que dijo Hojo con atención, y alcé la mirada en cuanto vi que sabía demasiado sobre mí. Me pregunté cómo, y sobre todo quién se lo había contado.

Abrí y cerré la boca varias veces, dejándole hablar, pero también porque no sabía qué decir ante sus palabras, y mucho menos cuando propuso aquello. El corazón me latía con fuerza, y el kimono me apretaba por el obi, y, sin embargo, algo me dijo que debía de disfrutar aquel momento.

—No llegué a ser geisha porque no terminé mi aprendizaje del todo— dije, tratando de no parecer irrespetuosa con el comentario, pues aclaraba sus palabras—. Mi hermana mayor se fue, y yo todavía no había cambiado de color de cuello. Soy inexperta en algunos aspectos, y no me siento geisha del todo, pero tampoco soy una mera maiko. Mi situación es una constelación perdida, y sin nombre. No pertenezco a ninguno de los dos mundos, y, al mismo tiempo, tengo un pie en cada uno de ellos— sonreí, mirándolo fijamente por primera vez, armándome de valor—. Quizá, con un poco más de entrenamiento, pueda terminar mi formación, y convertirme en geisha de pleno derecho, como mi madre— añadí, aunque no sabía si estaba hablando demasiado.

Callé un momento, disfrutando de la hermosura del silencio, y tragué saliva con dificultad ante las últimas palabras de Hojo.

¿Estáis diciendo…?— pero me corté, porque no debía de ser lo que yo pensaba—. Decís…

Miré aquel lugar de manera distinta, como si en aquel intervalo diminuto de tiempo, todo estuviera envuelto con halo diferente.

¿Estáis proponiendo ser mi danna?— pregunté, finalmente, notando el tambor que era mi corazón.  

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20/10/2015, 11:41
Martín de Nagakura

A Martín no le agradan estos juegos... Antes le gustaban mucho, pero ahora ya no. No tenía nada que demostrar. Orgullo. Vanidad, como dice el padre Rodrigo.

No tiene necesidad de ganar ni las ganas de mostrar las técnicas que le enseñó su sensei... Da un par de pasos atrás, saliendo de la distancia de combate y antes de que su adversario pueda acortar distancia, desenvaina*

Es muy joven... Y muy alto... Como muchos nanban. No importa. No importa nada. Tampoco importa ganar o perder. Todo eso es una ilusión... limpia tu mente... Ataca ahora...

pero la hoja de su arma se queda corta por un poco, cortando el aire.

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

* lo he dado por supuesto, pero si no es así, que su execelencia, el master corrija mis desatinos.

 

ataque normal y defensa normal

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20/10/2015, 15:10
Padre Rodrigo Expósito

Notas de juego

Yo voy a ir sacando las palomitas, xD

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21/10/2015, 20:22
Lope de Figueroa y Barradas

Tras la reunión, Lope caminó en dirección a su improvisado cuartel a enunciar la reciente noticia y disponer hombres y pertrechos para tal acción. Fue sorprendido por un círculo de personas, agitadas y gritonas. Al acercase comprobó que había soldados suyos entre la algarabía y fue a dar con unos combates entre nipones y españoles.

Sabía del envalentonado proceder del buen guerrero español, al que nunca deben poner en entredicho su valor y destreza. Por ello no le sorprendió sobremanera ver allí a Quirós y Ortega en la refriega, aunque si le resultó llamativo la presencia de Martín dispuesto al combate.

Se quedó en un segundo plano, observando si aquellos hombres dejaban en buen lugar a los tercios españoles.

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21/10/2015, 20:38
Don Diego de Tarantela y Villegas

Don Diego se quedó al lado del capitán, mirando a Quirós y a Ortega.

Que no me sorprende, el ver al de tordesillas y al cabo, batiéndose contra estos los del Cipango...

-Mi capitán, para serle sincero, estaba seguro que más temprano que tarde, esto ocurriría, pues según las escrituras del sacerdote, estos los del Cipango, son gente noble y honrosa, al estilo español, pero en hereje, un lance de espadas no iba a tardar en ocurrir, pero confío en los hombres, el cabo Quirós tiene buenos ijares, al igual que Ortega, el de Tordesillas-

Se mantuvo a la diestra de su superior, contemplando a sus hombres. Sin saber porqué, tenía plena confianza en ellos.

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21/10/2015, 21:48
Director

Los combates se iban a prolongar, y eso estaba claro.

El ataque de Ortega fue detenido por la katana, y el ashigaru lanzó inmediatamente una estocada. Sin embargo, quiso Dios que se encontrara en la trayectoria del broquel, con lo que resbaló inocentemente sobre él, sin consecuencias.

El escocés, por su parte, lanzó un corte descendiente, que no dió en el blanco por que Martín retrocedió un par de pasos. Después de eso, regresó a guardia defensiva.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Volvéis a tener la iniciativa para actuar.

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22/10/2015, 04:07
Pedro Ortega Alonso

El samurai paró la espada roma y su contraataque gopeó el broquel. Parecía igualado el duelo y Ortega supo en ese momento, tras el primer intercambio, que no estaba el pescado vendido y qie había mucho que decir. Si la fortuna le acompañaba podría salvar la honra, de lo contrario, el Capitán lo haría azotar o algo peor.

Con esta presión entre las meninges, el español hizo un molinete para fintar la estocada, pero la punta de la espada salió por encima del hombro del japonés, sin llegar a hacer ningún daño.

¡Me cago en los moros!

Gritó furibundo el de Tordesillas. Estaba enfadado por su falta de tino y olvidando la prudencia se lanzó de nuevo al ataque, aprovechando la estocada pasada de largo para intentar estrellar la guarda de la espada contra los morros de su contendiente.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Dos ataques, no paro.