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Plus Ultra - La Conquista del Cipango

Bushido (Capítulo 2)

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04/11/2015, 15:46
Lope de Figueroa y Barradas

El capitán español notó el empuje de su adversario herido en su orgullo. Fue un lance agresivo, furioso que no pudo parar con su espada. En cierto modo no le dolió el golpe, pues abusar de un contrincante también podría traer consecuencias entre ambos ejércitos.

Tomó con modestia y caballerosidad el golpe recibido y se propuso devolverle presto el golpe, con un tajo de arriba a abajo buscando el hombro izquierdo de Kaneda. Lope resopló, pues el cansancio ya hacía mella en su cuerpo debido al combate tan aguerrido y de suma igualdad que estaba aconteciendo.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Hago parada que falla, asi que me dejo tocar y contrataco con un ataque normal.

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05/11/2015, 20:37
Capitán Kaneda

Su golpe fue duro, pero la rápida estocada del español sentenció el combate. Incapaz de esquivarla, le dió en la frente como un baño de humildad. La bandera volvió a levantarse, y hubo un largo y tenso momento en el que ambos hombres se miraron. Lope saludó a su enemigo al modo occidental, llevándose la cruz de la espada al rostro y haciendo luego una graciosa reverencia mientras bajaba la punta en arco.

El honor llamaba al honor, así que le saludó al modo japonés. Pero se requería un gesto más. Ambos capitanes iban a mandar a su gente en la guerra, y él lo haría como igual de aquel hombre. Así que acercándose a él, le dió un abrazo fraterno. Aquello terminó con las fricciones, y quedó demostrado que con las armas en la mano, igual destreza tenían los unos y los otros.

La gente estalló en vítores.

- Tiradas (1)
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05/11/2015, 20:47
Director

Marchaban hacia la guerra.

Habían pasado solo tres días desde la reunión, cuando salieron de Odawara recorriendo las cuatro leguas hasta la villa de Hakone, a la vera del lago Ashi. No era más que un paseo, pero contando con la artillería, tardaron más de seis horas en cubrir la distancia. El enemigo estaba en lo profundo del territorio de la casa de Hojo, y por lo tanto, las operaciones militares eran imprescindibles para su supervivencia.

Los caminos eran tranquilos. No estaban especialmente bien labrados, siendo en su mayor parte de tierra o gravilla. Pero a cada poco había un tramo de empedrado, especialmente en las rutas de gran importancia para el comercio. Villas tranquilas, arrozales a la vera del camino y paisanos que se acercaban a mirar, entre cautos y orgullosos. El sistema feudal tenía sus ventajas, y aquella era una de ellas. Las tropas del señor marchaban orgullosamente bajo las banderas con el mon de la casa, para defender el territorio del pillaje y sus enemigos. La presencia de los españoles, sin embargo, causó algo de temor. Pero cuando les vieron marchando juntos, poco a poco se alejaron las suspicacias.

Marchaba con ellos un pequeño tren de porteadores que llevaba la impedimenta y los necesarios bastimentos, también pensando en el relevo de la tropa que en el pueblo estaba destinada. Tras esa marcha, no más que un agradable paseo para los andariegos soldados, llegaron al pequeño pueblo de casas de madera. Las señas del combate reciente estaban en forma de las fosas comunes con los muertos, que estaban tapando en aquel momento, y algunas casas quemadas y violentadas.

Los que allí estaban tenían la mirada de quien ha sufrido hace poco la guerra en toda su crudeza. Los soldados allí eran casi todos ashigaru, tropa campesina y no de la mejor pertrechada que el señor tenía. Les mandaban un pocos samurai, que en éste caso eran como hidalgos de Castilla, más ricos de honra que de bienes, que acogieron con agrado la llegada de los suministros, presentando sus respetos al general Kingo.

No había más defensa en Hakone que un templo con una tapia de piedra, donde ya no había monjes, si no soldados. El resto era, simplemente, un pueblo a la vera del lago.

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05/11/2015, 21:00
Minamoto Kingo

El general mantuvo una conversación con los hombres allí destacados, al cabo de la cual requirió los servicios de los traductores. La tropa tomaba posiciones en la explanada del templo, sin saber muy bien si la marcha proseguiría o se detendría hasta el día siguiente. Eran las dos del mediodia, y hacía un sol de justicia.

Las industriosas mujeres que acompañaban a la expedición se dispusieron, junto a los civiles, a hacer fuegos y preparar la comida para la soldadesca.

-El capitán Yamada dice que mantiene exploradores en el bosque del monte Mikuni. El enemigo ha sido reforzado recientemente con un pequeño contingente de cincuenta arcabuceros, pero se mantienen dentro de su campamento, que al parecer están construyendo a destajo. Tienen ya hecha una empalizada sencilla, casi completa por tres de los lados del risco.

Notas de juego

No marquéis a Dôa que se ha quedado en Odawara

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05/11/2015, 21:05
Director

Los soldados habían partido aquella mañana. Pero ella no marchó con ellos. Parecía que los días de gastar suelas de zapatos habían terminado. Comenzaban los días del sosiego. Del extraño sosiego que reinaba en su país, solo roto por momentos de extrema violencia, que solían producirse con rapidez. El ritmo de la vida del Japón feudal, donde nada cambiaba hasta que todo cambiaba para siempre.

Tras la marcha de los soldados, quedaban en el castillo solo los encargados de proteger la plaza y a la familia que allí estaba. Se rumoreaba que el joven señor tendría que acudir al norte, a terminar con los últimos conatos de rebelión. Pero aquella tranquila tarde de verano, el viento mecía las copas de los árboles en el jardín, y ella servía el té al que ahora era su protector. Un joven abrumado por el peso de la responsabilidad, que siempre sabía encontrar un momento para cultivar sus gustos refinados, entre los que se contaba la poesía.

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06/11/2015, 13:07
Dôa

El mundo había cambiado más allá de aquella frontera que me rodeaba, y apenas había sido consciente de ello. De vez en cuando, escuchaba a algún soldado presuroso lo que había ocurrido, pero no lo entendía del todo, principalmente, porque la historia la escuchaba de manera sesgada, y como si hubiera abierto un libro en una página aleatoria y comenzara a leer a partir de ahí. Era inútil.

Sin embargo, yo tenía mi propia vida, y ésta había cambiado casi de manera radical. Hacía unos días no era más que una muchacha que no encajaba ni en el mundo de las meikos ni en el mundo de las geishas por no haber recibido del todo la preparación necesaria. Y, en ese momento, ya disponía de mi propio danna quien podría asegurar mi buena suerte el resto de mis días. Apenas podía creérmelo, y, a veces, en mitad de la noche despertaba creyendo que el sueño se había acabado. Debía de recordarme los acontecimientos cercanos, y sonreír para mis adentros. Todo había cambiado.

Aquel día descubrí que mi señor se debía de marchar, lo que me provocó un extraño agujero en mi interior, lleno de oscuridad. Me obligué a alzar la cabeza, a sonreír, y a otorgarle los últimos momentos a Hojo de felicidad y sosiego.

Con tranquilidad, como si tuviéramos toda la vida por delante, serví el té con delicadeza, y le preguntaba a Hojo cuáles eran sus escritos favoritos. No tardó en salir a colación la poesía, y asentí con la cabeza, ensanchando la sonrisa, pues a las geishas era uno de los estilos que más nos gustaban.

—Tiene el señor buen gusto— dije, vertiendo el líquido en la delicada taza. 

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06/11/2015, 15:49
Lope de Figueroa y Barradas

Lope contuvo su alegría al realizar el último tocado. Debía ser magnánimo también en la victoria. Con su reverencia y un inesperado abrazo finalizó el combate, el cual esperó que sus hombres celebrasen y subiese la moral de la tropa.

Días después el tercio comenzó la marcha junto a los de Cipango. Un tranquilo trayecto gracias a la unión con el clan Hojo, pues en sus tierras se respetaba a su líder y disponían de los conocimientos sobre el terreno y los pueblos. Durante el viaje, Lope mantuvo su interés en el transporte de la artillería, el cual consideraba importante; pues las piezas serían utilizadas en el posible asalto al enemigo.

La villa de Hakone le hizo recordar similares pueblos de Flandes...Las maldades de la guerra no son propias de una sola nación, pensó, pues estos habitantes de Cipango también conocieron la destrucción que la acompaña.
El templo ofrecía poca protección, pero no llegaron para defender la posición. Mientras el general Kingo hablaba con el destacamento de guardia, Lope hizo lo propio con su sargento.

- Diego.- Le llamó.- Que los hombres descansen por si hay que proseguir la marcha. Haceos cargo del estado de la artillería y los pertrechos de arcabuceros y mosqueteros. Y que se acerque un traductor, he de hablar con el general de Cipango.

Una vez junto al ayudante, entendió las palabras de Minamoto Kingo.

- Pienso que el asalto debería ser lo más pronto posible, pero que los soldados pasen la noche en el bosque no es de mi agrado, general.- Le comentó y después miró al traductor para que fuese hablando en su lengua.- No obstante si estamos bien dirigidos por los exploradores, podríamos tomar posiciones alrededor del campamento justo antes del alba para atacar al amanecer. Es importante obtener un buen emplazamiento de la artillería.

Notas de juego

Dejo libertad por si el traductor quiere ser Rodrigo o Martin.

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09/11/2015, 16:21
Martín de Nagakura

Martín se encuentra ocioso por el pueblo de Hakone. No quiere importunar a esos desgraciados mirándolos directamente, pero le vienen a la memoria todas las veces que ha vivido eso mismo cuando era un samurai.

Has cambiado pero tu vida sigue siendo la misma...

Es entonces cuando uno de los hombres barbados de los gaijin se le acerca solicitando sus servicios como lengua. Le acmpaña sin añadir nada y se encarga de traducir para ambas partes sin añadir ni quitar nada. Son asuntos delicados estos, y no es nadie para discutir o cambiar nada. Él es solo un kirishtian con facilidad para los idiomas... un seguidor de Iesus.

A pesar que no tiene muy claro como se pueden emplazar aquellas piezas de artillería en un bosque y que sirvan de algo, no deja de ser un samurai ignorante de la guerra moderna, y está seguro que hay métodos que desconoce. En sus tiempos mozos habría quemado el bosque para sacar a las alimañas de su madriguera, pero ya no era así. Debía purgar su pasado. Debía cambiar. Mantenerse puro en medio de la guerra. Ilusiones de loco, sin duda.

Acaba de traducir y espera paciente la respuesta de Minamoto sama. Sentía admiración por Lope, y más aún después del combate con Kaneda. Había mucho más de lo que aparentaba debajo de aquel anciano nanban.

 

Notas de juego

Me he tomado la licencia de ser yo, aunque el páter está invitado a unirse a la fieshta! ;-)

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10/11/2015, 15:53
Padre Rodrigo Expósito

El jesuita y Martín viajan junto a la expedición camino de Hakone. Le tranquiliza la relativa calma que siente al llegar a la población, aunque se respire algo de tensión en el ambiente por la llegada del grupo de guerreros y forasteros. Sabe que en cuanto entren en batalla no habrá lugar para la calma, así que esto es mejor que nada.

Cuando son requeridos para llevar a cabo sus funciones de traductores, Rodrigo observa con tranquilidad como Martín ha tomado la iniciativa y se ofrece como lengua para mediar entre Don Lope y el otro hombre, que por su apariencia parece también de alto rango entre los suyos. Asiente satisfecho ante la labor de su protegido. 

Martín parece crecer y madurar día tras día en esta nuestra misión. Sigue siendo bastante cohibido en sus maneras, pero es algo que va en su carácter. Además, este regreso al Cipango tiene que estar provocándole conflictos en su fuero interno constantemente: sensaciones, recuerdos de su pasado, cuando era Satoshi y no Martín. No envidiaría para nada estar en su piel en estos momentos. Y desde luego, está respondiendo mucho mejor de lo que yo esperaba.

Rodrigo permanece tranquilo y solícito al lado de Martín, esperando intercalar sus intervenciones como traductores cuando crean conveniente.

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16/11/2015, 22:52
Pedro Ortega Alonso

Si algo había que detestar de la infantería, para Pedro eran las caminatas, solía bromear diciendo que la guerra era una gran marcha y entre caminata y caminata, se mataba en esta o aquella batalla para dar descanso a los pies. El de Tormesillas hubiera vendido a Cristo y los doce apóstoles por meter los pies descalzos en uno de esos arrozales, como si cuando chico, pasara las horas muertas vagueando en ribera del Duero.

La llegada a la aldea fue bien recibida, pese a que a Ortega las construcciones orientales le parecían endebles y poco durarderas. Además de no tener muralla ni empalizada, si les atacaban Hakone tenía más sitos por los que entrar y salir que un lupanar. Así que esperó por su propio bien que los atacantes fuesen ellos.

Des mismo parecer debía ser el Capitán que, mediante los intérpretes, apremiaba a atacar cuanto antes. Táctica muy española conocida como coger al enemigo "a calzón quitado".

Mientras el intérprete de ojos rasgados habla, Pedro busca un buen lugar en el que dscansar mientras minra con desdén a la escoria armada que iban a ser sus aliados. Campesinos con hoces y horcas temblando como zagales.

Rediós, que mala está la guerra por estos lares que no tienen ni señores soldados para batirse el cobre.

Dijo por lo bajo a los compañeros del tercio.

 

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17/11/2015, 18:08
Don Diego de Tarantela y Villegas

Don Diego escuchó con atención el cambio de palabras entre su capitán y el del cipango, a él tampoco le hacía la gracia eso de acantonar en el bosque, menos aún en aquel poblado, que de malo que era, tenía peor pinta que la aldea de fuente de cantos.

Mientras aguardaban el cruce de traducciones, Diego le comentó al capitán

-Mi capitán, tiene razón, no podemos aposentar nuestras posaderas en esta trampa de ratones, menos aún en el bosque, la marcha ha sido corta y placentera, no veo descabellado hacer una encamisada nocturna, la artillería nos hará de luces-

Aguardó la respuesta de su superior, el viaje había sido fácil, y sabía que arcabuces y cañones no habían sufrido daño, lo que sí, dio un par de voces a los cabos

-Gonzalo, que los hombres no holgazaneen del todo, al menos un par de centilas, que se turnen hasta que salgamos-

 

 

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18/11/2015, 18:55
Hojo Ujinao

Levantó la taza de té al estilo nipón, cogiéndola por el lado contrario por el que ella lo había servido. Lo probó con un largo sorbo, cerrando los ojos. Se hizo el silencio durante unos segundos, y luego sonrió con satisfacción.

-Delicioso.

Parpadeó, mirándola como si quisiera ver más allá de su propia piel.

-Por favor, servíos. No me gusta tomar el té solo.

Esperó a que lo hiciera, observando sus gestos. Por una parte, deseaba a esa mujer de un modo muy masculino, sexual. Por el otro, gozaba de su compañía de tal manera que no quería estropear momentos como ese, siendo rudo o descortés. La respetaba, y sabía lo que era y lo que no era. No era una cortesana, si no una educada dama de compañía. Entregaría su cuerpo o su corazón solo si ella quería.

-Sabéis que partiré pronto, para sofocar la rebelión en el norte -dijo, objetivo- Pero no me gustaría que os quedárais sola en Odawara. No conocéis a nadie aquí...

Eso suponía acompañarle en la vida militar, cual si fuera una bugeisha. Emocionante, pero obviamente no exento de peligro.

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18/11/2015, 19:05
Minamoto Kingo

A los hombres les servían la comida. Otra sopa con arroz y verduras. Los japoneses comían muy poca carne, y cuando lo hacían, era en pequeños trozos. Algunos españoles protestaron, aunque los sargentos ponían los puntos sobre las íes. El menú cuando habían estado embarcados había sido mucho peor, y durante meses. Para los oficiales, se mató un pavo real.

El general asintió, pensando en lo que habían dicho.

-Los japoneses también preferimos ataques nocturnos sobre posiciones fortificadas. Debilitan la moral del enemigo, pero son brutales y sangrientos. Ellos están en lo alto de una colina, así que sorprenderles será difícil, casi imposible. Además, sus cañones son muy grandes, cuesta moverlos. No creo que podamos tomar posiciones antes de que se acabe la noche.

Se rascó el mentón.

-Aunque según el código del guerrero, existe la posibilidad de que ellos decidan aceptar el desafío de una batalla campal. Algo que imagino que no pasará, si tienen instrucciones de resistir hasta la llegada de refuerzos. Pensamos que el ejército de Hideyoshi planea desde hace mucho tiempo la conquista de la provincia, y por eso han apoyado la rebelión campesina en el norte. Así que hay que estar preparados para un contraataque fiero si logramos tomar esa posición.

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20/11/2015, 17:13
Dôa

Aquella pacífica rutina me gustaba. Había paz en cuanto me rodeaba, y parecía que el tiempo se había detenido en un determinado momento, lo que me fascinaba. El mundo podía estar cambiando de cualquier forma, pero allí entre aquellas cuatro lujosas paredes, no existían esos términos.

La tranquilidad se veía rota de vez en cuando por una tormenta momentánea, rápida y fuerte, y otras veces por un viento fuerte que nos recordaba su presencia, pero a las horas desaparecía para ir a destinos más propicios.

Todos los días, sin embargo, eran iguales, y me preguntaba cuánto tiempo duraría aquella ilusión de paz, pues no era ajena a los  asuntos a los que mi señor debía atender, y me imaginaba que aquellos extranjeros para los que traduje cierta información seguían estando en mi tierra, tratando de o bien conquistarla, o bien defendiéndola a cambio de un precio alto para mis congéneres.

En todo caso, yo no podía hacer nada, o eso creía, por lo que mi único cometido, y en lo que realmente me esforzaba, eran en agradar y hacer que el tiempo pasara lo más plácidamente posible en aquel lugar.

Aunque me imaginaba que Hojo tendría otros planes, pues era un hombre de guerra, como todos, y podía ver en sus ojos que quería salir de allí para viajar a un lugar donde fuera más útil. No era de los que se quedaban mirando cómo el otro moría por una causa común.

Como gustéis— dije, sonriente, ante su ofrecimiento, y me serví a misma también un poco de té, degustándolo con calma y disfrutando de su sabor—. Sí, está delicioso— corroboré.

La conversación comenzó más pronto de lo que me hubiera gustado, pero me había hecho a la idea desde hacía tiempo. El pájaro debía volar, y no estar encerrado en una jaula, y Hojo pronto se tendría que marchar. Era su destino, igual que el mío ahora que nuestros caminos se habían encontrado.

Tragué saliva con dificultad, y miré mis manos apoyadas en mi regazo. Tardé en responder, pensando en lo que podía decir, y en lo que debía decir. Me mordí el labio inferior, y suspiré, entendiendo que contra el destino no se podía luchar, sino sólo asumir.

—Iré con vos— dije no tan tajante como me hubiera gustado—. No quiero quedarme a esperar como hizo mi madre con mi padre. Pensar día y noche si volverá el hombre al que…— me corté de inmediato. De esas cosas las geishas no hablaban—. Iré, si vos me lo permitís.

La guerra. Muchas veces oída, muchas veces temida. Y, ahora, me iba a adentrar en su oscuro abismo, y lo iba a hacer por algo que creía que se me había negado desde que me convertí en maiko.

Y trataré de ayudaros en todo lo que pueda— aseguré, esta vez mucho más segura. 

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23/11/2015, 10:14
Lope de Figueroa y Barradas

Lope se impacientó con la tardanza del traductor, sin duda el tal Martín no tiene sangre hispana a buena fe. Fueron bastantes frases a trasladar del japonés al castellano y una vez acabado habló él.

- Lo que no podemos permitir es que los refuerzos se unan a los hombres del fuerte provocando que no haya dilación en nuestro ataque. Si hay batalla campal, proceded; sino, asaltemos la posición con nuestra furia.

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23/11/2015, 17:31
Martín de Nagakura

Martín va traduciendo, tomándose su tiempo para decir las palabras correctas. Le cuesta expresarse en la lengua tan ruda y directa de los nanban, a la vez que no le resulta fácil hacer llegar un mensaje más japonés a Minamoto sama. Tampoco es fácil traducir las órdenes del general nipon a Figueroa, desvistiendo el japones de sus florituras, para convertirlo en el crudo y directo nanban.

En varias ocasiones se pasa la plama de la mano por su cabeza a feitada, a contrapelo, como en busca de la inspiración para decir lo que quiere decir de forma correcta.

Al final queda bastante satisfecho con la traducción.

Sabe lo que significa lo que acaba de decir. Habrá muerte. No hay expresión en su voz. Es Karma. Los designios de Dios. Está listo para lo que está por venir.

 

 

 

Notas de juego

 la tardanza del traductor, sin duda el tal Martín no tiene sangre hispana a buena fe.

jajaja!! mea culpa. Daba por supuesto que poco podía decir en la conversación, sin tener en cuenta que soy el traductor.

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24/11/2015, 15:28
Padre Rodrigo Expósito

Notas de juego

A mí la verdad es que me pasó algo parecido a lo que explica Martín, no sabía como meterle mano a la conversación, y menos teniendo que intervenir como traductor.
Ya propuse en nuestra primera escena como traductores la posibilidad de que lo dicho por los personajes japoneses solo sea visible para Martín y para mí, haciendo que las funciones de traductor sean realmente necesarias y nos tengamos que poner las pilas para no estancar las escenas de diálogos entre ambos bandos, y de paso darle algo más de realismo. Pero creo que mi propuesta no resulto interesante.

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10/12/2015, 00:56
Hojo Ujinao

Escuchó lo que decía, preocupado. La guerra no es lugar para una mujer, al menos para una mujer refinada o de cierta alcurnia. Pero no podía dejarla sola allí, en Odawara. No conocía a nadie, y no dejaba de ser "la mestiza". Murmurarían, la tratarían como una invitada de segunda y creerían que era simplemente una cortesana de la que se había encaprichado el heredero.

Cuando dijo aquella frase, o más bien, no terminó de decirla, él la miró de un modo muy diferente. Albergó esperanzas, aún mayores, de que aquella relación entre ambos podía ser, no algo forzado, si no un sentimiento mutuo. Tenía que decir algo, aunque de buena gana hubiera callado, pues cuando el amor habla, la boca debe permanecer en silencio, para dar lugar al roce entre la piel.

-Claro. Os lo permito, sin reservas.

Fue a servirle otra taza, y sus manos se rozaron cuando él fue a tomarla. Prudente, ella iba a retirarlas, pero él la acarició en la mano y el antebrazo, de forma muy consciente. Esperando que su reacción no fuera de rechazo.

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10/12/2015, 01:05
Director

Los hombres apretaron en la marcha hacia aquel pequeño "revellín". Era difícil marchar de noche, sin ayudarse de luces o antorchas, por un bosque frondoso, sin perderse o separarse del grupo. Por eso, fue menester que cada compañía llevara, al menos, dos fanales para alumbrarse y, con ellos, dirigir los pasos de tres o cuatro escuadras de soldados que iban en fila.

Mover los cañones fue harina de otro costal, y para ello tuvieron que tomarse los caminos principales. Afortunadamente, para eso contaban con la pequeña fuerza de caballería, que eliminó cualquier obstáculo, incluídos a los centinelas apostados por el enemigo. De ésta manera, se perdió el elemento sorpresa, pero moviendo tal cantidad de gente la sorpresa era casi imposible.

Sea como fuere, el enemigo no pareció reaccionar de forma inmediata. Por eso, en torno a las seis de la mañana, con el alba despuntando sobre la campiña, los españoles llegaron a la linde del bosque para encontrarse que la guarnición de aquella plaza estaba perfectamente formada en el centro de la floresta, desafiante. En ese momento, fuerzas de caballería patrullaban el camino, y se replegaron al comprobar que la caballería enemiga venía por allí. Lo que les sorprendió fue la fuerza de infantería española y japonesa que salió del bosque.

Las estimaciones sobre el enemigo eran desacertadas. Quizá habían reforzado su número el día anterior, pero les doblaban en número, quizá algo más. Tenían más del doble de jinetes, pero menos arcabucería. Los cañones, si es que merecían tal nombre, eran dos pequeñas piezas semejantes a un falconete.

Tocaron los tambores, y los españoles formaron en el acostumbrado cuadro, que en éste caso fue un "prolongado de gran frente", para aprovechar mejor el poder de fuego de las mangas de los arcabuces. Por su parte, sonaron trompetas y cánticos a modo de desafío, mientras ambos bandos preparaban la estrategia de aquella pequeña batalla.

Notas de juego

Se requiere tirada de Táctica de Lope, y otra de Liderazgo del sargento Tarantela.

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10/12/2015, 01:42
Don Diego de Tarantela y Villegas

Así que  eran todo falacias, el enemigo está reforzado y nos dobla en número, ya se de que pecan estos del cipango, de inteligencia precisamente...

Fue el primer pensamiento de Don diego, el cual aprestaba su alabarda con fuerza, dispuesto a elevar la moral de la soldadesca, cansa de una noche de andares entre bosques.

Andó hacia el centro de la formación, para que todos escuchasen bien su posterior vocerío.

-Soldados, a formar!- La primera de las órdenes, el principio de la arenga

-Dios ha querido hoy la gloria para los españoles, únicamente el enemigo nos dobla en número, menester fácil para cualquier hidalgo que se preste- Siguió con convicción

-Hoy nos ganamos la paga de nuevo, no quiero flaquezas, no quiero llantos ni quejas, hoy solo quiero beber ese vino caliente al que llaman sake en esa plaza- Alzó su alabarda y señaló las posiciones del enemigo

-No me vale nada salvo la victoria, ¡que no somos tudescos, pardiez!, luchar con bravura en nombre del rey de España o si no, estaré yo detrás para azotaros con látigo, y ahora, a cumplir!-

-VIVA ESPAÑA!-

Mientras sus hombres formaban, alentados por sus palabras, Diego maldecia una y otra vez a los espias propios del cipango, siempre en voz baja

-Pondria yo, un mes entero de vendimiar a aquel cegato que informó de esta manera, anda y se pudra el muy maldito hideputa de ojos rasgados...-

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirada de liderazgo: 6, éxito