Partida Rol por web

FLASH.

Tras el caos vivido en el claro de Trigal, lo que más descoloca a Astrid es la repentina calma. Los cuatro -la humana y los tres pokémon- han aparecido en algún lugar, en una ciudad diferente. El cielo luce despejado y la ciudad, soleada y tranquila. Las casas son bajas, bastante diferentes a los rascacielos y modernos edificios de trigal; algunas tienen tejados verdosos de pizarra. Cerca se ve un centro pokémon, pero este no muestra banderas del Team Rocket ni signos de disturbios. Tampoco se ven plantas saliendo del suelo ni calles rotas por ninguna parte.

Iri salta al suelo de los brazos de Iri -que compartía con Celebi- y la mira expectante, moviendo sus preciosas colas de un lado a otro. El sol arranca destellos dorados de su pelaje.

Celebi, sin embargo, parece cómodo por ahora en brazos de Astrid y mira a su alrededor con sus enormes ojos azules, curioso.

No había estado aquí todavía...

-Miiii... -dice el abra tímidamente. A Astrid, que tiene esa afinidad especial con los pokémon, le da la sensación de que si no fuera un abra se pondría colorada.

El Entrenador -se trata de Shiert; en sus pensamientos se percibe que ella piensa en él con mucho respeto- me pidió que os trajera aquí... Que os pusiera a salvo.

Ella también espera a ver qué hacer, sentada en el suelo junto a Iri, jugueteando con las puntas de los dedos.

-Deberías volver con Shiert, seguro te necesita allá.

Flexionó las rodillas para quedar mas a la altura de la Abra.

-Gracias. Ten cuidado una vez estés allá, nosotros estaremos bien por aquí.

Volvió a su postura normal, y habló con calma, agradecida del entorno tranquilo. Se llama Ciudad Verde. Me gusta mucho aquí, hace tiempo que no venía. Si no tuviera el Centro de Voluntarios para atender junto con el resto de los que estamos allí, habría considerado venir a vivir aquí. Sonrió levemente.

-Aquí la gente y los pokemon están en calma, como en la mayoría de ciudades tranquilas. Claro que, no se puede tener a todo el mundo contento, creo que ni tu podrías. En otras partes, de esta región y el mundo, hay cosas horribles sucediendo, pero también cosas maravillosas. Yo creía (y sigo creyendo) que muchas cosas malas desaparecerían con el verde. Claro que traerá cierta incomodidad al principio, pero terminaríamos adaptándonos. Pero, como sea, creo que tu ya has tenido bastante por hoy. Sé que el bosque que lleva el mismo nombre que esta ciudad está cerca, quieres ir hacia ahí o prefieres pasear por aquí primero? Mis cosas quedaron allá pero al menos tengo algo de dinero en un bolsillo. Ahora mismo nos queda confiar en nuestros compañeros que siguen allá, aunque esa gente debería marcharse siendo que ya no tiene objetivo.

-¡Miiiii...!

¡N-no! Al tratarse de telepatía, los sentimientos se transmiten de una forma mucho más directa, al abra le resulta difícil filtrarlos. Aunque ella misma parece sorprendida de haber sido capaz de transmitirle eso.

Señorita... Yo... Querría quedarme con usted. Quizá... Quizá sea de ayuda... ¿Qué va a hacer si no cuando quiera volver? ¿O es que no tiene intención de hacerlo? El Entrenador está con todos esos pokémon, compañeros, estará bien... Pero... Usted... Claro que... El Señor del Bosque... Pero... yo puedo llevarlos adonde ustedes me digan >///<

Hay algo más. Astrid no necesita telepatía, conoce lo suficientemente bien a los pokémon para darse cuenta de que a esta abra no le gustan las peleas y las multitudes la agobian. Ver a Shiert y Blake heridos, así como las muestras de violencia, la han hecho pasar un mal rato. En este lugar y en esta compañía parece más tranquila. Un pequeño respiro.

Celebi deja que el abra se exprese sin interrumpirla y que Astrid y ella tomen sus decisiones. No es asunto suyo. Cuando terminan, se vuelve hacia Astrid con gesto grave.

La ciudad aparece casi desierta. Casi se puede ver el aire ondular al calor de la tarde. Desde la sombra del Centro Pokémon, apenas se divisan viandantes. Solo un anciano que pasea por la calle los observa desde lejos; parece preguntarse qué será aquel pokémon verde, pero desde la distancia no parece que pueda distinguirlo con claridad.

Astrid. Celebi la toma de las manos y tira suavemente de ella para apartarse de la curiosa mirada del anciano. Tenemos que acabar con esto. Me encantaría internarme en el bosque dejarme envolver por las ramas de la vida... Pero no puedo. Hoy lo he visto. He causado dolor. No la muerte que forma parte de la rueda de la vida. Dolor. No quiero ser el ojo de la tormenta que sacuda la telaraña de la humanidad. Por primera vez, desde que esos humanos me cerraron la puerta al mundo, he hecho algo que no había hecho nunca. He visto a través de sus ojos. He visto su miedo. He visto lo que ellos llaman hogar. He comprendido qué es lo que no comprenden. Y he comprendido que no comprendo.

Tengo que ocultarme, pero no puedo esconderme. Mi sola presencia ya es devastadora para ellos, sé que no puedo permanecer para siempre entre vosotros... pero antes de marcharme tengo que dejar todo ordenado. Tengo que resolver esto. Es mi responsabilidad.

Astrid siente cómo Celebi le aprieta las manos. Ese tacto fresco y suave, de pétalos de flor.

¿Me ayudarás? ¿Me ayudaréis? Estoy dispuesto a escuchar. Solo... Solo dime. Decidme. Hablemos. Cuando las cosas se hayan calmado. He comprendido que mi forma de actuar errática no era sostenible a largo plazo. Que veía todos los puntos del Tiempo, pero no era capaz de observar el conjunto. No quiero seguir con esto. No quiero hacer daño.

Parece más maduro, más sabio que nunca, y a la vez parece un niño desvalido, asustado ante la vastedad del mundo.

-Esta bien, Mii-chan. Es decir...Abra. Lo siento -se disculpó- Solo me fue natural llamarte así, ojalá Shiert te ponga ese u otro nombre mas bonito eventualmente.

Dejó que Celebi le guiara con sus jalones pequeños, y le miró preocupada conforme hablaba.

-No es justo que simplemente te marches. Si quieres dejar de hacer lo que estás haciendo, hazlo, pero tu también tienes derecho a existir. Solo necesitas hacer lo que otros como tu hacen: permanecer en perfil bajo, sin llamar la atención. Estoy segura de que nadie te encontraría jamás si vivieras en un bosque grande, al menos no sin que tu quisieras. Escuché que otros simplemente erran, vagando de un sitio a otro. Así incluso de ser vistos jamás pueden ser ubicados del todo.

El pulgar y el índice de cada mano tomaron el tacto del Guardián de los Bosques con delicadeza, pero decidida a no aceptar este hecho.

-¡Incluso yo puedo esconderte! Estaba pensando salir del pueblo y viajar por todo el mundo para ayudar a los que encuentre en mi camino. Solo, ven conmigo. Nos perderemos en sitios remotos y haremos lo mejor que podamos para ayudar aunque sea un poco a que otros puedan tener mejor vida. -le miró suplicante. No había ninguna duda a que estaba dispuesta a correr lo mas lejos posible con él de cualquiera que quisiera hacerle daño si este le permitía hacerlo- Incluso puedo disfrazarte para que nadie te reconozca y puedas vivir en tranquilidad.

Gracias, Astrid. 

Celebi sonríe. Su sonrisa es como el sol dorado entre las hojas de los árboles una mañana de verano.

Aunque... No puedo no quiero no es mi naturaleza ir contigo... No puedo atarme al tiempo andar siempre hacia adelante a la misma velocidad arrastrarme cuando puedo volar... Y tú no puedes vivir para siempre allá donde el bosque es virgen. Necesitas a otros humanos. Aunque no lo creas.

Niega suavemente con la cabeza, pero sigue sonriendo.

Pero, Astrid, tú siempre serás mi amiga. Siempre siempre que me llames, yo te oiré. Allá donde estés. No necesitas sonidos palabras, basta con que me llames dentro de tu corazón. Yo lo oiré. Porque el vínculo que tenemos ahora ya nunca podrá romperse.

A mis amigos los guardo en mi corazón

y siempre los escucho.

Cuando dejemos todo esto resuelto me marcharé. Al bosque adonde siento que es mi hogar. Pero sabes que volveremos a encontrarnos.

Astrid guardó silencio unos cuantos momentos. Habían frases que decía pero que, como siempre, podía "sentir" y terminar de redondear su significado. Comenzaba a acostumbrarse a esa forma de comunicación armónica, aunque le producía cierto pesar pensar que llegaría a su fin pronto. Sin embargo sonrió, de lado, con un suspiro resignado.

-Ya veo. Tu decisión está tomada. Si ese es tu deseo, entonces solo resta reparar lo que consideres conveniente. Imagino que con esto nos referimos a quitar algo de verde de las ciudades. Deberíamos dejar Trigal para el final mientras las cosas se calman allá, espero que esa gente se disperse pronto al haber perdido su objetivo. ¿Deberíamos empezar con las vías del Magnetotren? Recuerdo que estaban bloqueadas...eso me recuerda, ¿lo hiciste a propósito o solo fue un casual? Digo, me ayudó con lo de encontrar a Iri.

Las "vías" caminos de hierro del "Magnetotrén"... Sí... Si tú lo crees, empecemos por ahí. Me alegro de que te ayudara, aunque fue totalmente casual. Yo... Solo sabía que la hierba, las plantas, querían nacer. Querían vivir. Vi tanto espacio, esas ramas muertas de metal "vías"...

Celebi va revoloteando a su alrededor, pero sin necesidad de que los gestos de la criatura correspondan a sus sentimientos, Astrid siente en su mente cómo Celebi se encoge de hombros.

Abra -Celebi sonríe a la pequeña pokémon psíquica- ¿podrías llevarnos? No puedo hacer pasar a Astrid a través del tiempo. Será mejor que nos lleves tú ^^.

-¡¡Miiii!! ^////^

El abra se siente tan halagada y honrada por que el Señor del Bosque le esté pidiendo algo que parece que vaya a implosionar de pura timidez. Pero enseguida sus ganas de cumplir con el encargo vencen a su timidez natural y toma a Calebi y a Astrid -a cuyo brazo libre salta enseguida Iri- de las manos y los teletransporta a las vías del Magnetotrén.

El lugar está tal y como lo dejara Astrid la última vez, salvo porque aparece desierto. En un segundo vistazo, puede verse que no está exactamente igual: parece que los servicios de emergencia -bomberos, guardabosques o cualquier otro- han estado intentando cortar algunas de las ramas para despejar las vías, pero es evidente que, dada la situación en Ciudad Trigal, han ido a atender la emergencia con más prioridad.

-Como sabrás, fueron colocadas por los humanos, porque permiten transportar a una gran velocidad personas, objetos y pokemon. Las vías conectan con muchos sitios y facilitan la vida para quienes no podemos teleportarnos como abra, volar, o correr muy rápido.

Rascó el pelaje de Iri, concretamente la cabeza alrededor del mechón rizado que poseía.

-El metal no es del todo antinatural, en su base es solo tierra refinada. Por ahora, es mejor liberarlas porque parece que por medios normales no ha podido quitarse.

-Hmmm... -Celebi reflexiona sobre las palabras de Astrid mientras vuela liviano hasta la masa de vegetación que cubre las vías.

Por favor... Debéis apartaros... Yo os ayudaré...

Son solo ecos de pensamiento. De unos pensamientos en un lenguaje imposible de expresar con sonidos humanos. Celebi le está "hablando" a las plantas.

Y ante los ojos de Astrid, las plantas que cubren las vías empieza a moverse, a crecer, como si de un vídeo a cámara rápida se tratase. Se alzan, se retuercen y se retiran, se pudren ramas y nacen yemas a una velocidad imposible, entre un resplandor verdidorado que no parece, sin embargo, un artificio, sino que solo se suma al del propio sol.

En unos segundos, las plantas que bloqueaban las vías del Magnetotrén se han apartado, formando un espeso túnel de ramas entrelazadas que deja espacio de sobra para que el tren circule por su interior. Si Astrid se asoma por dentro puede ver que no hay una sola brizna de hierba entre las vías, que aparecen limpias y relucientes allá donde el sol se filtra entre las hojas arrancando destellos plateados de ellas. Hasta donde le alcanza la vista, la vegetación forma una bóveda arqueada y verde que arropa el camino del Magnetrotrén donde antes lo bloqueaba.

¿Está bien así? -El Señor del Bosque se acerca con calma y amabilidad a Astrid y pregunta su opinión con quizá una cierta timidez. Así podrá pasar esa cosa de metal "tren". Creo que hay espacio suficiente ¿no? Va rápido, pero estas plantas son fuertes y no tienen miedo. No... no podía arrebatarles la vida que yo mismo les ayudé a conseguir... pero así caben todos. ¿No?

Astrid observó reverentemente el desfile vegetal, que se acomodaba a los designios de Celebi. Mordió lo que quedaba del dulce partiéndolo en pedazos, y liberó el palillo del mismo, guardándolo en el bolsillo de forma despistada, pues era mucho mas importante de presenciar, y probablemente de esas ocasiones de una vez en la vida. Era aunque lógico, extraño ver que la vida vegetal se moviera de forma distinta al ondear de las hojas en el viento, y un tanto perturbador que ahora se desplazaran con esa velocidad.

-Creo que incluso está mejor que en un comienzo -respondió, asintiendo- El tren debería pasar sin problemas, aunque tu debes tener mejor noción de su tamaño que yo incluso. Por las dudas, haz la abertura un poco mas grande para estar seguros.

Se quedó pensativa.

-Estuviste en Lavanda, pero creo que el árbol no será una molestia para nadie, de hecho es algo inusual y lo cuidaremos bastante allí. ¿Por cual otro sitio has estado, aparte de Trigal?

-¡Biii!

El túnel de plantas que cubre ahora las vías del Magnetotrén se ensancha un poco más.

-Mmm... Biii...

Por la mente de Astrid pasan un montón de lugares por los que ha pasado Celebi. Muchos no los reconoce. A lo mejor se ve un trozo de carretera anónimo, o unos árboles sin mucho contexto, casas que podrían estar en cualquier parte enterradas en enredaderas... A Astrid le llaman la atención lo que en un primer vistazo le parecen unos preciosos árboles ornamentales en flor, de troncos gráciles y rectos plantados a intervalos perfectamente regulares al filo de una carretera... que, tras pensarlo un poco, se da cuenta que no son sino postes de la luz a los que Celebi les ha hecho salir ramas. También hay una imagen de la central eléctrica de Kanto. Anegada de plantas. No he roto la "presa", como me pidió Tharion :D Aparece una imagen de la presa de Kanto que nutre la nueva central eléctrica hidráulica. Efectivamente, si la presa se hubiera roto habría habido unas inundaciones graves.

-¿Estas cosas las acabas de arreglar o ya estaban así? Todo se ve en perfecta armonía, dudo que hayan quejas o molesten a nadie.

Puso las manos en la cintura, satisfecha.

-Las cosas se ven perfectas aquí ya. Si vamos a visitar cada sitio, será mejor darnos prisa mientras sigue la conmoción en Trigal. Sería conveniente que le indicaras a Abra tu mismo, presiento que podrán comunicarse mucho mejor que conmigo entre ustedes.

-Mmm... ¡¡Biiii!! ^o^

¿Te gusta? ^o^ Sin embargo, a aquellos chicos un chico con el pelo castaño acompañado de un farfetch'd, una personita de aspecto huraño acompañada de un abra y un joven rubio de mirada lánguida con un litwick al hombro no parecía gustarles... No les gustaba, pero no estaban enfadados. Más bien preocupados. Asustados por lo que Celebi estaba creando. Lo habían llamado, dispuestos a rogarle su ayuda. Celebi le transmite a Astrid los sentimientos con una precisión que las palabras jamás serían capaces de expresar. Les pedí que vinieran a "Ciudad Trigal" hoy, pero con todo el lío de antes, creo que estoy en el tiempo equivocado... Aunque cuando estábamos en la ciudad me pareció que estaban muy cerca... El chico rubio no, los otros dos.

-He visto a esa persona antes -dijo, con cierto interés- es un Líder de Gimnasio de cierta ciudad. No sabía que le conocías. Quizá, si dices que los citaste en Trigal, estén allá con el resto ahora mismo. Me pregunto que sucederá allá...

Se cruzó de brazos con suavidad.

-Pero, tenemos cosas que hacer por nuestro lado. Debemos continuar rectificando estas cosas. Pongámonos en movimiento al siguiente sitio.

-Biiiii.

¿Adónde deberíamos ir a continuación, entonces? Iremos adonde tú digas. Confío en ti, Astrid.

Celebi pega la cara contra la nariz de Iri, juguetón. La vulpix pega un respingo y se retuerce entre los brazos de Astrid, pateándola, para esconder la cara, azorada. Al poco, sin embargo, asoma sus ojos almendrados y luego su hociquito, tímida y curiosa.

-¡Ji, ji, ji! ^^

Bueno, está esto...

Sin embargo, quizá luego debamos volver a Trigal a reunirnos con mis amigos. ¡Así podrás conocerlos y... y... y hacer cosas de humanos! :) ¡Seguro que te gustan! El humano bajito huele a bosque y el chico del pelo castaño tiene música en la cabeza. Aparentemente, Celebi piensa que para los humanos cómo huela alguien es una razón perfectamente válida para que te caiga bien.

-Si...-dijo acariciando el mechón rizado de Iri- Eso se te fue un poco de control. Pero no es muy difícil de arreglar, solo tienes que evitar que el verde cubra las puertas, ventanas, chimeneas y conductos o aberturas en general que comuniquen el interior de un edificio con el exterior.

Rascó la mejilla, divertida.

-Nosotros no tenemos un sentido del olfato tan desarrollado, no podría saber que alguien huele a bosque o a otra cosa excepto que el aroma fuese muy intenso. Ahora, vayamos allá. Que ciudad sitio es este que me muestras. Así como está no podría reconocerlo.

-¡¡Biii!! ^o^ -exclama Celebi, lleno de entusiasmo, listo para ir a su próximo destino.

Iri, contagiada de su entusiasmo, también suelta un ladridito, aunque no tiene del todo claro de qué va la cosa.

Qué sitio es... Eh, pues... No sé el sonido por el que lo llaman los humanos. Le muestra una imagen mental más amplia a Astrid. Se ven montañas.

Una vez más, el abra teletransporta a todos los presentes y, en un segundo, Astrid y los pokémon se encuentran en el paisaje del recuerdo de Celebi. Todas las casas aparecen forradas de hiedra, musgo y otras plantas. Sigue haciendo el mismo sol, pero el ambiente es más fresco y húmedo. Verde. Como dentro de un sueño verde.

En un primer vistazo no se ve nadie. Solo el sol sobre las plantas y el chirriar de un pokémon bicho en la lejanía. Al poco se oye una voz ajada gritando y a Astrid le parece oír una especie de bufido o siseo. Viene de una dirección determinada, debe de estar al pasar una o dos casas.

Al mirar a su alrededor, Celebi ha desaparecido, aunque, de alguna forma, Astrid se siente observada por sus enormes ojos azules, llenos de curiosidad, y sabe que no debe de andar muy lejos, quizá entre las hojas de algún árbol u oculto tras el follaje de algún tejado.

Iri ha saltado al suelo y la mira con las patitas firmemente clavadas en la mullida hierba que cubre también el pavimento, lista para seguirla.