Partida Rol por web

Una vez en la taberna, me pareció que era muy grande, pues había estado yo acostumbrado al castillo que guardaba y que así me parecían pequeñas el resto de viviendas. Está también, pero no tanto. Cuando oí el ofrecimiento, asentí, pero también hablé.

Venimos de parte de Guzmán, con vaso de vino caliente de su parte, supongo que saben quién es... -les dije-. Además, queríamos hacer noche aquí, una sola. Para nosotros dos, como estáis viendo -les dije a las mozas-.
Al fondo andábase sentado un tipo que tenía cierto recorrido, seguramente, por su aspecto y porte. Aún así evite mirarle, pues a veces hay gente de mala calaña que hace de las suyas por menos de un vistazo. Por ello, solo me atreví a preguntar por otra cosa.

Y el buen señor de este pueblo... Hemos oído que algo le ha pasado recientemente... ¿No es así? -queria algo de chanza con ese caso de vino-.

Vuestro forzado anfitrion sonríe por primera vez ante la referencia como señor de Cascabelos que le hace Gonzalo de Villalba:

- O no, no soy señor de nada, simplemente me ha ido bien en la vida a nivel económico, pero no soy de noble cuna, a la diferencia de vosotros. Por favor, sed más que bienvenidos si descanso es lo que buscáis, puedo proporcionarlo. 

Al ver el gesto del dinero de Argia, vuelve a sonreír.

-Os agradezco el gesto, pero que diría de mi hospitalidad si cobrase a unos nobles señores que solo buscan un poco de reposo. Por favor, seguidme.

Una vez aclarado el tema de vuestra visita, parece que se muestra más afable que de entrada. Lo seguís por unos pasillos ricamente decorados hasta un pequeño patio interior, en el que hay unas butaconas entorno a una mesa de madera. El sitio es bastante fresco, pues da la sombra en casi su totalidad, y una fuente con correr de agua continuo suena de fondo, haciéndolo un lugar muy apropiado para precisamente, descansar. Al poco de llegar, una sirvienta a parece con una jarra y varios vasos, que sirve adecuadamente a cada uno de vosotros, dejando para final al dueño de la casona, así como un plato con queso ya cortado en pequeños trozos, y unos racimos de uvas.

- Espero que las viandas sean de vuestro agrado. Las uvas y el vino son cosecha propia, pues a eso me dedico, y el queso es comprado a un campesino del pueblo que, la verdad, mima mucho su producto. 

El hombre bebió un pequeño sorbo, y mientras cogía un pequeño trozo de queso, preguntó :

-Es raro ver por esta zona gente de alta alcurnia, lo normal es que venga algún comerciante a por vino, y peregrinos, muchísimos peregrinos, pero nada más. A parte del descanso ¿Qué os ha llevado a transitar Cacabelos?

Una de las meseras, que andaba apurada de un lado para otro, recibe vuestra petición con una sonrisa. 

-Ah, el bueno de Guzmán, ahora os traigo un par de vasos. Pero de lo demás, será mejor que os atienda su primo, está mas enterado de lo que pasa fuera del pueblo. Yo solo se los rumores, que han asaltado una caravana del burgués. 

Os dice eso y se aleja, y habla con el hombre que estaba hablando en la esquina de la barra por dentro de la misma. Os mira y desaparece tras una puerta que estaba a su lado, para aparecer al rato con un par de vasos hacia vuestra mesa, donde se sienta.

Nada más llegar, os pone dos vasos, uno enfrente de cada, y se deja uno en su mano. Se sienta con vosotros y le pega un buen trago a su vaso antes de dejarlo en la mesa y hablar.

-Así que os manda mi primo, y nada menos que preguntando qué pasa con el "señor"- dice esto con un tono claramente irónico- del pueblo. Si es que no se puede ser más hablador que él - sonríe- . Bien, primero probad el vino y me decís que os parece, y luego hablamos de lo que queráis, con el segundo vaso, que ese ya no va por cuenta de la casa, ¿bien?.

Tras probar el vino, y encargar un segundo vaso, el hombre parece un poco más hablador.

-Mi nombre es Faustino, antiguamente era soldado, como veo que eres tú - dice observando a Gonzalo- y luego me volví una especie de comerciante - dice mientras mira de soslayo a Abraham- y aquí estoy ahora, dueño de una taberna. En cuanto a los rumores, dicen que han asaltado una carreta que venía para Gonzalo, el burgués del pueblo que se dedica al vino. Al parecer era el pago de su último envío para un señor de un castillo cercano, y no va a ver un solo maravedí. Malos tiempos para él, pues dicen que no era un pedido pequeño.

Lope se adelanto a hablar en nombre de todos.

Un encargo, la fortuna y los rumores del buen vino que tenéis aquí. El buen vino está garantizado dijo probando de una copa recordaré este lugar cuando vuelva a las tierras de mi familia y tenga que proponerle algún nuevo intercambio de bienes a mi señor padre. La fortuna de que nos hayáis recibido a pesar de las habladurías de los habitantes del lugar. ¿Os ha sucedido algo en lo que podamos ayudaros? Vamos camino de Villafranca pero tenemos tiempo de escuchar a quien tan amablemente nos ha recibido.

La noble agradeció la bebida y las viandas probándolo todo con calma y unas modales exquisitos, dignos de alguien de su posición y demostrando también que se desenvolvía perfectamente con una sola mano.

- Yo hablaré también sobre tan ricos manjares, quizás las haciendas de mi esposo y mi Padre decidan hacéis algunos encargos.

Esperó a que contestase a las preguntas de Lope pues estaría bien conocer si la enfermedad había llegado también a aquel lugar.

Entré a la taberna junto con el soldado que apestaba. La verdad hubiese deseado una compañía más amena en ese sentido, pero tenía que ser también justo con el hombre pues no me había dado hasta ahora razón para pensar mal sobre él más allá de su particular "fragancia", con lo que tragué ese sentimiento y caminé a su lado hacia donde estaban las mozas sirviendo. 

Ahí nos sirvieron buen vino y nos contaron un poco más de lo que acontecía en el pueblo y los alrededores, específicamente con este asunto de que le habían robado al señor del pueblo. —Con que sí hay asaltantes de caminos en estos lares. Mal asunto. — Comenté en voz alta un poco temeroso de nuestra comitiva. Lo miro a Gonzalo y le digo —hicimos bien entonces en parar, mejor viajar de día, no ser presa tan fácil para los que acechan pendientes de viajeros incautos. — Vuelvo a dar un trago de vino. —Además la cosecha se ve que fue buena este año. — Digo sonriéndole a Faustino y levantando el vaso en señal de aprecio por la bebida.

—Y dígame, ¿se sabe por dónde fue este asalto? Sería bueno ver si podemos evitar la zona, o si la pasamos y fue gracias a la obra de Adonai que transitamos seguros sin saberlo. — Digo apuntando al cielo, pues sabía que el Señor cuidaba.

Asentí ante la presentación, dejándome un poco llevar por el ofrecimiento de vino, que no era menester rechazarlo.
Ballestero, para más señas -le respondí-. Había estado escuchando todo lo dicho, incluso el comerciante Abraham le había dado cierta importancia al asalto, lo cual un servidor había estado tambien a punto de preguntar.

Ruego nos diga lo como fue ese asalto, y dónde, para no clavar ni más ni menos saetas que las necesarias a quien se atreva, y a fin de que se acuerden de uno... -les dije-.

Gonzalo hace un gesto de agradecimiento hacia Argia y Lope, cuando hablan de su vino.

-Encantado estaré de servir mi buen vino a nobles casas. Cuando paséis de regreso de vuestro encargo, os prepararé un pequeño pedido para que podáis degustarlo con los vuestros. Qué menos.

Se queda entonces un rato callado para continuar contestando a la información otorgada por Lope:

- ¿A Villafranca? - se mostró curioso vuestro anfitrión - es el castillo más cercano, y buena ciudad. Allí vendo mucho del vino que produzco aquí, en Cacabelos, al señor del castillo precisamente. No está muy lejos y el señor paga bien, y menos mal. - Sonríe tristememente hacia si mismo y suspira  cuando mencionáis las habladurías del pueblo.- Veréis, hace nada me hicieron un gran pedido en tierras gallegas, pero la carreta que volvía con uno de mis empleados, un par de guardias y el dinero del pago, parece que, a todas luces fue asaltada, o eso parece indicar la información que me ha llegado precisamente, desde Villafranca, viajaré hasta allí estos días para enterarme bien. Cosas que pasan a veces, debería haber mandado mas guardias dada la importancia del pedido, aprenderé para la siguiente. Me he enterado de la noticia poco antes de vuestra llegada, es por eso que me disculpo de nuevo por el escaso recibimiento, no estaba ni avisado ni preparado para vuestra llegada. Igualmente, mi casa es vuestra para descansar el tiempo que necesitéis. Puedo prepararos baño y estancia si es que quisierais hacer noche.

Sonríe ante el ofrecimiento de ayuda de Lope. 

-Muchas gracias noble señor, pero no, en tal caso soy yo el que debe de ayudaros ¿necesitáis de algo que pueda proporcionaros, a mayores de lo ya ofrecido?

Faustino, pese a hablar con cordialidad con ambos interlocutores, mira la kipá de Abraham esporádicamente con cierto recelo, a la par que a Gonzalo con cierta aprobación, tras asegurarle este que era ballestero. Tras vuestras preguntas, pega un trago largo de vino, y se pone serio, dándose cierta importancia.

-No hay mucha información de momento, nos hemos enterado todos, incluido el señor, hoy por la mañana. Vinieron un par de mensajeros del castillo de Villafranca a hablar con él, y luego pararon aquí a refrescarse, ya os podéis imaginar el revuelo de chismes y chismosos. No suele haber mucho bandidaje por la zona, la mayoría de la gente que transita estos caminos son peregrinos que poco beneficio le pueden dar a un asaltante. A mayores está la encomienda de los Caballeros de Santiago, que no serán muchos, pero disuaden. No obstante, el tonto del burgués, mandó un pedido enorme a tierras gallegas, se veía a leguas que iba bien cargado, y solo mandó dos guardias, a mayores del conductor de la carreta. Para alguien un poco avispado no era muy complicado emboscarlos a la vuelta. Me imagino que sería lo que pasó. En cuanto al lugar de la emboscada, siendo que avisaron desde Villafranca y aquí nadie llegó, cabe suponer que los asaltaron pasada Villafranca.

Continuaremos viaje tras Vilafranca hacia Cova dos mouros, cualquier noticia que hallemos en el camino sobre ese envío de vino, pareció darse cuenta de algo mientras hablaba, y de los guardias os la haremos llegar. Es lo menos por vuestra hospitalidad que también se la haremos saber al señor de Vilafranca.

​​​​​Lope creía que con eso pagaba viandas y hospedajes, puede que tuviera más estima de si mismo de su importancia real pero en su cabeza no había mejor pago que su palabra a otro noble...aunque para ese noble el no fuera nadie a tener en cuenta.

Después intentó desviar la conversación al estado de los caminos y los sucesos de la comarca en los últimos tiempos (no siendo que el mal del señor de Cova dos mouros estuviera más extendido)

Estará ese tal burgués muy apenado, encabronado, más bien... -le dije, habiendo escuchado la narración del asalto e imaginándome rápidamente cómo había podido ser ese asalto-. El caso es que el hombre que me acompaña y un servidor, Gonzalo (no quise dar nombres que no fueran más allá del mío, por si no gustaba de ello)- buscamos en esta población alojamiento en donde fuera para esta noche. No somos dignos para la casa de Gonzalo, tal vez vos sepa de algún pajar o lugar donde dormir bajo techo -le requerí-.

Y en mi mente comenzó a dilucidar algunas ideas que no sabía si eran ciertas a priori, pero algo me decía que ese tal hombre que se había sentado con nosotros no parecía trigo limpio. Tal vez luego se las comentara a Abraham.

Por cierto, ¿como se llama vos? -le pregunté, mientras le daba un trago de vino-.

Argia permaneció en silencio, saboreando el vino que les había ofrecido por si detectaba algo raro en él, después de todo no llegó a beber un trago de este sino que lo saboreó con la lengua y los labios. 

Si también abastecía al castillo quizás el vino pudiera estar relacionado de alguna forma.

Villafranca, para allí iban. Bueno, con un poco de suerte los bandoleros estarían demasiado ocupados con su jugoso botín como para fijarse en una comitiva con una carreta y poco más que algunas personas. —Sí lo estará. — Estuve de acuerdo con Gonzalo sobre que el señor estaría encabronado y me pregunté cómo lo estarían manejando el resto del grupo en la casa del don.

Luego de eso, Gonzalo preguntó por un lugar para quedarse y estuve atento a la respuesta a ver qué decía el hombre, además de que era cierto que aún no sabíamos el nombre, o se me había escapado.

-Encabronado es la palabra amigo, el burgués no es mal hombre, y hace bien al pueblo, una pena, pero seguro aprenderá a enviar más hombres para la próxima. Mi nombre es Faustino - dice escuetamente - y debería atender un poco el negocio. Si dormir queréis, buen Gonzalo, tengo atrás una habitación comunal con jergones. Podéis quedaros por un maravedí los dos. Precio de amigo - dice mientras sonríe.

No se cual es vuestro destino final, pero a Villafranca llegáis bien rápido. Que tengáis buen viaje, y ojo en el camino, que aunque es bastante seguro, nunca se sabe. Que se lo digan al burgués.

Una vez dice esto, desaparecer entre el jolgorio de la taberna, donde os quedáis a probar el buen y barato vino que os han servido. Sin duda no es el vino cutre de muchas tabernas de mala muerte. Beber en una zona donde se produce el vino, es lo que tiene.

Al anochecer os vais a la habitación comunal, donde duermen otras 4 personas, a todas vistas peregrinos. Pese a lo humilde de las instalaciones, los jergones son cómodos, y descansáis bien. Os despierta el canto del gallo y el bullicio de los peregrinos que comienzan el viaje. Desayunáis unas gachas de pan de os sirve el propio Faustino, nada más abrir los ojos, y salís al exterior. Hacia la casona. Pese a no haber dicho nada, será que los buenos nobles con los que compartís camino, saldrán de allí en algún momento.

Tras un rato largo de conversación, donde vuestro anfitrión os agasaja con más vino y viandas de la zona, va llegando la noche. El propio Gonzalo os muestra los aposentos que disfrutareis esta noche y os enseña donde se encuentran los baños que ha mandado prepararos por si alguno gusta. No son quizá los lujos a los que estáis acostumbrados por vuestra situación de nobles, pero sin duda, son bastante similares, y es encomiable que alguien no nacido de alta alcurnia llegase a amasar dinero suficiente para permitirse tal opulencia.

Dormís plácidamente y os dejan descansar sin despertaros, si bien el brillo del sol y el incesante canto del gallo de la casa os hacen abrir los ojos a una hora prudente. Gonzalo os convida al desayuno, y os prepara unas viandas para el viaje, entre las que se incluyen, como no, unas botellas de su vino. 

Se despide cortesmente y os abre las puertas cuando partís. Según salís, Gonzalo y Abraham ya están allí, esperando. El camino se ve ya transitado, unos cuantos peregrinos pintan puntos en el camino a lo lejano. Una nueva jornada del camino ha comenzado.

Poco después del amanecer, el grupo se reune de nuevo. Los nobles salían de la casa del burgués, donde ya estaban esperando, a la puerta, Gonzalo y Abraham, que se habían sentido madrugadores, casi tanto como el gallo. La pinta de unos y de otros era de haber disfrutado un buen descanso, y así, comenzaban una nueva jornada. 

Partieron todos ellos, los 5, cada uno sobre su montura, siendo de nuevo, centro de las miradas curiosas, que sin duda, pasarían el día, si no lo habían hecho ya el anterior, inventando historias sobre la curiosa comitiva que había pisado el suelo de su pueblo.

La mañana les había recibido fresca, sin duda, y con una niebla misteriosa envolviéndolo todo. Niebla que les acompañó casi todo el camino. 

Poco tardaron en llegar a la conocida y mentada Villafranca, una villa sin duda grande, casi 4 veces Cacabelos, desde la lejanía, y con un imponente Castillo que la presidía. No era de la factura del de Ponferrada, ni mucho menos, pero no era para nada despreciable. Saltó al recuerdo de la partida, que pasada Villafranca, en algo menos de una jornada, a paso normal, se podía llegar a Cova dos Mouros, su destino real.

Faustino, el peculiar dueño de la posada, nos había ofrecido aquel jergón, que bien me sentó el dormir en aquel lugar. El vino no estaba nada mal, y aún a la mañana siguiente, mientras no me hacía gracia subir al caballo, me acordaba del sabor de tal buen caldo.

Por otro lado, la niebla hacia que el paso fuera algo más lento, no así se hizo largo el siguiente tramo, que ya podíamos avistar Villafranca presidida por el suyo castillo. Nada dije, que era muy de mañana aún y tal vez no sería propio recordar los chismes del asalto de aquel burgués (que parecían ser la comidilla en Cacabelos el día anterior).

Al tiempo, andábame atento al camino, por muy cerca que nos hallábamos, no fuéramos a tener la "buena fortuna" de cruzarnos con esos salteadores ahora populares; que no tuvieran partes de asomar la suya cabeza, so mal de dedicarles un buen virote que les atravesara el pecho de parte a parte, pues pobres hideputas...

Para la joven Argia aquel vino no sabía a nada especial, una bebida más de aquellas que probaba en los salones de su esposo y su padre, aún así agradeció los presentes de Don Gonzalo y fue de las primeras en retirarse a los aposentos que habían preparado para ella habiéndose aseado un poco antes de acostarse a dormir.

A la mañana siguiente se preparó de nuevo para el camino, añorando a sus pequeños y pequeñas y poniéndose de nuevo unas ropas cómodas para el viaje, ropajes que aunque cómodos y sencillos resultaban elegantes y mostraban su posición como noble. La belleza del paisaje y las múltiples plantas que se hallaban por el camino hacían que la atención de Argia estuviera en aquellos asuntos y en nada más, aunque si alguien le hablaba ella contestaba de buena gana.