Partida Rol por web

El sargento alternó con su mirada entre la bestia y sus hombres, buscando algún indicio de comprensión o alguna pista de información. Se sintió tentado de arrancar la pieza metálica al simio, convencido de que a los científicos del ejercito les encantaría tener algo así con lo que jugar, pero no quería cargar con semejante cacharro en territorio hostil.

- Morriset, eso - dijo mientras señalaba las líneas dibujadas con oro - no será sumerio de ese ¿no?

No quería quedarse ahí por mucho rato, de donde habían venido esas bestias podían venir más.

- No tengo ni idea de qué es, sargento. Pero si algo sé de los sumerios, es que no introducían placas de metal con cables en monos cavernícolas...

A pesar de que tenía tantas ganas de respuestas como el sargento Mills, el cabo Morriset no había visto ni oído en su vida algo semejante a aquello. Pero era cierto, nada indicaba que esos monstruos fueran los únicos que rondaban por allí. Tenían que moverse rápido para encontrar al resto de compañeros, la jungla se había vuelto de pronto mucho más hostil.

Desde luego la visión de aquellas criaturas no era tranquilizadora, ni mucho menos. Y tampoco explicable. Era una verdadera locura. Mills todavía ojeó un poco más aquel cableado: no, de sumerio no tenía nada, pero tampoco era vietnamita. Lo único que sabían hacer los charlies eran trampas explosivas con métodos rudimentarios y aquellos cables e incisiones parecían de primera calidad.

A Morriset le recordó a aquella vieja novela de Stevenson, la de la isla del Doctor Moureau, donde un pirado convertía a los animales en hombres.

Impasible ante el desconcierto de los hombres el sendero marcado por las piedras verticales se internaba en la selva. ¿Habían llegado a través de él aquellos simios?

Con mi arma entre mis manos, tras la concluyente respuesta  de Bings, comencé a canturrear algo. No estaba al tanto de lo que estaban pensando el cabo, el sargento y los otros soldados...tan sólo mantenía la posición... Lo hacía ensimismado:

-"...Please heed the call, Don't stand in the doorway
Don't block up the hall, for he that gets hurt..."

Mills observó un instante la espalda del simio, sopesando las opciones que tenía.

Mill examinó la plancha metálica. Era un cuadrado del tamaño aproximado de una mano. Los cables parecían mezcla de plástico y metal, no muy distintos de los componentes de una radio. Apretó un poco con el cuchillo entre la piel y aquella estructura. No parecía complicada de arrancar.

Le picaba la curiosidad. Quizá fuera porque allí delante, en el margen del rio, no ocurría nada. Tras mirar varias veces hacia atrás, Baronetti contemplaba las caras espantosas (llenas de dudas) de sus compañeros y superiores: admiraban con recelo el cuerpo del "mono".

Finalmente, Baronetti le hizo un guiño a Bings, cogió su arma,y comenzó a retroceder de espaldas, cubriendo el terreno. Al llegar al rio lo cruzó de manera normal, y luego comenzó a moverse con más aspavientos, con su arma cargada y dispuesta. Después, llegó a la altura de los compañeros.

-¡Sargento, s... señor! -dije presentándome y colocando mi arma hacia abajo. No hay nnn... nada d.. d... delante. ¡Hay n... no hay ch.. ch... enemigos! ¡ni una mos...ca, ni un shh... shh.. solo crujido de retam...ma...! ¿Qu... qu... qué ocurre mmm...mi sargentt...? -dijo Baronetti con un carraspeo final.

Una vez al lado del sargento, pudo comprobar lo que miraban: un "cuadro eléctrico".

-¡Un esp... pía! ¡¡este "monn...no" tiene una moch...chila de espía en su  es..pp... pp... palda!!

Mav contemplo como e sargento intentaba evaluar lo que tenian delante.

Maldita sea, si el crio no hbiese destrozado a patada la radio podriamos haber vueto eintentar repararla.

-¡Sargento! Deberiamos movernos y rapido, nuestras "señoritas de fuego" hacen bastante ruido y podrian estar viniendo mas hacia aqui.-Dijo señalando los alrededores- La pregunta es ¿hacia donde vamos? ¿Nos la jugamos con el sendero? igual al final hay algun vehiculo o algo que podamos usar para hacer señales, pero fijo que hay mas de esos por ahi, y sin contar los putos "charlies". 

Tras decir eso encendio otro cigarro y fue hacia el rio a reyenar la cantimplora.

- ¿Baronetti? - el sargento se giró con incredulidad - ¡Joder! ¡Te había dado una orden! ¡No abandones tu puta posición! - añadió agitando el dedo frente al soldado en algo que sólo se podría definir como un grito susurrado.

Ese puto novato paseando de lado a lado del río iba a conseguir que los matasen a todos. Sin más preámbulos, se giró hacia el cadáver de simio, hizo palanca con el cuchillo y arrancó la placa metálica. Si llegaban a volver al campamento quería tener al menos algo que mostrar cuando sus superiores leyeran el informe y pensasen que se habían estado pasando con las drogas. Con el aparato en las manos, escupió una orden.

- Nos movemos. Vamos a ver a dónde llevan esas piedras.

Aprovecharía el paso por el río para limpiar mínimamente el artilugio antes de metérselo definitivamente en la mochila.

Baronetti levantó sus cejas, acojonado. Tragó saliva varias veces, una vez callado, se atusó su casco y agarró con fuerza su M16, con dos manos, apuntando aún al suelo.

Si alguno de los compañeros de aquel pelotón no conociera o hubiera conocido a Baronetti, aunque fuera un sólo día, hubieran creído que se estaba riendo del sargento y la órden que acababan de darle, pues su cara hizo un gesto de estreñimiento, esbozando una gran preocupación por la represalia de aquel enfado: juntaba sus ojos y sus mofletes sonrojaban...

-¡Lo siento, sargenn...tt.... (trago de saliva)... tto..!¡Ahor...a mm...m...mismo señor!

Y acto seguido avanzó raudo y agachado hasta llegar a la misma altura de Bings, pero más desplegado a lo largo de la orilla del rio.

Seguramente Bings pudo escuchar cómo maldecía a dios sabe qué, mientras, una vez agachado y vigilante,  apuñalaba el aire una vez más, como con ira...

Morriset se quedó un segundo con la vista fija en la espalda del cadáver simiesco, justo donde había estado el ingenio de metal y oro. Lo que había dicho Baronetti entre balbuceos no había pasado inadvertido a su atención.

Una mochila de espía...

Tal vez esos malditos amarillos sí tuvieran algo que ver con aquello después de todo. Pero la situación no era tan sencilla. Podría ser así... si no hubieran ocurrido más cosas raras a lo largo del día. Pero esa estela sumeria y esas piedras que se internaban en la selva, esos engendros humanoides que les habían atacado enloquecidos. Todo era demasiado extraño, y nada parecía tener una explicación fácil.

El cabo Morriset aferró su Winchester. Sentía que era lo único en lo que podía confiar ese día. Gruñó de forma casi inaudible y se preparó para seguir al sargento.

La unidad se reagrupó nuevamente con la intención de seguir aquel extraño camino entre las piedras. Nuevamente se fijaron en que aquel sendero no parecía excesivamente transitado pero, al menos, mostraba un acceso en medio de la maleza.

El sargento, antes de continuar el camino, limpió el extraño trozo de metal y lo guardó en su mochila. Luego preparó su arma y se unió a sus hombres.

Durante unos diez minutos avanzaron en silencio atentos a su entorno. Ya no eran sólo los charlies. A cada movimiento en la selva esperaban ver aparecer a alguna de esas criaturas simiescas. Pero nada sucedió hasta que llegaron a la muralla.

La muralla les sorprendió al final de la caminata. Era eso mismo: una muralla de piedra de unos dos metros de alto, de piedra muy antigua. A veces, en los vuelos de helicóptero, habían visto viejos templos en la selva. Los vietnamitas decían que eran obras de los 'antiguos'. Ahora parecía que habían llegado a uno de ellos. El camino desembocaba en una entrada a través de aquel muro de enormes piedras, cubierto de hiedras selváticas, a través del cual podían ver alzarse la estructura de un templo antiguo.

Se habían detenido a unos seis metros de la entrada. A veces los vietcongs usaban estos viejos templos como lugar de avituallamiento o refugio.

Acuclillado con sus hombres alrededor, Mills valoró la situación antes de proseguir.

- Morriset – susurró mirando al cabo - sube a un árbol y échame un ojo al otro lado. Con cuidado, no quiero sorpresas. Baronetti, pásale el fusil, si le hace falta.

Buscó con la mirada un lugar a cubierto desde el que se mantuviera el contacto visual con la apertura para establecerse momentáneamente a la espera de lo que viera Morriset.

- Ah, y estad atentos a minas o trampas explosivas, los charlies son unos hijos de puta con esas cosas. – añadió de pasada, pensando que la apertura sería un buen sitio para una trampa.

En seguida, sin mediar palabra, Baronetti se acercó al cabo, y esperó a que éste anduviera hasta el árbol y trepase. Él estaría ahí para prestarle el arma. Mientras tanto, intenté advertir el suelo proximo donde nos encontrábamos, mirando a todos lados y husmeando como un perro sarnoso...

Sin rechistar, el cabo Morriset echó un vistazo a la copa del árbol al que el sargento le mandaba trepar. Se caló el casco y se aferró al tronco nudoso, comenzando a subir con cuidado. Estaba húmedo y resbaladizo, y ya había estado a punto de darse un buen golpe aquél día. No quería más sustos.

Por fin, llegó arriba y se afianzó en un par de ramas fuertes.  Despacio, muy despacio, fue alzando la cabeza para ver más allá de la muralla. Cada vez podía ver más vegetación al otro lado y menos muro de piedra, pero aún no tenía detalles. Continuó subiendo poco a poco, estirando el cuello y permaneciendo atento a cualquier movimiento.

-Yo me haré cargo de buscar un sendero seguro sargento; aunque agradecería que alguien me cubriera, así podría evitar que algo me hiciera mierda esta cosa que tenemos por cabeza-

Bings se dio la vuelta en dirección a la muralla, desenfundo su colt y sacó su pequeña navaja mientras se echaba al suelo recostándose y empezaba a avanzar. Si había alguna trampa seguro daría con ella, si es que llegaba hasta la muralla vivo. Bings sabia que desde la posición en que estaba era un blanco muy fácil.

Morriset subió a lo alto del árbol intentando otear algo desde allí. Parecía que la muralla rodeaba el templo extendiéndose hacia la derecha.. por allí probablemente estaría la entrada. Las ruinas de una torre que parecía incrustada en la muralla le impedían discernir con claridad aquel espacio pero juraría que vislumbraba unas escaleras hacia esa zona. Por la izquierda la muralla parecía tener por dentro algún tipo de secciones o paredes.

Mientras Morriset hacía esto Bings revisaba el final del sendero y el umbral del muro. Al parecer los vietcongs no habían puesto allí ninguna trampa. De hecho parecía que hacía mucho tiempo que nadie pasaba por allí. La selva había tomado los muros y parte de la entrada, que tendrían que despejar con cuchillos si querían entrar en aquel recinto.

Cuando el cabo le explicó la situación, Mills frunció el ceño.

-Muy bien, quiero saber que hay dentro de ese templo, pero puede ser un jodido avispero. Entraremos con cuidado, los ojos muy abiertos... – miró un instante a Baronetti – y nada de alucinar. Iremos a la izquierda, dando la vuelta al templo. No quiero que nada me muerda el culo cuando entremos. - Pasó la mirada por el grupo - ¿Ok?

Dicho esto, sacó su machete y se dispuso a avanzar hacia la entrada, atento a cualquier movimiento y buscando posiciones tácticas donde desplegar a sus hombres en caso de que las cosas se pusieran desagradables.

Mav siguio las ordenes del sargento. Habia algo que no le gustaba de aquel templo pero tambien, por otro lado, algo que le atraia; la curiosidad por lo oculto. Sin duda parecia un templo por lo que dijo Morris, pero no era como los que ya habian visto. Ademas no habia huellas de actividad reciente, por lo que quizas y con suerte era un lugar vetado para los "viets", sin embargo, tras ver los simios de antes no estaba del todo convencido.

-¡Mills!- Dijo entre susurros -¿Cree que es buena idea entrar ahi dentro? Es cierto que seria un buen sitio para parapetarnos o atrincherarnos hasta que podamos pedir ayuda, pero no me da buena espina...

Los demas se desplegaron segun dicto Mills, y a regañadientes Mav les siguio cubriendo la espalda. ¿No se daba cuenta el sargento que quizas lo mejor seria seguir adelante y no entrar ahi? Por otro lado necesitaba descansar, asimilar lo que habia acontecido, un bombardeo, una marcha suicida por territorio hostil, malditos monos electronicos.... y que mejor lugar que entre unos muros de piedra en vez de intemperie total.

Tras esto se animo notablemente y solo pensaba en despejar el maldito lugar y dormir unas horas.

Era algo suicida. Su tio pelucho Le contó varias veces una vieja historia de Normandía, de la gran guerra. Era algo parecido a lo que ahora acontecía. Hablaba que después de saltar desde el avión, entre una nube de disparos artilleros y numerosas granadas iluminando la enorme extensón de tierra bajo sus pies, fue a parar a una llanura, donde se reunió con otros tantos hombres...

Una vez allí, encontraron un viejo caserío semiderruido, al parecer desocupado. Al entrar... bueno... Baronetti lo recuerda muy bien...

Las balas libraron a su tio, y desde su vuelta, el soldado le contaba a su nieto las desgracias, aventuras y heroicidades (las más veces falsas) de aquellos momentos. Ese momento era similar...