Partida Rol por web

Ese detective es muy bueno, sería capaz de encontrar a un político honrado en Washington.

- Corazón Salvaje -

La habitación estaba impregnada de un olor acre a tabaco. Ese olor te evocaba momentos mejores, más sencillos, de camaradería y despreocupación.

Es curioso como algunos olores pueden despertar antiguos recuerdos. Un momento antes de atravesar la puerta en cuyo cristal se leía claramente "Douglas Spencer" y en una segunda línea "Investigador", ibas a encontrarte con alguien a quien no veías en decadas. Un momento después de atravesarla, cuando el familiar olor ya había decidido montar campamento en tus fosas nasales, te habías trasladado a los viejos tiempos, a la compañía de aquel viejo amigo y a reventar los parches de la moqueta de la mesa de billar aprendiendo a manejar un taco.

Ahora estabas sentada en una silla sencilla pero cómoda, frente a un escritorio de despacho. Los estores de las ventanas apenas dejaban entrar la luz, la alfombra estaba oscurecida por el humo del tabaco, así como la madera de los muebles caoba, ya de por sí oscuros. La habitación no debía ser pequeña pero lo aparentaba. Los muchos archivadores y estanterías con libros llenaban el espacio transmitiendo una sensación de pequeñez que, sin embargo, no invitaba al agobio y si a la confidencia.

Por un momento vuelves a recordar las tardes de Pool con Douglas y piensas que parece que su vida también se había complicado.

Como si te leyera el pensamiento, Douglas por fin decide hablar dibujando una sonrisa.

- Eran buenos tiempos.

Le devuelves la sonrisa y asientes con la cabeza.

- Sí que lo eran - te contesta repitiendo lo ya dicho, como si tu respuesta muda hubiese sido más que suficiente. Y es que en realidad lo era. Su rostro se tornó serio - Pero no estás aquí por los viejos tiempos, ¿verdad que no?... Estás por negocios... Y yo no hago negocios con mis amistades. Ni siquiera con las viejas. Así que lo siento, pero la respuesta es no.

Te pilla un poco de sopetón. ¡Ni siquiera habías llegado a plantearle el caso!.

La respuesta es no y seguirá siendo no. No importa cuanto te empeñes... Bajo ningún concepto. No, no y no... No pienso cobrarte ni un mísero centavo.

Al ver tu cara Douglas se echa a reir y a ti te asoma una sonrisa y se te apacigua el gesto. Él se levanta, llega hasta tu silla y te levanta/ayuda a levantarte acompañando el gesto con unas palmadas amistosas en la espalda.

Cuéntame vieja amiga, ¿qué puedo hacer por ti?

¡Qué grande este Colombo!

Jeje.

He introducido algunos roles, pero estoy pensando que como le toquen a determinados PJs habrá que cambiar alguna cosilla para que concuerde (no pega un viejo amigo detective para una niña de 17 años y habría que ponerlo amigo del padre de la niña o algo así...)

- Puedes empezar por dejar de llamarme vieja - le contestó Nonna al detective sin sonreir. Abrió su capazo y sacó una tartera envuelta en tela roja. De repente, la habitación olía a canela y nata - ¿Te siguen gustando los cannoli Douglas? No te los comas de una sentada tripón - Y ahora su gesto sí se tornó más amable.

- Supongo que estás al día de los devenires de la familia Grimaldi. - se llevó exageradamente las manos a la cabeza - Pobre Andreas... Douglas, voy a necesitar que ayudes a la familia. Estoy segura de que la policía ha infiltrado gente entre nosotros. No confío en nadie... ¿Me ayudarás? 

¿Así que como no te voy a cobrar compras mis servicios con cannoli? - Dice Douglas divertido cogiendo uno de los dulces.

Pues no te sorprendas si te digo que es el mejor pago que he tenido en lo que va de año.

Su rostro se torna más serio al ver la gravedad del asunto.

Puedes contar conmigo querida. Dime a quién quieres que investigue y al anochecer seguro que tendré información para ti. Eso sí, uno por día. Soy bueno, pero aún no me biloco.

- Gracias Douglas. - la Nonna suspiró emitiendo una especie de ronquido al terminar -  No sé en quién confiar... Te daré un nombre en unas horas, deja que vea cómo se desenvuelven las cosas después de la reunión que tenemos esta mañana. Te llamaré o pasaré por aquí en persona. Pero no esperes dulces en cada visita.

En ese caso, déjame que me quede algunos mientras dure la espera. - Dice haciéndose con una pequeña provisión de dulces

El restaurante que regentaba la Nonna estaba a pocas calles de Il Ristorante delle Quattro Famiglie, en un callejón luminoso por el que pocos vehículos que no fuesen de reparto pasaban. Una gran puerta invitaba a pasar al interior cubierta con dos cortinones que se lo impedían a las moscas. Dos ventanas llenas de geranios flanqueaban la entrada, una daba a la cocina, otra al comedor.

Tras la escuela, los niños del barrio jugaban con un balón de trapo en el callejón, a veces acercándose demasiado a las 4 mesas con manteles de cuadros que Reinaldo colocaba cada día antes de las 12. Nonna les dejaba estar pues no era raro que les utilizase de recaderos a sueldo de galletas. Y si molestaban con la pelota, desde la cocina les lanzaba alguna patata pequeña, acto que los crios interpretaban rápidamente como hora de cambiar de sitio. Ese era el día a día de la Nonna cuando el día a día era más fácil que la actualidad. 

En un descanso de la reunión, Nonna se acercó a supervisar a Reinaldo en el restaurante. Contra todo pronóstico, parecía llevar el menú con dignidad y casi la mitad de las mesas estaban ocupadas. No le felicitó. Arrancó la hoja del calendario del mes corriente y, en su envés, escribió un nombre: Don Hogan. Dobló la hoja en 3 y la metió en un sobre. El sobre lo metió en una bolsa de papel y, sobre él, colocó una botella de vin santo. 

- Tsk, Tomasso. ¡Tomasso! - gritó asomada a la ventana - Llévale esta bolsa al señor Spencer de mi parte y, a la vuelta, dile a Reinaldo que os reparta los cantuccini que sobraron anoche. ¡No te entretengas!

Douglas Spencer estaba en su despacho, sentado en la vieja silla tapizada de cuero que casi podía llamarse sillón, aunque sólo fuese en deferencia a su edad.

Estaba descansando la vista de la luz artificial del flexo, o eso le hubiera garantizado a quién se lo preguntase.

De repente ecuchó como llamaban a la puerta y a través del cristal pudo ver una coronilla menuda. O se trataba de un chaval o de un cliente con enanismo.

Como no tenía nada mejor que hacer por el momento, se acercó de buen grado a comprobarlo.

Al abrir un chaval de unos 13 años le tendió un sobre (de la botella no había rastro, pero eso es algo que Spencer no sabía que debía haber, y el chico apuntaba maneras de pillo).

De la Nonna.

Douglas lo abrió delante del chico y asintió con la cabeza.

Dile a tu abuela que por la noche se asegure de que su paseo nocturno le lleve por delante de la licorería de Schmidt a las 22.20 en punto. ¿Lo recordarás chaval?

Asintió con la cabeza y despidió al ragazzo.

A las 22:20 en punto, Nonna pasaba por delante de la licorería de Schmidt, uno de los pocos locales regentado por un judío que había en todo el barrio italiano.

Tchst

Un chisteo fugaz llama su atención y ella ve a un hombre con gabardina y sombrero sentado en un banco. Sus rasgos no se identifican bien por las sombras del ala del sombrero, ya que el banco se encuentra junto a la farola y la luz cae perpendicular.

El hombre se levanta y en el banco, iluminado por la luz de la farola y claramente visible si estás mirando hacia allí, se puede ver un sobre.

Nonna se acerca al banco y recoge el sobre. Continúa andando.

Se pregunta por qué es necesaria tanta discrección si no hay moros en la costa. Ella esperaba poder charlar con su amigo.

Al llegar a casa y abrir el sobre lo descubre. En letra manuscrita puede leer:

Hogan es un policía licenciado en Psicología criminal en el año 1907*

Nada más. Tampoco hace falta. Nonna siente rabia por el engaño. ¿Pero cuántos años lleva ese hombre como infiltrado durmiente? ¿Desde los comienzos de la organización?

Ahora Nonna deberá andarse con cuidado. No esperaba encontrar a un policía tan peligroso el primer día.