Partida Rol por web

-Hola compañera de cuarto- dice sonriente y con voz amable mientras se desarrolla la extraña escena entre Sarah y Alastair -Ven, acércate, que te presentaré a todo el mundo- le indica a Neala -Ellas son Madoka- señala a una chica asiática pelirroja vestida de negro -Y ella Emilia- te presenta a la chica afroamericana guapísima, vestida de rosa. Definitivamente no son nada tu estilo, muy pro-models y barbies, pero son las amigas de tu compañera de cuarto, no te iría mal llevarte bien con ellas, al fin y al cabo vas a pasar un buen tiempo aquí y ellas parecen ser las Queen bee del lugar. Entonces Etienne se da cuenta de lo que está haciendo Sarah.

-Disculpa, he de rescatar al pequeño Harrington antes de que mi prima le dé de comer pienso de gato de nuevo, es un poco... especial, es inofensiva, es sólo que le cuesta acertar- le dice a Neala en voz baja y te deja a solas con las dos chicas, que te miran de reojo, como evaluándote.

Madoka hace un gesto con la mano señalando a la cabeza, dando vueltas al dedo, como símbolo inequívoco de "le falta un tornillo".

Emilia suelta una risilla por lo bajo ante el gesto de Madoka.

-Y qué? Tu porque estás aquí Neala?- pregunta la chica de ojos color miel. Está claro que te van a hacer un tercer grado en toda regla.

Estás despierto, eso es lo que importa, cuando estás descansado el mundo siempre parece algo mejor. Aunque el médico no tiene compasión contigo, eso te permite mirar a tu alrededor mientras el facultativo está entretenido inyectándote aquella sustancia. Todo parece más o menos normal, una enfermería bien surtida, todo limpio y desinfectado como toca pero hay algo que te molesta, ese bote de donde ha sacado el líquido de la vacuna. La etiqueta pone:  Piracetam Alpha-GPC-713. No te suena que sea una vacuna para la varicela, vamos. A ver, qué clase de bicho puede haber que precise una vacuna? Y porqué nadie te dijo que había esos insectos en una isla norteña, más o menos civilizada? Y si...? Todo te parece fruto de una conspiración, por lo menos.

Entonces ves los papeles que el médico ha estado usando para ir llamando a los alumnos, es una lista de nombres, hay uno que está tachado y pone DECEASED*. Te cuesta leer un poco las letras porque están boca abajo respecto a tí y entre leer al revés y hacia abajo como que cuesta, pero te parece que pone Tristan, aunque con el apellido ya no te ves capaz, empieza por G y acaba por K pero lo máximo que sacas es Gwatik o algo similar. Algo huele a podrido en Dinam quieres decir, en Corvale Island. Y no son tus calcetines sucios.

Andrew se sintió decepcionado con el desayuno, con tanta pasta y tanto té parecía más británico que irlandés. ¡Y ni siquiera tenían café!. Estaba convencido de que allí habría café. ¡Joder!, en los Starbucks había un tipo de café que se llamaba irlandés. Seguro que era otra maldita publicidad engañosa. Lo cierto era que esos paletos tenían pinta de no haber visto un café en su vida, así que tampoco le sorprendía mucho.

Picoteó un poco de algunas pastas y tomó un vaso de zumo mientras mandaba a la porra al té y pensó los sitios por donde se podían meter aquel mejunje. Vio que algunos mezclaban el té con la leche y pensó que estaban demasiado jodidos de la cabeza y que necesitaban ayuda terapéutica extrema si de verdad bebían aquello. Todos habíamos jugado a mezclar la Cocacola con las Fantas de diversos sabores pero a nadie se le ocurría probar esa mierda.

Una vieja amargada se acercó a AJ y le ordenó que se sentara con la firmeza de un sargento. Andy enarcó una ceja sorprendido pero se echó a reír cuando comprobó que se trataba de la cocinera. Era lo que le faltaba por ver en aquel país de paletos: que una sirvienta diera ordenes así como así.

-Tranquila vieja, no le pisaré el fregado. -Respondió el muchacho son sorna y se sentó a disfrutar del desayuno. Aunque no porque lo hubiera ordenado la vieja amargada, sino porque prefería disfrutar tranquilamente del desayuno y todo el mundo sabía que era mejor comer sentado para que no te sentara mal (valga la redundancia). Comió un poco y cuando terminó se levantó para dirigirse al despacho del director.

Salgo de la consulta del enfermero con el algodón y el esparadrapo en mi brazo. No me duele y el muffin de chocolate estaba delicioso, casi me apena el habermelo acabado ya. Veo que la chica vampiro y el otro chico salen casi a mi misma vez, aunque este último se va sin decir nada. Pobre, le habrá dolido el pinchazo.

Cuando el chico gruñón se va, me doy cuenta -horriblemente tarde- de que en el grupo de Etienne también está Sarah. Me doy la vuelta y finjo que no soy yo, que no estoy. A lo mejor no se da cuenta. Pero para ser tan rara, parece tener una infalible manera de encontrarme, porque oigo su voz y no tarda en empezar a acariciarme la barriga y la cabeza. Cierro los ojos con paciencia, porque ya sé que es inútil negarme ni intentar escapar. Al menos a veces recibo gominolas y dulces por soportarlo. Si almenos Shana no me cortase las uñas de las manos, podría darle un buen arañazo...

Me quedo mirando a Sarah en silencio, sintiendo odio infinito hacia ella.

Hasta ahora todo me estaba pareciendo bien porque estoy de buen humor, pero esta inyección pica bastante y eso no me hace mucha gracia, y además eso parece mínimo aceite de motor, y eso no es bueno. Tampoco voy a protestar ahora, que este tío parece capaz de matarme si abro la boca, pero cuando de pronto me fijo en el "deceased" que aparece junto a un nombre ya directamente solo quiero salir de aquí. A ver, el tal Tristán... Gatwick, Gwatik, Gwactik o como sea puede haber palmado por mil cosas, pero eso siempre da mal rollo. Intentaré acordarme del nombre y le preguntaré luego a Ralph, que lleva mucho tiempo aquí (parece ser) y a lo mejor puede decirme algo. Seguro que no es nada, pero yo que sé.

- ¿Puedo irme ya? - pregunto, cuando ha terminado, volviendo a bajarme la manga. Quiero largarme de aquí y enterarme de qué ha pasado con el Tristan ese cuanto antes, porque encima conociendo lo mala que es mi memoria, lo mismo se me olvida el nombre en diez minutos.

El doctor te mira por encima de sus gafas mientras retira la aguja y la tira en una pequeña papelera que hay a su lado. 

- Sí, ya se puede ir. 

Es un rancio, pero por lo menos tiene las mismas ganas que tú de que te marches de allí. 

Al salir del compartimento improvisado te topas con Ralph, que al parecer ha acabado al mismo tiempo que tú. Se rasca la zona del antebrazo dónde le han pinchado, y se lo mira de vez en cuando mientras atravesáis la salida. Parece nervioso. 

- No me gusta nada esto -confiesa-. A saber lo que nos han puesto. 

En realidad tú sabes lo que te han inyectado porque básicamente te lo han dicho, y tienes claro que seguramente también se lo habrán explicado a él, pero la verdad es que si de algo peca Ralph es de paranoico. Lo sigues hasta el comedor, donde por fin podréis desayunar. Las mesas están decoradas con manteles y cubiertas con fuentes llenas de bacon, huevos, tostadas y alubias. Huele todo a recién hecho, y el aroma entra por tus fosas nasales como si fuera un festín digno de dioses. 

- Yo no me creo que sea una vacuna -te suelta tu amigo mientras os sentáis. 

Más allá ves a AJ, el chico rubio que comparte habitación contigo. Habla con la señora pelirroja, aquella con un ojo blanquecino y uniforme negro con delantal blanco. 

Si no fueras nuevo seguramente la señora Bryan te hubiera pegado una buena colleja, pero ya ves tú, la suerte del principiante. Te dirije una mirada de reprimenta por la falta de respeto, pero se aleja de allí. Tiene mejores cosas que hacer que aguantarte. 

Por fin podrías disfrutar de un momento de tranquilidad... si no fuera porque ves a Dylan, tu compañero de habitación, entrar en el comedor junto a un chaval negro que no deja de toquetearse la zona donde le han pinchado. Los dos se sientan a unos sitios más allá. 

Por suerte o por desgracia, ves a AJ, tu compañero de habitación, sentado unos sitios más allá. No tiene intención de sentarse contigo, y aunque la tuviera se fastidia porque un par de estudiantes ocupan los asientos que hay entre vosotros. 

Dos chavales uniformados se sientan a vuestro lado. Los dos son altos y tienen el pelo rojo; se parecen tanto que juraríais que son mellizos. Él tiene unas ojeras que le llegan hasta el suelo, y cuando ella se remanga la camisa podéis ver un par de cicatrices verticales en sus antebrazos. Los dos parecen nerviosos, y cuchichean entre sí muy rápido, acabando incluso las frases del otro. 

- No lo entiendo. Era demasiado bajito. Tan... -escucháis decirle a la chica mientras se pone un par de tostadas en el plato.

- ...pequeño -termina su hermano la frase. Mueve las piernas muy nervioso, y se frota la nariz ruidosamente con el dorso de la mano-. ¿Dónde conseguiría la cuerda? 

- El jardinero -Rosemary cubre una de las tostadas con mantequilla y se la lleva a la boca.

Byron asiente y se mete un trozo de bacon en la boca. 

- Las risas... 

- Sería un sueño -la chica se pone seria y mira a su hermano como si estuviera más que acostumbrada a esa situación-. Deja de imaginarte cosas.

La conversación está interesante, pero no puedes poner más la oreja porque, de repente, alguien se planta frente a ti. Es una mujer muy guapa y con una sonrisa de oreja a oreja. Va vestida con una falda de lápiz hasta la rodilla, una camisa y una chaqueta de traje. 

- Buenos días, Andrew -saluda-. Me han comentado que querías hablar con el señor Zimmerman. Si me acompañas, te llevaré hasta su despacho. 

Pues claro que la vas a acompañar. La sigues hasta el hall, y a través de allí accedéis a las escaleras. No entiendes cómo puede subir tres pisos con esos tacones, pero ni si quiera suspira cuando llegáis al último. Te conduce por un pasillo lleno de cuadros con rostros solemnes de hombres que te devuelven la mirada, y se para frente a una puerta de madera oscura más grande que las demás. No vacila al tocar, y abre la puerta sin esperar respuesta, asomando medio cuerpo. 

- Eliah, es Andrew Ellis -te anuncia-. ¿Lo hago pasar? 

Elizabeth se gira, te vuelve a sonreír y asiente. 

- Entra, Andrew. Yo estoy en el despacho de al lado, por si te pierdes. 

Elizabeth se va, y tú entras en el despacho del director. Es una habitación grande y espaciosa, pero cargada de estanterías llenas de libros y decoración barroca. Hay un montón de cachivaches sinsentido adornando el lugar, como máscaras tribales y estatuillas. ¿Una de ellas es Freud? No podrías decirlo con seguridad, pero seguro que alguien que tenga una estatuilla así tiene que ser un poco raro. 

Un escritorio largo y amplio ocupa el centro de la sala, y sentado tras de él se encuentra un hombre ya entrado en años. Lleva una barba de varias semanas, cana como su media melena muy peinada con gomina. Por si fuera poco, de sus labios cuelga una pipa que coge con una mano cuando se levanta para darte la mano.