Partida Rol por web

-Creo que veinte horas -respondió él-. Podemos ir a las islas del Egeo norte. Sé que allí hay un Clan del que procedía mi bisabuela, que también fue Garou. Seguro que les encantará ver a la tataranieta de Abrazo-de-piedra.

Adam se puso en pie.

-Voy a comprar los billetes por Internet. En el hospital me deben algunos días, así que no se hable más: nos vamos de vacaciones.

Viviane enarcó una ceja y se levantó para deshacerse del abrigo que todavía ni se había quitado. Después se volvió a sentar mientras se quitaba las botas siguiendo con la mirada a su padre.
-¿Abrazo de qué? ¿Tenemos más familia Garou? Joder, ¿cuántos conoces? -empezó a preguntar, ansiosa.

-Pues claro que tenemos familia Garou, hija. Soy un Pariente, tu madre es Garou e hija de Parientes. En todo nuestro árbol genealógico debe de haber muchos Garou. En las últimas cinco generaciones ha habido seis, contándote a ti, pero todos los demás somos Parientes y nos hemos casado con Garou o Parientes para continuar con la estirpe.

Adam se volvió hacia el ordenador y se sentó en la silla.

-Algún día te hablaré de todas las heroinas que ha dado nuestra familia.

Viviane se puso de rodillas, apotando los brazos en el respaldo del sofá para mirar a su padre. Tenía los ojos abiertos como platos. Era sorprendente que tuviese tanta familia y no hubiera sabido nada de ello hasta ahora. Sabía que parte de su descendencia andaba por Grecia, pero nunca le había dado por preguntar.

-Cierto, mamá dijo algo de que sólo había mujeres en su... ¿Clan? ¿Se llama Clan? Los Furias de algo, no me acuerdo. Pero, ¿por qué sólo tienen mujeres?

Las dudas le asaltaban una detrás de otra, y aunque tenía mucho que pensar y le quedasen muchas horas de lágrimas y lamentos, ahora empezaba a sentirse completamente fascinada por todo aquel mundo que había permanecido oculto hasta ahora.

-Tribu -dijo Adam ladeando la cabeza-. Y sí, sólo tienen mujeres. La razón no la sé exactamente, pero por ejemplo, hay otra Tribu que sólo admite nacidos de lobos, otra que sólo admite indios americanos... Son cosas suyas. Tu madre te lo podrá explicar mejor. Ahora dame un minuto y enseguida estoy contigo.

-Hum... Vale.

Se dio la vuelta y recogió el abrigo y las botas para llevarlas a su habitación. La mochila la había dejado en la taquilla, y aunque tenía algunas cosas que hacer supuso que nadie le diría absolutamente nada por no hacerlas. Ni siquiera si se pasaba un par de días en casa haciendo nada.

Entró en su cuarto y tiró las cosas (el abrigo a la cama y las botas al suelo) sin preocuparse demasiado. Todo en general estaba bastante desordenado, y aunque una mujer se pasaba a limpiar por casa de vez en cuando, eso no quería decir que el desorden desapareciera. Habían llegado al secreto acuerdo de que ella limpiaba pero dejaba las cosas donde estuvieran, y así era. Adam no solía pasarse mucho por allí de todos modos. Se dejó caer en la silla del escritorio y le dio al botón del PC, el cuar empezó a emitir un zumbido mientras arrancaba. Cogió el libro que estaba leyendo y lo abrió por una página al azar, paseando la vista por las hileras de letras sin llegar a leer nada.

Era extraño estar allí frente a todas aquellas cosas que le pertenecían. Ahora le parecían infantiles o fuera de lugar, desde los posters a los peluches. Se sentía alguien diferente, alguien que no concordaba en ese sitio, y aunque les tenía estima y se dio cuenta de que pronto pasarían a ser recuerdos. En... no sabía cuánto tiempo, se iría a vivir al Túmulo con su madre y las demás de la "tribu", y no sabía cuándo volvería a pisar aquella casa. Ni siquiera si volvería.

Aquel pensamiento hizo que se le oprimiera el corazón, notando cierta presión en el pecho. Subió los pies a la silla y se abrazó las rodillas mientras miraba el techo echando la cabeza hacia atrás. Suspiró largamente y se dio cuenta de que le dolía la cabeza. Luego le pediría algo a su padre, que para eso era médico. Entonces empujó la silla con el pie y esta se deslizó hasta quedar al lado de la cama. Alcanzó el abrigo y rebuscó entre los bolsillos el paquete de tabaco. Lo miró con disgusto y pensó que si Adam y Lys se enterasen, más ahora sabiendo que era una Garou y todas esas cosas de Gaia, se sentirían muy decepcionados. Así que hizo canasta en la papelera, pero se guardó el mechero de recuerdo. Iban a ser días complicados...

La sola visión de la nieve bastó para hacer que la piel desnuda se le erizase. Pero no podía quedarse allí, sin saber dónde estaba, ni quien era esa gente. Esos que traían la caza... lo que les acompañaba no era un perro, sino un lobo de verdad. ¿Podían ser ellos, o algunos de ellos, garou, como él? Donald desde luego lo era. ¿Acaso ese lugar era el "clan", que la directora Lovejoy e Ismene habían mencionado?

Echó un vistazo a su alrededor, buscando su ropa. No la vio por ninguna parte, pero luego se dio cuenta que probablemente no habría sobrevivido a su transformación en hombre lobo gigante. Resignado, no le quedó otra que cubrirse con las pieles que había en la cama tan bien como pudo, y salir al exterior.

Edgar salió por la puerta de la cabaña, envuelto en pieles de animales. En cuanto sus pies descalzos tocaron la nieve soltó un siseo por el frío y se apresuró hacia la zona de camino que ya había sido despejada. Allí las piedras le dolían, pero era mejor que hundir los pies descalzos en la nieve. Tras echar un vistazo a su alrededor, a las demás personas que había allí, para ver cómo le miraban, o si le miraban siquiera, se acercó a Donald.

- Ehm... - dijo para llamarle la atención - Hola... No sé si te acuerdas de mí, del instituto... Soy Edgar. Hola. ¿Puedes decirme dónde coño estoy?

Echó un vistazo nervioso a su alrededor, temiendo ver a la loca que le había acuchillado aparecer de nuevo.

Levantó la vista del camino y se encontró con el tal Edgar envuelto en pieles como si fuera toda una señora. Dejó caer la pala sobre el camino despejado y se rascó la nariz. Viendo cómo había llegado, seguramente nadie le había explicado nada. Mierda, ¿sabría algo? ¿Sería uno cachorro de familia garou, sabría ya algo del asunto?

-Mnhenas -saludó sin abrir casi la boca. La verdad es que daba igual, aunque se hubiera leído la enciclopedia Garou era imposible que se esperase lo que le había pasado. Ese pensamiento le relajó-. Este, este es el clan. No sé si sabes lo que es. El clan de los hombres lobo.

Hizo una pausa. Le dolían los brazos y se estaba sintiendo un poco idiota. ¿Y si no sabía...? Mejor prevenir que curar, desde luego, así que añadió:

-Ahora eres un hombre lobo. -Otra pausa densa-. Felicidades.

¿Felicidades? Tenía una pala, podía cavar un hoyo y enterrarse. Desvió la mirada, buscando a alguien que se ocupase del chico nuevo sin hacerle llorar. O igual se desmayaba. Tenía pinta de ir a desmayarse, con esas pieles.

Donald parecía ser tan de pocas palabras como aparentaba. Cada vez que el chico negro miraba a su alrededor, Edgar le imitaba, con algo de miedo por lo que pudiese ver venir. Sin embargo, Donny era un chico, así que supuso que eso no era un campamento de esas Fúrias Negras. Pero no significaba que "ella" no pudiese estar ahí... Entonces, ese era el "clan", de acuerdo. Volvió a dirigirse a Donald.

- Sí, ya... Un hombre lobo, como tú. Tuve mi charla con la directora sobre el tema y quince minutos después una loca trata de matarme por no sé que tontería vuestra de tribus. Oye... ¿entonces ahora puedo transformarme en esa cosa grande y con garras, como haces tú?

Apenas terminó de formular la pregunta ya se estaba arrepintiendo. Esa vida era de locos, y había miles de cosas que no comprendía pero por las que podían matarlo. Lo mejor que podía hacer era, ahora que ya había sufrido su "primer cambio", volver a casa con Dana y sus padres. Aunque no sabía siquiera si tenía esa opción. Mirando al suelo, pensativo, sin levantar la cabeza hacia el otro graou, preguntó:

- ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?

La directora. Debía ser la mujer que había entrando gritando al gimnasio. ¿Qué había pasado después de que se fueran? Ahora que lo pensaba, había alguien más que no estaba hecho un ovillo balbuceante, no recordaba quién. Alguien de la clase de gimnasia, desde luego. Aún mejor.

-Pues sí. Ya te enterarás. La mujer que te trajo se llama... no me acuerdo, pero creo que alguie me lo dijo. Fue hace un rato. Mira...

Giró la cabeza hacia la cabaña de los ancianos y la señaló con el dedo.

-Deberías ir ahí. Creo que la otra chica sigue dentro. Ashley, me parece. -Había oído al otro hombre llamarla así, y también al profesor de gimnasia-. Es la cabaña de los ancianos, mejor que te expliquen ellos.

Donny no le dijo gran cosa. Sólo que le había traído una mujer. ¿Alguien que le había rescatado de Ismene? ¿O había sido la propia mujer tuerta? Si era así, ahí no estaba a salvo. Al parecer, había sido hace un rato, no días, como había llegado a temer. En su casa no estarían aún todos preocupados, no habrían colgado carteles con su foto pidiendo ayuda para encontrarle... Tenía que volver. Con ellos, con su familia. Pero a la vez...

Volvió la cabeza hacia la cabaña de los ancianos. Así que Ashley estaba allí... La animadora también era garou, como él. De pronto tenía más en común con ella que con cualquier otro compañero de clase, más que con Celia, más que con sus compañeros de la académia de teatro. Podía fingir que no era así, que ser un hombre lobo no le definía más que ser castaño, ser alto o ser de piel blanca. Pero eran mentiras. Descubrir su verdadera naturaleza lo cambiaba todo. Tragó saliva y miró hacia Donald.

- Gracias. Iré a ver qué me cuentan. Nos vemos... supongo...

Aún tiritando un poco por el frío a pesar de las pieles, se encaminó hacia la cabaña de los ancianos y, tras llamar a la puerta y sin esperar respuesta, entró en su interior.

Edgar distinguió en la penumbra la figura de Ashley, vestida con lo que parecía un chandal masculino. Le daba la espalda y hablaba con cuatro personas, por decir algo. Una de ellas era una mujer alta y fuerte, con el pelo negro y cicatrices en la cabeza. Otro era un hombre barbudo y viejo, con aspecto de sabio de película. Junto a ellos había dos lobos. Uno de ellos era blanco casi por completo, mientras que el otro tenía un pelaje oscuro. Sentados como estaban, mirando a Ashley, cualquiera diría que la escuchaban.

-...va a venir a buscarme. ¿Y qué? Yo no quiero ir a otro estado, yo quiero quedarme aquí -decía Ashley-. No conozco a ese hombre que decís que es mi padre. Tengo mi propio padre, ¿vale? Se llama Stephen Howard y es un importante hombre de negocios y...

La mujer de pelo negro se percató de la presencia de Edgar al fondo y detuvo a Ashley. Se puso en pie y caminó hacia él.

-Tú debes de ser Edgar -dijo, en tono ligeramente maternal, pero también algo peligroso. Había algo en ella, como en Donny, que no inspiraba mucha confianza-. Ismene me avisó de que te haría cambiar hoy. Tenemos dos nuevos cachorros en el Clan, entonces. Toma asiento.

En la cabaña había una reunión de lo más surrealista. La jefa de animadoras de su instituto debatía con una mujer que parecía haber vuelto de una guerra, un par de lobos y un viejecito con barba que parecía el único que encajaban con la idea de que eso era "la cabaña de los ancianos". Le pareció entender que alguien estaba viniendo para llevarse a Ashley a otro estado. ¿Ese era el plan con él también? Antes que pudiese decir nada, la mujer se acercó a él y le llamó por su nombre. Lo que dijo luego no le agradó en lo más mínimo.

- ¿Eres amiga de Ismene? - dijo, cruzándose de brazos y mirando a la mujer con seriedad - Entonces prefiero quedarme de pié. Es más cómodo para huir cuando te pongas en plan Hannibal Lecter e intentes comerme.

Se volvió hacia Ashley. Al parecer con ella por lo menos habían tenido el detalle de prestarle ropa... Apenas había hablado un puñado de veces con ella, y sólo cuando algún profesor sádico decidía emparejar a los alumnos con mala leche para algún trabajo en grupo. Pero ahora estaban ambos metidos en este follón.

- ¿Te han hecho daño, Ashley?

La mención de Hannibal Lecter hizo reir al viejo.

-Realmente ha calado a Ismene -dijo en tono divertido.

Lysandra ladeó la cabeza.

-No pienso hacerte daño. Eres un cachorro indefenso, y un bien muy preciado para este Clan. Por supuesto que aquí estás a salvo. Pero si prefieres quedarte de pie, lo entenderé.

Ashley torció el gesto cuando Edgar habló con ella de aquella forma. Su orgullo de animadora hacía que aquel tipo de imprecaciones hacia su persona se considerasen insultantes. Antes, cualquier bicho raro, como ella y su grupo los denominaban, tenía que pedir por escrito y sellado tres veces el permiso para intercambiar una palabra con ella. Sin embargo, tras el mohín inicial, suspiró, como comprendiendo algo.

-No, daño no, pero... ¡no me escuchan! -se quejó en voz alta-. Dicen que mi padre es un tal Sven, de no sé qué Tribu, que va a venir a buscarme y me va a llevar con él. -Se volvió a Lysandra-. Oye, puedo tragarme lo de que soy una mujer lobo porque, bueno, al fin y al cabo, he visto cosas. Y esos lobos me hablan. Pero no pienso hacer lo que me digais sólo por eso. Mi padre es Stephen Howard. ¡Y punto!

Edgar frunció el ceño ante la actitud del viejo y de la mujer. El primero se lo tomaba como un chist e. Esa pirada había tratado de matarle, y al anciano le parecía gracioso. Ja, ja, ja. Y la otra, ¿que clase de película hippie quería venderle? Apartó las pieles, dejando al descubierto su pecho vendado. Por respeto a Ashley, trató de no dejar al descubierto nada más.

- Un bien muy preciado, ya, claro. ¿Y entonces ésto que es? ¿Es como quien hace un grafitti en una estatua del parque? Tu amiga loca del parche ha tratado de matarme. No sé por qué sigo vivo, pero ahora mismo siento muchas cosas, pero sentirme a salvo no es una de ellas.

Se envolvió de nuevo en las pieles, por el frío. Luego miró a Ashley, y pensó en lo que acaba de contar. Se volvió hacia el anciano.

- ¿Es así como funciona esto? ¿Vais a decirme a mí también que mis padres no son mis padres, y que un señor muy majo me va a llevar a otro estado a vivir felices? No me lo trago, lo siento. Suena a cuento para hacer desaparecer a la gente.

El viejo se desternilló de la risa.

-¡Menudo Galliard, sí señor! Se le dan bien las palabras, ¿verdad, Canción? -dijo, dándole un codazo al lobo blanco que tenía al lado-. En cuanto se le bajen los humos recitará los cantares de los héroes sin que se le trabe la lengua ni una vez.

La mujer trató de poner un poco de paz, levantando las manos.

-Ya basta, Dom. No arreglamos nada riéndonos de él. Edgar, conoces a Viviane Olsen, ¿verdad? Has hablado con la directora en su presencia. Bien, ella es mi hija. ¿Crees que quiero llevarla a otro estado, o que permitiría que le ocurriese algo? No, ¿verdad? El caso de Ashley es especial. Tu padre, Ashley, pertenece a la Camada de Fenris y vive en el estado de Washington. Permitió que te criaras con tu madre, pero no desea que te adiestremos aquí. Su Tribu y la nuestra tiene creencias muy diferentes. Te llevará con él y te enseñará cuanto tengas que saber. Tu destino es convertirte en una Fenris, igual que él.

Se giró ahora hacia Edgar.

-Pero tú, Edgar, eres diferente. No sabíamos de tu existencia hasta que Ismene te trajo aquí. Y no intentó matarte, pese a lo que pienses. Le dijiste que querías cambiar para no poner en peligro a tu familia, y eso hizo. Para cambiar es necesario que te sientas en peligro. Ismene es... bueno, un poco peculiar, y estoy segura de que te atacó y te provocó hasta que te transformaste. Pero no te ha matado ni te ha hecho un daño demasiado grave.

La loba negra se aproximó a él y le olfateó el pecho. Emitió un gemido y aulló. Entonces, un cosquilleo le llenó por dentro y sintió que la herida se cerraba.

El viejo seguía riéndose de un chiste que sólo entendía él, hablando de cosas raras y canciones, mientras que la mujer, que parecía las más sensata del grupo, le contaba que era la madre de Viviane Olsen, su compañera de clase. Recordó lo que había dicho la directora sobre ella... le había dado un nombre, pero con todo el jaleo posterior la mente de Edgar no era capaz de recordarlo.Pero a pesar de su aparente buen hacer, había algo inquietante en ella. Y al parecer su hija lo había heredado, pues era todo un elemento.

La conversación volvió a recaer sobre Ashley y sobre su supuesto padre, de algo llamado la Camada de Fenris. Supuso que sería el nombre de una tribu, como las Furias Negras. ¿No había dicho Lovejoy que Viviane y su madre lo eran también? Genial, más locas con ganas de sacrificar machos. La frase "su tribu y la nuestra tienen creencias muy diferentes" le hizo empezar a coger simpatía a esos Fenris.

Luego la mujer volvió a centrar la conversación en él. Había estado escuchando, impasible, con los brazos cruzados, pero ahora no pudo quedarse igual. Al parecer, toda la juerga con Ismene, la persecución, el combate... había sido una farsa. Y él se lo había pedido, era cierto, había querido que le provocasen el primer cambio para no poner en peligro a toda su familia. Si la bomba de relojería no podía desactivarse, lo único que podía intentarse era una detonación controlada. Se sintió estúpido, y furioso. Puso una mueca y se dio la vuelta, quedando de espaldas a todos ellos. Tenía ganas de gritarles algo, de quejarse. ¿Pero qué iba a decir? ¿"A Ashley sólo le habéis pegado un puñetazo y a mi me habéis apuñalado, no es justo"?

Mientras decidía qué hacer, la loba negra se acercó a él y le olió la herida. Antes de que pudiese apartarse, la loba aulló y notó como el pecho se le llenaba de calor. No era doloroso, sino reconfortante. Cerró los ojos hasta que la sensación desapareció. La herida se le había cerrado, y a la vez se había calmado. Suspiró y se dio la vuelta, alternando la mirada entre la mujer, el anciano y los dos lobos.

- A ver... aún hay mil cosas que no entiendo, sobre nosotros, sobre esta guerra que se supone que tenemos que librar, pero... hay algo que nadie me ha dicho y que de algún modo sí tengo claro. Incluso si ya he cambiado y no voy a volverme loco, no puedo volver a mi casa y olvidar todo esto, ¿verdad que no? Porque esta guerra no se ganará sola...

Algo dentro de él le decía que, a pesar de lo fuertes que eran los garou, a pesar de esos poderes asombrosos que tenían, las cosas no marchaban bien. De algún modo lo sabía, y ahora era su deber formar parte de ello.

- ¿Cómo tengo que llamaros? Yo soy Edgar, Edgar Rourke... aunque supongo que ya lo sabéis.

Una vez Edgar se hubo marchado no le quedó más remedio que recoger la pala. Hasta ahora solamente habían estado Hécate y él, y no es que pudiera identificarse con la experiencia de Hécate, precisamente. Ashley era un grano en el culo y no iba a querer saber nada de él después de haber provocado su Primer Cambio (tampoco él querría) y el tío de las pieles no pareciera la clase de persona con la que Donny trabaría amistad, aunque nadie lo parecía, la verdad. Aún así las cosas irían mejor ahora que otras personas, personas humanas, estaban pasando por lo mismo. O eso suponía.

Seguramente ellos no lo verían así.

Al cabo de un rato se cansó otra vez de cavar, pero estaba satisfecho de su tarea. Aún no había terminado con el campamento entero, pero no podía levantar los brazos por encima de la altura del codo y tampoco quedaba tanto por hacer. Había ido demasiado deprisa, con demasiado ímpetu, y estaba reventado. Buscó a Tommy para devolverle la pala, que le tendió con gesto cansado.

-No puedo cavar más. No voy a quitar más nieve. Mira, lo pillo, ¿Vale? Mi ira es un balón de playa, lo pateo lejos. Dar cera, pulir cera. Esas mierdas.