Partida Rol por web

Al día siguiente llegásteis a la oficina, recogísteis todos los pertrechos que podíais utilizar en el almacén de la emisora y cargásteis la furgoneta de la radio. Los metros de cableado eran ingentes, y bien lo sabía Gilberto, quien iba a ser la parte técnica y conductor en el viaje. Thomas y Amaia preparaban sus pertenencias, y sabían que había trabajo que hacer, pues no se había profundizado mucho en la historia de aquella cueva, llamada "Del diablo", que había en el pueblo de Ribalengo de Laguna. Pasaríais el viernes allí, indagando algunos aspectos del pueblo e intentando obtener la mayor información posible antes de la emisión en directo del sábado por la noche, horario de emisión en directo de Quinto Centenario.

Tras salir tremprano, tras tres horas de viaje sin incidentes, llegásteis por fin a la localidad. Ya habíais realizado un primer sondeo al pueblo a través de internet en Madrid, por lo cual ya sabíais dónde estaba, más o menos, los lugares de interés en Ribalengo. El programa os había pagado la pernocta esa noche y el kilometraje para poder desplazaros. A primera vista, era un pueblo sencillo y frío, dadas las condiciones climatológicas del lugar.

El viaje cogió a Thomas un tanto preparado de antemano, le gustaba ser organizado y tener las cosas listas para encarar aquello que dejará su dosis de aprendizaje, siendo un avance interesante en su carrera como salga todo bien. Desde aquella perspectiva, luego de dejar todo en el vehículo, se dispuso a disfrutar del viaje mientras su mente surcaba por los senderos de la imaginación, planificando sin poder evitarlo lo que hará allí con sus compañeros. 

Al llegar se quedó bastante conforme con las vistas del lugar, contaban con todo lo necesario y en esta instancia, lo importante era el reconocimiento del lugar así se puede trabajar tranquilo. Por esa razón al bajar del auto luego de aquel recorrido donde tenían más o menos los sitios ubicados, tocaba encontrar un guía, era vital. 

- Bueno, es hora de decidir... Podemos ir al Taller de Vehículos, supongo que todo el Pueblo va allí y quien esté en el lugar conozca a medio mundo. Esto nos permitiría encontrar un guía para lo que nos toca mañana, así vamos viendo como es el lugar donde trabajaremos, donde poner el equipo y esas cosas. ¿Qué opinan? - pregunta un tanto pensativo, le interesa la opinión de los demás. 

Entre el trajín de cargar la furgoneta de todo el material con el que pude arramblar en el almacén y varias horas de conducir, agradecía sinceramente haber llegado por fin a aquel pueblecito.

Aproveché para estirarme un poco después de tantas horas conduciendo, miré un momento el mapa y respondí : -Pues vale, así también aprovechamos para preguntar dónde se puede comer en condiciones por aquí. Pero, ¿cuál de ellos? Porque en este mapa veo varios. -

Pronto nos pusimos en camino. Un día antes como habíamos acordado, para conocer el lugar, preguntar si era posible a algún vecino, indagar un poco sobre aquel pueblino. Una vez en Ribalengo me baje del coche para divisar lo que se veía del pueblo. Poco o nada sabíamos de aquel lugar y mucho menos de la cueva...pero ese desconocimiento y misterio he de confesar que me gustaba. El viaje había sido cómodo pero estaba ansiosa por andar y tomar el aire.

Bien, vayamos al Taller. Y luego al Ayuntamiento que según el mapa está en la plaza. Allí seguro saben donde queda la cueva del diablo. También deberíamos pasar por el Museo Etnológico, será el mejor lugar para conocer el patrimonio del pueblo, sus leyendas...Ah y a la Asociación Vecinal también. Quien mejor que los vecinos para informarnos de todo lo que se cuece por aquí!...Pongámonos en marcha

Miré a mis compañeros, quizás mi estusiasmo era exagerado, pero consideraba esos tres lugares de vital importancia para muestra conexión.

Una vez en el pueblo, tras bajaros y poderos estirar tras esas horas de viaje, decidísteis marchar a uno de los talleres de la zona. Había varios, en una especie de polígono industrial en creación justo detrás del ayuntamiento. Tal vez, en el sitio menos pensado, podríais encontrar la ayuda necesitada. Tras volveros a montar en la furgoneta, Gilberto condujo hasta allí, mirando el mapa en su móvil. Cinco minutos después, aparcásteis el vehículo delante de uno de los talleres.

¿Y de qué programa decís que sois, señores? -dijo el mecánico, apoyándose con la mano en alto en un capó abierto, en el cual había un motor lleno de hollín. Tenía un cinturón de herramientas, y un joven, tal vez algún mecánico en aprendizaje, parecía ser su ayudante. La verdad es que no lo he oído nunca, ni creo en esas cosas... -en cuanto os presentásteis comenzásteis a notar el escepticismo de los contenidos de Quinto Centenario, que era el misterio en todas sus vertientes-. Si queréis que os revise la furgoneta... motor, carburador, filtros, ruedas, ¡lo que sea!... pues sin problema: os hago un presupuesto. Ustedes dirán, pero tengo mucho prisa, mirén cómo tengo el taller -el taller estaba vacío a esas horas de la mañana, tan sólo el mecánico encargado y el ayudante rondaban por allí, arreglando varios vehículos que ocupaban todo el espacio diáfano-.

-Pueeees la verdad es que al margen de eso necesito su opinión...-Puesto que yo era el encargado habitual de conducir aquella furgoneta , decidí aprovechar para preguntarle qué tal eran los caminos por aquella zona, si sufriría mucho la furgoneta si la metía por la zona de la cueva, y qué partes de ella podrían estropearse. Supuse que con eso podría ablandar su resistencia , para luego derivar la conversación hacia cuestiones más relacionadas con el pueblo.

Un tanto sorprendiendo por la quietud general del lugar, Thomas baja de la furgoneta para respirar un poco de aire y al ver que el mecánico da esa impresión de mostrarse amable, se coloca al costado del auto y se presenta desde esa actitud un tanto distendida. 

- Thomas Von Endler. - extiende la mano y aguarda a que el mecánico lo salude. De momento prefiere no intervenir, notando que Gilberto domina la conversación, no se le da mal preguntar y entrar en confianza, es la base del periodismo encontrar información, indagar y luego escribir en base a lo encontrado. 

- ¿Sabe de alguien que pueda sernos de guía? Andamos un poco perdidos... - pregunta como quien no quiere la cosa, indagando apenas, sutilmente. 

Una vez que agotara las cuestiones automovilísticas, decidí que pasaría a preguntar sobre cómo era aquel pueblo, si iban a menudo por la zona de la cueva, y si sabía de alguien que pudiera guiarnos. 

El mecánico miró en primer lugar a Gilberto, cuando escuchó eso de "meter la furgoneta" por la zona de la cueva.

A ver, el cañón del río es un lugar peligroso para ir con la furgoneta... sobre todo si... bueno, si te caes por un terraplén -aquello era obvio-. Hay una carretera que llega hasta el comienzo del cañón, pero luego, si queréis ir a la cueva, habréis de hacerlo a pie. El terreno está bastante impracticable, pues es un cañón en toda regla. El del Colorado ese, el de los americanos, no le tenemos nada que envidiar aquí -aquello era una exageración, pues el cañón del río Tera era más pequeño-. El mecánico se asomó a la puerta del taller, miró la furgoneta del estudio de radio y movió la cabeza, pensativo. No sé, yo... si vais para allá, tened cuidado. Con un buen Patrol cuatro por cuatro no hay problema; con vuestra furgoneta debéis andar con pies de plomo.

Cuando Thomas intervino, el tipo no quiso darle la mano... la tenía llena de hollín y grasa.

Perdona que no te de la mano, muchacho -y se la enseñó, para que vieras porqué-. Con que un guía... ¿eh? A ver, os cuento cómo va el tema por aquí: muchos excursionistas y asociaciones vienen aquí con sus bocadillos, sus tiendas, sus botas de montaña..., pero luego se echan para atrás en cuanto ven ese cañón... Si queréis ir a la cueva, o vais al ayuntamiento a que os informen, o vais al museo, que seguro que allí el muchacho que está trabajando este año en el plan de empleo social os ayuda. El hijo de Paqui, creo que és -el mecánico giró la cabeza, miró a su ayudante, y éste asintió. Por lo visto era amigo suyo-. En fin... creo que debéis ir allí. Aquí yo nos puedo ayudar más...

¡ANTONIOOOO! -gritó entonces al muchacho ¡¡sube las levas, que vamos a mirar los manguitos! -entonces, tras despedirse de vosotros, se pusieron de nuevo a trabajar en su taller-.

Esto...chicos...compañeros...y si nos vamos ya para el Ayuntamiento?
Aquel lugar olía a neumático, grasa, gasolina...deseaba irme de allí. Intenté no acercarme demasiado a ningún utensilio y aparatejo que había allí, pues apostaba que esas manchas no se quitaban tan facilmente. Eso si, saludé educamente al amable mecánico y a su ayudante Antonio. Muy amables, iremos con cuidado, gracias señor. Me subi la primera a la furgoneta. Próxima parada Ayuntamiento no? todos de acuerdo? allí nos pueden dar planos de los alrededores del pueblo. Además viendo el mapa el museo esta justo en frente del Ayto, en la plaza también, podemos ir a varios sitios antes de la hora de comer!

Al escuchar las palabras del mecánico, Thomas respiró un tanto aliviado ya que al menos hay cierta predisposición en el lugar para este tipo de situaciones donde alguien de afuera viene con todo su equipo a explorar. La información le resulta interesante al periodista y agradece a través de un gesto, esa dosis de amabilidad que refleja al menos a simple vista la empatía que tiene alguien de un Pueblo a diferencia de la gente que vive en la ciudad. 

- Muchas gracias, ha sido un placer. Más que recomendado si algún amigo mío anda por aquí y tiene problemas con el coche. - agrega a modo de despedida mientras desvía la mirada hacia la psicóloga, había estado callada y agradece que le dé un poco de voz a la situación. Claramente la opinión femenina es algo que le da color. - Primero al ayuntamiento, luego a comer y después al Museo. Creo que así iremos mejor. - responde a Amaya. 

Y ya dispuesto a seguir con el camino se sube a la furgoneta mientras espera que Gilberto hago lo propio, así pueden retirarse de allí hacia su nuevo destino. 

-¡Muchas gracias por todo! ¡Hasta luego! - Traté de despedirme educadamente de aquel hombre, mientras en mi interior me preocupaba por lo que acababa de oír. 

Con lo que ha dicho, me parece que vamos a volver a vernos muy pronto en peores circunstancias. Qué gran idea han tenido los jefes esta vez, desde luego. ¡Espero que luego no me echen a mí la culpa!

-Como vosotros digáis -digo subiéndome de nuevo a la furgoneta- Próxima parada: la plaza del ayuntamiento. 

Para no entorpecer más a aquellos mecánicos, y viendo que podría ser contraproducente molestar con tanto interrogatorio a los vecinos de Ribalengo, pusísteis rumbo al Ayuntamiento. Desde luego, aquel centro neurálgico de información para todo periodista e interesado solía ser el primero en ser visitado. Vuestro caso, hablando del taller, fue extraño.

El caso es que tras conducir durante cinco minutos, y tomaros otros cinco para aparcar correctamente, llegásteis a la plaza del pueblo. Allí se alzaba una bonita explanada empedrada, con una fuente en el centro que tenía una barandilla baja. A un lado estaba el Ayuntamiento, ondeando varias banderas en su balconera principal; al otro, se encontraba el museo etnológico de Ribalengo.

Entonces caísteis en la cuenta de ello: era sábado, casi las dos de la tarde, y por las tardes ambos lugares estaban cerrados. Habríais de visitar uno o el otro antes de que las dos fuentes de información cerraran sus puertas al público. Tal vez fuera el momento de divirse el trabajo.

Una vez llegamos a la plaza del Pueblo, Thomas baja de la furgoneta para contemplar cada detalle del lugar y pensar que aquí puede haber un poco de información. Pero al ser un horario que no es el adecuado, ya que las puertas se encuentran cerradas, apoya parte de su cuerpo sobre el costado del vehículo mientras desvía la mirada hacia sus compañeros. 

- Tendremos que venir mañana, no tenemos opción. ¿Ideas? - pregunta un tanto pensativo, es que tocaba pescar a alguien caminando por allí o ir directamente al Museo, que quizás ya esté abierto. Las opciones no eran muchas, pero dadas las circunstancias, tocaba lidiar con ello. - ¿Museo? ¿Almorzar? ¿Ir a recorrer el lugar donde vamos a trabajar? -  pregunta para saber que opina el resto. 

Al adentrarnos más en el pueblo me resultó un lugar acojedor y con mucho encanto. La plaza era amplia, se extendía ante nosotros con un suelo de adoquines. En el centro había una fuente con un chorro de agua. Alrededor de la gran plaza casas con aire antiguo, el museo y el ayuntamiento con varias banderas en la fachada. Había algunos coches aunque poco movimiento de personas.

Al llegar me bajé de la furgoneta para divisar toda la plaza y sus edificios. Después me dirigí a mis compañeros que también observaban el lugar. Chicos mañana es sábado asi que el Ayuntamiento estará cerrado y el museo idem de idem. Ir vosotros al Ayto si os parece y yo al museo. Si nos damos prisa los cogemos abiertos, aún no han dado las dos. Preguntaré por las leyendas del pueblo y también si disponen de algún guía. Nos vemos aquí en un rato. Luego os cuento. La última frase la dije ya cuando iba caminando hacía el museo. Estaba enfrente del Ayuntamiento y su fachada era de piedras, me dirigí hacía la puerta de entrada para pasar al interior.

-Tienes razón - Y a continuación grité mientras ella se alejaba: -¡Acuérdate de preguntar por el del plan de empleo social!-

A continuación volví mis pasos hacia el ayuntamiento y le hice señas a Thomas para que me siguiera. Atravesé la puerta y busqué con la mirada algún mostrador donde pudiera preguntar o algún tipo de cartel informativo.