Partida Rol por web

Haciendo unas señas a Felix camino hacia el frente, pegado a la pared y caminando con lentitud pero con esmero.
Avanzo mirando hacia mi alrededor y miro a mi compañero de vez en cuando con la finalidad de buscar en él alguna respuesta a la incógnita de la localización del señuelo que nombró Daniil.
Avanzaremos por el desfiladero hasta la posición asignada informo por radio.

Seguí caminando a paso lento, sin hacer ruidos innecesarios mientras la sangre en mis venas galopa de forma menos acelerada y, después, más caliente y feroz.
Tenía ganas de encontrar al flanco, y bajo mi invisibilidad me sentía tras la cortina de la realidad.
No van a tener tiempo de ver la luz, compañeros, ni siquiera ver su vida pasar...solo una muerte invisible y tajante susurro por radio sin alzar la voz.

Mi tez dibuja una sonrisa que solo yo sé ver.

El convoy avanza por el desfiladero, con la mole negra y roja de Ogonov al frente, cristalizando la arena bajo sus pies. En algún lugar, por delante, los dos soldados invisibles toman posiciones...

Adelantándote a Ogonov, pegado a la pared escarpada, pasas la curva cerrada y alcanzas a los 6 hombres. Seis desharrapados vestidos a la manera afgana, con turbantes y ropas sucias de lana, se afanan en ocultarse en las rocas que rodean la carretera.

Uno de los hombres barre el suelo con una rama de arbusto, para ocultar un cbale que va desde un pequeño montículo de arena junto al lado derecho de la carretra hasta un detonador de aspecto improvisado tras unas rocas.

Es una emboscada en toda regla: Un explosivo en la carretera y 3 hombres a cada lado, parapetados tras unas rocas, con fusiles viejos y un M16. En las rocas de más allá de la curva, ocultas a la vista, puedes ver dos cuerdas con nudos que llevan seguramente a alguna cueva o sendero en la parte superior del desfiladero...

 Al ver la situación, prefiero informar por radio, a voz casi imperceptible.
Una vez reportada la situación, camino hacia mi compañero, al cual no he perdido de posición. Me acerco a su oido y le susurro de forma tajante:

A por el detonador o a por los fusileros?

Espero una respuesta sin mirar al frente, en breves la situación se nos irá de las manos, y en el centro del camino está nuestro peor enemigo. Tambien miraba a lado y lado, donde aquellos tres hombres parecían tener la única razón de ser en disparar a quien pasara frente a sus narices. 

Vamos félix, decide ya...

La voz de Félix surge del aire a tu alrededor, incorpórea.

- Yo me encargo del detonador y los del lado derecho. Tu sitúate a la izquierda... ya vienen

Se escuchan por la carretera los pesados pasos de Ogonov y el ruido de los motores.

Escuchas los pasos rápidos de Félix mientras se aleja a su posición. En apenas un minuto, ves al soldado con la rama llevarse la mano al cuello: un enorme tajo en la garganta se abre entre sus dedos, lanzando chorros de sangre.

Hay un instante de silencio, de incredulidad, entre los mujaidines a tu alrededor, como si no supieran bien lo que está pasando.

Y entonces comienzan los disparos: Félix abre fuego contra los dos hombres parapetados tras las rocas del lado derecho. apenas unas manchas de sangre flotante y el fuego de la bocacha del Kalasnikov indican de dónde vienen los tiros.

Los Mujaidines, desorientados, comienzan a dispara a lo loco.

A punto de cruzar la curva, disparos.

Los familiares agudos de Kalasnikov llenan el estrecho desfiladero, rebotando en las paredes. Se escuchan gritos en un idioma desconocido. Más disparos, de fusiles anticuados, en medio de las ráfagas graneadas de Kalashnikov, justo al otro lado de la curva.

Algunas balas perdidas rebotan contra las paredes, cerca de vuestra posición.

 Kalasnikov en mano, camino agachado hacia la izquierda, con el objetivo de eliminar a esos soldados que disparan al aire como ratones asustados.
De nada servía tomarlo con calma y atacar su retaguardia, el alboroto estaba servido y debía buscar cobertura mientras avanzaba para eviadir a esos disparos enemigos tan aleatorios como el resultado de un dado.

Busco acercarme hasta tener un blanco cercano y disparar de forma efectiva, aunque el pez no deje de mover su cola.

Cierro los ojos y trato de ignorar todo lo que me rodea. Me concentro tan sólo en el calor, sofocante y pegajoso. Me empieza a costar respirar, este aire quema mis pulmones, pero aún así es precioso, pues empieza a escasear. Estoy en un lugar cerrado, estrecho, cada vez más estrecho. No sé por cuanto tiempo más podré seguir aguantando esta espera, necesito salir de aquí, necesito escapar. Ni tan siquiera sé que hago aquí, esto es una locura. No quiero morir en este infierno, quiero volver a mi casa, ver a mi familia. Si al menos estuviese luchando por algo, pero nada de esto tiene sentido, ni este lugar, ni esta lucha. Oigo con claridad los disparos rebotando cerca de mi posición. Sé que voy a morir y ni siquiera tendré la oportunidad de defenderme, ya ni siquiera recuerdan que estoy aquí.

¡¡¡NECESITO HUIR!!!

Una pausa y me sereno. Vuelvo a abrir los ojos y sonrío. Ahora sólo queda esperar un poco para comprobar si ha funcionado.

Al cerrar los ojos, primero me concentro en uno de los enemigos que se encuentran aislados entre sí y esperando. Casi con toda seguridad son francotiradores, posiblemente alguno tenga algún lanzacohetes u otro tipo de explosivos. Son la primera amenaza y trato de neutralizarles empleando mi mejor arma: el miedo.

Mis garras están completamente formadas en mis manos, pero en ese momento, un pensamiento llega a mi cabeza. Maldición, no puedo hacerles mucho daño... son compatriotas, tan rusos como yo, aman a la ródina...

Salto desde la pequeña saliente donde me encuentro hacia su posición, quedando entre medio de los tres, los cuales me miran con ojitos desorbitados. En realidad, no sé si alguna vez se han topado conmigo o si son simplemente reclutas en prácticas. Sólo puedo ver sus ojos, y ellos pueden ver los míos, inyectados en sangre...

Con mis manos, con una celeridad pasmosa, cojo el cañón de dos de sus fusiles y como si fueran un lápiz, mis pulgares los doblan hacia arriba en un ángulo bastante gracioso. Acto seguido, dejando que mi respiración se calme un poco, sólo extiendo la mano para que el otro enemigo que queda en pie apuntándome me entregue su arma y así terminar con esta farsa.

¿Podéis ser buenos y haceros los muertos, camaradas? Les digo mientras en mis labios se dibuja una sonrisa.

"Por aquí arriba está todo tranquilo ya, Daniil. Podéis proseguir, yo sigo buscando enemigos en las alturas." Les digo por radio a todos mis camaradas que participan del ejercicio.

Los disparos resuenan en las paredes, multiplicándose a causa del eco. El polvo del camino dificulta la visión, aunque no es que pudiera ver más allá de la curva.

-"¡Vamos, vamos! ¡No os detengais!"- les grito por radio a los conductores. La caravana avanza lenta pero segura hacia la curva en la que nos habçian tendido la falsa emboscada. Arriba, el resto de mis hombres se encarga de la otra amenaza.

No hay mucho que pueda hacer desde lo alto del vehiculo, así que bajo de un salto y cojo uno de los fusiles de la parte trasera del todoterreno. Es probable que no me haga falta, pero nunca viene mal algo de ayuda extra.

La cinta que tiene el arma es demasiado corta para mi embergadura, así que no me la coloco. Con el arma en la mano me dirijo a la pared contraria a la dirección de la curva, para tener mejor ángulo sobre lo que se nos avecina.

Los Mujaidines se retiran, asustados, soltando las armas... y entonces sentís una oleada de pánico que os roza, como una brisa gélida, y que se centra en los hombres que te miran con ojos desorbitados.

Huyen, a toda velocidad, sobre el precario borde del acantilado, desesperados, completamente aterrorizados.

Entonces uno de ellos pierde pie. Resbala por culpa de la arena del suelo. Sus manos buscan a qué aferrarse, pero no hay nada a su alrededor. Agita los brazos, como a cámara lenta, y desaparece por el borde, gritando...

Apenas giráis, podeis contemplar la batalla.

Varios hmobres ataviados a la manera afgana corren y trtan de refugiarse entre las rocas alrededor del camino. Disparan casi al azar, mirando brevemente a su alrededor con ojos desorbitados.

De la nada, surgen los disparos de los Kalasnikovs de Viktor y Felix, abatiendo hombres.

Tirado junto a la carretera, un Mujaidin yace bocabajo en un charco de sangre que la arena absorbe lentamente.

La escena es un caos de disparos, balas que pulverizan la roca y el olor de la pólvora quemada y el ladrido de los Kalasnikovs bajo el sol afgano.

¿Qué demonios? Digo mientras salgo corriendo hacia donde ha caído el soldado y comienzo a mirar hacia todos lados buscando una señal o algo que me indique quién o qué ha hecho caer al soldado. Cuando llego al borde, miro hacia abajo y puedo ver a este soldado, desplomado en el suelo en una posición antinatural. Ya nada puedo hacer por él... pero esa sensación... ha sido extraña...

"Daniil, todo despejado, podéis proseguir. Yo sigo limpiando aquí arriba"

- ¡Oh, vaya!

Petrov se aferra a la barandilla. Los disparos resuenan en la sala, y los militares y observadores se dirigen a las pantallas y los miradores para contemplar por primera vez a los NOVA en acción.

La sensación que recorre al personal es galvanizante, eléctrica. Un hombre cae, con la garganta cortada. No estaba preparado, nadie había tenido en cuenta esa posibilidad.
El primer destacamento de falsos Mujaidines, soldados rusos entrenados y con experiencia, huyen en cuanto comienzan a lloverles disparos desde la nada. Un monitor infrarrojo muestra el rastro de los dos NOVA que abaten a los hombres. Entrando en la zona de combate, la mole de Ogonov se perfila como una brillante llama blanca sobre fondo negro.

Sobre el acantilado, Sirius salta en medio de sus atacantes, una demostración de poder grabada a cuatro cámaras, impresionante. Muchos sonríen ante su comentario jocoso, pero no dejan de mirar las afiladas grras y los cañones de las armas, doblados como si en vez de tubos de hierro hubiesen sido tenedores del comedor. Entonces un hombre cae por el borde, uno de los soldados disfrazados de Mujaidin, y Petrov lanza su exclamación.

Gerusian, que se había alejado unos metros por el desfiladero en un grácil vuelo acrobático, se lanza en picado a coger al hombre que cae, sobrevolando la zona de combate.

Pero llega demasiado tarde.

El soldado rebota contra las estructuras metálicas que sustntan la ilusión y queda tendido en el suelo, como un muñeco desmadejado.