Partida Rol por web

[Una semana después]

En el amplio hangar de la Sala de Entrenamiento, los instructores han preparado un campo de pruebas formado por vehículos, contenedores de metal y andamios, simulando un estrecho barranco sinuoso y lleno de recovecos. La Unidad, vestidos con camuflaje de desierto, suda de pie bajo los potentes focos instalados para la ocasión. En las pasarelas, las cámaras y los instructores se alinéan atentos, esperando que comience la prueba.

Durante toda la semana, habéis visto los vídeos, escuchado las explicaciones, realizado pruebas de orientación, sigilo, supervivencia. Los instructores aún se muestran asombrados ante vuestros poderes, y entusiasmados con la posibilidad de tener una unidad bien entrenada y equipada en el frente de Afganistán. Pero ha llegado el momento de la primera prueba realmente importante:

La simulación de una emboscada.

¿Emboscadas? ¿Eso es lo que nos tienen preparado?

No puedo evitar reirme al pensar en que nos pueden tener preparado los mandos superiores para este entrenamiento. Una emboscada suena... bueno... eso es depende quién son los que emboscan... No creo que hayan utilizado NOVA´s para tendernos la trampa, aunque, nunca se sabe.

Miro a mis compañeros, los cuales parecen estar alegres de encontrarse en esta situación. No creo que el ejercicio sea más difícil de lo que sucedió en el estadio, sin embargo, debo estar atento a cualquier cambio, no es cuestión de dejar mal a la unidad.

Aunque a la mayoría no nos hace falta demasiada protección los instructores han decidido que todos debemos llevar el equipo reglamentario. Dicen que así no le damos ventaja al enemigo a la hora de identificar a los NOVA. Aun así no hay duda de que yo no soy un soldado común, y mucho menos Gerusian, con sus alas o Vladimir, cuyo cuerpo de roca no le permite llevar nada que no sea su traje especial. Ente los trozo de roca asoman líneas de un rojo intenso, como si se tratase de lava incandescente.

El calor que genera Vladimir se suma al de los abrasadores focos, que simulan el calor del desierto, al que no estamos acostumbrados. Así el sudor resbala desde el interior de mi casco color caquí filtrándose en mi barba para gotear desde mi barbilla.

Los chicos están preparados y algunos se mueven inquietos y expectantes. Otros parecen tranquilos y meditabundos. No es la primera vez que entrenamos tácticas de emboscada y seguramente todos están repasando mentalmente su papel en la simulación.

Espero pacientemente a que nos den las intrucciones para comenzar el ejercicio. Estoy con los ojos cerrados, pero atento a todo lo que ocurre a mi alrededor. Me concentro en percibir hasta el último detalle de mi entorno, a memorizarlo y analizar los cambios que se puedan producir. Analizo a toda la gente que me rodea para ser capaz de reconocerlos por su huella emocional, pero mantengo el control en todo momento.

No me puedo permitir perder el control, no puedo permitir que la unidad falle en el ejercicio. Eso es lo que Lebedev espera y no pienso darle esa satisfacción. Esta última semana he salido del aislamiento exclusivamente para las sesiones teóricas de entrenamiento y me ha ayudado a mantener la calma, pero de ahora en adelante no podré emplear más ese recurso. De ahora en adelante las situaciones serán más estresantes y deberé mantener la calma por mi mismo. Espero poder incluso llegar a prescindir de los mantras de meditación con el paso del tiempo.

El buen doctor ha seguido el mismo que ha sufrido el resto de la unidad. Con el mismo sucio uniforme militar que llevaban los demás, no había una sola pista del rango de Grigorovich.

En las pruebas se había desenvuelto como había podido, comparado con algunos miembros de la unidad a su cargo era torpe, pero su tozuderia y resistencia compensaban su falta de practica. Sin embargo parecía saber usar armas de fuego, a las que trataba como si fueran viejos amigos a los que había dejado de ver hace tiempo, un dato que sorprendió a propios y extraños. Cuando alguno pregunto, Grigorovich solo sonrió y dijo:

-No olvidéis que mi padre llegó a comandante en el Ejercito Rojo. Me enseñó a tirar y a cazar cuando viví mi infancia en Siberia.-

Y sí pasaron horas, días tras día en las que hacían los mismos y repetitivos ejercicios, conocidos por todos menos para el profesor, que ahora sudaba la gota gorda. Aun con su megarresistencia las pruebas eran extenuantes.

Cuando llegó la hora de la prueba definitiva esta no sorprendió al doctor Grigorovich, era un peligro obvio y la principal táctica que usarían los insurgentes. Empezó a calcular todas las debilidades que tenía la unidad, todas las posibilidades de sufrir un ataque y cual sería el plan de acción más adecuado para contrarrestar el peligro. Estuvo un buen rato sin decir nada, dándole vueltas a la cabeza, solo que esta cabeza daba vueltas a velocidades más grandes que la velocidad de computación de muchos superordenadores. Llegó un seguido de conclusiones alternas, con varios planes de contingencia preparados...

...sin embargo no dijo nada, quería ver como se desenvolvían sus pupilos. Necesitaban una pequeña cura de humildad después de todo.

Por fin había llegado el día del entrenamiento, aunque el hecho de que estubieramos en una emboscada, el hecho de sentirme inferior y rodeado, me sacaba de quicio.
Hacía calor y mis compañeros parecían tener nervios al igual que yo, así que decidí respirar hondo y mirar que nos deparaba aquél entorno cuanto menos hostil.
Pude leer en las mentes de mis compañeros esa mezcla entre adrenalina y un ligero temor que conocía con sobriedad, la cual cosa me tranquilizó al saber que no era el único intranquilo.
Preferí no perder de vista a Daniil, él era fuerte y podía ser una buena protección de la cual sacar algo de tiempo para desaparecer ante los ojos de aquellos enemigos aún inperceptibles.

En silencio y tranquila esperaba junto a sus compañeros, aunque el calor hacía que se sintiese bastante incómoda. En posición de descanso, con la espalda recta, piernas ligeramente abiertas y las manos a la espalda, Natasha observaba a sus compañeros. De vezz en cuando se limpiaba el sudor del rostro con el dorso de la mano, no estaba acostumbrada a estas temperaturas, y se notaba.

El jefe de instructores sale de entre los andamios cubiertos con redes de camuflaje, tras revisar todo el recorrido. Se coloca frente a la tropa y se cuadra, con la manga izquierda del uniforme cayendo inerte, allí donde estuvo su brazo hace una semana.

- ¡FIRMES!

El ruido de los tacones al chocar rompe el silencio.

- Tras una semana de entrenamiento, deberíais ser capaces de sobrevivir a este ejercicio. Sobrevivir. Esa es vuestra primera prioridad: Sobrevivir y alcanzar el objetivo. Afganistan no es un lugar donde importe mucho ninguna otra cosa, no os engañéis.

Mira a los ojos de los nova con sus pequeños ojos negros y fríos.

- Esto que tenéis aquí detrás es una reproducción del Paso de Makeddon, al sur de Kandahar. Es una de las rutas más complicadas y peligrosas de abastecimiento, transcurre por estrechos cañones tallados en la roca durante más de tres kilómetros. Las emboscadas en este punto son mortales. El enemigo conoce el terreno, lo utiliza en nuestra contra. Veamos si vosotros podéis cambiar eso.

Dos grandes vehículos entran en la sala: Un camión cicsterna y un gran todo-terreno, ambos pintados de marrón tierra.

- Este es un vehículo de escolta de ultima generación. - Señala el todo-terreno.

- Entrarán en acción en breve en la zona de combate, así que será mejor que se vayan acostumbrando a él. Escoltarán el camión-cisterna atraves de los 600 metros de recorrido. En algún punto indeterminado, serán victimas de una emboscada... a menos que puedan evitarlo. Si tienen alguna pregunta, utilicen la radio del vehículo. La munición no será letal en este entrenamiento. ¡ROMPAN FILAS!

El buen doctor se cerca a Daniil y le da un amistosa palmada en su desmesurada espalda.

-En esta misión seré un soldado más. Tú eres el líder de campo y sabes bien lo que debes hacer, no podré estar siempre dirigiendoos y es hora de demostrar a propios y extraños que trabajais como un equipo, este quien este al mando.-

Apto seguido se dirige a la fila donde los demás esperan ordenes y se cuadra.

Me cuadro en la formación, esperando las ordenes de nuestro jefe de campo Daniil. Miro de reojo a Natasha, la cual parece un poco acalorada y me sonrío para adentro. A lo lejos, puedo ver la polvareda que levanta el viento que pasa por el cañon y hacia arriba de las paredes, bien en lo alto, no puedo ver nada.

Esta simulación parece bastante real...

Un buen lugar para una emboscada...

-Bien camaradas. Hacedme sentir orgulloso.- digo a mis compañeros.- Pávlova conducirá el vehiculo con Grigorovich de copiloto. Detrás iremos Blakovich y yo.

-Tú y tú- digo señalando a Vladimir y a otro de los soldados- ireis junto a la cabina del camión cisterna. Volkov irá con el conductór del camión.

-Stravich, te quiero por delante, listo para detectar cualquier presencia extraña. Pavlov y Egorev, nos dareis apoyo aéreo. Quiero que nos mantengais informados constantemente. Avanzaremos lentamente asegurado nuestra posición a cada paso.

Miro uno a uno a los hombres que van a luchar junto a mí.

-¿Alguna pregunta?

- Ninguna, Camarada. -, le digo mientras lo saludo militarmente.

- Creo que es hora de pasar a la acción. -, digo mientras me encaramo sobre el camión blindado.

Cuando Daniil me manda acompañar al conductor del camión por un momento dudo, pero procuro no hacer el menor gesto. Sin embargo no tardo demasiado en darme cuenta de por qué puedo ser especialmente útil en esta posición.

-No hay preguntas, teniente Barkov. A sus ordenes. -Sin decir nada más, saludo y voy a mi posición.

El calor es realmente incómodo y todo parece indicar que dentro del camión será peor, pero es una buena posición. Las misiones de campo no son mi punto fuerte, pero si por cualquier motivo separaran el camión de su escolta, debe haber un oficial para dirigir a los soldados. Y tengo la impresión que durante el ejercicio van a procurar que nos falle todo lo que pueda fallar.

Asiente a las órdenes de Barkov, tras lo cual se dirige al vehículo que debe conducir y realiza un rápido reconocimiento externo del todo-terreno, no le gusta llevarse sorpresas en las misiones.

- ¿Listo, profesor? - dice mientras abre la puerta y se encarama para poder entrar y tomar asiento.

Una vez acomodada realiza la operación anterior, pero  esta vez en el interior del mismo.

Los soldados ocupan sus posiciones mientras alrededor de la enorme cúpula de la sala se van reuniendo los científicos y los instructores, deseosos de contemplar el simulacro.

En Afganistán, no habrá testigos de las emboscadas y las muertes.

Lanzando sendas nubes de humo aceitoso, los dos vehículos se ponen en marcha, entrando en la estructura de andamios y redes de camuflaje, sacos de arena y...

Algo pasa. Hay un temblor en el aire, un... una especie de transparencia. Entonces todo cambia: Las "paredes" levantadas con contenedores y tubos de metal, se convierten en paredes de roca. Los sacos de arena amilados se transforman en montículos y pequeñas dunas que el viento seco del desierto barre sobre la pista de asfalto polvoriento. Sobre vosotros, el cielo azul cruel de Afganistán. A vuestro alrededor, el paso de Makkedon.

Un regusto metálico os sube por la garganta. El sabor del miedo, quizás...

La arena cruje bajo las suelas de las botas. El polvo se levanta tras los vehículos, que avanzan lentamente por el paso.

El Profesor Petrov se acerca a Kovaliev, que observa desde una de las pasarelas superiores. A su alrededor, un equipo de cámaras registra todo lo que sucede en el largo túnel abovedado de la sala de entrenamiento, mientras varios hombres ataviados con ropas militares observan cuidadosamente y se comunican por radio con invisibles interlocutores.

Bajo ellos, nebuloso como un sueño, se extiende el cañón de Makkedon, prácticamente real.

- Es impresionante el poder de Yuri y de Andevj, ¿no es cierto?

Señala a dos jovenes nova que se sientan a ambos extremos de la pasarela, central en posición de loto, conectados a un encefalógrafo. Parecen tranquilos, pero las agujas que marcan su actividad cerebral lanzan pequeños chasquidos al golpear los bastidores de la máquina.

- Toda la ilusión es obra suya. Son dos de los mejor preparados, quizás porque tienen temperamento de artista. Han venido de la Estrella Blanca exclusivamente para este ejercicio, tras pasar dos semanas recorriendo el paso de Makkedon.