Partida Rol por web

Nunca habéis conocido su verdadera ubicación. Desde siempre, La Instalación ha sido vuestro hogar, vuestra escuela y vuestra sociedad.

- Bueno, Pavel... - El doctor mira los informes. El despacho huele a desinfectante y a metal. - Creo que ya estás lo suficientemente preparado como para unirte al resto de tus Camaradas.

Su mirada se afila, como siempre que está a punto de hacerte una pregunta importante. Una de esas preguntas cuya respuesta anota luego en sus informes.

- ¿Cómo te sientes?

El comedor central de La Instalación está decorado sobriamente con una foto del Presidente y tubos fluorescentes. Las largas mesas de lo que debió ser planificado como una base militar subterránea se encuentran prácticamente vacías: Sólo una veintena de niños, con el uniforme de gala negro y rojo, se sientan en la mesa central.

Ya nadie hace caso a los guardias fuertemente armados que custodian cada puerta, cada pasillo, cada acceso.

Como todos los días, los niños esperan con las gorras en la mano a que el Dr. Grigorovich les dirija unas palabras y les de permiso para sentarse. Hoy esperan ansiosos la llegada de un nuevo alunmo, y se nota en sus jóvenes rostros la ansiedad del momento.

Pero, en los alumnos de La Instalación, la ansiedad puede ser mortal para los que les rodean.

Uno de los chicos espera nervioso apretando su gorrita de piel entre las manos. Es más bajito que los chicos de su alrededor, por lo que destaca en la fila. Mira disimuladamente a la entrada de la sala mientras lucha por mantenerse firme, en formación, y que su pierna no empiece a golpear ritmicamente el suelo de puro nervio.

Otro de los chicos, de aspecto frágil y enfermizo trata de mantenerse apartado, con la cabeza gacha y los ojos fijos en la gorra que aprieta y retuerce compulsivamente entre sus manos. Murmura unas palabras que nadie logra escuchar, pero que parecen una especie de rezo.

Odia los momentos de silencio, le hacen sentir tremendamente incómodo.

Espero apartado del grupo de niños, agachado en un rincón, esperando alguna indicación. Mis manos se frotan contra mi cuerpo para calentarme mientras que de mi boca sale una pequeña nube de vapor cuando respiro.

Acto seguido me llevo las manos enguantadas a la boca, y formando con ellas un cuenco, lanzo mi aliento, para que no se enfríen.

Espero que esto pase pronto...

El Doctor Grigorovich es un hombre alto, mucho más alto que otros adultos que los niños hayan visto, y eso unido a su mirada gélida y aire circunspecto lo hacen doblemente temible a la mirada de un niño.

Mira uno a uno como si estuviera probándolos con la mirada. Al contrario que ls otras personas, no parece incomodo con los silencios, al contrario, los alarga, los paladea y incluso podría decirse que los disfruta.

-Podeis sentaros.- Y los niños como un resorte se sientan, sintiendo el tacto reconfortante de algo solido que les apoya.
-No hace mucho que estáis aquí, os sentís solos y asustados, pero nada habéis de temer. El Estado cuida de vosotros y os vigila. El Estado es la suma de las voluntades de los que pueblan nuestra querida Rodina, nuestro país, y siempre quiere lo mejor para sus ciudadanos, incluso los pequeños como vosotros.-

Sonríe un poco para quitar tensión al asunto, y continua:

-La Rodina tiene grandes esperanzas depositadas en vosotros. Tenéis un futuro brillante por delante, no podéis decepcionar a tanta gente... ¡Pero tranquilos! Yo os ayudaré a encontrar vuestro verdadero potencial.-

Me siento en la mesa, cerca del doctor y le escucho apoyando mi cabeza en la palma de la mano.
Tiene toda la razón, con miedo y sin estar acostumbrado al lugar, solo deseo escuchar el porqué de esta encerrona. No me sentía bien allí, pero me sentía seguro y quería seguir así, viviendo almenos cómodamente bajo un buen techo.

Me siento a la mesa, todavía murmurando, aunque más relajado.

-Bien, hoy vendrán nuevos compañero a nuestra Instalación. Quiero que los aceptéis como parte del equipo y tengáis paciencia con ellos, no tienen tanta disciplina como vosotros ni saben tanto, con lo que deberán aprender poco a poco.
¿Alguna pregunta?-

Se había agachado un poco para no parecer tan temible al ser tan alto. Sin embargo cuando deja de hablar se endereza, y la figura parece más enorme al estar los niños sentados.

El pequeño se sienta a la mesa con sus compañeros y espera diligente a que traigan la comida. Se nota su disciplina, sabe que no debe hablar con otros durante la comida, pero hoy es un día especial. No puede evitar dejar de mirar al frente de vez en cuando para echar un vistazo a la entrada, aquí no suelen llegar muchos niños nuevos, es todo un acontecimiento.

Al pequeño nunca le han gustado demasiado los cambios repentinos... niños nuevos... bueno, da igual, muchos ni siquiera se darán cuenta, y el francamente casi lo prefiere. Cuando el hombre da permiso para sentarse, el niño piensa que casi preferiría irse de allí y volver a su pequeña habitación, por lo que piensa en que él, realmente, no quiere estar allí... otras veces le ha funcionado, y así podrá irse sin que al gigantesco hombretón de la barba le parezca mal.

Sentarme en la mesa junto con los demás no era de mi agrado. Me acerco hasta ella arrastrando los pies y frotandome las manos contra mi pecho. Me gusta la soledad y ahora nos dicen que entrarán niños nuevos a hacernos compañía...

Es extraño, pero mi mente, amoldada a mi nuevo hogar, todavía extraña un poco su pasado... bestial...

- En paz, señor. Creo que estoy listo para el servicio. He calmado mis ansias de servir a la madre patria, he rezado y he pedido a Dios que me de la fuerza para servir de la mejor manera. Y me la ha dado.

La voz de Pavel es sincera, no altera su tono de voz, aunque sus palabras, siempre con un tinte de inocencia, llaman la atención ante su corpulenta constitución.

Grachev parece satisfecho. Se levanta y te hace una seña para que le sigas mientras se adentra en los pasillos metálicos de La Instalación.

- No esperaba menos de ti, muchacho. Serás un gran servidor de la Patria, tenlo por seguro.

Ascensores. Pasillos. Pasarelas. Por todos lados, puertas de contención, cámaras de vigilancia, guardias fuertemente armados. Al final de un largo pasillo, una puerta blanca.

- Este es el comedor. Tus compañeros te esperan, adelante.

La puerta del comedor se abre y entran dos personas. La primera es un niño de aspecto corpulento, vestido con el uniforme negro y rojo de La Instalación. Tras el, el Profesor Grachev, un hombre amable que se encarga de las sesiones de preguntas.

Una oleada de ansiedad recorre el salón, un urgente deseo de no querer estar ahí se apodera de todos los presentes.

Grachev clava la mirada en uno de los niños que están sentados a la mesa, y sin perder la calma, dice:

- No pasa nada, muchacho. Tranquilo.

Se adelante un paso y se coloca junto a la cabecera de la mesa.

- Camaradas, este es Pavel. Será vuestro nuevo compañero, dormirá con vosotros, se entrenará con vosotros y pasará a formar parte de vuestra unidad. Sed amables con él y recibidle con el cariño que se merece.

Con paso seguro se dirije hacia la puerta, sólo un pequeño momento de duda, y abre la puerta decidido. Su estatura es superior a la media, y su cuerpo infantil ya toma la forma de los músculos bajo su piel. Su rostro irradia calma, su sonrisa, beatífica, parece irreal en el ambiente en el que está. Sin prisas observa a su alrededor, mirando a sus compañeros en silencio.

Daniil se esperaba un grupo de niños, pero solo ha venido uno. Es alto y sonríe tranquilo, lo que también tranquiliza al chico. Se queda mirandolo fijamente mientras avanza por el pasillo con el señor Grachev y se hace a un lado para hacerle un hueco donde se pueda sentar a comer.

Un hombre adulto y alto, con cuidada perilla y cabello oscuro en franco retroceso por las sienes, se adelanta. Su mirada es gélida y altanera y sus andares decididos y intimidantes.

-Bienvenido Pavel. Yo soy el Doctor Pietr Grigorovich- Dice mientas se agacha y estrecha su mano, con firmeza pero sin apretar -Estos que ves aqui son tus nuevos compañeros. Presentaos pequeños camaradas.-

El pequeño Daniil se levanta y se pone firme, como un soldadito.

-Mi nombre es Daniil- dice- Me alegro de que te unas a nosotros para defender a la Madre Rusia- dice el niño, intentando sonar como los adultos.

Después acerca su mano a Pavel con intención de estrechársela, imitando al Doctor.