Partida Rol por web

Arthur ahogó un grito de sorpresa al ver a una de esas asquerosas criaturas devorar el cadáver de un guardia de seguridad. Después miró hacia atrás, hacia Colin y Beatrice, para advertirles de la dantesca escena, cualquier ruido podría ser fatal. Agarró firmemente el bate e intentó avanzar sigilosamente hacia el caminante con la intención de darle un fuerte golpe en la cabeza mientras permanecía ajeno a la presenecia del grupo.

  Aprueba la decisión de los chicos de bloquear el camino con la silla para facilitar la salida del grupo y, como dice Collin, trata de no separarse de ellos, aunque a veces parece dudar. Vagar por un lugar así, cerrado y desconocido para ella, además de tenebroso, le produce nervios y desconfianza.

 La maldita vieja loca no ayuda a mejorar el ambiente. - ¡Ahg! - final Beatrice acaba por sobresaltarse cuando ve a alguien siendo comido. - Joder. - Entre eso y la otra llamando a Daisy, no entiende cómo no los han escuchado ya en todas partes, pero ese seguro que sí lo había hecho. - Dime que podemos dejar la puerta cerrada y ya está. - Se refiere a Arthur, esperando poder aprovechar más los sistemas de ese lugar y evitar enfrentamientos innecesarios.

Beatrice no pudo sofocar un mini grito, lo suficiente como para que el zombi, con la boca llena de carne arrancada del cuello del paciente , levantase la cabeza y se abalanzase hacia ellos con un horrible grito.

¡Mierda!

El caminante rezumaba líquido de color oscuro por la comisura de los labios y así con fuerza parte de las tripas del infeliz que yacía medios desmembrado y abierto en canal al fondo de la habitación. No habían sido lo suficientemente silenciosos ya que el engendro miró hacia la puerta y se dirigió hacia allí con la aviesa intención de comerse a Arthur de postre. Por el rabillo del ojo vio como Colin estaba ya preparado para actuar. El muchacho era rápido, y ahora comprobarían si también era certero.

Colin se resiste a utilizar la pistola por el ruido que haría, por lo que descarga la palanca sobre la cabeza del "bicho" con todas sus fuerzas.

Colin reaccióna rápido y descarga su palanca contra la cabeza de la criatura de la cual se desprende un trozo, ¿ Daisy, eres tú?, se escucha a la anciana de  fondo, aún así el caminante sigue en pie y avanza hacia ellos, momento que Arthur aprovecha para romperle una rodilla de un golpe con su palo de críquet. ¿Ha llegado Daysi? 

Ya en el suelo pierde la pútrida masa encefálica por el boquete, y se queda inmóvil. Daysi, has venido...

El puto Colin había sido rápido tío. Cuando Arthur le vio preparada para actuar hubiera apostado su barba a que iba a descerrajarle un tiro en la jodida cara al puto zombi. Sin embargo le soltó un palancazo brutal en toda su podrida jeta que permitió a Arthur rematarlo sin piedad. Y la enfermera ya le iba a dar otra buena hostia al bicho ese. HAcían un buen equipo, le daba buenas vibraciones.

No sin falta de saña y violencia gratuita Arthur aplastó el cráneo del caminante contra el suelo de linóleo sobre el que yacía. Necesitaba asegurar que ese engendro no iba a volver a levantarse. Después dio unos pasos hacia el pobre diablo medio devorado que estaba en el fondo la habitación y con otro par de fuertes pisotones con sus pesadas botas de trabajo desparramó sus sesos por todo el suelo. Por si las moscas. No convenía dejar cabos sueltos.

Joder con la vieja troncos, que mal rollo me da - les dice a Collin y Beatrice -. ¿Vamos por mi hermana y pensamos luego que hacer con esa pobre mujer.

Salió de nuevo al pasillo, escucho con atención y susurró.

¿Elizabeth? ¿Elizabeth cariño, estás ahí?

- uff un bicho menos... venga, busquemos a Elisabeth, quiero largarme de aquí cuanto antes. Elisabeth!

Te sentaste en el asiento del conductor a esperar. La idea era arrancar rápido si llegaban todos huyendo de algo y vigilar la furgoneta.

Con el paso de los minutos la seguridad inicial, se trocó en dudas, ¿arrancaré con suficiente agilidad?  y si viene un grupo de hombres armados a llevarse la furgoneta, ¿que puedo hacer yo? 

Ya nada podías hacer salvo bajar y buscarles en aquel enorme hospital, abandonando la seguridad relativa de la furgoneta y la vía rápida de escape. Esa idea en principio no te llamaba la atención.

Hubo algo si lo hizo, viste a un interno, vestido con la clásica bata de hospital curioseando a unos 50 metros de tú posición, aparentemente sin detectarte aún.

Continuaís con la respiración Algo alterada por el combate y con el sonido de fondo de la anciana llamando a Daisy que combinado con el incesante click click del fluorescente no os ayuda a permanecer en calma.

Dejando los dos cadaveres retomáis el pasillo. La habitación 11 está vacía. En la 12 podéis ver un hombre tumbado en la cama, aparentemente dormido, ambas puertas están cerradas.

Por el ventanuco de la 15 se asoma un hombre delgado y con barba, que al veros, comienza a lamer el cristal.

En la esquina de la 14 se encuentra Elizabeth, delgada y desmejorada, está sentada abrazándose las rodillas. 

Estas puertas también están cerradas.

Ante los gritos y el revuelo Elizabeth parece ausente, mirando al vacío y automeciendose levemente en el suelo.

Con el paso de los minutos cada vez me parece peor idea haberme quedado aquí sola, no se como podría defender la furgoneta yo sola si aparece alguien. Me fijo en la hora de mi reloj para saber si están tardando demasiado. Reviso nerviosa los seguros de las puestas de la furgoneta, toqueteo las llaves puestas en el contacto, y busco con mi mirada lo que pueda haber quedado en la furgoneta que me sirva como arma... 

Entonces algo llama mi atención, a pocos metros de mi posición lo que parece a primera vista un interno del hospital por su vestuario. Me agacho tras el volante y me llevo la mano al bolsillo en el que llevo el inhalador, notarlo me tranquiliza y hago de tripas corazón para asomarme lo mínimo y fijarme bien en si el interno da señales de estar infectado.

Tu primera reacción es casi tumbarte para esconderte de aquel posible infectado. Notas tu respiración entrecortada y dejas de ver desde la posición en la que estás, más que el cristal y el cielo gris plomizo de la tarde.

Tras comprobar que el inhalador está en su sitio, elevas la vista levemente, para intentar ver mejor al interno. Caes en la cuenta de que se trata de una mujer, con manchas de sangre en cara y brazos, y que sus movimientos son algo espasmodicos.

Aparentemente no te ha visto, pero sí la furgoneta, e inclina la cabeza curiosa, mientras comienza a caminar hacia el vehículo.