Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo IV - Contraataque

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21/05/2013, 19:37
Narcisus Strafford

Se alivió conforme cargaba las armas en su montura. La verdad, era ligeramente escéptico, y nunca se sabía qué podría necesitar. Cargar con ese armamento le confería una sensación de falsa seguridad que no dejaba de ser gratificante. Sin embargo, saltó una alarma por dentro al ver la actitud de sus interpelados. Y otra más al ver a Sir Patrick, al que miró desde su posición con cierto escepticismo, desagrado y desconfianza.

Con suerte caerá en Londres.

Así respiraba la mente de Narcisus.

- Brevet a Mayor- se limitó a decir Strafford señalando con vaguedad su insignia, con ligero desmentimiento y restar importancia al hablar-, pero no tiene importancia, y sí, pueden ayudarme, Sargento. El General Sir Banastre Tarleton desea que vayamos a Butler Manor- comentó de pasada, indicándoles su nueva tarea-. Quizás hallan allí un par de personas que podrían tener la cura a esta amenaza. Tengo órdenes de partir de inmediato y volver a la mayor brevedad posible, así que, si tienen a bien...

Dejó la frase en el aire, siendo algo totalmente innecesario de explicar.

- Sé que estarán agotados, pero estaremos aquí antes de que nadie realice cuatro disparos por minuto, la causa lo merece y no correremos riesgos innecesarios- apuntó para intentar animarles, pues francamente, si bien era su trabajo y era una tarea relevante, podían tomar aquello como algo pesado, peligroso, y de poca recompensa.

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21/05/2013, 20:41
Evangeline Frederick

Evan sonrió a Augustus. Una vez pasada la sorpresa inicial tenía que reconocerse que había algo indefiniblemente encantador en aquel hombre tímido y distraído. Puede que entre ellos no hubiera una gran pasión, pero se imaginaba pasando largas veladas junto al fuego con el médico... y la idea le parecía cada vez más atractiva. ¿Aceptaría permanecer los atardeceres con ella y una taza de té, hablando de sus amados libros, exponiéndole sus brillantes pensamientos a una encantada Evangeline? Ella esperaba que sí.

- Sí, acepto - dijo devolviéndole la sonrisa, y se encontró sin querer pensando en lo cálidos que parecían sus ojos... se sonrojó.

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21/05/2013, 22:06
Reverendo Jackson

El reverendo asintió, despacio, leyendo el convencimiento en sus ojos. Así pues, terminó con lo que le restaba del rito.

-Así pues, y por el poder que me confiere la iglesia de Inglaterra, yo os declaro marido y mujer. Señor y señora Morgan -miró al resto, alzando una mano- Lo que ha unido Dios... que no lo separe el hombre.

Acabado el ritual, vinieron los aplausos y las felicitaciones. Para dejar constancia de aquel hecho con validez jurídica, el reverendo redactó los documentos apropiados y los firmaron, comprometiéndose el sacerdote a custodiarlos en su iglesia. No iba a acompañarles al fuerte, por que según sus propias palabras, su deber era estar allí con sus feligreses, y ayudarles en cuanto pudiera. Además, la iglesia podía ser un buen fortín, como había demostrado serlo en los peores días de la infección en Colchestershire.

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23/05/2013, 17:35
Director

El padre Jackson se despidió agitando la mano desde la lejanía, cabalgando junto a el pequeño Fletcher en el caballo de lord Butler que le habían regalado con motivo de los casorios. De cualquier modo, Butler Manor había quedado desierta y cerrada a cal y canto, y aquel era el único corcel de las cuadras del que no habían hecho uso. Dios sabía cuando volverían, así que que antes de tener otra boca que alimentar o dejarlo libre a su suerte por la campiña inglesa, les pareció un gesto apropiado.

El viaje del convoy a través de la campiña fue inquietante, casi fantasmagórico. Las siluetas solitarias de los no-muertos salpicaban la ruta, caminando en un eterno vagar que sobrecogía el alma. Pequeñas casas y granjas particulares yacían deshabitadas, y otras cerradas a cal y canto. El calor veraniego invitaba al paseo y la conversación, con aquel incipiente viento que mecía la hierba como si la acariciara. Caballos desbocados, otros muertos y pudriéndose junto a carromatos volcados y abandonados a su suerte eran el testigo mudo del éxodo producido en las primeras fases de la infección.

Atardecía, y sintieron la punzada del hambre. Cerca de Fort Britannia, cuya silueta podía vislumbrarse ya en el horizonte, hallaron un viejo palacete cercado por una tapia de piedra que circundaba un pequeño bosquecillo, o parque, con un kiosco neoclásico frente a un pequeño estanque. Miraron concienzudamente, y no hallaron allí rastro de no-muertos. Cerrando la verja de acceso, que quedó vigilada por Kapoor y algunos criados armados, tendieron en el suelo esteras y se dispusieron a compartir un improvisado picnic antes de llegar al fuerte. Aunque Connor tenía cierta prisa por llegar, comprendió luego que las tres parejas acababan de casarse, y era preciso compartir juntos unos momentos, antes de unirse a la ruidosa tropa, en cuyo cuartel no gozarían apenas de intimidad.

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23/05/2013, 18:00
Director

-Claro, señor -dijo, comprendiendo que era una misión del general- Partiremos ahora mismo.

Hizo un gesto a sus hombres para que comenzaran a preparar la marcha y ensillaran de nuevo a los caballos. Strafford dejó al suyo atado a un travesaño, y salió al patio de armas atraído por el ruido de pífanos y tambores.

La guardia estaba formado en perfecto orden, aguardando junto a la tapia del silo. El oficial encargado de la ejecución era un joven teniente de una compañía de highlanders que había llegado con el general. Los tambores callaron cuando el prisionero, escoltado por el piquete de guardia y con las manos atadas por detrás de la espalda, llegó al lugar. Protocolario, el oficial le ofreció una venda para no contemplar sus últimos instantes. Fiel a si mismo, el coronel se negó. Es más, pidió la venia para ordenar a su propio pelotón de fusilamiento. Tras consultarlo con el mayor Berdan, el joven teniente regresó junto al coronel Markington y asintió.

El pelotón de fusilamiento ya había terminado de cargar sus fusiles, y aguardaba instrucciones. Markington miró las nubes en el cielo, un momento. Hacía un día cálido, aunque no tórrido, casi despejado. Un día precioso para morir. Suspiró entonces, recibiendo una breve confesión del capellán castrense, que se apartó luego tras el grupo de diez soldados que le miraban con gesto inexpresivo.

-Soldados... ¡Apunten! -dijo.

Los casacas rojas terminaron de poner el perrillo del percutor de pedernal de sus brown bess en posición de disparo, tapando las cazoletas impregnadas de pólvora, y apuntaron las bocas de sus fusiles hacia el uniforme de gala del coronel.

-Directos al corazón... ¡Fuego!

Presionando los gatillos, el pedernal se estrelló contra la cazoleta rociando de chispas la pequeña carga de pólvora que conectaba el oído con la carga principal. En un abrir y cerrar de ojos, las balas acribillaron su pecho y su cuello, tirándole hacia el suelo como si fuera un muñeco de trapo. El silencio. Cumpliendo con su deber, el teniente amartilló su pistola y, tras acercarse a menos de cinco pasos del coronel, vació su contenido contra su cabeza, asegurándose de que estaba muerto.

Los jinetes comenzaron a salir a la explanada con las riendas de sus caballos en la mano. Pronto Strafford hizo lo mismo, mientras retiraban el cadáver de Markington para darle sepultura. Los jinetes le miraron, aguardando la orden de montar y cabalgar. El sol caía ya sobre el horizonte, y pronto se les haría de noche.

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23/05/2013, 19:08
Narcisus Strafford

Narcisus contempló de forma impertérrita el fusilamiento del viejo Markington. No descubrió placer en ello, sino cierta congoja que eclipsaba la reacción de los dragones, que parecían dispuestos a acatar las órdenes pese a lo que implicaban.

Realmente el señor Strafford pensó que había que ser cretino para decidir ese destino. Pudiendo elegir vivir como había hecho Sir Patrick, elegía aquello. El orgullo era letal, no cabía duda. Pero si esa era su decisión, no sería Narcisus quien reflexionase demasiado sobre ello. Ni sobre el valor y el carácter que había que tener para comandar tu propio fusilamiento. Aquello era casi peor que apretar tú el gatillo.

Sea como fuere, Narcisus se giró hacia los veinte jinetes. Montó en su corcel y alzó la vista a la oscuridad que se alzaba en la linde de la tierra. Viajar de noche. Era infinitamente más peligroso que hacerlo de día, pero doce horas significaban mucho. No tenía tiempo que perder, y no iba a anteponer su seguridad a la de toda Inglaterra.

- En marcha- declaró el Mayor en tono autoritario y solemne, tirando ligeramente de las riendas de su caballo para ponerse al frente de la comitiva-. Viajaremos en formación. Si alguien repara en un caminante que no podamos eludir y que resulte potencialmente peligroso, que de la voz de alarma. Nuestra prioridad será llegar a Bulter Manor.

Y con ello, una vez sus hombres hubiesen montado, espolearía al caballo para que corriese cuan larga era la sombra de la noche. Narcisus en aquel día no temía a la muerte, ni al fracaso, y no entendía de egoísmo. No por encima de su deber para con el país. Él se creía por encima de los Markington a nivel moral, pese a que no era mejor persona. Quizás sólo mejor patriota.

- Cuanto antes comencemos antes terminaremos- dijo para si.

Allá voy, Connor. Sólo espero que no me hayas decepcionado.

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24/05/2013, 00:40
Georgina Templeton-Sedley

Hacer las maletas la puso algo melancólica. Fue muy pragmática a la hora de hacer su equipaje pero no se olvidó de recoger todo aquello que tenía en los escondites, lo único que no pudo llevarse y que le dolió en el alma fue a su madre y el cofre que había enterrado con ella.

Volvió a vestir sus ropas de hombre, cogio su stick, ensilló a “night” (el caballo de los Markington), cuya montura compartia con su recién estrenado esposo y no volvió a mirar atrás. Lloró al salir de las lindes del manor, lo hizo en silencio sin llamar la atención, aunque Templeton pudo sentir su respiración estremecida y la confortó con algunos gestos de cariño, discretos pero sumamente valiosos para Georgina. Nelson viajaba en su jaulita, no le gustaba y aún así percibia el peligro de la situación y se mantenía en silencio.

-Menuda luna de miel

Dijo en voz baja a su marido dirigiendole una mirada llena de humor

-Digna de un matrimonio de aventureros

Sonrió y apoyó la nuca en el pecho de Patrick. Se sentía extraña, las circunstancias eran tan excepcionales que no sabía si lo que sentía era lo normal o algo raro, pese a haber dado el “sí quiero” (y estaba muy contenta por ello) todo parecía igual de provisional, aunque tenía en cuenta que el paso que mas cuesta dar tras las nupcias (intimar en el lecho) ellos lo habían superado con anterioridad. Nunca creyó que pensaría algo así pero estaba ansiosa por la convivencia, por compartir el día a día, por los retos de la vida empresarial y hogareña juntos, por los hijos... aunque todo se auguraba atípico, como lo eran ellos mismos y eso quizás era lo mas excitante, lo imprevisible de su futuro.

Dentro de la tensión que imponía el desplazamiento el clima invitaba al relax y Georgina disfrutaba de sentir el sol en la cara, la brisa en el pelo y el calor de su marido abrazandola mientras cabalgaban, mas parecía un agradable paseo que no deseaba acabar.
Cuando decidieron hacer la parada en aquel remanso de paz la primera preocupación de Georgina fue atender a quienes se quedaban haciendo la guardia, que, a su vez, llevaban todo el viaje ojo avizor a cualquier amenaza. Les llevó comida, bebida y algo de charla, a todos salvo a Kapoor los perdería de vista para siempre al llegar al fuerte y como le habían enseñado “es de bien nacidos el ser agradecido”. Tras lo cual regresó al templete

-Perdona cariño ¿He tardado mucho?

Fue a sentarse junto a él quedando paralizada por un segundo hasta que se decidió a darle un beso cariñoso en los labios, ahora estaban casados, podían hacerlo. Parpadeó encantadoramente, temía parecer infantil, sabía que le quedaba todo por aprender.

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27/05/2013, 17:24
Director

Templeton sonrió por las palabras de su joven esposa, y negó despacio.

-Has llegado justo a tiempo.

La atrajo un poco hacia si, y le dio otro beso. Rodaron por la hierba con una risa, mirándose a los ojos al final con la respiración agitada. Era fantástico estar vivo, y haber encontrado el amor. Lo mismo pensaban las hermanas Butler, que habían dado y recibido sus primeros besos y caricias con sus nuevos esposos. El sol moría lentamente en el horizonte, mezclado con un viento incipiente y suave y el sonido de las aves. Parecía que la tranquilidad, el amor y la cordura habían regresado a la campiña de Colchestershire.

Los últimos rayos de la claridad se hicieron visibles en el horizonte cuando regresaron a la verja de aquel viejo palacete, cogidos de la mano y con una sonrisa. Lo que restaba hasta el castillo era un mero paseo, apenas una hora por un camino muy llano y bien asfaltado. Kapoor saludo con un leve asentimiento a Georgina y luego, entre varios hombres, abrieron la verja reiniciando la marcha con su carruaje y a lomos de sus caballos.

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27/05/2013, 17:40
Director

Sir Patrick Markington, último de su linaje, cabalgaba en la deshonra por los campos de Colchestershire, desorientado, sin un horizonte claro. Mandó a sus hombres, cuarenta yeomen, tres cornetas y un abanderado, que se detuvieran en una loma junto a las ruinas de un antiguo convento católico.

En teoría, el general Tarleton le había dejado escapar de Fort Britannia para reunirse con lord Wellington en el asedio de Londres. Pero el hijo de un cobarde, el sádico violador y saqueador a uno y otro lado del océano, solo tenía, al igual que su padre, una leve pátina de nobleza y caballerosidad. Un lobo disfrazo de cordero. Sir Jonathan había sido fusilado por traición, al negarse a, según era su propia opinión, suicidarse cumpliendo las órdenes de ataque. Realmente, el corazón de un cobarde encuentra muchos motivos para justificar sus propias actuaciones. El joven capitán de caballería era palo de tal astilla. Es más, en aquellas circunstancias estaba furioso. La vida de su familia, el próspero futuro que les aguardaba como lores y miembros del peerage del Reino Unido se había desvanecido, no solo por aquella locura de enfermedad, sino por la acción decidida de dos hombres, dos oficiales, dos advenedizos. Por eso, mientras sus hombres se preparaban para compartir la cena, él miraba más allá de los muros de aquel viejo convento con el corazón lleno de rencor.

Fue entonces cuando unas siluetas se definieron en el camino, justo en la encrucijada entre el camino hacia Suffolk y el del fuerte, que habían abandonado hacía apenas una hora. Sir Patrick desplegó su catalejo y vió, a menos de una milla de distancia, las figuras que recorrían la noche en un pequeño convoy iluminado por unas linternas en el coche de caballos. No pudo creer cual era su suerte cuando vió de quien se trataba. La silueta de John Connor, montado a caballo con una de las hermanas Butler, a la cual besó, se definió a la luz del fanal. Plegando el catalejo con un gesto fúrico, el oficial se volvió hacia sus hombres, ordenándoles que montaran. Ellos le miraron, algo desorientados, sin saber el por qué de tanta premura. Pero ellos eran lo que eran: saqueadores, violadores y gentuza disfrazada de soldados, que durante un lustro habían sembrado el terror por aquella campiña con sus cabalgadas arbitrarias, las violaciones a las muchachas y las palizas a los maridos y hermanos que osaban hablar sobre ello. La idea de hacer lo que mejor sabían, cargar contra unos pobres desdichados y terminar el día con alguna que otra violación, les pareció un buen plan para desquitarse de tener que abandonar la seguridad de los muros del fuerte.

Fue así como, sin ningún tipo de tapujo, montaron en sus corceles, desenvainaron sus sables y comenzaron a trotar, para luego galopar. Un breve toque de corneta puso a los viajeros sobre aviso. Kapoor se incorporó en el pescante del coche, desconfiado. El señor Templeton echó mano de su revólver collier, solo por precaución. Los jinetes se acercaban sin disimular sus intenciones, y estaban ya a menos de doscientos metros, cuando sus siluetas se hicieron visibles. Pudieron escuchar entonces la voz en la lejanía.

Notas de juego

Recuerdo el armamento que tenéis:

  • John Connor: sable y pistola reglamentarias. Fusil jäeger.
  • Augustus: pistola de ánima lisa y un cuchillo.
  • Evan y Katherine: arco y flechas (ambas).
  • Georgina: palo de crickett.
  • Templeton: revólver collier.
  • Kapoor: fusil jäeger y talwar (sable).
  • Doctor Morgan: bastón de estoque.
  • Resto de criados: una vieja escopeta de caza y el látigo con el que fustigan los caballos.
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27/05/2013, 17:55
Sir Patrick Markington

Ningún pintor iba a inmortalizar aquella carga, excepto aquel español, Goya. No había en ella gloria ni honor, solo un propósito ruin y personal: venganza, saqueo y violación. Los pocos no-muertos que deambulaban por allí fueron despachados a golpe de sable durante la marcha. Movido por el fuego del rencor, el último de los Markington cargaba, demostrando que, a fin de cuentas, el hombre era el mayor lobo para el hombre.

-¡¡¡JOHN CONNOOOOOOOOOR!!! -gritó, alzando el sable.

Giró el tronco mirando hacia sus hombres, dando una última orden.

-¡Matad a los hombres, violad a las mujeres! ¡¡Sin piedad, a la carga!!

Tras eso, solo se escuchó el sonido estruendoroso de los cascos de sus caballos.

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27/05/2013, 18:05
Director

La cabalgada fue tranquila, al menos durante la primera media hora. Cauto, Connor mandó a unos pocos jinetes como exploradores delante del grueso, vigilando que los caminos no estuvieran obstruidos o se encontraran con grandes cantidades de no-muertos. Estos no suponían mucho problema a caballo, ya que era fácil rebasarlos. Y, en el caso de que ocuparan el centro de la carretera, un certero sablazo en la cabeza era todo lo que se necesitaba para despacharlos.

Unos cuarenta minutos después de haber salido del fuerte, uno de los jinetes regresó con un galope presuroso, que atrajo la atención de Strafford. Se acercó a él saludándole como mandaba el protocolo.

-Señor, creo que debería ver esto -dijo con nerviosismo.

Cabalgaron hacia una loma cercana, apenas una protuberancia en el terreno que se alzaba un par de decenas de metros en la linde del bosque. El explorador le señaló al horizonte, en una encrucijada en el camino. Estaría a unos diez minutos de allí a buen trote. Se distinguían unas figuras en movimiento por el camino, así que el mayor desplegó su catalejo con lente acromática y miró hacia allí.

Vio una pequeña caravana formada por un coche de caballos, uno que le era familiar. Más familiar eran las siluetas de los jinetes a la luz mortecina y rojiza del atardecer, uno de ellos tenía el pelo rubio recogido en una coleta, con un uniforme de oficial. Se fijó bien, y creyó distinguir a Connor, cabalgando en el mismo corcel con una de las hermanas Butler. Al cabo de un minuto todo adquirió sentido, cuando vió la inconfundible silueta de Kapoor, el siervo indio de la señorita Sedley, alzándose sobre el pescante con preocupación.

Siguió la trayectoria de su mirada, y desde una loma cercana a la posición del convoy, apenas a media milla los cuarenta jinetes de la yeomanry al mando del detestable sir Patrick, el hijo del coronel, cargaban contra ellos sable en mano. La voz del infame Markington se escuchó retumbar en la lejanía.

-¡John Conooooor! -distinguió entre la reverberación.

Sintió que un esputo se le formaba en la boca, y los dientes se le apretaban en la mandíbula. Maldito canalla. Bastardo asesino y violador. Incumpliendo sus órdenes, atacaba ahora a un puñado de civiles. Porque, contando con sus criados, no serían más de diez. Aquello era su venganza, la venganza de un cobarde. Habría que darle su merecino, porque distinguió entre las figuras no solo la de Connor, sino al doctor Morgan y su sobrino Augustus. A veces, cumplir con tu deber se volvía un auténtico placer.

El resto de los dragones a caballo con su sargento al frente se habían acercado a su posición, y aguardaban instrucciones. Y vaya que si tenía instrucciones para ellos...

Notas de juego

Algunos datos de interés.

Como cuerpo para la pacificación rural y ciudadana, los yeomen no suelen cargar con armas de fuego, a excepción de alguna pistola. Su arma principal es el sable. Los dragones sin embargo van armados con una carabina (tiene mucho mayor alcance) y pueden llevar alguna pistola suplementaria, cargando también sables.

Mayormente para que lo tengas en cuenta a la hora de ordenar lo que tienen que hacer. Tienes 20 hombres bajo tu mando, los "malos" son 40 y pocos.

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27/05/2013, 19:27
Narcisus Strafford

Narcisus, por suerte, no mostraba cansancio. Sólo paciencia y premura por llegar a su destino. Algo que si duda alguna hubiese cambiado para cuando llegase al fuerte en cuestión. Cuando extendió el catalejo, su rostro adquirió un rictus serio y petrificado. Algo que le provocó una extraña mezcla de sensaciones.

Al final, Narcisus Strafford no iba a ser un hombre tan vacío como se creía. Sentía odio, sí, y eso era algo lógico dada su historia familiar. No era nada que no tuviese asumido. Pero sin embargo, ¿por qué sentir ira ante aquello? Le importaba John Connor. Era trágico, y una muestra de debilidad que el Mayor no tenía pensado reconocer jamás, pero así era.

Apretó el puño sobre el catalejo, rabioso como un perro de caza. Presionó ligeramente los dientes contra sus antagonistas y los hizo chirriar. Markington. Connor. El indio. Guardó el catalejo y miró su carabina. Sonrió. Había sido listo y precavido, sí, y ahora lo agradecía. Con dos pistolas, una carabina en la funda de la silla de montar y unos cuantos cartuchos de papel para recargar con más celeridad.

Miró a sus compañeros, tomando cuenta del arsenal. Carabinas, alguna pistola, y los sables. No era una victoria inmediata, pero ese hideputa de Markington tenía los días contados. Desenfundó su sable y gritó a sus hombres, enardecido.

- Patrick Markington- olvidando el Sir de protocolo por su vejatoria actitud- tenía órdenes de marchar hacia Londres y defender al rey. Y sólo para ello- apuntó indicando que no había excusa alguna para su actual actuación-. Era su única baza para evitar un juicio sumarísimo y acabar fusilado como ha ocurrido hace minutos con su padre.

Apuntó con el sable hacia él, vaticinando su futuro y haciendo una declaración de intenciones

- En su lugar, ha optado por tomar venganza particular contra Connor, a quien culpa por su actual situación. En esa caravana van los médicos a los que debemos de proteger y llevar al fuerte, así que no hay tiempo que perder- el hombre guardó el sable, con la teatralidad ya manifestada y finalizada-. Hay que detenerle antes de que sea demasiado tarde. Podríamos perder una oportunidad única de revocar esta situación.

Señaló los alrededores con la mano, indicando que se refería a los caminantes. El hombre se mostraba serio, autoritario y sin concesiones, decidido a lleve a término su campaña.

- No llevan armas a distancia, nosotros sí- declaró-. Abatan a sus caballos. No sabemos hasta qué punto los jinenetes están al tanto de las verdaderas intenciones de Sir Patrick.

Era casi bonito, en realidad. Narcisus preocupándose por las vidas de los inocentes. Y sin embargo, era útil. Perdían la ventaja de la altura, y se volvían infinitamente más lentos, a merced de los jinetes. Sería imposibles alcanzarles si retrocedían, y no podrían huir a ninguna parte. Era una forma de venderlos.

- Cargaremos contra ellos en la encrucijada- declaró-. Utilicen la carabina y protejan a los civiles, especialmente a los médicos- hizo una breve interrupción, describiendo físicamente aquellos hombres. Por mucho que quisiese a Connor, seguía siendo un patriota por encima de todo lo demás, y su misión era lo primero-. Si algún yaomen se acerca demasiado, utilicen la pistola, de tener. Si les alcanzan cuerpo a cuerpo, el sable, obviamente. Si van a pie por haber abatido su montura, retrocedan y abátanles con la carabina, la pistola, o el sable, en ese orden de prioridad. Si se ven obligados a descabalgar, sigan aprovechando en la medida de lo posible la ventaja que les brindan la carabina y la pistola.

Hizo un amago de callarse algo, pero lo dijo. Era lo más justo para con el ejército. Y ciertamente, allí podía haber gente que sólo seguía las órdenes de Patrick. No había porque reventarles el pecho con pólvora sin más. Era algo innecesario.

- A la infantería- dijo al fin, refiriéndose a los abatidos de la montura-, en la medida de lo posible, elimínenla de forma no letal. A la pierna. Yo comandaré la carga, con todas las consecuencias, y me encargaré personalmente de Sir Patrick.

Y eso era todo. Narcisus estaba decidido a acabar a toda costa con Sir Patrick. A ejecutarle personalmente. Lo haría de todos modos, pero prefería hacerlo en el fragor de la batalla, donde el acto sería más transigente. Y pensaba hacerlo a distancias cortas. Quería sentir en la cara la sangre manar del pecho de aquel bastardo.

Aprovecharía la distancia como sus compañeros, por supuesto. Pero cuando los cartuchos de papel se acabasen o la cosa se pusiese demasiado a favor o en contra de Sir Patrick, cargaría contra él. Estaba dispuesto a centrarse en él, y sólo en él, dejando como únicas prioridades por encima la seguridad de los médicos y de Connor.

Ese cabrón iba a morir a sus manos.

- Son más, pero tenemos el armamento, la estrategia y el factor sorpresa a nuestro favor- declaró finalmente, espoleando a su caballo-. ¡EN MARCHA! Nuestro objetivo nos espera.

Y no se refería sólo a los doctores.

Mírese el lado bueno. Aquella excursión para buscar a Connor y los médicos sería breve, muy breve. Sólo esperaba que el Capitán les estuviese conduciendo al fuerte. No quería tener más motivos para desconfiar de su dedicación en cuerpo y alma al ejército.

Notas de juego

Sé que habrá faltas de ortografía y alguna barbaridad, pero ya se sabe en qué épocas andamos los universitarios. ¡Amnistía para los estudiantes! He querido postear ya por ser fiel al ritmo alto y no retrasarlo. Y gracias por la información, Targul. Ya habrás notado que mis conocimientos victorianos son bastante parcos, aunque hacemos lo que podemos. Tómate las licencias que consideres... como siempre xD

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27/05/2013, 20:41
Katherine Connor

Tras entregarse de una manera que nunca creyó que pudiera existir, se sentía plena. Claro que hubiera deseado que las circunstancias fueran otras pero como su padre siempre decía: no se puede tener todo en la vida. Y en ello pensaba cuando a su lado, recomenzaban el camino a buen paso, con sus hermanas en la caravana, con el cielo como testigo hasta que le pareció escuchar algo, algo que no podía creer. Miró con terror a Connor, ¿sería posible que ahora que podían ser felices de pronto una maldición así cayese sobre ellos? Apretó la mano de su ahora esposo, sin saber muy bien cómo debían reaccionar.

-¿Escuchaste eso?

Preguntó con la voz temblorosa. Podía haberse convertido en mujer entre los brazos del capitán pero en el fondo y aún con toda la inmundicia que habían pasado, Katherine era casi una niña a la que le había arrebatado la inocencia y no en una cama. Respiró profundo y buscó de inmediato el carcaj y las flechas, habían pasado cosas peores. Fuese como fuese, iba a pelear con uñas y dientes al lado de su esposo. Volvió a besarlo y le confesó algo que él ya sabía:

-Te amo, Connor...

Mientras notaba, sentía y escuchaba el galopar de los cascos que se acercaban a ellos. Vivos, muertos, todos eran iguales.

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28/05/2013, 16:30
Evangeline Frederick

Cuarenta soldados.

Evangeline deslizó los dedos en la mano de su esposo. Su destino estaba sellado.  No había escapatoria, ¿cómo podría haberla?  Y pese a todo, lo sentía más por su hermana que por sí misma. Las siguientes horas iban a convertirse en un horror de proporciones inconcebibles.

Pero no moriría suplicando, Augustus tenía un cuchillo. Lo miró, lo señaló y le susurró:

- Recuerda, Augustus, que juraste protegerme... -el significado de la petición silenciosa estaba bien claro: prefería una misericordiosa cuchillada en el cuello dada por su esposo que el infierno de ser forzada por una jauría de hombres-. Cuando la derrota esté sobre nosotros, recuérdalo.

Le dio un suave beso en la mejilla. Con determinación, la determinación que otorga el agotamiento, el cansancio de pasar de derrota en derrota, tomó una flecha y apuntó.

- Kate. A la cabeza de Sir Patrick -indicó, centrando ella también su puntería en el mismo objetivo.

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28/05/2013, 17:08
Georgina Templeton-Sedley

La pausa para comer la embriagó, mostrandose risueña y tranquila, entre los cariños que tan naturalmente se regalaban el uno al otro. Estaba reclinada en el regazo de Patrick mientras avanzaban hacia el fuerte, casi adormilada, la fria noche levantó el relente y la humedad aunque al calor de su amor no le importaron. Normalmente desconfiaba de la calma percibiendola como la antesala de alguna clase de problema, vivir en Butler Manor la había viciado a ese respecto, pero esta fue la primera vez que se permitió a si misma un momento de relax, pronto llegarían a la fortaleza y deberían comedirse y permanecer alerta entre tanto soldado.

Los grillos se callaron dejando llegar a sus oídos un rumor lejano que retemblaba en la tierra y la hizo temblar a ella también. Se irguió al sentirlo y miró en dirección al origen, apretó el brazo de Templeton llamando su atención y al punto las tenebrosas sombras del batallón se desmadejaron colina abajo al galope, igual que fantasmas surgiendo de un hechizo infernal. Ni cuando los muertos se abrieron paso en la fiesta sintió tanto miedo como en aquel momento, en el baile sintió el calor de la adrenalina corriendo por sus venas, esta vez estaba helada como si percibiera el frío de la tumba llamandola. Las lágrimas asomaron a sus ojos, estaba convencida de que iban a morir, las violarían cruelmente antes los ojos de sus maridos y luego les matarían como a perros.

-Cariño...

Susurró estrujandole el brazo, luego buscó a Kapoor, que estaba tenso como un podenco en plena caza. Los tres se miraron entre ellos.

-Doy gracias al cielo por haberme concedido la felicidad antes de abandonar este mundo y no podría desear mejores compañeros para este momento

Georgina besó profundamente a Templeton -Te quiero mi amor- para luego empuñar su modesto palo de cricket y tragar saliva, si había llegado su hora la afrontaría con valor y luchando hasta el final. Se hizo con las riendas y espoleó al caballo para moverlo a una posición mas protegida desde la que Patrick y Kapoor pudieran disparar facilmente.

-Aprovechemos la distancia mientras podamos, disparad a matar

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28/05/2013, 17:19
Director

Hacedme una tirada de armas a distancia. Dificultad 15+

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28/05/2013, 17:41
Evangeline Frederick
- Tiradas (1)

Notas de juego

¡Por los pelos!

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28/05/2013, 19:55
Katherine Connor
- Tiradas (1)

Notas de juego

Puff...

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29/05/2013, 02:24
Augustus Frederick

Las palabras de su esposa le hicieron reflexionar un momento. Eran profundas, y estaban llenas de determinación y fatalismo. No le apetecía morir en aquel lugar, a manos de unos soldados, pero al parecer tenían todas las papeletas para que pasara. Pensó en picar espuelas y huir, pero ellos eran demasiados, y estaban cerca. Si giraba la montura y comenzaba a cabalgar, apenas comenzaría a desarrollar velocidad antes de que le alcanzaran y le cazaran como a un perro.

Suponía que eso era en lo que consistía la valentía. La resignación, el fatalismo ante la muerte y la desesperación más absoluta. Verse forzado por las circunstancias, y enfrentar el hecho de que otro hombre quería matarte, y que tú debías matarle primero. Así que suspiró, echó mano a su pistola, consciente de que un solo tiro no bastaría para detener aquella marea. Así que apuntó con cuidado antes de apretar el gatillo.

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29/05/2013, 02:29
Dilwar Kapoor

El antiguo cipayo recordó su entrenamiento, y no se dejó intimidar. El pánico era la muerte del guerrero, y él todavía no había muerto. Así que recargó mecánicamente su fusil y apuntó a uno de aquellos jinetes. No era tan difícil hacerse a la idea de matar ingleses, en realidad. Ellos estaba tiranizando a su pueblo, obligándole a pagar costosos tributos en forma de opio y a servir como carne de cañón en sus guerras. Así que matar blancos que vestían casacas rojas era definitivamente una buena idea.

-¡Al coche! -tuvo tiempo de gritar, considerando la estrategia- ¡Todos en torno al coche!

Su única ventaja era confiar en la robustez del coche de caballos. En último término, podían usar su techo como plataforma desde donde disparar con cierta ventaja y evitar ser arrollados por los caballos.

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