Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo 1 - El comienzo

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15/01/2013, 14:02
Evangeline Frederick

Eva se dirige hacia el grueso de su familia, pero interrumpe su trayectoria, sorprendiéndose de encontrar a Georgina así. Su primer impulso es llevarse la mano al bolso y ofrecerle un pañuelo, pero después recuerda el carácter de su hermanastra y se lo piensa dos veces. No le apetece recibir un desplante... no obstante, es una muchacha de carácter compasivo, así que finalmente opta por ofrecérselo:
- Tengo un pañuelo limpio y un frasquito con agua de rosas en el bolso, si no se ha roto -lo mira con preocupación, por si el zarandeo entre el ladrón y sir John ha dañado el contenido. Después observa a su hermanastra, a la expectativa. Quizá acepte su ayuda, quizá le responda que no con un sarcasmo sutil, o no tan sutil -¿Te encuentras bien? Parece que... -olisquea a su alrededor suavemente-. Oh, ¿se te han caído encima las especias? Qué contratiempo -añade genuinamente preocupada, al ver la nariz levemente enrojecida de su hermanastra. Es evidente que alguien como Eva nunca ha padecido una circunstancia genuinamente preocupante. Le tendió su propio chal, que estaba seco, a su hermanastra-. Vas a resfriarte...

No obstante, realmente no esperaba que Georgina aceptara sus muestras de consideración. Alguien como Kate, mucho más espabilada y realista, se encogería de hombros y se dedicaría a lo suyo. Pero Eva era demasiado compasiva y trataba de esforzarse para que los últimos días de  Georgina con su madre fueran lo más agradable posibles. Además, le había prometido a su padre que trataría de ser amable con su hermanastra. 

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15/01/2013, 15:55
Katherine Connor

Observó a su hermana en silencio, mirando cómo se ponía amable con Georgina, bueno, algo de pena si que le daba pero no quiso acercarse más. Al final de cuentas, ya tenía la atención que quería y que seguramente le gustaba. Estaba demasiado preocupada por otras cosas como para ponerme a pelear con Evan por lo que estaba haciendo, lo que si, estaba segura de que nuestra querida hermanastra, le iba a hacer algún desplante pero no me quedé a esperarlo. Empecé a caminar, me sentía cansada y necesitaba beber algo fresco.

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15/01/2013, 17:51
Augustus Frederick

Sonrió, incómodo, ante la descripción de sus bienes por parte de su tío. Sólo le faltaba enseñar los dientes de Augustus para completar los preliminares de la venta. Por suerte la gente se iba dispersando, saludó al hombre que se llevaba al ladronzuelo sin tan siquiera haber procesado de quién se trataba.

La mención al baile le hizo sentir incómodo. Las clases que supuestamente había tomado en Bath habían sido más escasas de lo que Barnabas suponía, habiendo gastado el dinero destinado a ellas en libros que Augustus encontraba esenciales para su educación. Pero afortunadamente sabía lo suficiente como para no pisar pies ni descubrir su secreto. Así que se limitó a callar y reir la gracia de su tío, a pesar de que poca la hacía. Se despidió lo más caballerosamente que pudo y decidió olvidar el tema por el momento.

 

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15/01/2013, 18:43
Georgina Templeton-Sedley

Acababa de hacerle la petición a Kapoor cuando una de las Butler se le acercó, por el gesto debía ser Evangeline, era la más amable de las gemelas. Claramente sorprendida y aún mocosa miró a la jovencita, se le notaba algo incómoda, pero le pareció un gesto insólito y de agradecer.

-¡Oh! Pero Evangeline... ¿No te dará pena que lo manche? Es... un pañuelo precioso

Era una pieza deliciosa bordada con flores silvestres, muy de señorita ¿Realmente querría que se lo llenara de mocos? Empezaba a pensar que su aspecto era realmente penoso, de repente se encontraba con tres pañuelos...

-Muchas gracias, si te parece aceptaré el chal

Sus hermanastras le parecían tontas pero no malas personas (bueno Katherine si era bastante estúpida) y por ello no iba a mostrarse desagradable ante tal amabilidad, por eso y por que pese a lo que pudieran creer era una persona educada. Actuó de un modo algo torpe, la situación era cuanto menos extraña, seguramente les habrían dicho que fueran agradables con ella para que no les montara una escenita o vaya usted a saber que se habrían imaginado... desde luego por cuatro días de palabras bonitas no iba a cambiar el mal sabor de años.

-No quisiera enfermar y dar más motivos de preocupación

Sonrió brevemente, de un modo algo automático y con ojos nerviosos

-Eres... muy amable, gracias... he pedido a Kapoor que hable con madre, creo que lo mejor es que me retire. No te preocupes, disfruta del día

No sabía que mas decir... solo quería irse de allí y meterse en la bañera.

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15/01/2013, 19:47
John Connor

Connor escuchaba ensimismado las palabras de aquel hombre. No podía reprimir su felicidad. Un simple hombre había dado con la clave para conseguir el objetivo. Ahora veía más que nunca que un ejército es una suma de soldados. Cada hombre puede aportar mucho. Narcisus permanecía a su lado e incluso aportó su opinión. Para lo que iba conociendo al Capitán, era toda una proeza en empatía por parte de Connor. Ya eran dos logros los conseguidos en un sólo día. El joven, trataría de recordar durante mucho tiempo las horas vividas ése día.

La oferta de la cena en la mesa del Coronel sin duda era portadora de importantes acontecimientos. Connor sabía que llevar a la mesa a aquel veterano podría ser tomado como una falta de respeto, así que, despidió al soldado prometiéndole que trataría de encontrarle un lugar en la mesa, pero de no ser posible sin duda le ofrecería un buen trago de licor en una inmediata oportunidad. Sin más dilación y pidiendo al soldado que estuviera predispuesto a acudir a la cena si se le requiriera, se vuelve a Narcisus para acudir juntos a la cita en la camareta alta. Durante el corto trayecto, Connor trata de sacar más palabras a la rácana expresividad de Strafford. - Capitán, ¿Cree que acudirá el hijo del Coronel a la cena? No sé decirle muy bien por qué, pero percibo que no van a ser todo felicitaciones a Nuestra labor conseguida hoy. Esposible que el Teniente Northcott haya transmitido al hijo del Coronel la reveldía de los hombres - El Capitán había usado la palabra nuestra tratando de involucrarle. Había sido una maniobra un tanto sucia, pero lo había visto desde niño en boca de su padre. El patriarca de los Connor sabía platicar de forma que involucraba a las personas haciéndoles partícipes. De esta forma liberaba parte de las responabilidades en ellos. Sabía que no había actuado del todo bien, pero necesitaba tener a alguien de su parte. Al menos, que no pudiera estar en contra. Antes de entrar, se estira la casaca y muestra su porte erguido junto a Strafford al que le cede el paso por camaradería.

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16/01/2013, 11:40
Narcisus Strafford

Strafford asintió, alzando ligeramente las comisuras de los labios.

Prudente.

- No se preocupe. Acuda o no Sir Patrick estoy seguro de que sabrá sobrellevar la situación- apuntó, concesivo por franqueza y también conveniencia-. Ha demostrado hacer una gran labor con sus hombres el primer día. Siga así y podrá relajar el pecho antes de que se de cuenta- añadió, yéndose por las ramas y distribuyendo zalamerías con esquivas-. Le recomiendo paciencia, Connor. El hombre del que habla- Sir Patrick- está acostumbrado a lo que ya ha visto. Hay veces que el camino más eficaz es el que evita chocarse con el camino de los demás. O dicho de otra forma... no intente razonar con quien no escucha. ¿Me sigue?- alzó las cejas, queriendo remarcar aquello para que quedase fuera de toda discusión, como si él mismo fuese el señor Patrick.

A Narcisus no le escamaba el comportamiento vivaz de Connor, y menos cuando las represalias por hablar demasiado no le afectaban, pero no le costaba nada ayudar al hombre. John era un patriota, pero parecía tener su orgullo, y eso podía ser un peligro cuando pesaba más para según qué cosas que en realidad no revestían de tanta importancia.

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16/01/2013, 19:19
Director

 

Tras regresar de tan larga marcha, los hombres se sintieron victoriosos. El mayor Cotton, enterado de la hazaña, permitió que les suministraran doble ración de alcohol durante la cena, y pronto los barracones se convirtieron en una fiesta. Desconocedores de esta celebración, los dos oficiales entraron en el comedor con la ropa todavía manchada de polvo y pólvora, sin haber reparado en cambiarse.

Strafford conocía bien el salón de la camareta alta, con sus pinturas costumbristas, la mesa de billar (nuevo deporte de salón muy del gusto de la aristocracia) y los sillones del té. En aquel caso, la actividad estaba en la mesa junto a la chimenea, donde unos criados civiles realizaban las tareas de camareros y escanciadores. Estaban allí varios de los principales oficiales del regimiento y la tropa del fuerte, incluido el capitán de los artilleros, Richard Woolsey y, para desgracia de Connor, el hijo del coronel, sir Patrick. No obstante, la presencia de Cotton le relajó un poco, junto al ánimo festivo. Recibieron las felicitaciones de algunos de los presentes mientras se sentaban en la mesa. Patrick les miraba con cierto desprecio, como celoso de aquella fama repentina.

Los criados escanciaron las bebidas y sirvieron el primer plato de la cena. Este era un plato tradicional de las midlands, el Faggot. Iba acompañado por vino tinto o mistela, según su gusto. Les informaron que el segundo plato eran unas lonchas de roast beef con unas piezas de yorkshire pudding. El ambiente parecía agradable, y antes de comenzar la cena, el coronel se levantó para hablar y proponer un brindis.

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16/01/2013, 19:38
Sir Jonathan Markington

El coronel reclamó atención carraspeando, mientras sujetaba con su copa con la mano derecha, todavía sin alzarla.

-Me gustaría felicitar al capitán Connor por su hazaña, y por añadidura, al capitán Strafford. Ese espíritu de solidaridad y camaradería entre caballeros es lo que hace grande al ejército de su majestad.

Ahora si alzó su copa.

-¡Por el ejército!

Los presentes se levantaron y alzaron sus copas, repitiendo la consigna. No era un "por el capitán Connor", pero no podía pretender más en su primer día en el regimiento.

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16/01/2013, 19:42
Sir Patrick Markington

El capitán de la yeomanry alzó su copa con cierta desgana y repitió mecánicamente. Antes de sentarse, les regaló los oídos con un comentario de cosecha personal.

-No está mal, para un irlandés -dijo- Aunque he oído que fue un soldado del regimiento quien obró el milagro, y que Connor pretendía volver a casa e intentarlo otro día. Habría que recompensar a ese hombre con un ascenso, y situar la hazaña en su justa medida.

Bebió un sorbo de su copa mirando a Connor con cierta altanería.

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16/01/2013, 19:45
Basil Northcott

El teniente Northcott, que había llegado con ellos, sonrió por el comentario. Todos sabían que eran de la cuerda de sir Patrick.

-Coincido con usted, capitán. No hay que magnificar la aportación de los oficiales, pues fue una iniciativa de los hombres. Cercana al motín, si me permiten el apunte.

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16/01/2013, 19:46
Mayor Cotton

Cotton dejó de sonreir por aquellos comentarios malintencionados. Enarcó una ceja y afeó su conducta al teniente Northcott.

-No sea chabacano, teniente. Los hombres se comportaron como soldados británicos, trabajando para servir mejor al rey y al imperio. La palabra motín es impropia, y me atrevería a decir... ofensiva.

Le sostuvo la mirada durante un momento, un momento tenso.

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16/01/2013, 19:49
Sir Jonathan Markington

El coronel se había mantenido al margen del breve enfrentamiento hasta que intervino Cotton. Entonces dijo lo siguiente, no por desdén hacia su persona, sino para reafirmar su papel como oficial al mando.

-Esta mesa no es el lugar para pelearse en materias concernientes al honor del regimiento. Estamos de celebración. No obstante, iba a pedir al capitán Connor un informe sobre lo sucedido. Pero quizá los capitanes aquí presentes, como oficiales al mando del entrenamiento, puedan aclarar este extremo.

Les miró con su aborrecible e imperturbable rostro de aristócrata inglés.

-¿Como calificarían el comportamiento de los hombres de las compañías A y B, caballeros?

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16/01/2013, 22:27
Narcisus Strafford

Narcisus brindó y bebió un sorbo de su copa. Escuchó todo con una sonrisa interior, si bien su rostro siguió impertérrito, y sus ojos, glaciares. Se esperaba todo aquello, la verdad, aunque no contaba con la magnitud del evento. Pensó en algo más discreto, menos llamativo, pero con aquella clase de comentarios presentes. No fue algo que le pillase a contrapie.

Ya se había dedicado a despachar cumplidos con una sonrisa falsa y un menoscabo de la situación, y hasta a hacer oídos sordos en su fuero interno cuando Sir Jonathan quiso atribuirle más mérito del que merecía, pero no hizo nada inapropiado, pues no había nada que pudiese hacer al respecto salvo tragar y aceptar los hechos. Independientemente del carácter asocial, frío y huraño de Narcisus, era capaz de mantener los modales en público y la compostura cuando se trataba de aquella clase de asuntos menores, pues lo importante subyace bajo la superficie, en los latigazos de la espalda.

- Lógico- respondió Strafford dejando la copa en su sitio ante la pregunta del coronel-. A mi juicio muchos se vieron demasiado presionados durante el entrenamiento. El Capitán Connor no podía ser plenamente consciente de sus capacidades, y exigió demasiado para ser la primera sesión con él- hizo una breve pausa, dejando asentar pensamientos-. Creo que algunos hombres por falta de familiaridad consideraron a Connor alguien demasiado exigente, y eso les puso a la defensiva, desencadenando su comportamiento. El Veterano, Soldado James Cuberth Wyatt, salvó el momento, y el día.

Era lo que consideraba más sincero, y no iba a escatimar a la hora de decir lo que verdaderamente pensaba. No ante esa pregunta. Si le hubiesen preguntado por la educación de Sir Patrick o las críticas de Basil Northcott hubiese tenido que maquillar la verdad, pero ante la pregunta del coronel podía responder con franqueza.

- No creo que hubiese llegado a haber consecuencias más negativas de no haber intervenido el soldado. Connor no tuvo en cuenta una variable en su primer día- alzó las cejas, ligeramente acusador-. Algo que podría haberle pasado a cualquiera. Estoy seguro de que a partir de mañana las cosas irán a mejor. El Capitán Connor ha tenido hoy su toma de contacto, y es cuestión de tiempo, más poco que mucho, que sus hombres vean reforzadas su motivación y su habilidad.

Bebió.

- He dicho.

Y calló, a la espera de ver qué decía su compañero y en qué derivaba aquel intercambio de impresiones.

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17/01/2013, 09:59
John Connor

Acompañado del Capitán Strafford, Connor también recibe el reconocimiento del logro obtenido hace unas horas. En su segundo día  ya ha conseguido sentarse en la mesa con el Coronel. Desde luego, el listón está muy alto para ser nuevamente superado. Así que John decide no dejarse llevar más tiempo por los ebrios efluvios de la precipitada fama y decide prepararse para posibles acontecimientos que espera sucedan. Más si cabe cuando el licor haya entrado en buenas cantidades entre algunos oficiales.

El brindis del Coronel es bien continuado por Connor, disfrutando un poco más del éxito de la práctica del día, esta vez todos unidos bajo el sonido de las copas, observando la imparcialidad de las palabras de Markington. Se da paso a la injesta y John hace gran aprecio de los platos presentados, sabiendo, que en cuestión de poco tiempo un trago amargo está por llegar. Observa de soslayo al hijo del Coronel. Como si estuviera esperándola, Sir Patrick, le busca con su mirada y no tarda en realizar su comentario destructivo.

-No está mal, para un irlandés -

 

Connor, preparado para la contienda entre manteles, pone a prueba su estrategia. Y de paso, la astucia del vástago del Coronel. En cuanto al primer comentario sobre el origen de su familia, responde. - Gracias Capitán. No había tenido el gusto de poder presentarnos. En realidad he nacido en Londres, aunque como bien apunta, mi familia es de origen Irlandés. Por cierto, Sir Patrick, su nombre también lo es, si no me confunde este poderoso brandy - Connor observa la reacción del Capitán y la intervención de Cotton casi con seguridad frenó la vena del joven Markington. Pero ello no le hizo frenarse. Contraatacó tratando de restar importancia al logro creado con su segundo comentario.

- Aunque he oído que fue un soldado del regimiento quien obró el milagro, y que Connor pretendía volver a casa e intentarlo otro día. Habría que recompensar a ese hombre con un ascenso, y situar la hazaña en su justa medida -

Su lacayo le rió el sarcasmo, pero John no se dejó amedrentar y usó su comodín. - Capitán, vuelve a tener razón. Veo que comprende perfectamente que el éxito en una empresa nunca está únicamente en un hombre. Debemos felicitar a este veterano. Si el Coronel tiene a bien concedernos este capricho, le cedo el honor de llamar en el momento de servir los licores y felicitarle. El Teniente ya tendrá oportunidad de hacerlo mañana, delante de los hombres - Tratando de mostrar una sonrisa sincera en todo momento, para no ofender al Coronel, Connor espera un estallido cual cañón. Pero, como pretendiendo cortar la tensión del momento, la persona que menos probable veía capaz de intervenir, hace su exposición. Narcisus, emite su juicio de valor como hombre experimentado, dando así el informe solicitado por el Coronel. John se vuelve hacia él. - Capitán, su sabiduría una vez más me ha iluminado... - Connor percibe que el alcohol está tratando de enturbiarle, quizá con el nerviosismo haya bebido más de lo que debiera para su situación. Parpadea y respira hondo para continuar. - Agradezco nuevamente su ayuda, con la cual se ha conseguido este logro para la mejora de la imagen del Fuerte, y abusando de su paciencia, confío que siga permitiendo aprender de Usted. Coronel, si me lo permite, propondría un brindis por el Capitán Strafford -

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22/01/2013, 17:50
Sir Jonathan Markington

El coronel escuchó las puyas que se cruzaron de un lado para otro, así como las intervenciones de ambos hombres. Antes de que la tensión creciera, apostilló algo.

-No... -dijo- Si hay alguien a quien debemos felicitar, es a usted. Ha conseguido lo impensable en un día. Brindo por usted.

Alzó su copa.

-¡Por Connor!

El resto le imitó, y el coronel mantuvo su enigmática sonrisa, mirándoles.

-No obstante, hay que premiar a quien también se lo merece. Ascienda a cabo al soldado Wyatt. Hágalo usted mismo, le gustará que sea su oficial quien lo haga en mi nombre.

Miró a Strafford, pensativo. Existía otra manera de premiar a dos hombres jóvenes y solteros: permitirles conocer a buenos partidos para contraer matrimonio y terminar sus días de soledad.

-Como sabrán, las ordenanzas del ejército de su majestad dictan que debe darse una dispensa a los oficiales del regimiento para que puedan casarse. Bien, haremos lo siguiente. Les invito a ambos, caballeros, a la mayor fiesta de la aristocracia inglesa al sur de Londres, el baile de gala en Skylands Manor, la casa de campo de mi hermano, lord Markington. Allí podrán conocer a las muchachas casamenteras de mayor abolengo de la región. Y si a raíz de esta fiesta, encuentran a alguna dispuesta a contraer nupcias con ustedes... tendrán mi permiso.

El mayor Cotton se levantó, risueño, y propuso otro brindis.

-Por las esposas, y las amadas... -dijo, antes de dar un sorbo- Y por que no se conozcan nunca.

Hubo risas, y alguien palmeó la espalda de Connor. A partir de ese momento, la velada fue mucho más agradable para ambos hombres.

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22/01/2013, 18:04
Director

Las hermanas Butler regresaron junto a su madrastra y hermanastra a Butler Manor, montándose en un coche de caballos que las esperaba a la entrada de la calle mayor. Augustus y su tío regresaron entonces a quehaceres más prosaicos, como comer y escoger ropa apropiada para el baile del fin de semana.

Ya de vuelta a Butler Manor, Georgina se bañó y purgó de la ingesta de aquellas especias, tan nocivas para los pulmones, paseando junto a Dilwar y su mono Nelson durante el resto de la tarde. Las hermanas Butler se quedaron en el salón, tocando el piano mientras escuchaban rumores acerca de los caballeros que iban a asistir al baile, y dejaban volar su imaginación pensando en que se convertían en las señoras de grandes mansiones y propiedades, que asistían a bailes en la corte y se codeaban con la realeza misma. Todo aquello parecía al alcance de la mano, al menos en su imaginación más febril.

Sin embargo, algo sucedía al margen de su voluntad, del deseo de que los días corrieran rápidamente y la fiesta llegara. En su habitación, Augustus examinó el molde ya seco de las mordeduras del caballo del señor Thompson. Su forma le era siniestramente familiar.

Había caído la noche en Groove Manor, la casa de campo del señor Thompson, uno de los más grandes terratenientes de Colchestershire. Una noche oscura y cálida. Las luciérnagas del cercano pantano se movían en bandadas por el aire, atrayendo la atención de visitantes indeseados. El hombre de la ciénaga, que había mordido a su caballo, reapareció. Thompson era una persona hosca, que prefería la compañía de los animales a la de los seres humanos. Por eso, aquella noche se encontraba cepillando el lomo de uno de sus mejores caballos, mientras su palafrenero dormitaba sentado en una silla.

El gorgoteo de la respiración del ser del pantano pasó desapercibido para aquel hombre, confundido por el sonido de los hollares de los caballos que estaban durmiendo. Thompson sonrió, acariciando las crines de "Marlborough III", su pura sangre tordo. El orgullo de sus cuadras. No se dió cuenta de que la figura, con las piernas atrofiadas, se arrastraba hacia él por el pasillo central de la cuadra. Cuando su corcel se puso nervioso, piafando, él se extrañó, abriendo la portezuela y entrando dentro, tratando de tranquilizarle. El caballo, sin embargo, estaba presa del pánico, por lo que salió trotando y alejándose de allí, saltando la pequeña verja de acceso. El palafrenero, somnoliento, corrió tras él, sin fijarse en la criatura.

Thompson había caído al suelo, empujado por el caballo, y se arrimó a gatas a una de las paredes de la cuadra, blasfemando. Se tocó la pequeña herida de la cabeza, maldiciendo su mala suerte. Fue entonces cuando giró el rostro, y lo vió. El ser, que una vez había sido un hombre, estaba horriblemente desfigurado, y le faltaba la piel y parte de la carne de la parte baja del rostro, pudiendo ver su dentadura. Gimió, estirando un brazo huesudo hacia él, como si pidiera auxilio. El duro e intratable terrateniente quedó atenazado por el pavor cuando reconoció el rostro del ser. Era Smithy, el joven Smithy. Uno de sus criados, muerto hacia una semana, por aquellas extrañas fiebres de Manchester. Había maltratado a aquel joven jardinero, de palabra y obra, durante meses. Lo había tratado como basura. Ahora, Smithy había vuelto a casa. El señor Thompson no pudo hacer otra cosa que alzar las manos y gritar horrorizado mientras las mandíbulas de lo que una vez había sido Smithy le mordían en el cuello, en la cara, en el pecho. Sus gritos pudieron escucharse a varias millas de distancia, mientras aquellas mandíbulas terminaban con su vida de forma horrible y mecánica, casi animal.

Las mismas mandíbulas que, pulido el molde de yeso, sostenía Augustus en sus manos, y que comparó con un esqueleto que su tío tenía en su estudio de la casa de campo de Colchestershire, un viejo recuerdo de sus días como profesor de anatomía. Cuando el joven médico acercó el molde de la dentadura al del esqueleto, se estremeció al comprobar que aquella, en efecto, era una dentadura humana.

Y así, silenciosamente, la plaga llegó a aquel tranquilo rincón de la campiña inglesa.