Partida Rol por web

Sarah miró a su amigo perruno. Una mueca que se asemejaba a una sonrisa asomó a sus labios. Suspiró y negó con la cabeza sin saber exactamente qué explicar.

- No sé qué ha ocurrido. No me ha dado ninguna explicación. Tan sólo dijo que tenía que cortar la comunicación porque tenían problemas. - Explicó, su tono de voz vibraba por la preocupación que aquello le suponía. ¿Qué habría ocurrido?

Luthien, viendo la preocupación en los ojos de la joven, se atreve a interrumpir.

-Mi señora, mi señor- dirigiéndose a Didymus -quizás haya una forma de evitar esto. Nosotros podríamos intentar derrotar al Rey... entonces Jareth y sus amigos estarían a salvo.

Hoggle mira a Luthien con ojos de "está loca" entonces la elfa se explica mejor:

-Recuerda la leyenda de la cual te hablé, lady Sarah; esa historia sobre el corazón de mi rey...que yace en una caja. Su verdadero corazón que sólo un alma pura puede abrir.

La fata toma la mano blanca de Sarah.

-Mi señora tal vez... tal vez no es casualidad que estéis aquí. Con el apoyo de estos dos gallardos caballeros y mi propia asistencia... creo que podremos. Sé que sois un alma pura, quizás seas la que la leyenda cuenta.

Sarah miró a Lady Luthien mientras negaba con la cabeza. - No... Yo... - La joven dudaba mucho de que fuera ella la que decía la leyenda. No podía ser, ella era una simple humana, que de cría había entrado en contacto con un mundo mágico.

- Deseo poder ayudarles, hacer todo lo posible por ellos. Pero no creo que yo sea el alma pura de la que habla la leyenda, no puedo serlo... - Se repitió intentando convencerla de su error.

- ¡Por supuestísimo que si! - dice Sir Didymus con un punto de caballeresca indignación en su voz - ¡Un caballero de mi condición antes moriría atrapado en los escombros de la derruida torre de su orgullo que servir con lealtad ciega y sincera a una dama de oscuro corazón! - hace una pausa, que usa para respirar profundamente.

- Si hay entre el cielo y la tierra un alma pura y bondadosa, milady, es la vuestra. Y si hay una leyenda, debe hablar de vos, pues sois la criatura más excepcional que estos viejos ojos hayan visto. - remata con un estremecimiento.

Las palabras de Sir Didymus consiguieron que las lágrimas que tanto le había costado aguantar, empezaran a aflorar y corrieran por sus mejillas. Sarah se contuvo por no lanzarse a abrazar a tan galante caballero. Sonrió entre las lágrimas, aunque todavía dudaba que fuera ella la de la leyenda, asintió con la cabeza y una sonrisa asomó a sus labios.

- No perdemos nada por intentarlo. Al menos haremos todo lo posible por intentar derrotar al Rey y así Jareth y los demás estarán a salvo - . Temía tanto por ellos, que sentía como su corazón latía con fuerza al nombrarles. Con el dorso de la mano se secó las lágrimas. No era momento de echarse a llorar, tenía que ser fuerte y ayudar a sus amigos.

- Lady Luthien, guíanos pues no sabemos dónde hallar dicha caja - . La joven se sentía cansada, pero no quería perder el tiempo, no mientras Jareth corriera peligro...

-Yo tampoco, mi señora- dice la fata -pero sé que aquí en este pueblo hay una mujer que puede orientarnos. Se llama Señora Grarl y vive aquí, en el pueblo sumergido.

La fata piensa, poniendo su pequeña y delicada mano debajo de su barbilla.

-Deberíamos preguntarle a la tabernera, seguramente nos dirá dónde ubicarla. ¿Serías tan amable de hacerlo Sir Didymus? Mientras Sarah y yo descansaremos un poco. Es importante, creo que al menos debemos dormir un rato, una hora si quereis pero... el viaje será luego agotador. No podemos fiarnos señora.

Hoggle asiente a las palabras de la chica. Desde allí tendrán un viaje que necesitará de sus energías, dormir no es mala idea.

Al escuchar a Lady Luthien, los ojos azules de Sarah se abrieron de forma casi imperceptible. Así que allí mismo podían encontrar respuestas.
Asintió con la cabeza y volvió la mirada hacia Sir Didymus.

- Sí, si podéis hacerlo por nosotras. Prefiero que no me vean mucho - . Dijo con un suspiro. No le gustaba estar encerrada, pero sabía que era lo más conveniente.

Bajó la mirada quedándose absorta, observando sus manos que descansaban sobre su regazo. Todavía tenía aquella sensación extraña en su corazón. No podía quitarse de la cabeza las últimas palabras de Jareth. ¿Qué les habrá ocurrido? Se preguntó nuevamente...

La pequeña joya de Lady Luthien había vuelto a brillar, y Sarah, con nerviosismo, la cogió para llevársela a los labios.
Durante un momento estuvo hablando en susurros. Su rostro se había sonrojado, y sus manos temblaban mientras se detenía a escuchar.
Se apartó la joya de los labios y miró a Lady Luthien.

- Jareth me pregunta por una cosa con tres puntas que pueda significar algo para el Rey Oscuro - . Les dijo volviendo su mirada también a Sir Didymus y Hoggle. Por si alguno de ellos tenía la respuesta.

Sir Didymus ya ha salido de la habitación, y se dirige con pasos airosos hacia la parte inferior de la taberna, acercándose con decisión a Aída. Acto segudio, se sube a un taburete junto al mostrador tras el que se encuentra la mujer, y golpetea repetidamente la superficie de madera con su báculo.

- Tabernera... ¡Tabernera! - hace una pausa en cuanto consigue la atención de la mujer - ¿Es posible en este tan hermoso como vibrante de vida y lleno de gente amable encontrar a una mujer que responde al nombre de Señora Grarl?

La fata piensa en la pregunta de Sarah.

-¿Tres puntas?... qué signifique algo importante para su Majestad...

Los ojos de Luthien se iluminan.

-Sí mi señora, pero no el corazón, simplemente el dibujo de un corazón. Decidle que prueben dibujar un corazón. Porque si llega a ser el corazón en sí, no lo tendrán hasta que lo encontremos.

Luthien dibuja un símbolo que es un corazón pero menos suave.

-Este dibujo... es el que posee la tapa de la caja en donde descansa la bondad de mi señor. Que prueben eso, lady Sarah.

La tabernera se ríe ante las formas del caballero perruno, que se vé le ha caído como un encanto.

-Bien, aquí tienes un papeel... con la dirección de esta mujer.

Se lo entrega a Didymus.

-Y puedes venir a mi taberna sin cargo cuando quieras ricura.

Dice la tabernera mientras se pone nuevamente a hacer sus cosas. Debe ser que Didymus es todo un caballero, más comparado con los hombres que hay hoy en la posada. Todos desaliñados, barbudos, con armaduras...

Con las armaduras del Rey de la Obscuridad...

Al ver las armaduras de los hombres sentados en las mesas de la taberna, Sit Didymus se acerca a uno de ellos, y golpetea sobre la placa de metal que viste.

- Disculpe, caballero... Por ventura, y si no me equivoco, es usted un servidor del Rey de la Oscuridad. - inspira profundamente, mientras pone su mejor cara de dignidad caballeresca - Resulta que aquí donde me ve, yo mismo sirvo a un rey, pero en este caso al Rey Jareth de los Goblins. De modo que, siendo ambos como parece enemigos declarados, me veo en la obligación de retar a vuestra merced a singular duelo, hasta que uno de los dos muerta el polvo. - dice mientras levanta su báculo, y apunta con él a los ojos de su oponente-

El guardia, desgreñoso, con cara de pocos amigos (más bien de ningún amigo), mira a Didymus con ojos fríos. Lo estudia de arriba a abajo mientras sus compañeros de mesa siguen bebe que te bebe. Luego con desgano, se levanta de la mesa y saca un espadón de un poco más de medio metro de largo.

-Oye chucho peludo...- le dice.

-No tengo ganas de manchar la taberna con tus tripas, vete y haremos de cuenta de que estoy sordo, ¿vale?

Y dicho ésto, posa sus ojos oscuros en el caballero perruno.

La tabernera que ha oído la conversación, dice:

-Caballero Didymus, venid que se os ha olvidado algo!!

- ¿A eso llamais espada? No me hagáis reir. He tumbado a hombres que valían el doble que vos. - de pronto el perruno caballero parece más un viejo perro de presa, cansado de pelear, y curtido en cien batallas contra enemigos superiores, que el adorable y un poco atolondrado paladín que suele ser.

- Pero esperad... la Dama Aída me reclama, y un caballero nunca deja desatendida a una dama - le dice el caballero al guerrero de ojos negros. - Pero no creáis que me he olvidado de vos - le dice en tono grave - En breve volveré y, de ser necesario, haré que os tragués vuestras palabras, majadero. - añade con un gruñido sordo y ominoso.

La tabernera espera que el perrito se acerque y comenta:

-Señor caballero Didymus, por favor, os pido que no busqueis pleitos con los guardias del rey. ¿Qué será de vuestra amiga si os encarcelan?

La mujer mira al caballero con ojos suplicantes.

-Sé que podeis derrotarlos con facilidad pero luego vendrían más y cerrarían mi taberna. Os pido que lo hagais por esta humilde mujer que necesita de su sustento.

La mirada de la señora es realmente conmovedora, se nota que habla con la verdad.

El caballero mira a Aída mientras nota como el afán combativo abandona poco a poco su cuerpo.

- Lamento haber importunado la paz de vuestra taberna, señora - dice quitándose el sombrero y haciendo una amplia reverencia - A pesar de que estos hombres hallarían en mi un adversario tan elusivo como formidable, renunciaré por esta vez al justo combate, y sólo por vuestra súplica cejaré en mi justa ira.

Acto seguido, hace una segunda reverencia y sube presuroso los escalones, para avisar a Sarah de lo que ocurre abajo.

 Didymus ha retornado de la taberna, por suerte sano y salvo.

Luthien lo mira fijamente y pregunta:

-¿Señor has averiguado lo que te he pedido?

Didymus debía averiguar sobre una bruja que habita en el pueblo y les ayudará en el camino de encontrar la caja con el corazón del rey.

- ¿Acaso ha fallado Sir Didymus alguna vez en una empresa? - dice el caballero mientras tiende el papel con la dirección a la elfa. Luego parece quedar pensativo, como si debiera recordar algo, hasta que hace un gesto...

- Acabo de recordar algo importante que debía deciros... maldita memoria mía. - mueve la cabeza - Ahí abajo bulle de soldados del Rey de la Oscuridad. - luego lleva la mano a su báculo - Pero no debéis temer, yo os protegeré.