Partida Rol por web

Un escalofrío recorrió la espalda de Sarah al ver como la dulce Luthien temblaba tan sólo con nombrar el oscuro pantano. Aunque la otra opción tampoco fuera muy segura, por sus palabras, dilucidó que tendrían más opciones de cumplir su cometido.

Miró a Sir Didymus con una sonrisa en sus labios. Pero mientras sonreía una expresión pensativa se podía apreciar en sus ojos verdes.

- Querido y galante caballero. Confío en vos, pero no soportaría veros padecer si tantas criaturas malvadas hay en aquel lugar. Creo que sería más prudente hacer como aconseja nuestra nueva compañera e ir por el pueblo. Intentaremos pasar desapercibidos, supongo que no deberás disfrazarte ya que no te han visto todavía. Pero Luthien y yo sí que deberemos hacerlo... - Comentó sin apartar la mirada de Sir Didymus.

Con la guía de Luthien llegaron a las puertas del pueblo. El sitio era gracioso, por decir algo, ya que estaba hundido en un agua lodosa y las casas parecían unas especies de barquitos que flotaban entre el agua.

-Conozco este sitio -dijo Hoggle -es un pueblo hundido, el Pueblo de la Laguna. Cuentan las leyendas que sus habitantes hicieron un pacto con las sirenas que no cumplieron y... como castigo, el agua del lago se abalanzó sobre las casas. Pero igual sigue a pie, igual sus gentes comercian, trabajan.

-Roban, matan -agregó rápidamente Luthien.

-Hay muchas malas gentes aquí, debemos ser precavidos. Mi señora tenemos que disfrazarnos antes de entrar. -recordó Luthien.

-El bosque proveerá de disfraz suficiente -dijo Hoggle. -Con ayuda de Luthien puedo crearos una tiara de hojas para vuestra cabeza y usar el agua lodosa para dar otro tinte a vuestro cabello. Sé que suena feo, querida Sarah, pero te tienes que disfrazar. Respecto a Sir Dydimus y yo, no será tan necesario. Pero tú Luthien, tú también deberías cambiar de apariencia.

Hoggle parecía preocupado por la elfa.

Durante un rato caminaron en silencio, hasta que finalmente, a lo lejos, apareció el pueblo del que Luthien les había hablado. Los compañeros se detuvieron, y Sarah estudió sorprendida la forma de aquel paraje. Las palabras de la pequeña elfa eran preocupantes. Parecía conocer muy bien esas tierras y sus gentes.

- Sí, deberíamos disfrazarnos... - Empezó a decir la joven, pero cuando Hoggle aconsejó que se llenara de lodo el cabello, una expresión de disgusto se dibujó en sus suaves facciones... - ¿No hay otra forma de hacerlo? El lodo se verá demasiado, y poco conseguirá disfrazarme - . Comentó sin borrar ese gesto de desagrado de sus labios.

Sir Didymos parecía pensativo...

- ¿Quizá, si se me permite la osadía, pudieramos el buen Hoggle y yo deslizarnos sin ser vistos hasta el poblado, y allí hacernos con algún atuendo que cubra vuestra belleza, mi dama? - dice el caballero dirigiéndose a Sarah. - Capa, túnica, jubón o tabardo, cualquier cosa que oculte vuestras formas y cubra vuestra cara. No sería extraño que fueramos capaces de conseguir algún yelmo o máscara para completar la estratagema. - Sir Didymus hace un gesto de incomodidad.

- No es que aprecie el hurto - comenta como disculpándose - pero Lady Luthien dice que las gentes de esa enfangada ciudad son ladronas y asesinas. Si tal es así, no merecen mi respeto ni el beneficio de mi cortesía.

-Mmmm - comenta Hoggle -No es una mala idea mi señora. Nos podemos meter en el pueblo, este caballero perruno y yo e ir por algunas ropas. Mientras tanto vos y Luthien debéis esperar en el bosque.

Hoggle pone sus manos sobre la cintura y aclara, con aire serio.

-Pero permaneced ocultas a todos, por favor Lady Luthien, cuidad de Sarah y de vos misma.

La elfa asiente con celeridad.

- De acuerdo, esperaremos escondidas en el bosque, pero por favor, no tardeis - . A Sarah no le hacía mucha gracia separarse de sus amigos, pero tras lo que había dicho lady Luthien, era consciente de que si no hacía nada para cambiar su aspecto, no tardaría en volver a estar apresada en el castillo. Y quizás entonces no tendría aquella libertad de la que había dispuesto. Además, sin contar lo que le pudiera pasar a la joven hada.

Por un momento se había quedado en silencio, pero una luz se encendió en su cerebro. ¿Y si...? Se volvió rápidamente hacia Luthien.

- ¿Qué te parece si les damos el objeto que me entregaste y de esta forma estamos en contacto con ellos? - Le preguntó mientras metía la mano en el bolsillo y sacaba dicho objeto.

-Sí mi señora, es una buena idea.

Luthien toma el objeto que le había entregado a Sarah esa vez para permanecer en contacto con ella y se lo entrega a Sir Dydimus.

-Buen caballero, si queréis comunicarnos algo, habladle al aparato. Es mágico y yo escucharé todo lo que pase a través de él y se lo haré saber a Sarah. También puedo hacer que mi voz se oiga por él, entonces, si nos hallamos en peligro podré haceros saber eso.

Luthien deposita el objeto en la mano del caballero perruno y luego les desea suerte.

-Suerte señores, os esperaremos aquí con ansias.

- No desespereis, mis damas, prestamente tornaremos a vosotras con los atuendos para cubriros. - dice Sir Didymus con meliflua galantería - ¡Vamos Sir Hoggle, seguidme al punto! - añade acicateando a Ambrosius, esperando que Hoggle le siga sin más.

- Y si sentís bien que sea la sombra de un peligro, ¡¡no dudeis en usar esta mágica joya, y la ira de la justicia caerá sobre quien haya osado perturbar nuestro ánimo!! - remata, encaminándose rápidamente hacia el pueblo.

Sarah se quedó de pie, en medio del camino, mirando como sus dos amigos se alejaban. Una sonrisa de añoranza se encontraba perfilada en sus suaves labios. Levantó la mano despidiéndoles - Tened cuidado... - Dijo más bien para si, aunque el aire pudo llevar sus últimas palabras a los oídos de ambas criaturas.

Cuando los perdió de vista, la joven se giró hacia Lady Luthien. - Mejor escondámonos, no vaya a pasar alguien que nos ande buscando y nos halle aquí en medio... - Dijo la joven dirigiéndose a un lado del camino. Un extraño frío se había colado en su cuerpo, y no pudo evitar empezar a temblar ligeramente, mientras abrazaba su cuerpo intentando hallar algo de calor y se sentaba en el suelo, cubriéndose tras unos arbustos.

Hoggle partió con el caballero perruno y Sarah se quedó en los bosques con la pequeña hada. Lady Luthien consoló a la chica diciéndole:

-No os preocupés my lady, os aseguro que estos caballeros podrán conseguirnos disfraz tan rápidamente que no extrañaremos su presencia.

Luthien sonrío y miró a la espesura, adonde ambos habían ido.

-Después de allí hay un lago con numerosas barcas que llevan al pueblo. Seguro tendrán que ir por allí. Pero no deben tener miedo, el Rey no les está buscando.

A los quince minutos de partida de Didymus y Hoggle la joya de Luthien comienza a brillar. Por ella sale la voz del caballero perruno preguntando:

Cita:

Las palabras de Lady Luthien no habían conseguido tranquilizar del todo a Sarah. Sentía un temor en su interior que no podía explicar. Durante esos largos 15 minutos, la joven no se movió del sitio donde se encontraba. Intentaba estar atenta a cualquier sonido que pudiera venir de la espesura...

La voz de Sir Didymus saliendo por el aparetito sobresaltó a Sarah. Miró con los ojos bien abiertos hacia la mano de Lady Luthien, tan sólo unas décimas de segundo, hasta que su cererbro consiguió relacionar la voz con el caballero perruno y entender lo que le estaba diciendo.

¿Color? Sarah levantó la mirada llena de estupor cruzándola con la de la pequeña hada. Se levantó corriendo y se acercó cojeando ligeramente. Tras haber estado tanto rato sentada, quieta, se le había dormido una pierna y su circulación tardó un poco en activarse.

- Dile que el color es lo de menos, que confío en su buen criterio y que no tarden por favor... - Comentó finalmente la joven mientras estiraba un poco las piernas.

Luthien pasa el mensaje de Sarah y Didymus dice que entonces se podrán en marcha. Luthien sonríe a Sarah para intentar comfortarla. Mientras le hace señas de que la siga más al interior del bosque.

-Es mejor que quedarnos en el camino, ¿entiendes my lady? Tenemos que tener precaución, eres un bien muy preciado para mi rey. Su odio es grande. Pensar que no siempre ha sido un villano.

Luthien suspira.

-No siempre... de veras.

Sarah asintió con un suave gesto de cabeza y se adentró junto a Lady Luthien en el bosque. Buscó un sitio resguardado y nuevamente se sentó en el suelo apoyando la espalda contra un árbol.

Por un momento su mente empezó a divagar, tan sólo hacía un día su vida era normal... Tenía un buen trabajo, una casa preciosa y un prometido que la quería... Pero ahora se encontraba allí, intentando huir de un rey malvado que quería conquistar su mundo y la utilizaba para poder atrapar al rey de los goblins.

Suspiró y levantó la cabeza al escuchar la voz de Luthien. Por un momento se quedó pensativa, con la mirada perdida. Finalmente dirigió sus ojos azul grisaceo hacia la duende... - ¿Por qué se ha vuelto así? - Le preguntó con voz suave.

La joven elfa se sienta sobre el pasto entre varios árboles y le cuenta la historia a Sarah.

-Hace mucho mucho tiempo esta tierra obscura que vez aquí, era un reino lleno de sol y alegría. El príncipe que gobernaba, el que hoy es el Rey, se llamaba Daniel y era el heredero al trono de su padre, Debion el Grande. Daniel era de un corazón magnífico, era un hombre de bien. Su padre le había enseñado a dedicar los días a ayudar a los campesinos, les preguntaba sus problemas y con su padre ideaban una administración en la que pudieran ayudarlos a que prosperaran.

Lutien mira al cielo mientras recuerda a ese hombre.

-Yo me enamoré de él, cuando era ese joven, lleno de sueños y esperanzas. Lleno de luz... Pero un día, un día de octubre, cuando los arcoiris solían aparecer en nuestro cielo vino una joven.

La elfa mira a Sarah con desazón.

-Era tan hermosa como tú, incluso más. Daniel se quedó prendado de ella. Desde ese momento todo cambió, la mujer le consumió el corazón, lo hizo cruel... lo hizo hasta rechazar al hijo de ambos que encerró en una torre. Hasta la gran guerra, quizás los guerreros de los cuadros te hablasen de ella.

Luthien lloró amargamanente.

-Él se olvidó de mí, de cómo se sentía conmigo. Dicen las leyendas que, en algún sitio escondido, está su corazón, encerrado en una caja que sólo un alma pura puede abrir. Si alguien lo hace, el Rey de la Obscuridad volverá a ser el amo de la luz.

-¿Bonita historia, no? Yo espero que sea verdad...

Sarah escuchó a Luthien en silencio. Según iba desarrollando la historia, sus ojos se fueron humedeciendo. Que triste... Pensó apartando por un momento la mirada e intentando controlarse nuevamente para que la hada no se diera cuenta de como la había afectado.

- Los cuadros me hablaron de otra guerra, ya que acaeció en la época del abuelo del rey. No me dijeron nada de lo que ocurrió... - Comentó volviendo a mirar a Lady Luthien. Una sonrisa triste asomó a sus labios... - ¿Y qué pasó con esa mujer? - Preguntó con timidez, temiendo que recordar todo eso pudiera dañar a la dulce Luthien.

-Nadie supo nunca más qué pasó con la joven reina. Reina hechicera, reina malvada, pero reina al fin. Ella es la madre de Christian, un enemigo de tu Rey Goblin.

Luthien mira la muñeca de Sarah en donde antes estaba una pulsera plateada, la que Jareth descubrió en el piso del ascensor.

-Sin embargo no es tan malo Christian, no ha heredado la sangre de su madre, se parece más a su padre. Es sólo que todavía no lo sabe. Pero no es malo...

Luthien acerca a Sarah una pequeña bola de cristal que saca de entre sus ropas.

-¿Veis?

Entonces se forma la imagen delante de la chica. El sitio es conocido, el Central Park, el pulmón de la ciudad. En medio de un camino está Juliette teniendo de un brazo a ese Christian y del otro a Jareth.

-Están cooperando mi señora, los tres cooperan para salvaros. Es con esta misma bola que ví cómo vuestro amado rey Goblin cogía la pulsera que habíais perdido.

Lady Luthien le hablaba a Sarah sobre el hijo del rey malvado, pero ella no lo conocía, ni siquiera había oído hablar de él hasta aquel día. Pero cuando sacó la pequeña bola y le mostró a los tres en Central Park, sintió como su corazón daba un vuelco.

Era verdad, Jareth se encontraba allí. Se había aliado al hijo de su peor enemigo solo para poder encontrarla... Sintió como sus ojos empezaban a humedecerse, pero no podía apartarlos de su imagen. Recordaba perfectamente como de jovencita, él le había ofrecido poner su mundo a sus pies. Le había pedido que fuera su reina y gobernar juntos. Pero ella rechazó ese mundo y con ello a la persona que amaba. Ahora, al verlo nuevamente, su corazón empezó a latir de forma dolorosa. La realidad, el mundo gris en el que ella había nacido, se había interpuesto al mundo de fantasía que durante muchos años había intentado olvidar. Pero, Sarah empezó a ser consciente de que por mucho que quisiera olvidar no podía...

Finalmente apartó la mirada de la imagen y volvió a prenderla en los ojos de Luthien. Una lágrima solitaria había empezado a rodar por su tersa mejilla, pero rápidamente la secó con el dorso de su mano y una sonrisa triste se dibujó en sus suaves labios.

- Nunca intentes huir de tus sentimientos, siempre volverán para dañarte y recordarte quién eres... - Le comentó con tristeza. Un suspiro salió de lo más hondo de su corazón y sin poder evitarlo, sus ojos buscaron nuevamente la imagen de Jareth... - ¿Lo conseguirán? - Preguntó al aire, un deseo hecho pregunta...

-Señora, confiad en que sí. Confiad en ello...

Dijo Luthien y entonces entraron en escena Hoggle y Sir Didymus. Hoggle tenía un montón de prendas y el caballero perruno quien fue arrastrado por su compañero, cuando viendo que el perro quería comérselo (a pesar de sus movimientos certeros de báculo) volvió para sus pasos y lo sacó de allí.

Cruzaron el lago con la barquita y llegaron a las chicas, sanos y salvos.

-Oh mi señora, mire este vestido. Podrías usarlo con este velo, que os taparía el rostro- decía Luthien mientras revisaba las prendas -y este vestido de niña puede quedarme bien. Con esta capucha taparé mis orejas y mis cabellos... mis cabellos podría recogerlos pues son muy notorios.

Mientra Lady Luthien separaba las ropas, Didymus y Hoggle recuperaban aliento.