Partida Rol por web

Por un momento, Sarah se quedó sorprendida, siendo una mera espectadora de la discusión de ambos cuadros. Aunque rápidamente reaccionó, y aprovechando lo acalorados que estaban, empezó nuevamente a caminar por el pasillo hasta el final. Buscando alguna puerta que pudiera llevarla al exterior.

Aunque con aquellos guardianes, si cada cuadro de aquel castillo tenía vida propia, no sabía cómo lo haría para poder escapar. Tengo que hacerlo, he de conseguir salir de aquí...  Se dijo mientras caminaba. No puedo consentir que por mi culpa cojan a Jareth... Además, ese rey está loco.

Sarah vá hasta una puerta e ingresa en una habitación que tiene dibujos por todas las paredes. Algunos son hermosos ángeles, otros algunos demonios pero todos están exquisitamente elaborados. Además hay una chimenea enorme con leños pero que está apagada. El cuarto contiene eso sólo: la chimenea, los leños, los dibujos sobre las paredes y algunas ventanas que dan al exterior. 

En el medio de la sala hay una columna y todas las paredes parecen tener hilos y brocados de oro en su superficie. Incluso las figuras de ángeles, demonios y hombres también tienen joyas incrustadas.

La sala es resplandeciente. 

Al entrar en aquel cuarto, Sarah se quedó por un momento sin respiración. La belleza que transmitían aquellos dibujos en las paredes, la vida y el color que se podían apreciar, la dejaron completamente asombrada. Entró recorriendo con la mirada cada centímetro de la pared. Nunca había visto nada de tan singular belleza.

Sin darse cuenta estuvo un rato admirando aquella estancia. Pero los latidos de su corazón le recordaron que tenía que salir de allí, que en aquel momento lo que estaba haciendo era perder el tiempo en la contemplación. Apartando la mirada del techo, parpadeó un par de veces y se acercó a la ventana. Se asomó intentando ver algo que le diera alguna pista de dónde se podía encontrar la salida de aquel castillo.

La chica primero miró por las ventanas de la habitación de paredes lujosas pero seguía apareciendo el mismo jardín que cuando estaba en su habitación, entonces nota que un dibujo está como sobresalido. Mete la cabeza nuevamente adentro y, cuando presiona en un ángel rojo, la pared se descorre y pasa a otra habitación.

Sarah pasa a la siguiente habitación. Era un cuarto apagado, nada que ver con el anterior. Tenía entradas por varios sitios y un recuadro negro, abierto en el suelo, se presentaba en la mitad del mismo. No había cuadros en esta sala, ni dibujos preciosos de ángeles o lo que sea.

Muy diferente a las otras habitaciones, esta daba un dejo de tristeza bastante notable.

El corazón de Sarah pareció encogerse al observar aquella nueva estancia. Un suspiro, sin saber por qué, salió de lo más profundo. Y unas lágrimas empezaron a formarse en sus ojos... De repente, al mirar aquella habitación, se había sentido triste...

Haciendo tripas corazón, la joven decidió adentrarse y buscar una salida a través de aquel lugar. Al menos allí no habían cuadros que le hablasen, ni parecía haber vigilancia alguna. Dubitativa dio un par de pasos y miró a su alrededor. Finalmente, con un nuevo suspiro, se adentró en el cuarto y buscó una de sus salidas.

Sarah vé exactamente tres salidas, representadas por tres puertas. La primera es azul y tiene el símbolo de un leon debajo de su pomo. La segunda es roja y el símbolo que se destaca es el de una serpiente. Sarah siente un escalofrío al ver esa puerta. La última es verde y no posee símbolo alguno.

Mientras Sarah está pensando cuál elegir siente como un murmullo que viene de la abertura en el piso que se halla en esta habitación triste y solitaria.

No sabía por donde ir. Lo que sí tenía claro era que la marca de la serpiente le daba demasiado mal rollo como para plantearse esa salida. Pero estaba la del león, ¿qué significaría aquello? ¿y por qué la tercera puerta no tenía ninguna señal? Sarah recordaba aquella vez que estuvo en el laberinto. Sabía que una mala decisión podía ser incluso mortal. ¿El león o la otra? Se preguntó, cuando un murmullo que se acercaba hizo que se pusiera más nerviosa.

Miró hacia la abertura, un leve temblor se había apoderado de la joven. Tomada ya una decisión, se acercó a la puerta que no tenía símbolo alguno e intentó abrirla, para colarse y poder espiar desde allí.

Ni bien abre la puerta verde un frescor le llega a Sarah. Se encuentra en el comienzo de un camino, fuera del castillo. La noche cae sobre todos los árboles, pasto y lápidas que están colocadas en los lindes de este sendero oscuro. Hay bastante viento y la chica tiene que sacarse los cabellos de los ojos que son revoleados por los jirones de aire fresco.

¿Está afuera? ¿Realmente puede seguir adelante? Sarah no tiene ninguna de las respuestas pero, por lo pronto, nadie está deteniéndola.

Al ver lo que había tras la puerta, Sarah contuvo la respiración. Parecía haber encontrado la salida de aquella fortaleza y sonrió empezando a sentir como su corazón saltaba emocionado.

Pero antes de internarse en aquel lugar, que a pesar de su felicidad era consciente de que era deprimente y muy triste. Se quedó en la puerta, espiando a través de una pequeña rendija a quienes se dirigían hacia la sala que acababa de abandonar. ¿Quién será? Se preguntó agudizando el oído e intentando enterarse de algo.

Al darse cuenta de su error, Sarah se quedó por un momento indecisa. La curiosidad de saber quién se encontraba en aquel hueco era muy fuerte. Pero el apremio de salir de aquel lugar lo fue más. Así que finalmente decidió adentrarse por aquel camino.

Era de noche, los árboles crecían amenazantes en el borde del camino. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sarah. Mientras sus pasos la iban alejando de aquel lugar, un sentimiento desesperado empezó a apoderarse de ella. Iba mirando asustada a los lados, casi esperando ver como las ramas de los árboles se lanzaban contra ella, o como las lápidas empezaban a abrirse, dejando liberados a seres muertos ya hace tiempo.

Sarah se abrazó a si misma, buscando un calor que estaba muy distante de sentir. Temblando, pero decidida continuó caminando, sin detenerse...

Sarah comenzó a adentrarse en la espesura del bosque mágico. Las lápidas estaban allí, a varios tramos de camino, es como si fueran los guardianes del camino. Sin embargo, la chica continúo avanzando sin nada que la molestara excepto su propia soledad y temores. El viento frío seguía golpeándole el rostro sin piedad.

De pronto, sintió una voz que hablaba a sus espaldas. Parecía provenir de los árboles.

- No sigas... Enfadarás al Rey y te dejará prisionera.

Otra voz, musical, exclamó:

- Es verdad... debes obedecerle...

Entonces, la chica notó que el objeto que le había entregado Luthien comenzaba a brillar.

Hacía frío, y Sarah empezaba a sentirlo en lo más profundo de su corazón. El viento le golpeaba el rostro, sentía sus labios ateridos y sus manos completamente heladas. Iba caminando con los brazos cruzados, intentando calentarlas colocándolas bajo las axilas. Tenía que encontrar una salida, volver a su mundo...

Una voz a su espalda la sobresaltó, se giró buscando de dónde provenía. Entonces otra voz sonó del aparato que le había entregado Luthien.

- ¿Quién anda allí? - Preguntó con la voz un poco temblorosa debido al frío que sentía.

La voz salió del aparato que Luthien había entregado a Sarah. Su voz era tan melodiosa como la primera vez que Sarah la había escuchado.

-Mi señora, ¿realmente quieres iros de aquí? Dame una buena razón, decidme por qué. Debo saber por qué quieres irte cuando mi Rey no te ha hecho nada malo.

El aparato que seguía titilando, esperaba la respuesta de Sarah.

Las otras voces seguían cuchicheando desde las lápidas.

Sarah cogió el objeto que Luthien le había entregado y llevándoselo a los labios le empezó a responder a la fata...

- Me ha traído aquí sin mi consentimiento, y me retiene contra mi voluntad... Ya solo por eso es motivo suficiente para querer irme. Pero, además, bueno... Da igual... Es complicado. Tan sólo quiero ir a mi casa. - La joven se había puesto nerviosa, escuchando aquellas voces que salían de las diferentes lápidas. Empezó a caminar hacia atrás, sin apartar la mirada de esas lápidas, ni apartar el objeto de delante de sus labios. Empezaba a sentirse asustada...

-Entonces vuelve al castillo. Te ayudaré a irte de allí pero si sigues por este sendero... sus guardianes te detendrán. Y... si te pasa algo.

Luthien se calla unos segundos y luego prosigue:

-Por favor, mi señora, vuelve al castillo y espérame en tu habitación. Te prometo ayudarte a salir a tu mundo. Sé que no tengo una forma de hacer que confíes en mí pero... reconozco tu noble corazón y no quiero verte herida.

Luthien luego espera la respuesta de Sarah que vé cómo una de las lápidas se descorre de su sitio.

Las palabras de Luthien eran reconfortantes, pero Sarah no estaba segura de poder confiar en ella... Quizás al ver que había conseguido escapar quería que volviera para encerrarla en su dormitorio, y esta vez no dejarla salir...

Estaba sopesando el qué hacer cuando un ruido le puso la piel de gallina. Se giró y horrorizada comprobó como una de las lápidas empezaba a moverse... Dios mío... Por un moemnto se quedó quieta, con los ojos completamente abiertos y sin poder apartarlos de aquella visión terrorífica. Nuevamente se llevó el objeto a los labios y con voz temblorosa susurró a Luthien. - De acuerdo voy para allí... - Y empezó a caminar, volviendo sobre sus pasos y con velocidad. No quería darse la vuelta, no podía mirar hacia lo que aquella lápida podía dejar al descubierto...

Sarah corrió hacia dentro del castillo nuevamente. Cerró tras de sí, con rapidez, la puerta verde que la había llevado a ese lugar tan horrible. Entonces estaba nuevamente en la habitación que tenía un agujero en el suelo. Luthien le dijo que volviese a su cuarto y hacia allí iba la muchacha cuando una voz ascendió desde el hueco.

-¿Sarah? ¿Sarah eres tú?. Sarah ayúdame, amiga.

A la chica la voz le resultó extrañamente conocida.

Sana y salva Sarah consiguió cruzar nuevamente la puerta. La cerró tras de sí, y por unos instantes se quedó apoyada en ella, esperando que su respiración volviera a la normalidad.

Algo más tranquila empezó a caminar nuevamente para dirigirse hacia su dormitorio, pero, cuando pasó por el hueco que había en el suelo, una voz la llamó...

Se detuvo, sintiendo como su corazón daba un vuelco... ¿Esa voz? Le sonaba, pero no conseguía asociarla con ningún rostro... ¿Quién es?

Algo asustada, se acercó hasta el borde del agujero y miró hacia adentro. Después de lo que había ocurrido fuera, la joven temía...

- ¿Hola? - Preguntó arrodillándose y mirando con más detenimiento...

-¿Sarah? Sarah eres tú. ¡Qué gusto verte!

Hoggle estaba allí, en una especie de habitación oscura, debajo de ese hueco del suelo. El duende se paró y miro hacia arriba, hacia su querida amiga.

-Sarah, tenemos que irnos de aquí. Estuve viniendo aquí cuando escuché que el Rey te secuestró. Tienes que ayudarme a salir, pequeña. Querida Sarah, siempre estabas en mis pensamientos y no podía dejarte en peligro.