Partida Rol por web

Tú, esclavo, dice una voz a tu espalda. Curiosamente, es la de otro esclavo como tú, uno de los siervos de la casa de mayor cargo en el servicio doméstico. ¿Estás jugando con una mujer, cuando tus amos te han dado un encargo? Creeme, no seré yo quien sufra las iras de nuestra ama si retrasas tus conclusiones a la Casa de Obsidiana. ¡Vamos, animal! Te esperan.

Parnassus clava una mirada cargada de melancolia en Aymee, que pronto muda en verguenza. Sin poder soportar la situación, aparta la cabeza sin siquiera atreverse a pronunciar palabra. Ya de espaldas, parece hacer un leve gesto de despedida con la mano, que queda a medias.

Luego se aleja tras el siervo de los Gemelos de Obsidiana, en direccion a su antiguo hogar.

El mercado parece estar lleno de vida. Los jueces siempre han mantenido una política de proteccionismo sobre esa parte de la ciudad, para fomentar el comercio con otras razas. Aunque solo sea porque ellos tienen más comida.

Me adentré entre los numerosos puestos del mercado, caminando lentamente, con precaución, parándome de vez en cuando en algún puesto, como si me interesara alguno de sus productos…

Pero no era mercancía lo que buscaba en aquel lugar, al menos no de momento…

Me sorprendió ver la gran variedad de razas existente allí, y el bullicio resultante…me aseguré de que mis armas estaban bien a mano, pues en lugares como estos, y más en una despiadada ciudad de elfos oscuros, eran sitios peligrosos…lo sabía bien…sitios en los que cualquiera podía realizar un ataque silencioso, efectivo, y mezclarse entre la multitud, antes incluso de que se descubriera al individuo muerto apoyado contra la pared…

Tras unos minutos vagando entre las callejuelas formadas por los tenderetes, vigilante, observando todo a mí alrededor, para comprobar si alguien me seguía, me paré en uno de los puestos. Sabía que no era necesario que buscara a nadie en aquel lugar, pues desde el momento que había puesto un pié en el mercado, estaba seguro que estaba siendo vigilado. Seguro, de que cualquiera de las personas con las que me había cruzado, había dado ya aviso de mi presencia allí. Por lo que solo me quedaba esperar…y eso era lo que me disponía a hacer…

Mientras Hugo deambulaba por el mercado, fingiendo mirar al azar los diferentes tenderetes, buscaba detalles y posibles amenazas. Caminaba lentamente, el hombre inocente camina descuidado, como había aprendido. Sin embargo, en aquel trajín, nadie podía notar el sigilo de sus pasos, la gracia de sus movimientos...

Allí. Junto a un callejón. Dos Elfos Oscuros intentaban hacer entrar a una joven a un lugar sin salida.

Aquella ciudad apestaba a pecado.

Juan de Alvarado y Juan Bautista llegaron al mercado, por el que vieron deambular a Hugo. Parecía estar buscando algo... o a alguien.

Bajo la protección de mi capucha, mi mirada se dirige hacia los elfos oscuros y la muchacha. Mientras, lentamente mis pasos me conducen hacia una posición en la cual tenga un mejor angulo de visión, procurando no llamar la atención de aquellas dos serpientes.

Debía buscar al comerciante, aunque sin duda él ya sabía que estaba en el mercado, pero nunca estaba de más estudiar el comportamiento de aquellos seres oscuros,quizá en un futuro podría resultar útil, y tal vez era una buena ocasión para ello...ya tendría tiempo de preguntar por él más tarde...

De noche, el lugar presenta un aspecto bastante distinto.
Ahora, la escasa luz de las antorchas revela innumerables recovecos y callejones en donde las sombras son las dueñas indiscutibles.
De vez en cuando, resuenan en el adoquinado los pasos de algún transeunte.
Quizá sea la guardia de la ciudad o quizá, algún individuo dedicado, como nosotros, a sus quehaceres privados.
Juan Bautista y yo avanzamos por la calle principal del mercado pegados a una de las fachadas de un gran edificio.
Y finalmente, me detengo y le hago un gesto a mi compañero.
Desde nuestra posición, alcanzo a ver a un individuo cubierto por una capucha.
Por su forma de moverse, identifico a Hugo.
Le hago un leve gesto a Juan Bautista y digo en voz baja.
Mira hacia allí. Ahí tenemos a nuestro colega. Y parece, que le hallamos en una situación delicada.
Pues yo diría, que se oculta. Ahora bien, no logro distinguir de quien.

Ambos humanos, sabiendo a quien buscar, observan como Hugo se acerca a un callejón, sin tener claro el motivo.

Los Elfos Oscuros arrastran a la mujer al sucio callejón, mientras ella forcejéa con todas sus fuerzas. -El mercado está bajo... gimotea

-Los jueces no tienen ojos en todas partes, zorra. Te vi ayer en la taberna. Tal vez hubieses debido darme de buena gana lo que voy a coger ahora...

Mientras su compañero la sujeta, el Demonio del Norte saca una daga y comienza a sacarle los botones del vestido, cortándo los cordeles que los unen con ella. Recreándose, el cerdo. Los gemidos de la joven son acallados por la mano del compañero, cuyo rostro muestra una cierta molesta por lo que está a punto de pasar.

Juan Bautista se detiene al instante cuando Juan de Alvarado le hace la seña correspondiente. Sus dias de soldado le ensañor a responder rapido cuando se da una orden en el campo de batalla. Luego se asoma un poco por el costado de su compañero para tener una mejor vision del individuo a quien estaban buscando, y ahi lo vio, Hugo estaba asomandose sigilosamente por una de los callejones, parecia como si estuviera tratando de ver algo...

-Me parece que tenemos que buscar una mejor posicion para observar, desde aqui no se ve claramente la situacion.

Digo muy por lo bajo a mi acompañante.

Esta ciudad, nido de serpientes, no era ni mucho menos mi hogar...y desde luego el problema de aquella mujer, no era el mío. Mi corazón, de haberlo tenido, no era débil...mi trabajo no me permitía serlo. Pero una cosa era ser un asesino, matar a individuos tan indeseables como yo, y otra cosa era obtener placer al destruir almas, espíritus, de la manera que lo hacían aquellos seres oscuros...

No tenía ninguna razón para hacerlo, para ayudar a aquella mujer, y no tenía muy claro si lo iba a hacer o no, pero...

Mis pasos me encaminaron lentamente, sin prisa, pero con seguridad hacia la entrada del callejón. Acercándome poco a poco a los elfos y a la mujer, deteniéndome a una distancia prudencial, apoyando la espalda contra la pared...

Tenía la sensación de que iba a cometer una gran estupidez, pero llevaba demasiado tiempo en un punto muerto, quizá era el momento de cambiar esto...

En un tono desapasionado, las palabras brotaron de mi garganta, como si aquella situación fuera perfectamente normal...

Disculpad señores, ¿por casualidad no sabréis donde podría encontrar a Don Esteban?.

Desde nuestra posición, tanto Juan Bautista como yo vemos como Hugo se interna por un callejón.

Le hago una seña a mi compañero y abandonamos nuestro puesto de observacion para ir avanzando hacia el lugar. Procuro caminar sin hacer ningun ruido. Y al llegar hasta la boca del callejón contemplo, en el interior de este, a nuestro compañero de espaldas a nosotros.

Escucho como le dirije la palabra a un par de individuos que hay alli, y yo miro a Juan Bautista y tras arquear una ceja, toco la empuñadura de mi espada.

Pues si algo he aprendido en mis años de experiencia, es que en este tipo de reuniones puede suceder cualquier cosa.

Pierdete, humano. Estamos... ocupados. dice el Elfo, mientras acaricia la mejilla de la mujer que su compañero mantiene presa. Sus gritos solo parecen incitarle más. Mueve su daga, señalando a Hugo, mientras en la boca del callejón se acercan Bautista y Alvarado.

Sin moverme un ápice, estatua de mármol, como si aquella daga empuñada por el elfo oscuro, no me estuviera señalando, y sus palabras no sonaran amenazadoras. Me dirigí de nuevo a ellos.

Efectivamente, estoy ya perdido, en muchos sentidos...Por eso preciso vuestra ayuda…¿Sabéis donde puedo encontrar a Don Esteban?, si vosotros no lo sabéis, al menos permitir que me responda la muchacha, estoy seguro que ella si lo sabe.

Mientras digo estas palabras, giro mi rostro, levantándolo lentamente para que mis ojos miren directamente a los suyos, para comenzar una lucha de voluntades, una amenaza mucho más peligrosa que la daga que ya me apuntaba. Mis músculos ya en tensión, preparados por lo que pueda pasar. Intentaría evitar una lucha, pero, conociendo a los oscuros, uno nunca sabía lo que iba a pasar...