Partida Rol por web

Barrio de Balvanera, 22:08 Hs.

Ezequiel accede a darte su número de móvil y también algo de dinero para que gastes en el bar mientras esperás la llegada de la banda. También te da sencillas indicaciones para dar con el establecimiento en cuestión, que resulta estar a poco más de tres cuadras de la confitería. Eso explica en parte que el Larva y los suyos no tengan mucho interés en seguir en el mismo refugio después de rescatar a Luna. Por más indemnes que salgan esta noche, los Giovanni, con todos sus agentes y recursos, no van a tardar mucho en identificar a los asaltantes y su base de operaciones.

Mapa actualizado con la ubicación del bar.

Poco después, el Bocha y sus muchachos volvieron a entrar al salón principal. Según explicó el fornido hombre, los preparativos para la misión estaban casi listos. Tenía ya afuera calentando motor a la furgoneta para trasportar a "la tropa", que al parecer no sería más que él, tres de sus lacayos y Ezequiel. Para seguridad de la confitería,  su cuarto y último hombre de confianza quedaría encargado de vigilar el antiguo edificio.

Al salir a la calle, pudiste ver la máquina de la que hablaba...

Una Citroën C15, ciertamente no el primer vehículo que se le viene a uno a la mente a la hora de pensar en misiones especiales o guerras de pandillas.  Al menos tenía suficiente capacidad como para cargar a media docena de personas o un poco más. El resto dependería de la habilidad del conductor, o de que los Giovanni contaran únicamente con una flota de Fiats 600 destartalados, lo cual era cuanto menos una idea muy optimista.

Como sea, al final tampoco te toca el placer de viajar en la Citroën, al menos no en la ida. El Larva pensó que lo mejor sería que partieras primero a pie y en soledad hacia Mundo 2150, y un rato después él y la banda seguirían tus pasos en la furgoneta, para evitar levantar sospechas yendo todos juntos. Así que con esa directiva nueva, te echaste a andar  por las mojadas calles. Al menos la lluvia había parado y la muerte te hacía ajeno al frío.

Por lo demás, la noche seguía siendo tan miserable como siempre.

Con el número del Larva anotado cogió el dinero y agradeció la invitación. Se sintió raro al notar que desde que se había convertido en vampiro cosas que antes le parecían vitales como el dinero habían dejado de tener importancia, aunque incluso en el mundo de la noche era necesario tener algunos fondos en ocasiones, estaba claro.

-Bien, me queda claro, no está lejos de aquí así que no tardaré mucho.

Anotó mentalmente la dirección por si acaso pero las explicaciones habían sido claras y no creía que necesitara preguntar a nadie. En cualquier caso fuera como fuera lo de aquella noche le quedaba claro que el Larva y los suyos desaparecerían de la vista una temporada pues a los Giovanni no les haría ninguna gracia que se entrometieran en sus asuntos y esperaba que lo hicieran junto a Luna.
Se quedó mirando la furgoneta, era una elección extraña pero tampoco llamaría la atención, además esas furgonetas habían sido uno de los modelos más fiables y utilizados durante más tiempo. No pudo evitar reírse al imaginarse a Dolores recogiéndolo en una de esas, desde luego hubiera surgido una conversación interesante, aunque seguro que la chica hubiera estado de muy mal humor y con menos ganas de las habituales para hablar.

-Buen viaje entonces. Voy hacia el bar, os escribo cuando esté dentro.

Hizo un gesto de despedida y emprendió su camino intentando resguardarse de la lluvia lo máximo posible mientras miraba a su alrededor por si su gato aparecía, quizás estaba demasiado lejos y esta noche no podía contar con él.

A los pocos metros de andar, te cruzás con los vagabundos que estuvieran refugiándose en la confitería. Se los nota todavía algo aturdidos por el repentino despertar, las sustancias consumidas y el humo inhalado. También por el frío, que convierte cada exhalación en una pequeña nube de vapor. No en tu caso, ya que estás muerto y cosas como respirar hace rato que no te son necesarias, salvo para mezclarte entre mortales. Eso te recuerda que probablemente sea buena idea usar pronto tu don de la sangre para parecer vivo, ahora que estás por llegar a un bar frecuentado por humanos.

Seguís caminando un poco más y comenzás a notar más actividad de peatones, en coincidencia con lo que parece ser una breve tregua de la lluvia. Aún así, tu ruta está mucho más despejada de lo que lo estaría en una noche más agradable. Pero también tenés claro que, si la situación se pone violenta en Mundo 2150, es probable que haya al menos un par de testigos involuntarios de lo que sea que pase allá. La idea inicial no cambia de todas formas. Como dijo el Larva, van a tener unos 15 o 20 minutos antes de que el lugar se llene de policías o más giovannis. Es a todo o nada.

En esa deliberación interna te encontrás, cuando de repente sentís tu teléfono móvil vibrar en el bolsillo del pantalón. Al revisar los mensajes entrantes, notás que se trata de un viejo conocido... 

Tu sire no suele derrochar llamados o mensajes de texto. Pero esta noche es importante para los dos. Desde hace un par de semanas, te ha venido hablando sobre los planes de Sandoval para expandirse, y de su necesidad de tener más hombres de confianza con capacidad para resolver problemas. Por eso tu misión de hoy se sale de  lo común pero no sorprende: El viejo te está probando, al menos eso entiende Ferro y te lo ha repetido ya una docena de veces.

Observó a los vagabundos drogadictos y sintió algo de lástima por ellos, no estaban en una situación nada agradable y mucho menos ahora con frío y lluvia en el exterior de la confitería, pero así era la vida y nada podía hacer para cambiar las cosas, apenas había aprendido a sobrevivir en sus nuevas circunstancias y los asuntos "mundanos" habían pasado a otro nivel de un tiempo a esa parte.

Podría darles dinero...

Apenas tenía y además seguramente se lo gastarían en drogas, eso no mejoraría su situación. Tampoco tenía tiempo aquella noche y simplemente siguió caminando mientras procuraba no pasar muy cerca de la gente. No era difícil pues la lluvia había hecho que las calles no estuvieran muy concurridas pero el bar sería diferente, tendría que usar su poder para intentar aparentar ser más humano si no quería levantar sospechas. El teléfono le vibró  y lo sacó de su bolsillo considerando que debía ser algo importante, muy poca gente lo tenía. Se sorprendió al ver que era un mensaje de Ferro, su Sire no se prodigaba mucho con esas cosas pero leerlo le arrancó una sonrisa, parecía casi más emocionado que él con todo el asunto de la posible promoción. No quería fallarle. Respondió mientras miraba de vez en cuando hacia delante para no tropezarse con nadie.

"El edificio ya está despejado"

Eso lo podía dar por seguro, sabía que pasara lo que pasara en el bar el Larva y los suyos no volverían a la confitería ya fuera por miedo a represalias de los Giovani o de su propio jefe que no sería tan amable la siguiente vez. Continuó escribiendo.

"A cambio voy a sacar a la hermana del Larva de un bar de los Giovanni"

En aquellos teléfonos no se podía extender mucho, pero tampoco eran necesarias muchas explicaciones para que se hiciera una idea de en lo que andaba metido. Volvió a guardar el teléfono y entonces hizo uso de su capacidad para hacerse un poco más humano.

A tu orden, la vitae comienza rápidamente a propagarse por todo tu cuerpo, devolviéndole el aspecto que tuvo durante los días mortales de tu existencia. Tu pálida piel se ruboriza y vuelve a tener cierta calidez, de nuevo tenés aliento y emanás vapor como locomotora de tu boca por el frío tremendo que hace, y tu corazón inerte y mudo vuelve a latir en tu pecho. Son detalles que con el tiempo a un vampiro se le van haciendo cada vez más ajenos e irrelevantes, sobre todo si acumula suficiente poder como para no tener que lidiar a diario con el mundo de los mortales. Así es que muchos van perdiendo su humanidad de a poco, aunque en tu caso es aún muy temprano en tu no-vida como para vislumbrar qué camino seguirás.

Como consecuencia de la transformación estética sobrenatural, tu apetito aumenta significativamente. Habías empezado la noche con un Ansía que era como una pequeña molestia o reclamo encerrado en el fondo de tu ser. Ahora podés sentir como la Bestia comienza a demandarte alimento de manera mucho más urgente. Todavía estás en pleno control, pero a lo largo de la noche ese hambre puede crecer más aún y ponerte en situaciones incómodas o  hasta peligrosas. Quedan unos 200 metros entre vos y el bar, podrías arriesgarte a buscar una presa, ahora que la gente vuelve de a poco a las húmedas calles.

¿Vas a cumplir con el Larva o con la voz de tu anhelo más salvaje? Difícil elección.

Tal vez con ambos, o con ninguno...

—¡Nos hace falta!

                           Sabés que sólo se va a poner peor. 

                                                                      Esos pelotudos pueden esperar.

                                                                                                                           ¡NOSOTROS, NO!

No se sintió más vivo pero si algo satisfecho por el resultado, aún le preocupaba poder pasar desapercibido entre los humanos pese al esfuerzo que suponía y esperaba que así siguiera siendo, le asustaban un poco algunos vampiros que parecían ya no tener esa necesidad, como si los humanos ya no fueran importantes o parte de su mundo. Además estaba la mascarada que había que respetar y se dirigía a un sitio en el que habría humanos que se fijarían en él inevitablemente aunque solo fuera por pura curiosidad, no quería atraer más miradas de las necesarias. A consecuencia de eso la bestia gritaba en su interior y por un momento miró por la calle y buscó algún callejón que le pudiera servir de territorio de caza o para arrastrar hacia allí a alguna víctima, claro que eso le llevaría un tiempo en el mejor de los casos, en el peor podría torcerse lo suficiente para tener que dejar de lado todo lo que pretendía hacer.

¡Ché! ¡Calmáte! A veces pensaba si no se estaría volviendo loco hablando consigo mismo, claro que la perspectiva de otra persona que tomara el control de su cuerpo le resultaba menos apetecible. Entramos, sacamos a la mina y después tomamos lo que querás. ¡Podés aguantar un poco, no sos un niño!

Tenía hambre, eso era cierto, pero había estado peor y no le gustaba mucho cazar en zonas que no conocía bien. Además en el tiempo que estipulaba que le costaría encontrar una víctima adecuada y alimentarse ya estaría casi cumpliendo su misión de rescate, al menos si lo veía de una manera optimista. Desechó la idea de alimentarse en ese momento y siguió caminando hacia el bar intentando concentrarse en otras cosas que no fueran su hambre.

Decidiste no arriesgarte a una caza impulsiva que pudiera complicar la noche.

Tu ansía inhumana debería ser paciente y esperar un poco más.

Justamente, la paciencia era una virtud en la que Antonio, tu antiguo entrenador, insistía en cada charla. Según él, en un combate había un momento justo para todo. Saciar tu hambre ahora mismo hubiera sido como salir a lo loco a buscar un knock-out espectacular. La satisfacción podía ser tan enorme como inmediata, pero corrías el riesgo de que te agarraran de contra y te mandaran a dormir a la lona. Por el contrario, si tenías fe en tu boxeo y paciencia para desplegarlo a lo largo de los rounds, tarde o temprano llegaría el momento ideal  para ir adelante y hacer daño. Todavía no era ese momento, tocaba apretar los dientes y aguantar los golpes que la noche aún tuviera para darte.

Hablando de Antonio, recién ahora te acordás que a las 22:30 horas pelea su pupilo más prometedor: Julián "El Carpincho" Bermúdez, un pibe de categoría mosca que tiene bastante entusiasmado al viejo. Al menos eso averiguaste en tus más recientes visitas anónimas al gimnasio, a donde vas cada tanto para sentirte más humano.

Entre esos olvidos, recuerdos y luchas internas te encontrás, cuando de repente y a tus espaldas una voz áspera te devuelve definitivamente a las empapadas calles de Balvanera...

Al darte vuelta, el gato negro te observa con una mirada tan fría y penetrante como el viento que atormenta a tantos mortales en noches como la de hoy. Antes de que atines a decir o gesticular algo, el felino vuelve a maullar con su característica voz ronca. Si fuera un humano, dirías por ese tono que le gustan bastante el whisky y los cigarros.

Había tardado un buen rato, pero te había encontrado, ya a media cuadra de llegar al bar. Sumás así un aliado valioso para la tarea que tenés por delante, probablemente más que el Larva y su banda de gandules.

¿La decisión había sido la correcta? Nunca lo sabría como en la mayoría de los casos, si las cosas iban bien supondría que sí lo había sido y si se torcían y la bestia acababa asomando se arrepentiría de no haberlo hecho. En cualquier caso no era tiempo de cábalas, no alimentarse en aquellos momentos parecía lo que más le conectaba con su humanidad y le dejaba cierto gusto agradable poder resistir a su bestia, claro que sabía que era una trampa de doble filo, si resistía demasiado sería como invitarla a salir así que debía tener cuidado con lo que hacía. Miró su reloj para comprobar la hora y recordó el combate que iba a tener lugar en unos minutos.

Me hubiera gustado ir, tendrá que ser otro día.

Antonio parecía muy ilusionado con su nuevo púgil y esperaba que la pelea le saliera bien. A veces iba a escondidas al gimnasio y se ponía al día como podía de las novedades de su antiguo entrenador pero aún no se atrevía a presentarse ante él, sería muy complicado explicarle muchas cosas en las que estaba metido o que no podía hacer, para él esos combates habían terminado para siempre. El maullido de Inco lo sacó de sus pensamientos.

-¡Ey! ¡Me encontraste compañero! -Siempre lo hacía. Se acercó a él para acariciarlo.- Me alegra verte, me será muy útil tu ayuda. -La información del Larva no había sido muy específica, pero seguro que Inco podía complementarla.- Tengo que entrar en un bar, aunque ese no es el problema, el problema es que tengo que salir por otro lugar diferente a la entrada principal, me gustaría que buscaras qué posibilidades hay. Y si puedes entrar dentro y echar un vistazo mucho mejor, estamos buscando a una chica, joven, pálida y de pelo castaño largo que se llama Luna, probablemente estará en los sótanos. ¿Crees que puedes hacerlo?

Le gustaba hablarle como si se entendieran, aunque sabía que el gato solo obedecería cosas simples, en este caso transmitirle un: "busca una posible salida" "busca a la chica si puedes".

Tu peludo compañero responde a las atenciones que le das con ronroneos casi imperceptibles y también frotándose discretamente contra tus piernas un par de veces. Cuando empezás a hablar de tu misión, se sienta de nuevo y te observa con paciencia. Está claro que no entiende semejante explicación tan detallada, pero la seriedad de tu tono es suficiente para captar su interés de principio a fin. Ante tu pregunta final, se limita a emitir uno de sus breves maullidos roncos, y luego procede a pararse y realizar una serie estiramientos rutinarios, preparándose ya para seguir tus pasos en la noche porteña. 

Caminás unos metros más hasta llegar a tu destino. El gato te sigue a cierta distancia, como haciéndose el desentendido y simulando que ha salido a pasear casualmente, ahora que no llueve.

El lugar en cuestión es un típico bar porteño que tanto buscan los turistas estos días. En cierto modo, al entrar te transportás cinco o seis décadas atrás en el tiempo, entre tantos muebles pasados de moda y paredes llenas de fotos antiguas de celebridades que alguna vez fueron clientes del establecimiento. 

A pesar del horrendo clima, hay un par de personas adentro bebiendo y charlando. Es de esperar que, ahora que ha parado de llover, vaya llegando algo más de gente. De fondo suena una especie de tango, aunque los presentes están más atentos a un televisor grande que hay en el salón. Están transmitiendo una pelea de boxeo, aunque a simple vista ninguno de los dos púgiles es el Carpincho. Su combate debe ser el siguiente.

En la barra hay dos hombres de uniforme negro, empleados del local, que también están distraídos mirando la televisión. En parte por eso,  Inco logra escabullirse dentro sin ser visto. El felino color azabache se esconde luego debajo de una de las mesas vacantes, y queda ahí muy atento a todo su alrededor.

Con el sonido que hacés al cerrar la puerta, uno de hombres de la barra se da vuelta y te mira, pero luego vuelve a posar sus ojos sobre la pantalla cuando su compañero suelta un grito en el momento justo en que uno de los boxeadores le propina un doloroso golpe bajo a su rival, que se retuerce de rodillas sobre la lona. El referí detiene el combate y las cámaras enfocan al otro púgil, que niega su falta efusivamente.

Esto es Mundo 2150 y, según el Larva, en alguna parte tienen encerrada a Luna.

Te tocará a vos tener los ojos bien abiertos y averiguar dónde.

Se alegró del reencuentro con Inco y de escuchar sus aullidos y tras las caricias de rigor volvió a dejarlo a su aire, ya tenía las instrucciones y era un gato muy listo, si le había entendido sabría lo que debía hacer. El bar quedaba ya cerca así que siguió caminando despreocupado y sin apenas fijarse en el gato, como si no se conocieran. Se paró fuera durante unos segundos y contempló el lugar desde el exterior para visualizar los detalles y hacerse una idea de lo que iba a encontrarse dentro.

Parece que retrocedí en el tiempo.

Al menos eso le evocaba toda la decoración y el moviliario, luego ya podía ir encontrando algunos objetos más actuales que suponían un anacronismo comparados con el resto. De momento el bar no estaba muy concurrido lo que facilitaría su tarea, al menos si no comenzaba a llegar mucha gente por la ausencia de la lluvia. Entró y se dirigió a un lugar en la barra desde donde tuviera buena perspectiva para observar todo el establecimiento y que le permitiera acceder a la que sería la siguiente fase de su operación.

-Una cerveza por favor. - Dijo de manera distraída mientras miraba al televisor, no quería que se fijaran demasiado en él, tan solo debía ser un cliente más.- ¿Algún combate interesante esta noche?

Y mientras observaba la pantalla también ojeaba el resto del establecimiento. Pudo ver a Inco escabullirse bajo unas mesas, tan listo como siempre.

¿Donde tendrán a la chica?

Uno de los empleados toma finalmente tu pedido, aprovechando la pausa generada por el incidente del golpe bajo. Cuando te sirve tu cerveza podés verlo un poco mejor de cerca. Tiene rasgos que podrían calificarse como de italiano del sur: cabello castaño oscuro, piel color de olivo, nariz prominente y ojos negros  algo saltones. Lleva el cabello rapado y barba candado. Frente a tu pregunta, se apoya sobre la barra y explica gesticulando con las manos:

—Eh, falta un rato todavía para el combate estelar. Igual a veces estos pibes que no los conoce nadie se mandan tremendas peleas, y después la principal resulta una tremenda cagada, je.

Perdés  la atención del hombre cuando el referí decide descalificar al boxeador que golpeó con deslealtad a su rival, lo cual provoca un acalorado debate entre los dos barmans y crecientes murmullos entre los pocos clientes que hay. Mientras tanto, Inco desaparece de su anterior escondite y, tras buscarlo con la mirada unos segundos, lográs apenas divisarlo detrás de la mesa más lejana a la barra, en un rincón donde la tenue iluminación favorece su camuflaje.

En eso estás, cuando oís abrirse la puerta principal de nuevo. Ingresan dos señores de avanzada edad y van directo a sentarse en la mesa contigua a  donde se esconde tu compañero animal. No parecen divisar al felino, sino que se limitan a saludar y conversar medio a los gritos con el personal de barra.

De repente, vibra tu teléfono móvil con la llegada de un mensaje de número desconocido:

Ni te hace falta revisar la hora en el teléfono o en tu reloj, ya que el anuncio de los próximos combatientes te ubica temporalmente. El presentador sobre el cuadrilátero nombra a un tal Iván "El Tucu" Ortigoza, debutante de 20 años, que se batirá a  5  asaltos con otro debutante: Julián "Carpincho" Bermúdez,  de 19 años, también en su primera pelea como profesional. Cuando las cámaras enfocan brevemente la esquina de este último, reconocés casi de inmediato a tu viejo entrenador, Antonio. Se lo ve enardecido, arengando a su púgil para lo que se viene.

A vos no te vendría mal una de sus típicas arengas, aunque ya es tarde para eso.

Pascual observaba todo con avidez: el lugar, los camareros, lo que hacía su gato y los demás clientes y además miraba la pantalla de televisión donde finalmente se había suspendido el combate por decisión del referí.

-Gracias. -Dijo cuando le sirvieron la cerveza.- Tenés razón, a veces los combates pueden sorprenderte.

Se dio la vuelta hacia el televisor como si estuviera muy interesado en el siguiente combate y realmente lo estaba pero no había ido allí para eso. Le pareció irónico que solo unos años atrás habría estado dando gritos animando a los púgiles y discutiendo las decisiones de los árbitros con los camareros y el resto de clientes, ahora necesitaba pasar desapercibido y por eso sus comunicaciones eran tan solo las necesarias para no llamar demasiado la atención, ni por hosco ni por charlatán. Su telefóno vibró y lo sacó del bolsillo del pantalón para leer el mensaje, los hombres del Larva estaban cerca.

Estoy dentro. Cuando querás.

Pronto tendría que entrar en acción y aún no tenía claro donde podría estar Luna, no veía ninguna trampilla hacia el sótano. Intentó fijarse detrás de la barra o en otros lugares, quizás en el cuarto donde aparentemente guardaban las bebidas. En el monitor pudo reconocer a Antonio y muchos recuerdos le vinieron de repente, aún se sentía mal por no haberlo visto y hablado con él, pero eso solo complicaría las cosas, cortar con sus anteriores lazos humanos le estaba resultando la parte más dura de todo aquél proceso. Tomó un sorbo de su cerveza y aprovechando que el combate aún no empezaba se dirigió a los aseos, estaban cerca del cuarto y quizás pudiera ver algo más desde allí y de paso escupir la cerveza que había tomado. Inco seguía tranquilo bajo una mesa, vigilando todo lo que pasaba a su alrededor.

Suena la campana del primer round justo cuando estás entrando a los aseos. Antes de cruzar el umbral, llegás a ver más de cerca la puerta del cuarto aledaño. A simple vista, la cerradura parece un poco fuera de sitio. Está hecha de acero impecable y reluciente, y contrasta bastante con la puerta de madera oscura, que se nota todavía muy firme pero también más gastada por el uso y el tiempo. Encima del marco alcanzás a ver un pequeño cartel verde con letras blancas que dice "Sólo personal".

Por su parte, el cuarto de baños no revela mucho: Está dividido en dos pequeñas alas según sexo y, salvo cierto deterioro y falta de mantenimiento, el lugar no te ofrece ninguna novedad. Al menos podés aprovechar la privacidad para expulsar el trago de cerveza, lejos de cualquier mirada curiosa.

En eso estás ocupado, cuando del salón principal oís que llegan clamores en aumento. Lo que empieza como un murmullo se convierte pronto en un griterío infernal, que opaca por completo la nostálgica música que suena de fondo. Parece pronto para que el Larva y sus muchachos hayan hecho su entrada estelar en escena, aunque tampoco la buena coordinación  y puntualidad te ha parecido que sea un virtud de la banda.

Como sea, tanto estruendo significa que hay distracción y más oportunidades que antes.

Que la vida no es perfecta es una lección que aprendió hace mucho y que si algo tiene que salir mal probablemente lo haga también.

Justo tiene que empezar ahora...

En cualquier caso no estaba allí para disfrutar del combate, aunque le hubiera gustado posponer todo durante un tiempo y comprobar si el nuevo pupilo de Antonio tenía madera de campeón. Su visita al baño le dejó claro que tras aquella puerta podía estar lo que buscaba pues la cerradura no parecía acorde al resto y eso solo podía significar que guardaba cosas importantes. No se entretuvo mucho mirándola para no llamar la atención, aunque si lo suficiente para ver si podría abrirla. Dudaba que estuviera abierta, sería un golpe de suerte muy bienvenido y la opción de usar la fuerza aunque estaba ahí quizás llamara más la atención de lo que podían estar haciendo el Larva y sus hombres afuera en el momento preciso. Otra opción era intentar encontrar la llave y hacerse con ella, si pudiera localizarla quizás Inco podría encargarse de eso, ya que parecía que había decidido no explorar más la cafetería. Escupió la cerveza y se tomó un tiempo antes de salir para que pareciera que había estado orinando, después se dispuso a regresar. Los ruidos provenientes del salón llamaron su atención y salió a comprobar qué ocurría, le parecía demasiado pronto para que hubiera llegado el Larva.

Volviendo al salón, no te encontrás ni con el Larva, ni con el Bocha, pero si con una clientela que ha crecido en número de un momento a otro. Sentados junto a la barra, ahora hay tres muchachos que rondaran los treinta años. Parecen seguir con mucho entusiasmo la pelea, que ya va entrando en el segundo asalto.

Las cámaras enfocan al Carpincho Bermúdez, que claramente ha tenido un primer round desfavorable. La zona alrededor de su ojo izquierdo ya muestra hinchazón y un color rojizo. Desde su esquina, Antonio intenta arengarlo y darle indicaciones estratégicas, pero al muchacho se lo nota bastante ido mientras otro miembro de su equipo técnico le aplica una pequeña plancha de hierro helada o enswell sobre el pómulo castigado.

En tanto, probás suerte con el picaporte de la puerta sospechosa. Como suponías, está cerrada y cualquier intento de abrirla requerirá más que el puñado de segundos que tenés ahora, antes de que alguno de los empleados note tu particular interés por el cuarto cerrado. 

Hará falta la distracción que prometieron tus aliados.

Al apartarte de la puerta para no llamar la atención, volvés a oír el griterío de antes, que proviene en mayor parte del trío de amigos recién llegados. Se los nota bastante pasados de copas, y todavía queda mucha noche por delante. Aunque a decir verdad, su excitación tiene sentido, porque la pelea se reanuda de manera brutal. 

El rival del Carpincho sale dispuesto a dominar en la distancia. Tiene bastante más alcance de brazos que el pupilo de Antonio, que intenta acortar metros pero no consigue más que comerse unos cuantos jabs directos a la cara, empeorando la inflamación alrededor del ojo izquierdo y haciéndolo sangrar por la nariz.

Pero en el último minuto, Bermúdez empieza a encontrar ventanas para avanzar y castigar a Ortigoza, quien retrocede por todo el cuadrilátero. Eso le funciona hasta que se ve acorralado contra las cuerdas, o quizás se siente cómodo luchando así para no perder tanto aire. Como sea, lo que sigue levanta a toda la clientela del bar. El Carpincho comienza a lanzar una ráfaga salvaje de golpes, al cuerpo, a la cabeza, como una tormenta tropical. El otro boxeador usa muy bien las cuerdas para defenderse, pero ni así logra salir ileso.

A segundos del campanazo, un cross de derecha le "apaga las luces"...

De inmediato, las piernas se le aflojan como si no tuvieran ya huesos. Rebota una última vez contra la cuerdas y luego sale como catapultado hacia la lona. El referí ni siquiera se molesta en contar, sino que se apresura a poner de costado al boxeador caído y sacarle el protector bucal. La televisión luego enfoca al vencedor, parado sobre las cuerdas de su esquina, con los brazos extendidos de cara al público.

Un debut soñado...

En el bar, el alboroto es ahora generalizado, tras la breve pero emocionante masacre que hizo olvidar el anterior fiasco. Casi todos parecen intercambiar comentarios jocosos entre sorbo y sorbo de alcohol. Todos menos el camarero que te sirvió a vos. Él tiene la mirada puesta en el ventanal y un gesto parco en el rostro. Al ver en la misma dirección, reconocés una figura masculina, golpeando con un dedo insistente el vidrio desde afuera.

Es el Bocha, y detrás suyo, estacionada, está la Citroën C15 blanca.

Hay más gente.

Fue su primer pensamiento al notar el local más concurrido, sobre todo por los tres hombres que comentan entusiasmados los lances de la pelea. Su mirada se centró en la pantalla para comprobar que el Carpincho no lo estaba pasando bien, se sintió un poco triste por Antonio pues sabía que le habría puesto mucho empeño en cada entrenamiento y merecía que sus pupilos triunfaran. Todos estaban centrados en el combate así que pudo llevar la mano al pomo de la puerta.

Cerrada.

No era algo inesperado, pero una alegría nunca hubiera sido mal recibida. Tocaba esperar a las distracción que supondría la llegada de sus nuevos camaradas. Los nuevos gritos hicieron que se fijara de nuevo en la pantalla. El Carpincho parecía haber revivido tras el castigo que le estaban propinando y su nueva estrategia comenzó a dar sus frutos hasta que finalmente pudo doblegar a su rival para alegría de muchos.

-¡Bien!

No pudo reprimir un grito y unirse a las celebraciones del resto, parecen satisfechos con el resultado, pero no todos. Al mirar al camarero estaba claro que algo lo molestaba, solo tuvo que seguirle la mirada para comprobar que el Bocha estaba haciendo señas desde fuera.

Esto está a punto de empezar.

Dio otro vistazo a todo, sabía que las cosas podrían volverse frenéticas en los siguientes minutos y cualquier ventaja que pudiera tener podía ser la diferencia entre el éxito o el fracaso de su misión. Un último esfuerzo en encontrar una alternativa a destrozar la puerta, que en aquellos momentos sería la opción más rápida y eficaz.