Partida Rol por web

Diez minutos. No me gusta cómo suena, parece que me esté poniendo un límite de tiempo. Ahora me pongo más nervioso, como si tuviera un reloj sobre la cabeza señalando una cuenta atrás para meterme prisa.

Bueno... -La veo sentarse en el borde del sofá, y yo sin discurso ensayado ni nada. Genial, Jayden, será que no has tenido tiempo. Me paso la mano por la nuca, mientras improviso, nervioso- Antes de nada, quiero pedirte disculpas por lo de la playa. Creí que sería divertido y... en fin, fue una estupidez, y no quiero que te lleves esa impresión de mí...

Se mantuvo en pie, nervioso, y comenzó a disculparse por lo sucedido en la playa.

-No, no, no te preocupes por eso. – negué también con las manos, algo apurada, volviendo a ponerme en pie. – No ha tenido tanta importancia, discúlpame tu si me lo he tomado a la tremenda. Es sólo que… - ahora era yo quien se ponía nerviosa. – No llevo muy bien últimamente el tema de las “desgracias”. – dije, haciendo el signo de las comillas con las manos. – Y mucho menos si se trata de alguien que me importa.

Miré hacia abajo, agarrándome a la correa del bolso.

No se si sabe lo de mi padre, pero tampoco es momento de hablar de eso.

-Así que no te preocupes, por mi está todo bien. – le sonreí, tratando de que se tranquilizara, aunque empezaba a preocuparme.

Alguien que me importa...

El hecho de que le quite importancia me relaja un poco, me tranquiliza en parte, aunque no del todo. Que esté susceptible con las desgracias me da mucho que pensar. ¿No oí que Martha era viuda, cuando montaba el Sandy? Puede que sea algo reciente...

Pobre Diana...

Y sin embargo, el definirme como alguien que le importa me da fuerzas. Trago saliva, con un nudo en la garganta. No encontraré un momento mejor, sólo tengo que reunir el valor. ¿Por qué me falta? Ni que fuera la primera vez que estoy con una chica...

Ninguna era como ella.

Me alegro, porque yo... Esto... -Meto mis manos en los bolsillos, acercándome un poco más, con la cabeza entre los hombros- Llevo toda la tarde queriendo preguntarte algo. Por eso vine antes, pero como estaba Amber... -Demasiadas explicaciones, vete al grano, vete al grano- Es que... Verás, antes has dicho que tu madre está encantada conmigo, jeje. -Joder, esto no es ir al grano- Y yo, bueno, quería saber si tú también. O sea, no "sólo" como amigo... -La imito haciendo el gesto de las comillas, con una sonrisa más que nerviosa, antes de ponerme muy serio. Ni siquiera se que hacer con las manos, me las froto entre sí y vuelvo a guardarlas en los bolsillos. Suspiro, dispuesto a decirlo al fin- Me gustas, Diana.

Ala, las cartas están echadas...

Parecía costarle hablar, y al meterse las manos en los bolsillos se acercó a mí, todo indicaba que debía ser algo importante.

¿Habrá pasado algo con Robin? ¿Es que se ha enterado de lo de Sam? ¿Qué pasa?

Quería preguntarme algo, de hecho llevaba toda la tarde esperando hacerlo, así que podría ser cualquiera de esas dos cosas, ya que todo había sucedido por la mañana. Sin embargo, su discurso no tardó en ir por otro lado, dejándome completamente perdida. ¿Qué pintaba mi madre en esto?

Si estoy… ¿Encantada con él? ¿No “solo” cómo amigo? ¿Eso quiere decir lo que creo que quiere decir?

Sabía que no se trataba de una broma, viniendo de Jayden eso era imposible, y mucho menos después de haberse disculpado por la última. Pero…

Seguro que le he entendido mal, eso no puede ser.

Reí, nerviosa, dispuesta a aclarar el malentendido, cuando escuche aquellas dos palabras: Me gustas. Eso no daba lugar a ningún tipo de confusión, estaba claro, más que claro.

Me quedé boquiabierta, sentándome lentamente en el borde del sofá, hasta que cerré la boca al sentarme. Aún así, tardé algunos segundos más en volver a hablar, si a aquello podía llamársele hablar…

Está esperando una respuesta, ¡Vamos!

-V-v… - hice un gesto con la mano frente a mi boca, como indicando a las palabras que salieran de esta. – V-veras, yo… N-no…

¡Joer! Chewaka se haría entender mejor que tú en estos momentos.

Solté la correa del bolso y suspiré, antes de darme un fuerte pellizco en el muslo.

¡Reacciona!

-Verás, yo… No puedo responder a esa pregunta. No es que tú a mí no… - No me gustes – Es que no había pensado en ello. Y no porque haya nada malo en ti, todo lo contrario… - dije de forma demasiado atrevida, cortándome en seguida. – Cualquier chica querría estar contigo. – lo dije como si fuera lo más obvio del mundo – ¿Pero conmigo? No me planteo nada con chicos como tú por defecto, un mecanismo de defensa, supongo. – reí, tratando de relajar el ambiente.

Yo pensando en contarle lo de Sam, en plantearle si no sería mejor para él que se alejara de mí, y ahora… ¿Qué hago?

-¿Le has contado esto a alguien? – le dije de repente, preocupada.

Su reacción, o más bien la falta de ella, me deja claro que no se lo esperaba. ¿Eso es bueno o malo? Ni siquiera se lo había planteado, no es algo que suene demasiado bien. Comienza a responderme con torpeza, no más que la mía propia. No ve nada malo en mí. ¿Pero no para eso? Cualquier chica querría estar conmigo. Pero yo no quiero a cualquier otra chica. Chicos como yo... ¿Eso qué significa?

Su risa se me hace contagiosa, aunque en mi caso es una risa nerviosa, de esas que muestran una cosa con la boca y otra muy distinta con los ojos.

Estoy a punto de responder, cuando me salta con una pregunta que no esperaba, una que me descoloca del todo.

¿C-contarselo a alguien? -Pienso en ello apenas un instante, hasta que bajo la mirada, avergonzado- Bueno, no creo que haya hecho falta, parece que soy bastante transparente con aquellos que me conocen. Casi diría que tú y yo hemos sido de los últimos en enterarnos de esto, je... -Se me escapa otra risita nerviosa- Pero que yo haya hablado de ello... Tan sólo un par de personas.

Mi sonrisa desaparece de nuevo, poniéndome serio mientras me encojo un poco.

Oye, Diana, no quiero que te sientas forzada ni incómoda por lo que te he dicho, ni tienes que responderme ahora. -Le digo volviendo a mirarla a la cara- Decidas lo que decidas, sigo queriendo ser tu amigo, pasar tiempo contigo, conocerte mejor, saber más sobre esas cosas que tanto te gustan y que no entiendo, jeje. -La risa nerviosa regresa, aunque tan sólo brevemente- No quiero perderte sólo por no poder besarte. -Mis ojos inconscientemente se fijan en sus labios, y cuando me doy cuenta aparto la vista avergonzado- Pero si te sientes incómoda o necesitas un poco de espacio, dímelo y mantengo un poco la distancia. No quiero que te sientas mal por esto...

Agachó la mirada, avergonzado, y me respondió sobre aquello.

Los últimos en enterarnos…

Eso no era bueno, si Sam ha sido la del coche y ya lo tiene cruzado… ¿Qué no hará cuando se entere de esto? Su estúpido orgullo de clase no dejará las cosas como están.

Pero eso no era todo. En seguida vino David a mi mente, sus comentarios de anoche no eran una simple broma.

Bocazas es, pero no se reía de mí.

Al menos Jayden sólo lo había confirmado a un par de personas, seguramente de su confianza, así que esperaba que eso frenara posibles represalias.

Sólo queda este año por aguantar a esa gente.

Entonces me detuve en ese concepto: el último año. ¿Y si me gustaba? Si ambos nos gustábamos, ¿Esto ya tendría fecha de caducidad?

La angelical sonrisa de Jayden volvió a desaparecer, tornándose serio y confesándome lo que pensaba sobre nuestra actual situación. Sólo se preocupa por mí. Que yo no esté incómoda, que no me sienta mal. ¿Y él?

Me di cuenta de que no hacía más que formularme preguntas, pero ninguna dirigida a qué era Jayden para mí. Todo lo estaba enfocando desde un punto de vista demasiado racional, como de costumbre.

-Yo tampoco quiero que te sientas mal… - le dije en voz baja, mientras me levantaba del sofá. - Me gusta estar contigo, de eso estoy segura. – le sonreí, agarrándole suavemente del antebrazo. – Entonces ayer, en tu casa… - comencé a decir, recordando aquel par de momentos en los que su amabilidad parecía ir a más, pero no terminé la frase. – Cuando quieras, vamos yendo a casa de Remy... – concluí, aún sin soltarle.

No me resulta una sorpresa que afirme que le gusta estar conmigo. Era algo que yo ya notaba, que se ve, algo que me resulta agradable. Que lo diga ahora me ofrece algo de consuelo, pies al menos, tras confesarle lo que siento, no me rechaza ni le incomoda mi compañía. Algo es algo. Lo último que quiero es perderla como amiga si no puedo, en fin, tener algo más.

Sonriéndome, con esa sonrisa risueña que tanto me gusta y que se me contagia, me agarra del brazo, y su contacto es a la vez agradable y doloroso. Porque me causa placer sentirla agarrada a mí. Pero siento que podría acostumbrarme, y que lo echaría de menos si finalmente...

Ayer, en mi casa... -Le tomo la palabra, esa frase sin terminar, desviando la mirada hacia un lado- ...no estaba seguro de lo que sentía, supongo. Pero está claro que comenzaba a sentir algo por ti. -Esto empieza a ser incómodo, continuar confesando lo que siento sin que ni ella misma sepa si soy correspondido o no. Supongo que por eso ha dicho lo de irnos, querrá terminar con esta situación cuanto antes- Vámonos, sí. Ya deben estar esperándonos. -Concluyo con una sonrisa forzada.

Me siento estúpida, soberanamente estúpida, por no haberme dado cuenta de esto antes.

Le solté el brazo de repente, puede que demasiado bruscamente, al darme cuenta de lo que estaba haciendo. No quería darle a entender cosas que no eran, pero, ¿Realmente serían cosas que no eran? No sabía qué sentía, estaba confusa, pero tampoco quería darle falsas esperanzas.

De nuevo estás siendo racional. Pero, ¿Es eso algo malo? Bueno, ahora se trata de saber lo que siento, no de lo que pienso…

Mi diálogo interno se prolongó un poco más, hasta que Jayden confirmó que nos fuéramos. Llamé a un taxi, que apenas tardó tres minutos en llegar. Los tres minutos más largos de mi vida, y aún quedaba el trayecto hasta casa de Remy...

Llegamos y pedimos al taxi que esperara, pero esta vez me adelanté a Jayden y pagué al conductor. Nos apresuramos hasta la puerta y la abrí con cuidado; mi madre parecía dormir ya. Con la puerta abierta, cogí la bolsa que Jayden había dejado en la entrada y me volví hacia él.

-Parece que acompañarme a casa se está convirtiendo en una costumbre. – sonreí. – Gracias. – le dije entregándole la bolsa. – Si quieres que mañana te acompañe a lo del entrenador… No tienes más que decírmelo.

Pensé en que quizás quisiera estar sólo en algo así o ir con otro de sus amigos, pero si necesitaba mi apoyo quería estar ahí, y quería que lo supiera. Aun si rechazaba mi ofrecimiento querría pasarme, por respeto, pero no sabía si estaría ya preparada para algo así.

-Buenas noches, Jayden… - me acercaba a él para darle un beso en la mejilla, pero me detuve de repente al recordar la delicada situación en la que nos encontrábamos, haciéndose demasiado evidentes mis motivos. – Perdona, yo no… - traté de disculparme, y es que aunque realmente tampoco estaba haciendo nada malo, temía incomodarle – Nos vemos... – dije con un gesto de amargura.

Tomamos un taxi hasta casa de Diana, y al llegar ella se me adelanta y paga la carrera, aunque antes de bajar le pido al taxista que me espere, porque sólo voy a quedarme un momento y así me lleva hasta casa. La acompaño hasta la puerta y me entrega la bolsa de deporte, momento en que bromea sobre la costumbre de acompañarla a casa, y me echo a reír. No respondo, sin embargo. No se me ocurre nada que decir, supongo que porque es un tema que ahora mismo me hace sentir algo incómodo.

Entonces se ofrece a acompañarme al acto en memoria del entrenador de mañana. Con todo lo que ha pasado hoy, casi se me había olvidado el tema, así que tengo que esforzarme en no perder la sonrisa al acordarme de esa imagen de la sala de calderas.

Claro, me encantaría que me acompañaras, Diana. -Voy a sentirme un poco extraño, recordando lo bueno y lo malo de ese hombre, y sobre todo el modo en que le encontramos sin vida. Esos actos de memoria son tristes, además. Pero la compañía de Diana seguro que me ayuda- Creo que pasaré por el Sandy a desayunar, así que podríamos ir juntos desde allí. Es decir, si quieres...

Diana se acerca despidiéndose. Creo que va a darme un beso en la cara, cuando se detiene de golpe disculpándose. Mi sonrisa desaparece, reemplazada por pura consternación. ¿Yo no...? ¿Eso qué significa? Y se despide sin más, alejándose de mí, como si hubiera una barrera invisible que nos impidiera alcanzarnos.

No, perdona tú. -Digo amargamente, cargándome la bolsa al hombro- No quería que te sintieras incómoda... -¿Y para qué se lo contaste, cazurro? Diste por hecho que ella sentiría lo mismo y ahora la has cagado- Adiós, Diana. -Me despido girándome, comenzando a caminar hacia el taxi.

Me dijo que le gustaría que le acompañara, así que acepté el que nos viéramos en el Sandy y partiéramos desde allí.

Al despedirnos y darse aquella situación tan rara acabó disculpándose él, cosa que no tenía por qué, pero antes de que pudiera replicar se giró rumbo al taxi. No me gustaba verle marchar.

-¡Jayden! – grité para llamar su atención. – Pensaré en ello... – le dije antes de agitar mi mano como despedida y meterme dentro de casa.

Estoy enfilando ya el corto camino hacia el taxi, con una desagradable sensación en el rostro y en el pecho, cuando oigo la voz de Diana llamándome. No quiero girarme, no quiero queme vea así, tal como estoy ahora mismo, pero no puedo ignorarla. Me detengo y ajusto la bolsa a mi hombro como excusa para tardar un instante más en darme la vuelta, tratando de serenarme. Al hacerlo, Diana está ahí, en su puerta, y me dice tres sencillas palabras, antes de agitar su mano y entrar en casa. No me da tiempo a levantar la mía para despedirme, siquiera. Vuelvo a girarme, caminando hacia el taxi.

Pero ahora, bajo mis ojos tristes, hay una tenue sonrisa.

Subí las escaleras sin demasiado cuidado, estaba cansada y me pesaban los pies, así que simplemente deambulé hasta mi habitación, cerré la puerta y me dejé caer sobre la cama. El cansancio mental era mayor que el físico, sin embargo, no pude evitar ponerme a pensar en todo lo pasado en el día, especialmente en la confesión de Jayden. Seguía sin tener claro como afrontar aquello.

Me levanté de pronto y me cambié de ropa, poniéndome el pijama y acostándome tras quitarme las gafas. Me quedé mirando al techo algunos segundos, pensando, hasta que el sueño me hizo claudicar.

Me había acostado muy tarde, pero a pesar de ello había madrugado bastante, sin dar tiempo al despertador a sonar. A mis dificultades para dormir bien de los últimos meses se habían unido las preocupaciones de estos días, pero al menos las pocas horas que conseguí dormir parecían haberme cundido, y me encontraba descansada.

Me levanté de la cama y me dirigí directamente al baño, aseándome y saliendo de éste envuelta en la toalla, tras lo que me puse las gafas y abrí el armario pensando en qué ponerme. Iríamos a un acto por el fallecido entrenador, y aunque no fuera un funeral propiamente dicho, pensaba que lo mejor sería vestirme algo más formal de los que acostumbraba. Revisé dentro, sin encontrar apenas nada que me sirviera, hallando al final aquel vestido, que resultaba perfecto. Tan perfecto como amargo el único día que lo utilicé.

Ese era el vestido que había utilizado en el funeral de mi padre. Pensé en tirarlo muchas veces, pero de alguna manera quería que llegara el momento en que pudiera verlo sin que ello me doliera. “Sólo es un vestido”, es lo que me decía cada vez que lo veía de refilón, pero era hora de demostrar que así era.

Sólo es un vestido…

Lo saqué y puse sobre la cama mientras terminaba de secarme y ponía la ropa interior y las medias de color negro. Entonces pude ponerme aquel vestido negro, de estilo skater y manga corta, que llegaba hasta la mitad del muslo. Me puse unas botas marrones, la chaqueta vaquera, y me colgué una bandolera también marrón, donde metí algunas cosas.

Al bajar por las escaleras no encontré a mi madre en casa, así que decidí ir directamente al Sandy, desayunaría allí mientras esperaba a Jayden.

Aparco frente a la casa de Diana, saliendo del coche mientras las chicas se despiden, y rodeándolo para abrirle la puerta cuando va a salir.

Bueno, en casita sana y salva y con los "deberes" hechos, ¿eh? -Le digo guiñándole un ojo, antes de darle dos besos como despedida. Con la puerta aún abierta, me quedo mirando cómo se aleja hacia su puerta. Cuando me doy cuenta de que Amber sigue esperando dentro, cierro la puerta y regreso al interior. Miro por la ventanilla, comprobando que Diana ha entrado en casa, y me giro hacia Amber, retomando el tema...