Partida Rol por web

—En realidad es el quinto—respondió Jotnar al comentario sobre el coco—. El cuarto no está aquí ahora mismo.

Nepthis había omitido hablar de Amessis y en general un montón de detalles, amén de que el consejo de que no confiaran en nadie daba a entender que estaba preocupada por sus padres. La mirada que les echó después no hizo más que confirmarle que la sacerdotisa quería que le siguieran el juego así que él tampoco entró en detalles.

Esperó a que los padres de Nepthis se marchasen para soltar un hondo suspiro al oír a Lurzca.

—¿Y qué conseguimos con eso?—dijo con hastío—. ¿Buscarle un problema a Nepthis y que nos encierren a todos con verdaderos motivos esta vez?

Empezaba a cansarse de sentirse ignorado, ya había repetido varias veces que no podían resolver aquello a lo bruto. Y tenía suficiente con lidiar con sus propias inquietudes como para encima tener que estar pendiente de la ausencia de control los demás.

Por más sospechas que pudieran tener de que algo raro pasaba allí, lo cierto es que no tenían ni pajolera idea de qué pasaba allí. Y no podían cargar contra el primero que les diera la gana sin una sola prueba en la mano, y menos en un templo de Hathor, y menos con el maldito Cónclave en ciernes.

—Estarán bien—dijo dándole unas palmaditas en la mano a Nepthis con su, en comparación, curtida manaza. En un intento por confortarla con respecto a sus padres—. Resolvamos este follón, ¿tienes alguna idea en mente? Mis sentidos enanos detectan engranajes girando dentro de esa cabecita.

Apostilló la frase dándose unos golpecitos con el índice en la sien. A Cocotilio le dio por imitar el gesto.

Nepthis esbozó un gesto de disgusto en dirección a Lurzca pues, pese a su edad, tenía un oído aún bastante fino. No sabía cómo se le podía pasar tan siquiera por la cabeza deshonrar aquel sitio sangrado con sangre y muerte, aunque fuera Ta-Wi-Al-Mudhai un cultista de Set o simplemente un clérigo corrupto.

Nepthis se despidió de sus padres y reunió a sus compañeros en un apartadillo como los muchos que habían por todo el templo.

—No es normal que un desconocido advenedizo se haga con el control de las funciones de mi hermana —les confió Nepthis—. Estoy empezando a pensar que su desaparición no es nada casual, sino que está relacionada con el hecho de que desbaratáramos sus planes de robar la Rosa del Profeta. Creo que pretendía echarle la culpa a mi hermana de ese desastre diplomático, y usurpar su puesto cuando la Iglesia de Isis pidiera su cabeza. ¿Recordáis el sueño profético que tuve, aquel en el que Amessis se disolvía el arena y se convertía en una serpiente que atacaba una vaca? He estado pensando en ello. Creo que esto de desprestigiarme a través de Amessis no era una maniobra política de mi hermana, sino de Ta-Wi-Al-Mudhai del que sospecho que es el auténtico seguidor de Set aquí. Está intentando desestabilizar la Iglesia de Hathor, ¿y qué mejor manera que capturar a Amessis, sobre la que el Padre de los Chacales tiene un interés que ya nos fue revelado en la Pirámide de Akhenseti? Mata dos pájaros de un flechazo.

Suspiró.

—Necesito que uno de vosotros se asegure de que Amessis está bien. Si como me temo hay cultistas de Set involucrados, ellos salen ganando si la capturan aunque no salga bien su boicot al Cónclave. El otro... —dijo, y suspiró de forma cansada. Se frotó los ojos—. Necesito que me acompañe en todo momento. Necesito hablar con el resto de sacerdotes antes de enfrentarme a Ta-Wi-Al-Mudhai. Averiguar qué tipo de hombre es. Quién le apoya y quién no. Aún tengo a gente de confianza en estos muros, o eso creo. Pero llegados a este punto tengo miedo. Necesito que alguien me cubra las espaldas. Si estoy en lo cierto y saben que lo sé... podrían intentar quitarme de en medio de una manera más drástica.

- Si lo que estás proponiendo es que alguien se encargue de proteger a Amessis y alguien vaya contigo... - Asintió varias veces con la cabeza antes de seguir. - Yo me quedaré con ella. - Miró a Jotnar. - ¿Irás tú con Nepthis? - Le preguntó.

Al fin y al cabo, Amessis era su mejor y más antigua amiga. La primera de hecho y si la sacerdotisa de Hathor creía que podía estar en peligro, a ella no le quedaba más opción que quedarse con Amessis y defenderla de todo mal. Además, parecía finalmente, por las miradas que tanto Jotnar como Nepthis le habían dedicado, que en esa ocasión tenían que emplear la diplomacia por encima de la brutalidad y en eso la sacerdotisa y el guerrero le ganaban de goleada.

Jotnar se rascó la barba pensativamente. Había intuido varias cosas, pero con las sospechas de Nepthis añadidas a la ecuación, se completaban mejor.

—Sí. Era justo lo que iba a sugerir—dijo después de que Lurzca hablase. Luego miró a la sacerdotisa—. Muy bien, guía tú adonde vamos primero. Y tranquila; si alguien intenta "quitarte del medio drásticamente", le va a faltar cielo para dar vueltas de la patada que va a llevar.

Empezaba a estar francamente harto de Seth, de los seguidores de Seth, y de las tonterías de Seth en general. Por no mencionar de su tendencia a estar hasta en la sopa. Era peor que una ex-novia tóxica.

Nepthis se dirigió al interior del templo, necesitaba hablar con clérigos de confianza sobre lo que estaba sucediendo. Si por el camino se encontraba con el prometido de su hermana, Ahmoud Ta-Wi-Al-Mudhai, el sacerdote de nombre impronunciable e imposible de recordar, mejor que mejor. De modo que empezó por alguien seguro, alguien que sabía que estaría de su parte, la misma persona a la que había revelado que estaba recibiendo visiones de la mismísima Hathor. El anciano sacerdote Hahefi Kene-te. 

Lo encontró en los jardines, sentado a la sombra de un olivo, leyendo unos pergaminos.

Lurzca bajó a las mazmorras para reunirse con Amessis, los esclavos la dejaron pasar cuando Nepthis lo ordenó. La semiorca encontró a la nigromante tranquilamente tumbada en el catre que servía de cama en la pequeña celda, que en realidad eran habitaciones de clérigos reacondicionadas para tener forma de mazmorra.

-Ah, hola. ¿Cómo van las cosas por ahí arriba?

- ¿Cómo van? - Repitió la pregunta con bastante enfado. - No demasiado bien. - Comentó. - Nos hemos dividido y eso siempre puede suponer un inconveniente. Divide y vencerás dicen... - Negó con la cabeza. - Jotnar y Nepthis han ido a hablar con los sacerdotes para averiguar que está sucediendo y yo... - Se encogió de hombros. - Estoy aquí para que no te pase nada. Sospechamos que podría pasarte algo si te dejamos sola. - Le dijo con quizás, demasiada sinceridad. - Pero tranquila, que mientras estemos las dos juntas, nadie podrá con nosotras. - Y le dedicó una sonrisa un poco forzada.

—Bilsbifa, Hahefi Kene-te —le saludó con respeto Nepthis—. ¿Me podéis contar de qué va todo esto?

Ni siquiera Nepthis sabía por qué estaba preguntando concretamente, si el motivo por el que el anciano sacerdote había aireado lo de sus visiones, si por el Cónclave en torno a su persona o sobre su hermana desaparecida y el advenedizo de su prometido sentado en su asiento. De modo que dejó que el anciano decidiera sobre el tema que discutirían primero.

Jotnar había preguntado a Nepthis sobre quien era la primera persona a la que iba a buscar. Aquel tipo resultó ser su maestro y al único al que le había contado que tenía visiones... o al menos hasta hace poco. Es decir, coincidía con el concepto del enano de "alguien de confianza", pero el hecho de que la sacerdotisa hubiese dicho "creo" cuando había hablado de los amigos que aún tenía en el templo le había dejado patente de que allí podía pasar cualquier cosa de modo que decidió que no bajar la guardia en ningún momento era una idea sabia.

Cuando terminaron encontrando al tipo, se limitó a hacer un saludo con la mano (que Cocotilio por supuesto imitó) y dejó que Nepthis hablase primero.

-Bilhana a ti también, Nepthis -contestó el anciano dejando los pergaminos a un lado. La confrontación directa de la sacerdotisa no lo sorprendió, llevaba muchos años tratando con ella-. ¿Por qué no te sientas? -preguntó dando unas palmaditas en el asiento que estaba a su lado-. Hola a ti también, señor enano. ¿Jotnar, verdad? Y ese debe ser Cocotilio.

El anciano estiró la mano para estrechar la del enano y también saludó al coquito, que entornó los ojillos con gesto alborozado.

-Pues va de que tenemos un nuevo miembro en la familia. Ahmoud Ta-Wi-Al-Mudhai va a casarse con tu hermana. Tu hermana será la próxima abadesa del templo de Hathor en Neldorild, un puesto que, como sabes, ha trabajado mucho para conseguir. Ahmoud viene de la mismísima Skuld, es todo un representante de Hathor en la Ciudad de los Dioses y ocupa un puesto muy alto dentro de la Iglesia. Su unión es más política que otra cosa, una pena, hacen una pareja formidable. Y, en fin, ¿qué más quieres saber? Ah, el Cónclave. Fue convocado por Ahmoud, quería saber de ti, si se enteró de la bendición que Hathor te ha otorgado, no lo sé. No le he contado a nadie lo que me contaste en confianza, si es lo que te preocupa. Es un buen chico, pretende ganar más influencia sobre las demás Iglesias y ha estado dedicándose a rehabilitar las zonas más empobrecidas para ayudar a las familias necesitadas.

Nepthis suspiró hondamente y se sentó al lado del que antaño fuera su maestro. Lanzó una mirada de disculpa a Jotnar. No estaba segura de que el enano fuera consciente de en qué se había metido por culpa de ella, y si lo era, que ella fuera merecedora de aquellas atenciones. No era, precisamente, alguien que se hiciera querer. Volvió a suspirar.

—Mi hermana ha desaparecido y ese hombre podría estar obrando malintencionadamente —le dijo Nepthis a su maestro, un hombre demasiado bueno para su bien. Demasiado centrado en hacer el bien para prestar atención a la política. Como ella, pero a diferencia de ella, carente de aquella maldad básica que le mostraba de lo que un hombre podría hacer mal—. Podría actuar en contra de los intereses de su prometida. De Hathor. De su país. De aquello que es bueno y justo.

Nepthis suspiró por tercera vez y miró a Kene-te.

—Sospecho que ese hombre podría ser un seguidor de Set. Pero lo único que tengo para respaldar mis argumentos son las visiones que Hathor me envía y mi corto entendimiento para interpretarlas. Algún que otro indicio mundano, no creáis, pero nada sólido para implicar a Ta-Wi-Al-Mudhai. No creo que haya sido la curiosidad lo que haya impulsado a ese hombre a convocar el Cónclave en torno a mi persona, querido amigo, sino la malicia.

Respiró profundamente.

—¿Con qué apoyos cuento en el Cónclave? —le preguntó.

Nepthis no estaba preparada para liderar la iglesia de Hathor. No lo quería. Pero estaba dispuesta a admitir esa carga para evitar que cayera en manos de un traidor como Ta-Wi-Al-Mudhai.

El anciano se rascó la cabeza ante tanta información.

-Cielos, Nepthis, lo que cuentas es muy grave -dijo en un susurro compungido-. Yo mismo he hablado con Ahmoud, no parece un servidor de Set. Pero bueno, ¿quién lo parece? Es amable y siempre saluda. No digo que te equivoques, pero a lo mejor no estás interpretando adecuadamente las visiones de la diosa. Es algo muy normal, no siempre ponen las cosas fáciles, estos dioses, y no siempre acertamos cuando nos presentan sus metáforas. Si quieres contarme tus sospechas, a lo mejor puedo ayudarte. Eres libre de compartirlo conmigo, por supuesto, no por ello voy a sentirme ofendido.

Le dio unas palmadas en la mano, recogió los pergaminos y se mantuvo mirando hacia el patio, hacia los demás olivos que crecían en el jardín.

-Bueno, cuentas con la madre reverenda Matahue, es muy conservadora y le cae mal Ahmoud. No entiendo qué manía le habéis al pobre chico, solo intenta ayudar. A Ma'ah al-Rebu tampoco le gusta, lo considera un intruso, y su hermano Ha'am es de la misma opinión. En cambio, al sumo sacerdote Ahopep le agrada, así como a Ankhet, a Abu Baha y a Ahmed al-Hayrii. Yo estoy de tu parte, querida, aunque insisto en que Ahmoud es una gran persona.

—Igual estoy diciendo tonterías... —comentó Jotnar acariciándose la barba ociosamente—. Pero si yo fuese un seguidor de Seth, lo que intentaría precisamente es no dar el cante. Siendo amable, y normal, y esas cosas.

Puestos a usar aquella lógica, los motivos que había para pensar bien del cuñado de la discordia eran tan sustanciales como los que había para pensar mal. Aunque el enano seguía otra lógica, así que en su fuero interno él seguía pensando mal.

«Y a todo esto, si esperáis que memorice toda esa retahíla de nombres muhoraldinos llenos de apóstrofos, haches intercaladas, y guiones, vais de culo»

Miró a Nepthis y asintió por si quería contarle sus sospechas. A fin de cuentas era su maestro y ella lo conocía mejor, pero a Jotnar no dejaba de parecerle curioso que lo hubiera sorprendido más la parte de pensar mal de Ahmoud que el hecho de que la próxima abadesa del templo de Hathor en Neldorild estuviera desaparecida.

—Sí, sí. Estoy segura de que siempre da los buenos días, da limosnas a los necesitados y besa a todos los bebés que encuentra —dijo Nepthis con mal humor—. ¿Y qué sabéis de la desaparición de mi hermana? ¿Hay alguien que sepa donde está o que haya hablado de ello recientemente? ¿Qué explicación da Ahmoud al respecto?

-¿Desaparecido? Tonterías -respondió el anciano sacudiendo la mano sin un ápice de preocupación en sus gestos-. Está de retiro espiritual en las Colinas Doradas de Sal. Vino a decirme que necesitaba un poco de paz mental ante todo lo que se avecina. Tu hermana es una mujer muy sensible y también muy dada a mantener las apariencias. Me mataría si supiera que te estoy diciendo esto -sonrió-. Le aconsejé que fuera a las Colinas, allí podría entrar en comunión con Hathor y encontrar las respuestas que anda buscando. En su ausencia, se decidió que Ahmoud llevara el mando de su parte. Es una prueba, para que demuestre que está a la altura de alguien como tu hermana.

—¿Te dijo qué pensaba ella sobre mis visiones? ¿Pensaba volver para el Cónclave? —le preguntó a Hahefi, antes de dirigirse a Jotnar—. Las Colinas Doradas de Sal se encuentran a media jornada de viaje de Neldorild, si viajamos en camello. Me gustaría hablar con mi hermana antes de que empiece el Cónclave. La pregunta es, ¿antes o después de hablar con Ahmoud?

Jotnar frunció ligeramente el ceño con aire pensativo. No le gustaba como sonaba lo que había dicho el anciano; o en aquel templo eran unos chapuzas y las sacerdotisas se largaban de retiro sin avisar para que la guardia estuviera corriendo de un lado a otro buscándolas y el resto de sacerdotes se partieran de risa a su costa, o alguien de toda la cadena no estaba diciendo las cosas como eran. ¿O qué rayos pasaba allí?

—El guardia del templo que habló conmigo dijo "no la encontramos desde ayer"—comentó—. Y sí, ya sé que es sólo un guardia y todo eso, pero tiendo a tener en cuenta a los curritos. A ellos suele importarles un pepino los tinglados políticos y las apariencias que tanto obsesionan a la gente que está por encima de ellos. ¿Por qué entonces la Guardia Aurea dijo que venía en nombre de tu hermana a escoltarnos y quién mandó encerrar a Amessis?

Levantó ambas palmas hacia Hahefi y negó ligeramente.

—No me malentienda, señor. No estoy acusando de nada. Sólo digo que espero que se comprenda que todo resulte muy confuso. Lo último que me esperaba al visitar un templo de Hathor es un recibimiento como el que hemos tenido.

-¿Lo que opina tu hermana de tus visiones? -Hahefi carraspeó e hizo una pausa, pero finalmente habló-. Bueno, no le gusta, como es obvio; y en el fondo estoy convencido de que simplemente son celos de hermana mayor. Aguanta el aire hasta que se queda sin oxígeno y luego habla con la tirantez de una cuerda de arco. Eso lo hacéis igual, no sé por qué tratáis de disimularlo, se os nota enseguida cuando algo os disgusta.

Emitió una risa breve y bienintecionada antes de volverse hacia el enano.

-Es que es un retiro secreto. ¿De qué sirve retirarse a meditar para que a uno lo dejen en paz, si luego todos saben dónde se encuentra y cómo pueden encontrarle? Los criados y esclavos se inquietan a la mínima. La Guardia Áurea es una compañía mercenaria que sirve a Skuld, pero no sirve a una iglesia concreta, Salilah los contrató hace poco. Tu hermana quería que llegaras a buen recaudo al templo. Sobre lo de encerrar a... ¿Amessis? ¿Ah, vuestra amiga la nigromante? Eso yo no lo sé. Y es que a nadie le agradan las cosas que tengan que ver con Set. No dudo de tu amiga, tú confías en ella, si la Guardia la ha detenido pues no creo que haya sido tu hermana, porque vaya patinazo sería ese si lo que quiere es hacer las paces contigo. Ah, pero no le digas que yo acabo de decir esto, ¿eh?

Las palabras de Hahefi la pillaron por sorpresa. Estudió el rostro del anciano, como si quisiera comprobar la veracidad de sus palabras, pero no encontró la mentira en su expresión. Era cierto que había empezado a ver que el problema no era su hermana, sino Ahmoud, y que podía ser un contratiempo más grave que una maniobra política para amasar el poder como intentaba cualquier hijo de vecino en su santo país. Pero de ahí a que su hermana quisiera reconciliarse con ella...

—Está bien, no le diré nada —dijo Nepthis con torpeza—. Gracias, effendi.

Se despidió el Padre Reverendo e hizo un apartadillo con Jotnar. Se aseguró de que no había nadie cotilleando su conversación antes de murmurarle.

—Creo que prefiero ver antes a Ahmoud. Me gustaría negociar la excarcelación de Amessis, y comprobar de primera mano qué tipo de hombre es antes de hablar con mi hermana —le dijo al enano jardinero—. Puede que me haya equivocado, o puede que necesite reunir munición contra él. En cualquier paso, parece un orden lógico.

Netphis se masajeó las sienes.

—¿Te parece lógico?

Jotnar se encogió de hombros.

—¿De que medio templo no entre en pánico y de mensajes confusos?—aventuró—. No tiene por qué decir adónde va.

Que lo asparan si entendía la lógica de aquella gente.

Nepthis parecía querer un apartadillo así que fue con ella a escuchar lo que tenía que decir y asintió a sus palabras.

—Sí, vayamos a ver a tu supuesto futuro cuñado—contestó—. Aunque creo que evitaría mencionarle la intención de ir a visitar a tu hermana. No sé si soy yo pero, cada vez que hablo con un noble o con uno de estos clérigos pomposos de templo, tengo la sensación de que todo el mundo está jugando al ajedrez o pensando cosas que no tienen nada que ver con lo que dicen. ¡Brrrf!

Resopló haciendo que sus bigotes revoloteasen.

—No sé si eso sonará lógico. Pero sigo con la sensación de que hay más cera de la que arde aquí, así que pienso seguir con más ojos que un contemplador.

Cocotilio agitó un puñito en el aire como quien corea "¡Eso, eso!"