Partida Rol por web

Resurgir o morir

[Epílogo] - La batalla del planeta muerto

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08/10/2014, 21:42
Director

Los guardias imperiales, en aquella polvorosa colina de sales de color pardo defendían la posición con uñas y dientes. Una única escuadra tenía que hacer frente a lo que parecía ser una gran parte del waagh orko que asolaba aquel planeta. No era un combate justo, era más bien, una pesadilla en toda regla.

El tecnosacerdote se afanaba en cumplir las órdenes que le estaban dando, un chorro de información se agolpaba en el cogitador de baja potencia que le habían dado y Linus tenía que centrar todos sus esfuerzos en que no se almacenara mucha información en los buffers y acabara por hacer estallar el equipo. Tenía que ir tecleando comandos, aliviando presiones de válvulas que con un siseo iban liberando vapores pero poco a poco, lo estaba logrando.
La antena se triangulo automáticamente y con un chirrido hidráulico se encaró a la órbita y comenzó a transmitir.

Pero los Guardias Imperiales se estaban viendo sobre pasados. La doctora había muerto acribillada como si fuera un maniquí presa de unos pandilleros de cualquier colmena Imperial, su ayudante yacía con ella, el bromista y sarcástico estaba muerto abrazando el cadáver de quien quiso proteger; pero aquello no sirvió de nada. Emil se enfrentaba en cuerpo a cuerpo con uno de los nobles orkos, como lo hacían Magnus y el Ogrete Norragh. El sargento hizo zumbar su espada sierra y con un amplio arco logró asestar un terrible golpe sobre la dura piel del piel verde. Sangre verde y restos de carne salieron disparados conforme los dientes de la espada iban serrando el enorme cuerpo del xeno, pero este, lejos de sentirse dolorido, se rio, agarró con fuerza la mano de Emil que tenía asida la espada y con un rictus de terror vio perfectamente como la rebanadora del orko lo decapitaba… fue capaz de ver, todavía con algo de vida en su interior, como su cabeza salía volando y poco a poco la visión se oscurecía. Su ayudante, con el vox en la espalda retrocedió hasta la posición de Linus, pero por fortuna Ava, la artillera empezó a acribillar al enorme piel verde. El tableteo de su arma fue ensordecedor y las cabezas de los proyectiles auto propulsados y con una carga explosiva en su punta empezaron a detonar sobre el cuerpo del noble.
Profirió un enorme rugido de desafío y se lanzó a por Ava, pero la cortina de fuego era mortal y al final, el cadáver del orko cayó sobre la arena con la lengua fuera, como si fuera una bestia estúpida.

Por otro lado, Magnus esquivaba con facilidad un ataque del noble al que se enfrentaba y volvió descerrajar su arma de mano contra la enorme cabeza del orko mientras su asistente le clavaba la bayoneta cuando podía por los costados. El orko se estaba viendo sobre pasado y no era menos, la tremenda agilidad que el humano demostraba estaba desquiciando el orko, pero la ultima salva de la pistola de Magnus que recibió el piel verde fue critica, lo dejo cegado al principio, pero luego, uno de sus ojos estalló y el enorme xeno cayó de espaldas mientras salía humo de la cuenca ocular destrozada… ya solo quedaba uno, y el enorme ogrete se batía en un duelo que parecía más bien un igual contra un igual. Del mismo tamaño, con la misma fuerza y resistencia, el ogrete arremetía contra el noble con su enorme arma y el orko le atacaba con la poderosa rebanadora. Ambos sangraban, ambos gruñían, pero al final fue el ogrete quien se impuso en el combate, totalmente frenético por la muerte de la doctora, Norragh tronchó los huesos del orko y lo mató sin más ceremonia. Cissna disparaba su rifle desde una posición relativamente segura contra los orkos que parecían acercarse en la distancia, el psíquico sabía en su interior que debía reservar fuerzas para lo que avecinaba en las horas venideras.

Pero aquello no había acabado, ni por asomo, una oleada de pieles verdes estaba terminando de ascender la  subida hacía el puesto improvisado, eran demasiados orkos para hacer frente, superaban perfectamente en una proporción de veinte a uno, por ello, el piloto de la vakyria que transportó a los guardias decidió lo más lógico, retirarse. Descendió a gran velocidad y se lo dejo claro, o se retiraban hacía la base o morirían estúpidamente. Linus se mostró de acuerdo, la parte crítica del mensaje se había enviado ya, su cometido principal estaba hecho y morir de aquella manera no le parecía la mejor opción.

Tras unos segundos de deliberación y un trabajo exhaustivo para controlar al ogrete, se metieron dentro del transporte abandonando a los cadáveres, no podían rescatar sus cuerpos, solo cogieron las chapas identificativas y salieron volando justo cuando la marea verde llegó y empezó a destrozar la antena de comunicaciones mientras disparaban contra el transporte sin conseguir nada.

 

En la órbita, a bordo del acorazado que se pasó al bando traidor, la situación no era nada halagüeña. Los dos supervivientes de toda una unidad de storm tropers inquisitoriales hacían frente a cuatro marines del caos y a un brujo de gran poder. Solo tenían el apoyo de dos hermanas de batalla, el magus de mayor rango de todo el sector y un ejército improvisado de servidores que estaban luchando a muerte con las tropas navales que habían dado la espalda al trono dorado.

Dorn, el brujo infiltrado en el seno de la flota desde hacía más de once años, cuando se inició la expedición en la búsqueda de aquel anómalo artefacto, desplegó todo su poder e invocó a todo un mar de tentáculos de color gris que iban azotando a todo lo que se encontraba en su paso. Varios servidores salieron despedidos hasta que el fuego combinado de los leales hizo saltar por los aires a uno de los marines espaciales del caos. El magus Johano portaba un rifle de plasma que parecía ser tan antiguo como el Imperio mismo, posiblemente un arma procedente de la era de oscuridad que separó a todos los hijos de Terra por culpa de la gran tormenta de disformidad. Dorn centró su atención en las tropas inquisitoriales y en el magus.

Los tentáculos, combinados con el fuego de bolters impíos y caóticos, empezaron a acosar a los únicos que se mantenían firmes ante aquella locura. La hermana superiora se abalanzó con su espada de energía refulgiendo con un brillo dorado, casi divino. Partió tentáculos con una velocidad pasmosa, pero daba igual, por cada uno cortado, Dorn invocaba tres más. Aurelia, aún con ese mar de diabólicas invocaciones fue avanzando poco a poco apoyada por los disparos de las pistolas de Eva y los rifles infernales de Jonah y Demetrius.

Otro de los marines del caos cayó cuando Johano avisó a Jonah y Demetrius que acribillaron a uno que se había desmarcado y amenazaba con avanzar posiciones en pos de ellos, pero los hazes de energía reconcentrada abrasaron la armadura con disparos certeros en las zonas más endebles y el marine hirvió por dentro hasta morir entre profundos alaridos de placer… Slaanesh los había visto nacer cuando Fulgrim juró ante Horus su abnegada entrega y ahora, los veía morir… pero aquello, les costó caro. Aurelia había llegado hasta Dorn, pero este, lejos de sentirse preocupado o temeroso por su presencia sonrió cuando una docena de tentáculos cogieron a Aurelia y la alzaron en el aire sin que nadie pudiera ayudarla… trataron de salvarla, pero los dos marines del caos alcanzaron tanto a Jonah como Demetrius, que tuvieron que hincar una rodilla cuando fueron heridos de gravedad… solo Eva trataba de ayudar a su madre superiora, pero esta, estaba ya muerta. Entre gritos de dolor los tentáculos la desmembraron dejando un torso sin cabeza cayendo sin vida sobre el suelo de la cubierta de la enorme sala de maquinas de aquel acorazado imperial; toda una vida de servicio, años de dedicación en cuerpo y alma para que los traidores acabaran, de una manera tan cruel… la lucha estaba perdida, Eva gritó cargada de rabia, pero aquello no sirvió de nada; llegaron más marines del caos para reforzar la lucha, empezaron a acribillar el ejercito de servidores haciéndolos explotar cuando eran impactados, todo estaba listo para sentencia pero el Magus Johano tenía una idea, un plan, un plan que comentó pero que se negaron a llevar a cabo… sencillamente, le dio igual. Su amada nave estaba condenada y la muerte no era una opción.

De entre los pliegues de su túnica de adepto sacó un extraño artilugio mientras, mediante un chorro de lenguaje binario, se comunicaba con un servidor que controlaba la potencia del reactor. Se acercó con pasos apresurados al grupo, dejó la esfera en el suelo y presionó una serie de runas de manera rítmica. Se escuchó un tremendo siseo de estática y un tremendo olor a ozono inundo la zona, poco a poco surgió una pantalla de vacío y luego otra y por ultimo una tercera más para luego, desatar el mayor infierno que podría convocar.

El servidor lobotomizado comenzó a teclear a un ritmo frenético, presionó runas, activo palancas y giró ruedas dentadas… poco a poco la nave perdió potencia y se fue dirigiendo hacía los motores, concretamente los propulsores superiores. La potencia dirigida fue tal que la nave perdió su órbita estacionaria y empezó a descender hacía el planeta encarando su enorme y bella proa hacía el planeta.

 

En otra parte de la superficie de aquel mundo tumba necron, los marines espaciales de la Deathwatch hacían frente a una de las peores pesadillas que cualquier ser humano, ya fuera astartes o un simple humano, podría hacer frente. Un príncipe demonio, con todo su poder desatado que ya se había cobrado la vida de dos de sus hermanos. Numaios fue el primero, en la impía invocación, al abrir el portal dimensional el demonio, sediento y necesitado de alimento, devoró tanto a enemigos como aliados, incluyendo a Estelios, el architraidor. El otro marine que murió fue Jaden, partido por la mitad por su demoniaca espada,  necesitada de sangre, hizo que el tecnomarine pareciera una burla de lo que debería ser un marine espacial, pero ahora, era el turno de los supervivientes, y tenían toda una batería de armas pesadas dispuesta además de una fe inquebrantable personificada en un recién ascendido capellán.

Varios misiles impactaron sobre el enorme príncipe demonio hiriéndolo todavía más, para la vasta criatura de la disformidad aquello no representaba nada, pero el fuego combinado de bolter, lanzamisiles y cañón de fusión era algo a lo que tener en cuenta… la poderosa arma que portaba Laocastus escupió una descarga de promethium sobrecalentado y concentrado que logró perforar la gruesa piel del demonio mientras la salva del bolter tormenta de Deuteros levantaba trozos de carne allá donde impactaba, sobre todo donde su carne ya había sido debilitada…

Castor, profirió un alarido de desafío al que le siguió una letanía de odió. El templario negro cargó con una fe inquebrantable alzando el cruzius arcanum de su difunto mentor. El arma impactó de lleno sobre el demonio y este, al notar la energía pura que impulsaba ese ataque rugió con violencia, visiblemente cabreado y sobre todo, herido. Sabedor de que su existencia en el plano mortal estaba llegando a su fin antes de lo que hubiera deseado, embistió contra Castor con la fuerza de una estrella, el ataque era imposible de esquivar, la enorme espada demoniaca centelleó en el aire mientras un aura de maldad y corrupción pura la envolvía.

Castor solo pudo rezar, rezar con esa fe ciega que solo los capellanes conocen, con esa fe que obra milagros y sobre los suelos de aquel mortal planeta, Castor sobrevivió al ataque de un príncipe demonio gracias a su Rosarius. El campo de energía se sobrecargo, pero el destello de luz dorada fue tan intenso que hizo trastabillar al demonio varios pasos hacia atrás, y aquello fue su condenación. Una nueva salva de fuego combinado de los marines espaciales sumado a la carga de Castor provocó lo deseado por los marines… el príncipe demonio empezó a gritar de dolor extremo, ya no sentía placer por el dolor, ahora solo rabia e ira mientras su enorme cuerpo se iba desembrando célula a célula hasta que desapareció por el portal para luego cerrarlo, los marines habían conseguido recuperar un fragmento de esfera, hasta que miraron al cielo y vieron como una titánica nave espacial se acercaba directamente hacía el planeta atravesando la atmosfera… iba a ser una tarde movida.

Pero, antes de todo esto, en el campamento Imperial, se desataba una cruenta batalla contra los necrones, los cuales, habían logrado nuevamente rebasar las defensas de los aguerridos y exhaustos combatientes de la guardia imperial. Los sectores sur y este estaban completamente desolados, las murallas interiores a punto de caer dándoles acceso a la ansiada esfera que su amo y señor les comandaba a conseguir… un señor que era parte de una raza alienígena que era vieja cuando la galaxia era una recién nacida. Las huestes de guerreros metálicos esclavizados se recomponían gracias al poder del C’Tan mientras los soldados imperiales y los marines espaciales no podían ser repuestos en el frente… era una batalla de desgaste que estaban a punto de perder de no ser por la intromisión de los odiados y más que cuestionados marines provenientes de otra época, los últimos que habían visto a sus padres caer, a su amado Emperador, los que vivieron la gran cruzada hacía ya diez mil años.

El grupo de aguerridos y más que veteranos marines entraron en la lucha cuando la esfera se vio comprometida. Remiel, el ángel oscuro no cesaba de disparar la potente arma rotativa que llevaba montada en la armadura de exterminador, caían a docenas frente a él al ser impactados con un arma santificada que disparaba proyectiles a altas velocidades. El ruido que provocan los impactos recorrió todo el lugar. Borael y Gabriel, juntos se habían dedicado a intentar entretener al C’Tan, pero era una batalla perdida, aquel ser de enorme tamaño se movía a una velocidad muy superior, alzaba marines y guardias en el aire y los hacía estallar con un simple gesto de su mano mientras su macabra y permanente sonrisa permanecía en su rostro. Enviaba sentimientos de desesperación a todos los que le rodeaban, asolando sus mentes con imágenes de derrota, de muerte, de su propio cadáver siendo pisoteado por las huestes de necrontyr… Todo parecía estar escrito, los necrones avanzaban centímetro a centímetro hasta que Lorfig entró en juego. El maestro de la forja había tenido tiempo para instalar y mejorar las armas centinelas y estas comenzaron a escupir muerte, todos y cada uno de los disparos fue dirigido hacía ese monstruo de pesadilla mientras Beset, el considerado traidor por todos, obró su hechicería censurada en el Imperio. Se elevó en las enumeraciones lentamente, pasando de más bajas y sencillas hasta llegar a las más altas mientras el C’Tan percibía aquella acumulación de poder y dirigió su mirada hacía el marine de los Mil Hijos. Beset instó a sus camaradas a frenar el avance de aquel despreciable xeno de gran poder y estos centraron sus esfuerzos en atacarla, acosarle y hostigarle para darle a Beset todo el tiempo que necesitara… aquello le costó la vida a Borael, que atravesado por miles de cuchillas invisibles que perforaron su servo armadura y lanzaron su cadáver por los aires… todo un deshonor al tratar a un muerto de tanta vida. El siguiente en pagar el precio fue el sacerdote, Gabriel… se lanzó a por el C´tan pero este le propinó un desinteresado manotazo que partió la armadura a la altura del pecho en varios fragmentos para luego atraerlo hasta sí mismo y atravesarle con la mano en forma de lanza… Gabriel sonrió cuando murió ya que sabía que por fin se reuniría con su amado padre… Sanguinius.

Beset invocó unos escudos de luz blanca que protegieron a los otros dos marines que quedaban con vida y mientras seguía ascendiendo en las enumeraciones, siguiendo las enseñanzas del más sabio de todos los hijos del Emperador, Beset llegó hasta el pináculo de su poder gracias a la influencia de la esfera que facilitó la tarea con su infinita energía. El grimorio se descolgó solo de su agarre del cinturón de su armadura y voló hasta abrirse por una página en concreto… Beset comenzó a recitar a la vez que Remiel caía bajo una marea de metal que le sobrepasó cuando el último tambor de munición se agotó.

-Akhet.. akhet ba’ha ushabti sau nub, nub akhet, nub ba’ha, nub montu, montu ka… - su voz resonó por las mentes de todos los que estaban en el planeta, era un salmo odioso para los del nuevo Imperio, pero había un hecho innegable, reconfortaba el espíritu de aquellos que no fueran los enemigos de Beset. El conjuro comenzó a surtir efecto y el C’Tan empezó a sufrir espasmos, espasmos que le hicieron reaccionar matando a Lorfig de un simple pensamiento, decidió que aquello ya no era divertido y se acercó directo a Beset cuando sus poderes no eran capaces de penetrar la protección del último de Prospero. Un rugido psíquico comenzó a luchar con el conjuro que no cesaba de repetirse a la vez que aumentaba su velocidad.

Pero el C’Tan no conocía el conjuro, no sabía que pasaba y en su ignorancia, pagó su vida. Beset sabía que moriría desde que despertó en aquella nave fría y vieja como la noche, sabía que debía realizar el ultimo sacrificio y con gusto, aceptó su sino. Beset había comenzado un hechizo, pero se debía completar con un sacrificio violento… su sacrificio.

La terrible criatura agarró de los brazos a Beset y se los separó divertido y desquiciado a la vez. Comenzó a propinarle tremendos puñetazos que resonaban como si dos planetas chocaran, al tercer golpe, estalló el corazón secundario de Beset, al cuarto, los pulmones dejaron de funcionar abnegados por tanta sangre que las células de larraman eran incapaces de contener… al quinto golpe, Beset murió y en el mismo instante que pasó a la otra vida, un rayo de luz dorada cayó sobre el C’Tan, una luz que iluminó todo, una luz tan intensa que calentó el planeta derritiendo la sucia nieve que lo cubría, una luz que despejó las nubes tormentosas para mostrar a todos, xenos, monstruos, humanos y traidores como una gargantuesca nave espacial, un acorazado Imperial que se pasó de bando y toda su estructura exterior era rojiza, de aspecto gomoso, que parecía más una nave de las legiones del caos que Imperial, una nave espacial que atravesaba el cielo con la proa en forma de espolón directo hacía la superficie del planeta aumentando de manera constante su velocidad.

Y la enorme nave se estrelló.

El temblor provocado hizo que todo el mundo cayera al suelo, las ondulaciones sobre la superficie del planeta eran más propias de un mar tempestuoso que del firme suelo, aquello era demencial y la escala de la destrucción estaba alcanzando cotas inimaginables. La nave atravesó como un cuchillo las primeras capas de la superficie de aquel planeta muerto hasta llegar al manto, una vez llegó ahí ceso su avance y la nave comenzó a desmoronarse con cierta lentitud.
Secciones enteras se fuero desplomando sobre el planeta levantando enormes cortinas de tierra como olas mientras la parte ventral de la nave se fue deslizando y combado hasta precipitarse de costado sobre el planeta. Una tremenda sombra cubrió todo al tapar el Sol del sistema solar y toda la sección, de proa a popa cayó sobre el planeta. Otro terremoto asoló toda su superficie y se desató el caos.

El planeta, muerto milenios atrás no soportó tanto daño. La perforación hasta el manto debido a que la corteza tenía una pequeña dimensión fue lo que detonó todo. La presión sufrida por todas las capas tectónicas las movió a una velocidad muy superior a lo habitual y se activaron todos los mecanismos geológicos a la vez. La lava del interior del planeta comenzó a ascender a velocidades vertiginosas rompiendo cimas de montañas o las propias planicies. El magma afloró por cientos de hendiduras abiertas como si fueran heridas supurantes de un cadáver.

Los guardias imperiales presenciaron todo desde el cielo, y dieron gracias al Emperador por la habilidad del piloto ya que aunque no sintieron los dos enormes terremotos, el golpe de aire provocado desestabilizo la valquiria más allá de su capacidad de maniobra y estuvieron a punto de estrellarse, pero la situación fue salvada.

Jonah, Eva y Demetrius sobrevivieron a lo imposible y solo gracias al artefacto de arcana tecnología que había desplegado el Magus Johano, aquel artilugio con su emisión de escudos de vacío los protegieron de todo el daño, ya que no solo los aisló de los miles de objetos de diverso tamaño que se estrellaron contra ellos, sino también de las energías gravitacionales, inerciales y centrifugas que sufrieron en aquel tremendo viaje de ida. El architraidor no sobrevivió, todos vieron como moría aplastado cuando una enorme viga le cayó encima de su calva cabeza y estalló en mil pedazos esparciendo restos de sangre negra por todas partes… nadie de esa nave había sobrevivido, ni Zacarias Schmidt. Otro cadáver que llevar ante el Inquisidor, pero dada su tamaña traición, mejor para todos, muerto el perro se acabó la rabia.

Cuando la nave dejó de desplomarse Magus desactivó el campo de protección y comenzaron la tediosa tarea de salir de la siniestrada nave. No se encontraron bolsas de resistencia alguna sino más bien ríos de lava incandescente que serpenteaban por algunos tramos de la nave. Al final, lograron salir, localizaron lo que quedaba del campamento Imperial y se dirigieron hacia él con paso cansino y desanimado.

Los marines de la deathwatch tuvieron que ser rescatados por la thunderhawk de los marines espaciales de la deathwatch. La situación se volvió insostenible cuando la nave se estrelló. Ríos de lava emergieron en su posición y les obligaron a refugiarse en un pedazo de tierra que amenazaba por ser consumido por el rio de lava. El fragmento de la esfera quedó fuera de su alcance; levitaba sobre la lava mientras era lamida repetidas veces por chorros de magma que ascendían violentamente.

La situación era la peor a la que se podían enfrentar las fuerzas leales. Llegada la noche, los fragmentos de las esferas cobraron vida; la determinación de cada facción superviviente flaqueaba y eso liberó de su yugo a los pedazos de esfera, las cuales se reunieron sin que nadie pudiera hacer nada en lo más alto de la nave siniestrada, allí, bajo un poder que nadie fue capaz de descubrir se volvieron a unir y la esfera, completa y refulgente, se quedó levitando sin esfuerzo alguno, rodeada de lava.

Esa noche, con el tono rojizo por los ríos de lava fue una de las peores que jamás un hombre había hecho frente.

La Almirante Rose Ricinus se reclinó sobre el asiento de su trono de mando. El cuero, desgastado por el constante uso crujió cuando la mujer varió la postura presa de su intranquilidad mientras sus ojos, cargados de una determinación casi mortal, observaba a sus cuatro rosas, a dos metros por debajo de ella. Todas trabajaban a destajo, insertando variables gravitacionales en los motores lógicos para encontrar la ruta idónea para emboscar a las flotas que orbitaban aquel planeta infectado de enemigos del Imperio, o bien coordinando el avance con el resto de naves que conformaban la pequeña y mal trecha flota. No había ni una sola nave que no necesitara pasar, al menos, una semana en dique seco para reparar los daños que habían recibido durante la primera incursión, por no citar a las naves que habían sobrevivido a la tremenda traición orquestada por Zacarias Schmidt.

Aquello les importaba poco a los capitanes, todo oficial al mando de una nave de guerra Imperial tenía un genoma diferente del resto, incluso superior al de un Astartes. Tenían un sentido del honor y del deber tan agudizado que les impelía a acometer actos de lo más heroico, actos que les costaría la vida a todas y cada una de las almas que transportaba su navío, y lo mejor de todo era que las tripulaciones estaban dispuestas a sacrificarse con tal de que el Imperio prevaleciera, solo eso importaba, la victoria, el sacrificio y el Imperio.

La flota Imperial comenzó a ganar velocidad y se dirigieron en un rumbo directo hacía el planeta. La transmisión facilitada por el difunto sargento Emil y sus hombres había posibilitado el que se pudiera alertar a la Almirante, solo con la flota se podría equilibrar un poco las cosas para el Imperio, y, si el Dios Emperador lo quería, brindarles la victoria.

No tardaron mucho en llegar al planeta desde el anillo exterior de sistema, Rose se levantó llegado el momento y comenzó a impartir órdenes que su cuarteto de rosas se encargaba de transmitir a las demás naves con una eficiencia fruto de la experiencia – plan de batalla omega ultra, que los escuadrones de corbetas se preparen para efectuar ataques rápidos, el resto de naves en formación de batalla… quiero una resolución de tiro para el cañón nova, lo quiero ya mismo contra la nave enjambre – señaló con el dedo la portilla de observación que tenía enfrente de ella y los sensores captaron su movimiento resaltando la silueta de la tremenda nave enjambre que no se atrevía a adherirse al planeta al ansiar la esfera antes que consumir un planeta muerto. – con un poco de suerte se abalanzaran como animales sobre las fuerzas traidoras y aprovecharemos eso – el plan era arriesgado ya que subestimar a la mente enjambre solía ser un grave error que se pagaba con miles de vidas humanas, pero ya no quedaban más ases en la manga que jugar, era la última mano.

La gran parte de la flota se mantuvo unida en formación estrecha. Hacía poco que habían entrado en el radio de acción de los sensores heréticos, desde esa distancia los augures detectaron el estado del planeta y no tardaron en deducir que nave había sido estrellada contra el planeta… eso era una ventaja para Rose pero hacía que su plan de ataque debía ser lo más rápido posible, tendría que posicionarse sobre la posición del planeta lo más rápido posible para prestar apoyo para los ejércitos que quedaban en la superficie del planeta, hacer frente a dos flotas con sus efectivos actuales era difícil pero Rose jamás se rendía.
Hydrangea se giró sobre su asiento y le dedicó una larga mirada cargada de confianza a Rose – cañón nova cargado y liso para abrir fuego señora, cuando de la orden – Rose solo asintió e Hydrangea sabía de sobra que hacer.

El poderoso acorazado tembló intensamente cuando el enorme disparador del cañón nova, puesto en posición por cientos de operarios, recorrió toda la nave, de popa a proa provocando el disparo de una de las armas más destructivas que hay por todo el Imperio. El enorme proyectil salió disparado contra la flota tiranida recorriendo los miles de kilómetros que separaban sendas flotas en un lapso de tiempo tan corto que llegaba a resultar insultante para las distancias astronómicas.

La mente enjambre se había anticipado al ataque secretando millones de esporas para tratar de frenar el poderoso disparo efectuado por el acorazado. Se colocaron parsimoniosamente creando una gruesa pantalla de carne frente a la enorme nave xeno agitando sus tentáculos mientras las naves kraken comenzaban a virar hacía la flota Imperial, docenas de ellas, dispuestas a devorar a las tripulaciones, segregando esos poderosos ácidos que disolvían mamparos en cuestión de segundos.
Finalmente, el proyectil se estrelló contra la pantalla de esporas reduciendo la tremenda energía que llevaba, pero, no fue suficiente ya que atravesó la pantalla e impactó contra un costado de la gigantesca nave biológica. No causo un daño mortal pero hirió de gravedad a la nave. Ahora, Rose, observaba como toda la flota tiranida se les echaba encima, les había subestimado.

En la superficie del planeta los ejércitos se estaban reorganizando y reuniendo efectivos para lanzarse contra la última y más cruenta batalla que la superficie de ese plante allá visto antes.

Los marines espaciales encabezaban el avance con un Castor y el Capellán Argias junto con el mariscal de los templarios negros. Los tres iban a buen ritmo mientras cantaban a pleno pulmón el himno del xeno. Poco a poco, Astartes y no Astartes fueron sintiendo una furia justiciera en su interior que les daba fuerzas para afrontar la última batalla, un ardor que solo se apagaría matando a los enemigos del Imperio y del a humanidad.

Gloria al Imperio, Gloria al Emperador
Gloria a la muerte del xeno
Yo soy un arma al servicio del Imperio
Yo soy el adalid de la justicia
Yo soy el verdugo
Yo soy el segador de xenos

No hay miedo
No hay misericordia
Solo muerte para el xeno
Solo fuego para el alienígena
que solo quiere ver arder el Imperio

Poco a poco se fueron uniendo más voces al coro dando al avance Imperial una fuerza y una sonoridad que parecía más bien un grupo de fieles entrando al templo dorado de Terra. Un avance coordinado, cantando al unísono como una sola voz… aquel espectáculo hizo estremecerse a los herejes e incluso a los pielesverdes, pero aquello, jamás lo reconocieron.

La localización de la esfera era en la parte más elevada de la nave siniestrada, que, para más inri, debido a los procesos cataclísmicos que estaba sufriendo el planeta en sus estertores de muerte, habían rodeado de lava y piedra la zona elevándola todavía más. Por cada ladera de esa montaña de nueva formación se estaban reuniendo los ejércitos, todos ellos compuestos de infantería ya que para los tanques era imposible poder maniobrar por la escarpada montaña… demasiados obstáculos que sortear.

Los Imperiales tenían en la arista izquierda a los orkos y en la derecha a los tiranidos. Ambos ejércitos eran injentes en número de tropas, los orkos habían experimentado un frenesí reproductivo y sus dos kaudillos estaban en cabeza, el kanijo y aztuto Rikkit y el bruto y duro Godbarg, los cientos de orkos rugieron en desafió que fue respondiendo por unos soldados imperiales enfervorecidos por los capellanes, retos e insultos mientras Laocastos giraba su yelmo hacía la derecha para poder ver quien lideraba a los tiranidos… ese tirano de enjambre, con el cuerpo maltratado de Benahia Ira, su antiguo capitán adherido al quitinoso torso del enorme xeno… aquel insulto sería ajusticiado sin duda alguna, el salamandra avisó a Castor, el único veterano de la unidad después de la perdida de Numaios y de Jaden… ambos juraron venganza y el odio creció todavía más cuanto la marioneta de Benahia rugió con su voz un estridente grito que llegó a los oídos de los marines espaciales – VEEEENNNN….GAAAAA….NN…ZAA – aquello fue perturbador, pero fue suficiente para Castor, el cual, apoyado por sus hermanos de la deathwatch alzó el cruzius arcanum e inició la ascensión seguido por cientos de hombres del Imperio.

La situación pintaba mal para el Imperio, eran superados en número y pronto chocarían los cuatro ejércitos a los pies de la esfera.

El puente de mando estalló en una lluvia de chispas y se iniciaron fuegos secundarios. Nerium yacía inconsciente con una brecha en el rostro sobre su consola mientras Rose, agarrada al pasamanos con los nudillos blancos comenzaba gritar ordenes - ¡Toda la potencia a los escudos de estribor! ¡Timonel! ¡Viraje de cuarenta y cinco grados, ceñida menos cuatro, velocidad máxima! – la nave comenzó a virar mientras los tecno adeptos direccionaban la energía hacía estribor - ¡Baterías de estribor! ¡FUEGO!

La salva fue disparada casi a bocajarro contra el acorazado traidor, la batalla estaba siendo encarnizada, se habían perdidos demasiadas naves pero debían abrir un pasillo para que los templarios negros desembarcaran a las tropas en un descenso en cápsulas de desembarco. La “Aquila primaris” hizo un ligero picado descargando todas sus baterías de estribor contra el costado desprotegido del acorazado. La violenta descarga hizo saltar por los aires las pantallas de vacío hasta que entro en juego la segunda sección de armas que disparó con una precisión fruto de la experiencia y la desesperación. Los proyectiles horadaron el costado de la nave herética abriendo una enorme brecha que Rose aprovechó al máximo - ¡Flecha! ¡Veritas! ¡Concentren los torpedos en la brecha, de prisa! – ya solo quedaban dos escoltas en toda la flota y estaban protegidas tras el enorme corpachón de la “Aquila Primaris”. La pareja de fragatas salió de su escondite con facilidad y se encararon de proa con la nave enemiga gracias a su capacidad de maniobra. Los torpedos santificados fueron vomitados de las toberas de dos en dos hasta que en el espació hubo un total de doce torpedos directos hacía la nave del caos.

Las defensas de la nave destruyeron cuatro torpedos conforme se acercaban, dos salieron muy desviados y se perdieron mientras que el resto, salvo uno impactaron por otras secciones de la dañada nave… esa excepción entró limpiamente por el enorme agujero del costado y detonó en cuanto encontró la primera barrera solida. La detonación fue brutal y la nave de mando del caos fue destruida por completo cuando una violenta explosión alcanzó el corazón de la demoniaca nave y esta, sencillamente, murió.

Los cruceros “Servicio” y “Sigiloso” se colocaron al costado del “Aquila Primaris” y se dirigieron directamente al planeta mientras la enorme nave tiranida caía sobre ellos a la vez que tres cruceros del caos se fijaban en ellos - ¡Astartes! ¡Ahora! – bramó cuando poco después la “Pena de Muerte” surgió de la oscuridad directa hacía el planeta para desembarcar a los marines que tuviera abordo… fue una maniobra arriesgada pero necesaria.

Rose, con gesto tranquilo se echó hacia atrás un mechón húmedo pro su sudor y cogió el comunicador, conectó ella misma con toda la nave – a todos los puentes, ha sido un honor servir con todos ustedes, el Emperador protege y que os tenga en su gloria – sabía que iban a pagar un alto precio, el acorazado estaba dañado, tenía perdidas estructurales en babor donde había sufrido más castigo y en la pantalla táctica se habían unido dos fragatas más a las fuerzas del caos, sabía que no iba a aguantar ese envite y más todavía cuando la “Sigiloso”, situada a babor, fue partida en dos por un enorme kraken que se adhirió a su casco con sus musculosos tentáculos los cuales fueron combando la estructura hasta partirla… por suerte, la rotura se hizo donde el generador de plasma y este entro en cascada critica hasta estallar llevándose consigo al kraken… pero a Rose, lo que más le preocupó en ese momento no fue ni la nave tiranida ni las del caos sino más bien, un nuevo grupo de contactos que apareció en pantalla y que los cogitadores habían identificado rápidamente como naves eldars.

La marcha se detuvo por la mitad del monte de ríos de lava, acero y tierra. Los Imperiales habían sido atacados de frente por los tiranidos mientras los orkos se habían centrado en los heréticos.

Demetrius, Jonah y Eva estaban allí también, en primera línea, mezclados con marines espaciales y guardias imperiales. Se enfrentaban con furia a los tiranidos que era la primera vez que se enfrentaban a ellos y esa inexperiencia, sumado a sus heridas les costó más de un susto. La lucha era desigual y cada centímetro de tierra que lograban avanzar costaba sangre y fuego. Eva y Jonah luchaban codo con codo, la pistolera de las sororitas abatía a los gantes de dos en dos, Jonah, en cambio, se centraba en los monstruos más grandes como guerreros o mantifex, su rifle anti abominación daba buena cuenta de ellos aunque le costaba más de una docena de disparos acabar con alguno de ellos. Durante una parte del combate, se vieron rodeados por completo y aislados del grupo principal de Imperiales, habían avanzando demás sin darse cuenta y eso les había puesto en una mala situación ya que un carnifex visiblemente herido se fijó en ellos y aulló con fuerza dirigiendo una terrible carga contra ellos. Sin espacio para maniobra ni una retaguardia a la que huir, ambos comenzaron a disparar sabedores de que iban a morir por la carga de semejante tiranido; la gran mayoría de los proyectiles y haces de energía rebotaban contra el enorme corpachón protegido por una dura quitina, tan gruesa como el blindaje de un tanque imperial. Quedaban pocos metros ya hasta que Eva y Jonah sintieron un profundo calor a su derecha, Demetrius había aparecido con su rifle de fusión abriéndose paso con tan potente arma, se puso delante de ellos sin temor alguno y cuando el carnifex estuvo a escasos metros, apretó el gatillo vaporizando el pequeño cráneo del xeno matándolo en el acto. Eva y el sargento le debían una a Demetrius.

Rose no daba crédito, los eldars entraron a tropel en el vasto campo de batalla espacial arremetiendo contra los herejes con tácticas hostigadoras. Varias naves Eclipse surgieron desde una órbita alta atacando a las naves menores con sus poderosas lanzas de energía. Las placas de blindaje superiores de las fragatas del caos saltaron por los aires mientras las naves alcanzadas con intensidad fueron escorándose muertas en apariencia, sin detonaciones ni violencia, una muerte rápida e indolora. Las naves ascendieron pasando por la formación Imperial como si nada, sin atacarles.
Rose era leal al Imperio, promulgaba con aquello de “aborrece al xeno”, los detestaba como cualquier otro ciudadano imperial, pero ante todo, no era estúpida, aquella situación debía aprovecharse y estaba claro que lo haría.

-¡Viraje de ciento ochenta grados hacía estribor! – gritó rápidamente, tenía que darle el costado de estribor a los tiranidos, de lo contrario les estaría poniendo en bandeja su nave por la parte más dañada - ¡Que todas las cubiertas disparen a la mínima!

La poderosa “Aquila Primaris” fue dirigiendo toda su línea hacía estribor mientras sus propulsores principales y de maniobra ponían toda la potencia de la que disponían en los calentadores. El giro fue lento y algo precipitado pero no había otra opción. Las fuerzas del caos estaban centrándose en los eldars mientras que la enorme nave enjambre se dirigía directa hacía la nave de la almirante Rose. Las baterías de babor abrieron fuego en abanico contra varios krakens que se acercaban dañándolos levemente mientras “Servicio”, de frente, vaporizó la parte ventral de uno de los krakens con sus lanzas de proa modelo Marte. El crucero comenzó un ascenso para dar su costado contra la nave enjambre a la vez que las dos corbetas supervivientes, “Flecha” y “Veritas” disparaban su última salva de torpedos contra los krakens. Ambas naves biológicas murieron por culpa de la enorme carga de muerte lanzada y que las esporas que las protegían no lograron contener. Aquellos malditos y enigmáticos eldars les estaban dando una oportunidad dorada como el trono de Terra.

El avance Imperial estaba llegando a un punto totalmente muerto, y con muerto en lo más literal de la palabra pues las bajas de los imperiales iban en aumento a cada segundo que pasaba, la situación no era nada halagüeña y solo los marines espaciales se mantenían firmes, solo ellos y unos pocos guardias sin contar a la hermana de batalla y a los dos stormtroopers inquisitoriales.

Magnus había tomado el mando improvisadamente después de la muerte de Emil, el especialista estaba dirigiendo a los pocos que le escuchaban gracias al asistente de Emil, Wolfgang. Su vox no paraba de escupir palabras de aliento y aunque a Magnus le faltaba el tino de un buen oficial superior, convencía a algunos para que tuvieran una buena muerte, como todo soldado de Krieg ansiaba.
Ava se estaba quedando sin munición del bolter pesado, centrándose en las bastas hordas de gantes los abatió a docenas con cada ataque que realizaba, su arma humeaba por la bocacha y amenazaba con fundir el cañón de su arma sino le daba tregua; una tregua que, si se la daba, le costaría la vida a muchos hombres. Magnus había cerrado filas con un soldado que no conocía, que solo sabía que pertenecía a la inquisición ya que en su uniforme desgastado y roto aún brillaba una enorme “I” plateada. Ambos, con sendos rifles de fusión fueron dando buena cuenta de las criaturas de mayor tamaño y que al matarlas, parecían confundir o aturdir brevemente a los tiranidos de menor tamaño, desde que se habían dado cuenta de ello, guardaban la munición para los de mayor tamaño.

El enorme ogrete había perdido a, como él decía cariñosamente, “pequeño tú”, aquello lo hizo entrar en una profunda furia asesina y comenzó a dar mamporros con la mano abierta y su arma. A algunos les dio la impresión de que cuando el temible y descontrolado ogrete se acercaba a los gantes o guerreros tiranidos, estos lo miraban con cierto temor hasta que la vasta mente enjambre les mandaba un latigazo sináptico y se lanzaban rugientes contra el ogro, el cual, los bateaba con su arma mientras echaba espumarajos por la boca y gritaba frases inconexas y sin sentido.

Linus Medraut guardaba las distancias, no era un soldado propiamente dicho pero sabía manejar un arma, cosa que demostró. Linus también lucho junto a una extraña pareja, un suboficial de la inquisición y una solitaria hermana de batalla. Los tres abatieron a docenas de gantes, pero por más que mataran, no se lograba avanzar hasta que llegó una lluvia negra de llamaradas. Los templarios negros habían desembarcado rompiendo las líneas tiranidas al caer sus cápsulas de desembarco en mitad de su marea de garras y dientes.

Cissna se había reunido con otros psíquicos de todas las compañías de guardias y habían formado un coro psíquico de gran poder. La congregación de poder fue tal que la lava más cercana se congeló entre terribles siseos mientras los psíquicos invocaban terribles tormentas psíquicas sobre sus enemigos… el coro fue formado por doce psíquicos que entraron en comunión debido a lo extremo de la situación.

Cehetel y Vehuel rugieron con fuerza y redoblaron los esfuerzos de sus hombres sumados a los marines de la deathwatch y los puños imperiales supervivientes. Formaron en cuña y se lanzaron violentamente al frente. Era un espectáculo realmente bello ver a Vehuel luchando, el capitán de los ángeles sangrientos. Había perdido su yelmo por la garra de un guardia tiranido. El capitán hizo justicia a lo que decían los rumores, parecía el vivo retrato de Sanguinius, aunque era claro que no era él, no tenía sus angelicales alas ni medía más de tres metros, pero si que compartía un rasgo inequívoco, la furia homicida que desataron los ángeles sangrientos en aquel momento fue brutal. Enseñaban los colmillos, gritaban juramentos de odio eterno, mordían a los xenos que se ponían cerca y les desgarraban la carne de sus cabezas. La sed de sangre, su maldición los estaba dominando lanzándolos a combates más allá de sus posibilidades. Varios marines murieron aplastados por un carnifex, otros por mareas rugientes de hormagantes… pero fuere como fuere, aquella carga demencial de honor y sangre les hizo llegar hasta las nuevas posiciones de los templarios negros los cuales se defendían con uñas y dientes; pero aún con ello, las tropas imperiales se volvieron a empantanar y lo único que les sorprendió fue que la esfera estaba ya cerca y que una detonación de color azul eléctrico sacudió las filas de los tiranidos, todos se giraron sorprendidos y no dieron crédito a lo que vieron, ni el propio Cehetel, el cual escupió con asco al ver lo que se les estaba echando encima.

La “Aquila Primaris” había podido completar el giro gracias al noble sacrificio del capitán Berjen y de la tripulación del crucero “Servicio”. Rose musitó una breve plegaria por sus almas pero se centró en lo que debía, tenía una batalla que ganar y el enorme y último rival que quedaba en pie ocupaba todas las pantallas de observación, la bestia tiranida de proporciones titánicas sacudía sus enormes tentáculos de alimentación y se acercaba a velocidad constante hacía el acorazado imperial.

Las dos corbetas acosaban a la enorme nave por la zona ventral, pero no lograban más que provocar daños leves en los enormes músculos que movían aquellos enormes tentáculos. Rose les ordenó retirarse, que fueran con la flota auxiliar. No tenían torpedos y sus armas de bajo calibre comparadas con las de un acorazado o un crucero no estaban haciendo nada… demasiadas bajas ya para el Imperio; Rose decidió salvar aquellas dos naves.

-Quince segundos para distancia óptima de disparo – dijo Hydrangea en voz alta cuando verificó los vectores de ataque de las baterías de estribor.

-Señora – comenzó Anturium, quien vigilaba la matriz augur – Las barcazas de batalla Astartes se han puesto en posición de disparo, abrirán fuego con los cañones de bombardeo en cuanto tengan línea clara de disparo… pero – frunció el ceño – la posición del “Pena de muerte” lo sitúa a popa y muy por encima de la nave tiranida… - aquello era malo, potencia de fuego desperdiciada en la parte superior donde el blindaje quitinoso era más resistente. Rose chasqueó la lengua, irían con todo lo que tenían, ya todo estaba hecho.

Las naves eldars estaban dando cuenta de los últimos vestigios del a flota del caos, solo un crucero de la clase Idolatra había logrado saltar a la disformidad, con su trabajo hecho, una enorme nave de batalla eldar salió de su campo de distorsión y, para sorpresa de Rose y de toda la flota Imperial, liberó de su campo de acción magnética una nave Imperial, el crucero Imperial perdido, el “Sanctum” – Lamento la intromisión Gran Almirante Rose Ricinus, y lamento haber secuestrado este crucero, pero era necesario para ganar la batalla. Los caminantes de las estrellas siempre velaremos por el equilibrio – la enorme nave desplegó su velamen, se trataba de una nave modelo acechador de la disformidad que rivalizaba en tamaño con muchos de los acorazados imperiales - Bhi se chomh dorcha gur cheapamair go raibh an oichie tagtha – fue lo último que dijo el brujo eldar antes de desaparecer él y su pequeña flota. Activaron las pantallas de ocultación y se esfumaron justo antes de que el “Sanctum” les disparara a bocajarro después de recuperar los sistemas tras pasar semanas atrapados bajo el influjo de una poderosa y extraña arma que inutilizo todo el crucero. Fuere como fuere, los Imperiales contaban con un nuevo crucero intacto que en su interior transportaba a los santificados caballeros grises.

El crucero dirigió su potencia a los motores para ponerse en posición para la descarga final coordinada y también para poder teletransportar a las fuerzas terrestres que llevaba en su interior con un capitán Dierk furioso y ansioso por entablar batalla en la superficie.

¿Tau? Una docena de tanques gravíticos se acercaban a la batalla disparando sus aceleradores lineales o cañones iónicos. Las enormes descargas energéticas estaban abriendo profundos agujeros en las filas tiranidas y estaban ignorando por completo a las fuerzas Imperiales. Vehuel, Castor y Cehetel, por mucho que odiaran al xeno, tenían que aprovechar, como hizo Rose, la ayuda prestada; por muy indeseada que fuera, los alienígenas no disparaban en su dirección y eso, aunque a regañadientes, era algo de agradecer.

Los tau estaban logrando desempantanar a las posiciones Imperiales, las cuales avanzaron raudas hacía la cima. Esta vez fueron Castor, Laocastus y Ariarkus, dirigidos por su nuevo líder, Deuteros, quienes dejaron atrás el resto de fuerzas que debatían entre la vida y la muerte en combates personales.

Los orkos y los herejes también estaban llegando a la cima y los cuatro marines de la Deathwatch empezaron a enfrentarse a ellos, ya daba igual, hereje, xeno… todos debían morir y eso hacía el bolter tormenta de Deuteros, el cañón de fusión de Laocastus, el cruzius de Castor y el bolter pesado de Ariarkus, su lanzamisiles reposaba sin munición.

Lo cierto fue, que cuando el enorme tirano de enjambre con el cuerpo de Benahia Ira adherido a su costillar, los marines decidieron dejar de lado a orkos y herejes para abalanzarse contra el enorme tirano. El fuego combinado de los devastadores y del táctico fue suficiente para ablandar la coraza externa del tirano, el cual retó a los marines por la violada boca de su antiguo líder. Aquello solo sirvió para cabrear aún más al capellán, el cual, saltó hacía delante con el cruzious chisporroteante cargado de energía. La santificada y poderosa arma reventó uno de los hombros del tirano, pero este se zafó de castor con una violenta patada. Castor aterrizó sobre el suelo metálico de la nave estrellada y se quedó parado.
Todos notaron el olor a ozono por encima del fecyleno y la cordita, por encima de la lava y el sudor, por encima de la muerte y la sangre. Alguien se estaba teleportando y la duda de quién sería quedó disipada a los pocos segundos.

El capitán Dierk entró en escena acompañado de todos sus hombres, diez hermanos de batalla, cuatro exterminadores y cinco justicar. Dierk balanceó su enorme alabarda de energía y se giró para encararse con el tirano, parecía dispuesto de darle muerte al herido xeno, pero se detuvo por el enorme grito que profirieron Castor y Laocastus. No fue difícil reconocer la necesidad de venganza de ambos marines y Dierk, les dedicó un tosco asentimiento de cabeza y desapareció a una tremenda velocidad estrellándose contra los herejes.

Los ultramarines, Deuteros y Ariarkus aceptaron aquella gesta personal y apoyaron a Dierk despejando su camino de pieles verdes.

¡Fuego! – gritó Rose para observar cómo se desplegaba toda aquella muerte contra la poderosa nave tiranida. Los cañones de bombardeo, lanzas y baterías de macro cañones, torpedos de plasma… todo disparado y centrado en una única nave enemiga. La enorme nave tiranida se convulsiono con fuerza al sentir como empezaba a morir su enorme masa biológica que desafiaba la mera existencia orgánica. Los impactos de las cabezas armadas disparadas contra ella comenzaron a detonar y a horadar su tremenda coraza quitinosa, penetrando cada vez más y más en su interior hasta alcanzar las partes más blandas. Los poderosos corazones de la nave tiranida comenzaron a morir uno a uno en violentas explosiones y la reina tiranida que moraba aquella nave lanzó un último grito de desafío, un grito que se escuchó y se sintió en la psique de cada ser inteligente a varios años luz de distancia.

El tirano de enjambre sintió aquella inminente muerte y se lanzó mal herido contra Castor y Laocastus. El salamandra se había quedado sin munición y empuñaba su cuchillo de combate monofilo, dispuesto a darle muerte con sus propias manos y junto a su hermano Castor.

Ambos esquivaron la carga, pero no las cuchillas que llevaba en dos brazos. Castor perdió asidero y sintió un dolor lacerante en la pierna derecha cuando la garra del tirano perforó la ceramita. Laocastus, en cambio, sintió esa misma punzada de dolor en el torso. Ambos marines sangraban pero aquello no les impidió cargar contra el monstruo.
Laocastus clavó su cuchillo en una de las piernas mientras Castor le asestaba un golpe en la cabeza con cruzius arcanum haciendo que saltaran varios dientes. El combate estaba siendo muy difícil, ambos marines lloraban de rabia al ver el funesto final que había recibido su amado y respetado capitán

Al final, Laocastus, después de esquivar un poderoso garrazo del tirano, le clavó el puñal hasta la empuñadura en donde hubiera estado el corazón de Benahia, el salamandra, después de aquello se fustigaría durante meses y realizaría ritos de purificación por su acción… pero fue lo que brindó la victoria sobre la horda tiranida en tierra, ya que Castor, aprovechó ese momento de flaqueza para darle el golpe de gracia. Tanto en la órbita como en la superficie, los tiranidos habían sido derrotados, los herejes estaban siendo superados gracias a los poderosos caballeros grises y los orkos huían despavoridos después de que Ariarkus abatiera con una certera salva a Rikkit y Deuteros, blandiendo la espada de energía de Numaios, decapitó en un cruento duelo personal a Godbarg. Todos recordarían a Deuteros por enfrentarse a un orko que casi lo duplicaba en tamaño él solo, todos relatarían como el ultramarine decapitó al orko después de haberle hecho hincar la rodilla en el suelo, después de que el piel verde le arrancara de cuajo el brazo izquierdo a Deuteros, qué, a pesar de la pérdida del miembro y del consecuente shock, se sobrepuso demostrando lo superiores que eran los astartes y acabó con el enorme orko con un único y letal ataque.

Las tropas imperiales habían salido victoriosas de aquella batalla que pasaría a los anales de la historia imperial como “La batalla del planeta muerto”, ya que justo después de recuperar la esfera, tuvieron que ser evacuados cuando el planeta llegó al punto crítico de su final. Se perdieron cientos de vidas, pero el Imperio salió fortalecido de aquella batalla, aunque, aún no sabía cómo explotar la arcano tecnología de la esfera, y aún, les quedaba un viaje de vuelta al corazón del Imperio.

+++++++++++++++++++Honores de batalla+++++++++++++++++++

Demetrius fue ascendido a teniente y Jonah ascendió a capitán tras la muerte de Pol Juif durante la batalla. Ambos supervivientes fueron destinados a primera línea liderando células contra cultos de herejes en docenas de mundos del sector.

Eva, volvió a su mundo Schola progenium donde llevó los restos mortales de Aurelia y la enterró como una santa en vida que fue. Desde ese día, Eva ascendió a hermana superiora e instruye a otras hermanas.

Magnus ascendió a teniente tras la batalla.

Ava fue destinada a los enormes campos de instrucción de Krieg.

Linus Medraut forjó una nueva alianza entre Marte y Krieg quedando como máximo responsable del suministro de armas y vehículos de más de quince compañías de Krieg.

El ogrete, Tronchahuesos, fue destinado a un nuevo cuerpo de ogretes de Krieg, quedando este al mando del grupo principal.

Cissna, el único superviviente del coro de los doce, fue destinado a la formación y captación de psíquicos latentes en Krieg. Aquello se granjeo una investigación por parte del Ordo Hereticus, pero aquello quedó paralizado a los pocos días de empezar.

Deuteros, Ariarkus, Castor y Laocastus, hoy en día, siguen formando un kill team luchando contra las amenazas xeno bajo el amparo del Ordo Xenos.

END CREDITS

 

Gracias por haber aguantado a pesar de todo, gracias por ser tan buenos jugadores. 

Gracias