Partida Rol por web

—Yo tomaré vino si es usted tan amable, señor Terrigan —le dijo Payne al tabernero regalándole una sonrisa angelical.

Dejó que los hombres que la acompañaban hicieran su pedido y después siguió hablando con Terrigan.

—Estaba preguntándome si podría usted ayudarme —prosiguió—. Busco a un hombre que se apellida Poscurian y me han dicho que frecuenta su local. ¿Sabría usted dónde puedo encontrarlo?

- El Ojo Elemental Arcano... - Pronunció con tono solemne. - Una religión perversa y retorcida que venera a un Dios de destrucción y Caos. La religión del Mal Elemental. - Contó el anciano. - Sus huestes de dementes seguidores asolaron estas tierras hace algo más de una década. - Habló el sabio. - Dicho mal fue extirpado de raíz. - Asintió varias veces. - Puedo contaros hasta donde yo sé, pero no sin antes veros la cara y saber vuestro nombre. Como gesto de buena voluntad me presentaré primero. Mi nombre es Toradiche Nem y regento este pequeño negocio, en el que vendo algunos artículos y pócimas mágicas y sobre todo, información. Y como he dicho, la vendo y para obtenerla, deberéis pagar un previo. - Afirmó. - La voluntad. - Sentenció. - Aunque claro está que a cuanto más generoso os sintáis, más refrescaré mi memoria. - Sonrió acto seguido.

- Nierethi Poscurian... - Comentó el tabernero. - Si, le conozco. Suele venir por aquí. - Comentó. - Aunque hace algunos días que no le veo. - Se encogió de hombros. - Dicen que frecuenta la vieja barbacana del foso. - Soltó alegremente. - Es algo así como un buscador. Indaga mucho en los temas del pasado, ¿saben? - Sonrió. - No obstante, es el trasgo más inteligente con el que me he topado nunca... 

«Así que un trasgo...»

—Háblame de esa barbacana del foso, Terrigan. ¿Qué podía estar buscando Poscurian allí?

Suspiro con fastidio. Este anciano quiere verme a saber por qué perverso motivo y que le dé mi nombre; posiblemente pretenda usar ese conocimiento para lanzar un embrujo contra mí más adelante. Y, además, no llevo nada conmigo de lo que me gustaría desprenderme a cambio de la información que pueda darme.

Podría salir volando de aquí y volver esta noche, cuando esté durmiendo, a consultar sus libros. Pero son demasiados y no quiero perder el tiempo descartando una soporífera lectura tras otra. Será mejor ofrecerle algo que desee y la promesa de obtener más en el futuro.

Me basta un pensamiento para materializar junto al alfeizar de su ventana una criatura ilusoria que actúe por mí. Una joven de aspecto frágil e inocente, que encandile a este viejo depravado.

—Me llamo Mydolinne —miento como un condenado, haciendo que mi marioneta mueva los labios al ritmo de mis palabras y parpadee coquetamente como he visto hacer a las estúpidas hadas del Bosque Nudoso— y estoy segura de que vuestros conocimientos bien valen el rescate de un rey. Está claro que sois muy sabio e instruido y esas son cosas que encuentro muy atractivas en un hombre. Por desgracia, allí de donde vengo, pagamos con consejos, amistad, flores y frutas los servicios de nuestros allegados. Me temo que no estoy familiarizada con los usos y costumbres de los humanos.

»Si me dais ocasión de serviros de algún modo a cambio de compartir conmigo algo de vuestro inmenso conocimiento, estaré encantada de complaceros. O, si me indicáis dónde puedo conseguir aquello que queréis, trabajaré incansable para conseguíroslo.

»Estoy desesperada y haré lo que sea preciso para evitar que el gran mal que habéis anunciado acabe con todos nosotros. Las raíces de esa religión perversa eran más profundas de lo que nadie imaginaba y, aunque su tronco haya sido talado y el árbol parezca haber desaparecido, crece bajo la tierra y germirá de nuevo muy pronto. Puedo sentirlo en mis frágiles huesos.

- Ese trasgo es un buscador. - Respondió el posadero. - Busca cosas en la barbacana y a veces encuentra algo, ¿sabe? - Se encogió de hombros. - Es lo que se llama un chatarrero... - Carraspeó. - Vende lo que encuentra, de eso vive.

Terrigan siguió hablando mientras servía jarras de cerveza y una moza las iba recogiendo y llevando a las mesas.

- La barbacana es actualmente una fortaleza en ruinas. - Comentó sin mucho interés. - Se cuentan todavía historias de los monstruos que la poblaron y las batallas que se libraron, pero a día de hoy, naaah... - Negó con la cabeza. - ...no queda nada de lo que fue. Sólo ruinas.  - Miró de nuevo a Payne. Parecía que no estaba contenta con la respuesta. - Está a unas diez millas de aquí, siguiendo la carretera del pueblo maldito de Nulb. Aunque esa carretera está llena de maleza. Es una zona muy accidentada. Hay que desviarse para llegar a la barbacana. La construyeron sobre un lodazal, ¿sabe? Los clérigos de la religión del Mal Elemental la frecuentaron, pero ya no queda nada de eso...

- ¿Lo que sea... preciso? - Repitió Nem con un sonrisa algo maliciosa en el rostro. - Bueno, bueno... - Asintió varias veces con la cabeza. - Vaya, esa respuesta no me la esperaba, ¿yo? - Se mantuvo pensativo unos instantes. - ¿Sois nueva en la villa, verdad? Y venís a bueno... - Meneó la cabeza de lado a lado. - ...venís persiguiendo unas visiones sobre un gran mal que espera dormido y que en cualquier momento puede despertar para asolar el mundo, ¿eh? - Asintió varias veces con la cabeza. - Supongo entonces, que no tenéis donde descansar, ¿verdad? Y tendréis que descansar. - Miró fijamente a la mujer de raza élfica. - Yo soy un anciano y hay algunas cosas que ya no puedo hacer solo. Podríais quedaros en mi casa. Me ayudáis con mis... tareas... y yo os cuento más sobre... - Carraspeó. - ...sobre lo que queréis saber. ¿Qué os parece?

Ah. De nuevo El Mal Elemental.

—¿Sabe usted a quién vendía Poscurian sus hallazgos de la Barbacana? ¿Y por qué ha dicho que Nulb está maldito? ¿Es literal o figuradamente?

- Pues... a arcanos principalmente. - Se encogió de hombros. - Al mago Spugnoir, a el sabio Nem o a el elfo... Nubric se llama. - Negó con la cabeza. - Pero tampoco estoy muy seguro de ello, la verdad. 

Entonces llegó la pregunta sobre Nulb. 

- Nulb es un pueblo fantasma en todos los sentidos, señora. - Confirmó el tabernero. - Es un villorio que fue creado por la gente que comerciaba con los del templo. - Se acercó al oído de Payne. - Mala gente, ¿sabe? - Se alejó. - Ahora dicen que hay fantasmas. Yo no iría por allí, le verdad...

Este anciano degenerado quiere llevarme a lo oscuro. O, para ser más preciso, quiere llevarse a la inocente e insulsa Mydolinne sin saber realmente qué es lo que mete en su casa. Quizá, después de todo, no sea tan sabio.

—Por supuesto. Puedo encender un fuego, barrer, cocinar, trenzar una corona de flores... —intento pensar en más cosas que hagan las mujeres humanas, pero la verdad es que no se me ocurre ninguna—. Y todo eso. Decidme cómo puedo serviros mientras me contáis cuanto sepáis de ese templo maligno y sus cultistas.

Al menos, hasta que me aburra de escuchar o atender tareas domésticas, lo que suceda primero.

- ¿Sabéis barrer? - Abrió la puerta de su polvorienta casa. 

Era evidente que aquel hombre no barría demasiado. Quizás era él el que no sabía, pues aquella casa estaba cubierta de polvo. De hecho, no se distinguía bien si el color de los baldosines del suelo. Señaló el suelo. 

- Esto debería... barrerse... - Dijo. - Allí tiene una escoba y un recogedor. - Señaló un armario junto a un horno de leña.

- ¿Y decís que habéis tenido una visión? - Negó con la cabeza. - No sois la primera que viene con esas, ¿sabe? Mucha gente viene hasta aquí comentando que ha sido elegida por algún tipo de dios o algo por el estilo. 

—¿Y tenéis constancia de que haya más de esos visionarios en la ciudad en estos momentos? —pregunto, fingiendo un desmedido interés e ignorando "accidentalmente" sus indicaciones—. Porque a lo mejor son seguidores de ese culto perverso y habría que tener cuidado con ellos. Si sabéis dónde están, me gustaría saberlo. Para poder evitarlos, claro, ¿qué sería de una pobre fata inofensiva como yo si cayera en las garras de esos peligrosos cultistas? Es tan poco lo que sé de esa gente y tanto lo que vos sabéis, sabio Toradiche... ¡Qué suerte he tenido encontrándoos!

- ¿Ahora mismo? - Negó con la cabeza. - No, no tengo constancia de nadie en estos momentos. - Se acercó a una estantería y comenzó a leer un pergamino haciendo una pausa en la conversación. Señaló algo en uno de los pergaminos y luego volvió a mirar a la elfa. - Suelen ir y venir gente de tanto en cuento diciendo que son portadores de una profecía y buscan en las ruinas del templo, la barbacana, em Nulb o los alrededores. Algunos vuelven con baratijas otros no... - Se detuvo y miró entonces a la muchacha. - ¿Una fata? - Le preguntó. - ¿Habéis dicho que sois una fata?

—Sí bueno, una fata, una elfa... Mi madre era una ninfa y mi padre un leñador elfo, ya sabes cómo terminan esas cosas —comento con actitud distraída antes de volver al tema que me ocupa—. ¿No podríais enseñarme en un mapa de la región dónde están esas ruinas, verdad? No soy de por aquí y no estoy muy familiarizada con la geografía local. A propósito, ¿qué es un Nulb?

- Entiendo... - Asintió con la cabeza. - No sabía que ese tipo de uniones eran posibles... - Asintió varias veces con gesto analítico. - Tengo un mapa y muchas respuestas... - Dijo Nem. - Pero todavía hay mucho polvo en mi tienda. ¿No crees? - Se acercó a la elfa con la clara intención de tocarle en la espalda y mientras caminaba no se calló. - Seré bueno. - Sonrió. - Nulb es un pueblo fantasma. Fue un villorio creado por la gente que comerciaba con los del templo. Ahora está plagado de no-muertos.

Mientras mi marioneta se apresura para tratar de zafarse del contacto del viejo y fingir que coge la escoba, yo me cuelo por la ventana para ponerme a hacer las tareas domésticas en su lugar. No es que se me de muy bien coordinar sus manos con las mías, pero creo que el anciano no quiere mirar precisamente las manos de mi imagen ilusoria.

—Así que no muertos, ¿eh? Menudo fastidio. Dicen que huelen muy mal y que no son grandes conversadores. Con vos, en cambio, es muy fácil hablar y una experiencia maravillosa. Contadme, contadme más. Me encantaría poder ver ese mapa vuestro. Seguro que lo habéis dibujado vos mismo y me lo imagino con un montón de diminutas anotaciones certeras y de detalles minuciosos. Estoy segura de que las ruinas del templo pintadas en él serán tan realistas que me sentiré como si estuviera allí mismo...

- Ehm... no. - Desveló el anciano. - Tengo un mapa que quizás os sea de utilidad, pero no he ido nunca a esas ruinas. 

Toradiche se alejó unos pasos de la mujer mestiza. Quería un mapa y para que ella le entregara a cambio lo que realmente quería él, debía ser amable con ella, eso lo tenía claro. Empezó a rebuscar en unas estanterías hasta que dio con un viejo y polvoriento portamapas. Mientras la joven Mydolinne barría y mientras el viejo Nem miraba de reojo como lo hacía, pero sobre todo, como se movía desenroscó el tapón del portamapas y sacó un viejo plano de su interior desenrollándolo sobre una mesa.

- Ven pequeña... - Le dijo haciéndole una sea con el dedo para que se acercase hasta donde él estaba, sin duda para por fin tocar cacho. - ...te lo mostraré.

La hacendosa Mydolinne dibuja una ilusionada sonrisa en su rostro y ensaya un par de pasos vacilantes en dirección al anciano antes de comenzar a marearse y terminar sentada en el suelo como una muñeca rota.

—Vaya, parece que... no me encuentro muy bien... —se lleva una mano a la frente con gesto dramático— ¿Podríais acercarme un poco de agua? Necesito beber mucho para no secarme como una flor y hace demasiado tiempo que no bebo lo suficiente...

Aprovecho la distracción creada para coger discretamente el pergamino que consultó el viejo hace un momento y en el que hizo algunas anotaciones y también para apoderarme del mapa antes de salir volando por la venta. Esto me ahorrará mucho tiempo de estar buscando entre sus cosas y a cambio le dejo para siempre el regalo de una cara bonita que mirar cuando se sienta solo.

Incluso puede cobrar la entrada a su casa para que otros paletos vengan a verla. Creo que él sale ganando con el trato pero así de generoso soy yo.