Partida Rol por web

Casa de los Callahan. Washington D.C

13 de diciembre de 1985

18:25 horas.

  John guió a Edgar por las calles de Washington hasta un tranquilo barrio residencial. No estaba en la mejor de las zonas pero era un lugar tranquilo, con un parque muy cerca, un colegio de primaria y un hospital a unas pocas manzanas.

 Era un buen lugar donde formar una familia.

 La casa de John no era la mas grande de la calle, tampoco tenia el jardín mas bonito pero era su hogar.

En los alrededores no visteis coches sospechosos, ni gente extraña. Podría ser que todo fuera una amenaza vacía.

En las escaleras de la entrada esperaba una niña, con un abrigo azul y una bufanda del mismo color. Se alegro mucho cuando vio la furgoneta. Se levanto y corrió acia vosotros.

- ¡Papi!¡Que bien que vinieras, mami esta llorando arriba, no se que le pasa! y Darren se ha hecho caca y llora y Zoe también llora y no se que le pasa.- dijo la niña, sobrepasada por la situación.

John vio a su hija mayor en la calle. En realidad no era de su sangre pero eso no importaba a Callahan, no hacia distincion entre los niños de la casa. Estaba a punto de reñirla por estar fuera cuando la pequeña hablo.

John solto un gruñido entre dientes.- No te preocupes cariño, papi esta aqui.- dijo Callahan sabiendo que era demasiada casualidad que un pequeño drama se estuviera desatando en su casa justo en ese momento.

Bajo de la furgoneta y abrio la puerta de atras para sacar su querido martillo, despues de tanto tiempo juntos era como otra parte de el mismo. Tal como estaban las cosas nunca se sabia si podia necesitarlo.

- Edgar, Cindy, entrar conmigo. Es mejor que estemos todos juntos.

Edgar se permitió desconectar durante unos minutos y observar el panorama con una sonrisa. Era un lugar bonito. Comparado con su último alojamiento, era algo parecido al Paraíso, aunque no estaba de más recordarse que él lo había querido así. Sin embargo, cuando la hija de John le recibió con aquellas funestas palabras, sólo tuvo que sumar dos y dos para saber que nada sucedía por casualidad.

- No John, hazme caso. Entra tú, Cindy y yo daremos un rodeo. Si hay alguien con tu familia, los pillaremos por sorpresa, pero si no, necesitas un momento de intimidad. ¿Tienes una puerta trasera o un sótano? - Edgar ya estaba mirando alrededor. Él llevaba demasiado tiempo en alerta, y el cansancio empezaba a acumularse.

- Edgar, conozco a mi mujer, ella nunca dejaria a sus hijos llorando y se encerraria en una puta habitacion.- gruño a su compañero.- Necesito que entres y te ocupes de mis hijos, yo subire a por Carol. Los sacamos a todos y nos largamos.- Ese era el plan, asi de simple.

Saco las llaves de la trasera de su pantalon y saco una del llavero, dandosela a Edgar.- La puerta de atras, por el jardin, Susan os dira donde es.- dijo a su hija.

- Cariño, estas personas son amigos de papa, necesito que los ayudes y te portes muy bien ahora. Papa se encargara de todo.- dijo pasando la mano por la cabeza de la niña antes de entrar.

Edgar usó su encanto natural para caer bien a la muchacha y le guiñó un ojo, conciliador.

- Seguro que todo está bien, John. Vamos a ello - le hizo un gesto con la cabeza a Cindy para que le siguiera y se dirigieron a la parte trasera del edificio pegados a la pared - Cindy, ¿percibes olores? ¿Gente mala? ¿Como los del aeropuerto?

John se camino en dirección a la entrada principal, rapidamente, imaginando que algo terrible había pasado dentro de las paredes de su hogar.

Mientras Cindy, Edgar y una timida niña de diez años caminaron bordeando la casa hasta la parte trasera.

      Entrada delantera

                       Entrada trasera.

John se encamino a la entrada delantera temiendo lo peor, mientras Edgar, Cindy y una tímida niña de diez años daban la vuelta a la casa para entrar desde el jardín.

John entro en la casa y escucho la sinfonia de llantos de ambos niños a la vez. Su experiencia de padre le decia que uno estaba con la mierda hasta el cuello y la niña lloraba por solidaridad. No habia rastro de intrusos, ni desorden aparte de algunos juguetes tirados por el suelo y papilla en la pared.

La parte de atras de la casa era un pequeño jardín, con el césped cortado y unos muebles plastico apilados en un rindon, esperando la llegada del buen tiempo para ser usados junto la barbacoa del fondo. John se había convertido en todo un hombre de familia, sentado la cabeza y dejado atrás su época de correr por las calles con un martillo en la mano, detrás del maleante de turno.

Susan te dio la mano y te acompaño a la puerta. Era una niña lista, habría salido a su madre o a quien fuera su verdadero padre, se daba cuenta de que algo pasaba aunque todos quisieran tranquilizarla.

Cindy por su parte olfateo el aire del porche varias veces y asintió apreciando el residuo de su olor en aquel lugar, siguió olfateando y te señalo el suelo, detrás de una maceta, sin que la niña lo viera para no asustarla.

John se aseguro de buscar la hubicacion de sus hijos, comprobar si estaban bien, antes de subir las escaleras a toda prisa.

- ¡Carol!.- la llamo mientras subia los escalones de dos en dos.

  El niño estaba sentado en su trona, delante de la mesa del comedor. Se habia puesto perdido de potito y olia a caca.

 La niña se encontraba sobre el sofa. Lloraba para que le hicieran caso, o por estar asustada o por solidaridad. Al verte se sento y estiro los bracitos para que la cogieras.

Por mucho que llamaras a Carol no te respondia pero sabias que estaba en casa. Tuviste la intuicion de que algo no iba bien.

¿De quién sería esa sangre? El cuchillo parecía de cocina, por lo que era posible que la mujer de John se hubiera defendido. Pero, ¿dónde estaban todos? ¿O se habían marchado ya? El olfato de Cindy había demostrado ser infalible, pero no tenían por qué seguir en la vivienda. Edgar aprovechó un descuido de la muchacha y se puso entre ella y el cuchillo para que no lo viera, y usó la llave para abrir lentamente la puerta, dejando a la niña junto a Cindy.

Según la impresión que le daba, tenía pinta de ser casi todo un gran salón, así que escuchó primero antes de abrir definitivamente.

El sonido del llanto de los niños era un dúo insoportable. Aparte de eso escuchaste a John gritar el nombre de su mujer varias veces y correr escaleras arriba, con el mismo sigilo que una estampida de ganado.

Susan te miro esperando tu próximo movimiento mientras Sindy, intranquila, tenia la apremiante necesidad de entrar en la casa.

Al llegar al piso de arriba viste que la unica puerta cerrada era la de tu habitacion. Unas pequeñas manchas de sangre en el suelo te hicieron temer lo peor. No viste enemigos ni nada extraño pero seguia sin responderte.

Edgar echó en falta algo de hierro en sus manos, un arma, una pistola. Aquella situación era muy similar a otras tantas que había experimentado con el grupo, años atrás. En aquel entonces él usaba armas cortas, pistolas que le permitían moverse rápido y que no le dificultaban a la hora de golpear de cerca a sus objetivos. Pero ahora... ahora estaba solo, y por supuesto no iba a coger ese ensangrentado cuchillo.

Lentamente abrió la puerta, ojeando, para luego adentrarse pegado a la pared. Había oído a John ascender rápidamente, así que si alguien estuviera escondido para emboscarle, ahora sería cuando aparecería. Edgar se mantuvo atento a cualquier sonido. 

Aterrado y sin pensarlo dos veces, John se tiro contra la puerta sin preguntar si estaba abierta o cerrada. La sangre le habia alarmado demasiado.

- ¡Carol!, apartate de la puerta.- aviso un segundo antes de cargar contra ella.

Nadie respondio

La puerta cedio bajo tu peso y viste el bulto de tu mujer sobre la cama. Estaba palida, con un corte en cuello. Toda tu cama mostraba una gran mancha de sangre. Carol estaba medio desnuda y no parecia respirar.

John corrio al lado de su mujer y trato de ver si tenia pulso. Cogio un pedazo de tela de la sabana para taponar la herida.

- ¡EDGAR!.- grito a pleno pulmon. No queria creer lo que estaba viendo, ni pensar que Carol estuviera muerta. Necesitaba a su compañero, que el llamara a una ambulancia mientras el mantenia las manos taponando la herida.

- Tranquila Carol, ya estoy aqui. ¿Me oyes, cariño? Aguanta, te pondras bien.

Entraste en la casa.

Viste un espacio abierto, cocina america y un salón comedor de lo mas familiar. Junto a la mesa, una trona con un bebé dentro, manchado de un potito a medio comer e incomodo. El fuerte olor a caca hizo que Cindy diera un paso atrás, pisando un patito de goma sin querer, mientras se tapara la nariz con la manga.

  El niño era el vivo retrato de John y estaba de mala leche, incomodo por el peso de su pañal, reclamaba atención mientras amenazaba con tirar el resto del potito a quien se acercara, como venganza por dejarle tanto tiempo solo sentado en sus heces.

  La niña era un poco mayor, también lloraba. Ninguno parecía herido. Solo eran niños pequeños asustados que buscaban atención.

La pequeña os miro con los ojos muy abiertos, llenos de curiosidad y aun vidriosos por las lágrimas.

- ¿Sois mas amigos de mami?.- pregunto haciendo pucheros.

Cindy recupero un poco el olfato y miro arriba, otro olor llegaba a ella desde alli, uno de la ponia triste en lugar de alerta.

Escuchaste a John arriba, llamando a Carol a gritos. Los niños se encogieron cuando escucharon un ruido mayor y contundente, solo como si una puerta hubiera sido derribada de una patada. John volvió gritar, esta vez era un grito distinto, algo como nunca habías oido. Era dolor y rabia, desesperación.- ¡EDGAR!.- pidió tan alto que podías estar seguro que le habían escuchado en cuatro estados.

El olor a materia fecal pilló por sorpresa a Edgar, que arrugó la nariz nada más entrar. Sin embargo, su expresión mudó a una de lástima al ver lo que había sucedido con los pequeños. Algo MUY grave había tenido que sucederle a su mujer para permitir que esos niños estuvieran tan abandonados. O eso, o era una mujer repugnante, tampoco lo sabía. Sin embargo, cuando escuchó la voz de John, no tuvo dudas de que era la primera opción.

- Cindy, ¡ocúpate de los niños! - le dijo a la muchacha mientras salía corriendo hacia las escaleras sin mirar atrás. Estaba seguro de que la joven haría lo correcto.