Partida Rol por web

Rhivaun Quavein

Menzoberranzan

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18/04/2017, 23:16
Director

La Torre

Menzoberranzan, 1477 DR

La noticia de la repentina muerte de su madre le llegó una semana después, no pudo verla ni despedirse. Fue el último golpe que sepultó lo que podía quedar de inocencia en Rhivaun. Algo de él ya no vivía, apenas sobrevivía. Había deseado morir, pero no tuvo el valor ni la convicción para dar ese paso. Se encerró en la pequeña torre por largos meses, ese lugar encerraba misterios con los que no había soñado y era además su única garantía de vida. No había servidumbre, no había amigos, no había familia, solo había paredes y libros, y un laboratorio del que era encargado de limpiar.

Su tarea en un comienzo fue la de un sirviente que transportaba materiales y limpiaba herramientas para los experimentos que el mago hacía a diario, pero luego con el correr de los meses el hechicero le permitía leer alguno de sus libros y presenciar los encantamientos. Jeggred descubrió que el chico tenía mas talento que sus predecesores y le dio la oportunidad de demostrarlo. No solo lo instruía en conocimiento, sino que lo ayudó a sacar a la luz la naturaleza mágica de su sangre drow. Cuando logró dominar las llamas danzantes se sintió satisfecho, y decidió hacer público ese evento.

Al año siguiente, previo a las fiestas de Lloth, Jeggred presentó al joven frente a sus hermanos y a su madre, en la capilla que había en la casa. Argumentó que el chico había probado su valía mas allá de los límites que Olorae había descubierto en él, ahondando aún mas el recelo de su hermana. Cuando Rhivaun encendió las llamas danzantes en torno a él, la Matrona quedó boquiabierta. Como podía ser que un impuro tuviese la fuerza para manipular la magia de ese modo? Si su padre hubiese sido un noble, tal vez, pero de dónde venía ese chico? podía ser que alguien de su esa casa fuese el padre del chico? y si así fuese, sería su nieto? La Matrona no sabía con certeza su origen y ciertamente no le interesaba, pues el saberlo solo traería mas problemas. Sin embargo no podía dejar pasar el hecho de que Lloth había querido que asistiese a una de sus sacerdotisas y que había elegido su propia fiesta para cambiar el destino del chico como asistente de su mago, revelando así todo su potencial. - Lloth te ha bendecido, Rhivaun Quavein. Portarás la insignia de nuestra casa allí donde vayas, y serás públicamente reconocido como digno ayudante de mi hijo - dijo, segura de que la reina araña tenía un gran destino reservado para él.

Olorae sin embargo no pensaba igual, veía todo eso como un insulto a la supremacía de las mujeres de la casa. Lloth había sido burlada un año atrás y ahora lo era nuevamente. Por otro lado su madre daba prioridad a un mago macho sobre su bien merecida supremacía como sacerdotisa. Reafirmó sus votos de venganza, desde ese día la muerte de su hermano y su ayudante se convirtió en su obsesión.

Para Rhivaun las cosas fueron mejor, con la bendición de la Matrona obtuvo la libertad para caminar libremente en la casa. Podía incluso salir al distrito de Duthcloim, en dónde se sentía a gusto. En esas calles no había el prejuicio ni el elitismo que reinaba en el resto de la ciudad, allí todos lo veían como un drow auténtico y se encargaba de dejar claro que lo era haciendo uso de sus habilidades. Dentro de su casa, sin embargo, todos sabían que era Rhivaun Quivaun, por mas que portase la insignia, aún así solo Olorae lo miraba con desprecio.

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18/04/2017, 23:47
Director

La Academia

Menzoberranzan, 1478 DR

La vida de Rhivaun continuaba siendo de servicio, pero ahora con más privilegios y libertades tras un año de sombras. Había perdido todo vestigio de lo que había sido, ahora era un fiel seguidor de su maestro y obediente a las normas de Lloth que la Matrona imponía a todos. En parte por ello y en parte porque le resultaba útil a Jeggred, el joven comenzó a acompañar al mago cada vez que éste salía al exterior. La arquitectura de la ciudad era imponente, luces violáceas iluminaban a perpetuidad los edificios principales y las calles, la gran caverna principal tenía varios niveles, los mas elevados correspondían a Qu'ellarz'orl, dónde la casa Baenre tenía su sede al igual que el Concilio Gobernante, y Tier Breche, dónde estaba la academia de magos Sorcere, la de sacerdotisas Arach-Tinilith, y la de guerreros Melee-Magthere. Oscuras estalactitas surcaban el espacio interior, talladas con motivos de arañas y glyphos mágicos, aumentando la majestuosidad del lugar, y en el centro, la gran piedra central, Narbondel,  que se encendía al rojo vivo mediante la magia del Archimago, marcando el comienzo de un nuevo día.

En un principio solo iban en busca de componentes al Bazaar, pero luego comenzaron a frecuentar Sorcere. Las bibliotecas de la academia eran vastas, concentraban el conocimiento de milenios, era una de las mas grandes del Underdark y dentro de sus páginas se hallaba la supremacía de esta raza. Al menos eso pensaban los magos, que si bien estaban sujetos al mando de las sacerdotisas, eran los elfos que gozaban de mayor prestigio por su conocimiento y su poder. Jeggred pasaba horas leyendo tomos antiguos para perfeccionar sus hechizos, y durante ese tiempo Rhivaun se formaba en el conocimiento arcano. No estaba en edad de entrar a la academia aún, y difícilmente su condición se lo permitiera, no se entrenaba a impuros en ese recinto. Sin embargo se le permitió la entrada a la biblioteca, la insignia de la casa abría muchas puertas y ser asistente de un mago le permitía consultar libros incluso de las secciones mas antiguas. 

Había una temática que fascinaba a Rhivaun, el mundo exterior. No solo la superficie, sino lo que había mas allá. Aprendió que había mas de un modo de comprender el universo, el cual había cambiado tras el cataclismo, que no solo había afectado el Underdark haciendo desaparecer ciudades enteras, sino también los cielos. Mundos astrales y el caos primigenio consumían las horas del joven drow. Al cabo de un par de años era un erudito en el tema, aunque lo guardaba para sí, no era una área que a Jeggred le interesase en demasía. El conocimiento insondable y lleno de misterios absorbió completamente a Rhivaun, quien se encerró en los libros para dejar atrás una existencia de dolor.

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19/04/2017, 03:20
Director

El Bazaar

Menzoberranzan. Mantol-Derith. Sshamath. 1480 DR

En varias ocasiones los hechizos requerían materiales que no se hallaban en la ciudad, el Bazaar era inmenso pero aún así no tenía todos los extraños componentes que los grandes magos necesitaban para hacer su magia. Sin embargo el Underdark tenía otros puestos de comercio bajo sus cavernas. Mantol Derith era la ciudad comercial mas cercana a Menzoberranzan, llegar allí tomaba algunos días pero había patrullas que custodiaban los caminos. Jeggred y Rhivaun iban varias veces al año al lugar, que brindaba una variedad amplia de objetos provenientes de la superficie y otros confeccionados por otras razas que dominaban la región, los Duergar y los Svirfneblin. Armas, armaduras, artefactos ingeniosos y componentes para hechizos era lo que abundaba, a la vez podían encontrarse algunos esclavos a precios elevados provenientes de la superficie. Algo en el estómago del joven medio drow se revolvía al verlos, pero pronto continuaba su búsqueda de objetos mágicos tratando de dejar atrás esa sensación.

Solo una vez el mago de Auvryndar se dirigió hacia el sur en una travesía que llevó casi una semana por inhóspitos caminos, llevó consigo algunos guardias de la casa y a Rhivaun. Su destino, Sshamath. Era un lugar notoriamente diferente a Menzoberranzan, en lugar de estar gobernado por Matronas leales a Lloth, había un Concilio de Magos, cada uno de ellos especializado en un área, que tenía la autoridad en el lugar. Muchos medio drow, la mayoría de ellos mas humanos que elfos, eran tratados con total respeto así como todos los elfos oscuros sin status de nobleza. Aquellos que de algún modo seguían los caminos arcanos gozaban de los mayores privilegios. Había incluso mas de una religión, no solo Lloth era venerada sino sus hijos bajo la extraña forma de la dama enmascarada. La Masked Maiden era vista por la mayoría como una aparición de Eilistraee, la Dark Maiden, sin embargo otros creían que era Vhaeraun, el Masked Lord, aunque se llegó a decir que eran ambos a la vez, lo cual resultaba difícil de creer. Los hijos de la diosa eran abiertos enemigos de su madre araña, y eso los llevó a su desaparición. El culto de ambos aún proseguía, aunque era mas una idea que una fe, dado que hacía casi un siglo no se sabía de ellos.

El comercio de objetos mágicos y componentes era el mas grande de todo el Underdark, si allí no se encontraba lo que se buscase, aún así podía conseguirse. Había grupos que viajaban a la superficie con regularidad y abastecían de los mas extraños materiales. Los puestos se agrupaban en el Dark Weavings Bazaar, y tanto el mago como el asistente pasaron días buscando materiales y adquiriendo otros que ni siquiera imaginaron. La ciudad en sí ofrecía un espectáculo fascinante y notoriamente distinto a su hogar, por lo que la estadía resultó sumamente interesante.

Rhivaun invirtió secretamente sus pocas monedas de oro en dos objetos que llamaron su curiosidad y que de ninguna manera podía conseguir en Menzoberranzan. Una caja plateada con una luna grabada en su exterior, pero que por dentro contenía una imagen de Eilstraee, y por otro lado una orbe del tamaño de un puño, era opaca y tenía signos de haber sido usada mucho tiempo, de hecho parecía ser la mas antigua de la tienda y por su precio estaba obsoleta y vacía de poder. Escondió ambos objetos, nadie tenía porque conocer su intimidad.

Jeggred por su lado consiguió un esclavo de su interés, un hombre de ojos negros y piel oscura que tenía un tamaño mayor al de cualquier otro humano del lugar. Llevó consigo dos sacos completos con componentes, sin embargo no encontró el diente de Dragón Dorado que estaba buscando. Al parecer ese objeto era por demás difícil de encontrar, a menos que se cazara uno por si mismo, y eso estaba fuera del alcance del drow.

El paso por Sshamat duró una semana, si bien fue breve dejó un impacto en la vida de Rhivaun que alcanzó proporciones increíbles. Se habían sembrado semillas que pronto darían frutos. Una sociedad sin Matronas imponiendo sus reglas, sin nobleza sometiendo a sus congéneres, sin sacerdotisas limitando el uso de la magia, sin prohibiciones religiosas, gobernada por un consejo formado por miembros elegidos por su talento y habilidad en las artes que practicaban. Además supo que viajar a la superficie era posible desde allí, que los límites de la existencia podían expandirse.


Una vez en su cuarto sacó los dos objetos que había obtenido. El relicario tenía la imagen de una diosa ya muerta, venía acompañado de unos papeles manchados con gotas de sangre, con algunas plegarias y detalles de un credo que ya estaba en el olvido. Hablaba de un futuro para los elfos oscuros en la superficie, de un mundo sin la malicia, sin matriarcado y sin Lloth. Las ideas eras sacrílegas, el solo pensarlas podía llamar la atención de las sacerdotisas. Aún así guardó el objeto y lo mantuvo oculto.

Tomó luego el orbe, era traslúcido pero había perdido su brillo, tenía grietas profundas y parecía tener siglos de antigüedad. Lo sostuvo en sus manos y se quedó observándolo unos minutos. Un destello violáceo palpitó en su interior, eso tomó de sorpresa a Rhivaun, pero no tanto como lo que sucedió después. Una voz en su cabeza comenzó a hablarle. No provenía de ningún lugar, tampoco de la orbe, sino de su propia mente. Fue la primera vez que escuchó "la voz", pero no la última.

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19/04/2017, 18:22
Director

Marcon

Menzoberranzan, 1481 DR

Rhivaun continuo profundizando sus estudios en la academia, investigando sobre la naturaleza de los seres de otros planos, sus inquietudes iban mas allá de los dioses y del límite conocido, se centraba en algo aún mas primitivo que el mundo que habitaban, algo que se creía extinto. Ese conocimiento le permitía comprender su conexión con la orbe, aunque solo desde un sentido intelectual. Era dentro de su mente donde contactaba con ese ser, increíblemente antiguo y cuyo poder no tenía barreras. Se convirtió en su secreto maestro, su guía y su compañero.
 
La mente es un lugar secreto, tal vez el único donde se experimenta la verdadera libertad. Dentro de ese refugio podía ofrecer una plegaria a esa diosa muerta que proponía una esperanza inalcanzable, o podía escuchar una voz que le explicaba la existencia desde un punto de vista diferente. Podía también recordar la ciudad de Sshamath y reconocer la crueldad y la locura que se vivía en Menzoberranzan, podía cuestionar la supremacía de Lloth, la de la casa Baenre, la de su propia Matrona y la de cada noble con aires de superioridad. Pero solo en su mente se sentía seguro, su exterior mostraba una fidelidad incuestionable a la casa Auvryndar, hasta el más mínimo detalle hablaba de su devoción a Lloth.
 
Solo una drow parecía ver a través de su fachada, una que lo conocía en cuerpo y alma. Olorae, la primer sacerdotisa de la casa Auvryndar, hija de la Matrona Ulvirrala y clara adversaria de su maestro, Jeggred, era quien lo cuestionaba continuamente, planteando dudas acerca de su persona frente a su noble familia y lanzando insultos y maldiciones hacia él. En una ocasión quedaron a solas en una de las salas de la casa, un error grave que Rhivaun no volvió a cometer. Ella se acercó a centímetros de él, recorrió con sus dedos su cuerpo y besó su cuello, mientras acercó sus labios a los oídos del drow - Te mataré lentamente, mi amado impuro, ofreceré tu traicionero corazón a Lloth, pero guardaré esa hermosa piel que tienes - él dio un paso atrás y ella se alejó riendo. Eran arañas, capaces de envenenar a sus seres mas queridos, de odiar por capricho, de dar placer y causar dolor hasta límites mas allá de la imaginación, su peligrosa naturaleza era lo que gobernaba la ciudad, Lloth habitaba en ellas mas que en ninguna otra hembra.
 
Poco a poco el velo se iba abriendo, entendió que su enemiga estaría al acecho por siglos sobre él, comprendió que no solo ella, cualquier sacerdotisa podía decidir odiarlo y derramar su sangre impura. Pudo ver claramente la crueldad de su sociedad, cada vez mas evidente en cada plegaria a Eilistraee, en cada diálogo con "la voz". Los machos drow eran víctimas de una locura asfixiante.
 
Jeggred lo convocó una noche en su laboratorio, tenía consigo un tomo con tapa negra de piel curtida y unas inscripciones que no reconoció. Había en la torre un solo cuarto al que no le era permitido entrar a Rhivaun, él nunca cuestionó esa limitación ni osó entrar en él, había mucho mas que una llave protegiendo esa puerta. Dibujaron con hueso molido un símbolo en el piso exactamente igual al que estaba en la página, el mago se colocó al lado del libro y comenzó a recitar palabras incomprensibles mientras que el asistente guiaba a un esclavo al centro del círculo. El hombre era muy joven y no había llegado a la adultez, de piel negra y ojos negros, lo mas parecido a un drow que había visto en un humano. Rhivaun se detuvo, había otro joven humano parecido a un drow en esa sala, él mismo. Sostuvo con fuerza al esclavo que habían comprado en Sshamath, estaba desnudo desatado pero completamente drogado, así que no podía ofrecer resistencia. Su mirada parecía perdida y balbuceaba palabras en su dialecto natal. Cuando el medio drow salió del circulo, la voz del mago se hizo mas fuerte y el símbolo se encendió con una luz verdosa, tan tenebrosa como penetrante. El hombre gritó, ahora sus ojos no estaban perdidos sino que se clavaron en Rhivaun - Ayúdame!- dijo en la lengua de la superficie que su madre le había enseñado - Ayudameee- gritó en una agonía desesperada, mientras su cuerpo se retorcía y su cara se desfiguraba por un dolor brutal - Ayuu..da..- su voz se iba desvaneciendo, así como su vitalidad. Marcon, dijo "la voz" en su cabeza, el nombre de un humano casi drow que moría lentamente. Rhivaun no hizo nada, podría haber pedido a su maestro que se detuviera, podría haber roto el círculo, podría incluso haber matado al esclavo por piedad, pero nada de eso sucedió, simplemente se quedó mirando como ese hombre moría. Jeggred volvió a recitar unas palabras, esta vez eran mas siniestras aún, y el joven humano se puso de pie, ya no gritaba, sus movimientos eran algo torpes y sus ojos completamente blancos. Un ser sin vida estaba frente a él y ahora obedecía sin objeciones a su maestro.


Rhivaun supo que el hombre parecido a un drow había muerto, no solo Marcon, también Rhivaun. Ese nombre que su madre le puso rememorando a los suyos, esa parte humana que conservaba la esperanza, acababa de morir definitivamente. Ahora era un drow, una bestia despiadada y cruel, inmune al sufrimiento ajeno y que solo pensaba en su propio beneficio.

También supo que no quería seguir el destino de aquél hombre, que no sería un servidor sin vida de Jeggred, ni de Olorae, ni de Ulviiria, ni de Lloth. Su tiempo en la ciudad de las arañas había terminado.