Partida Rol por web

Francis observo como aquel maleante cayo con el sórdido peso de la muerte sobre sus hombros. Había dado el pistoletazo de salida, acentuando aun mas la hostilidad de aquellos desconocidos.

El joven investigador observó la escena con detenimiento. Aunque aun conservaba su situación privilegiada, la realidad era que sus dos compañeros estaban contra tres enemigos, un solo disparo no iba a salvar aquella situación. ¿Era momento de usar sus cualidades arcanas?

Sentía como aquella energía que llevaba unos segundos reteniendo ansiaba ser liberada. En aquel momento no emitió ningún grito, sino que dejo que aquel poder desconocido fuera arrastrado por el viento como hacen las hojas en otoño.

Una lluvia de plomo fue la respuesta de Seamus al inicio del tiroteo. Aunque los disparos no fueron demasiado precisos, el resultado se dejo ver. Uno de los escoceses cayó fulminado al suelo, con un agujero limpio en el cuello que, a juzgar por la cantidad de sangre que manaba sin descanso, debió de atravesar la vena yugular. Otra de las balas alcanzó al esbirro escoces que había iniciado la refriega. Pero con él tuvo menos suerte, fue solo un arañazo superficial.

Eilish también acertó con su bala contra el esbirro escoces que aún se mantenía en pie. Este se llevó la mano al lugar donde la bala le había dado. Había atravesado el cuerpo de su enemigo, pero no había alcanzado ningún órgano vital y, aunque debía de doler, no impidió que éste siguiera luchando.

Entonces escucharon una serie de sonidos infrahumanos. Llegaban del lugar donde estaban el líder de los matones y el profesor Harris. Parecían estar sufriendo lo indecible, como si estuvieran muriendo victimas de alguna herida horrible.

Y entonces escucharon una risa que les heló la sangre en las venas. Una risa primitiva y llena de odio. La risa de un psicópata.

– Ratonciiiiiiiiiiitos… Salid de vuestra madrigueeeeeeeeera.

Reconocieron la voz del profesor Harris, pero de alguna manera alterada. Con el tono de sadismo y seguridad del que juega con sus víctimas sabiéndose ganador. Tono que les hizo preguntarse, que podía haberle sucedido.

Sorprendidos por este extraño cambio de los acontecimientos, no vieron venir el disparo del esbirro escoces que se había recuperado del balazo de Eilish. De no ser por el blindaje de la chaqueta Ripper que llevaba puesta Seamus, posiblemente el proyectil se abría alojado en su cuerpo y no en le material especial de la prenda.

Habían vuelto a perder la atención, apenas un segundo, pero justo en ese momento una figura monstruosa se plantó de un temible salto frente a ellos. Tenía forma humanoide, pero terriblemente musculosa y mucho más grande que cualquiera de los hombres con los que se hubieran podido cruzar hasta ahora. Las ropas que llevaban no eran ahora más que harapos, incapaces de cubrir las poderosas proporciones. Por sus rasgos, aunque horriblemente desfigurados, creyeron reconocer en él al líder de los matones escoceses. Aquel que había amenazado a Seamus en la taberna apenas dos días antes.

– ¡BUH!

Y lanzó un terrible guantazo contra los dos hermanos irlandeses, mientras su risa maquiavélica resonaba en toda la caverna.

El pistolero pelirrojo, con muchos años de experiencia en peleas barriobajeras, logró esquivar el tremendo golpe en el último segundo. Su hermana no tuvo tanta suerte. Recibió el brutal impacto en un costado y en seguida sintió un terrible dolor propagándose por todo su cuerpo con la velocidad de un relámpago, viéndose impulsada hacia atras y chocando contra la pared de roca.

¿Dónde coño estaban sus compañeros? Por todos los santos que les necesitaban ahora más que nunca con ellos.

El matón escoces no tuvo demasiados problemas en esquivar el ataque algo descontrolado de Sir Sutton, haciéndose a un lado cuando vio al noble abalanzarse sobre él. Movimiento que sirvió además para evitar que uno de los cuchillos arrojados por Alexander lograra alcanzarlo.

Menos suerte tuvo su acompañante, quien vio como el mango de una daga sobresalía de su pecho y sintió como veinte centímetros de frio metal se habían clavado en su pecho, atravesando y encharcando de sangre el pulmón derecho.

El boxeador no se detuvo a comprobar el resultado de sus ataques. Con una temible convicción se lanzó a la carrera al lugar donde el segundo grupo de escoceses se encontraban aún reorganizándose, dispuesto a acabar con aquella pelea cuanto antes.

Francis, por su parte, dejó que la antigua magia arcana que fluía por su cuerpo se liberara. Aún no entendía del todo lo que aquello significaba, ni por qué había sido él elegido por la mano de Dios para disponer de esos poderes, pero había aprendido a no cuestionar su don y a darle uso para defender a los suyos.

Sin saber muy bien lo que les estaba sucediendo, los cuatro matones escoceses que se mantenían aún en pie parecieron perder todo tipo de interés en la pelea. Sus movimientos se volvieron torpes y miraban alrededor confundidos.

Era el momento ideal para terminar lo que habían empezado. Y, por el sonido de varias detonaciones que les llego de nuevo amortiguado, supieron que bien podía ser necesario que se dieran prisa en terminar.

Pese a que aquel escocés parecía no prestar atención al noble, Sutton tampoco tenía la cabeza en el combate, aún molesto porque no le hubieran dejado solventar la situación pacíficamente.

Siendo la segunda vez en el día que terminaban acabando con media docena de escoceses, no iban a poder aguantar mucho más tiempo en esa zona.

Aprovechando que su contrincante no estaba atento, se movió para ayudar al forzudo a acabar con los de su lado.

Cómo le jodía tener razón.

Bueno, eso no era del todo cierto, pero ahora mismo le jodía sobremanera haber acertado de pleno con el tema de los gigantes, el contenido de los tubos de cristal y toda esa hostia. Con un poquito de suerte esos dos monstruos le partían por la mitad y se ahorraba tener que darle la razón al maldito polizonte. Y aunque no lo sabía, tampoco comprendía por qué ese líquido abrasaba la piel si te lo echabas por encima, pero no si te lo echabas por el gaznate. Espera, eso me ha dado una idea.

Una buena idea, si era sincero consigo mismo. Pero ahora mismo tenía un obstáculo en forma de majadero-follaovejas-de-tamaño-carro frente a él. ¡Y ese hijo de puta había puesto sus sucias manos en Lissie! ¡EN LISSIE! La escasa iluminación y la monstruosa amenaza no le dieron oportunidad de analizar sus heridas, pero tenía claro que lo iba a pagar caro.

El boxeador lanzó los cuchillos y sin ni siquiera pararse a comprobar el estado de los escoceses, se lanzó a por el otro grupete.

Sin darles tiempo ni a saber que estaba ocurriendo lanzo los puños hacía las mandíbulas de los follaovejas haciendo que cayeran inconscientes al suelo

- Dos menos, ven aquí chiquitín, que ha llegado tu turno - Y con paso decidido se abalanzo a por el que, según el boxeador, era el último con vida

Aquel poder pareció hacer efecto y durante unos instantes la balanza se inclino hacia el grupo de Ripper. Con una mirada analítica, lejos del peligro, observo aquel escenario. El adusto boxeador parecía desenvolverse con gran desenvoltura; sin embargo podía verse sobrepasado en numero si el otro grupo de bandidos llegaban hasta ellos. Debía impedir aquello o al menos provocar el mayor numero de bajas en aquel grupo. Apunto con calma, respirando con suavidad, y solo cuando sus manos dejaron de temblar y el objetivo se alineo con el punto de mira, apretó el gatillo.

Habían conseguido dañar a parte de sus contrincantes cuando esa voz... esa maldita voz, hizo que la irlandesa se estremeciera de arriba a abajo. Y no fueron conscientes de la magnitud de lo que ese líquido había ejercido en los cuerpos de los matones hasta que lo tuvieron prácticamente encima.

Sin tener mucha libertad de movimientos, la pelirroja se vio arrojada con fuerza contra la roca. Su cabeza golpeó violentamente la pared y, no sabiendo ni cómo, consiguió mantenerse en pie. Notó la piel helándose mientras algo pegajoso y caliente caía desde su ceja . 

Llevándose la mano con el arma a la cabeza notó una intenso dolor. Tenía una conmoción que le dificultaba enfocar correctamente.

- ¿Ahora? ¿De verdad? No creo que sea el momento más adecuado - dijo con voz molesta - No. No creo que ese líquido consiga... ¿Cómo van a tener un maldito gigante dentro?  

El golpe fue tan repentino como doloroso y Eilish, lanzada hacia atrás con una increíble furia, necesito de algún tiempo para entender que no había sido arrollada por un tren, si no que tenía en frente a un gigantón hipermusculado y sádico, que disfrutaba provocando dolor.

La sorpresa también superó a Seamus. Si fue la imposible transformación del líder de los matones escoceses o el hecho de ver que su querida hermana sufría la violencia del brutal golpe y podía encontrarse malherida, no estaba claro, pero como resultado de esta confusión el pistolero irlandés necesitó de un par de segundos antes de poder reaccionar frente a la situación en la que se encontraban. Cambió la pistola que acababa de vaciar por la que estaba cargada y sacó además la daga, suponiendo que tendría que hacer uso de toda la fuerza de que disponía, si quería salir con vida de aquella cueva.

Estaba preparado.

Mientras tanto, las paredes de la gruta hacían eco de la perversa y cruel risa del profesor Harris.

O de lo que quedaba de él.

El grupo de matones escoceses se encontraba aún confundido y desorientado. Parecían no terminar de entender que estaba sucediendo. En ese estado no suponían el más mínimo problema para Alexander. El boxeador sabía hacer uso de las armas que Dios le había dado y volvió a demostrarlo haciendo morder el polvo a dos de los despistados hombres con sendos certeros y poderosos golpes.

Sir Anthony no tuvo tanto éxito con su ataque. Su estocada solo encontró el aire alrededor de su víctima, quien, con más suerte que maña, se apartó en el último momento.

Otra detonación volvió a romper el silencio entrecortado. Un fogonazo llegó desde la posición en la que se encontraba el detective. Su disparo no iba mal dirigido. Sin embargo, no fue capaz de dañar a uno de los enemigos que aún quedaba en pie.

La doctora tardó escasos segundos en darse cuenta de que estaba hablando en voz alta e intentó recuperar la concentración y centrar la vista en su objetivo.

No había tiempo que perder, sobre todo con dos de esos hombres-monstruo frente a ellos.

Si algo estaba claro es que ese líquido no solo afectaba al físico y la fuerza del que lo tomaba: el estado mental de estos maleantes también había sido modificado. Aunque si bien no sabría asegurar si lo que hacía era magnificar un estado ya latente de violencia y maldad. 

Si la escocesa salía con vida de aquel endiablado lugar, tenía claro que recogería muestras del líquido, y tejido de distintas zonas del cuerpo de cualquiera de esos engendros.

Disparó sin miramientos al que tenía más cerca - ¿Los efectos de lo que han ingerido tendrán una duración determinada o tomarán algún antídoto para volver a su forma original? ¿Tendrá algún efecto secundario sobre el cuerpo original tras un uso continuado? - no podía evitar hacerse esas preguntas incluso en los momentos de mayor peligro, por lo que...

- Estoy entusiasmada con los efectos de este compuesto - dijo en voz alta y sin cortarse un pelo. Quería que el que llevaba la voz cantante la escuchase.

Tal y como había prometido el boxeador, el matón escoces era el siguiente. Sin dudar ni un solo momento se acercó y lanzó uno de sus puños, que simplemente acarició el aire, pero lo que el follaovejas no sabía es que estaba todo perfectamente calculado, en cuanto el escoces movió la cabeza para apartarse no vio venir la otra mano que iba directa a su nariz, hundiéndola hasta el craneo, convirtiendo su pobre cerebro en algo menos sólido.

Cuando el matón hubo caído al suelo, Alexander notó que aun había uno en pie, al parecer sus cuchillos habían alcanzado a ambas victimas, así lo demostraba el cuchillo clavado en la pierna, pero al parecer no había sido suficiente, por lo que ,con paso decidió, el boxeador fue a encargarse de él.

Luchar codo con su hermana se sentía... especial. No era como esas peleas de callejón en la que no podías confiar en el tipejo que tenías al lado, y donde una puñalada podía venir desde cualquier lado, amigo o enemigo. No, aunque detestase ver cómo Eilish se estaba metiendo en una pelea a vida o muerte como aquella, tenerla a su lado le infundía de fuerzas renovadas.

BANG, resonó la Derringer de su hermana a su lado, aunque no sabía bien qué sucedería con la bala en el cuerpo del transformado paleto. ¿Sería duro como una piedra? Por cómo estaba peleando, era más un animal. Y los animales no son a prueba de balas. Y menos aún a prueba de dagas fabricadas especialmente para matar bichos.

¡Por los dioses, Douglas, pare ya de llamar la atención! - gritó el noble, pagando con el investigador el enfado que tenía con el grupo por la forma de llevar las dos situaciones en aquellos acantilados.

Avanzó tras Alexander, desfogándose contra aquel escocés, al que clavó el estoque en la garganta con una furia muy inusual en él.

Tendremos que dejar la limpieza para más tarde... - indicó mientras sacudía el estoque en el aire para limpiarlo de sangre - Desconocemos el estado de los McBride y esa es nuestra prioridad ahora.

Dicho lo cual, empezó a caminar hacia la apertura en las rocas.

El joven investigador emitió un ligero suspiro cuando todo aquello acabo. Con paso apresurado, sin guardar su arma, se acerco a sus dos compañeros. El disparo de antes debió haberlo provocado Seamus; sin embargo, solo había sido uno. Aquello era algo que le inquietaba.  

Francis asintió con brusquedad ante las palabras del noble, siendo aquella la única reacción que tuvo. Por el camino trato de buscar alguna mancha de sangre o rastro que pudiese pertenecer a los dos hermanos o enemigos potenciales.

Aunque una parte de su mente gritaba “tenía razón, sabía que ocurriría” la otra susurraba casi en un rezo suplicante “que sigan vivos por favor”.

Eilish reaccionó con rapidez, pero su vista aún no se había recuperado del todo del tremendo golpe que había recibido por aquella bestia de hombre y el disparo salió rozando el enorme corpachón, sin llegar a dañarle.

Seamus, al igual que su hermana, se preparó para dejar varios gramos de plomo alojados en el cerebro de su enemigo, esperaba acabar así con él de una vez por todas. Mas el ser en el que se había convertido el jefe de los matones supo adelantarse al ataque del pistolero y lanzó un tremendo golpe contra el escoces, alcanzándolo de lleno en el pecho.

El pelirrojo sintió como perdía repentinamente el aire de los pulmones y un terrible dolor se extendió por su pecho. Tal y como le había sucedido a Eilish poco antes, también él se vio impulsado contra la pared de roca, golpeándose además la cabeza contra esta.

Mientras su cuerpo volaba, la bala salió disparada de la cámara de su pistola, pero había perdido precisión y no logró alcanzar su objetivo.

Aunque había pasado a un segundo plano, aún quedaba un matón escoces en pie y esté quería mostrarse útil para sus jefes. Apuntando con cuidado, disparó su arma en dirección a Eilish. Mas el hombre no era un buen pistolero y la bala acabó haciendo un agujero en la pared de piedra, a un lado de la doctora.

El profesor Harris seguía riéndose con aquella malicia y sadismo en la voz.

– ¿Disfrutáis del juego, ratas? Estáis muertos.

Sir Sutton logró al fin colocar un golpe letal contra uno de aquellos matones. El escoces todavía estaba algo despistado y prestaba más bien atención al boxeador, quien había dejado buena muestra de sus capacidades de combate.

Ese fue su error. El frio estoque de Anthony le atravesó de un costado a otro, haciendo que el hombre callera muerto al instante.

Alex no perdió el tiempo y salió corriendo hacia el otro matón. Este, al igual que su compañero, se movía dando tumbos, mirando a los lados y sin entender lo que le sucedía. El efecto de la magia de Francis seguía haciendo efecto sobre él.

Así y todo, quizás por ir a la carrera, Alexander falló su primer golpe. No así el segundo, que hizo que el aire saliera de sus pulmones y perdiera la habilidad de respirar. Llevándose las manos al pecho, comprendiendo por fin lo que le acababa de suceder, cayo de rodillas al suelo. Y luego se desplomó.

Estaba muerto.

Francis, Alexander y Anthony avanzaron deprisa. Atravesaron la entrada en la roca, recorrieron los estrechos pasillos todo lo rápido que la oscuridad reinante les permitía y llegaron al fin a la caverna en la que habían dejado a los hermanos irlandeses. De camino habían podido escuchar tres disparos más y sabían que tenían que moverse con celeridad. Temían por la vida de sus compañeros.

Estos aún estaban allí. Pero no estaban solos.

Había un cuerpo caído en el suelo, posiblemente una víctima de los irlandeses. Otro tipo, vestido con las ropas de los matones escoces con los que se habían encontrado. Apuntaba con un arma a Eilish y se podía ver un hilo de humo abandonando el cañón de esta.

Pero su atención se la llevó más bien dos figuras aparentemente humanas. Aunque su tremendo tamaño, que pasaba con seguridad por encima de los dos metros, y los desproporcionados, terriblemente desarrollados músculos, hacían que dudaran de su naturaleza humana.

Una de esas dos bestias se encontraba a la altura de los dos hermanos irlandeses, quienes se habían colocado en la entrada del pasadizo que se abría frente a ellos, amenazándolos. El otro hombre estaba al lado de la mesa con equipo de laboratorio y se giró hacia ellos al entrar estos en la gruta.

– Perfecto. Ya están aquí los curiosos que faltaban… Bienvenidos a la fiesta, alimañas. Preparaos a sufrir.

La risa con la que terminó la frase fue como un mazazo para su cordura. Estaba llena de sadismo y locura, y no cabía duda de que pensaba cumplir con lo que decía.

Eilish consiguió despejarse tan rápido cómo la bala dio contra la roca a escasos centímetros de ella. 

Apuntando lo más certeramente posible a la cabeza del matón que tenía frente a ella, disparó su arma - ¡Ya ves! De ti podré investigar otras partes, pero creo que el cerebro no es tu punto fuerte - dijo con una sonrisa en los labios.  

La derringer escupió el proyectil de plomo con tanta premura que parecía guiada por la mano de la mismísima doctora. Y ese proyectil tenía un claro objetivo: los sesos de aquel demente.