Partida Rol por web

Tensa y expectante, Lilou atravesó la puerta detrás de sus compañeros sin saber qué podía estar esperándolos al otro lado. Se hubiera imaginado una habitación vacía, o quizás a los cultistas esperándolos para matarlos, tal vez más pobres desgraciados como los que acababan de dejar, pero con lo que no contaba ni por asomo era con aquella estatua con varios brazos, un hombre asesinado seguramente en algún sacrificio a aquello que representaba la figura y... la mano. La mano que andaban buscando estaba allí frente a sus narices.

Louise miró la figura de varios brazos un tanto sobrecogida, extrañada porque alguien pudiera adorar a una diosa tan horrorosa y macabra como la que representaba aquella estatua y, sobre todo, que alguien pudiera seguir haciendo sacrificios humanos en los tiempos modernos que se vivían. Aquello era de salvajes, de gente sin corazón alguno, bestias que lo único que se merecían era encontrar la muerte que tan fácilmente dispensaban.

Pero fue otra cosa muy distinta la que captó su atención desde un punto en el que no se había fijado, centrada como estaba en la horripilante figura. Era una voz de mujer, una voz suplicante cuya dueña permanecía encadenada a la pared. Sus palabras demostraban que aquellos cultistas tenían pensado seguir con sus sacrificios, algo que ni la joven circense ni sus compañeros iban a permitir.

—Tranquila, la sacaremos de aquí —dijo Lilou con auténtica convicción mientras se acercaba a la mujer y observaba con atención los grilletes.

Intentó manipularlos, ejecutar su pericia con las cerraduras como tantas otras veces había hecho, pero quizás aquellos grilletes eran muy distintos a los que ella conocía, o pudiera ser que tuvieran algún tipo de mecanismo desconocido para ella, pero fuera lo que fuera y por más que intentó forzar los cierres, fue incapaz de conseguirlo.

Frustrada, se giró hacia sus compañeros con la desilusión y la impotencia pintada en la cara.

—Imposible. No soy capaz a abrirlos —les dijo, aunque sus palabras sobraban ya que quedaba bien claro que había fallado en esa ocasión.

Maggie sonrió cuando su compañera abrió la puerta. Sabía que era una mujer habilidosa pero siempre le impresionaba cuando le veía hacerlo.

La mujer esperó a que Alistair pasara con la luz y después le siguió adentro. El lugar seguía sin ser agradable, pero era muy amplio y estaba bien iluminado, lo que ya era un cambio sobre lo anterior. Por ese motivo, no le costó ver la estatua enorme que allí había.

-¡Por los cielos!- exclamó la vaquera cuando cayó en la cuenta del hombre que yacía en el suelo. La enorme escultura la había distraído un momento, por eso no lo vio inmediatamente cuando entraron en la sala, pero en cuanto se percató de su presencia, se aproximó a él para ver si aún vivía.

No había terminado la comprobación cuando descubrió a la mujer a medio vestir.

El hombre estaba muerto y la mujer parecía viva. Maggie tuvo claro quién precisaba más ayuda en aquel momento. O, al menos, a quién le sería más útil la ayuda.

-Algún día alguien tendrá que explicarme por qué en estos rituales son necesarias mujeres a medio vestir- comentó la norteamericana.

Maggie vigiló alrededor, durante el tiempo que Lilou necesitó para intentar soltar a la cautiva. No estaba dispuesta a que les pillaran por sorpresa.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí encadenada?- preguntó entre susurros a la cautiva para intentar evaluar cuándo volverían los sectarios. Mientras, esperaba a ver si a sus otros compañeros se les ocurría alguna idea para soltarla, después de que la pobre Lilou no hubiera sido capaz. La vaquera sólo sabía disparar y no era una habilidad que se pudiera utilizar para liberarla.

La escena que encontraron al otro lado de la puerta hizo que Alistair trastabillase. Un sudor frío recorrió su nuca.

Cultistas. Sentía odio y miedo cuando pensaba en ellos.

Pero tras el cadáver, bajo la estatua, algo llamó poderosamente la atención del profesor.

La Mano. Un artefacto de verdadero poder, de cualidades desconocidas. Un objeto por el que muchas personas habían muerto. Un objeto que, desde que había sabido de su existencia, había querido inspeccionar.

También había una mujer atrapada entre unas cadenas, pero, al ver que sus compañeras se dirigían hacia ella, Alistair no dudó ni un instante en cruzar la habitación en dirección a la temible estatua de Kali. Ellas podían salvar a la rehén.

Él debía encargarse de poner a salvo aquella preciosidad…

Lejos de las manos de los cultistas. En las suyas.

Ni siquiera se detuvo a preocuparse por lo extraño de la escena. ¿Por qué poner la Mano a su alcance, sabiendo que los perseguían? Aquello no le preocupó en lo más mínimo a Alistair mientras trataba de hacerse con el artefacto.

Liam se bajó el pañuelo de la boca al cuello. El penetrante hedor dejaba paso a un olor, por desgracia más familiar, sangre reseca.

Allí es donde los sectarios tenían a su diosa de la muerte, exhibiendo su horrenda cara.

El cazavampiros comprobó que tenía las balas de plata y hierro frío a mano. Tomó su arma y puso 6 de hierro frío en el tambor del revólver. - Es mejor prevenir que curar... - masculló entre dientes.

Mientras hacía eso, se acercó con cuidado a la cortina, por un lateral que estaba en la pared opuesta a la de la mujer encadenada.

Todos se pusieron en dispersaron por la sala a realizar distintas tareas, como el grupo entrenado que eran.

Maggie se acercó a asegurarse del estado del vagabundo caído y no tardó en comprobar que había sido estrangulado. Todo su cuerpo parecía haber sido estrujado con una fuerza brutal, tan salvaje que los huesos y los órganos internos habían sido pulverizados, dejando únicamente una carcasa vacía y sin sujeción.

A su lado, Alistair por fin había alcanzado el objeto de su deseo. Su curiosidad y su interés por lo oculto le hicieron acercarse a la tercera mano de Kali. Una mano ennegrecida, adornada con ciertas joyas de, posiblemente, elevado valor. Tomó la reliquia entre sus manos y notó enseguida como una energía mágica, un inmenso poder, recorría su cuerpo. Debería estudiar aquel objeto con calma, tomarse su tiempo para descubrir sus secretos, pero no le cabía duda alguna de su naturaleza sobrenatural. El profesor alzó entonces la vista. ¿Se había movido la terrible estatua que tenía enfrente o había sido algún efecto óptico provocado por las danzantes luces y sombras proyectadas por el fuego de las antorchas?

La artista circense se dirigió de inmediato a liberar a la mujer. Lilou había visto ya mucho dolor y tormento en los últimos minutos y no iba a permitir que aquella inocente sufriera el mismo destino. Pero algo no funcionó. Parecía que las experiencias de los últimos minutos la estaban pasando factura. Se encontraba de alguna manera cansada, quizás incluso algo desorientada. De alguna manera no pudo abrir las cadenas que sujetaban a la mujer hindi. De alguna manera le pareció extraño, sin saber decir por qué. ¿Era posible que estuvieran encantadas? ¿Qué algún tipo de magia estuviera haciendo su efecto, negando a Lilou la posibilidad de rescatar a la prisionera? Le dolía la cabeza.

Pensando en la seguridad del equipo y no queriendo verse sorprendido de repente por el grupo de sectarios que, según la prisionera, habían salido más allá de las cortinas que dividían aquel gran salón en dos, Liam se dispuso a comprobar que se ocultaba más allá. Cargó sus pistolas con las balas especiales que siempre llevaba consigo y que servirían para matar a posibles criaturas no humanas y avanzó extremando las precauciones. Cuando se encontraba a apenas unos pocos metros de la cortina, le llegó la voz de la mujer hindi, avisándole.

– Por allí se fueron, señor. Tenga cuidado, no vayan a regresar.

A Liam le resultó extraño y frunció el ceño, pero era tarde para ponerse a pensar acerca de los motivos que podía tener para avisarle. A partir de ese momento todo pasó demasiado rápido.

De detrás de los cortinajes salieron entonces cuatro hombres armados con peligrosas dagas curvas y amenazantes intenciones. Iban vestidos con las ligeras y exóticas ropas que habían podido ver ya un par de veces esa noche. Uno de ellos era una figura especialmente conocida por Liam.

El líder de ese grupo de asesinos, quien había logrado escapar en un par de ocasiones de las garras del cazavampiros, se lanzó con terrible furia contra Liam, acompañado de uno de sus hombres. Los ataques con sus puñales fueron tan temibles como certeros y, aunque el joven Ripper supo esquivar hábilmente el primero de ellos, el líder cultista era alguien muy experimentado en la pelea y supo encontrar un hueco en la defensa de su enemigo.

Otros dos asesinos salieron corriendo desde el otro extremo de la habitación y saltaron ferozmente contra Alistair y Lilou. Ambos estaban demasiado ocupados con sus respectivas tareas para poder reaccionar a tiempo y sufrieron en sus carnes las embestidas de los cultistas.

Tanto Clancy Donnelley como la mujer dieron un grito. No estaba claro si era de sorpresa o de alegría.

– Mi pistola. Por favor, dadme mi pistola. –les gritó el banquero por encima de la confusión que se armó en apenas unos segundos.

Liam sospecha que algo no encaja y sabe que tras esa cortina puede esconderse algún tipo de peligro. Lo que no espera es que varios cultistas irrumpan de golpe. - ¡Es una trampa! - grita soltando la antorcha que llevaba en lo alto. 

Pero ya es tarde. Los asesinos se lanzan sobre ellos con los ojos inyectados en sangre. Quieren matarlos sin importar morir en el intento. Uno de ellos le lanza un tajo, pero Liam se agacha. Es en ese momento cuando se ve cara a cara con el Lider de ellos sectarios que le lanza un certero tajo en el abdomen.

Segundos antes el cazavampiros había dado un salto hacia atrás y de no ser por eso sus tripas estarían decorando el suelo de aquella apestosa guarida. 

Apunto estuvo de llevarse la mano como acto reflejo, pero si quería que su arma escupiera todas las balas del tambor, necesitaba de ambas. El aire se llenó de olor a pólvora quemada a gran velocidad y para cuando los disparos cesaron, uno de sus enemigos yacía muerto en el suelo con el pecho destrozado por varios proyectiles.

Finalmente dejó caer la pistola al suelo y mirando cara a cara a aquel asesino le dijo - Ya no tienes quien te ayude. Ahora estamos sólo tú y yo. Enséñame lo que sabes hacer... - retándole a un combate en igualdad de condiciones.     

Maggie aún estaba incorporándose para ir hacia la chica, cuando todo sucedió. En un momento pasaron de estar recelosos pero tranquilos, a ser atacados con dureza.

Maggie observó, sin poder hacer nada, como todos los demás eran atacados, pero sobre todo Alistair que era quien estaba más cercano a ella y pareció haber recibido una herida seria.

-¡Malditos!- grito Maggie con ira que se añadía al enfado que ya tenía, provocado por las visiones anteriores de sus otras víctimas.

Pese a que tenía el arma en la mano, Maggie no se atrevió a disparar. Alistair estaba demasiado cerca, de manera que intentó liberarle de su atacante utilizando la cuerda que siempre llevaba encima.

Fue todo tan rápido que ni los vio salir detrás de la cortina, tenía que haber previsto que algo así podía suceder, pero estaba tan enfrascada en liberar a la mujer que bajó la guardia. Un fallo que podía pagar muy caro. Pero si a ella el ataque de los cultistas la había cogido desprevenida, lo mismo había sucedido a sus compañeros, aunque no había tiempo para saber si habían sido heridos o si, por el contrario, se habían podido zafar de los enemigos.

Sólo fueron unos segundos los que quedó atontada por el golpe que recibió pero nada a lo que no estuviera acostumbrada pues, en el tiempo que había pasado en el circo, los accidentes, caídas y todo tipo de golpes habían estado a la orden del día, lo que hacía que se hubiera curtido en ese tipo de reveses.

Tenía los cuchillos en la mano, no así la daga que aún estaba oculta en su chaqueta, así que, sin pensárselo dos veces, lanzó uno de ellos contra el cultista que la había golpeado aún sabiendo que quizás a esa distancia el arma no penetrara todo lo que a ella le hubiera gustado en su cuerpo.

Sin embargo, bien fuera porque su mano aún temblaba por la sorpresa que le había causado la aparición de sus enemigos o bien porque aquel cabrón no se quedaba quieto, el cuchillo acabó hendiendo el aire en lugar de la carne que ella había buscado.

Alistair dejó caer al suelo el bastón mientras acercaba la linterna a la Mano. Alargó su propia mano libre para tomar el artefacto, saboreando cada segundo de aquella sencilla operación.

Con la Mano en su posesión, Alistair pudo sentir la poderosa aura sobrenatural que emanaba del artefacto. Sí, sin duda tenía poder. Aunque el cómo usarlo era otro asunto…

Sin tener apenas tiempo para estudiar el objeto, los Rippers fueron asaltados por los cultistas a los que venían persiguiendo. Así que era una trampa…

A Alistair se le heló la sangre nada más ver a aquel hombre lanzándose contra él, armado con una daga. Alzó el brazo en el que llevaba la linterna, tratando torpemente de protegerse del ataque enemigo.

Por fortuna, su movimiento bloqueó el ataque enemigo, otorgándole unas preciosas milésimas de segundo para pensar.

“¡QUÉ HAGO!”

Maggie estaba junto a él, pero el profesor se encontraba desarmado. ¿Qué hacía? ¿Blandía la linterna contra el cultista? ¿Trataba de huir?

Proteger la Mano era su prioridad, debía protegerse. Sintiéndose acorralado, Alistair pronunció un rápido salmo en acadio. El poder brotó de él, liberándose como un gas que hubiese sido contenido a elevada presión. Alistair se envolvió de una pantalla translúcida, apenas visible si no fuese porque difractaba levemente la luz de la linterna, como un prisma.

Con la formulación del sortilegio, Alistair sintió aquella característica sensación de fatiga, de drenaje de sus reservas.

Personas normales no habrían sobrevivido a una emboscada como aquella, sus cuerpos adornarían ya el frio suelo de aquella habitación. Luchadores profesionales podrían darse por satisfechos, si hubieran sido capaces de soportar el primer envite con solo alguna pequeña baja entre los suyos, tan salvaje y sorprendente había sido el ataque de los sangrientos sectarios.

Los Rippers no solo no tuvieron que lamentar ningún muerto, si no que incluso devolvieron el fuego con fuego y el acero con acero, consiguiendo equilibrar hasta cierto punto las fuerzas.

No podía decirse que aquel ataque hubiera pillado a Liam completamente por sorpresa y, aunque si que su cuerpo sintió como el frio hierro de la daga de uno de sus enemigos penetraba su cuerpo, el cazavampiros se recuperó rápidamente, vaciando el cargador sobre los dos hindis que miraban hasta cierto punto sorprendidos por la dureza que mostraba aquel hombre joven. Uno de ellos cayó al suelo, muerto, sin tener oportunidad de recuperarse de su sorpresa. No así el líder de los cultistas, quien respondió a la provocación de Liam con una sonrisa tan gélida como llena de confianza.

– Sera un placer esparcir tus tripas por el suelo, impío inglés.

Mientras tanto, Alistair consiguió en un movimiento casi reflejo escapar de una herida que podría haber sido muy fea, parando hábilmente el golpe mortal que el sectario hindi había lanzado contra él. Sin perder un segundo, instintivamente, dibujó en el aire con unos gestos rápidos y repetidos cientos de veces antes, hasta el punto de no necesitar pensar siquiera mientras los hacía, unos símbolos arcanos bien definidos y los acompañó de palabras extrañas pero que recordaban de alguna manera a un cántico. El aire a su alrededor casi pareció llenarse de electricidad estática mientras el académico sentía como un poder más antiguo que la humanidad recorría su cuerpo.

Maggie no tenía ningún enemigo enfrentándose a ella, pero la vaquera no se quedo quieta esperando. Con un movimiento tan veloz que el señor Donnelley, espectador inocente de aquella escena de muerte, no pudo seguirlo con los ojos, el lazo de Maggie apareció en su mano. Más tarde el banquero diría que debía de haberse tratado de magia, de algún tipo de poder sobrenatural. Con parecida sorpresa reaccionó el asesino que había atacado a Alistair y quien de repente tenía un lazo sujetando con fuerza su pecho.

– ¡Suéltame, zorra! –ladró con rabia.

La mujer circense, quien había puesto toda su atención en el rescate de la mujer encadenada, fue también victima de un ataque, pero los años pasados con duro entrenamiento diario en el circo, fueron decisivos para que su cuerpo, con una agilidad y velocidad pasmosa, pudiera evitar con un gracioso giro encontrarse con la daga de otro asesino incrustada entre sus costillas. En un movimiento fluido, echó mano de uno de sus cuchillos arrojadizos y fue incluso capaz de lanzarlo contra su contrincante, pero toda aquella rápida reacción había sido demasiado como para que el ataque hubiera sido además preciso. El cuchillo se perdió en algún punto de la cámara donde se encontraban.

Liam le devolvió la gélida sonrisa. Ahora el cazador se convertiría en presa...

Antes de que el hindi pudiese reaccionar, sacó su garra de acero y le atacó. En ese momento el odio y la rabia le bullian por dentro, olvidándose de su herida o de su defensa si fallaba y se volvía en su contra. - ¡¡¡ Muereee !!! - gritó con la cara descompuesta en una mueca de odio, más como un animal que como un hombre.

Lanzó un garrazo con tal furia que hizo que el asesino tuviese que retroceder golpeándose la cabeza contra la pared y perdiendo durante un segundo el norte. Liam había fallado, por muy poco. La garra había lamido las ropas del hindi que ahora estaban hechas jirones.

Con una mirada asesina y el sudor cayéndole por la frente se acercó de nuevo a él para no darle tiempo a tomar aliento...

La situación se estaba complicando por momentos para Louise la cual, sin mucho poder de reacción dada la cercanía de su enemigo, poco podía hacer. Pero tenía que intentarlo, tenía que hacer algo fuera lo que fuese aunque esperaba, en su precipitación y desesperación, no provocar ningún desastre que pusiera en peligro a sus compañeros.

Con toda la rapidez de la que fue capaz, sacó su pistola de la chaqueta y se dispuso a disparar al cultista aún sabiendo lo difícil que resultaría no sólo disparar sino acertarle. Del grupo de rippers, cada cual en su campo, ella era la que menos podía ayudar en una pelea ya que sus cualidades y su especialidad eran otras, pero eso no significaba que, con un golpe de suerte, pudiera acabar con alguno de sus enemigos.

Tenía que intentarlo y no darse por vencida así que, sin detenerse a apuntar, disparó su arma sobre el cultista que, por supuesto, no iba a mantenerse quieto esperando recibir aquel tiro.

Lilou reaccionó todo lo rápido que pudo -y la artista circense era realmente rápida-, pero toda aquella acción la había pillado por sorpresa y desarmada y, aunque sacó con terrible agilidad la pistola que guardaba en el cinturón, el disparo que hizo solo consiguió agujerear la pared que tenía frente a ella. El sectario había previsto el ataque y logrado, no sin cierta suerte, hacerse a un lado. Pero fue posiblemente gracias a este movimiento que el contraataque que realizó contra la Ripper solo supo cortar el aire a su alrededor, sin llegar siquiera a rozarla.

Poco más allá, el asesino Thug que había sido alcanzado por el lazo de Maggie luchaba por liberarse del abrazo de la cuerda y, con movimientos precisos, logró quitársela de encima. Sin embargo, perdió demasiado tiempo logrando soltarse.

En la otra parte de la habitación, Liam atacaba con rabia y fuerza descontrolada al líder de los asesinos. El golpe que lanzó posiblemente hubiera cortado una mesa por la mitad sin esfuerzo. Pero de poco le sirvió la tremenda energía que impuso el cazavampiros, sin apenas esfuerzo el experimentado luchador hindi logró apartarse del alcance de las garras de acero del joven Ripper.

– Arrogantes ingleses. –comenzó a hablar, luciendo una sonrisa de satisfacción en la cara–. Os consideráis un pueblo superior. Creéis poder hacer siempre lo que queráis, con quien queráis, y no tener que rendir cuentas a nadie más que a vuestro estúpido Dios y a esa reina gorda que tenéis. Todo por el honor y la riqueza de vuestro estúpido imperio británico.

La risa del líder Thug resonó en toda la habitación.

– Sabed que esta vez vuestra soberbia os ha llevado demasiado lejos. Habéis despertado fuerzas que mejor habríais dejado descansar y ahora estamos aquí y ya no nos conformaremos simplemente con retomar lo que es nuestro. No.

Miró por encima del hombro de Liam y vio algo que hizo que su sonrisa se ensanchara aún más. Los Rippers notaron entonces una vibración que hizo reverberar el suelo de la habitación.

– No estamos solos. Hemos encontrado unos aliados poderosos que vagan por la noche y tienen planes parecidos. Vamos a acabar con la corona y a devolver la libertad que habéis robado a nuestra nación. Dejaremos un reguero de sangre y muerte, hasta que vuestra reina de papel nos pida de rodillas clemencia y saque a todas sus tropas de la India. Pero no os preocupéis. Vosotros no llegaréis a ver esa denigración. Vais a morir hoy y…

Un ruido de huesos crujiendo les llegó del lugar donde estaba la mujer encadenada y el líder Thug miró fijamente a Liam antes de terminar la frase.

– … yo mismo me encargare de llevar tu cadáver a nuestro nuevo y común amigo¹. Es alguien que se alegrará cuando le entregue tu cabeza como presente de nuestra alianza.

Habían estado escuchando anonadados las palabras de aquel hombre, los terribles planes que pensaban llevar a cabo y, cuando este terminó y miraron en la dirección donde estaba Lilou y desde donde habían creído percibir aquellos sonidos y vibraciones, pudieron ver como la pequeña artista circense miraba con los ojos terriblemente abiertos la figura de un ser de pesadilla.

La mujer que había intentado liberar ya no estaba allí. En su lugar una serpiente de un tamaño imposible abarcaba buena parte de la cámara. Pero aquel reptil, salido de la febril imaginación de un loco, no los miraba con ojos animales. La cara de la mujer hindú, con una mirada inyectada en sangre y una depravación y crueldad más allá de cualquier límite, les observaba desde las alturas. Sus rasgos se habían deformado hasta cierto punto, mostrando formas más angulares, y una lengua bífida salió siseante de su boca.

Ahora ya sabían de que forma había muerto aquel pobre vagabundo. Ahora sabían que muerte les esperaba a ellos en aquellos salones subterráneos.

Maggie tiró con energía de la cuerda intentando que aquello dificultase las posibilidades de aquel malnacido para soltarse. Pero incluso para ella resultaba evidente que no era una estrategia que pudiera mantener en el tiempo. Así que en el instante que vió como el hombre casi se había liberado, soltó la cuerda, dejándola caer, y con gran velocidad agarró su pistola justo cuando aquel hijo del demonio se incorporó libre hacia ellos. Y le disparó.

Luego suspiró. No tenía tiempo para lamentarse más sobre lo afortunado que había sido por aquel final rápido que no merecía.

La intención de Maggie era ir en ayuda de Louise a continuación pero la vaquera se quedó petrificada cuando, al mirar hacia su compañera, se encontró con aquel ser aberrante.

-Vas a pagar por lo que has hecho. Y me haré unas botas cuando te despelleje- comentó Maggie, más para infundirse valor que para amenazar a aquel ser, que dudaba que tuviera miedo de ellos, mientras recogía su cuerda.

Después de protegerse tras su escudo - y sintiéndose por ende más tranquilo - Alistair tuvo tiempo de observar el campo de batalla. Los cultistas los habían emboscado, aunque la batalla no parecía ir del todo mal. De hecho, Liam ya había abatido a uno de ellos. Maggie luchaba junto a el profesor, y Lilou se encontraba con la mujer encadenada, enfrentándose a otro de los cultistas.

Los números no estaban en su contra.

Pero había asumido demasiado rápido.

De pronto, y después de que el líder de los cultistas les revelara sus planes, la mujer se convirtió en una enorme serpiente.

- ¡QUÉ DEMONIOS! - exclamó Alistair, asustado por aquella visión, a pesar de las muchas experiencias sobrenaturales que había tenido con aquel grupo.

Aquella enorme criatura se encontraba ahora junto a Lilou, prácticamente rodeándola junto al cultista. Su compañera estaba en problemas y, aunque Alistair tenía a un enemigo frente a él, no pudo evitar tratar de ayudarla.

- ¡Lilou, aguanta! - gritó mientras trazaba símbolos arcanos en el aire.

Alistair no era un hechicero especialmente poderoso. De hecho, no era más que un iniciado. Pero con premura y angustia trató de reunir todo el poder del que disponía en el lapso más corto de tiempo posible.

La crepitante energía arcana comenzó a acariciarle los dedos mientras pronunciaba su letanía. Tres proyectiles de etérea luz violeta se materializaron en el aire, delgados y discretos, antes de ser disparados contra la enorme criatura.

Maggie tenía claro que debían de acabar cuanto antes con los asesinos que aún estaban en pie, para poder ocuparse entonces todos ellos unidos de aquel ser de pesadilla. Sin embargo, y a pesar de que la cowgirl sabía utilizar un revolver con gran pericia, el disparo que hizo contra el cultista se desvió muy hacia arriba. Posiblemente la vista de aquella terrorífica serpiente con cabeza de mujer la había desorientado, llamando tanto su atención que la bala solo logró rozar al asesino que acababa de liberarse del lazo de Maggie.

El académico por su lado reaccionó con inusitada velocidad y volvió a trazar aquello extraños símbolos en el aire. Un calor enorme llenó el aire a su alrededor y, apenas un segundo después, ­­tres pequeñas pero peligrosas bolas de fuego surgieron de la nada y salieron disparadas hacia la fantástica criatura. Con un poderoso estallido, dos de ellas lograron impactar contra su enorme cuerpo. Pero Alistair no pudo alegrarse por su aparente éxito. Las escamas de aquel ser parecían ser una coraza difícil de perforar. Quizás esta sorpresa hizo que algo no funcionara con uno de los proyectiles del arcanista, devolviendo parte de su energía contra él y haciéndole perder por unos instantes la concentración

- ¿Acaso os creéis mejor que nosotros torturado a esos hombres hasta la locura? ¡Dejándoles revolcarse entre su propia mierda! - a Liam le hervía la sangre oírle hablar de hacer y deshacer a su antojo cuando ellos eran los que habían creado esa horrible y macabra representación de la depravación humana en su propia guarida.

- No, ni el mismísimo Drácula en persona podría salvarte ¡¡de la muerte!! - gritó para lanzarse con un nuevo garrazo que esta vez le mordió la carne haciéndole manchar el frió suelo de sangre

Había tratado de atacar con su magia a la enorme serpiente, pero los proyectiles habían rebotado inofensivamente contra sus escamas, incapaces de dañarlo.

Aquel segundo hechizo había drenado todavía más de las escasas energías de Alistair. No podía depender de aquello siempre, debía cambiar de estrategia.

Algo mareado por el rebote de su propio conjuro, el profesor trató de guardar la Mano en su bolsa. Necesitaba su propia mano libre para empuñar un arma.

Liam se encontraba en trance. Sintiendo una gran furia, una rabia infinita, apenas sentía la herida que le había hecho aquel odiado asesino Thug. Era responsable de muchas muertes y del sufrimiento de otros tantos inocentes y el cazavampiros se lo iba a hacer pagar.

Lanzó sus temibles garras contra su rival, un zarpazo que podría haber partido en dos a un oso, pero descubrió que aquel hombre era experimentado en las peleas. No era cualquier comparsa, si no alguien a quien respetar en un combate. Con un rápido giro de cintura, esquivó las zarpas de Liam, las cuales pasaron a escasos milímetros de su cuerpo, para, continuando el movimiento de manera tan fluida que parecía estar bailando, devolver el ataque a Liam. El puñal del líder de los Thug buscó sediento la sangre del joven Ripper, queriendo calmar la sed en el costado de éste.

La sonrisa del líder Thug se ensanchó aún más. Se sabía ganador.

Mientras tanto, a pocos metros de él, sus compañeros también se debatían a vida o muerte contra unos enemigos implacables. Alistair solo tenía una idea en mente: poner a salvo la mano, quitársela a los cultistas y guardarla para llevársela en cuanto terminaran allí. Para su desgracia, la terrible serpiente y sus esclavos humanos no iban a permitirle salirse con la suya.

– ¿A qué esperáis? ¡No permitáis que se la lleve! –La voz de la Naga resonó en toda la sala. Era sibilante y tenía una dureza inherente que indicaba un enorme poder, pero había también un tono subyacente y carismático, que cautivaba a quien lo escuchaba.

El cultista que se encontraba luchando con Lilou no dudó un segundo y siguió las ordenes de su señora. Dejó a la artista circense y se dirigió hacia el hombre que se había atrevido a robar la sagrada mano delante de sus narices. Louise, sin más balas en el cargador, trató de darle un culatazo mientras se alejaba, pero, como si el hombre lo hubiera estado esperando, éste dio rápidamente un paso a un lado, poniéndose así a salvo del doloroso golpe que Lilou había querido propinarle.

Alistair, sin embargo, tuvo menos suerte. Ocupado como estaba guardando aquel poderoso objeto arcano y sacando su propio revolver para unirse al combate, el académico bajo la guardia y el asesino Thug arrojó un letal golpe con su daga curvada. Arma que ya había matado antes a otras personas y que buscaba hacer ahora lo mismo con el desprevenido Ripper. Pero el asesino se llevo una gran sorpresa. El blanco no era especialmente complicado, realmente se trataba de un golpe demasiado sencillo, pero, en el momento que la daga debía de rajar al académico, esta pareció "resbalar" por su piel, sin dañarle si quiera.

Mientras todo aquello sucedía, dejando a los compañeros Rippers consternados ante la precisión y la letalidad de unos enemigos a los que para nada habían creído capaces de llegar tan lejos y preocupados por los amigos que habían sufrido los ataques, la enorme serpiente con cabeza humana lanzó su cuerpo con una velocidad terrible contra Lilou, pero la artista circense era alguien extremadamente ágil y logró apartarse de su trayectoria en el último segundo.

Notó una corriente de aire en la cara y supo que había estado cerca. De los colmillos de la Naga, que solo pudieron morder el vacío, cayeron unas gotas al suelo y Lilou no dudo de que se trataba de un veneno que había querido inocularla y acabar con ella de la manera más abyecta que podía imaginarse.