Partida Rol por web

Watts, siguiendo las intrusiones de Alistair, descorchó una botella de vino del color de la sangre y sirvió un poco del afrutado liquido en una copa para que éste pudiera probarlo. Cuando el noble con un sencillo asentimiento de cabeza le indicó que el vino era de su agrado, termino de llenar la copa, mientras respondía a sus preguntas.

– La Habitación Verde se concibió precisamente para eso, caballero, para conceder la privacidad necesaria a los miembros del club y a sus visitas. Las paredes están aisladas y lo que se habla en esta sala no puede ser oído más allá de ella. Yo mismo me retiraré para dejarles en absoluta privacidad.

El resto de Rippers, aún demasiado desconfiados, decidieron no hacer uso de la invitación del joven sirviente y la rechazaron amablemente. Sólo Maggie, cuya curiosidad siempre la podía, decidió averiguar algo más acerca del joven.

– Tengo la fortuna de poder seguir los pasos de mi padre y poder servir ya desde hace algunos años en el Club Chimera, Milady.

Si el joven quería añadir algo más a su explicación no tuvo oportunidad, pues el sonido agudo de un gong llenó entonces la sala, acallándole. Cuando el sonido de la campana quedo reducido a una ligera vibración, el joven Watts bajó la luz de la habitación hasta que solo el púlpito central quedo iluminado y se despidió de ellos.

– Su anfitrión esta al llegar. Cuando la reunión llegue a su fin, regresaré para abrirles la puerta.

Y, diciendo esto, salió por la puerta por la que habían entrado y la cerró con llave tras de sí. Los Rippers no tuvieron ocasión de reaccionar, pues, en el mismo momento que Watts cerró la suya, una llave giro en la otra puerta abriéndose y dejando pasar a un hombre al interior de la Habitación Verde.

Se dirigió con paso lento, casi pesado, al centro de la habitación y se subió al púlpito del orador. Desde allí, iluminado por la única luz que aún permanecía encendida, pudieron verle con más detalle. A pesar de que sus ropas eran, sin duda alguna, de gran calidad, estaban descuidadas y llenas de arrugas. Arrugas que también creyeron ver en una cara en la que se dibujaba claramente la preocupación y el cansancio. Y, por encima de todo ello, el miedo.

Las enormes bolsas bajo los ojos, la barba de días sin rasurar, el pelo desordenado y el temblor en la voz cuando habló. No había duda acerca del estado de ansiedad por el que estaba pasando aquel hombre.

– Morrison. Gracias a Dios has podido venir. Están detrás de nosotros. Nos están cazando como a ratas.

Entonces se detuvo, cerró los ojos como queriendo forzar la vista y lo que vio hizo que le temblara aun más la voz.

– No sois Morrison. Habéis venido a matarme. – Mientras decía esto, con una voz que se había vuelto algo chillona, echó mano a uno de los bolsillos de su chaqueta y sacó un revolver de esta –. Pero, si creéis que os lo voy a poner tan fácil, estáis equivocados.

Y, diciendo esto, el sonido de un disparo retumbó en la Habitación Verde.

Todo parecía estar siendo perfectamente educado y cordial. Incluso cuando el gong sonó y el camarero salió cerrando, otra puerta se abrió, lo que eliminó la sensación de encerrona.

Un tipo llegó y se puso a hablar en medio de la sala. Maggie se sorprendió de que no se diera cuenta rápidamente de que allí había demasiada gente como para ser todos el tal Morrison. Pero lo achacó a la luz "No nos ha visto aún. Pero cuando nos vea..."

Decir que la cowgirl se esperaba lo que iba a pasar, no era cierto. Pero si era verdad que estaba en tensión. Quizás por eso, en cuanto aquel tipo sacó el arma, ella comenzó a moverse, aunque fuera demasiado despacio para lo que habría querido. Para cuando llegó al mueble-bar, el tipo ya había disparado.

Maggie no se paró a mirar qué había ocurrido con la bala. Agarró lo primero que pilló, sin importar lo que era, quizás un vaso. Y lo lanzó con fuerza hacia la mano del hombre

Al ver entrar al tal Donelly, Alistair se recostó en su asiento y dio un sorbo de la copa de vino. Cuando comenzó a hablar, parecía que los estaba confundiendo con su compañero. ¿Acaso no los veía en la penumbra?

El profesor se preparó para interrumpir a su interlocutor para sacarlo de su error, pero él mismo se dio cuenta pasados unos instantes.

Sin embargo, su reacción fue sacar una pistola de su chaqueta y dar un disparo.

Hasta aquel momento, Alistair había estado bastante relajado. Pero el estallido del revolver le hizo soltar la copa.

- ¡A cubierto!

En las milésimas de segundo en las que la copa todavía no había tocado el suelo, Alistair comenzó a levantarse. Siguiendo una estrategia similar a la de Maggie, Alistair se dispuso a desarmar a su oponente.

Mientras la copa chocaba contra el suelo, desparramando el líquido carmesí por el suelo - lo cual era una lástima - Alistair gesticuló en el aire mientras recitaba una escueta letanía en antiguo babilonio.

Aquel mayordomo bien podría haber pensado que se había adueñado de todas las armas que portaban los Rippers. Pero Alistair jamás iba desarmado.

Con un rápido gesto, Alistair disparó de la palma de su mano derecha un etéreo y vaporoso proyectil de luz violácea.

Su intención no era matar, sino impactar en la mano del señor Donelly y lanzar su arma por los aires. Mientras obraba aquel conjuro, el profesor pensó en lo útil que sería un hechizo apresador para aquel tipo de situaciones.

Louise se removía inquieta en el sillón mientras escuchaba las tranquilas y educadas palabras de Watts. Todo aquel ambiente tan verde, saber que estaban encerrados y que, en caso de tener que pedir ayuda nadie los escucharía, ponía de los nervios a la joven. Su cabeza, demasiado fantasiosa, ya se imaginaba toda la habitación llenándose de algún humo exótico que los adormeciera o a saber qué cosas raras, pues después de lo que habían leído en la logia bien pudiera ser que aquellos caballeros que habían llegado de expedición hubieran traído algo mucho más peligroso. Aunque peligro debía ser el que corrían precisamente esos hombres antes que ellos.

Perdida en su mundo imaginario, Louise se llevó un buen susto con el sonido del gong, consiguiendo que su corazón comenzara a latir a un ritmo más rápido de lo que sería normal. Mirando hacia todas partes vio como el camarero se iba cerrando con llave la puerta, no sin antes dejar casi en penumbra la habitación, y el sonido de otra llave resonaba allí dentro.

El hombre que apareció y se colocó en el púlpito, bajo el único foco de luz que aún quedaba, parecía muy cansado, con su ropa de buena calida arrugada, como si llevara días sin descansar o sin cambiarse de traje. Seguramente por el tono de voz que empleó, debía estar muerto de miedo, algo que para Louise quedó confirmado cuando aquel hombre se percató de que su audiencia no era el tal Morrison que esperaba sino un grupo un poco más numeroso de personas.

De pura casualidad vio el revólver que sacó y que a Louise le dio la impresión de que apuntaba directamente hacia ella. Desarmada como estaba, poco podía hacer así que con la agilidad que la caracterizaba, se escurrió hacia el suelo e intentó avanzar en la misma dirección que Maggie, la barra del bar, pues allí quizás pudiera encontrar algo que le fuera de utilidad, aunque era consciente de que Liam aún iba armado y quizás lo que ella pudiera hacer no sería neceario. De todas formas nunca estaba de más encontrar algo que le sirviera de arma pues no sabían si aparte de aquel hombre esperaban a alguien más.

Liam seguía esperando que en cualquier momento llegara la seguridad del local y los intentara echar no del lugar sino de la vida misma. Seguía tenso y apenas prestaba atención al camarero, no se sentía cómodo sentado mientras esperaba que en cualquier momento les disparasen por la espalda. Casi era un milagro que hubieran entrado, pero sería mucho más milagroso que pasaran por alto la forma en la que lo habían hecho.

Alerta escuchó como se cerraba la puerta, esperando que en cualquier momento se revelase que no habría anfitrión. Así estaba, preocupado por la seguridad del hotel, que no pensaba que otro se la pudiera haber saltado. Y había sido un error.

Aunque se levantó para recibir al recién llegado no reaccionó hasta que escuchó el disparo, dándole la impresión de que pasaba cerca de Louise.

—¡Bastardo hijo de perra!

No había sido el más rápido en raccionar, por lo que intuyó que la intención de sus compañeros no era matarlo. De lo contrario, al ver como a punto había estado de matar a compañera le hubiera devuelto el favor. Pero tuvo tiempo de pensar y aceptar que lo necesitarían vivo. Si Liam lo mataba no sólo llamaría la atención, sino que ese viaje habría sido en vano.

Por ello, aprovechando que estaba cerca y que el disparo había errado, se lanzó hacia el atacante con intención de rodearlo con sus brazos y tratar de inmovilizarlo. Si sus compañeros lograban desarmarlo tal vez pudieran terminar antes de montar un espectáculo.

Quizás por que desde un principio el grupo de Rippers se había encontrado en tensión, previendo una posible trampa, reaccionaron con rapidez a la amenaza que de repente surgió de quien, sin saberlo, era su anfitrión.

Maggie salió corriendo hacia el bar donde Watts les había ofrecido la bebida. Con rapidez felina se hizo con la primera botella que tuvo a mano y la lanzó en un movimiento fluido contra Donnelley. No quería hacer daño a aquél hombre -al menos de momento-, su intención era desarmarle para que dejará de ser un peligro. Para ellos y quizás para él mismo. Pero la penumbra, la excitación y la dificultad añadida del diminuto blanco por el que se había decidido, hicieron que fallara. La botella pasó a pocos centímetros de la mano de Donnelley, estrellándose contra el suelo algunos metros más allá y estallando en mil pedazos.

Otra suerte distinta corrió el catedrático. Alistair, que había estado algo confiado e incluso se había permitido disfrutar de una copa de vino, soltó esta, dejándola caer al suelo y arrancándola el acampanado sonido del cristal. Con todos los sentidos puestos en los movimientos del señor Donnelley y su concentración en la letanía tantas veces recitada y que activaría sus poderes arcanos, coordinó los movimientos para disparar un único proyectil de energía, el cual bien concentrado podría incluso abrir un pequeño agujero en una pared, pero en este caso solo debía hacer el daño suficiente para que su oponente soltará el arma.

El disparo del profesor fue preciso como el corte del bisturí de un cirujano y alcanzó el brazo armado del señor Donnelley, quien, además del revolver, soltó un grito mezcla de sorpresa y dolor.

– ¡Aaaaaaargh!

Como acto reflejo se llevó la mano izquierda al brazo herido, frotándolo en un vano intento de aliviar el dolor.

– ¡Asesinos! ¿Qué habéis hecho con Morrison? ¡Cobar…

No terminó de pronunciar el adjetivo que quería dedicarles. Aprovechando que Donnelley se encontraba distraído, Liam sujetó a su oponente por detrás usando una presa tan dolorosa como firme y de la que aquel hombre, que no podía medirse físicamente con el Ripper, no tenía posibilidad alguna de escapar.

Mientras tanto, y queriendo estar preparada para el caso de que el combate se prolongara, Lilou salió detrás de su compañera Maggie y la imitó, cogiendo otra de las botellas del mueble bar y preparándose para vender cara su vida.

Pero parecía que no iba a ser necesario.

– ¿A que esperáis?  ¡Acabad lo que habéis venido a hacer! – fue todo lo que Donnelley llegó a decir, reuniendo todo el valor que le quedaba y levantando el pecho lo que la presa de Liam le permitía, como quien quiere acabar con dignidad. 

Alistair respiró aliviado al ver cómo la presa de Liam había inutilizado por completo a Donelly. El profesor se sentía mal por haber atacado a su anfitrión, pero los Rippers no podrían haber reaccionado de otra manera tras ser atacados.

Pero el combate había terminado, o eso quería creer Alistair. El profesor buscó la mirada de Liam, y asintió con la cabeza, dándole las gracias.

Luego miró a sus compañeras, que habían corrido hacia el mueble bar para armarse. Todos habían actuado rápido, y habían evitado un desastre.

- No hemos venido a matarle - dijo con una forzada calma.

El corazón todavía le iba a cien, pero le convenía calmarse, a él y a todos.

- No trabajamos para quien sea que quiere matarlo. De hecho, hemos sido atacados por la misma gente que quiere acabar con usted - le confió mientras se acercaba al púlpito y se encaraba a él.

Ver a Donelly atrapado por la férrea presa de Liam le daba cierta pena. El hombre ni siquiera representaba una amenaza para ellos. Tan solo estaba asustado.

- Si se relaja, podremos hablar con calma. Recibimos por accidente su mensaje y... queremos ayudarle, descubrir lo que está pasando - propuso mientras se inclinaba levemente hacia Donelly, adoptando un tono de voz algo más relajado -. Somos… un grupo de individuos con habilidades singulares. Resolvemos problemas.

Maggie vió como fallaba su botella. Pero no importaba por que, para eso están los equipos; donde no llega uno, pueden llegar los demás.

Y, así fue. Primero Alistair y luego Liam. Aquel pobre hombre no tenía ni una oportunidad contra ellos cuatro.

-Pues le ha disparado a Louise. No sé si deberíamos ser tan considerados con él...- dejó caer la vaquera.

"Al fin y al cabo ella venía de un lugar donde esas cosas se pagaban con una bala o una soga al cuello". Ese pensamiento hizo que Maggie se llevara la mano a su propio cuello y recordase cómo, en ocasiones, el castigo no era proporcional al delito.

-Mi compañero tiene razón. Pese a mis palabras, no somos matones, señor- comentó conciliadora -Vinimos por que la nota daba a entender que alguien necesitaba ayuda- explicó, omitiendo el otro motivo que la guiaba a meterse en estos líos, su malsana curiosidad -Explíquenoslo. Díganos qué está pasando. Podemos ayudarle- enfatizó, intentando apoyar el mensaje de Alistair

-¿Estás bien?- preguntó entre susurros a Louise mientras esperaba una respuesta de aquel hombre. Ella no veía ninguna heridas, pero que no viera sangre no tenía por qué significar que estaba bien.

Todo había sucedido tan rápido que, cuando Louise se quiso dar cuenta, se vio sujetando fuertemente una botella y sin motivo alguno para usarla como arma. Entre Alistair y Liam habían conseguido evitar que Donnelley siguira disparando y, por suerte también, el hombre aún seguía con vida lo que indicaba que, con un poco de presión, por fin se enterarían qué estaba pasando.

Louise pegó un respingo al escuchar las palabras de Maggie refiriéndose a un posible castigo al hombre por haber disparado, algo que a Lilou le pareció excesivo ya que, al fin y al cabo, no había sucedido nada. Pero por suerte Maggie suavizó su discurso ayudando de esa forma a que las palabras que había dicho Alistair calaran bien hondo en Donnelly. Ahora sólo faltaba que Liam no lo asfixiara para que el hombre pudiera contarles de qué iba toda aquella historia.

—Sí, sí, estoy bien, por suerte sólo fue el susto —contestó a la americana mientras se acercaba hacia el estrado donde sus dos compañeros intentaban razonar, cada uno en su estilo, con el pobre Donnelly que ya se había dado por vencido. De todas formas Louise siguió sujetando la botella, aunque de manera más relajada, por si acaso aún tuvieran alguna que otra sorpresa.

A Alistair, como el académico que era, se le daban bien las palabras así que dejó que fuera él quien llevara el mayor peso de la conversación y Lilou sólo asintió con vehemencia cuando sus compañeros aseguraron que estaban allí para ayudar.

Aunque al parecer Donelly se había rendido Liam no lo soltó, después de haber reaccionado de forma tan desesperada y violenta el Ripper esperaba cualquier treta del hombre que tenía agarrado.

Aflojó un poco la presa, pero sólo para confirmar que no estaban ahí para matarlo y también para que pudiera explicarse. Pero no le iba a costar nada volver a apretar con todas sus fuerzas hasta terminar de estrangularlo si era necesario. Él no necesitaba una soga.

—No debe temer por su vida si no hace ninguna estupidez —confirmó Liam.

Fuera lo que fuera lo que asustara a Donelly no estaba muy seguro de que fuera buena idea hacer promesas como las que estaba haciendo Alistair. Liam aún no estaba seguro de qué lado estaba quien había disparado a Lilou, un acto que bien merecía un castigo mayor que un dolor de cuello, y tampoco podía saber si esa tarea era de incumbencia de los Rippers.

Por el momento seguiría asegurándose de que Donelly no hiciera ninguna tontería y dejando hablar a Alistair.

Débil como estaba, Donnelley no tenía posibilidad alguna de liberarse de la firme presa de Liam y teniendo enfrente a cuatro oponentes se dio por vencido y esperó que llegará su final. Pero, en lugar de una fría hoja en el corazón, lo que recibió fueron unas cálidas y amables palabras que le ofrecían ayuda.

Aún agotado por la falta de sueño y las preocupaciones tardó unos instantes en comprender lo que le estaban diciendo y su reacción tardó algo en llegar. Como si alguien hubiera abierto de repente las puertas de una presa, dejando libre un enorme torrente de agua, así el cúmulo de emociones que Clancy Donnelley había ido asimilando en los últimos días se libero en un instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas y, de no ser por que Liam le tenía fuertemente sujeto, posiblemente se hubiera derrumbado.

– Lo siento. –comenzó haciendo clara referencia al incidente de hace apenas unos segundos–. Por favor acepten mis disculpas. No era dueño de mis actos. Pero si ustedes hubieran pasado por lo que he tenido que vivir los últimos días, quizás también perderían los nervios fácilmente. Yo y Morrison…

Al nombrar a su amigo detuvo la explicación y sus ojos se abrieron como platos. El nerviosismo inicial regreso y volvió a apoderarse de él.

– ¡Morrison! ¡Dios mío! Debería de estar aquí. Pero entonces… entonces… algo horrible le puede haber pasado.

Miró a cada uno de los componentes del grupo con verdadero pánico en los ojos, esperando quizás que estos le dieran alguna muestra de comprensión, que le confirmarán la certeza de sus augurios. Los Rippers sin embargo solo comprendían que el hombre estaba terriblemente preocupado, sin conocer las razones.

– Debemos ir a su casa. Comprobar que se encuentre bien. Quizás aún lleguemos a tiempo para evitar lo peor. –Las palabras surgían de su boca como si de una catarata se tratara, pisándose las unas a las otras–. Por favor, acompáñenme. Si es por dinero no deben de preocuparse. Me encuentro en una situación solvente. Pero necesito su ayuda. Les explicaré todo por el camino.

La mirada del hombre estaba tan llena de súplica, que pensaron que posiblemente se arrodillara para suplicarles de no estar sujeto por Liam.

Maggie asintió tranquila ahora que Louise confirmaba que, efectivamente, no había sido nada.

Sin aparente peligro ya debido a la firme sujeción de Liam, la vaquera se puso en pie y se acercó hacia donde el tal Donnelley estaba.

El hombre era un poema. Aunque Maggie no le conocía de antes, le pareció que se encontraba débil y físicamente mermado. Pero lo que más le impresionó, no fue eso, si no su manera de llorar. La mujer había visto llorar a mucha gente antes pero la falta de novedad no impedía que le siguiera impresionando. Sí, lo había visto antes, pero seguía siendo un espectáculo singular. Los hombres no lloraban. Y si lo hacían era con rabia y frustración, no con miedo y desdicha. No importaba cuántas veces lo viese, ni aquí ni en Sacramento los hombres se comportaban así. Sólo ocurría cuando no podía controlarse más.

-Nos cruzamos con Morrison en la estación. Creemos que intentaba huir de algo, por eso estamos aquí- fue lo único que le dijo. No sabía cuánto querían contar sus compañeros así que limitó sus palabras a aquellas que pensó que le darían algo de calma.

Al oír hablar a Donelly, Alistair sintió más pena. El hombre estaba desesperado, temía por su vida y por la de sus compañeros. Algo horrible les debía de haber pasado a los otros.

Algo como que te lancen una serpiente venenosa al interior del carruaje. No era una muerte agradable.

El profesor se disponía a explicar claramente la situación a Donelly, pues no sabía que su compañero había ido a toda prisa hacia la estación. Alistair iba a explicarle que los habían intentado matar en el mismo carruaje en el que había ido Morrison, que todo apuntaba a unos hindúes deseosos de recuperar lo que era suyo - según las ideas que se había hecho Alistair hasta el momento.  

Sin embargo, Maggie se le adelantó. Informó a Donelly de una forma escueta y directa. Pero también tranquilizadora.

- Eso es - se sumó Alistair a la iniciativa -. Morrison debe de estar bien, a mucha distancia de aquí. Pero quizá sería conveniente ir a su casa. Según la nota que le dejó, él debía traer algo, ¿no? - preguntó, deseoso de indagar sobre lo que era la dichosa “Mano” -. Puede que esté todavía en su casa, que lo haya dejado atrás. El dinero no será problema…

Alistar se detuvo en ese instante. ¿Había sonado aquello demasiado interesado? Cielos, la curiosidad le podía.

- ¿Quién cree que podría desearles mal, señor Donelly? A usted y a sus compañeros.  

A pesar de su desconfianza, ante la desesperación de Donelly, Liam estuvo convencido de que nadie podía ser tan buen actor. En un par de ocasiones tuvo que aguantar más su peso que apretar su cuello para mantenerlo sujeto así que, ante las palabras de Maggie y Alistair, aflojó su presa y lo soltó.

Era cierto que podía estar fingiendo, pero por empatía el Ripper se sentía culpable sosteniendo y amenazando a un hombre en ese estado.

—Tranquilícese... —pidió, separándose del hombre un par de pasos.

Liam se aseguró de estar a una distancia lo bastante prudente para no agobiar a Donelly, pero lo bastante cerca como para noquearlo si resultaba ser necesario, bien porque fuera muy buen actor o bien porque perdiera demasiado los nervios.

Tampoco es que se le diera bien sacar información por las buenas, así que le dejó de nuevo esa parte del trabajo a Alistair encogiéndose de hombros y esperando que, si el hombre se tranquilizaba un poco, les explicara a los cuatro qué era lo que había visto y por qué le había puesto tan nervioso.

Liam podía entender lo que quería decir, todos ahí de hecho, así que no lo culpaba. Aún no había superado la noche en la que había descubierto la existencia de algo más monstruoso que un simple asesino, y la paranoia era algo que jamás superaria, no al menos hasta haberse librado de quien lo perseguía. Sin duda podía entender a Donelly, aunque ponía en duda de que estuviera tan nervioso por algo que tuviera que ver con los Rippers, y lo seguiría poniendo en duda hasta que aclarase la situación.

Impresionaba ver a aquel hombre que, hacía tan solo unos minutos, a punto había estado de matarla llorar como un niño pequeño de miedo e impotencia. No era para menos pues saberse la presa de algo o alguien que sólo busca acabar con la vida de su perseguido era para estar con los nervios de punta todo el día, y aquel hombre se lo veía lo suficientemente destrozado para darse cuenta que llevaba tiempo sin descansar y, lo más seguro, también sin comer.

Como era habitual en circunstancias parecidas, la voz cantante la solía llevar Alistair que, gracias a su saber hacer y a su dominio de la palabra, era el más indicado para ese tipo de cuestiones y, por supuesto, siempre salpicada la conversación con las curiosas preguntas de Maggie, algo que no podía faltar. Así que, acercándose hacia donde se encontraban tanto Donnelley como sus compañeros, Lilou escuchó con atención todo lo que se decía, observando también cómo Liam se separaba del hombre para no agobiarlo demasiado pero manteniéndose a una distancia prudencial que le permitiera, en caso de que se volviera loco, detenerlo de un solo golpe. Y Liam sabía muy bien cómo golpear para dejar a alguien sin sentido.

Pero hubo un detalle de la conversación, el mismo detalle que seguramente a todos les despertaba curiosidad, que fue cuando se mencionó el objeto que el tal Morrison debería haber llevado a la cita en el caso de que hubiera acudido.

—Pero si ese objeto es tan importante... ¿Lo lógico no sería que se lo hubiera llevado consigo? Quizás considerase que podría ser algo así como un salvoconducto. —Estaba claro que Lilou sólo estaba dejando volar su imaginación al hablar de algo que desconocía por completo—. Ese objeto ¿es muy grande? ¿Lo podría llevar encima? Porque en ese caso a saber dónde se encontrará en estos momentos... —El optimismo no parecía ser su fuerte ese día.

Donnelley respiró profundamente cuando Liam aflojó su presa y dejo por fin libre al hombre. Sin embargo tomar aire pareció no calmar al hombre que siguió mostrando un terrible nerviosismo al responder a sus preguntas.

– ¿Qué quien nos desea algún mal? – Miró a cada uno de ellos con un brillo en los ojos que podía entenderse como histeria o quizás como locura –. Kali. La mismísima Diosa de la destrución hindú.

Esperó un poco, confiando ver alguna reacción por parte de los compañeros Rippers. Viendo que esta no llegaba, continuó excitado su relato dando más datos, para tratar de cimentar así su extraña afirmación.

– Mortimer y O’Dowell han aparecido aplastados, estrujados por una fuerza inhumana. Brookes-Forbes murió estrangulado y Davenport apuñalado. Y la noche pasada Samuelson ha aparecido envenenado. –Sus ojos giraban sobre sus órbitas al igual que él se giraba mientras hablaba para dirigirse a cada uno de ellos–. Y ahora nos toca a nosotros. Los últimos miembros de la expedición somos Morrison y yo…

Donnelley apenas podía contenerse. Se veía que no podía ver el momento de salir de allí. Suspiró ante la pregunta de Lilou, como quien no puede perder más tiempo y se ve obligado a retrasarse.

– Es una mano. La tercera mano de Kali. Terrible, escalofriante, enorme y… y… –Esperó un momento antes de seguir. Como si le costará decirlo–. Y viva. Se mueve. Créanme. Por favor.

>> Debo de ir al ver si Morrison esta bien. No creo que se haya marchado. Él no se iría sin avisarme. No después de lo que hemos pasado.

Sin querer perder más tiempo, se agachó a recoger su pistola. Pero vio el rápido movimiento de Liam y se lo pensó mejor.

– ¡Oh, por el amor de Dios! Necesito su ayuda. –Viendo que aún no terminaban de fiarse de él, continuó–. Voy a salir por esa puerta y llamare a un carruaje para acercarme a casa de Morrison. Les esperare afuera por si cambian de opinión y me quieren acompañar. Yo… yo… se lo suplico. –Estaba claro que Donnelley había perdido todo tipo de compostura. Abrió la puerta por la que había entrado al salón apenas unos minutos antes y les dirigió la palabra una vez más antes de desaparecer–. Y por favor traigan mi pistola con ustedes. –Dicho esto se marchó cerrando la puerta tras de sí.

En seguida escucharon de nuevo el gong con el que se había anunciado la llegada de su anfitrión y que ahora sirvió para avisar al sirviente de que la reunión había terminado. Apenas un minuto más tarde la otra puerta de la Habitación Verde se abrió y un sonriente Watts les invitó a salir.

Tras subir las escaleras y una vez en el recibidor del Club Chimera James les devolvió sus abrigos y sus pertenencias personales y les despidió con una sencillo y helado “Buenas noches.

Algo menos fría -aunque solo un poco- era la noche londinensa que les esperaba en el exterior. Unos metros más allá también les esperaba paciente un carruaje con la puerta abierta y posiblemente con algunas respuestas a las innumerables preguntas que el relato de Donnelley había dejado abiertas.

Kali. La mismísima diosa de la destrucción hindú.

Alistair saboreó aquellas palabras a medida que Donelly hablaba. La sola posibilidad de interactuar con una diosa se le antojó increíble, fantástica, curiosa. ¿O quizá serían sus cultistas los que obraban en su nombre? El hombre del turbante bien podría haber sido un adorador de Kali.

¿Actuaba realmente por órdenes de Kali? En el mundo de los Rippers aquella posibilidad no era descabellada.

Al parecer, el resto de compañeros de expedición estaban muertos. Al final todo desembocaba en una de las primeras teorías que había supuesto Alistair.

Los expedicionarios habían traído consigo algo que no deberían haber cogido. Ahora, el dueño de ese objeto les perseguía, como si estuviesen malditos.

La idea de ayudar a Donelly no le resultaba especialmente atractiva al profesor. Lo que le llamaba la atención era el culto de aquella diosa, y los posibles peligros sobrenaturales a los que se enfrentarían.

Alistair tenía una extraña fijación con los cultistas. Siempre había tratado de saber más de ellos, casi de una forma enfermiza. Quizá era una manera de sumar más magia a su repertorio, o quizá una simple obsesión por conocer más.

Una vez se hubo ido Donelly, Alistair se agachó para recoger la pistola.

- Le vamos a ayudar, ¿no? - preguntó al grupo con una sonrisa de excitación, como si ya conociese la respuesta -. Debemos descubrir los misterios que esconde esa mano. Si es una amenaza sobrenatural… es nuestro deber detenerla.

Si el grupo daba una respuesta afirmativa, Alistair se disponía a seguir a Donelly a su carruaje.

El profesor sonrió al mayordomo tras recuperar sus pertenencias. El hecho de que Watts se despidiese de ellos con unas escuetas palabras no enfrió los ánimos de Alistair.

- Gracias, buen hombre. Disculpe las molestias que le hayamos podido ocasionar antes - se disculpó, empleando una manera de hablar algo más refinada -. Buenas noches.

Lo poco que les estaba contando Donnelley parecía encajar con lo que ellos habían vivido y la escasa información que habían averiguado. Una diosa de la muerte y la destrucción, nada más y nada menos, era la que perseguía a aquellos hombres, o más bien los sicarios que había enviado. No iba a negar que aquello era terrible pero seguramente los miembros de la expedición que iban muriendo uno a uno no debían ser unos santos precisamente, algo habrían hecho y Lilou estaba por apostar que habrían profanado alguna tumba o algún templo prohibido y robado las reliquias más importantes para esa gente.

Mientras escuchaba al histérico Donnelley, Louise se debatía entre el pensamiento de que esos hombres se lo tenían bien merecido por robar y no respetar otras culturas, y la obligación de ayudar a alguien en peligro debido, con toda seguridad, a algo sobrenatural, porque una diosa muy terrenal no era precisamente.

Se encogió de hombros cuando, una vez el hombre salió de la sala para ir a buscar un carruaje, Alistair propuso ayudarlo. Conocía de sobra los raros gustos del profesor y su curiosidad, al igual que le sucedía a Maggie, y por parte de Lilou no tenía pensado dejar a sus amigos y compañeros a su suerte, aunque no estuviera muy de acuerdo con esa decisión.

—Está bien, pero no debemos confiarnos pues quizás estén vigilando la casa de Morrison y no creo que en esta ocasión nos envíen una simple serpiente —dijo, mirando a Liam con preocupación pues al fin y al cabo esa "simple" serpiente de la que hablaba a punto había estado de acabar con la vida del joven.

Suspiró aliviada cuando recuperó su chaquetilla y sus armas, despidiéndose del estirado de James con un leve movimiento de cabeza y una sonrisa pícara danzándole en los labios que no desapareció hasta que, una vez en el exterior del club, no vio al carruaje que los estaba esperando.

—Directos a la boca del... —murmuró más para ella, pero al no saber cómo continuar miró a sus compañeros—. ¿Qué animales hay por esas lejanas tierras? ¿Tigres? Directos a la boca del tigre...

Maggie observó a aquel hombre que se confesaba ante ellos sin pudor. Parecía que el caballeros ya había superado la fase de incredulidad que tenían los que, por primera vez, se enfrentaban a los hechos sobrenaturales.

"Bueno, la muerte suele facilitar la creencia" razonó la vaquera mientras Donnelley enumeraba a los que ya habían muerto.

-¿Una mano...? ¿¿una mano "viva"??- preguntó Maggie asombrada. Y, de repente, el deseo por ver algo tan singular, la invadió -¡Caramba! Eso tengo que verlo, sí señor-

La mujer observó a sus compañeros confiando en que le devolvieran la mirada y pudiese darle a entender que ella quería ir con Donnelley. Pero no hizo falta por que Alistair se ofreció.

-Sí, sí. Claro que le ayudaremos- se limitó a asentir, dando la razón a su compañero Ripper.

Siguió a los demás en el camino hacia el exterior y recogió todas sus cosas, no sin antes abrir su bolsa para asegurarse de que todo estaba dentro, en su sitio.

-¿Osos quizás?- respondió Maggie a Louise. Maggie no había visto nunca un tigre salvo en dibujos. Pero sabía cómo era un oso y sabía que los había en casi todos los sitios en los que había estado, así que ¿por qué no en La India?

—Dilo por ti... —respondió a Lilou, cuando usó el adjetivo de simple para definir a la serpiente, mientras le enseñaba el dorso de la mano—. Pero esa simple serpiente ha estado más cerca de matarme que alguien que yo me sé...

Liam no había tenido problemas en informar de sus desavenencias con cierto y poderoso vampiro, sabía que eso podía afectar al grupo, así que todos sabrían a qué se estaba refiriendo.

—Deberíamos informar —dijo Liam, ante la excitación del grupo—. Acabamos de volver, si lo que dice este hombre es cierto puede que alguno no lo hagamos de nuevo y ¿cómo lo explicaríamos entonces en el cuartel? —Odiaba ser por una vez lo que parecía la voz de la razón, pero si se iban de nuevo no creía que fuera buena idea hacerlo por las buenas como parecían pretender sus compañeros.

Le resultaba difícil excitarse por algo a esas alturas, y menos por lo que contaba Donnelley. Ya se había topado con muchas criaturas, como hombres lobo, vampiros, brujos... Pero la mano de una diosa que se movía le parecía una idea descabellada. Aunque la mayor parte de él sabía que bien podía ser cierto, y que merecía la pena investigarlo.

Aún así, dioses... lo que había visto hasta el momento no era cosa de dioses sino de monstruos. Y ese parecía ser el caso de lo que afectaba tanto a Donnelley.

—Vayamos si queréis —aceptó, pues en parte no podía negar que Alistair tenía razón, pero si el asunto podía llegar a ser tan grave seguía creyendo en la necesidad o, por lo menos, en lo correcto que era informar.

No dejaba de ser un soldado.