Partida Rol por web

 Al entrar por la puerta de la posada que está en medio de ninguna parte, a pie del camino reyal, te encuentras en un acojedor salón, con unas pocas mesas, algunas con algunos parroquianos tomando una jarra acompañada de alguna tapa. En el fondo de la sala está el hogar, con algunas brasas calentando el contenido de una marmita. El posadero ya tiene unas llaves la mano.

 - Qué refieren los señores, ir primero a dar un vistazo a la habitación y quitarse el polvo de las gargantas con un trago mientras cenan.

Había entrado con paso raudo y seguro, pero con la vista fija al suelo. -¡Ea!- Gritó, sorprendido, Ulrien cuando le salió el posadero, de pronto, al encuentro.  A la vez, el joven levantó con bruscos movimientos, ambos brazos, indicándole que se detuviera: - ¿Quien coño es esta mugre harapienta?...oh, el posadero. - Y sigue mientras toma las llaves de su mano, ágilmente y evitando el contacto físico.- Si me dice donde está, iré directamente a la habitación y...- pausó un momento sus palabras para recorrer la sala con la mirada -... lo que le digo, mejor súbeme allí la comida y el beber puesto que no voy a bajar a probar bocado – Añadió finalmente un -muchas...gra-cias...- lento y forzado.

Y esperó mirándole exageradamente a que le indicará la dirección.

 El posadero toma de nuevo las llaves ante la las mal educadas palabras del acompañante del caballero.

 - ¿Mugre, harapiento? Cuidado con esa lengua, estás en mi casa, engreído.- Resplica ofendido el posadero.

  Cuando Urien prosigue el posadero escucha.

 - Pagareís por adelantado, no me han gustado esos modos, jovenzuelo.

- Vaya, haciendo amigos Ulrien? Susurro a mi hermano con mirada y gesto contrariados.

Me giro hacia el posadero con mi mejor sonrisa:

- Perdonad, el camino ha sido largo hoy y estamos muy cansados. Indicadnos donde nos podemos alojar y no os preocupeis que os pagaré por adelantado como es vuestro deseo, como bien decis esta es vuestra casa.

En mi interior deseo que el posadero acepte mis muestras de disculpa, pues no ha hecho nada para merecer tales calificativos... menos viniendo de unos polvorientos y sudados viajeros. Tendré que comentarle alguna cosa a mi hermanito sobre trato personal.
Le miro de soslayo para atajar cualquier réplica que tenga en mente... quiero una habitación y dormir sobre un colchón

Soltó un sonoro: - ¡¡Tsk!!- No le había gustado nada, que Tarien lo reprendiera, y públicamente, se sentía ampliamente irritado, aunque quizás si, un poco aliviado de eludir la confrontación inevitable, y de recuperar la intimidad de poder hacer sus quehaceres planeados.

 -Jovenzuelo.... - Miró al maese de la posada altivamente, y con la arrogancia pintada en su rostro. - Tienes suerte que mi hermano esté aquí para echarme freno, sino ya te enseñaría yo a tratar a hombres de noble cuna.-

Quizás querido lector, puede el más joven de los hermanos Faux te parezca pedante, frío, malcriado y un largo derroche de epítetos despectivos más.
Quizás crees que merece poco menos que vuestro desprecio, vuestro enojo y vuestro odio. Pero, sin embargo, con el tiempo puede que veáis que no sea más que merecedor solo de vuestra lástima y piedad, pues Ulrien había pasado 7 u 8 años de su infancia encerrado, sin casi nada de contacto humano. Las escasas veces que había acudido a alguna zona mínimamente habitada, había sido en compañía de su arrogante abuelo quien sin censura trataba a villanos como despojos,  le injertaba su desprecio constante y lentamente.

 Por último, sin querer abusar de vuestra amabilidad, os ruego que recordéis que el joven gozaba de su libertad adquirida hacía solo un par de días. Un mundo fascinante se abría ante si, una vida por estrenar y sin instruir, por lo que era un polluelo aterrado más que otra cosa. Y dadas estas circunstancias le era más fácil ahuyentar, que encarar a los extraños que podían herirlo. Si el destino se lo permitía haría su camino, pero de momento...¿Por que esforzarse a ser algo más, si ya había su hermano mayor para ser cortés y amable?

 Tarien logra hacerse con la atención del posadero quien, a pesar del último comentario de Ulrien, parece quedar satisfecho.

 - Bien, señor, pues tengo una habitación digna de vuestro linaje. Primera planta a la izquierda, segunda puerta. Encontrarán lo que puedan necesitar en ella.- Su atención se posa en el mayor de los hermanos tan solo.- Y para comer les puedo servir una ración del guiso de pollo y zanahorias que tengo en el fuego, con pan y una jarra de cerveza o vino. Si lo desean les puedo preparar algó distinto, podrí prepararles un poco de ternera con guisanetes. El precio son dos piezas de oro para cada uno de ustedes y la comida tres piezas de plata por el guiso de pollo o cinco por la ternera. Como gusten los señores.- Continúa con la llave en las manos.

 El lugar parece haber visto mejores momentos, un gran salón con varias mesas, bien iluminado por grandes ventanales protegidos por porticones de madera. En la pared en la que esta el hogar hay colgados unas cabezas de venado, y otros trofeos de caza. En estos momentos cuenta con algúnos comenesales, que a juzgar por sus ropas son comerciantes algunos pero la mayoría son jornaleros.

- No os preocupeis Maese Tomas, el guiso de pollo no parece perfecto para estas horas, así que cuando querais podeis darnos nuestra habitación. Yo bajaré a cenar, pero si soys tan amable subidle la cena a la habitación a mi hermano. Le digo mientras cuento las monedas y le pago por adelantado.

- Veo que no hay mucho tráfico ni demasiados comerciantes en esta época, es normal? comento, en parte interesado por las noticias que nos dio Diego y en parte para desviar la atención de los comentarios de Ulrien.

 El posadero se guarda las piezas de metal en el bolsillo del delantal y da la llave al caballero.

 - No, no hay mucho tránsito estos días por las carreteras, no es época de siembra ni de recolecta. Y el tránisto comercial entre las localidades de Dalowin y Benedingburg es escaso. Tan solo algún comerciante se va para Rocafreda para participar en la feria de verano para vender productos y regresar con quesos y tal vez algún rebaño. Pero el incremento de bandidos en los caminos hace que algunos comerciantes se amedranten.

 Comenta el posadero mientras prepara unos platos hondos con guiso de pollo y zanahoria.

"Y ahora se ponen a cacarear, ¡fantástico!". Pensó Ulrien quién poco a poco se iba poniendo visiblemente nervioso. Su vista pasaba del suelo a las vigas, había pocas cosas en ese lugar que motivaran su interés.
Pasarían días antes de volver a detenerse en una posada, o al menos, este era el único pensamiento que le tranquilizaba algo, y se fue aferrando más y más a él.

- Bueno señor Tomasete, subiremos a la habitación a quitarnos el polvo del camino. Por favor guarde uno de esos platos para mi que ahora bajo, el otro lo subimos. Una buena cena y una cerveza es lo que necesita mi cuerpo.

Subo a la habitación, seguro de que Ulrien querrá subir cuanto antes y esconderse de la vista de todos. yo por mi parte quiero quitarme la armadura, asearme y beber una cerveza en la sala. Quizas pueda oir algo sobre los bandidos que pueda haber por la zona, o entablar conversación con algun mercader, que seguro estará informado de la situación.

Despues de quedar un poco adecentado, el polvo del camino fuera y la cara limpia, bajo a cenar. Me siento en la mesa de forma que pueda ver y ser visto... y sobre todo escuchar. No parece una taberna de mal aspecto así que con llevar la espada al cinto como símbolo de mi profesión basta.

- Muy buena la cena, si señor! Lástima que tan poca gente viaje en esta época para poderla disfrutar. Comento a Tomasete cuando viene a retirar el plato - A lo mejor sabreis de algún comerciante que viaje en dirección a Rocafreda, alguien interesado en que le acompañen dos buenos brazos capazes de hacer desistir a los bandidos?

Si los caminos presentan algún peligro mejor unir fuerzas con alguien que tambien viaje en esa dirección.

Comió lentamente mientras su hermano andaba ocupado en sus quehaceres, yendo de aquí para acá. Y sorbía, meditando, con pintas de estar aún molesto e irritado con él.
Ulrien se mostraba poco, o nada conversador, y decía sentirse aletargado y cansado del día y el viaje, y cuando decía algo era para quejarse de las “incomodidades del lugar”. Cuando su hermano salió, lo miró de reojo levantando la ceja, y haciendo su mejor cara de huraño.

Pero al sentir golpear la puerta al cerrarse, su expresión corporal cambió del día a la noche, mostrando una energía que segundos antes, cualquiera que le hubiera visto pensaría que no era capaz. Miró, como acto de reflejo, a ambos lados, como para asegurarse de que era imposible que nadie lo viera. Evidentemente, no podía estar más solo, su expresión se revitalizó por completo y sonrió de oreja a oreja.

 Antes que nada, se aseguró que la puerta quedaba bien cerrada, por lo que intentó bloquearla con una silla o, en caso de tenerla en su propiedad, girando la llave, y luego bloqueándola con la silla.

Una vez hecho esto, acercó una vela a la mesa, la escrutó para percatarse de que esta fuera lo suficientemente sólida y estable, sus miradas eran rápidas y furtivas, e intentaba hacer un cálculo de todo aquello que lo rodeara que pudiera resultar de menester.
Al final, decidido, se abalanzó de un salto a su mochilla y sacó el diario que durante dos largas jornadas había ocupado por completo su mente, el mismo que no pudo leer, la noche anterior, cuando se vieron interrumpidos. Lo examinó minuciosamente, fijando especial atención en el “delicado candado”, intentando adivinar la fuerza necesaria para que este cediera a la simple presión, no parecía muy complejo.
Acercó el cuaderno a uno de los ángulos de la mesa, puso el pie con todo su peso para que el mueble no se levantara con el impacto, y dejó caer sobre el candado su martillo.

Esperando que con eso, al fin, pudiera servirse la lectura que tan interesante se prometía.

 El dormitorio en el que os halojabaís era una habitación bastante grande con una gran cómoda con madera de olivo, con sus peculiares aguas decorando la parte frontal de los cajones, encima de esta había un mármol pulido blanco, veteado con líneas grises, un espejo en la pared, encima de la cómoda. Una cama ancha, con dosel, estaba a cada lado de la cómoda. Las camas estaban provistas de sábanas de hilo, limpias y unas colchas de lana gruesa teñida terminaban de dar comodidad a las camas.  Bajo las cama se veían unos orinales, también de latón esmaltado.

  En un rincón, al lado de la ventana cerrada por porticones, había un refinado baño, un muebe esbelto en el que la parte superior alvergaba una pileta de latón esmaltada, y bajo esa había una ancha palangana con una gran jarra con agua clara. Rematando el mueble había un esbelto espejo con un marco sencillo de madera. El suelo de tablones de madera estaban en buen estado e incluso había una gran alfombra ante la cómoda, entre las dos camas. En otro rincón, había una mesa pequeña y baja flanqueada por cuatro sillones acolchados.

 Realmente el dormitorio estaba muy bien dotado, era digno de hospedar a gente de la alta nobleza.

 Pero como el posadero ya había adelantado, la comida no era tan buena como podía ofrecer el establecimiento, pero sí que estaba suficientemente bien como para quitar el hambre e incluso repetir.

 En el salón, junto con un par de huéspedes más, Tomasete atendía las necesidades de sus clientes mientras estos apuraban las últimas horas del día en compañía de una jarra de vino.

 El hambiente no era muy dicharachero. Los otros dos clientes hablan poco mientras hablan contigo de cosas triviales. Cuando preguntas, el mismo Tomasete te contesta.

 - Pues llegan un poco tarde.- Dice mientras se sirve media jarra de vino aguado.- La semana pasada sí que pasaron la mayoría de comerciantes que suelen hacer esta ruta para ir hacia Rocafreda, para el festival de verano, donde comercian con los quesos, encurtidos, vinos y aceites dalowinenses para obtener carne de cabra, pieles y tallas de madera de esos norteños. Aunque si os dieraís un poco de prisa tal vez alcanzaraís a una de las caravanas rezagadas, que salieron hace un par de días. La conducía un tal Román, tres carretas pesadas tiradas por mulas. Aunque ya marchó escortado po un par de guardias junto con la familia del comerciante.

 En la intimidad del lujoso dormitorio, con los arreos de combate de Tarien en un rincón, junto con vuestras pertenencias, das un vistazo al diario de vuestro abuelo y de los tesoros que podrían encontrarse dentro.

 Examinaste con atención el candado, era extraño, tenía un gran cuerpo y poca brida en comparación y esta estaba protegida por el cuerpo del candado. Sin duda era una pieza de gran manufactura, al igual que el diario en si.

 Hiciste gala de tu sutileza para intentar abrir el candado de un mamporrazo con el martillo. Pero entre la forma del candado y el soporte blando que resulta el diario en sí, el impacto del martillo deja una ralladura en la pintura del candado y una muesca en la cubierta del diario... pero este continúa tan cerrado como antes.

-¡¡¡YAAAAaaaarrgh!!!-Gritó con impotencia mientras analizaba con atención los nefastos resultados de su impaciencia - ¡Joder! ¡A la mierda!- Terminaron de salir los últimos rasgos de su frustración.

 Llevaba el cuaderno en una mano, y con la otra se acariciaba la mejilla izquierda, como hacía muchas otras veces para concentrarse en cualquier acertijo. -A ver Ulrien, a ver, calmémonos, busquemos el lado positivo... el lado positivo... el lado positivo... ¡ah, si! como mínimo, no me dado con el martillo en el pie...¡vaya mierda de lado positivo!...¿y como coño abro yo esto?-

 Y empezó a dar tumbos por la habitación. -Piensa...piensa... que no pueda abrirlo, no quiere decir que no vaya a hacerlo, simplemente quiere decir, que va a costarme un poco más-. Murmura para si, mientras iba mirando, una a una, las cosas que había en aquella en la habitación. – La cómoda, un espejo, una ventana (quién sabe, bueno es saberlo), un baño, una alfombra, unos orinales (¡que asco! ¡a saber quien los utilizó antes!). ¡Nada, dita sea! ¡¡Nada me sirve a tal propósito!!- Levantaba libro y brazos por encima de su cabeza, si alguien lo hubiera visto entonces, no habría sabido decir si la escena le parecía grotesca o cómica.
- Bbrrrr...-  Alzó la cabeza y el puño: -¡Maldito viejo chiflado!¡si crees que volveré sobre mis pasos a buscar la llave!¡Ja! ¡Lo tienes claro!.-

   Al fin, se dejó caer a un sillón, mirando de abrirlo con más maña que fuerza. Pero con todo aquello no iba a resolver nada. Es verdad, se decía, que había leído en muchos de esos fantásticos libros de aventuras como sus protagonistas conseguían burlar un candado, o una puerta mágica, con maña, una inusual destreza o más magia, pero nada de ello sabía hacer, y ni siquiera sabía si era verdad. -¿Magia? ¡Ja, paparruchas!- Le habría gritado su abuelo tras darle un fuerte golpe en la sien.
El recuerdo de su abuelo le irrito –¡A la mierda las consideraciones! A ver un candado, solo puede cerrar por un lado, por el otro hay el lomo... si corto una de las dos cubiertas... el candado será un mero impedimento obsoleto.- Cogió sin cuidado su mochilla y la registró por completo.

 -¡¿Por qué?! ¿Qué fuerzas oscuras gobiernan sobre mis anhelos?¿Por qué los hados protegen con tanto empeño estos secretos?¡Como puede ser que haya olvidado mi cuchillo!¡Mi cuchillo!-

Ansioso, nervioso empezó buscar un cuchillo, o algo cortante que sirviera. Indagó entre la habitación y las pertinencias de Tarien.

- Lástima, hubiera sido precavido ir acompañados si el camino es un tanto peligroso. Veremos si podemos llegar a alcanzar dicha caravana a tiempo, almenos para el último trecho.

Me despido del señor Tomasete y me dirijo a la habitación, seguro de que Ulrien habrá intentado leer el diario de la sala prohibida. Habrá que descansar bien, si no sabemos donde pasaremos la siguiente noche.

Tarien sube al piso donde están los dormitorios para irse a descansar.

 Cuando Tarien llega al dormitorio, encuentra que algo no va bien, al intentar abrir la manecilla de la puerta resulta que esta está trabada por la parte de dentro, sentido hacia el que se abre la puerta. En el interior de la habitación se escucha cierta agitación.

 Tras rebuscar con ahinco entre todas las pertenencias que habeís traído tú y tu hermano, tras hacer un gran desorden, en tus ansias para dar con algo, das al fin con lo que estabas buscando, un cuchillo que normalmente usa tu hermano para cortar el embutido y la fruta, pero que ha dejado en el dormitorio en lugar de llevárselo para el salón.

 Pruebas a usas el cuchillo contra la cubierta de cuero del diario, pero ves que tienes que emplear te a fondo para ir cortando la dura tapa de cuero, pues la hoja, a pesar de ser afilada, no está pensada para cortar cosas tan duras y pronto se te va travandoen el duro material.

 Concetrado en tus acción te das cuenta de que, de repente, alguien forzajea con la manita de la puerta del dormitorio. De momento la silla de madera lmantiene obstaculizado el acceso al dormitorio.