Partida Rol por web

Hwestadîn vio como una de esas criaturas se derrumbaba al suelo, demasiado lejano para saber si yacía muerta. Con la mano posicionó a Rouko más cerca suya alerta de peligros cercanos mientras ella lanzó una flecha a la criatura que aún estaba en pie. El capitán paralizado aún necesitaba ayuda. Otra flecha más siguió a la primera, ambas se clavaron en el reptador. Las flechas volaron gráciles es un sus manos... una plegaria la acompañaba, un suspiro las empujaba. La druida esperaba que esas flechas fueran suficiente para parar al reptador...

El segundo carroñero cae y el guardia se siente sumamente aliviado. Se gira hacia los soldados que están paralizados e intenta sin éxito reanimarles. Finalmente se rinde. Apoya su espalda en un árbol cercano y se sienta a esperar. No es una persona muy habladora pero ver a sus dos compañeros caídos hace que te dirija unas palabras - No soy una persona especialmente religiosa pero, ya que poco más pude hacer por ellos, cuando vuelva al pueblo daré un par de monedas al templo para que Ilmater salvaguarde sus almas, y, me encargaré de que se les dé una correcta sepultura. ¿Qué pensáis hacer vos? Os vi diestra con el arco, ¿Os habíais encontrado bichos así antes?

Tras una amena charla el efecto paralizante que caía sobre el jefe de la guardia y el otro soldado desaparecen. Agradeciéndote tu ayuda. Vuelven al pueblo dejando allí los cuerpos de los caídos y los monstruos con la promesa que volverán a por los hombres para hacer lo que deben y quemar las bestias para evitar que los pobres campesinos vean las monstruosidades que moran cada vez más cerca de su hogar.

La elfa hace un saludo a los soldados que ha salvado la vida y contestándolo cortésmente añade No es la primera vez que veo un reptador. No suelo atacarlos. Los observo... velo por el equilibrio natural y su presencia aquí parece fruto de algo.. Sonríe satisfecha de haber sido rápida y haber salvado tres vidas. Espera a que los guardias se vayan alejando para lamentarse por las dos muertes que no pudo salvar. No estaba allí, pero fue un desastre que lamenta. Dice un par de oraciones, les tocá la cara y luego va hacia los retadores muertos. Y mira si algo de su caparazón podría ser útil para un herrero. Quizás pudiera crear una armadura, mira atentamente si están dañadas. Un ser de la naturaleza caído no debe ser desperdiciado piensa la elfa.

Hwestadîn recuerda el veneno que paralizó al jefe de la guardia. Antes de hacer nada mira a Rouko y se pone un dedo en la boca como señal de orden. Rouko se sienta y mira atenta a su dueña Bash!* Si Hwestadîn no se mueve durante 30 segundos. Rouko defenderá a Hwest!

Hwerstadîn arranca la piel de los reptadores. Quiere también el veneno, pero no tienen ningún recipiente. Lo mejor será vender la piel comprar un par de viales piensa la elfa. Pacientemente va despellejando a los retadores. Rouko la observa atenta, de vez en cuando mira que nadie se acerque y la pille desprevenida. Una vez termina, la elfa da un silbido para ponerse en movimiento al pueblo... Los venenos serán útiles de cara al futuro.

La situación estaba bajo control, o al menos eso parecía a simple vista. Sujeté con fuerza aquel ser con intenciones nada amigables. Ignoraba que tramaba, solo esperaba averiguar a que se refería el trasgo. Pero cuando realizó aquella sugerencia decidí intervenir mientras mantenía mi presa.

- ¿Torturarle? Ni hablar. - Provocar sufrimiento innecesario no entraba en mis planes. - Tiene que haber alguna otra forma de conseguir sonsacarle la información. - Comenté con voz grave y severa, casi como un reproche.

No estaba nada de acuerdo con ello, y así lo hice saber adoptando aquella postura al respecto. Lo que me preocupaba era el peligro que habían mencionado, ¿a qué se referían exactamente? Pero ya que el resto del grupo iban interrogar, me limité a mantener cautivo a mi presa todo lo posible.

- Atarlo, no voy a estar así siempre, id a por una cuerda y atarle las manos y pies para terminar de inmovilizarlo. - Sugerí de forma contundente, si no, era cuestión de tiempo que al final me cansara y el hombre lagarto fuera libre, y llegado a ese punto no sería sorprendente derramar sangre. Y como no, era algo que quería evitar si estaba en mis manos.

Graspa alzo las cejas y las manos en un gesto de fingida sorpresa.

- No, no... Grasp tranquilo ¿Ah? Lagarto habla, Grasp no pincha.

Acompañó el gesto de una sutil y patosa estocada con la daga.

- Grasp saber bien muertos no mentir ¿ah? Pero Grasp ser primero que querer vivo a lagarto.

Sentenció de forma decidida y sin rodeos.

-Grasp... Guarda el arma- La voz firme del elfo no dejaba lugar a dudas sobre la orden que acababa de dar. Era su taberna y se debían respetar ciertas reglas. Rodeó a sus compañeros y se aprestó frente al otro, guardando el shuriken en un bolsillo y con una mirada bastante fría hacia el hombre lagarto sacó una cuerda de su mochila y empezó a atar sus piernas. Definitivamente llevaba demasiado tiempo sin hacer un buen nudo; este no era su mejor trabajo. 

-Tú... Sinceramente no me agrada la idea de que alguien esté causando problemas en mi taberna... No es agradable que el día que pienso tomarme una vacación corta salga alguien a querer dárselas de listo ¿Me comprendes?- Levantó los grilletes de la cama y se acercó al lagarto para colocárselos, suspirando pesadamente... LA voz fría entraba en contraste con la actitud que había demostrado hasta ahora el elfo. Claro, había un cierto recelo del elfo hacia los dracónicos y razas semejantes, añadido al hecho de que este probablemente había transgredido alguna ley en su taberna... Nada explicaba por qué quería huir de la manera que lo hacía -Ahora, las preguntas las hago yo... ¿Por qué estás aquí?-

 Nakai no creía poder soportar el caliente aliento de aquel ser sobre su nuca por mucho más tiempo. No es que no le gustasen los humanos, le eran indiferentes, pero su temperatura corporal era demasiado elevada para alguien como él. Sin embargo no intentó nada y se dejo atar, sabiendo que cualquier muestra de resistencia por su parte le llevaría un buen golpe.

 ¿Qué información?¿De qué habláis?¿Cómo se supone que os voy a decir algo si no sé ni cómo he llegado hasta aquí?- Dice sin parecer amedrentado por su inferioridad numérica ni su situación.

Le alivió que Grasp hubiera depuesto su actitud de hostilidad, aunque se prometió a sí mismo no volver a confundir la tosca simpatía del trasgo con debilidad. Colocándose en medio del grupo, quiso tomar la iniciativa a la hora de encaminar una conversación que diese respuesta a lo que acababa de ocurrir entre aquellos dos seres, y que resarciese de alguna manera a Isilöme por las reglas que pudiese haber incumplido el lagarto colándose en lo que parecía ser la habitación de Grasp.

-Gracias, Grasp -pronunció tratando de ocultar sus reservas para con el trasgo. Sin embargo, seguimos necesitando de ti para poder comprender qué es lo que está pasando. A diferencia de este intruso, tú sí sabrás con qué te encontraste al entrar en tu cuarto, y por qué tuviste que llegar al extremo de congelarlo in situ.

La seguridad del desconocido y, sobre todo, su actitud calmada, le hacían pensar que no consideraba haber hecho nada malo. En una situación así, pensaba Osfahlt, cualquier culpable se hubiera desvivido por tratar de huir primero, y por negociar algún tipo de salida de haber fallado el recurso de la huida.

Grasp resopló indignado.

- Siempre creer que trasgos ser tontos, Grasp ser trasgo, así que Grasp ser tonto. Grasp mejor callar por que ser tonto, como ser trasgo. Pero Grasp el tonto querer hablar y pìcudo no dejar, gnomo no escuchar a Grasp.

Giró sobre si mismo en una vuelta cargada de dramatismo y arrojó la daga contra la pared. Dió un par de pasos hacia la cama, parecía que se pondría a dar saltitos de rabia y a tirarse de los pelos mientras parloteaba atropelladamente. Pero en lugar de ello dio media vuelta y volvió a dar unos pasos esta vez n dirección contraria.

- Lagarto estar aquí por Grasp, pero eso no importar ahora, lagarto decir estar en peligro, alguien ataca pueblo. Grasp soltar y preguntar, pero lagarto querer coger armas para matar a Grasp. -  Acompañó sus palabras extendiendo su mano temblorosa, y señalando el cofre. - Y a compañeros de Grasp. Si, Grasp ser tonto, pero sabe bien que pasar. ¡Ya cuento por que traer lagarto, pero primero ser lo uno! ¡Quien atacar y cuando!

Hice fuerza mientras el elfo ataba las piernas, y lo sujeté con firmeza hasta que consiguió inmovilizar completamente al hombre lagarto. Después de eso guardé silencio, aunque observaba detenidamente aquel ser de sangre fría. Quería escuchar de sus propios labios a que se habían referido, pero desde luego que no sonaba nada bien.

Solo esperaba que no fuera tarde, y que no tampoco fuera necesario torturarle para soncarle la información, porque si llegábamos a ese punto, tendríamos serios problemas por ideas y creencias muy disparejas y totalmente opuestas.

Fruncí el ceño solo de imaginármelo, y me semblante se endureció. Según como se iba a desarrollar aquella situación intervendría o no, y la manera podría variar bastante.

El lagarto se mantenía en silencio, los otros también. Grasp exhasperado empezó a recojer sus cosas, con movimientos bruscos. Avanzó hacia el cofre y metió en su mochila el resto de cosas.

- Si no querer que lagarto hablar a Grasp parece bien, dirá, ya decir Grasp, pero vosotros no escuchar, estar bien merecido. Cuando picudo, gnomo y humano morir recordar palabras de Grasp, y llorar, y decir ah... Grasp listo, si nosotros escuchar a Grasp no morir. ¡Salvar Grasp, salvar! Pero Grasp lejos ya, vivo. Grasp no irá de aventura con tontos que no importar cosas importantes.

Cuando no quedaba nada del trasgo en la habitación, se encaminó hacia el pasillo, abandonaba la posada, el pueblo, y los que no llegarían a ser sus compañeros de aventuras ¿Quien querría viajar con alguien que al cruzarse con un bandido en lugar de defenderse se interesarían por como ha llegado ahí? Auguraba una campaña que no llegaría a buen puerto, y no estaba dispuesto a perder la vida por nada.

Cuando fue Grasp quien finalmente puso fin al extraño silencio que se había formado en la estancia, Osfahlt se sintió severamente contrariado por la marcha del trasgo. Le parecía evidente que ese carácter tan voluble y permanentemente exaltado tenía que acabar explotando tarde o temprano; y quizás, a su pesar, lo mejor para todos era que hubiese ocurrido cuando la expedición todavía no había partido. Quiso explicarle que no dudaba de que fuera él el perjudicado y aquel hombre lagarto el culpable; que su instinto le empujaba a confiar en quien formaba parte de su mismo grupo, por reciente y endeble que fuese la conexión; pero por primera vez en mucho tiempo se había quedado sin palabras. Y se preguntó hasta qué punto en realidad disponía de palabras cuando de lo que se trataba era de expresar sus verdaderos sentimientos, ausente el discurso de finalidad práctica alguna, y en qué momento había comenzado a atrofiarse esa capacidad que antaño emanaba de su alma con la misma calidez que un abrazo inesperado.

Aunque no era supersticioso, tampoco le agradaron las agoreras predicciones del comerciante. Ahora no era momento de pensar en ello, empero: lo que parecía haberse revelado como uno de los exóticos 'productos' del desertor podría tener información útil.

-Desconocido, si es cierto que posees algún tipo de conocimiento acerca de un supuesto peligro que se cierne sobre esta comunidad, me veo en la obligación de exigirte que lo compartas con nosotros. Las circunstancias de tu presencia en esta taberna creo que a ninguno de los presentes le importan tanto como cualquier cosa que puedas revelarnos en relación a ese ataque cuya posibilidad tan alterado volvió al trasgo con el que estabas en proceso de medirte antes de que llegáramos los demás.