Partida Rol por web

Entraste como un ariete atravesando el umbral de la puerta en el suelo había un rastro de sangre que terminaba tras una puerta cerrada a tu izquierda y a tu derecha estaba el acceso directo a una cocina vieja destartalada con un puchero de algo humeante.

Pero eso era lo de menos en medio de aquella pequeña cocina había una bestia que se giró hacia ti al instante y te gruñó enfurecida. Parecía una especia de perro sobremusculado, con partes de su esqueleto casi al aire, era desagradable, espeluznante y restos de algo sangriento pendían de sus colmillos. Se lanzó a por tí.

En cuanto atravesé el umbral me di cuenta de lo que me esperaba al otro lado, otra bestia, quizás no tan grande como la que había atacado a Iván, pero si igual de peligrosa, así que me lancé al suelo y disparé... fallando miserablemente.

Me quedé un momento mirando fíjamente a la criatura, y entonces, al mismo tiempo que saltaba sobre mí, apreté los dientes y volví a disparar, esperando que esta vez, diese en el blanco.

El primer disparo impactó en la pared fallando totalmente el blanco, se notaba que estabas acostumbrada al peso de tu cascado subfusil y tener aquel potente rifle en tus manos era algo nuevo y difícil de manejar por su cañón, aunque Iván te había dejado disparar alguna vez con el suyo distabas mucho de ser una francotiradora como él.

El animal lanzó una zarpa y rasgó el aire donde un segundo antes se encontraba tu pecho, aquella caída hacia atrás te había salvado la vida literalmente, al menos de momento. El segundo e inmediato disparo fue mucho más certero dando en su lomo trasero pero el maldito bicho lejos de amilanarse sintió más furia, no era como el otro monstruo que salió despavorido en aquel extraño almacén. Había probado la sangre hacia tan sólo unos minutos antes y quería más. Aquel asqueroso monstruo se lanzó sobre tí gruñendo de una forma gutural y horrorosa, quedando bajo ella, una de sus garras de las patas traseras se clavó en tu muslo provocando un dolor lacerante, aún tenías el rifle cogido fuertemente en tus manos y seguramente seria tu última oportunidad, si fallabas era muy posible que no vieras a Iván nunca más...

Las garras se hincaron en mi muslo, sacándome un grito que además, provocó que mi siguiente disparo, fuese aún peor que el anterior. Era como si todo lo que hubiese aprendido de Iván, se hubiera desvanecido al tiempo que él desaparecía. Quizás fuese mejor así.

En aquellos instantes, mientras sentía el calor del aliento de la criatura, y su fauces hambrientas abriéndose para acabar conmigo, lo cierto es que pensé que no era muy mal final después de todo. 

Los STALKERS habíamos nacido para morir, y no de viejos precisamente, sino en batalla, en una lucha desigual, ya fuese por estar en inferioridad numérica o simplemente, porque nuestra hora había llegado.

Seguramente, eso había sucedido conmigo. El reloj que llevaba la cuenta de los días que me quedaban se había detenido para siempre.

Tic, tac, tic....

Fue inútil, no pudiste hacer nada las fauces de aquella bestia, pero entonces escuchaste un golpe y a continuación una voz desconocida, de una mujer, potente aunque cansada-Eh...jodida bestia... métete con alguien de tu tamaño...-lo siguiente que escuchaste fueron dos detonaciones, parecían las de una escopeta ¿Conseguiría salvarte?.

La primera detonación no obtuvo resultado alguno y el segundo rozó a la bestia en el rostro, pensaste que no le haría nada y sería tu muerte segura, fueron unos pocos perdigones en efecto pero impactaron en uno de sus ojos. Aquello hizo chillar al engendro echándose hacia atrás unos pocos metros, terminando por decidirse y se marchó emitiendo gruñidos y chillidos de dolor dejando su propio rastro de sangre. Entonces miraste en dirección dónde habías escuchado aquella voz.

Una mujer de melena plateada portaba la escopeta cuyos cañones aún humeaban, caminó hacia tí cogeando mientras se apretaba el vientre-Vamos, levantate guapa, no tenemos todo el día..- gruñó cerrando la puerta de la casa de un fuerte golpe.

No hizo falta que me lo dijese dos veces. Me puse en pie con rapidez, sin dejar de mirar a mi salvadora. Por lo visto, estaba equivocada. Aún no era mi momento.

-Gracias -le dije -. No sabía que hubiese alguien aquí. Pensaba que esa bestia había acabado con todos.

Aunque en realidad, lo que estaba pensando era que no podía hacer nada por mí misma. Siempre había otra persona salvándome. Empezaba a sentirme como una autentica inútil y por supuesto, incapaz de hacer lo que debía hacer. Si la vida de Iván dependía de mí... quizás no tuviese demasiadas oportunidades después de todo.

-No...tienes por qué darlas chica...soy dura de pelar, aunque mi vaca no ha tenido tanta suerte, ughh..maldito bicho..-la mujer dejó la escopeta ya descargada apoyada contra la pared con notables signos de dolor, a la vez que ella se apoyaba contra la misma pared para evitar caer al suelo. Ahora que te pudiste fijar mejor, toda la pernera derecha de su pantalón estaba chorreando sangre, su mano estaba comprimiendo su flanco derecho con fuerza y pudiste ver que a través de su rasgada camisa tenía un tajo enorme donde podías ver todo el músculo cortado. Le quedaban minutos de vida, te miró a los ojos sabiendo que así era, toda aquella sangre del suelo era suya.

-Joder... ésta vez me ha jodido bien..vamos, ayúdame, llévame hasta la habitación...necesito...descansar..-te indicó, era la puerta por la que había salido ella.

Me acerqué a ella y la agarré del hombro para ayudarla a llegar a su habitación. Era una mujer fuerte, pero la herida habría matado a un hombre dos veces mayor. Estaba sentenciada.

La tumbé en su camastro sin decir nada, porque nada había que decir. Ambas nos miramos y supimos el destino que iba a correr.

-¿Puedo... hacer algo?

¿Llegar antes? Me hubiera gustado, pero tendré que conformarme con el ahora. ¡Mierda de bestias inmundas!

Era como si el camino que seguía estuviese hecho de vidas humanas, que además no dejaban de ayudarme con la mía. Sorprendemente, en un mundo en el cual lo que primaba era la supervivencia del más fuerte, era yo, la más débil, quien loe estaba contando gracias a otros. No sabía muy bien cómo sentirme ante eso.

-Deje que la ponga más cómoda -añadí, tapándola con una sábana para intentar disminuir los temblores que había empezado a tener. Su temperatura debía estar bajando rápidamente.

-Gracias..eres muy amable, eso ya no es común en estos días..-Se dejó ayudar con esfuerzo y se tumbó en la cama con un quejido apenas audible, se notaba que estaba acostumbrada al dolor, aunque fuera lacerante.

La mujer era fuerte, más de lo que esperabas pues se la veía ya débil pero seguía aguantando el tipo con entereza aunque era consciente de que no pasaría de aquel día-si...por el pasillo segunda puerta a la izquierda, hay un pequeño armario, allí hay un botiquín, tráemelo-dijo con una sonrisa cansada-Y tranquila, aquí no vive nadie más salvo yo- contestó con una apagada sonrisa.

Dudaba mucho que fuese a ser de utilidad, pero no iba a pasarme los últimos segundos de vida de aquella mujer discutiendo con ella, así que asentí con la cabeza fui y fui a por el botiquín.

Había bestias por todas partes y estaba claro que no era yo la única que no iba a llegar a cumplir ochenta años. Sin ddua, la esperanza de vida por aquellos lugares era corta y la manera de morir... solitaria e incontestable.

Al menos, que no fuese solitaria, pensé mientras regresaba con la mujer y un estúpido botiquín en las manos.

Cuando entraste en aquella habitación con el botiquín la mujer te esperaba con un gesto parte apático, parte apacible, sabía que el sueño eterno se acercaba y aunque el botiquín de poco iba a servir realmente te sería más de utilidad a ti que a ella en un futuro.

-Y dime...que te trae por aquí...me has...salvado la vida, pero por éste camino nunca pasa nadie, realmente si no llegas a aparecer, ya estaría muerta..si estás aquí es que buscas algo o a alguien-dijo con gesto claramente cansado-si es lo primero, no tengo nada de valor salvo unas latas de comida enlatada en la cocina y no te esfuerces en buscar munición para la escopeta, eran los últimos cartuchos que me quedaban..-

-No te he salvado la vida y lo sabes. En todo caso, he acabado con ella, obligándote a salvar la mía. Ahora lo único que puedo es... estar aquí, contigo -le dije, quizás de manera excesivamente ruda, pero honesta y tal y como la sentía. No podía mentirle a la cara.

Mientras la curaba, o al menos, intentaba que aquella herida dejase de sangrar, y la limpiaba, respondí a su pregunta y la tranquilicé.

-No he venido a robarte nada. Voy siguiendo el rastro de un amigo que fue capturado por una mujer llamada Natasha. A él también le debo mi vida. Se la debo a mucha gente -comenté, sonriendo con amargura -. Solo espero llegar a tiempo para poder pagarle, salvando la suya y matando a esa zorra.

Los primeros auxilios no eran lo mío, pero es que aquella herida tampoco era cualquier cosa. La limpiaba, pero a pesar de todo, no veía que aquello fuese a dejar de sangrar. Quería... pero no podía.

La herida seguía sangrando y aunque parecía ligeramente contenida no pensabas que serviría de mucho, pero no podías hacer mucho más salvo mantenerla un poco más con vida y brindarle su compañía.

-Es un punto de vista, quizás dejar ésta triste tierra sea al final un descanso para mí...tu aún eres joven y pueden cambiar tu vida, pero yo..es muy tarde para mí...y quizás ésto sea lo mejor al final..-te miró con una triste pero sincera sonrisa hasta que oyó el nombre de aquella puta que te estaba haciendo la vida imposible.

-Ah....la maldita Natasha...esa hija de perra siembra el terror por donde pasa y si tiene atrapado a tu amigo sólo le pueden ocurrir cosas malas, siento ser tan sincera, pero puedes esperar lo pero si es que das con él...-la mirada de la mujer fue comprensiva, pero sabía que quizás no encontrases a Iván con vida, aunque prefirió ahorrarte el detalle. La mujer tosió y un pequeño hilillo de sangre manó de la comisura de sus labios-tu causa puede ser una causa perdida pero...esa bastarda se merece sufrir y todo lo malo que le ocurra...siguiendo éste pequeño camino 6km más daras con un pequeño pueblo son un puñado de casas, una pequeña taberna y una tienda de compra venta, la regenta un tal Nikolai, es muy amigo mío...y si le dices que vas de mi parte de ayudará en lo que mejor que pueda para llegar hasta la guarida de Natasha, pero antes...-llevó sus mano al cuello y se arrancó un colgante con una pequeña medalla.

-Es San Judas Tadeo, Nikolai siempre dijo que yo era una causa perdida y em la regaló hace veinte años, si se la llevas te creerá..-continuó con voz cansada y cada vez más apagada-Ahora debes irte, cada hora que pase, más puede sufrir tu amigo y no debes permitirlo, puede coger lo que quede en la despensa y los resto del botiquín, sabes tan bien como yo, que no me hará falta, vamos vete-dijo con una suave sonrisa depositando aquella medalla en tus manos y empujándola hacia tí, suplicándote con la mirada que te fueras.

Allá donde iba, me encontraba a un enemigo de Natasha, pero también una vida destrozada. Aquella mujer llevaba ya mucho tiempo muerta; no su cuerpo, sino su alma, fruto de todo lo que había experimentado y las pérdidas que había sufrido.

Yo me veía yendo por el mismo camino.

Agarré la medalla y la apreté contra mi pecho un instante, antes de colgármela. Después, abracé a la mujer. Al igual que había sucedido antes con Vasili, ella se había convertido, en poco tiempo, en mucho más de lo que esperaba. De repente, era como si hubiese tenido y perdido, una madre y un padre. Seguramente, la familia de Stalker no eran sus verdaderos padres, sino aquellos que les ayudaban a sobrevivir. Ambos lo habían hecho y me habían dado una nueva oportunidad de seguir adelante.

Me levanté y cogí el botiquín sin dejar de mirarla. Una última sonrisa y después, me giré, sin mediar palabra, para seguir.

Pero me juré algo.

Matar a Natasha.

Dejaste aquella casa sabiendo que no volverías a ver a aquella mujer con vida, pero como bien te dijo, había un par de cosas que te podrían venir bien para el camino que te quedaba, seguiste el camino estipulado y tras una hora de tranquila caminata diste con un...no sabías si llamarlo pueblo, era más bien un asentamiento de unas pocas casas en mitad de la nada, como tantos otros poblados en los que la gente mal vivía, pero era lo único que podían permitirse, era permanecer esas casas o seguramente morir a manos de monstruos mutados, al menos allí contaban con la protección de STALKERS de paso dada la situación o los propios "lugareños" se defendían de las amenazas.

Había alguna persona cruzando lo que podía denominarse una calle y te miraron con extrañeza, pero apenas repararon en tu figura, se notaba que tenían cosas más importantes en las que pensar y dejaron de observarte. Caminaste unos pasos más y viste un pequeño cuchitril con cuatro ventanas en las que ponía en un cartel con el texto pintado con un brochazo de color negro "El Bazar de Nikolai" desde luego el nombre era pintoresco, así que te dirijiste allí sin perder un segundo, Iván podía seguir vivo pero..¿hasta cuándo?.

La civilización que quedaba era... mucho peor que el yermo al que estaba acostumbrada. Vivir rodeada de gente me obligaba, nos obligaba, a obedecer normas, y a mí las normas me parecían una auténtica mierda. Precisamente nos encontrábamos en aquella situación, con un mundo podrido y derrumbado, porque la gente se las había saltado, y ahora pretendían que hiciéramos caso de ellas para mantener... el qué, ¿cuatro casas y un letrero?

Eso no iba conmigo.

Pero Natasha debía haber pasado por allí, así que sin detenerme, esquivando la mierda del suelo y evitando las miradas, entré en aquel local, en ese... bazar, en busca de respuestas.

Quizás las encontrara o quizás no, pero cuanto antes preguntara, antes podría salir de allí. Me sentía incómoda rodeada de personas en una "imitación de la civilización".

Al cerrar la puerta, me di cuenta de que tenía la medalla por fuera, así que me la introduje de nuevo bajo la camiseta. La oculté de las miradas y también de la curiosidad. La quité del deseo de alguien para mantener su significado a salvo. Después, examiné el lugar en silencio.

Cuando entraste en aquella tienda si es que se podía llamar así antes de nada te atrajo la cantidad de cachibaches que tenía allí guardados. Una mesa amplia de madera gobernaba el lugar junto con algunos pequeños armarios cuyas puertas tenían reja de metal en vez de cristal, ya que no todo lo que había allí era mierda, armas de bastante calidad, munición, incluso alguna granada de fabricación rusa tenían allí guardada aunque seguramente a precios astronómicos.

En un lateral de la tienda había lo que parecían ser dos STALKER y clavaron su mirada en tí recorriendo todo tu cuerpo con bastante descaro, uno le susurró algo al oído del otro y rieron entre dientes, momento en el que intervino el dueño de la tienda que se encontraba sentado tras aquella gran mesa con una voz rota por la edad.

-Eh, vosotros si no vais a comprar nada id aligerando de aquí, si queréis pasar el rato os vais al bar-dijo para luego centrar su atención en tu persona-Veo que tenemos una cara nueva aquí...¿Qué te trae a mí humilde negocio?- preguntó mirando de reojo a los dos extraños que salían de la tienda.

-No quiero comprar cosas, pero sí información.... y es privada -le dije, mirando fijamente a los dos STALKERS que había en la tienda. Si tenía que negociar con aquel individuo, no lo haría delante de todos. Natasha tendría enemigos, pero también muchos acólitos, así que no era cuestión de propagarlo a los cuatro vientos.

En dos pasos llegué al mostrador y coloqué mis manos sobre él.

-Cuando estemos a solas, podremos negociar.

No podía tratar aquello por las malas. Un disparo, uno solo, y todo aquel poblado de mierda se me podía echar encima, pero si tenía suerte y era diplomática, obtendría lo que quería y saldría de allí con vida.