Partida Rol por web

Ahora que les prestas más atención eres consciente de que van armados. Llevan claymores, puñales y sgian dhus depositados con cuidado junto a sus abatidos cuerpos. Incluso el que montaba guardia de ha dormido apoyado en la roca, no había nada alrededor que le hiciese permanecer alerta y no estaban mal escondidos. Dedujiste por el color de sus tartanes que pertenecían al clan Mckenzie, estaban lejos de sus tierras y por el tamaño de sus alforjas no pensaban volver pronto a sus hogares.

Si no hubiera saciado mi apetito antes de ponerme en camino, seguramente un par de estos desgraciados se convertirían en mi cena y probablemente los otros dos tampoco volverían a ver el amanecer. Por fortuna para ellos, yo no cazo por deporte.

Hace tiempo que las disputas entre clanes mortales dejaron de condicionar mi existencia pero eso no evita que atraigan mi atención. Los cuatro desconocidos se encuentran a varias jornada de viaje de sus tierras y, dado que realizan el viaje a caballo y fuertemente armados, no puedo evitar preguntarme a quién persiguen o de qué huyen.

Recupero mi forma bípeda y me aproximo sigilosamente al negligente vigilante nocturno. Hago caso omiso del sgian dubh cuya corta empuñadura asoma sobre la caña de su bota derecha y me inclino para recoger la pesada claymore que yace junto al durmiente. El tacto del mandoble trae a mi memoria los días pasados en el campo de batalla, cubierto de sudor y sangre, aunque ahora parece mucho más ligera que en mis recuerdos.

Mientras la empuño con nostalgia, un negro pensamiento me asalta y me veo a mí mismo cayendo de rodillas en tierra, decapitado, antes de convertirme en una silueta de ceniza que arrastra el viento.

Me estremezco involuntariamente y bajo la punta del montante hasta el suelo, aunque sin soltarlo. Hacía mucho tiempo que no sentía la necesidad de disponer de un arma pero ahora que mi sire me convoca, el instinto me dice que el hallazgo no ha sido casual ni desafortunado.

Golpeo con suavidad al durmiente guardia con la parte plana de su propia claymore para despertarle antes de advertirle en un susurro amenazador:

―Si te quisiera muerto ya lo estarías; no me hagas cambiar de opinión ―el brillo sobrenatural de mis ojos y el tamaño de la espada que blando frente a su rostro deberían ser razones más que suficientes para que no se lo ocurriera cometer ninguna temeridad―. ¿Quiénes sois y qué habéis venido a hacer a mis dominios?

'Se hace viejo. No tardará mucho en volver a la tierra', pensó
Sin embargo no se detuvo en esos pensamientos. Sí, había conocido a muchos antes que él, pero siempre había otro. Un aprendiz al que conocía siendo joven, y que se asustaba ante su presencia. Que con el tiempo iba ganando conocimientos, poder, sabiduría, y aprendía a no temerlo. Aprendía a tomarlo como lo que era, un guardián. Y a compartir con él su uisce, sus historias y su vida
-Quizá puedas montar a Síth. Como hija mía es más poderosa que cualquier otra loba, y podría cargar con tu peso con cierta facilidad -no irían tan rápido como si lo hicieran solos, pero en caso de ser necesario ella podría servir como montura. Además el dryw no era precisamente un hombre fornido, pues sus talentos no estaban en el manejo de las armas o en la caza sino en el estudio de los pájaros, los ríos, las nubes, los árboles...

Sea como fuere, aguardó y se mantuvo siempre al paso de Mauled. Si no montaba sobre Síth, enviaría a esta a explorar por delante de su posición. Los sentidos de Clyde no estaban especialmente agudizados para ello, era más hosco. Sin embargo la loba poseía una percepción superior a la suya y era capaz de sentir u oler posibles amenazas antes que él

Roy alza sin más el vuelo dirigiéndose hacia donde le has indicado. Estás tenso, hay algo en el ambiente, pero... ¿que?, una pequeña ráfaga de aire te trae la respuesta. Es un olor; dulce,fresco, salvaje, sanguinolento... el olor más agradable y atrayente que hayas sentido jamás. Roy vuelve en seguida y puedes ver en su mirada que no ha encontrado nada, tú tampoco y sin embargo estás seguro de que hay algo cerca de ti.
La sensación de que algo escapa a tus sentidos se desvanece al cabo de unos segundos al igual que ese maravilloso olor dejándote solo en la inmensidad del paisaje escocés.
Prosigues tu camino y al cabo de un par de kilómetros algo llama tu atención, una pequeña piedra cuelga de una de las ramas de un roble, en ella hay grabado un antiguo símbolo que simboliza la unión y la eternidad. Rápidamente lo tienes claro, en ese camino no eres el único " diferente" y ese símbolo pide una tregua entre las distintas criaturas.

El hombre abrió los ojos de par en par, asustado. En su mirada veías que buscaba en su interior las palabras adecuadas, sin lugar a dudas trataba de inventarse alguna excusa.
-Suelte a mi hombre y hable conmigo. Donal no le dirá nada.Escuchaste su profunda voz por detrás de tu hombro izquierdo, tus palabras habían despertado a uno de los hombres. Sobre su gorra tres plumas de águila te indicaban que era el jefe del clan o al menos su representante.
-Creí que había tregua entre quienes acudimos a la llamada.Hablaba con un ritmo lento que trataba de infundir seguridad, pero tus sentidos no te engañaban, oías perfectamente la velocidad con que latía su corazón bajo el plaid y la camisa. Tenía miedo y aún así se mantuvo firme ante ti.

-De momento no será necesario. Pero seguro que necesito su ayuda cuando estemos más cerca de la montaña, la cumbre es muy alta y con este tiempo los caminos no serán muy transitables. dijo Mauled tranquilo.
A pesar de su edad el ritmo no era lento,sus piernas debían ser fuertes bajo la túnica. Tal vez sus escapadas a las montañas en busca de hierbas no eran tan sosegadas como habías imaginado.
Caminabais durante la noche y buscabais refugio durante el día. El dryw se adaptó rápido y sin protestas a tus rutinas y te daba conversación.La compañía era agradable.
Hacia la mitad del camino Sith olisqueó algo y llamó tu atención sobre ello. en una piedra a los pies de un camino alguien había dibujado con sangre un antiguo símbolo celta que hablaba de la comunión de los espíritus y de los ciclos imperturbables que nos engullían a todos en una corriente eterna.
-Ah... por fin, ya me temía que nadie hablase de tregua, estamos muy cerca y es probable que nos encontremos unos con otros.

Asintió sin demasiado entusiasmo
Al igual que Mauled, él era una criatura solitaria. Únicamente toleraba la presencia de Síth, porque era como alguien de la familia tras tantas décadas. Y porque quizá sus primitivos instintos, agudizados por la sangre de Clyde, continuaban inalterados. En varias ocasiones se había cruzado con otros, pero no le agradaba en absoluto
Aun así, no estaba allí por sus propios intereses, sino los de Alba. Haría cuanto estuviera en su mano para cuidar de Mauled y los suyos. De todos modos se preparó, sus músculos se tensaron. Ignoraba si aquellos con los que se iban a encontrar eran hostiles o no, pero no lo cogerían desprevenido
-Continuemos -masculló

Vuelvo lentamente la cabeza hacia mi inesperado interlocutor sin apartar la espada del negligente vigilante nocturno. Todavía recuerdo con desagrado lo que es recibir el trato condescendiente de la nobleza, pero también conservo vestigios de aquel respeto rayano en el temor que me inspiraban durante mi vida mortal.

―Ni tú, ni Donal ni ninguno de tus hombres tiene por qué morir hoy si respondes a mis preguntas con sinceridad ―replico, sintiendo que mi limitada paciencia está comenzando a agotarse a marchas forzadas―. No lo repetiré una tercera vez así que asegúrate de que tu respuesta me satisface. ¿Quiénes sois y a qué habéis venido?

-Mi nombre es Liam McKenzie, soy el tanaiste del Laird Allan McKenzie, Allan Dubh. Ese hombre al que amenazáis con su propia espada es mi cuñado Donal. En estas tierras sólo estamos de paso, vamos hacia el Ben Mucdhul.Tragó con dificultad intentando mantenerse firme, te diste cuenta enseguida de que a pesar de tener miedo no estaba dispuesto a mostrarse debil ante tí.- ¿ y vuestro nombre? Afirmáis que estos son vuestros dominios pero no lleváis los colores de los Grant.

Me niego a dignificar a mi interlocutor con una respuesta a su pregunta acerca de mi identidad. No estamos en igualdad de condiciones y esta no es una conversación, sino un interrogatorio.

―¿Por qué vais al Ben Mucdhul? Habéis dicho que os han convocado. ¿Quién ha reclamado vuestra presencia y con qué propósito?

Una mezcla de alegría y de pena, eso es lo que siente Gael en su camino al Ben Mucdhul. Alegría porque compartir historia, camino, con otros seres, siempre le ha gustado. Disfruta de las distintas variaciones y formas que toma la naturaleza a la que tanto ama. Pero también pena, porque se da cuenta de la gravedad del asunto.

Apreta los puños y decide que va a ir un poco más rápido. Quiere llegar antes para poder hablar con los que allí haya, para tomar el pulso al asunto.

El hombre, que está desarmado, detiene con un gesto al resto de sus hombres que se han despertado con los sonidos del interrogatorio. -Alec, saca el pergamino de mi sporran, está en el suelo junto a mi plaid. la orden va dirigida hacia uno de los dos hombres que se acaban de despertar que no tarda en obedecerla.Se acerca a su jefe tendiéndole un trozo de pergamino. El tal Liam te lo tiende, es antiguo, en él hay dibujado un antiguo dibujo tribal que simboliza la unión de los mundos, la metamorfosis de unas energías en otras enlazadas durante la eternidad; el olor es inequívoco, está dibujado con sangre, pero no es humana, es más poderosa.
-El dryw nos advirtió que los de tu especie sois obstinados y que os pensáis superiores; pero también dijo que respetaríais la tregua de quienes viajan al monte sagrado. Escocia nos necesita y esa es una llamada que ningún hombre puede desoír, por eso vamos al Ben Mcdhul.

Me basta una mano para sostener ante mí la pesada claymore mientras la otra sostiene el pergamino que me tiende el individuo llamado Liam. Olfateo la sangre, arrugo la nariz y gruño antes de devolverle el grabado.

Una vez más, replicar que no hay un "nosotros" y que yo soy manifiestamente más poderoso que cualquiera de los presentes sería rebajarme a su nivel de modo que me limito a ignorar su comentario acerca de los de mi... "especie".

―No he sido informado de ninguna tregua pero, como ya he dicho, ninguno de vosotros tiene por qué morir esta noche si sigues respondiendo a mis preguntas. Dime, MacKenzie, ¿con qué motivo se reúnen los clanes en Ben Mcdhul? ¿Quién os ha convocado?

El hombre esbozó una sonrisa socarrona.-No van todos los clanes, solo los que tienen gente con ciertas habilidades.Soy el mejor rastreador al norte del Carn Eige. En cuanto a quien nos convoca, hace años que aprendí a no dudar de las palabras del dryw. Si él dice que hemos de ir a esa montaña para salvar a escocia créeme que allí estaré.Mira a su alrededor con cara de preocupación, tal vez espera poder descubrir si traes compañía contigo.-Ahora amigo, eso es todo cuanto puedo y quiero decir. O nos matas o nos dejas seguir con nuestro camino, pero la conversación, a menos que tu también nos quieras contar algo se ha acabado. Desde tu posición puedes oir el potente flujo de la sangre en sus venas, el pulso acelerado.Has de reconocer que es bastante estoico para encontrarse en una posición de desventaja tan clara pero, ¿ que hombre de las highlands no lo es? El honor es el credo más importante en estas tierras.

No cabe duda de que mi interlocutor es osado, quizá porque el hecho de encontrarse en manifiesta superioridad numérica la impiden ponderar convenientemente la amenaza que supongo para él y sus compañeros. Sin embargo, no parece que vaya a sacar más información de ninguno de ellos a menos que malgaste un tiempo preciosos en arrancarles la piel del cuerpo para asegurarme de que no me ocultan nada.

Por fortuna para ellos yo no soy un carnicero ni estoy tan sediento de sangre como para masacrarlos, aunque la fanfarronería de MacKenzie me invite a lo contrario.

―Esto es todo; por el momento, al menos. Quizá nos volvamos a ver en otra ocasión ―me doy media vuelta pero me detengo ante una ocurrencia tardía―. Gracias por la espada, Donal, asegúrate de que tus compañeros te compensen por ella dado que es el precio que he puesto esta noche a vuestras vidas.

Con estas palabras de despedida, regreso a las tinieblas con la sensación de que este encuentro fortuito no ha sido una completa pérdida de tiempo.

Aceleras el viaje. Durante todo el trayecto encuentras de forma esporádica el símbolo celta que llamó tu atención. A veces piensas que has visto u oído algo, pero a lo largo del camino te cercioras de que es más una sensación que otra cosa. Como si tus sentidos supieran que deberían ser conscientes de algo pero no pudieran serlo realmente.
Llegas al Ben Mucdhul 3 noches antes de Samhain. Nunca antes habías estado en la cima de esa montaña aunque sí en sus alrededores y al coronar la cima te asombra de nuevo la capacidad de la naturaleza para ocultar gran parte de su belleza.A pesar de lo escarpada de la subida en el zénit del Ben Mucdhul hay una hondonada con un pequeño lago de aguas brillantes como un espejo, en su superficie, que está extrañamente quieta se refleja claramente una hermosa media luna que asoma tímida entre las nubes que cubren el cielo. Grandes árboles flanquean las orillas del pequeño lago y el ambiente es agradable a pesar de la época del año y la altura del lugar. Puedes distinguir también varias cuevas en las paredes rocosas que conforman la hondonada. De una de ellas ves salir algo de luz y cuando estás mirando hacia la tenuemente iluminada entrada de la cueva un ligero movimiento en las aguas del lago llama tu atención.Has sido lo suficientemente rápido como para ver una figura sumergiéndose en el agua.

El camino ha sido más o menos tranquilo. A lo largo de las jornadas ambos habéis visto en alguna que otra ocasión marcas de simbología celta que invitan a una tregua entre quienes recorren ese camino.
Os habéis visto sorprendidos por extrañas sensaciones que os han echo sentiros observados, perseguidos e incluso acechados. Pero no ha habido ningún altercado.
La noche de Samhain se acerca y con ello aumentan los estremecimientos que en algún momento os han hecho incluso dudar de la fiabilidad de vuestros sentidos.Pero esta vez es real, ya en la base de la montaña y a apenas dos noches de la reunión dos vampiros se encuentran en un estrecho camino. Uno viaja solo, el otro acompañado por un lobo albino y un dryw. ¿Que intenciones tienen? ¿Que extraños devaneos del destino les han llevado a la base del Ben Mucdhul?

Una simple mirada alrededor le bastó a Gael para valorar la gravedad del asunto. La contemplación del espacio, de la naturaleza que lo ocupaba, le hizo preguntarse acerca del peligro, qué sería lo que había provocado una llamada como aquella. Sacudió los hombros, "ya habrá tiempo para tratar ese asunto".

Ahora, lo que más le preocupaba era encontrar un lugar donde reposar durante el día. Se dirigió a la cueva más cercana, asomándose al borde.

- Hola?

Alargó un brazo cubriendo al dryw tras él, cuando el desconocido apareció ante ellos

Clyde era una abominación. No ya por formar parte de los hijos de la noche, sino por la deformidad obvia de sus rasgos. Su altura era la habitual, no destacaba por ello, sin embargo sus orejas parecían las de un sátiro, alargadas y demasiado grandes. La piel, del nimbo pálido de la Luna, era coriácea y rugosa, adornada en su mayor parte por tribales azules y negros. Iba descalzo, y como única prenda de ropa portaba un kilt ajado por el tiempo; un ojo sabio reconocería su Clan, los Sinclair al norte. A su lado un magnífico ejemplar de lobo albino, mucho mayor de lo habitual, se agazapaba hacia adelante al sentir una posible amenaza. No hizo ademán de detener a su compañero animal, sin embargo no atacaría si él no lo hacía, o si no sentía una orden

Un aura de oscuridad, palpable, rodeaba a Clyde. Como si las sombras se ciñeran sobre él con voluntad propia, descubriendo su naturaleza inmortal
-¿Quién eres? -preguntó, aún con el brazo levantado, con clara actitud protectora. No consentiría que nadie dañara a su dryw, y quien lo intentara pagaría con su vida

Llevo a mi destino antes de lo que se me requiere, pero no antes de lo esperado. Incluso bajo mi forma humana viajo con rapidez y, exceptuando mi curioso encuentro con el grupo de MacKenzie, nada ha obstaculizado mi camino hasta el Ben Mcdhul. Nada... hasta ahora.

De las tres figuras que descubro en la encrucijada, la primera en la que se posa mi atención es en la fiera albina. De algún modo encuentro algo premonitorio y místico en el hecho de que el Lobo Negro de Moray se tope con este desconocido lobo blanco. Este es un hallazgo que en modo alguno puede ser casual.

No presto atención a las otras dos figuras hasta que una de ellas se dirige a mí interpelándome de manera directa y rompiendo el embrujo del encuentro lobuno.

Este ser féerico que parece surgido de las brumas de Avalon resulta, a su manera, incluso más inquietante que el lobo blanco de cuya voluntad parece haberse enseñoreado. Aunque parecen ver en mí una amenaza para su existencia, ninguno de los tres me resultan amenazadores y sí, en cambio, repletos de una sobrecogedora carga espiritual que encuentro fascinante e incluso digna de respeto.

Tal vez sea mi aspecto desaseado y mis ropas gastadas y sucias de polvo, sudor y tierra lo que les inspira tan poca confianza en mi persona, o tal vez se deba a la larga y pesada claymore de reciente adquisición que blando con sobrenatural facilidad en mi diestra.

―Soy un hijo de la noche saludando a otro hijo de la noche ―replico a mi interlocutor con cortesía pero sin fingida euforia por el encuentro―. Soy, o lo fui, Alistair mac Indulf, vasallo el dux Mac Bethad mac Findlaích. Y, aunque ahora no reconozco más señor que yo mismo, estoy aquí porque he sido convocado por aquella que me arrastró a las tinieblas en mi hora más oscura.

»Dime tú, fauno, si en verdad eres real y no un producto de mi mente fatigada por el viaje, ¿quiénes sois tú y tus singulares compañeros y por qué de este modo me dais la bienvenida? Vengo saciado de sangre y a nadie le deseo mal que no pretenda causármelo antes a mí.