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La mañana del festival: El chucho (1) Erick

El noble extendió una moneda de cinco peniques en la mano de Erick.

Mi mujer ha perdido a su perro, lo están buscando pero necesita consuelo. Quiero que la anime con alguna canción de un hijo que vuelve a casa o algo semejante mientras lo encuentran. Esté con ella el tiempo que lo necesite, yo respondo ante su patrón.

La mujer era la baronesa Alice von Bruckner, esposa del Barón de Ossino, que bebía un té caliente mientras su desayuno permanecía intacto en el plato. Había pocos comensales a esa hora de la mañana y Erick creyó que podía entretenerse un rato con un único cliente.

No se preocupe, la señora se divertirá y olvidará al animal mientras lo encuentran, estoy aquí a su servicio.

Guardo los cinco peniques No está mal, esperemos que esta sea la propina mas pequeña, y que esto se llene conforme la gente despierte de sus borracheras.

Me acerco a la baronesa bailoteando con gracia y tocando algunos acordes arpegiados para empezar.

¡No es tiempo de lloros bella mujer! ¿Vais a permitir que las lágrimas turbien sus preciosos ojos y manchen su blanca piel?

Entonces comienzo a entonar una balada sobre un navegante desaparecido de Waldemar que volvió al hogar tras perderse en alta mar.

La mujer, llorosa, pañuelo de seda en mano, ricas joyas al cuello escucha la bella música de Erick, sabiendo que no tiene una voz especialmente maravillosa opta por narrar la historia entre susurros y silencios, el ruido ambiental no ayuda a embellecer la música, pero el artista se esfuerza todo lo que puede, y tiene talento.

El marido parece complacido con lo que oye y se dirige a los cocineros para almorzar algo.

Mi Burri es lo único que me queda desde que mi Wolfgang se fue de casa...

Bueno [] Bruckner, la vida es un complejo cambio, no podemos vivir en el pasado, seguro que Wolfang no desea verla triste. La miro y sonrío a la par que toco algún acorde suelto de tono alegre. ¿No sería mas productivo disfrutar de estas fiestas? O quizás hablar de ello le ayude en algo, puede que nadie haya querido escucharla...

Mi hijo es un buen chico, está en el ejército. Yo hubiera querido que se casara me diera nietos por si, Sigmar no lo quiera, le pasase algo. Pero siempre ha sido muy orgulloso y no le gustan las nobles de provincia. Él quiere casarse con una princesa de la corte o algo semejante. Es bueno tener aspiraciones, pero deberíamos centrarle más en una joven de por aquí. Que conozca estas tierras y sus vasallos la adoren.

Me gusta este sitio, y al fiesta. los plebeyos me resultan cómicos con sus peleas y su vulgaridad, pero al irse mi perrito he pensado que tal vez no vuelva, ni él, ni mi Wolfgang.

Ante la insinuación de que no querían escucharla la mujer se enojó.

¡Claro que me escuchan! ¡Soy la baronesa de Ossino! ¡Callan cuando les digo y hacen lo que les digo! Mis damas me atienden con gran afecto.

Escucho interesado la historia He tenido que resolver desamores peores... Pienso sonriendo para mi. No acerté en una parte de mi discurso y la baronesa se enfadó.

Por supuesto baronesa, no era mi intención, solo me refería a que quizás no la entendiesen... pero desde luego lo que usted sufre estoy seguro lo sufren muchas otras madres entregadas. Su hijo es valiente y volverá victorioso de cualquier empresa en la que se embarque señora, estoy seguro de que podré cantar sus gestas muy pronto. Cuando eso ocurra seguro que sienta cabeza aquí, con usted. No debe relacionar su perro con su hijo, no sea derrotista, ambos volverán

Miro por el recinto como buscando al perro Seguro que sus sirvientes lo encuentran pronto, si no vuelve por él mismo, su belleza sería reconocible a millas de distancia.

Empiezo a tocar para entonar un cantar guerrero y glorioso, su hijo podría ser perfectamente el protagonista. Sonrío y sigo tocando.

La mujer quedó bastante complacida por los intentos del artista por animarla. Había empezado a despertar el pueblo al olor d ela comida, y poco a poco la gente se iba sentando a las mesas para comer, el pequeño halfling echaba más carne al fuego junto al enano, ambos encargados de la comida. El artista buscó con la mirada el perro de la señora, o a quienes lo estaban buscando. Pero no vio más que a los criados de la señora, ni rastro del chucho. Schiller, paso junto a Erick y le fulminó con la mirada, para después seguir hacia el Dragón Danzante acompañado de un joven peón que cargaba un pesado cofre.

¡Ahí estaba el perro! Venía corriendo hacia el artista, lengua fuera de la boca, pequeño tamaño, un perro-patada. Tras él venían dos de los trabajadores del Wursfest, con sus coloridos uniformes, intentando alcanzarle. Erick trató de agarrar al chucho, pero pasando por debajo de la mesa esquivó al artista. Se quedó bajo ella, y con todo el descaro del mundo se orinó en la pierna del borracho que tenía la cabeza en el plato. Toda una escena cómica, hasta que el borracho se despertó, a él no le hizo gracia que el perro se meara en su pie y se puso a perseguir al chucho, pero con otras intenciones.

En el más torpe de los movimientos que se haya visto en toda la historia del Imperio el borracho persiguió al perro hasta los fogones e intentó patearlo, pero con tal poca destreza que el pie golpeó una mesa y el borracho cayó al suelo.

Las risas de los niños inundaron la sala. ¡No os riáis! Dijo el narrador, pues ocurrió algo espantoso con esa patada.

El individuo, torpe y despreocupado como sólo los borrachos pueden ser, golpeó uno de los fogones. Las brasas cayeron al suelo, y las telas, aceites y hierba del suelo hicieron el resto.

Las llamas brotaron del suelo. ¡Fuego! Gritó alguien; rápidamente salieron muchas manos voluntarias a ayudar a sofocar el incendio, antes de que todo el pueblo ardiera.

Nada no lo veo. Continuo tocando para la dama pero en ese instante entra en escena el buscado canino. Corre y se burla de los sirvientes.

¡Mire! Al final todo se arregla Le digo sonriendo, mas aún al ver como se mea en el borracho y empieza a perseguirlo. Observo divertido la escena hasta que se acercan peligrosamente a la cocina.

Entonces comienza el fuego. Mierda... ¡Vayan todos hacia el lado contrario de las llamas! ¡Sacad a las mujeres y los niños! 

Nuestro querido Halfling está en las cocinas Pienso preocupado mientras busco una fuente de agua o algun cubo o barril que pueda contenerla. 

Al no encontrar nada a la vista, ayudo a la gente a salir cuanto antes de la carpa.

Erick buscó algo con qué apagar el fuego antes de que se extendiera más. Cuando iba a coger un cubo se le adelantó una mujer, cuando fue a por un cántaro, ya no quedaban y cuando se le ocurrió utilizar una manta para apagarlo ya no quedaban mantas. Todo le salió mal, en realidad no hizo nada, y allí estaba, sin hacer nada, cuando apareció el patrón.

¿Qué esta pasando aquí? -Heinz Schiller echaba más chispas que las llamas- ¡Haced algo inútiles! ¡Apagad esas llamas!

La baronesa le explicó que "aquel bruto insolente de allí había querido maltratar a mi Burri y había provocado ese incendio", Heinz Schiller le garantizó que lo pagaría.

Tú -le dijo al músico-, encuentra ese perro.

¿Y dónde estaba el perro? Pues yendo hacia la puerta de la ciudad.

Tú, ¿no me has oído? ¡Encuentra el perro de la señora!

Con los gritos del jefe salgo de mi ensimismamiento

Si si, por supuesto... pero la gente debería salir de aquí. Rapidamente echo a correr tras el animal que había huido sabiamente de todo aquel barullo Supongo que no puedo hacer mucho aquí por la carpa, y parece un cliente lo suficientemente importante como para correr detrás de su perro. Es mejor esto que asarse vivo en las llamas.

Erick se puso a perseguir al chucho, que correteaba entre las piernas de los invitados hasta salir del recinto de la Wurstfest, algunos de los presentes intentaron atrapar el perro, era resultaba ser muy ágil y rápido, escurridizo hasta el extremo, y sin ninguna intención de verse atrapado por unos desconocidos. El artista corría pacientemente detrás de él, con la espalda curvada y los brazos extendidos, incapaz de atrapar al perro.

Hasta que finalmente llegó hasta la entrada del pueblo, donde dos de sus compañeros, los mercenarios Carlo y Ulrich, custodiaban la entrada, presenciando animados la cómica escena, cuando en el borde del camino, a toda velocidad y sin control alguno apareció un carruaje. Su conductor se hallaba desplomado sobre la berlina, con dos virotes de ballesta atravesándole la cota de malla.

Hacía tiempo que no corría tanto Pienso riendo divertido por la situación. El perro acaba llevándome hasta las puertas donde mis dos compañeros trabajan duramente. Casi alcanzo a coger al perrito cuando veo aparecer de pronto el carro. 

La situación no me gusta nada, ese hombre esta de todo menos vivo. Y esos pobres caballos, puede liar el asunto bastante si no frenan a tiempo.

Me adelanto a mis compañeros y miro a los caballos fijamente mientras alzo los brazos Quietos chicos, tranquilizaos.

Al ver que los caballos no me hacían demasiado caso decido que estaré mucho mejor fuera de su camino, salto a un lado rodando para no hacerme daño y evitar el encuentro.

Y Carlo, en una actuación semejante fue embestido por otro caballo, éste de la primera pareja, y también conoció los efectos de las contusiones. El carruaje continuó su marcha imparable hacia la carpa del festival. El estruendo se oyó por todo el pueblo, cuando por fin se detuvo había dejado un reguero de mesas rotas, astillas, platos por el suelo, niños llorando, comida desperdiciada y otros desperfectos. Pero gracias a Sigmar, ningún herido.

El estúpido perro de Erick revoloteaba por la salida, ladrando a todos los que pasaban junto a él. Era un perro que en cualquier momento se iba a llevar una patada, pues no había cesado de causar desperfectos.

El fuego que había iniciado el borracho (y el perro) se extendía imparable, alimentado por los escombros de la embestida del carruaje. Todos los presentes decidieron echar una mano.

La que se ha liado en poco rato... Pienso llevándome las manos a la cabeza. No sabía como de importante seguía siendo capturar al perro, pero aprovecho que ha dejado de correr para lanzarme encima suyo y cogerlo.