Partida Rol por web

Los ojos del brujo se fijaron en el pequeño halfling...verdes y profundos.

¡Arooooo! -volvió a ladrar el caraperro- ¡Aroooo!

Y su maza casi aplastó las costillas del mercenario.

La situación era surrealista total. Yo no sabía qué hacer, si tirarle una chuleta lejos, si darle con la zapatilla... No tenía ni idea de cómo se trataba a los perros. Al menos a los perros semi-humanos, los animales ya era otra cosa, eran más sencillos, más o menos... !FIUS FIUS! !FUERA BICHO FUERA! Le grité mientras notaba como mis costillas recibían un impacto de la hostia de fuerte. !PEROOOO MALOOOO! Le increpé mientras e arriba a abajo le daba un tajo con mi espada recién afilada. !Eso-no-se-hace! !MAL! Esperaba que lo entendiera, y si no me obedecía al menos que se mosquease bastante.

-¡Mierdajoderhostia!-

gritó Vicci ante la escena que presenciaba. Bichos de todo tipo y color hostigaban a sus compañeros. Waldemar parecía haberse repuesto de su pánico y atacaba con saña a su enemigo. A Erick el bardo hacía rato que no lo veía, probablemente estaría en el agujero en el que había caído. De momento era el más listo de los cuatro, nadie intentaba liquidarlo. El pequeño halfling, para sorpresa de propios y extraños peleaba con su honda frente a los oponentes.

Por su parte, Carlo, temblaba de miedo y sostenía debilmente su espada. Contra otros soldados no habría dudado y ahora estaría rebanando cuellos en un maremágnum de sangre y destrucción, pero enfrentarse a mutantes salidos de Dios sabía donde era harina de otro costal. A saber qué enfermedades o qué maldiciones podrían echarle a uno.

Me duele demasiado las heridas del pecho, cuando tengo escalado un metro una punzada me hace resbalarme y caigo de nuevo hasta el fondo. Escupo maldiciendo mi mala suerte, no tengo ni idea que está pasando ahí arriba, recobro el aliento para intentarlo de nuevo mientras miro a los lados o por el suelo si algo puede serme de ayuda...

Pese a mi determinación para luchar mis habilidades como guerrero dejaban mucho que desear, por lo que cuando realice el movimiento que debía de enviar la piedra directamente a la cabeza de aquel repugnante ser un fallo en los cálculos hizo que la piedra acabara en mi cabeza.

Pero ni eso ni el dantesco espectáculo que tenía delante hizo flaquear mi voluntad. Más bien lo contrario, el golpe en la cabeza calmo mis nervios y me hizo redoblar mis esfuerzos para acabar con aquella chusma del caos. Así que saque una nueva bala del bolsillo y la puse en la honda, dispuesto a demostrar a esa escoria del caos que no deben de subestimar a Dedosgrasientos.

No supo qué tipo de embrujo asaltó su mente, pero el cocinero halfling se mantuvo firme mientras espantosas visiones atacaban su mente y amenazaban con desquiciarle, pero no a él. Él resistió. Y cuando un virote de ballesta pasó junto a él supo, al fin, que aquellos mutantes buscaban su muerte y que no había lugar para la piedad.

Erick seguía atrapado y Carlo paralizado, por lo que Ulrich era el único que combatía, con bastante destreza y letalidad, en el pasillo.

La situación empeoraba a más velocidad que un halfling detrás de un perro que se le lleva un muslo de pollo. Pero no sabía porque me encontraba más sereno que nunca. Quizá la cercanía de una muy probable muerte había conseguido relajar mis nervios. Tal vez sabedor de que solo importaba el ahora y no el después, pues es probable que después estuviese muerto, me mantenía calmado.

Termine de colocar la piedra y repetí el proceso de la vez anterior. Hice girar la onda con toda la fuerza de mi brazo y una vez alcanzado el impulso suficiente intente lanzarla contra el mago con un seco golpe de muñeca.

Aquello no pintaba bien. Ulrich desangrándose en el suelo, Carlo y Erick atrapados en el foso, y el San Bernardo miró con preocupante agresividad a Pieter. Mientras tanto el hechicero se situó junto al foso por si alguno intentaba subir.

El golpe fue demasiado. Ya me encontraba sumamente maltratado, con bastantes costillas rotas, la pierna herida y ahora aquel arma fue directamente contra mi cabeza. El impacto lo volvió todo oscuro por un momento, y sentí un gran dolor en mi ojo izquierdo cuando uno de los pinchos de la maza se me clavó en el. Mientras caía hacia un lado, como un saco de piedras, mi visión solo captaba la mitad de lo que pasaba. Notaba la sangre en la boca y como boteaba por mi camisa colándose bajo mi coleto de cuero. El aterrizaje fue duro, “pummmmm"... y levantó en aquel sótano una nube de polvo a impactar contra el suelo. Ahí me quedé, desangrándome a buen ritmo, mientras se formaba un incipiente charco de mi sangre bajo mi cuerpo.

Vuelvo a intentarlo una vez más los compañeros están arriba gritando de dolor, si ellos mueren, nosotros también. No consigo salir del pozo, me resbalo continuamente.

- ¡MALDITA SEA!- grito descorazonado, llevándome una mano al costado por una punzada de dolor.

Mis compañeros seguían teniendo serios problemas a mi alrededor pero yo estaba completamente concentrado en una sola cosa: volarle la tapa de los sesos a ese asqueroso brujo hereje. Los halflings somos seres tranquilos y poco propensos a ponernos violentos, pero cuando hablamos de escoria del caos la cosa cambia.
Así que volví a repetir por tercera vez el mismo proceso: cargar la honda con una bala, hacerla girar para que coja impulso y lanzarla con todas mis fuerzas en dirección a la cabeza del brujo.

-¡Va, hostia, va!-

gritó Vicci al tiempo que usaba todas sus fuerzas para encaramarse sobre la salida y abandonar aquella prisión. En el pozo habrían muerto irremisiblemente, serían blanco fácil para los mutantes y no podrían defenderse.

Cuando subió arriba observó que la situación no era para nada halagüeña, los condenados engendros habían conseguido dejar medio muerto a su camarada, que sangraba por varias heridas y estaba reventado en el suelo. Por su parte, el bueno de Pieter estaba dando lo mejor de sí mismo mientras descargaba pedradas por doquier. Al tileano le agradó ver que el Halfling le estaba echando bemoles y combatía como un valiente contra los enemigos que les hostigaban.

Carlo echó mano de su espada y se dispuso a aguantar la carga de alguno de esos desalmados que intentaban sajarlos.

-¡Aguantad muchachos, podremos con ellos!-

exclamó para dar ánimos a sus maltrechos compañeros.

Nada más subir a Carlo le recibió un virote de ballesta, pero tan mal disparado que se perdió en el sótano. Pieter lo oyó chocar contra la pared del fondo, el quebrar de la madera por el impacto. Lo cierto es que sí, el halfling era el que más valor le parecía estar echando al asunto.

El brujo miró fijamente a Carlo.

Por último el San Bernardo cargó contra Pieter, pero su hacha pasó muy por encima de la cabeza del cocinero. Tal vez, al ser tan pequeño, no le había visto bien...

Desde el suelo veia, o mejor dicho, medio veia, como la situación empeoraba por segundos. Mis compañeros no habian logrado salir del pozo y todos los enemigos se podian lanzar sobre el pobre Pieter. Yo intenté levantarme, hacer fuerza con los brazos para incorporarme, pero fue inutil, volví a caer sobre el cada vez mayor charco de sangre que se extendía bajo mi destrozado rostro.