Partida Rol por web

Un virote pasó sobre Carlo y Erick se alejó de la espada del brujo, procurando no volver a caer en el pozo.

Vicci, con enorme rapidez, se echó al hombro la ballesta y aprovechando el giro de su cuerpo sacó de la vaina su fiel acero. Ahora estaban él y Erick contra el brujo que antes había dejado medio KO al tileano. Cogiendo carrerilla se acercó al mago y soltó un tajo descendente contra él.

La espada silbó al cortar el aire e impactó contra la fea cara del mago abriendo un salvaje corte a lo largo de la mejilla izquierda. La mandíbula debió quedar bastante maltrecha porque el mercenario le abrió media cara dejando ver dientes entre una masa sanguinolenta.

-¡Preparáos perros, ahora sois nuestros!-

gritó Carlo al ver que, por fin, las cosas comenzaban a arreglarse.

La agonía continuaba como una tortura perpetua. Desde el suelo pude ver como mi compañero mercenario salia del pozo y disparaba sin mucho exito contra alguna de las figuras que me rodeaban. Igual asi perdio el ojo mi compañero, dentro de poco entre los dos sumaremos un par de ojos... Pensé mientras contenía la hemorrajia como podía.

Carlo y yo atacamos a la vez, el lanza un tajo alto mientras que yo me agacho y lanzo una estocada baja por otro angulo, esperando que el brujo no pueda parar ambos ataques, que por el bien de todos nos ha salido bastante sincronizado.

Nuevamente el San Bernardo atinó con uno de mis brazos y nuevamente intente poner la espada en la trayectoria para evitar ser descuartizado como si fuese un cerdo, y nuevamente la suerte y la diosa Esmeralda me sonrieron pues ambas hojas chocaron con fuerza y soltando chispas. Tuve que dar un par de pasos hacia atrás debido a la inercia del golpe, pero quitando un ligero entumecimiento en el brazo seguía entero.

Cuando el agarrotamiento del brazo desapareció lance una nueva estocada rezando a la diosa para que dirigiera mi espada a algún punto vital del mutante para poder acabar con el. Nada más notar algo blando al final de la espada la retire y volví a alzarla frente a mi para seguir defendiéndome.

Entre el músico y el mercenario hicieron trizas al brujo. El dos cabezas, asustado, cambio su inútil ballesta por un hacha. Ahora quedaba dos enemigos, el fiero San bernardo que acosaba al halfling, y el ballestero.

La hemorragia parecía remitir, pues de entre mis dedos cada vez caía menos sangre, y eso podía ser bueno porque se estaba cerrando la herida, o podía ser malo porque me estaba quedando sin sangre. Fuera como fuese tenía que hacer algo, así que me coloqué boca abajo y con el otro brazo que no presionaba la herida intenté hacer fuerza para ponerme a cuatro patas y luego levantarme. Al principio lo logré, pude ponerme en una posición en la que comenzaba a incorporarme, pero luego el brazo me falló por el agotamiento y volví a caer sobre la arena. Si no muero desangrado, seguro que una infección acaba conmigo... Pensé mientras mis soplidos levantaban arena del sótano.

El combate parecía estar en un punto muerto: el San Bernardo no era lo suficientemente hábil como para golpearme y yo no era lo suficientemente fuerte como para hacerle daño. El problema es que yo tampoco era especialmente hábil y mientras que el San Bernardo si que lo era. Por lo tanto en el momento en el que la suerte me abandonara estaría condenado.

Así que rezando a Esmeralda por enésima vez en los últimos minutos lance una estocada para acto seguido poner la espada nuevamente entre aquel engendro y mi pequeña persona.

-¡Aguanta valiente, los refuerzos han llegado!-

gritó Vicci después de que él y su compañero Erick reventaran la cabeza del mago. Ahora sí que estaban dominando la situación, pese a que el camarada Waldemar estuviera muy malherido en el suelo.

El tileano se lanzó en una frenética carrera hasta el cercano combate y descargó su arma contra el inmundo y perruno ser. La espada de Carlo horadó carne y hueso y salpicó con la sangre del bicho las paredes cercanas. Entre los dos, podrían con él.

-¡Erick, encárgate del ballestero!.-

gritó a su letal camarada para que mantuviera ocupado al tirador. Seguro que podría entretenerle hasta que el halfling y el tileano acabaran con el ya maltrecho perrillo.

Le rebano la cabeza al mago después del fantastico golpe de mi compañero. Me encuentro más animado yo también así que me lanzo en carga contra el enemigo ¿con dos cabezas? que me señalan. Está cargando una ballesta, espero llegar antes...

-¡SUELTAELARMAHIJODEMILPOETASFRACASADOS!- intento confundirle-.

¡Qué estupidez! Ya tenían al brujo muerto y el ballestero estaba a su merced, el combate por fin se decantaba a su favor; pero un nuevo giro del destino. Una ayuda de los Poderes Ruinosos a aquellos mutantes. No eran los mutantes habituales, temerosos de la sociedad en la que habían vivido que sólo robaban, condenados por algo que no quisieron a una existencia anónima en algún oscuro bosque o suburbio hasta ser quemados por algún cazador de brujas. No, aquellos eran del otro tipo de mutantes los que pregonaban la fama de que los mutantes eran crueles y asesinos.

Y en la trampa que esos mutantes crueles habían dispuesto Carlo volvió a caer...Todo por querer ayudar al halfling, el mercenario valiente es un mercenario de corta vida. Pieter seguía acosado por aquel guerrero gigante y feo, pero Erick cortaba y tajaba sin piedad al ballestero que sólo podía usar la solidez de su ballesta para protegerse.

Ya parecía que las cosas iban mejorando cuando con mi único cojo, en una visión borrosa vi como Carlo saltaba de lado a lado del foso y caía en el extremo, opuesto, sin lograr alcanzar con los pies la superficie segura y resbalaba hacia el interior de aquel agujero que tan bien había servido a nuestros contrincantes. Oh no.... estamos jodidos del todo, nadie encontrará nuestros cuerpos. Pensé mientras se nublaba cada vez más mi visión.

Nuevamente el hacha del mutante se precipitó sobre mi cabeza y nuevamente tuve los reflejos y la suerte de poner la espada en la trayectoria del arma. Un nuevo suspiro de alivio salio de mi boca, al parecer Esmeralda seguía estando de mi lado.

Intente devolverle el golpe pero mi inexperiencia con las armas salio a la luz y lance un golpe demasiado amplio aunque por fortuna no tanto como para perder la posición y pude alzar de nuevo la espada para seguir defendiéndome.

- ¡AAAAAAaaaaaaargh!-

gritó el tileano mientras caía al pozo de nuevo. Había intentado saltar, pero infructuosamente. Ahora iba de nuevo al hoyo, a toda velocidad y casi sentía el dolor mientras caía. Eso no era bueno.

Por su parte, los demás camaradas resistían valientemente contra los dos restantes enemigos. En cuanto el tileano se repusiera un poco, volvería a la carga contra el sinvergüenza que hostigaba a Pieter.

Maldita sea Vicci, ¿Como has podido caer de nuevo aquí?

Le sigo lanzado ataques dirigidos contras sus piernas, pero se las arregla para esquivármelos todos.

Músico y mutante de dos cabezas se enzarzaban en un combate propio de quienes no están acostumbrados a la violencia, movimientos torpes, brutales por necesidad, que erraban. Pero cuando acertaran, Sigmar protegiera al desafortunado. El perro seguía intentado matar al escurridizo halfling.

Y de pronto... Carlo desapareció de mi vista. Seguía yo resoplando en el suelo con una mano en el cuello y la otra tapándome los boquetes que aquella afilada arma había provocado en mi rostro cuando vi al músico enzarzarse en una brutal pelea contra aquella cosa de dos cabezas. Cerca de la escena también se encontraba aquel perro que me la había jugado de semejante forma. Si al menos pudiera morderle una pierna... hijo de perra... nunca mejor dicho... Pensé viendo las piernas moverse frente a mí.

-¡Maldición!.-

grito Vicci desde el agujero. El tileano intentaba escalar la condenada pared que lo oprimía pero no lograba alzarse sobre el saliente tras el cual estaba la ansiada libertad. Sus compañeros tendrían que apañárselas sin él, seguro que lo lograban.

Condendado pozo, tengo que salir de aquí.