Partida Rol por web

- Vamos pues.-

dijo Vicci ante las imperiosas órdenes del cazador de brujas. El mercenario tileano bajó al lugar y comenzó la inspección.

Sin ningún éxito. Muy triste.

Entretanto, Erick reía.

!Eso eso! !Vamos! Dije muy seguro de que encontraríamos lo que buscabamos pero sin encontrar nada en especial que me llamara la atención.

No encontraron nada incriminatorio, por ningún lado. Manfred estaba furioso, muy furioso.

¡Registrad todos los barriles y cajas! ¡Abrid los sacos de trigo! ¡Cadáveres! necesitamos cadáveres! ¡Buscad, maldita sea!

Prácticamente echaba espuma por la boca. Abrió cuantos barriles encontró, sal, trigo, botas, pimienta, cebollas, ajos, mudas de ropa sucia.

Maldita sea donde demonios los esconderá... un segundo...

- ¿Ropas sucias? o... ¿ropas usadas?- levanto las prendas para observarlas mejor- puede que sean de las víctimas. ¿Alguno reconoce alguna en particular?

Erick dio con la clave del asunto. Manfred se catapultó hacia las ropas y las miró con detenimiento, no había mucha luz en aquel sótano, sólo la que se filtraba a través de un tragaluz. Pero no había duda de que eran ropas, de varias personas, manchadas de..¿sangre?

¡Lo tenemos! ¡Tenemos a ese rufián!

¿Pero solo las ropas ya serán prueba suficiente? Podrían alegar que están manchadas de sangre porque pertenecen a los trabajadores y que se mancharon transportando comida. Necesitamos algún objeto o que alguno de los ropajes lleve un distintivo de alguien desaparecido para poder hacer una acusación formal. ¿Alguno de los trajes lleva un blasón o insignia reconocible?

- Mmmm, sí, como prueba es bastante endeble. Creo que necesitaremos algo más ¿no os parece?. Nuestro buen amigo Pieter dice bien, podrían justificar las manchas de sangre en la ropa sin mayor dificultad. Considero que necesitaríamos algo más sólido, restos humanos, varias confesiones...-

dijo el tileano a la vista de los descubrimientos.

Confesarán cuando noten el calor de las llamas a sus pies...

¿Era eso posible? ¿Bastaba con eso? Todos sabían que Schiller era culpable, peor las pruebas no eran muy concretas. Aún así Manfred hablaba de quemar al salchichero en cuanto se pudiera. Qué mundo donde bastaba la voluntad d eun cazabrujas, de un hombre, para quemar en la pira a otro.

Pronto lo averiguarían, llegaron gritos desde la planta baja de la salchichería. Inconfundible Schiller con su voz y sus modales.

¿Qué significa esto? -tronó la voz desde la escalera. El Gran Hombre hizo su aparición poco después, con tres de sus mercenarios tras él, el tuerto el jefe y otro que por su cara de pocos amigos, pelo rubio y jerga incomprensible no hablaba reikspeil- ¿Qué hacen en mi salchichería? ¡Largo de aquí! Pienso denunciarles ante el juez Heis. ¡Largo de aquí, he dicho! ¡Vosotros! -el dedo señalaba, amenazador, a los aventureros- ¡Estáis despedidos! ¡No veréis ni una moneda! ¡Fuera!

¡Tú! -un nuevo dedo acusador, esta vez del cazabrujas a heinz Schiller- ¡Adorador del Caos! Asesino de almas y servidor de los Dioses Oscuros. ¡Estás arrestado bajo la acusación de herejía, nigromancia, corrupción de almas, conspiración, traición, fraude y asesinato! -remató la escena desenvainando la espada.

Todos aquellos cargos, dichos uno tras otro, con pausa entre ellos, sorprendieron al salchichero; pero poco a poco una sonrisa fue brotando en su cara y, por primera vez desde que le conocieron, vieron a ese hombre reir. Una larga y sonora carcajada que le enrojeció el rostro y casi le deja sin aire.

¡Por Sigmar bendito! ¡Estás más borrracho de lo que parece! ¿Qué calumnias son esas Manfred? ¡Estás loco! ¡Loco como el loco Guedi! ¡El loco Manfred! ¡Cierra esa boca de idiota borracho!

Desenvaino la espada teatralmente para apoyar al cazabrujas.

-Nosotros también apoyamos a Manfred, tu vil carrera de adorador del caos ha llegado al final- apunto con la espada a los otros- y vosotros sois complices, asi que alejaros de él, o las cosas sólo irán a peor para vosotros.

Doy un ligero paso a la derecha para pegarme a Carlo...

Saqué finalmente la espada a la vista y me abrí a para abarcar la mayor distancia posible en aquel lugar. De esta al cementerio, pero llevándonos a estos bastardos por delante y pagando cara esta piel que me cubre la carne. Le dije en voz baja a Carlo, que a estas alturas del baile, el curtido mercenario, sabía con quien tocaba bailar y que pasos iban a poner.

Puede que lo dicho por herr Harwitt sea locura, o puede ser que no. Las palabras que usted, herr Schiller, diga a continuación dictaminarán si lo son o no.

Carraspeo fuertemente con la mano delante de la boca para hacer acopio de saliva y para llamar la atención de los presentes pese al caos reinante. Sabrá herr Schiller que recientemente hemos ido al torreón abandonado cercano al pueblo a enfrentar a unos bandidos. Y como las heridas con las que hemos vuelto han demostrado, tuvimos enfrentamiento. El caso es que no fueron precisamente bandidos quienes sufrieron la ira de nuestro acero, sino unos viles mutantes adoradores de los poderes ruinosos.

Calle un momento, esperando en silencio a que tanto el salchichero como sus acompañantes asimilaran las palabras así es, no miento. Seres que parecían salidos de nuestras peores pesadillas intentaron arrebatarnos la vida, pero gracias a Sigmar logramos darles muerte y escapar vivos, si bien no de una pieza. Pero eso no lo es todo herr Schiller. Uno de ellos hablo antes de caer. Y sus palabras fueron graves, pues os acuso de utilizar los servicios de esos seres para lograr carne para vuestras salchichas. Pero no carne cualquiera, carne humana mi señor. Y resulta que entramos en la despensa y casualmente encontramos estas ropas manchadas de sangre… es como ya digo mucha casualidad. ¿Qué tenéis que decir en vuestra defensa herr Schiller?

Vicci asintió ante las palabras de su camarada Waldemar: si la cosa se ponía fea tirarían de acero y que Dios (cualquiera de ellos) o el Diablo (ahí sí que había donde elegir) los pillara confesados.

Con un siseo estremecedor, el tileano desenvainó su espada; acto seguido, se la apoyó en el hombro.

El halfling solicitaba al salchichero pruebas de su inocencia pero Carlo lo veía claro, de ahí no salían sino sajando al personal y reventando a quienes se les opusieran. Y más teniendo al lado al fanático-taladrado cazador de brujas. Mal asunto.

- Última oportunidad, Schiller. ¿Algo que decir en su descargo?-

inquirió el mercenario con voz rasposa que presagiaba sangre.

Los mercenarios de Schiller miraron de reojo a su patrón, desenvainaron sus espadas, sí, pero no estaban por la labor de luchar, uno de ellos retrocedió algunos pasos hasta las escaleras.

¡Esto es absurdo! -seguía Heinz Schiller- ¡Calumnias! ¡Calumnias y mentiras! Fantasías de un cazabrujas borracho y loco. Y vosotros, oh, vosotros malditos desagradecidos. Os doy un empleo honrado, ¿y me lo agradecéis así?

Os llevaré a todos ante el juez, y haré que os azoten. ¿Mutantes? Bandidos que se han vendido al Caos, no debería sorprenderos, a saber qué pactos oscuros han hecho. ¿Ropa ensangrentada? Por Sigmar bendito, estamos en una carnicería. ¡Los cerdos sangran, pues su carne también!

- La ley ha hablado, y aquí, todo buen ciudadano imperial la respeta. El señor Harwitt ha acusado al señor Schiller de herejía, fraude, corrupción... todos sabemos que la pena por esos delitos suele ser la hoguera en cuanto aparecen los cazadores de brujas, alabados sean; como miembro de tan insigne orden, el señor Harwitt está autorizado para llevar ante la justicia a los corruptos servidores de los Dioses Oscuros.-

dijo el tileano con voz serena y clara. Él, en su breve periplo por el Imperio junto con Waldemar, ya había visto alguna que otra pira humeante con los restos de algún caótico servidor del Mal en más de un pueblo y ciudad. Sabía, más o menos, de qué iban aquellas cosas.

Acto seguido, apuntó con su espada a los guardaespaldas de Schiller, que dudaban.

-¿Y vosotros?¿Os la jugaréis por un pecador, por un vendido a los Poderes Ruinosos?¿Arderéis también en el fuego purificador de los Cazadores de Brujas?. Pensad bien vuestra decisión, porque os va la vida en ello. Tirad las armas ahora y el señor Harwitt dará parte a sus superiores de que colaborásteis cuando se os necesitó. Defended a este perro y no dudéis que vuestros cuerpos mortales perecerán y que vuestras almas impuras sufrirán el peor de los tormentos en todos los infiernos.-

La carta que detalla estos acontecimientos ya está de camino a Middenheim*. Así que la situación está cerrada. Golpeo con la parte plana del filo de mi espada mis botas de caña alta, impaciente. ¿Así que qué será? La pregunta iba dirigida claramente a los hombres que acompañaban al señor salchichero, que esperaba que se diera la vuelta rápidamente y lo apresaran, o al menos salieran corriendo de ahí al oír el tema de la inquisición, las hogueras y todo eso.

¿Os ha quedado claro? Pues eso, teneis 10 segundos para decidir que demonios vais a hacer. Ni uno más ni uno menos. Estaba claro que en aquellas situaciones hasta el más influyente salchichero podía verse en graves apuros.