Partida Rol por web

¿Una buena solución? -exclamó el anciano- Morr no perdona, Morr nunca perdona; y el día que mueras te someterá a su juicio.

El anciano inició una corta carrera para atacar a Heinz Schiller, pero sus frágiles piernas le fallaron y acabó cayendo de rodillas, sólo la rápida intervención de su hijo evitó más daño, le agarró en el último momento.

Condenados -repitió.

Lo primero es ir a ver a Karl, debemos saber si estaba implicado en el asunto -empezó el cazabrujas- no hay ninguna prisión en Heideldorf, pero podemos encerrarle, tal vez en este sótano o en el Dragón Danzante.

O podriamos terminar con esto y evitar que este bastardo se escape. Dije pasando el pulgar por el cuello en un claro gesto de mis intenciones. Seguro que todo esto no lo ha orgaizado solo. Pufff. ¿Solo? Es imposible. Tiene que tener complices por todas partes. Levanta una piedra, y saldrán cuatro. Estaba claro que era una empresa suficientemente grande como para que no pudiera encargarse de todos sus aspectos el solo.

Eso es lo que a todos nos gustaría, pero no sé si será posible. Señor Harwitt, ¿qué dice usted?

Eso es. No sé en qué país ha vivido usted, pero en el Imperio respetamos y hacemos cumplir las layes. Este hombre tendrá un juicio. Se construirá una plataforma en el centro de la aldea, donde el reo será expuesto; se presentarán las pruebas y los testigos; el reo podrá hablar en su defensa u otro podrá hacerlo por él. Se consultará al pueblo reunido sobre la culpabilidad o inocencia del reo y yo dictaré la sentencia. El pueblo reunido deberá ejecutarla.

Pocas esperanzas de salir vivo, y de una pieza, tenía el salchichero.

- Con todo el respeto del mundo, Herr Harwitt, y sin ningún ánimo de dudar de su experiencia y virtudes en la materia, ¿no cree que deberíamos llevar al salchichero a la ciudad más cercana y ponerlo a disposición de las autoridades?. Un juicio aquí, en esta aldea, no sería muy objetivo precisamente; el acusado tiene un importante ascendiente sobre los aldeanos dado que es el sujeto más poderoso y rico del lugar, así que no le faltarán testigos ni apoyos. Eso si no se nos echan encima nada más verlo atado y amordazado. En opinión de un humilde mercenario, creo que deberíamos sacarlo con discreción del villorrio y que se celebrara el juicio en otro lugar. Sería lo más correcto para todos.-

Sobre todo para nosotros; no quiero ni saber qué nos harían a cuatro desharrapados y al cazador de brujas medio tarado del pueblo si ven lo que le hemos hecho al mandamás del lugar. Hay más mercenarios y probablemente nobles y hombres de negocios bien protegidos con mucho que perder si le perjudicamos.

Se equivoca, sólo podemos juzgarle en esta aldea. Su delito sólo puede ser juzgado en la jurisdicción del lugar de los crímenes, al ser aldea con fueros propios se le debe juzgar aquí, o en presencia del Emperador, o un designado suyo. No, mercenario, no podemos simplemente llevarlo a otro lugar para que lo juzgue un juez que más nos guste. Tampoco creo que le absuelvan aquí cuando presentemos las pruebas. Pruebas que debemos buscar más a fondo. Si no están aquí estarán en otro lugar.

¿Y no puede.... -Digo mirando al cazador de brujas encogiéndome de hombros- preguntarle con sus métodos de hacer preguntas? Todos los presentes sabíamos que hablaba de interrogarlo con tortura, pero no estaba bien visto decirlo. Seguro que usted le puede sacar toda la información. Sus métodos son legendarios.

Me aparto unos pasos y miro fijamente desde muy cerca a los ojos del salchichero. Siii...... Seguro, que acaba contándolo todo. Luego me incorporo y asiento muy solemnemente. Se hará como debe hacerse entonces, señor Harwitt. Todo como debe hacerse. Con la ley en la mano será. Tenemos el libro, los objetos, Los cuerpos en el agujero, las ropas de los cocinados, y pronto su confesión.

Mierda de Fueros, leyes y demás. Todo al servicio del poder, seguro. En fin... más nos vale que este tipo sea condenado, porque si no nos veo a todos huyendo del pueblo -y eso en el mejor de los casos- perseguidos por una turba de aldeanos al servicio del ricachón del lugar. Espero que los odios y rencores de la gente salgan a la luz durante el proceso. Es de lo poco que nos podría ayudar.

Vicci guardó para sí sus funestos pensamientos. La cosa estaba clara, entonces, habría que juzgar al salchichero en el propio villorrio. Lo único que esperaba es que el asunto fuera rápido. Declaraciones, pruebas y demás. A mayor tardanza mayores dudas de los habitantes.

- Como digáis, vos sois el versado en las leyes. Esperemos que todo salga bien.-

dijo el tileano.

La cosa está bien clara, yo estoy un poco despistado, sigo pensando si comí salchicas o no. De repente un escalofrío me recorre la espalda y recuerdo una acción nada más llegar al festival. Me veo claramente cogiendo una salchica jugosa y grande, metiéndomela en la boca y saliendo corriendo, ya que era del plato de Jottun, ese enano percusionista tan cabezón.

Me da tanta rabia que no puedo contenerme y le doy un puñetazo en la cara al desgraciado de Heinz.

- Hijo de mil ratas peladas, he comido salchichas, ¡he comido salchichas!, ojalá te pudrás en el infierno- me pongo rojo de ira por un momento e intento asimilarlo. Creo que sin saberlo no cuenta... pero comer, he comido... pero no lo sabia... pero he comido...

sigo en bucle un rato más.

Tortura...eh. Nunca lo he hecho, no personalmente. Hay especialistas para eso. Personalmente, no tengo paciencia para ello -el ex-cazabrujas se rascó al entrepierna, nervioso.

Bien, salgamos a la calle. Le encerraremos en...en...

En mi molino -apuntó Dick Moser- mi chico vigilará la entrada, con uno de sus chicos si quiere.

Sus chicos debían ser los aventureros.

Sí, me parece bien. Al piso de arriba, tú -señaló a Carlo- sal a la puerta y avísanos cuando esté despejado, nos lo llevamos al molino; y tú -señaló a Erick- , ve al Dragón Danzante y busca a Karl. Tráelo al molino.

- A sus órdenes, herr Harwitt...-

dijo Vicci ante las peticiones del cazador de brujas. No había que contrariarle, no ahora que había recuperado su estatus y volvía a ser el martillo de los impíos y el azote de brujas y herejes.

Carlo salió hasta la puerta y echó un vistazo alrededor. Esperó unos instantes hasta que estuviera todo tranquilo y despejado y avisó a sus compañeros.

- Ahora es el momento, ¡Vamos!.-

Me parece perfecto. Dije sin mayores palabras. Obligo de un tirón a ponerse en pie al salchichero, que las tenía difícil para moverse con tanta atadura y mordaza, pero que era necesario. Juéganosla y te aplicamos la ley de fugas. ¿La conoces? Si es así no será por nadie a quien se la hayan aplicado. !JA! Tu ponme a prueba una sola vez... Le dije aquellas palabras sin separar los dientes, al oído, y con muy mala leche mientras le apoyaba el filo de la espada en la entrepierna.

Subieron las escaleras con el salchichero atado y el viejo Dirk siguiéndoles los pasos, le costaba subir los escalones aunque no se quejó en ningún momento. El salchichero seguía refunfuñando algo a través de la mordaza y se zarandeaba intentando zafarse, sin éxito. Una vez todos estuvieron en el piso superior Carlo se asomó a la puerta principal para comprobar la zona. La festividad seguía su ritmo, ajena a la detención del salchichero. Comían y comían más salchichas. Ingenuos.

Se oyó un golpe seco en un lateral del taller, seguido del crujir de la cerámica al romperse. Agudizando el oído Carlo pudo escuchar uan respiración entrecortada y una tos. Estaba apenas a diez metros, doblando la esquina de la casa.

¡Joder, ahí hay alguien!

pensó el tileano al escuchar los ruidos, la rotura de loza y estornudos varios.

Vicci levantó el puño. Típico gesto militar: Quietos.

Luego, espada en mano, se acercó al origen de los ruidos. Iba vestido como un guardia más, así que, en principio, era la autoridad más cercana. Si había alguien ahí lo expulsaría del lugar y esperarían a que se alejara para marcharse. Solo deseaba que no se tratara de una emboscada.

Atento Carlo, la situación es peliaguda, así que mucho ojo...

se dijo a sí mismo mientras avanzaba sin hacer ruido.

Lo que Carlo vio fue un hombre arrodillado frente a la salchichería con un brazo apoyado en el suelo y otro apoyado en la pared, vomitando. Su piel estaba de mal color, amarillenta, pero no el amarillo de la enfermedad sino un amarillo puro, como el oro.

¿Pero qué demonios? Eso no es ni medio normal.

Vicci volvió atrás, sin hacer ningún ruido, para informar a sus compañeros. Siempre volviendo la vista atrás, con la espada bien empuñada y alerta todos sus sentidos. Era extraño de narices.

- Atentos, hay un tipo vomitando. Eso no sería raro dado que hay un festival, pero su piel es totalmente amarilla. He visto enfermos antes, pero nada así. ¿Dónde nos hemos metido?. Hay que abandonar este lugar cuanto antes, no me da buena espina.-

dijo. ¿Herejía?¿Corrupción? Nada bueno iba a salir de aquello, quizá fuera algún tipo de peste o similar, traída por algún adorador de los dioses oscuros; Vicci se creería cualquier cosa, dado que habían arrestado a un tipo que hacía tratos con mutantes para canibalizar a otros seres humanos. Quizá incluso fueran los efectos secundarios del consumo de carne humana. A saber.

Entrecierro los ojos y pongo la boca en gesto de asco. Me alarman las palabras de Carlo, creo que todos hemos comido carne. De repente, por reflejo me sube una arcada que contengo con la mano. Intento disimular con una acceso de tos, estamos ante el jefe de los mutatantes y toda esta trama para matar humanos y no puedo mostrarme débil.

Le doy un puñetazo en el estómago al salchichero al más puro estilo marrullero. Lo odio por lo que nos ha hecho...

El salchichero se resintió del golpe y gimió a través de la mordaza, le fallaron las rodillas, el cazabrujas lo alzó.

¿Qué es lo que insinúas? -le preguntó a Carlo.

- No insinúo un carajo, afirmo. Esto es muy muy raro. Ese hombre tiene la piel amarilla; mejor dicho, dorada. He estado en varias campañas por medio mundo con mi camarada Waldemar y he visto muchas cosas, pero nada así, id a verlo vosotros mismos si queréis. Pero yo me largaría de aquí cuanto antes, no me parece seguro.-

opinó el mercenario tileano. A no ser que aquél hombre fuera brutalmente rico y se hubiera dado un baño de oro, aquello no era ni medio normal. Según Vicci, algún tipo de enfermedad -que prefería no conocer- andaba pululando por ahí, y el perro de la guerra no quería contagiarse.