Partida Rol por web

Algo extraño sucedió cuando Adam vio a Stark retroceder. Por un momento, aquel monstruo de pesadilla parecía no ser tan imparable, y eso llevó a que la adrenalina tomará el control y lanzara a Adam hasta Laurie y la levantara del suelo. Tuvo que protegerse la cara de los golpes de la chica, que claramente no estaba en situación de razonar ni de entender qué estaba pasando, y se aproximó a la ventana todo lo rápido que pudo, pero los vaivenes de la chica le hicieron perder el control de sus propios pies sobre los cristales rotos. Ambos cayeron sobre el marco de la ventana y Adam notó por un instante que le faltaban las fuerzas. Al girarse y ver que Stark cogía de nuevo su hacha, sin embargo, la urgencia lo llevó a apretar los dientes. Tomó a Laurie por los pies y los alzó, haciendo que la chica volteara la ventana y cayera al patio. En una situación distinta habría tenido más cuidado o se habría preocupado por el golpe, pero en aquel momento sólo pensaba en salir.

Saltó como pudo por el hueco hasta impactar contra el suelo del jardín, dejando escapar una exhalación sonora. Dio unos pasos a gatas hasta Laurie, la ayudó a levantarse y la llevó hacia la calle. A toda prisa, abrió la puerta del copiloto del coche patrulla y metió a Laurie dentro como buenamente pudo, viendo que la sangre volvía a manchar la ropa de la chica. Puso las luces y la sirena para alertar a los vecinos y tomó la radio.

- Aquí trece veinticuatro, es una emergencia. Necesito ayuda en casa del doctor Stuart. Eric Stark ha matado al doctor. Necesito una ambulancia y ayuda, ¡rápido!.

Salió del coche y se puso junto a la puerta del conductor. Apuntó con su arma hacia la casa, por si Stark salía. Fue entonces cuando se vio las manos, llenas de cortes y sangre. Se miró el cuerpo y descubrió que el golpe contra la ventana le había hechos sangrar en varios puntos. Volvió a apuntar hacia la casa del doctor, esperando que sus heridas no fuesen demasiado graves, y con la esperanza de que la ayuda llegara pronto. Sabía que no iba a poder parar a Stark, pero tampoco podía dejarlo suelto así sin más. En caso de que no pudiera hacer nada, decidió dejar la puerta del coche abierta para poder entrar y salir disparado de allí. No era lo que un sheriff debía hacer, pero los muertos no vuelven de la tumba y él no estaba preparado para hacer algo al respecto.

Sandy guardó silencio ante lo que estaba aconteciendo ante sus ojos. Entendía que Kurt solo se preocupase por Linda, pero ¿Linda no lo hacía por Charlie? Cada vez era más consciente de lo que era para todos: nada. Y aquella canción se repetía en la cabeza. Al menos bloqueaba su mente. Aunque Jonathan ofreció su coche para irse y le quedó claro que Kurt había caminado varias veces por el bosque para determinar que era seguro, los siguientes datos sobre los cuerpos de los chicos no llegaron a su cabeza y si lo hicieron, no se percató de ello. Lo único que era capaz de hacer era mantenerse abrazada a Charlie, sabiendo que esta iría corriendo con Linda y se quedaría sola...

Sentía que todos la huían. El primero Adam, dejándola en el bosque cuando tenía a más agentes que podían hacer aquel trabajo y quedarse con ella.

- Nana, nana, nananá.
Nana, nana, nananá...

Le respondió su cabeza y en ese momento su cuerpo se tensó al volver a escuchar la voz de aquel hombre por el walkie. Miró a Jonathan esperando una respuesta y antes de que la diese, Sandy reaccionó como jamás pensó que haría. - Kurt, si tan seguro y tantas veces has recorrido ese camino, dame tu arma. Iré con Jonathan a salvar a Adam.

Salvar a Adam. Esa era la clave y lo que tenía en su cabeza. Eso fue lo que hizo aquel adolescente hace años cuando le regaló a Fluppy sin dejar tarjeta alguna. Salvó a Sandy de la locura que vivía en su casa, en su cama. Ahora le tocaba a ella hacerlo. Simplemente no pensaba, actuaba. Si pensase que se iba a enfrentar de nuevo con aquel loco que arruinó la vida de casi toda una generación de jóvenes y las navidades de todo un pueblo, sin duda no hubiese dicho nada. Se hubiese abrazado a Charlie y seguramente se hubiese vuelto a poner a cantar.

Pero quería devolverle aquel favor y demostrarle, que ella no le iba a dejar tirado como él acababa de hacer con ella, dejándola a su suerte con el resto de las chicas en el bosque.

Una vez tuvo a Linda en sus brazos, Kurt hizo algo que si bien Charlie comprendía, en parte, también detestaba. Se desentendió de todos los demás. Parecía como si únicamente le preocupase ella, y fuera capaz de olvidarse de todos los demás.

Charlie se quedó casi con la boca abierta, a punto de llorar, al comprobar que al igual que en tatas ocasiones, las apariencias funcionaban muy bien cuando todo marchaba de perlas, pero se rompían en mil pedazos ante el menor problema. Linda ahora estaba asustada y solo quería sentir la seguridad en los brazos de Kurt, pero él... le acababa de demostrar lo "mucho" que le importaban los demás. Inconscientemente, se agarró también a Sandy. Casi hubiese echado a correr con ella y se hubiera olvidado de todos cuantos estaban allí, de no ser porque ella también estaba allí y aún no la había abandonado.

De todas maneras, tuvieron que esperar un momento a que Jonathan revisase la escena y cuando regresó, lo que les dijo, hizo pensar a Charlie algo más. Era extraño que Laurie hubiera sobrevivido, teniendo en cuenta cómo se habían desarrollado las cosas. ¿Qué probabilidades tenía de haber conseguido salir con vida, viendo cómo habían quedado los demás? Ahí había algo que no encajaba, al menos en la cabeza de Charlie.

Pero al igual que antes, no había tiempo para detenerse y pensar. La radió sonó y Adam hizo saltar la voz de alarma. Charlie miró a Sandy, asustada, y se sorprendió al ver su reacción. Entonces miró a los demás, a Kurt, a Jonathan y a Linda, y apretó la mandíbula.

-De eso nada. I-iremos todos. N-no creo que estemos m-mas seguros aquí. Vámonos, deprisa -dijo Charlie, tirando de Sandy y haciendo el camino a la inversa, todo lo deprisa que pudo.

No quería, pero se quedó. Si Adam había aparcado ahí mismo, las cosas cambiaban, y era mejor ir con él que seguir recorriendo el bosque. No tardarían mucho, solo tenían que... Esperar. Se hizo largo, mientras permanecía abrazado a Linda e intentando, sin éxito, no mirar los cadáveres. Aunque enterraba su rostro en el pelo de su prometida, una y otra vez volvía a levantar la cabeza y dirigir su atención a la tumba, a los cuerpos destrozados, a ese recuerdo de lo que había sucedido años atrás, y volvía a repetirse. Una pesadilla muy real que abría viejas heridas.

La voz de Adam por el walkie le sacó de sus funestos pensamientos, para devolverle a una terrible realidad que le hizo palidecer. Estaba allí, estaba allí de verdad. Y su amigo se iba a enfrentar a aquél psicópata, solo. Aquella idea le hizo recobrar parte de su fuerza.

Hacía años había conseguido detener a aquél monstruo, aunque fuera momentáneamente, y luego habían podido hacerle huir. Habían trabajado juntos —incluso había tenido que unir fuerzas con Troy—, y habían ganado. O al menos, sobrevivido. Una pequeña esperanza.

—No tengo ningún arma aquí —respondió a Sandy, frunciendo el ceño—. Y aún así no te la daría. No sé si sabes usarla siquiera. —Desechó por completo la opción y luego miró a Jonathan—. Al coche, rápido. Vamos a por ese cabrón...

-Nadie que no tenga una placa va a usar un arma. -Sentenció Jonathan. Sin embargo miró por un segundo a Kurt y pareció dudar, como si estuviera considerando la opción de prestarles alguna. Luego recordó que había un montón de agentes uniformados y que no seria necesario y desechó la idea con inconsciente movimiento de cabeza.

-¡Vamos, vamos! - Dijo Jonathan apurando al resto. Él echó a correr para adelantarse e ir abriendo el coche y poniéndolo en marcha.

Linda se agarró fuerte a Kurt, pero al pasar junto a Charlie la cogió de la mano para que ella y Sandy no se quedaran atrás. Sintió la mirada que ella le había echado a Kurt cuando mencionó que ellos se iban sin contar con los demás, y supo que Charlie, y probablemente Sandy, se había sentido molesta con ese comentario. Con su mirada quería transmitirle una especie de "lo siento" de parte de Kurt, aunque en aquella situación, con los nervios y el miedo no supo si realmente hizo el gesto adecuado.

Subieron al coche y en cuanto se cerró la última de las puertas Jonathan salió picando rueda de allí. Puso las luces y la sirena y se dirigió de vuelta al pueblo, que apenas estaba separado del cementerio por medio kilómetro. Jonathan conducía con rapidez pero mucha habilidad, aún a pesar de la carretera sinuosa y la gran cantidad de nieve acumulada en los arcenes.

-Os voy a dejar en casa. - Dijo cuando las casas familiares de Birchmont aparecieron al frente. -O al menos cerca, no quiero meteros en medio de esta mierda.

De pronto la radio volvió a sonar. Nuevamente la voz de Adam. Esta vez con mejor calidad en la señal.

- Aquí trece veinticuatro, es una emergencia. Necesito ayuda en casa del doctor Stuart. Eric Stark ha matado al doctor. Necesito una ambulancia y ayuda, ¡rápido!.

Al escuchar el nombre de Eric Stark, Jonathan se quedó bloqueado por un segundo y estuvo a punto de salirse de la carretera. Pegó un volantazo y recuperó el control del coche. Aceleró. Tocó un botón del cuadro de controles y la sirena empezó a aullar con más fuerza y un ruido repetitivo. Después dio otro volantazo todavía más brusco y giró el coche noventa grados a la izquierda, las ruedas traseras derraparon y los que estaban sentados detrás sintieron que aquello se movía demasiado. Tuvieron que agarrarse a lo que pudieron. 

-Mierda. Cambio de planes. Kurt, abre la guantera. Hay un 38. Cuando lleguemos a casa del doctor os quedáis en el coche y no lo uses a menos que sea necesario. ¿Entendido? - Otro volantazo y el coche tomó una curva a la derecha. Jonathan parecía totalmente acostumbrado a semejante conducción, pero a ellos les costaba no salir despedidos de un lado a otro. Sin esperar contestación tomó el transmisor de la radio y se dirigió a Adam.

-¡Aguanta trece-veinticuatro! ¡Estoy a menos de diez manzanas!

Adam pudo llegar hasta el coche patrulla y meter a Laurie dentro, poner las sirenas y las luces a todo trapo, dejar la puerta abierta por si acaso e hincar una rodilla en el suelo y apuntar a la casa del doctor esperando ver a ese demonio vestido de rojo aparecer en cualquier momento. Pero cuando dirigió la vista a la ventana no pudo verlo, ni siquiera en el interior. Esperó un poco, lo necesario para sentirse más nervioso e incómodo al ver que no aparecía por la ventana. Entonces amplió la mirada, dirigió la vista a la puerta principal, a otras ventanas, a los laterales de la casa. Pero tampoco apareció nadie por allí corriendo, ni mucho menos blandiendo un hacha.

Una voz se escuchó en la radio que llevaba al hombro, dando respuesta a su petición de auxilio. No se identificó siguiendo el protocolo establecido, pero no hizo falta. La reconoció de inmediato, era la voz de Jonathan.

-¡Aguanta trece-veinticuatro! ¡Estoy a menos de diez manzanas!

Adam no tuvo tiempo siquiera de calcular lo que tardaría Jonathan conduciendo con su habitual estilo agresivo, que bien le valdría un papel en Fast&Furious, ya que de pronto un grito terrorífico se escuchó en el interior de la casa. Era un grito que nacía de lo más profundo de un ser maligno y despiadado. Un grito que helaba la sangre y provocaba escalofríos. El grito de una bestia. Luego ruido y, lo que a Adam le parecieron varios cristales rompiéndose uno tras otro.

Adam miraba por encima de la mira de su pistola, con la ventana de fondo. En ese momento no se dio del todo cuenta, pero el pulso le temblaba. Esperó a verlo salir, a ver aquella figura enorme saltar por la ventana y lanzarse contra ellos, pero no vio nada. Empezó a escanear ventana por ventana, a mirar la puerta, de nuevo la ventana rota. Nada. Bajó el arma ligeramente sin terminar de entender qué pasaba. ¿Estaría saliendo por detrás? Aquella incertidumbre le estaba poniendo de los nervios. Y cuando parecía que no iba a aguantar más, un sonido cerca de su oído le hizo dar un respingo y soltar un improperio. Casi había olvidado que había pedido ayuda por radio, pero le reconfortó oír la voz de Jonathan.

Se puso en pié y acercó la mano a la radio, pero otro sonido lo dejó helado. Jamás había escuchado un alarido así, y esperaba no volver a oírlo jamás. Aquello, junto al ruido de cristales, despertó unas dudas en Adam que luchaban contra su instinto de supervivencia. Sabía que sólo tendría que esperar unos segundos para que Jonathan apareciera a toda velocidad, pero por otra parte algo le movía a querer entrar de nuevo. Algo extraño acababa de pasar y necesitaba darle sentido. Despacio, con el arma en la mano, se acercó de nuevo a la casa del doctor Stuart para echar un ojo al interior y ver porqué Stark, si es que aquella voz infernal era la suya, había gritado de aquella manera y qué estaba haciendo. No quería arriesgarse más de la cuenta, así que su intención era entrar con el máximo sigilo posible y echar una ojeada hasta que apareciera Jonathan.

A mi no, estuvo a punto de decir. Sabía que tenía que estar con Linda, pero Adam era de los últimos buenos amigos que le quedaban, de esos a los que le debía mucho. Tanto que, salvarle la vida, ni siquiera era compensación. Si no hubiera sido por él, posiblemente nunca habría salido de la pesadilla que era su vida —incluso antes de Eric Stark y la matanza—, nunca se habría encauzado, nunca habría conocido a la mujer que iba a convertirse en su esposa. En definitiva, iba a ayudar.

La radio de policía volvió a sonar, transmitiendo unas palabras que, si bien no llegaron a hacer tambalear su determinación, si que le hizo plantearse que posiblemente no salieran de allí. Si de verdad era él, ¿qué iban a poder hacer? A un muerto, suponía, no le importaba mucho que le dispararan. Aún así, cogió el 38.

Pese a que en casa tenía una bien escondida, hacía mucho tiempo que no tocaba un arma, y la notó rara en su mano. Sabía todo lo necesario para usarla, tenía tanto el entrenamiento como la práctica, aunque sabía que estaba oxidado; era bastante probable que su puntería no fuera la misma que unos años atrás, y ese revolver solo tenía seis balas. Las iba a necesitar todas para parar a ese monstruo.

Abrió el tambor, comprobó que estuviera cargada a tope y, después, la puso sobre su regazo sin amartillar, no fueran a tener un accidente en un giro brusco. Luego respondió a Jonathan.

—Si, entendido.

Al ponerse en marcha, Kurt tiró de Linda, pero esta cogió a su vez a Charlie para que la siguieran. Charlie la miró, sorprendida, sin soltarse de Sandy, viéndose arrastrada bajo la mirada de su amiga, que parecía estar disculpándose en silencio.

Pero no estaba segura. Quizás fuera porque no se lo esperaba de Kurt, alguien cuyo compromiso estaban celebrando unas pocas horas antes, y que al parecer, lo único que parecía importarle era aquello que giraba a su alrededor. Charlie estaba enfadada.

Aún así, Linda logró arrancarle una pequeña sonrisa que parecía proporcionale algo de esperanzas a Linda de quizás no era tan grave. En realidad, Charlie estaba asustada y confundida, y su mente viajaba entre el miedo y la inseguridad, además de la preocupación, tanto por ella misma como de Sandy, porque Linda estaba claro que no la necesitaba.

Así que procuró no soltar a Sandy en ningún momento y  en cuanto llegaron al coche, se deshizo de la mano de Linda y le prestó toda su atención a su extraña compañera de piso, que era más frágil de lo que parecía y más en aquellos instantes. No estaba enfadada con Linda, pero ella tenía a Kurt y Sandy y Charlie, solo a ellas mismas.

Jonathan arrancó casi con furia el coche, viéndose empujada hacia atrás, aún sin soltar a Sandy, y mirando a esta como una hermana mayor. Pasó su mano por su brazo y buscó su mirada, intentando que reaccionara y se olvidase de lo que había sucedido. Además, estaba segura de que Adam se encontraría bien. No era fácil acabar con alguien como él, que tal y como habían visto y comprobado, ponía todos sus sentidos en el trabajo.

Por eso se sobresaltó al oír de nuevo la voz de Adam... y el nombre de Stark.

-¿P-p-pero no estaba muerto? -preguntó Charlie, seguramente adelantándose a su amiga, justo antes de que Jonathan girase en redondo para ir en busca de Adam.

Por algún motivo, a Kurt le había dado permiso para coger un arma y eso irritó a Charlie, superando así sus temores por un momento, para dejar paso a un poco de rabia constructiva.

-¿Qué ocurre, que él puede tener un arma porque es un tío y nosotros no? Pues te advierto que aquí... nos atacan a todos igual. Y-yo también quiero un arma. Y S-sandy también. ¿Verdad, Sandy? -preguntó, con timidez.

Miró hacia atrás, agarrándose bien para no irse por los violentos movimientos que hacía el coche. Miró a Linda primero, a ver como estaba, y tras sonreírla un poco, o un amago de ello, miró a Charlie y a Sandy más seriamente.

—No sé si vosotras también, pero yo estuve en una academia militar, cosa que la mayoría de mis colegas del instituto saben. Así que no es porque sea un tío, es porque se usarla. —Y, esperemos, el retroceso de esto no me romperá la muñeca.

Sandy volvió a desconectar del mundo para volver a él dentro del coche patrulla a causa del sonido de las sirenas aullando. Junto a ella estaba Charlie, abrazada y temblorosa. - ¿Cuándo nos han detenido? - Le preguntó a Charlie en su susurro y tras el primer volantazo de Jonathan recordó todo lo demás de golpe. - Adam...

No había nada que le diese más miedo a Sandy, a parte de aquel cabrón destido de rojo y blanco, que la conducción en invierno sobre las calles heladas del pueblo. Aún así su corazón se aceleró al igual que la adrenalina se disparó en su cuerpo. Sandy era una montaña rusa de emociones y estados.- ¡¿No puedes ir más rápido Jonathan?! ¡Es la vida de Adam! - Le gritó al sheriff bastante nerviosa y con lágrimas en los ojos.

Sin soltarse de Charlie, sentía como la inercia de las curvas hacía que se moviesen de un lado a otro con violencia. Una parte suya quiso buscar el cinturón de seguridad, pero la otra no quería soltar a Charlie y eso fue lo que hizo, permanecer aferrada a ella. En ese momento sonó de nuevo la voz de Adam por la radio.

- ¡¿Qué pasa?! ¡¿No hay más efectivos que tú para esto?! - Preguntó alterada tras escuchar la respuesta de Jonathan. No se oía nada más en la radio y para vigilar a un grupo de adolescentes descuartizados no necesitaban a demasiados agentes. Dudaba que se fuesen a recomponer y a marcharse del lugar. En cambio Adam estaba en peligro y diez manzanas eran una eternidad para Sandy.

Entonces Jonathan le indicó a Kurt donde estaba el arma y Charlie se quejó por ello. - Dadme un porro y un arma y conquistaré el mundo. - Respondió Sandy decidida. - He visto suficientes películas como para saber usarlas y esto no es el Equipo A, donde nunca mataban a nadie, solo les herían a ellos*. Y esto no es el Equipo A, nos faltaría el loco... Así que espero que tu puntería sea buena, Harry el Sucio... porque como una de tus balas toque a quien no debe**...

-Mira, - respondió Jonathan mirando por el espejo retrovisor hacia Charlie mientras el coche se recuperaba de otra curva en la que había vuelto a derrapar haciendo chirriar los neumáticos contra el asfalto, - si tuviera cuatro armas os daba una a cada una. Joder, si tuviera un puto bazooka os lo daría alegremente. Pero sólo tengo esa arma además de la mía, y efectivamente, Kurt tiene entrenamiento militar. Pero si la quieres llevar tú, por mi vale. - Pegó otro volantazo y pisó a fondo en una larga calle recta que apenas les costó atravesar. Sandy pedía más velocidad, pero había momentos en los que el coche patrulla llegaba a alcanzar más de 80 millas por hora.

-Casi todos los agentes están en el puto bosque. Y hay problemas con la cobertura de las radios. Pero Ralfi está intentando contactarlos, seguramente alguien esté de camino también. -Miró a Sandy por el espejo ahora. -Pero no puedo dejar a Adam solo.

Jonathan tomó una última curva y enfiló por una calle llena de pequeñas casas unifamiliares. Allí había un coche patrulla con las luces puestas y la sirena vociferando a todo volumen cuyo estridente sonido se acoplaba al que producía el de Jonathan. Como si de un automatismo se tratara, Jonathan presionó un botón y la sirena dejó de hacer ruido, pero mantuvo las luces que bañaban de azul y rojo toda la calle.

El doctor Stuart tenía su consulta en su propia casa, que era un edificio unifamiliar del estilo de las que poblaban todo Birchmont. De dos plantas, con su jardín cercado por una valla blanca de madera. La única diferencia era un pequeño cartel con una cruz azul que había junto al mástil del que colgaba la bandera, indicando que esa era la casa del doctor. Stuart era el médico del pueblo y llevaba más de veinte años dedicándose a velar por la salud de los habitantes de Birchmont desde la consulta que tenía en su propia casa. En su juventud había sido un importante cirujano en Boston, pero las malas lenguas decían que una experiencia cercana a la muerte le había hecho replantearse toda su vida y le condujo a convertirse en el médico rural que era ahora. Todo Birchmont le consideraban un hombre afable y amistoso, además de un médico excelente, por lo que era respetado por todos y considerado un pilar de la comunidad. Aun así siempre habían existido las habladurías sobre por qué no se había casado en todos esos años, a pesar de que no le habían faltado las ofertas durante sus primeros años. Lamentablemente, su final parecía haber llegado de una manera violenta y cruel.

Jonathan pegó un frenazo y detuvo el coche violentamente en la acera contraria en el que estaba la casa del doctor y el coche de Adam, y algo alejado de este último. Había alguien dentro del coche patrulla, pero era difícil saber si se trataba de Adam o no por la penumbra y el contraluz provocado por las luces del vehículo. Jonathan desenfundó su arma reglamentaria, le quitó el seguro, tomó la linterna y abrió la puerta del coche. Antes se giró hacía el grupo.

-Que alguien se ponga al volante. Si la cosa se pone chunga os vais de inmediato. Joder, deberíais largaros ya mismo.- Salió del coche y apuntó hacía la casa del doctor cubriéndose con la puerta, antes de cerrarla se dirigió a ellos una última vez sin siquiera mirarles. - Intentad contactar por la radio con alguien.

Adam regresó al interior de la casa por la misma ventana por la que había hecho aquella salida tan espantosa momentos antes. Sin duda, si aquello fuera una película omitirían esa parte y pondrían al héroe de acción saltando la ventana de un modo espectacular y sin producirse cortes en su propio cuerpo. No tenía tan claro si harían que el héroe regresara a la casa dejando atrás a la chica, pero Adam ya empezaba a dudar de su propia cordura y se movía por un extraño instinto que le hacía preguntarse si aquello tenía lógica alguna.

Adam se movía con sigilo, intentando hacer el mínimo ruido posible, pero los cristales rotos de la ventana le delataron al pisar sobre ellos. Afortunadamente confiaba en que el estridente ruido de la sirena de su coche patrulla camuflase cualquier ruido que pudieran producir sus movimientos. Aunque eso tenía el peligro de que él también tendría dificultades para sentir si alguien se le acercaba sigilosamente. Eso le tenía en completa tensión. La habitación estaba vacía a excepción del cadáver decapitado del doctor Stuart y su cabeza allí separada del cuerpo que le había pertenecido con un rictus de terror grabado en el rostro. La sangre salpicaba la habitación entera. La imagen era dura de asimilar, aunque algo en su cabeza bloqueaba el horror de aquella escena y le permitía continuar adelante. No había rastro del Santa Clauss, y parecía que se había movido hacia el pasillo a juzgar por las grandes pisadas ensangrentadas que había en el suelo.

Fuera, la sirena de un segundo coche se sumó a la suya, acercándose rápidamente.

Todos estaban nerviosos y Sandy con un subidón de adrenalina impresionante solo por pensar que Adam estaba en peligro y que solo ellos iban en su ayuda. Temblaba aún de nervios y miedo, pero no quería que le pasara nada. No quería volver a esa pesadilla de nuevo, donde vio morir a tanta gente, pero no quería perder a Adam. Fue el único que creyó en ella en el instituto, al único que le importó un poco y no quería perderle, no así.

Además aquel subidón tenía a Sandy cada vez más envalentonada y cuando vio la mirada de Jonathan por el espejo y escuchó sus palabras, la joven habló con determinación. - Yo tampoco quiero perderle. Es más importante para mí de lo que jamás había sospechado. - Dijo sabiendo lo que hubo en su pasado y recordando esos encuentros furtivos en el parque, donde corrían de vez en cuando juntos o como dejaba que se largase en las redadas, a pesar de saber que Jonathan se podía enfadar con él.

La joven se iba zarandeando junto con Charlie en el asiento trasero a cada curva y la mirada de Sandy estaba mirando al frente. - Iré contigo. No voy a dejarle solo. No quiero decie que... da igual y me da igual lo que digas. Si le sacamos al exterior puedo hacer que me persiga y no me alcanzará corriendo, vuestras balas sí y si Adam está herido al menos tendrá una oportunidad... - Cebo. En eso se había convertido. En un cebo para el horror viviente.

- Kurt ha estado en una academia militar, seguro que sabe conducir mejor que nosotras. - Replicó enseguida, buscando bajarle la tontería a los hombres para luego mirar a Charlie. - Deberías conducir tú. Yo con las calles en este estado... imposible y no me iré sin Adam.

Sabía que las posibilidades de bloquearse al ver al hombre de sus pesadillas, de volverse a orinar encima, eran más altas que las de salir corriendo y huír de él, pero debía hacerlo. Adam cambió parte de su vida con aquel regalo en la adolescencia y ahora le tocaba a ella compensarle por aquello.

Jonathan miró a Charlie mientras continuaba con aquella locura de conducción. Estaba asustado, enfadado y estresado, y la idea de tener que actuar como niñera, seguramente, no le gustaba en absoluto. Eso era lo que pensó Charlie cuando le habló de aquella manera, razonando el por qué había armado a Kurt y a nadie más.

Lo cierto es que Charlie no supo que decir, ni tampoco tuvo demasiada oportunidad de hacerlo, porque la posibilidad de vaciar el escaso contenido de su estómago en su cuello era cada vez más real. No era la velocidad, sino las curvas. Las cogía como si alguien sujetase el coche con una cuerda para que no volase... solo que no había ninguna cuerda y Charlie se temía que en cualquier momento, empezaran a dar vueltas de campana.

Por otro lado, no había nadie más disponible, lo cual convertía aquella situación en una maldita locura.

Cuando por fin detuvo el coche, Charlie estuvo a punto de tragarse el asiento de delante y de quedarse sin piños.

-¡¡¡Porras!!! -exclamó, colocando una mano sobre su vientre para apretar y devolver el contenido a su sitio. Habían pasado horas desde su última comida, pero mientras el coche estaba dando curvas, la comida debía haber hecho el camino inverso de la misma manera.

Jonathan tomó una última curva y enfiló por una calle llena de pequeñas casas unifamiliares. Allí había un coche patrulla con las luces puestas y la sirena vociferando a todo volumen cuyo estridente sonido se acoplaba al que producía el de Jonathan. Como si de un automatismo se tratara, Jonathan presionó un botón y la sirena dejó de hacer ruido, pero mantuvo las luces que bañaban de azul y rojo toda la calle.

Jonathan salió y Sandy dejó claro que ella no iba a conducir, así que...

-Supongo que ese alguien soy yo -dijo Charlie, saliendo del coche y dirigiéndose hacia el asiento del conductor -, pero no pensamos largarnos de aquí sin vosotros, así que quítate esa idea de la cabeza. Entrad ahí... traed a Adam y luego nos iremos todos, eso es.

Charlie tomó asiento y miró la radio.

-¿Y esto cómo demonios funciona? Soy profesora, no la Teniente Uhura.

Maldita sea, ya me ha salido la vena friki. Estaba tardando en aparecer.

Con el máximo cuidado para no cortarse más, Adam entró de nuevo por la ventana. Se movió todo lo cautelosamente que pudo, pero era imposible no hacer algo de ruido sobre aquel mar de cristales. Entendió entonces que su propia sirena ocultaría parte del ruido, pero también a él le dejaba indefenso. Miró hacia fuera, casi como si pudiera controlar la sirena con sólo mirarla, pero volvió a centrarse en el interior. La sirena se quedaba, y con un poco de suerte sería él el beneficiario del ruido, pero las manos se aferraron a la culata del arma como si intentara romperla.

Apenas unos pasos más tarde, Adam tuvo que girar la cabeza para no cruzar la mirada con la del doctor Stuart. Respiró hondo, sin poder evitar tener la sensación de que la cabeza del doctor le observaba moverse por la habitación. Siguió el rastro de pasos ensangrentados que llevaban fuera de la estancia, al pasillo. Fue entonces cuando escuchó otra sirena llegar, y un nudo se deshizo en la garganta de Adam. Tomo la radio y habló en voz baja.

- Jonathan, estoy dentro.- hizo una pausa para coger aire e intentar que la voz no le temblara. - No se dónde está.

Dicho esto, asomó la cabeza por el pasillo lo justo para ver si veía a Stark.

Adam comunicó por radio para avisar a Jonathan de que estaba en la casa, pero al presionar el botón sólo escuchó ruido de estática. Ya le había pasado en otras ocasiones, su radio solía fallar de vez en cuando y había ido posponiendo el momento para repararla o simplemente cambiar a una radio nueva. Golpeó el transmisor varias veces pero no consiguió hacerlo funcionar adecuadamente. Sabía que a veces se arreglaba sólo, pero se lamentó del momento en que le fue a pasar aquello.

Fue siguiendo el rastro de huellas, más preocupado por la radio e intentar comunicar que por fijarse en los detalles de lo que había a su alrededor, hasta que finalmente llegó a la puerta trasera de la casa, que se encontraba abierta. Al parecer el Santa se había ido por allí, se asomó al exterior y vio el rastro de pisadas en la nieve alejándose del lugar. Era fácil saber por dónde, ya que ni siquiera se había molestado en saltar la pequeña valla de madera que separaba el jardín del finado doctor del de su vecino, simplemente había pasado destrozándola.

"Puta radio", pensó mientras sacudía el transmisor y le daba un par de golpes. Justamente en ese momento, cuando más la necesitaba. Si no avisaba a Jonathan de que estaba dentro igual se llevaba un tiro de su compañero. Perdido en sus propios pensamientos llegó a la puerta trasera, abierta de par en par. Se centró de nuevo y se puso alerta, oteando el exterior con precaución. Al salir apuntó a ambos lados, vigilando que Stark no estuviese esperándolo en algún punto ciego, pero todo lo que vio fue el rastro de pisadas y el hueco por el que claramente se había marchado.

Adam dudó un instante. Podría seguirlo y ver a dónde iba, pero si se acercaba más de la cuenta no tendría forma de pararlo. Por otra parte, Laurie se desangraba en su coche y Jonathan querría saber qué había pasado. Así, decidió correr hacia la parte delantera y encontrarse con su amigo para informarle y ver qué plan de acción tomaban. Dejar al monstruo de Stark suelto era una majadería, pero lanzarse a una misión suicida no iba a arreglar nada. 

La sirena del coche patrulla que se acercaba había ido creciendo en intensidad hasta vociferar al mismo nivel que la del coche de Adam, solo que él no había sido consciente de ello hasta que regresó a la casa y se dirigió al exterior por la misma ventana que ya había atravesado tres veces. La luz cegadora de la linterna de Jonathan le recibió nada más ponerse un pie en el exterior, había bajado del vehículo y se encontraba parapetado con la puerta del conductor, apuntándole con el arma reglamentaria, aunque en cuanto le reconoció terminó bajando tanto la linterna como el arma.

Sorprendentemente, el coche no estaba vacío. En el asiento del conductor creyó reconocer a Kurt y atrás parecían estar las chicas, casi bajando también del coche patrulla estaba Sandy, a la que Adam pudo reconocer perfectamente.

-Y una mierda. - Le respondió bruscamente a Sandy. -Quédate en el puto coche. Esto no es una maratón, joder, es peligroso.

Jonathan alternaba entre mirar a la casa y a Sandy para dirigirse a ella y asegurarse de que se quedaba en el coche con el resto. Pero de pronto blasfemó algo y alzó la pistola y la linterna hacía la casa con un movimiento brusco de los brazos. Alguien salía de la casa del Doctor Stuart a través de una de las ventanas, que estaba rota y apenas unos pocos trozos del cristal mantenían su posición original. La potente linterna de Jonathan iluminó a alguien vestido del mismo modo que Jonathan, lo cual ya era tranquilizador. No necesitaron mucho más para reconocer a Adam en aquel individuo.