Partida Rol por web

Charlie fue hasta el cementerio siguiendo la petición de Jonathan. Comprendía por qué ella era la única persona que podía ayudarle en esos momentos, pero aquello no hacia más agradable la visita. El cementerio de Birchmont era un lugar que había evitado desde hacia cuatro años y que le traía terroríficos recuerdos. Todavía recordaba como si fuera ayer la búsqueda a través del bosque de los chicos que más tarde encontraron entre las lápidas completamente mutilados. Solo de recordarlo sintió un escalofrío recorriéndole toda la espalda.

Junto a la valla de entrada había una pequeña garita donde solía estar el encargado del cementerio. Un tipo que rozaba los sesenta, de escaso pelo y extremadamente flaco. Casi parecía un cadáver más de los que habitaban el lugar. Respondía al nombre de Harrison y era el tipo al que Jonathan le había dicho que se dirigiera para no ir sola. Cuando Charlie llegó, el hombre se encontraba regresando a la garita con un par de palas al hombro, alzó la vista y al ver a Charlie saludó con la mano.

-¿Viene a ver a alguien, señorita Crookshanks? - El hombre conocía los nombres de todas las personas de Birchmont. A fin de cuentas todos terminaban pasando por allí para enterrar a sus seres queridos que fallecían.

Dinero y tiempo. De lo primero no le faltaba y de lo segundo no estaba segura cuanto tenía. - Mira mamá, si con eso te quedas más tranquila iré a verla. Pero dudo que saque nada de allí. - Y tras despedirse de ella colgó y miró a Sean, para fundirse con él en un fuerte abrazo. - Mi madre, que quiere que vayamos a ver a una estafadora que dice ser vidente, que lleva en el pueblo un tiempo, para ver si encuentra a Steven... y para dejarla tranquila ya me has oído.

Aunque la verdad es que de manera inconsciente, Halle quería quemar todos los recursos disponibles. Dejó grabados los datos en el móvil tras lograr separarse de Sean lo justo para poder manipular el aparato sin problemas, pero sin despegarse del pecho de su esposo. Ella que pensaba que iba a tener una Nochebuena de verdad con su marido y... había sido un error volver a aquel lugar. Lo supo cuando subió al avión, pero ahora había quedado confirmado, a pesar de lo ocurrido en el hotel con Sean aquella misma tarde. La única alegría que parecía que se iba a llevar ese día, puesto que el tiempo pasaba y la noche pronto haría que todo fuese más difícil en la búsqueda de los niños, aún con el FBI de por medio.

- No es House... así que... creo que podemos probar sin que me mires cuando sugerí que podría ayudar... - Su madre tenía razón en una cosa, no iban a peder mucho. Halle marcó el número de la mujer y cuando descolgaron solicitó una cita con la supuesta vidente. Con una clientela fija como dijo su madre, estaba segura de que la lista de espera para atenderla, en el inicio de las fiestas iba a ser larga. Así que pronunció las palabras mágicas. - Soy la madre de uno de los niños que han sido secuestrados hoy en Birchmond.

Y si con eso no conseguía nada, lo habría intentado al menos y su madre no podría decirle nada al respecto.

El viaje al cementerio le trajo a Charlie recuerdos encontrados. No olvidaba aquella locura de situación con Stark, que había culminado con una noche de pesadilla y numerosas muertes. Cualquier otro lugar podía transmitir otra clase de emociones que quizás podrían digerirse con mayor facilidad pero en su caso, el cementerio era sinónimo, no de despedida y dolor, sino de muerte y terror.

Cuando llegó, se acercó hasta la valla de entrada y Harrison, el guarda, se acercó a recibirla. Parecía que había tenido trabajo. Charlie nunca olvidaría su extraordinaria delgadez, que le había acompañado desde que lo conocía, y sus ojos hundidos, casi cadavéricos. 

A pesar de todo, era un hombre de trato cordial, solitario, pero siempre agradable, quizás empujado por la clase de trabajo que tenía.

-Hola, señor Harrison. Vengo... a comprobar algo. Me envía el sheriff Seabert. ¿Sabe usted lo de esos niños que están desapareciendo en la ciudad? -le pregunté, mientras terminaba de acercarme hasta él.

Cuando me puse por fin a su nivel, algo que me costó un poco porque yo era justo lo opuesto y me resultaba complicado mover todos mis kilos tanto como lo estaba haciendo aquel día, lo miré directamente para hacerle la pregunta.

-Quisiera... ¿la tumba de Stark... sigue intacta?

Charlie consiguió tragar, pero con dificultad, y tembló ante la posible respuesta.

—Menuda mierda —dijo ya en cuanto se quedó solo, el segurata otra vez corriendo hacia algún lado.

Había hecho lo posible, pero no le habían hecho ni caso. Ahora tenía ganas de liarse un canuto y fumar, que el humo se llevara toda aquella situación, y que al despejarse la neblina todo se hubiera solucionado. No lo veía muy probable, y contando con que, según el guardia, había agentes del sheriff por todas partes, tampoco veía que fuera buena idea. Aún así, decidió que dentro del Centro Comercial no hacía nada, y al menos fuera le daría el aire. Quien sabía, puede que hasta encontrara a un poli de verdad que se interesara.

- Que me calme, dice. La madre que... -dijo para sí mismo, terminando de colocarse bien la chaqueta.

Estaba claro, la ley en aquel pueblo se había ido al carajo. No le extrañaría que le dieran a él mismo una placa si iba a pedirla. Pero no se pudo permitir decirlo en voz alta, no después de lo que contaba Adam.

- Ah, claro. -dijo con los brazos abiertos y una más que evidente expresión incrédula.- Y voy a secuestrar a la hija del sheriff en pleno día sólo porque él es gilipollas, y no se me ocurre mejor sitio para esconderme que... -con un esfuerzo titánico, frenó el sarcasmo y relajó su expresión. Decidió colaborar.- He estado con Jim Thompson, está ahora mismo preguntando por mi hija en seguridad, en el centro comercial. Hemos ido esta tarde a ver a Sidney Evans. - De pronto, un oscuro pensamiento cruzó por delante de sus ojos.- No habrá pasado nada con su hijo también, ¿verdad? ¿Puedo hacer algo más?

Y como un mazazo entre las cejas, a Troy le llegó una idea que sería evidente para cualquiera que no tuviera el cerebro anclado en unos años 90 que no vivió. Sacó el teléfono y llamó a su hija. Mientras se lo llevaba a la oreja, con la esperanza de oírla hablar en su tono de "aquí no ha pasado nada, viejo pesado" habitual, pensó que en cuanto pudiera tenía que llamar a Sidney. ¿Conservaría aun aunque fuese el número de su casa? ¿Por qué no le había pedido su móvil cuando tuvo oportunidad?

- Vamos Sid, cógelo...

La vidente contestó al teléfono y asintió a las palabras de Halle. La conversación fue breve. No hizo gala de palabrería grandilocuente ni trató de convencer a Halle de que ella era su única esperanza, como sí haría un vendehumos cualquiera. La mujer simplemente se limitó a escuchar lo que ella tenía que decirle, no parecía tampoco sorprendida por el comentario sobre la desaparición de los niños, como si ya supiera algo al respecto. Le dijo que sí quería que la ayudara, podía acudir a su consulta y trataría de hacerlo. Incluso a Halle le pareció simpática.

La consulta de la medium, aunque a Halle le rechinara que lo llamara consulta como si fuera una médica, estaba en una calle tranquila y residencial de Birchmont. Era en verdad una de las casas familiares del pueblo, y era la propia casa de la medium. Cuando llamaron al timbre, les abrió la puerta una joven que para nada tenía la estética típica de una medium. Para empezar era de su edad aproximadamente, y no vestía de manera extravagante, sino que llevaba una ropa muy normal y discreta. Llevaba una larguísima melena de color rubio oscuro, y tenía un rostro inesperadamente bello. La única nota pintoresca en su atuendo eran unas grandes gafas que debían llevar pasadas de moda desde los años ochenta por lo menos. No parecían estar graduadas, o de estarlo tenían una graduación muy baja. Tras ellas se encontraban unos cansados ojos de color mostaza.

-Buenos días, señores Morrison. Soy Allison. Adelante, pasen. ¿Quieren un té o un café? - Les dijo con una voz dulce y amable.

El señor Harrison negó con su cadavérico rostro sostenido sobre un delgado cuello que aparentaba ser tan frágil como una ramita a punto de quebrarse. No, el sepulturero no había oído hablar de las desgracias de los niños que estaban azotando durante aquel día al pueblo de Birchmont. Charlie se colocó junto al señor Harrison formando un gran contraste entre ambos físicamente, tragó saliva y le pregunto por la tumba de Stark.

-Ah, pues hace tiempo que no compruebo el mausoleo de los Stark, pero no veo razón para que no siga... intacto. - Dijo el hombre con su voz, tan pétrea como él mismo.

El señor Harrison era un hombre siniestro, pero no le faltaba un ápice de educación y cordialidad en verdad. Hizo un gesto con su mano, invitando a Charlie a pasar primero en dirección a la calle del cementerio que conducía al lugar donde descansaban los restos del infame Erik Stark, aunque a decir verdad ella preferiría que fuera el sepulturero quien abriera camino. El hombre pareció leer sus dudas y la adelantó con enérgicos pasos.

-Por algún casual, señorita Crookshanks, - dijo el señor Harrison rompiendo el incómodo silencio, - ¿no habrá visto usted a Spike por el pueblo? - Spike era el guarda que desde el ayuntamiento habían asignado al cementerio para que el señor Harrison pudiera dormir y no tener que encargarse también de la vigilancia del lugar. Era un tipo bastante indeseable, así que Charlie prefería no encontrárselo. -Lleva un par de días sin venir a trabajar y ni siquiera ha avisado para decir que se encontraba malo.

En cuanto Jim salió del centro comercial para que le diera el aire, y con el pensamiento de encender uno de sus cigarrillos tranquilizantes, se encontró con una escena que para nada se esperaba ver. Subido sobre la acera había un vehículo policial de los que usaban los agentes del sheriff, las luces estaban encendidas e inevitablemente provocaban que los ojos se fueran hacia el vehículo. Pero cuando Jim se fijó con más detalle en la escena vio a su amigo Troy sobre el capó sujetado por uno de los maromos del sheriff y al ayudante Townsend apuntando a Troy con el arma.

Antes de que Jim pudiera decir nada, el grupo de tres intercambió unas palabras y Townsend guardó el arma y ordenó a su matón que soltara a Troy, que evidentemente no estaba muy contento. Se cruzaron unas cuantas palabras más que Jim no pudo llegar a escuchar porque hablaban en un volumen más bajo, pero Troy estaba que echaba humo y el ayudante Townsend intentaba poner calma. Troy debió mandar a los agentes a la porra porque inmediatamente después sacó el teléfono móvil y se puso a llamar.

Mientras esperaba que la línea diera tono y la voz de Sid le mandar a la porra por pesado, tranquilizándole más que nunca al escuchar la deslenguada voz de su hija, el ayudante del sheriff se disculpaba con él y le recordaba que si quería podía poner una denuncia en comisaría para que los agentes del sheriff pudieran ayudarle buscando a su hija.

-Venga, tío, no nos guardes rencor por esto. Ha sido un error. Dinos cómo es tu hija, ¿cómo va vestida?

Troy apenas prestó atención a la voz insufrible de Townsend, centrado como estaba en el tono del teléfono. Pero el móvil de Sid debía estar desconectado porque no le dio señal alguna. Troy vio como Jim llegaba corriendo por la acera hasta donde ellos se encontraban.

Harrison siempre había sido, para Charlie al menos, un hombre afable y de trato comprensivo. Por su aspecto y trabajo, no le debía resultar fácil relacionarse con los demás. Charlie empatizaba con él, puesto que ella misma tenía muchas dificultades para entablar relaciones con los demás, y su situación todavía había ido a peor desde el abandono de Mary.

Charlie lo siguió a través del cementerio, caminando con lentitud y casi parsimonia, pero seguridad. La lógica le decía que de haber sucedido algo, como que... se hubiera levantado y salido del recinto, debía haberlo notado.

Debía... pero no estaba segura.

Sus dudas parecieron despertar la preocupación en el hombre, que la miró para preguntarle por Spike, el guardia.

-P-pues... no, la verdad. Yo... normalmente salgo poco, ya sabe, y desde ayer solo estoy c-concentrada en las desapariciones. Es terrible. Todo parece... todos los niños han desaparecido secuestrados por un Santa Claus y por eso... el sheriff me pidió que me asegurar de que todo estaba bien... aquí... con Stark.

En esos momentos, tampoco se le ocurrió pensar que Spike podía tener algo que ver con aquel asunto, aunque el hecho de que su desaparición tuviese lugar hacía dos días, teniendo en cuenta lo que estaba sucediendo, siempre podría despertar al menos, curiosidad. En realidad, cualquier cosa que se saliera de lo normal, resultaría como poco llamativo en una situación como en la que se encontraba. 

Pero no, no. Spike andaría seguramente borracho por algún lugar, o simplemente se habría cansado de trabajar allí.

-Quizás solo esté enfermo -sugirió Charlie, tímidamente.

Halle no le contó demasiado a la mujer. Lo justo para que supiera que era urgente y así quitarse a su madre de encima con la historia de visitar a la vidente.

Sean estaba más sereno que Halle, pero aún con esas, optaron por tomar un taxi que les llevase hasta la casa de dicha mujer. Y es que ninguno se fiaba de hasta que punto aguantarían la presión y el dolor, siendo lo más sensato que condujese otro.

Al llegar, una amable mujer les abrió la puerta. En seguida les identificó como los Morrison. Pero ahí no había videncia alguna, pues les estaba esperando.

- Soy Halle, él es mi marido, Sean. - Respondió un tanto posesiva con su esposo. Aquella mujer era joven y guapa y los celos estaban ahí a pesar de su aventura con su jefe. Y es que con él no había amor. Solo complicidad y lo que Sean no le daba: sexo. Por el resto, ella amaba a su marido profundamente y sentía de manera especial cada beso y abrazo que este le daba. Y en la situación que se encontraban más lo valoraba aún. - No, gracias. No necesito nada que me ponga más nerviosa. - Dijo Halle y miró a su marido, quien rechazó el gesto negando con la cabeza y una leve y triste sonrisa.

- Antes de que diga nada, quiero que sepa que estamos aquí más que por... necesidad, por decirlo de alguna manera, por obligación. Mi madre es la que cree en usted. Nosotros no comulgamos con estas cosas... No sé si me entiende. 

Tras estas palabras miró a la mujer en silencio. - Así que usted dirá si tenemos que hacer algo especial o... No lo sé. - Miró a Sean a los ojos. - Me siento ridícula con esto. Quizás no debí escuchar a mi madre ni hacerla caso y deberíamos salir ahí fuera a buscar a nuestro hijo... No estar aquí hablando...

Troy daba pasos de aquí a allá, esperando a que el teléfono descolgara al otro lado de la línea. De tanto en cuanto miraba a Adam, que se las daba de bueno como si no acabara de apuntarle en plena jeta sin prueba alguna.

- Mierda... -se dijo cuando el teléfono no dio línea. Se giró hacia el sheriff como si acabara de darse cuenta que estaba allí.- ¿Qué? Ah sí, ehmm... -se frotó los ojos.- Se llama Sid, tiene nueve años. Así de alta, pelo rubio. Lleva... Lleva una cazadora negra, tejanos y una como esta. -puntualizó el último dato alzando de nuevo la zapatilla.

Dar los datos de su hija de aquel modo se le estaba haciendo muy extraño, y más a un poli. Fue entonces cuando vio venir a Jim y le hizo un gesto con la mano.

- Hey, ¿han visto algo ahí dentro? -le preguntó cuando llegó con ellos.

Jim se repuso de la sorpresa de haber atendido a aquella situación, tan similar a la que diez años antes podía haber ocurrido sin que eso llamara su atención, y se acercó a Troy. Estaba claro que se había adelantado a su plan de explicar a los agentes del sheriff lo ocurrido, aunque hubiera sido de un modo tan poco ortodoxo. por desgracia, aquél era todo el avance que llevaban.

—Lo siento tío, nada. —Negó—. Al parecer los seguratas llevan todo el día de un lado a otro porque Sid no es la única desaparecida. Y, como no, en esta mierda de Centro Comercial el circuito de cámaras no funciona. ¿Se te ocurre que hacer? Cuenta conmigo para lo que quieras.

A Troy no le tranquilizó nada lo que Jim le contaba, y no sólo por no tener noticias de Sid.

- ¿Hay más desaparecidos? ¿Qué coño está pasando? -miró a todos los presentes, como si alguno pudiera contestarle. Dio un par de pasos mientras pensaba.-  No sé, podríamos...  -se giró hacia Adam.- ¿Vosotros estaréis por aquí preguntando? Parece ser que Sid no es la única que ha desaparecido aquí. Nosotros... -recordó lo que había estado pensando antes, al llamar.- Vamos a echar un ojo en mi casa, por si acaso. Y luego deberíamos pasar por casa de Sidney, por sí... -alzó los brazos, como frenándose a sí mismo.- Como pille al hijo de puta que se la ha llevado... -comenzó a tantearse los bolsillos hasta encontrar las llaves del coche. Echó una última mirada a los sheriff.- ¿Necesitáis algo más? ¿Podéis llamarme si os enteráis de algo? 

-También ha desaparecido la hija del sheriff. - Les informó. Ya se lo había dicho antes a Troy pero parecía que el recibimiento que le habían dado había hecho que lo pasara por alto, y no era para menos. -Nosotros estaremos buscándolas, a tu hija también. - Revisó las notas que había tomado de la descripción de Sid. - Si vemos a una niña como esa preguntaremos. Dame tu número y te mantendremos informado.

Adam le hizo un gesto al matón de Phil y éste se subió al coche despidiéndose de Troy con un gruñido que indicaba que no estaba demasiado satisfecho. El coche patrulla reculó marcha atrás, volvió a la carretera y se alejó de allí. Jim y Troy se quedaron allí plantados sin saber muy bien qué hacer. Con la sensación de que algo grave estaba pasando y la preocupación de que a Sid le hubiera pasado algo horrible. Aunque trataran de negarlo, aunque mantuvieran la esperanza de creer que al llegar a casa allí estaría ella diciéndoles que eran unos pardillos por haberla buscado de esa manera.

-¿Enfermo? Lo que es un gandul. Seguro que andará de fiesta por ahí, o tal vez durmiendo la mona, ya me entiende usted. - El señor Harrison escupió a un lado del camino y chasqueó los labios, dejando clara cuál era su opinión sobre Spike.

-Ah, pues allí lo tiene. - Le informó el sepulturero tras un breve paseo entre las tumbas de los antiguos habitantes de Birchmont. - El mausoleo de los Stark. Todo parece normal, ¿no?

El señor Harrison había hecho varias veces referencia al mausoleo, en lugar de la tumba, pero Charlie no había caído a qué se estaba refiriendo. En lugar de la lápida de Erik Stark, que tan bien conocía por desgracia, se encontraba un mausoleo de mármol blanco, con pequeñas columnas de estilo griego y finalizado en una pequeña cúpula sobre la que velaba un ángel con las alas extendidas. Charlie hubiera pensado que el señor Harrison se había equivocado de no ser que ella misma había podido leer una inscripción en una placa que decía "Familia Stark". Lo cierto era que el mausoleo tenía pinta de haber sido construido recientemente, probablemente en aquel último año a juzgar por el níveo e inmaculado mármol.

-Mucho gusto. - Respondió Sean brevemente, haciéndose cargo de como su esposa le abrazaba. -Yo tomaré un café, si no es molestia. -Respondió después.

Halle se movió inquieta, preguntó que debían hacer y a continuación expresó lo ridícula que se sentía y la frustración que sentía por estar allí haciendo eso y no buscando activamente a su hijo desaparecido. Sean le pasó un brazo por encima y le acarició el hombro al tiempo que le alojaba un beso en la cabeza.

-Verá señora Milestone, entienda que si estamos aquí es porque mi suegra ha insistido. Yo creo que está bien tener todas las opciones abiertas, pero realmente creo que mi esposa tiene razón, deberíamos estar buscando a nuestro hijo ahí fuera y no...

-Llámenme Allison, por favor. - Dijo con una breve sonrisa que desapareció de sus labios rápidamente para mostrar un rostro empático y que comprendía el dolor por el que estaba pasando la pareja.

-Para empezar pueden sentarse ahí mientras preparo el café. - Dijo señalando el sofá que tenía sus espaldas. Fue rápidamente a la cocina y puso algo de agua y café en la cafetera y lo colocó al fuego. Luego regresó y se sentó en un sillón frente a ellos. -Miren. Entiendo el escepticismo. Pero seré franca con ustedes. Lo único que puedo prometerles es intentarlo. Comprendo que tengan reticencias, hay mucha gente en mi profesión que se gana la vida estafando a los clientes y dan mala fama al oficio. Pero no se preocupen, yo no les pienso cobrar nada. Mi especialidad es la cartomancia. Si me permiten puedo probar a ver qué nos dicen las cartas sobre el paradero de su hijo. Si puedo ayudar de esta manera, me encantaría hacerlo. Tal vez no consigamos nada y realmente estemos perdiendo el tiempo, pero si logró averiguar algo, por minúsculo que sea, podrá servir como pista para que ayude a la policía. - Allison colocó una baraja de cartas en la mesa que separaba el sofá donde ellos se encontraban y el sillón en el que hablaba ella con su voz calmada y dulce. La bajara parecía antigua, gastada y envejecida como si tuviera más de ochenta años.

Charlie no dijo nada ante la sugerencia, o más bien la afirmación, de que Spike estaría borracho como una cuba, pero dudaba que estuviera dos días con resaca. Eso era demasiado, incluso para él, estaba segura. No obstante, después de pensárselo mucho, cambió de opinión e intentó cambiarlo un poco para que hiciese algo al respecto.

-Q-quizás podría llamarlo para comprobarlo. No es m-muy normal que esté tanto tiempo fuera. Y-y si le responde, siempre puede despedirle y quedarse tranquilo -le sugirió entonces

De todas maneras, no tardaron en llegar al mausoleo, porque eso fue lo que se encontró Charlie, para su sorpresa. Demasiado para un asesino, pensó.

-¿Quién ha construido esto? C-creía que un asesino no tendría... esto. ¿Tiene familia? -comentó, sorprendida. 

El señor Harrison estaba seguro de que nada anormal había en él, pero Charlie no estaba segura de ello. Por eso volvió a hacer una sugerencia, o petición, según se mirara.

-Por fuera parece que todo está bien, pero y por dentro? ¿Podría usted id a verlo para asegurarse? Yo no necesito entrar, solo... que se asegure usted. Ya sabe, como si estuviese viendo que ningún chico ha hecho nada malo en el interior... No creo que nadie se quejara por ello, sino todo lo contrario, ¿no? Usted... cuida de todo esto.

Quizás fuese muy insistente, pero cómo no serlo con todo lo que estaba sucediendo. Stark ya había regresado de la muerte. Cómo sabía que no iba a hacerlo más veces... o cualquiera quien estuviese allí enterrado, porque si era de la Familia Stark... quizás fuese "otro" Stark.

La mujer parecía hacer oídos sordos a las palabras del matrimonio. Su manera de actuar no era la de vender humo, sino la de entretener y retener a la gente para convencerla de que hiciesen lo que quería. Era casi tan manipuladora como el jefe de Halle. Pero solamente casi, puesto que la mujer de piel morena enseguida se dio cuenta de todo aquello.

Preparar el café sin darles ocasión a despedirse de ella y salir, regalarle los oídos con lo que hacían otro que ella no y que por probar no se perdía nada y para rematar, el no voy a cobraros nada. Era como si House hubiese escrito un libro y ella estuviese aún en el prólogo, empezando el capítulo uno.

A pesar de conocer el juego, les estaba haciendo perder más tiempo y cuanto más se negasen, más tiempo acabarían perdiendo en esa casa. Era como si fuese una araña y hubiesen caído en su red. El primero su propio marido, aceptando el café.

- Está bien, Allison. Haga lo que tenga que hacer. - Accedió Halle cansada de la ridícula situación en la que estaban. Miró a su marido. - Aceptaste el café, al menos mientras se prepara y te lo tomas, haremos algo... de provecho o no. Pero no veo correcto aceptar el café y luego marcharnos. - Y ya tenía la excusa perfecta para quedarse y no sentirse mal.

- Creo que paso demasiado tiempo con House. - Pensó para sí y miró a la mujer. - Cuando quiera. - Indicó inquieta de pronto, pensando en que si ella decía la verdad, si había una remota posibilidad de que pudiese leer las cartas, vería la infidelidad con su marido. Suspiró y se sentó frente a Allison, con Sean a su lado, y se aferró a su brazo y entrelazó los dedos de su mano con los de él. Volvía a temblar, pero esta vez por algo más que Steven.