Terminada la amenaza, miró don Íñigo a don Jofre.
- ¡Hermano! Menos mal que hemos llegado a tiempo. - díjole - Temíame que vos pudiéremos hallar muerto, et poco ha faltado. ¿Vos encontráis bien?
Luego miró a Clara, la sobrina de don Onofre.
- Clara, mi señora, ¿qué hacéis aquí?
Mostrose la joven sonrojada ante la pregunta de don Íñigo et el honor que este le confería tratándola como su señora, cuando sin duda non podía serlo por su juventud.
- Mi señor... mi tío me pidió que atendiera a don Jofre... así que andaba cerca cuando vi entrar a esos. - señaló a los asesinos, mas non clavó la vista en ellos, pues sin duda horrorizaba a la muchacha la visión de sus cadáveres - Et corrí a alertar a don Jofre. Menos mal que habéis llegado.
La pura sorpresa me había dejado paralizado. Ver de nuevo a mis compañeros y a mi hermano de orden venir en mi auxilio fue sin duda increible. Me llevé la mano al vientre donde había notado el arma enemiga herirme para comprobar la gravedad, pero la desdeñé con un gesto.
-De un buen apuro me habéis salvado amigos míos. Estoy en deuda con vosotros. Et con vos, hermano.- Comente mirándoles agradecido.- Si no llega a ser por vosotros mi rescatadora y yo lo habríamos tenido muy feo.
Me acerqué a los cuerpos de mis enemigos recogiedno las armas.
-Lastima que hayan muerto... Ahora non sabremos quienes los enviaron.
─¡Vive Dios don Jofre! non sabéis cuan alégrome de veros vivo ─exclamé mientras recargaba la ballesta. Luego la colgué nuevamente a mi espalda. ─ Aquesta non est la primera pendencia et emboscada que acontecenos en aquesta oscura anochecida. Habemos tomado un prisionero, et quizá algo pudieremos luego sacar de aqueste.
─Agora credo habemos de movernos, et rápido. ─mientras fablaba registraba los cuerpos de los asensinos en busca de cualquier indicio que pudiera delatar su identidad o la de sus amos.
Tirada oculta
Motivo: Descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 19 (Exito)
¡Señor Jofre! -grité cuando el tipo quedó ensartado y muerto en el suelo-.
Fuíme entonces corriendo donde el de Castelvell, y cogíle de las manos y besélas, pues había estado día y noche pensando en qué barbariedades y placeres del Demonio estaríanle haciendo, cosa que ni pensar pudiera.
¡Estáis bien! -afirmé como si verdaderamente no tuviera herida alguna-, ¡es un milagro! ¡ya creí yo que correría vos mala suerte! -fue entonces que dime cuenta y bajé un poco la voz, mas la efusividad y alegría infinita que sentía no era comparable a nada en aquesto momentos. Y en teniendo a mi lado a mi buen señor de aventuras, negocios et charlas, que dispúseme a poner cautela como bien señalaba Fernando.
Non habíame dado cuenta de la belleza, hasta ese momento en que besé las manos de don Jofre, de la belleza de la sobrina de don Onofre... ¡Válgame Dios! ¡Que por un momento recordé porqué tanto tiempo llevaba ya en Trujillo y no volvía a mi Alconetar natal! ¡Me recordaba a una mujer del pasado, una mujer que me atormentaba el corazón!
Y doña Clara era... ¡radiante!
Et que tan sólo acerté a darle reverencia cuando nuestras miradas se cruzaron un instante.
Miraba Clara embelesada a don Jofre, apenas teniendo ocasión de saludar a los recién llegados et salvadores.
- En gran estima vos tienen vuestros criados. - sonrió - A buen seguro que sois un señor justo et bondadoso.
Interrumpió entonces las conversaciones don Íñigo, quien miraba en derredor preocupado.
- Ya vale. Habéis de salir de aquí cuanto antes. Corréis gran peligro, et también lo corre Clara. - miró a la muchacha - Si vuestro tío se enterara de vuestra osadía...
Volviose hacia Fernando et Mauricio.
- Vosotros habéis visto el camino que hemos seguido para acceder al castillo... habéis de recorrerlo ahora en el sentido contrario, et sacar a vuestro señor de la villa. Pronto amanecerá, et los guardias podrían veros si os demoráis demasiado.
Miró entonces a don Jofre.
- Hermano, sois justo et noble, et vuestra valentía ha quedado probada, non solo aquí, sino en la iglesia ante el cadáver de nuestro difunto Martín. Mas ahora habéis de mostrar vuestra valía una vez más, pues anda suelta la bruja que vieron los vuestros en el castillo, et sobre vos pesa la acusación de tales prácticas. Es por esto que es de crucial importancia que encontréis a la adoradora del maligno, et traigaisla aquí para que don Diego comprenda al fin su error, vos absuelva de toda acusación, et condene al verdadero culpable. Vuestros hombres podrán contarvos más detalles por el camino.
Y al fin púsose en marcha don Íñigo.
Iba a responder a mis compañeros cuando Don Íñigo diome las malas nuevas.
-Sea. Traeré a la bruja a este lugar para probar mi inocencia. Teníais mi estima y ahora tengo una deuda con vos hermano. Id con Dios y hasta que se crucen nuestros caminos, buena suerte.- Dije despidiéndome de uno de mis salvadores.
Ahora me giré para ver a mis compañeros.
-Sois lo mejor que un hombre pueda pedir en materia de amigos. Non creáis que olvidaré este auxilio tan necesitado.- Dije con gravedad. Luego tomé la daga y la retorné a Clara.- Esto es vuestro, mi señora. Ahora corréis peligro por mi culpa, de modo que no os separéis de mi, las cosas pueden tornarse aun mas difíciles en adelante.
Sin embargo antes de proseguir en el camino me postré sobre los cadáveres en busca de armas. Non podía ir sin más al encuentro del enemigo. Que la fe puede ser mi escudo, pero con una espada en la mano las opiniones se relajan.
Tirada oculta
Motivo: Buscar armas en sus cuerpos (Descubrir)
Tirada: 1d100
Resultado: 78(+60)=138
Tornemos pues, a prisa. ─en las fauces de lobo nos hallábamos. Más valía salir de allí antes de que aquesta cerrárase como un cepo mortal.
Encabecé la marcha. Mauricio seguíame de cerca, portando lux et bracamante. ─Una vez a salvo vos pondremos al día, don Jofre.
Ballesta cargada, colgada a la espalda. Lanza en ristre encabezo la marcha.
Tras cambiar las últimas palabras, encamináronse a todo correr hacia la salida. Encargose don Íñigo de guiar a Clara de vuelta a sus aposentos, mientras que don Jofre corrió junto a sus hombres hacia el exterior, non sin antes recoger de los muertos un par de coltells con los que poder defenderse.
Separados ya, encamináronse de vuelta por el pasadizo que habían utilizado para llegar hasta el castillo, al cual accedieron desde las mismas catacumbas, et el cual condújoles hacia el exterior tras una larga caminata. El frío calaba hasta los huesos, et cuando salieron pudieron vislumbrar las luces del alba, que tenuemente asomaban en el cielo. Habían agotado la noche entre unas et otras disquisiciones, et el casancio cayoles encima en cuanto sintiéronse a seguro... o todo lo a seguro que podían sentirse fuera de los muros, sabiendo que una bruxa se escondía en alguna parte, et terribles acusaciones pesaban sobre ellos.
Final de escena, continuamos en la siguiente.