Partida Rol por web

A Gonzalo no le gustaba mucho aquella situación: una casa deshabitada, pero con luz en su interior...

El muchacho barajó las diversas posibilidades de aquella situación. Y lo más coherente que le vino a la cabeza era el hecho de que, muy posiblemente, quién habitabaa en aquella casucha había salido al exterior para realizar alguna tarea. Puede que buscar comida, orinar o... vigilarlo!

Una gota de sudor frío recorrió su espalda. Estaba seguro de haber avanzado en total discreción, pero no podía estar del todo convencido que no haber sido avistado por el inquilino de la casa.

Respiró hondo y se obligó a tranquilizarse. "No es momento de ponerse nervioso, Rata!" pensó. "Quédate quieto y espera un par de minutos, haber qué pasa...".

Pero la noche era oscura y el cansancio evidente, cosa que no ayudó mucho en la pequeña vigilancia que hacia Gonzalo.

Si no observaba ningún cambio, volvería con sus compañeros para explicarles lo que había descubierto y valorar los próximos pasos.

Cuando vuelves sobre tus pies, sigilosamente, sin ver nada ni oír nada que te llame la atención, te percatas de que hay alguien detrás de ti.

Es una mujer entrada en carnes, con un rostro de facciones agradables, cubierta por ropas humildes de pies a cabeza. Parece estar nerviosa y alerta, y agita ferozmente en alto un arma de defensa como nunca antes se ha visto. Una magnífica y poderosísima... sartén.

-¿Qué faes aquí y qué cohone quiés? ¡Como intentes robame en la mio casa va caete un tortazo que vas quedate viéndolas vení!

La verdad es que, pese a lo cómico de la situación, y a lo ridículo del arma, ganarse un sartenazo de una mujer asustada que pensaba que la venían a atracar no entraba entre los planes para esta noche.

Ambos estáis a uvas, Agustí mirando el escote de Mara, y Mara mirando hacia donde cree que se fue Gonzalo, que casualmente es en dirección opuesta hacia donde ella estaba mirando. No veis absolutamente nada, pero un buen rato más tarde os parece oír unas voces a lo lejos, en dirección hacia donde Gonzalo se fue minutos atrás.

Estaba tan oscuro que apenas si podía ver los dedos de mis propias manos. Pude fijarme en que mi compañero clavaba los ojos en mí con escaso disimulo, lo cual me resultaba muy agradable, por decirlo de alguna manera. Bien, a lo mejor al final sí que consigo algún dinero... Iba a proceder a insinuarme un poco cuando escuché algo a lo lejos. Intenté ver algo, pero nada, entre el cansancio, la noche y la lluvia, no podía ver absolutamente nada.

¿Oís eso, Agustí? Parece que alguien se acerca. ¿Qué hacemos?

Que sea Gonzalo, por favor, que sea Gonzalo, no un ladrón de caminos, por favor...

La voz de Mara me saca de mi ensimismamiento personal y guardo silencio, aún sin ver ni oír nada.

-Esperemos que sea Gonzalo que regresa con buenas noticias.

A pesar de la aparente calma que doy a mis palabras, no dudo en desenfundar mi espada de nuevo y me sitúo frente a Mara, protegiendola.

-Tranquila mujer, tranquila... no quiero hacerte ningún daño... tranquila!- intentó calmar a la desconocida y asustadiza mujer con la voz más dulce que pudo articular.

Gonzalo se levantó del enfangado suelo y pensó la curiosa excusa que tendría que inventar, para poder pedir disculpas todo sucio de la húmeda tierra. Por suerte había escondido su cuchillo en la parte trasera de su cinto, bajo la camisa, evitando que la mujer lo pudiera ver y ser motivo de nuevas amenazas de sartén.

-Me llamo Gonzalo y estaba buscando cobijo para resguardarme de esta fría lluvia. No viajo solo, me acompañan dos amigos: un hombre y una mujer. Estamos de paso y vimos la luz de su cabaña... solo pedimos un lugar donde recuperar algo de calor y, mañana por la mañana, continuaremos nuestro camino.

No hizo ningún gesto agresivo, ningún movimiento sospechoso... calma, tranquilidad e intentar convencer a la mujer de sus buenas intenciones. Y ya era cómico relacionar a Gonzalo con aquellas "buenas intenciones".

A lo lejos, en dirección a la casa, os parece percibir la voz de Gonzalo y a una mujer hablándole a voz en grito. Parece en apuros.

Os llegan meras palabras sueltas. Primero de la mujer:

-¿Qué... y qué cohone ...? ¡Como intentes ... mio casa va caete... vas quedate ...vení!

De Gonzalo resulta imposible percibir palabra alguna con claridad. Parece haber hablado durante un rato, pero no parece haber levantado la voz en ningún momento. Apenas percibís un murmullo.

Me levanté de inmediato al oir los gritos. ¿Qué demonios está pasando? Ligeramente alterada por los nervios, recogí la manta y me dirigí a Agustí:

Creo que deberíamos ir. Parece que está en apuros.

Mis palabras eran educadas, pero sonaban directas y a que no iban a aceptar un "no" por respuesta. Cogí mi fardo y lo cargué a mi espalda, presta a partir en dirección a las voces.

Si duda mara es una mujer decidida y yo no pienso quedarme atrás. Dando largas zancadas me pongo por delante de ella y enfundo mi espada; Si Gonzalo ha tenido algún problema con alguien no quiero empeorarlo llevando armas a la vista y si no es así, espero que mi estatura disuada a quien esté discutiendo con él.

Cuando llegáis a la zona de la casa veis a Gonzalo cerca de la puerta.

Era una casucha de madera, algo podrida, pero que aún se tenía bien en pie. Había luz en su interior, alguien parecía haber encendido una lámpara de aceite o algunas velas. La puerta parecía cerrada, o por lo menos entornada, pero por una de las ventanas, abierta de par en par, se veía luz.

Gonzalo se encontraba cerca del ventanuco. Entre él y vosotros se encontraba una voluminosa mujer que se mostraba amenazante (si bien es cierto que su voz denotaba temor). Empuñaba en alto, sujeta con las dos manos, una magnífica y poderosísima... sartén.

Estaba discutiendo con Gonzalo, y aún no ha escuchado la llegada de sus compañeros.

-¡Ya! ¡Y yo voy creeme que veníes de noche y sigilosu a preguntame si te dexaba pasá la noche. Y si veníes acompañau como dices, ¿enonde tan los tuos compañeros, ein?

Parece que las palabras de Gonzalo no la han dejado muy convencida. Tiene toda la pinta de creer que se trataba de un robo.

Notáis en cuanto la escucháis decir dos os tres palabras que no es de la zona, posiblemente ni del reino. Tiene un extraño acento que desconocéis y que nunca antes habíais escuchado. Parece tenerle ella más miedo a Gonzalo que Gonzalo a ella.

Nos encontramos con una buena escena al llegar. Nada más ver a la mujer empuñando una sartén, tuve que contenerme para no echarme a reir. Una sartén. Aficionada... Una mujer como yo sabe bien cómo hacer frente a los hombres, y una sartén, más que imponer, les daría risa a la mayoría. En fin, al menos me tranquilizaba ver que ni Gonzalo ni nosotros corríamos peligro. Me acerqué despacio y con calma a Gonzalo y me dirigí a la mujer:

Lo que te haya dicho es cierto, buena mujer. Mi nombre es Mara, y estos son mis amigos y compañeros de viaje. Puedo asegurarle que no tenemos malas intenciones. Lo único que buscamos es un lugar para pasar la noche, resguardados del frío y de la lluvia. Hemos tenido un duro día, y tan solo querríamos descansar.

Esperaba que, haciendo gala de dulzura y buena educación, la mujer se calmase y nos dejase entrar. Aunque si se había asustado y hecho una mala idea de Gonzalo, a lo mejor ya no había forma de convencerla.

La mujer baja la sartén. No parece realmente convencida, pero ya no os tiene miedo. Cree haber comprendido que no íbais a atacarla, ya que siendo ella una y vosotros tres, no habríais andado con tantos miramientos a la hora de hacerlo dado que ella no habría podido hacer nada para evitarlo. No obstante, parece que ni por un momento se traga vuestra teoría de que necesitabais cobijo.

-Amo a vé, almes de Dios. ¿Qué facéis en medio la noxe dando tumbos por mitá del bosque dos bribones y una fulanina? Porque vamos, cantáis a la legua lo que sois. ¿Qué habéis venío a buscar remedios de la vieja bruxa del bosque? Porque el cuentu xinu de vení a dormí a la mio casa no se lo cree ni San Pedro, que aquí no se arrima un alma si no ye a por algún remediu, sea p'a los piollos, pal mal de amores o por un venenu p'al enemigu más odiau. ¿Qué habéis venío a buscar de Olaya la del Norte?

La extranjera os suelta la perorata sin detenerse casi ni a respirar. Nunca habíais oído hablar de esta bruja en concreto, pero encontrar mujeres que decían de sí mismas que poseían habilidades tales como predecir el futuro, crear ungüentos milagrosos y demás historias era el pan de cada día.

Debían de andarse con cuidado de que la Iglesia no las cazara diciendo tales cosas, pues todos conocían el final que aguardaba a este tipo de gente, pero las que se arriesgaban lo hacían por ganarse unas monedas con las que subsistir, amén de otras tantas que creían ciegamente que poseían tales poderes.

¿Cómo podemos tener tan mala suerte, caray? Pensaba mientras ponía los ojos en blanco. De todas las casas de los alrededores, tuvimos que ir a dar con una habitada por una chiflada. Brujas... anda que...

Preferí esperar a contestar a la perorata de la mujer porque temía que lo que pudiese salri de mi boca empeorase aún más la situación. La verdad que me moría de ganas de pasar la noche a cubierto, pero si eso suponía tener que quedarnos en casa de una loca que Dios sabe lo que podría hacernos mientras dormíamos, tenía que pensármelo un momento. Claro que si mis acompañantes decidían intentar convencerla y quedarse, lo que sí que no iba a hacer era irme yo sola a dormir al bosque.

En fin, escuchaba la charlatanería de la mujer intentando no poner demasiada cara de que el tema de las brujas me parecía un cuento chino, esperando que alguno de los chicos se decidiese a hablar el primero.